jueves, 16 de agosto de 2007

Ruta a Benaguacil

Pasamos junto al restaurante situado en la plazuela de Masía de Traver sin saber muy bien si deberíamos quedarnos a desayunar o parar a tomarnos una cervecita...…, pero mientras lo decidimos seguimos adelante y vamos recuperando el resuello perdido en la subida, atravesamos la urbanización y salimos por un camino asfaltado que nos llevará a cruzar por debajo del puente de la carretera de L´Eliana, inmediatamente después subimos por encima del puente viejo que nos ofrece una espectacular vista del río y del campanario de Riba-Roja.

Seguimos para coger el camino hacia la izquierda entre los huertos y paralelo al Turia con dirección hacia Benaguacil, un par de kilómetros de tranquilo y sosegado pedaleo junto al río, nos permiten reagruparnos y comentar las batallitas semanales ó cualquier observación sobre lo sucedido en el recorrido de hoy, hasta el momento que dejamos la vereda del río. En una curva a la derecha tenemos una impresionante vista de “La Rodana” que desde su imponente atalaya a 345 m. nos contempla con la seguridad de que más bien pronto que tarde rodaremos por sus caminos y parece que nos diga “aquí os espero…ya vendréis”, con esa promesa en nuestra mente miramos a nuestra derecha y allí en lontananza vemos nuestro reto de hoy: la ermita de la Virgen de Montiel, también conocida en nuestro circulo como “Le Montielet” por lo sinuoso y empinado de sus rampas. Ahora estamos casi a la misma distancia de nuestras dos montañas preferidas, casi sagradas, temidas a la vez que admiradas, impresionantes e imponentes en su dureza nos contemplan a lo lejos impasibles ante nuestro sufrimiento a sabiendas de que pese a ello volveremos una y otra vez, no tienen de que temer pues allí estaremos puntuales, fieles a nuestra cita con el sufrimiento de sus pendientes y el goce de sus bajadas para regocijarnos en la victoria de volver a superarlas y descansar con las espectaculares vistas que nos ofrecen en su cima del valle de la Huerta de Valencia hasta el Mar, tan lejano. El esfuerzo que estamos realizando tendrá un buen premio, como es disfrutar de las vertiginosas bajadas al limite de la frenada, apurando hoy un metro más que ayer, a tumba abierta para ver (que no mirar ) de reojo el velocímetro marcar los 51km/h, mañana llegaremos a 52, volveremos a regatearle otro metro a los abrasados discos, pero otra apurada de frenada más, otra descarga de adrenalina al limite, otro golpe de emoción, lo hemos conseguido. Pero ya estamos pensando en la bajada y ni siquiera hemos llegado a subir. Antes deberemos pasar junto al monasterio Cisterciense (que no “circense”) de Santa Maria de Gratia Dei, luego pasaremos bajo la carretera de Benaguacil a Vilamarxant y por el polígono hacia el pueblo.

Ya tenemos la montaña ante nosotros, nos espera y por tanto no la defraudaremos, allá vamos, nada más comenzar la subida podemos encontrar una buena razón para dar pedales pues es una zona en la que “en ocasiones vemos perros” y si estos “van en serio” tendremos que dar mucho, pero que mucho “brillo, brillo” a las bielas para poner tierra de por medio y que nuestras maltrechas piernas no sirvan de avituallamiento canino, a ser posible hoy queremos llegar enteros a casa, o por lo menos al monasterio. Nos dirigimos a la cima y que curioso, siempre hacia arriba.... camino del cielo, o al menos eso parece, aunque solo subiremos hasta 250 m. de altitud. Las rampas se suceden una tras otra con los pequeños respiros que nos dan las curvas en zig-zag, allí tomamos un poco de aire y quien tiene tiempo, se lee “un misterio” sobre la marcha que casi siempre viene al cuento con el fuelle que nos queda y de paso las piernas se toman un ligero respiro al no pensar en lo que queda, de cualquier forma el respiro que es más bien un ligero suspiro, tan ligero que no sabes si es mejor tomar la curva abierta o seguir buscando la pendiente, en cada curva miras hacia abajo para ver cuanto has subido en pocos metros, pero al mirar al otro lado ves todo lo que aún te queda por sufrir...digo por subir.
No en vano estamos en el camino del calvario y este hace honor a su nombre, sin embargo a cada pedalada también podemos admirar unas excelentes vistas panorámicas que nos ahuyentan los malos espíritus. (no podía ser de otra forma por el camino que llevamos).


La bajada como ya hemos dicho anteriormente cuando la pensábamos, es...difícil de describir, hay que sentir en primera persona la emoción que nos proporciona la velocidad, los 5 sentidos (puesto que no hay 6) puestos en las manetas del freno, el riesgo al recorrer otro centímetro antes de frenar, buscar esa posición aerodinámica que nos ayude a bajar un poco más deprisa apurarando un poco más la frenada, hay que estar encima de la bici para saberlo y es por eso que volveremos, ¿verdad?
Ahora toca comentar como has trazado en tal curva y como has apurado en la otra y como has visto a tu compañero rozar el coche que subía porque él ni lo ha visto puesto que estaba mirando el cuenta kilómetros para ver que este marcaba los 51,5 km/h. Esto lo haremos en el almuerzo junto a la fuente de la plaza de la iglesia.La vuelta la esperamos con ansia pues al volver a pasar junto al monasterio Cisterciense, si tenemos la suerte de tener el viento a favor y aprovechando el desnivel del terreno daremos pedales a una velocidad que nos hará disfrutar de lo lindo, aun no hemos tenido esa suerte, de momento solo hemos podido disfrutar en este tramo de un “delicado olor a granja” que nos hace mantener la respiración a su paso mientras lo cruzamos a toda biela. 45km. en total.