sábado, 26 de septiembre de 2015

Pico Javalambre - Pico del Buitre

Camarena de la Sierra – Pico Javalambre – Pico del Buitre

Como el Ave Fenix, resucitaras de entre tus cenizas,  para ser de nuevo tu… 
 Anónimo 


Once meses  han pasado, ahí es nada, desde la última ruta subida por Roda i Pedal a esta bitácora.

Y no es que el grupo se haya cansado de pedalear  o que se encuentre en vías de disolución, nada de eso, pues todos los sábados las rodadas por nuestro territorio biker siguen estando ahí, pero… , el pero podría ser, de hecho lo es, tan extenso que el que está escribiendo esta crónica lleva más de un año intentando plasmarlo por escrito, aunque soy tan incapaz como ahora mismo.
Muchas son las explicaciones posibles a un "pero" que son muchos los "peros"…, un compendio de ideas que me aclaren la situación y de paso me permitan explicarla a los demás, pero no puedo, no sé, no lo comprendo… así que nos centraremos casi exclusivamente en la ruta que es lo que importa a los que desde fuera del grupo leéis estas crónicas. 
Si en los últimos años, el mayor enemigo para mi,  eran los horarios de trabajo de quien escribe (Kike), el año pasado se sumó a ello la crisis personal que no ha hecho más que crecer y crecer y que no acompañaba  para nada en las ganas de acumular kilómetros en las piernas. A todo esto  sumémosle la caída a finales del año pasado y el parón forzoso que trajo consigo, un “poquito” de sobrepeso para amenizar los días sin pedales, y tenemos un cóctel explosivo del que se podría extraer que estar haciendo hoy esta ruta es un verdadero milagro. Pero aquí estamos de nuevo,  para contar una ruta que nos hará tocar el cielo de nuestras rutas soñadas, una ruta que me llevará del infierno más personal a la cumbre de todas nuestras montañas,  pues Javalambre, por su proximidad a Valencia,  la consideramos una de las nuestras, y por fin, ya tocaba.
Así que el viernes por la tarde salimos con el 10 metros, el  mismo vehículo que ya alquilamos el año pasado y que tanto juego nos ofreció, volvíamos pues a repetir experiencia.
Las cerca de dos horas hasta el hotel en el pueblo de Camarena de la Sierra nos deja el tiempo justo a la llegada,  de meternos unas birritas entre pecho y espalda antes de bajar a cenar una vez acomodados en las habitaciones. Estupenda cena que sigue regada con más cervecitas antes del rutinario paseo y los cacharritos de rigor de todo finde biker que se precie.

La ruta

Durante el desayuno,  acabamos de despejar las dudas si es que aún las había, sobre el atuendo más conveniente, es decir, ir de corto o de largo. La fresca temperatura a pie de hotel, augura todavía algunos grados menos en la cumbre, razón que con un poco de viento nos podría crear algún problemilla a más de 2000 metros de altitud, sudando y preparados para bajar a altas velocidades; así pues, lo mejor será pasar algo de calor en la subida.
Iniciamos sin dilación el ataque a los 16 kilómetros de subida ininterrumpida que nos quedan por delante, subida que con un porcentaje entorno al 6% de media, no nos asusta, pero en lo que a mi respecta,  si que me da algo de respeto, aunque solo sea porque, en un intento de expiación, voy a subir 15 kilos más que el año pasado.   

La subida nos la tomamos con calma y vamos disfrutando del paisaje como de costumbre: el río Camarena a nuestra derecha, luego una fuente, luego el desvío a la derecha hacia el Balneario (que es por donde volveremos) ahora seguiremos la carretera que pronto empieza a virar hacia el este y se encañona junto al arroyo a los pies de la montaña. 
El otoño apenas empieza a asomarse tímidamente en estos valles, pues los amarillos y rojos característicos de la hojarasca son casi imperceptibles, pero dependiendo de la climatología a estas altitudes, el invierno podría desplomarse sin previo aviso. Pasamos junto al campamento y la carretera gira 1800  para cogerse a la falda de la montaña, y vamos tomando altitud entre una  inmensa pinada que riega de aromas el aire que ávidos respiramos ante el esfuerzo realizado.

 
Hacia la derecha se van abriendo postales de montañas lejanas, de picos entre nubes, de azules desdibujados entre brumas que amenazan algunas gotas a primeras horas de la tarde. Por mi parte voy subiendo a mi ritmo, quedándome atrás cada pocos metros, no porque mis compañeros aceleren,  sino porque no puedo aguantar su constante e invariable ritmo. 
No me asusta la subida, ya se acabará, la subiré toda y lo sé, lo que no sé es cuánto me costará. Mientras subimos, nos encontramos con algunos buscadores de rebollones que parecen adelantarse a la temporada. Al poco, un ciclista de carretera que nos adelanta con un ritmo frenético, pero eso si, solo en equipo ya pesa 15 kilos menos que nosotros, así que yo subo 30 más que él y los compañeros me tienen que ir esperando. Entre tanto sigue la subida y seguimos hablando de todo un poco, haciendo terapia de grupo o buscando soluciones mágicas a los problemas que nos acechan (qué bueno sería encontrar un hada de los bosques…). Al fin llegamos al enlace con la carretera que sube desde la autovía sin pasar por Camarena, y poco después,  llegamos al parking de la estación de esquí. En este punto acaba la carretera de asfalto y el resto del camino, que parece ser que alguna vez estuvo igualmente revestido de alquitrán, pero que ahora es ya de tierra. 

Poco después y de camino en busca de la cota más alta, pasamos junto a un par de balsas que alimentan los cañones de nieve artificial, y nos percatamos del enorme impacto paisajístico que deja una estación pequeña como esta en la montaña, lo que nos obliga a pensar qué será de las grandes estaciones, que incluso fueran de la temporada de nieve, son aprovechadas para el ocio y la práctica de otras actividades deportivas como es el descenso en mountain bike.
Una rampa durilla pero fácilmente atacable,  nos deja bajo las enormes antenas y unas curiosas construcciones a modo de refugios, aunque este no es nuestro objetivo el cual está algo más arriba y por tanto, seguimos adelante. 

Por fin ya vemos la cumbre del Pico Javalambre, el cerro amesetado denominado "La Chaparrosa" , lugar donde está situado el vértice geodésico que marca la cota máxima de todas las cumbres coronadas por Roda i Pedal,  el techo, 2020m. snm. el cielo ya se vislumbra,   el Ave Fenix que resurge de las cenizas y vuela a lo más alto, lo pedalea, lo sufre y lo consigue. 

Llegados a la cima, juntamos por fin nuestras manos al grito del grupo y nos preparamos para las fotos de rigor, para admirar el paisaje tachonado de sabinas rastreras que como lágrimas verdes decoran un paisaje llorado por los dioses, por el fénix, por los numerosos buitres que sobrevuelan majestuosos estas crestas. 

Nos cobijamos rápidos tras el muro de la hornacina, monumento dedicado a la Virgen de las Nieves situado  junto al vértice geodésico, para protegernos del ligero viento que nos enfría por la sudada que llevamos encima.  No hay más que mirar en su interior para apreciar la huella de algún bárbaro al que seguramente le molestaba la imagen de la Virgen, que por los restos presentes, albergó en algún momento la pequeña hornacina, en fin…, sin comentarios. 
Mientras almorzamos divisamos cumbres y les ponemos nombres intentando hacerlas coincidir con la realidad. El drástico cambio de punto de vista nos confunde un poco y nos muestra cimas que nunca antes hemos visto. 

Aun así, ahí están: El Penyagolosa, el alto de Pina, la sierra Espadán o el desierto de las Palmas, esa es nuestra duda. Y por supuesto el pico Buitre, inconfundible con sus gigantescas cúpulas astronómicas coronando la cima y por los buitres que lo sobrevuelan. Ante él,  un hermoso valle con toros campando a sus anchas por el verde y lejano prado. Y las montañas, desnudas de árboles, muestran las heridas que cada año les infringe el despiadado invierno que las azota sin piedad.



Tras las fotos de rigor y la recogida de nuestra “piedrecita verticial” (la número 40 de las 41), cabría destacar una de ellas, la foto que cariñosamente bautizamos con el nombre de .., (bueno, el nombre queda reservado para los que estuvimos allí, sentimos no poder compartirlo...), imagen que nos hizo pasar un buen rato y echar unas buenas risas que ya nunca olvidaremos, por eso la incluiremos tras la del vértice y de esa forma, seguro que al menos nosotros, siempre nos vamos a reír del momento cuando la veamos.  
Pasado el cachondeíto de la toma de imágenes, nos ponemos de nuevo en marcha calmado ya nuestro estómago y por lo tanto, con las fuerzas recuperadas para marchar en busca de nuestra siguiente cumbre, que no es más que el Pico del Buitre, que destaca a lo lejos, llamando con fuerza nuestra atención.
 


En el descenso hacia el desvío, Luis sufre una avería que a priori, parece que pueda arruinarnos la jornada;   el freno delantero no funciona como es debido a consecuencia de una fuga de aceite en el retén de la horquilla, pérdida que contamina las pastillas y a su vez el disco de freno, cuestión que nos obliga a detenernos y limpiar como podemos el conjunto, lamentando la falta de un simple mechero al objeto de poder quemar la grasa acumulada en las pastillas y poder eliminar mejor el aceite contaminante, pero finalmente, tras valorar los daños y poner una solución de emergencia ( imaginación al poder…) podemos seguir adelante con la precaución que impone esta leve avería, leve siempre y cuando no vaya a más, pero eso está por ver…

El valle y los toros pastando tranquilos en lontananza, pronto dejan de ser visibles a nuestra izquierda y aparece a nuestro paso, el camino que nos desviará a la izquierda y que nos llevará hasta la cima de los los observatorios. Un repecho nos dejará ante una bajada que se adentra en un valle y justo allí, atónitos, observamos un camino con una subida que se muestra criminal, y que nos deja sin palabras solo de pensar en subirla, pero afortunadamente y a la vista de lo que nos dice el GPS,   pronto entendemos que no tenemos que ciclarla, ya que ésta es parte del camino que baja hacia el nacimiento del río Arcos. Esa parte del track es un track alternativo,  pues la ruta que seguimos es, cómo no, del amigo Pitarque, casi siempre tan fiable (jeje…) en sus rutas.    ¡¡¡ Ufff !!! de la que nos hemos librado 
Según los mapas, había una zona del track original que no tenía camino, así que buscamos una alternativa y de paso, miramos este track que llegaba hasta la cumbre que ahora buscamos conquistar. Esta alternativa también presentaba perdidas de caminos además de una subida importante hasta enlazar con el otro track. De todas formas vemos que el sendero sigue subiendo al otro lado del valle con algo más de zigzag y por tanto, con algo menos de pendiente. Ya en esta bajada, en realidad, desde que tomamos este camino, el firme nos avisa de lo que encontraremos después, solo que no sabemos leerlo.
La bajada, con mucha piedra visiblemente meteorizada por las duras condiciones meteorológicas que en la mayor parte del año sufre del lugar, nos hace estar más que alerta en todo momento, así que imaginar pues con un problema en el freno delantero que lleva el compañero…;  tras este valle otro valle más amable, nos dejará a los pies de la cumbre, cima que aunque todavía se muestra lejana, su visión nos da el ánimo suficiente coimo para querer llegar cuanto antes.

Una vista espectacular de este paisaje semi desértico, tan árido y rudo como cautivador. nos llevará por fin arriba, al paraje denominado " la Loma Alta" la parte más elevada del Cerro del Buitre, justo donde se sitúa el vértice geodésico. El último esfuerzo para coronarlo nos da el puntito de haber conseguido nuestro segundo premio del día, otro vértice, otra “piedrecita verticial” para la cole, otra foto de grupo y la satisfacción propia del esfuerzo que nos ha traído hasta aquí.

Observamos el paisaje con avidez, pero la avería en la bici de Luis nos sigue preocupando y se impone más sobre la conveniencia o no de seguir uno u otro camino, más que de estar por la labor de sobar el paisaje con la mirada como siempre solemos hacer.  De cualquier forma, exploramos el solitario lugar y damos buena cuenta de lo espectacular del complejo astronómico, el cual parece estar en vías de un definitivo acicalamiento exterior a tenor de las obras que al parecer se están efectuando. 

Contemplada pues la zona, ya hemos visto desde aquí,  la bajada tan pronunciada que tendríamos que hacer para llegar hasta el río Arcos, por lo que la subida al otro lado no parece quedarse atrás en cuanto a desnivel. Al final, optamos por deshacer el camino hasta el desvío y seguir el track de  Pitarque. 

Iniciamos pues el retorno para comprobar que todo este camino es una pequeña locura. El firme está mucho más roto de lo que parecía, las subidas son más intensas y las bajadas no se dejan disfrutar de tanta piedra astillada que dificulta el agarre y te hace temer una caída inminente a cada metro que ciclamos . Al final , los 13 kilómetros que añadimos de ida y vuelta nos dejan un desnivel acumulado casi igual a la otra subida, quizá no nos hayamos ahorrado nada o muy poco,  quizá en la bajada hayamos salido perdiendo, en fin, nunca se sabe.
Desvío y seguimos ruta, ahora a la izquierda, siguiendo un cartel que reza, solitario y solemne , “Arcos de las Salinas”. Un repecho más y ganamos la bajada. Al momento sabemos que no solo no hemos ganado nada,  sino que aquí metidos pagaríamos por un traslado de camino. Nos vemos casi inmersos en un  barranco similar al del año pasado en la ruta de Uña.  La machaca que plaga por doquier el camino, nos hace temer un patinazo del tren delantero en cualquier momento, pues al tener que ir frenando continuamente,  le cortamos la inercia que nos puede salvar de una caída. Así bajamos los casi 5 kilómetros de pista del infierno, poco después, llegamos a un cruce de caminos: por la izquierda sube el camino alternativo que no cogimos, hacia la derecha sube el que tenemos que seguir.

Este también es el tramo donde no se veía sendero en los mapas. El camino es una pista ancha y en buenas condiciones, por fin…, en cambio la otra opción en el  mapa es un camino viejo y abandonado que pasa junto a los corrales del Tayuelo, tan viejos y abandonados como él mismo.  Visto de otro modo: y tras una cómoda aunque aburrida subida por asfalto, nos habíamos acostumbrado a un rodar fino y suave que nos había puesto un punto de sibaritismo en el cuerpo, por lo que un poco de polvo y piedra nos ha devuelto a la realidad de este nuestro deporte, que de haber estado en mejores condiciones hubiera sido todo un lujo, pero también es cierto que nuestra forma de disfrutar de la bici no son las bajadas imposibles, técnicas, trialeras ni con un riesgo excesivo, llámanos aburridos, pero nosotros estamos más por el paisaje y la compañía, rodar en grupo y poder charlar y gastarnos bromas dialécticas a medida que vamos ciclando.  
Iniciamos poco después la subida que nos dejará ver el pequeño valle donde se asientan los viejos  y derruidos corrales y nos encontramos con alguna rampa que aunque exigente,  no nos llega a marear.
Tras una curva de herradura la cosa se recrudece un puntito y ya empezamos a tener la sensación de que esto no para de subir. Es lo que pasa cuando tras muchas subidas,  las bajadas no te han dejado disfrutar de la velocidad del viento en la cara, de las sensaciones fuertes y del subidón de adrenalina que te atiza sin contemplaciones toda buena bajada, un pequeño lío pero se entiende, ¿no? .  Al fin remontamos esta subida y quedamos a merced del paisaje del alto del Collado Buey. Por fin tocamos pista conocida y esta empieza a picar hacia abajo con las sabinas abrazadas al suelo como verdes islas tropicales. Pronto nos adentramos bajo la cubierta del bosque. 

Transitamos la altiplanicie hasta llegar al barranco de La Saladilla, espectacular con sus gigantescas rocas medio suspendidas en el aire, otro repecho y ya por fin, el Collado Buey, la señal, el desvío a la izquierda hacia el Calderón y nuestro camino al frente,  que ya de una vez parece que tiende a bajar.
Vamos cogiendo velocidad  por esta pista ancha y en perfectas condiciones, toda una novedad en el día de hoy;  es un tramo casi recto que nos acelera con un perfumado viento en la cara. Los pinos y la humedad de una tierra fresca y cubierta de pinocha, saturan el aire de olores terrosos, viejos, ya casi desconocidos para los urbanitas que solo olemos en nuestras ciudades a orines de perro por doquier, ¡que tontos somos los humanos ¡ . Una curva de herradura nos devuelve a la realidad obligándonos a frenar de lo lindo, enseguida otra, ambas nos hacen descartar caminos que siguen de frente internándose en la montaña, que tentación…, pero seguimos por la pista principal. Pasamos un par de fuentes y con la velocidad que llevamos pronto llegamos a  la conocida zona de Matahombres, lugar elegido para reponer de nuevo nuestras maltrechas fuerzas tras muchas horas de pedal.

Llegados a tan plácido lugar, nos cobijamos bajo un inmenso ejemplar de pino rojo que aloja bajo sus ramas una gran mesa de hormigón con bancos a ambos lados del mismo componente.  Es tiempo para la comida quien tenga hambre, pues a mí el cansancio no me permite comer, pero al final y ante la insistencia de mis compañeros me obligo a picotear el bocata rendido ante los paisajes que llenan mi memoria, ellos si que dan buena cuenta del avituallamiento que devoran con ansiedad en un abrir y cerrar de ojos mis compañeros.
Comentamos entre bocado y bocado,  la tremenda bajada hecha puré por la que hemos descendido y que nos ha cansado más que la subida, así no hay quien disfrute. Hablamos del título de esta ruta, algo así como que Roda i Pedal resurge como el ave fénix de sus cenizas y alcanza la cumbre: Ave  Buitre, los que van a subir te saludan. (risas…) Es curioso el grado de compenetración; aun por separado habíamos pensado algo relacionado con cenizas, aves, cumbres, resurgir… o es que nos conocemos mucho, o esto empieza a ser ya muy preocupante. 

Estamos a escasos 10 kilómetros del fin de ruta y creemos que ya es todo para abajo, “ja”.  Al poco de salir del área de recreo, nos encontramos con una primera subida suave, luego, junto a unas viejas casas medio derruidas a orillas del Río Deva nos topamos con otro tramo ya no tan suave, ¿o serán las ganas de terminar la ruta que todo se ve “parriba” ?;  poco después comienza una bajada vertiginosa por asfalto y con suaves curveos que parecen aumentar la velocidad, pero lo que aumenta es la sensación de disfrute en cada cambio de trayectoria, la bajada pasa junto al balneario ya cerrado, y desemboca enseguida en la carretera que ya tira de nosotros hacia abajo para llevarnos raudos hasta frenar junto al hotel y dar por terminada otra inolvidable ruta por las montañas, nuestras montañas, todas ellas. 

A nuestra llegada, el saludo de final de ruta no se hace esperar, y pronto bajan las chicas con las frías cervezas de las que daremos cuenta antes de la ducha de rigor mientras nos contamos respectivamente las batallitas del día, recogidos bajo un porche cubierto de parras ya caducas y regados de pronto,  por una suave llovizna que nos recuerda el principio de otoño en el que esta lugar ya está inmerso, lluvia que dará un buen empujón a las setas que ya se adivinan entre los bosques;  nosotros mejor las saborearemos en el plato. Con el cansancio acumulado, no quedan ganas ni de acercarse a la zarza, a escasos metros, a coger unas moras o unos arándanos, que mejor los disfrutaremos en el plato a mesa puesta.
Previo a la cena, unas birritas más tras la reconfortante ducha, devolverán definitivamente el líquido perdido a nuestros deshidratados cuerpos y nos darán por qué no decirlo,  ese puntito que ayude a amenizar el banquete que se avecina.  Acto seguido y tras la buena mesa,  un paseo hasta la fuente de la plaza nos acomoda el estómago, callejeamos por la solitaria zona y volvemos junto al lavadero para seguir con la velocidad crucero, a la ingesta de más cerveza y algún que otro cacharrito, no vaya a ser que baje el nivel;   por Dios, trata de no bajarlo…
Al final los 6 packs de de birras han llegado justitos y llorando al final del finde, un puntito más de calor y hubiésemos tenido un problema…jejeje.  El departamento de logística tendrá que estudiar detenidamente esta circunstancia para futuros findes.

Domingo

Después de un buen desayuno en grupo, nos ponemos en marcha hacia Rubielos de Mora. La bajada hasta la autovía nos hace tener ganas de volver a pedalear,  pues la subida está tachonada de ciclistas con flacas subiendo hacia la cumbre, no sé si parar y explicarles lo que les queda…
Ya en Rubielos, paramos en el hotel de montaña el cual tiene muy buena pinta,  a reservar mesa para comer, y nos vamos a hacer la excursión prevista por fuente Narices y el Arco Natural de piedra que hay por la zona, una pequeña caminata para abrir el apetito de más cerveza. El fallo es que tras pasar por Nogueruelas nos damos cuenta del error; no era subiendo desde Rubielos de Mora sino desde Mora de Rubielos.   Enmendar el error nos costaría al menos una hora de coche entre ida y vuelta, cuestión que tras valorarla, nos hace optar por pasear por las estrechas calles de Rubielos de Mora y disfrutar de su tranquilidad, de su arquitectura y de la limpieza de sus calles comparada con las de nuestras ciudades, sobre todo Riba Roja del Turia que parece el pipican del mundo. 

Para iniciar este paseo con buen pie después del error, hemos tenido la suerte de ver un hermoso cervatillo cruzar ante nosotros y perderse en el bosque tras remontar, como si tal cosa, un pronunciado terraplén que nosotros a pie aún estaríamos subiendo. Ha sido un hermoso regalo de la casualidad.

Tras la buenísima comida, nos aberronchamos en la terraza del hotel contemplando la suave y constante lluvia que no tiene pinta de parar, así que después de varios cafelitos,  nos ponemos en marcha de vuelta a casa, no hay más remedio.

Teruel nos despide con una granizada de las que hacen época, la cual  afortunadamente no la sufrimos en marcha, pero aún llegamos a observar un paisaje blanco que contrasta con la roja tierra y los verdes trozos de bosque que sobreviven junto a la autovía. Solo dejará de llover para que podamos descargar la furgoneta, poniendo así un punto y final de ruta distinto al de otros findes bikers. 

El recuerdo, las fotos y esta crónica, quedarán aquí para que nunca lo olvidemos. Ya estamos planificando el próximo  finde biker de Roda i Pedal  para el  2016. 

¡ Ojalá podamos llevarlo a cabo!




Track de la ruta:  http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=10936920