sábado, 23 de octubre de 2010

Crónica Manises-Observatorio de Cheste

"Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella, el viajero se deja absorber demasiado por los problemas de la escalada, se arriesga a olvidar cual es la estrella que lo guía". Antoine De Saint

Seguimos con la dinámica de esta temporada pedalística caracterizada en parte por tratar de recorrer rutas nuevas. Evidentemente tenemos que ciclar parte de estas nuevas rutas por caminos ya conocidos, teniendo en cuenta que la salida desde Manises y el regreso a la base tienen pocas posibilidades de variación, incluso si me apuras hasta Riba Roja o Vilamarxant tenemos pocas alternativas nuevas que ir recorriendo, aunque alguna ruta vamos encontrando de vez en cuando, pero a partir de allí hay un mundo nuevo por descubrir.

Por ejemplo hoy hemos ido por el tramo aquel que evitaba La Baseta Blanca y que tan roto estaba, pues bien, sigue igual, la diferencia radica en que las nuevas bicis se comen todo lo que se ponga por delante, y claro, eso lo hace más divertido, más rápido y más seguro. Luego hemos bajado los toboganes detrás de un grupo que nos ha adelantado viniendo por el camino de la derecha, íbamos bastante separados y hemos bajado el ritmo para reagruparnos y no comernos el polvo que levantaban los bikers que nos precedían, contando con que eso de “los piques” no es nuestro lema, cada uno que vaya a su marcha y a disfrutar que es lo que toca. Al llegar a la carretera de Cheste la hemos abandonado por el camino a la derecha que se adentra en la montaña y que va a parar, serpenteando por los campos de cultivo, a la carretera de Vilamarxant. Paralelos a ella remontamos hacia Cheste pero hoy en lugar de girar a la derecha para cruzar y encarar el Portillo de San Roque, seguimos de frente pasando un precioso viñedo emparrado que no habíamos visto en nuestros anteriores pasos por aquí, cierto es que ya hace tiempo desde nuestro último paso por la zona.

Tras esto seguimos adelante para encontrar una bajada rápida y divertida por asfalto que nos lleva a la entrada del pueblo. Cogemos un pequeño tramo de carretera en busca de la salida de Gestalgar junto a la cooperativa agrícola. El montón de algarrobas sigue allí igual de enorme que cuando lo vimos por primera vez hará ya cuatro años. Por aquí empieza la parte nueva de la ruta. Dejamos atrás el cementerio y bajamos hacia la fuente de La Safa. Justo antes encontramos una enorme balsa de riego que por su forma y por el esqueleto de trampolín parece más una piscina olímpica que una balsa de riego. Lastima el irrecuperable estado de ruina en que se encuentra y lástima no parar para hacerle una foto en blanco y negro, pero vamos rápido y nuestro reportero no habrá querido romper el ritmo del grupo. Enseguida la fuente. Que ni tiene fuente ni acceso. Parece ser un motor de extracción de agua rodeado por una valla, así que si vais justos de agua no contéis con este oasis perdido entre viñedos y algún campo de naranjos. Esta es otra cosa a reseñar. El cultivo cambia en esta zona y casi todo es viñedo, aunque pequeñas islas de olivos, algarrobos y naranjos ponen color y rompen la uniformidad del cultivo predominante. Remontamos una cuesta y giramos a la izquierda en un cruce junto a una casa. Se acaba el asfalto y al entrar en el camino ya tenemos de frente nuestro objetivo de hoy, que no es otro que poder farolear de cerca un observatorio astronómico cuyo edificio descubrimos un día mirando a lo lejos desde el calvario de Chiva.

Nos vamos acercando para hacer una bajada corta pero intensa que con la velocidad me hará confundirme de camino y girar a la derecha en lugar de izquierda y seguir bajando, el error se deberá tal vez a que el estómago ya viene reclamando el sustento hace un buen rato. En el siguiente cruce si es a la derecha. Vamos remontando un barranco que nos hace pasar justo por debajo del altozano que alberga una preciosa pinada y en medio del que se ubica la casa coronada con la cúpula. Rodeamos el montículo por completo y tomamos el camino que sube hasta la misma puerta del recinto vallado.

Dos enormes perros nos dan la bienvenida en su idioma. Tiene toda la pinta de ser una casa particular. Esto nos es confirmado por un amable labrador que a lomos de su tractor está arando el viñedo junto a la casa. Tras un breve cambio de impresiones proseguimos nuestro camino. Cruzamos la carretera de Gestalgar y cogemos el camino que hay casi justo enfrente. Desde este camino tendremos la última vista del observatorio enmarcado entre las montañas de la sierra de los bosques.

Vamos acercándonos al Portillo. Esta es una zona de bastante tránsito de cazadores y perros. También es lógico que nos encontremos con coches que van y vienen con lo que conviene tener precaución y no estaría de más llevar ropa llamativa teniendo en cuenta la zona por la que nos movemos. Llegados al final del camino este se pierde a través de un campo de algarrobos. Seguimos las marcas de unas rodadas de coche y conseguimos subir la cuesta sin bajar de la bici, el terreno está blando pero las ruedas no se clavan del todo sustentadas por las piedras del terreno de secano, aunque también ayuda que la pendiente no es demasiado bestia. Ya en la vegetación una sendita entra hasta el pie de los pinos que nos darán sombra durante el almuerzo sentados sobre unas piedras. Tras el bocata y la foto de grupo en el lugar, comenzamos la vuelta y la parte divertida.

Bajamos para coger un camino que gira a la izquierda, una vez en él no lo abandonaremos ya que será siempre el camino principal, descartaremos los cruces y otros caminos y seguiremos siempre en ligero descenso. Poco a poco incrementamos la velocidad, hay que dar pedales pues la bajada no nos permite dejarnos ir, pero es un pedaleo alegre y vivo que nos dibuja una sonrisa en el rostro. Los arbustos se desdibujan velozmente junto a nuestra cara por el rápido avance que encontramos en este camino. El trazado de tierra compactada está en perfecto estado aunque en algunos tramos se acumula en las orillas cantidades ingentes de gravilla. Tal vez por eso y debido a que las ruedas no patinan ni pierden agarre, nos parece tan divertido este tramo. Pero lo bueno aún está por llegar; poco a poco vemos que el camino se va estrechando y que se va perdiendo la marca de camino como tal hasta desaparecer y convertirse en una senda. Aquí se transforma en un slalom entre vegetación y arbustos que en ocasiones nos arañan las piernas. Trazamos con convicción sin dejar de pedalear para mantener la velocidad. Algún tramo técnico entre piedras y baches pone el punto de emoción. Querríamos que esto no se acabara pero más pronto que tarde llegamos al final de esta exquisita senda que encontré por casualidad el día que fui al observatorio y volví por aquí cuando buscaba otro sitio. Acto seguido bajamos hasta la entrada de la carretera de la urbanización de La Balsilla; raudos cogemos el camino que sube a la derecha para posteriormente volver a meternos a la derecha entre la vegetación por otro tramo de senda, esta vez más corto y que nos lleva a la rotonda que cruzaremos frente a la entrada de Horquera. Giro a la izquierda hacia Vilamarxant por el camino paralelo a la carretera. Luego giro a la derecha por el camino de los Yesares en un tramo que no habíamos cogido nunca en grupo y que nos da una visión nueva y diferente a nuestra derecha de nuestra querida Rodana.

Justo frente a La Rodana y a nuestra izquierda se yergue el mirador de las antenas de Vilamarxant. Un lugar precioso y con unas vistas impresionantes, lástima que el camino esté en tan penosas condiciones. Tanto que en la parte final obliga a poner pie a tierra y arrastrar la bici por la impracticabilidad del firme, es una pena que el Ayuntamiento no le haya prestado más atención a este camino. Volvemos por el camino de Les Plantaes. Al pasar el camino que baja de La Bassa Barreta giramos a la izquierda, hacia el Mas del Moro, por un tramo que ya hicimos hace algún tiempo pero en sentido inverso, hoy de bajada resulta más rápido, divertido e interesante. Lastima que nos encontremos con un enorme charco a nuestro paso que nos obliga a parar y salvar el barrizal como podemos, ya que de no ser así nos pondremos de fango hasta las trancas y no vale la pena a estas alturas de ruta y más cuando puede evitarse. Luego continuamos para llegar al paso inferior de la circunvalación de Riba Roja. Entramos al pueblo por el polideportivo y cruzamos la población para salir por el polígono hacia Traver. El resto de camino será el de siempre, hoy el bike-pass no ha podido con todos nosotros y hemos vuelto a poner una pica en su maltrecha piel. De no ser por las motos que están machacando la subida ya se habría asentado el camino y no tendríamos tantos problemas en subir tal como lo hacíamos antes. Antes de eso hemos bajado por detrás de La Presa volviendo a pasar por otro tramo biker y que hoy ha sido la tónica en la mayor parte de la ruta. Y ya para rematar la faena, al llegar a La Cova, hemos descartado el camino que pasa por delante de la residencia y nos hemos ido por la senda de atrás que también hacía tiempo que no la transitábamos, aprovechando o con la excusa de llevar el GPS para grabarlo en el track hemos disfrutado de este delicioso tramo, una semana más tarde y la espera de tener las fotos para subir la crónica hemos vuelto a disfrutar de este tramo ya que Carlos se ha unido esta semana al grupo en la subida otoñal a La Rodana.

Nosotros hemos seguido a lo nuestro y como traca final hemos cogido la arboleda detrás de los institutos para hacer la aproximación a la rotonda junto a casa y dar por terminada la jornada de hoy con sus casi 66 kilómetros y a la espera del IBP y del desnivel acumulado que nos dará una vez descargados los datos del “Treki”. En definitiva una ruta en la que hemos intentado rebajar al mínimo imprescindible los tramos de asfalto, pero metidos de lleno como estamos en el área metropolitana de Valencia y con la densidad de población y las comodidades que demandan los coches, bastante hacemos con encontrar los caminos que encontramos. Seguiremos explorando para contaros como son los lugares, los senderos encontrados y por supuesto, nuestras vivencias cuando los recorramos.



TRACK EN RUTES DE RODA I PEDAL

sábado, 2 de octubre de 2010

Crónica Manises-Cova Colomera

"Los locos abren los caminos que más tarde recorren los sabios". Carlos Dossi

Por fin habíamos llegado a la Cova Colomera. Desde aquel lejano día en que fuimos a la cruz de Pedralba y que no pudimos completar la visita a esta sima, esta rodada había estado ahí en estado latente, aletargada, casi en coma y cerca de ser abandonada definitivamente. Pero el inicio del nuevo curso pedalístico con nuevos retos por intentar desentumecer los sentidos de tanto recorrer las cuatro o cinco rutas habituales, nos llevaron a recuperar esta ruta, pero esta vez íbamos a recorrerla desde Manises, nada de salir desde Vilamarxant, ahí es nada.

Si ya íbamos a Chiva con sus casi 70 kilómetros y una subida final en el calvario más que interesante, esta ruta de similar recorrido y sin la susodicha subida a su término tendría que ser incluso más asequible, y así fue, pero el continuo rompe piernas en la parte central de la ruta hizo que el desnivel acumulado positivo se disparara y acabara pasando factura al final de la jornada, todo ello bendecido con la elevada velocidad media que nos marcamos.
Estamos en la base con los últimos preparativos cuando, inesperadamente, se completa el equipo. Ahora si que empieza el curso de verdad. Por el camino vamos desgranando los acontecimientos de la semana, sobre todo damos un repaso en profundidad a la sección deportiva con especial hincapié a los positivos por doping que una vez más ponen un borrón en nuestro querido deporte de la bicicleta.
Esta zona ya es conocida por la flamante nueva integrante del grupo: una Zesty 914 con su carbono reluciente es la sustituta de la última lapierre que quedaba en el grupo.
El día del estreno que fuimos a Santa Bárbara eran las americanas las que miraban con recelo a la novata. Los días de estreno de bici parece que hay que ir a un sitio sagrado, las yankees las llevamos al monasterio del Puig, esta a Santa Bárbara, la de Carlos, cuando le toque igual se corona en Mont Sant Michel.
Llegamos sin mayores contratiempos al camino del monasterio Cisterciense, que como siempre nos evoca recuerdos- … había una vez…-, lo dejamos atrás y paralelos a la carretera de Vilamarchant nos acercamos hacia el cruce de Lliria.
Ya al otro lado de la carretera, nos dirigimos hacia el Mas del Riu y buscaremos el camino que cruza el río allá por la cantera. Las cañas que taponan los ojos del puente hacen que la corriente pase por encima y tengamos que meternos dentro de las aguas del Turia. Ruedas mojadas y a coger barro que nos irá salpicando las piernas en los siguientes kilómetros.
Subimos hacia la Pea. Esta subida era de aquellas que antiguamente nos ponía las pulsaciones a tope, metíamos todo el desarrollo y subíamos como buenamente podíamos, hoy con el plato mediano y a buen ritmo no nos quita el aliento y hasta vamos charlando. Luego una bajada con cambio de firme que nos da un toque de emoción en las curvas a las que le buscamos el peralte de la parte exterior y así poder lanzar la bicicleta a la salida de la misma. Llegamos al cruce de caminos y hacemos la parte nueva que nos hemos inventado. Antes girábamos completamente a la derecha y nos metíamos entre la valla de un chalet y la pinada, hoy cogeremos la calle del medio y remontaremos para evitar aquel camino roto y desvencijado de infausto recuerdo. El ensayo error de un buen número de rutas por esta zona ha dado como resultado un par de variantes para esquivar aquel camino y, un poco más adelante, la carretera. Llegamos al cruce de la garrofera donde nos unimos al camino de siempre, rápida bajada y antes de la carretera a la derecha para internarnos en la pinada que nos hará evitar los 200 metros de carretera. Una senda nos conducirá entre pinos hasta el camino de la presa. Seguimos recto y llegamos a pie de carretera, cruzamos junto al puente para continuar de frente hacia las montañas. El lugar de inicio de algunas de nuestras rutas nos ve pasar hoy con algunos kilómetros a las espaldas, esas mismas que hoy deberían estar estrenando mochilas, pero, fatalidades de la vida, no ha podido ser, paciencia.
Las montañas van creciendo delante de nosotros a un ritmo vertiginoso, hoy no las tendremos que subir así que no nos asusta su tamaño. A la derecha, al otro lado del río la blanca cruz refulge sobre la rojiza y arcillosa montaña a la que corona. Un sábado más las nubes son nuestras aliadas y nos protegen del cálido Sol que sin ellas nos estaría achicharrando. Este camino asfaltado va ondulando e internándose hacia un cañón entre la montaña y el río. Más adelante gira a la izquierda en una amplia curva y el asfalto desaparece. Nos metemos entre la arboleda, primero pino, luego un campo de naranjos y por fin el camino desaparece en un campo de algarrobos. La piedra compactada por el paso nos permite seguir el “camino” sin problemas. Y de repente el abismo se abre justo delante de nosotros.
La cueva es un enorme agujero debido a un hundimiento del terreno. Calculamos sus buenos 30-40 metros de profundidad en su zona más alta. Abajo no podemos ver el fondo cubierto de árboles o arbustos de grandes proporciones.
Las paredes rotas nos devuelven el eco de nuestras voces. Admiramos por un momento el entorno antes de buscar acomodo en el “rocaje vivo” que nos dará descanso mientras almorzamos.
La pulida superficie de estas rocas será el lugar ideal para una pequeña siesta que nos traerá, mecido en la brisa, el extasiante aroma del té de monte que nos rodea del que daremos buena cuenta y engrosará las alforjas. Inmersos en la paz que emana el lugar lejos de cualquier ruido nos olvidamos por un momento que tenemos que volver.
No podíamos olvidar la foto de grupo en un lugar tan exquisito antes de ponernos a contar pedaladas otra vez. Nada más salir un pinchazo en la rueda delantera de Salva nos retrasará un poco. Por suerte el “pinchazo” lo podemos solucionar hinchando y esperando a que el líquido de la cámara actúe y tape el agujero. Vigilaremos esta rueda en todo el trayecto de vuelta. Hacemos un tramo de bajada bastante divertido. No es excesivamente rápido ya que hay que dar pedales en algunos lugares, pero las curvas, la gravilla y la velocidad le ponen un poco de aliciente. Sin el percance de la rueda hubiéramos podido exprimir más la velocidad, pero sin la seguridad de un buen agarre en la rueda directriz era un riesgo absurdo que hoy no hemos querido correr. Otro día será.
Cerramos el círculo y volvemos por la carretera conocida. El grandote y el remolque no están donde debería de estar. Así que nos queda una buena kilometrada hasta el R.C. Esta es parte fea de la ruta. Mucho asfalto que hace protestar los tacos de las ruedas y un buen tramo de carretera, la de Pedralba a Cheste que nos llevará hasta la carretera del Mas de Teulada. Esta carretera casi recta nos hará volar con la ayuda de una cadencia alta y con todo el desarrollo que somos capaces de mover. Nos vamos relevando para dar descanso al que va tirando y la velocidad no la dejamos bajar de 32km/h. No esta mal para los 2.2 de rueda con tacos y el peso de la bici y la mochila. Vamos cogiéndonos los rebufos para mantener la velocidad del que va delante y así poder salir rápido al relevo. Carlos parece que va reservándose para un último relevo demoledor, pensat i fet, esto no es un relevo es un demarraje en toda regla. Desde este momento le pedimos ¡por favorrrr! que no de más relevos o nos reventará. A partir de aquí la velocidad será la tónica en lo que resta de etapa. Solo tenemos ganas de llegar y reponer líquidos, ya que el sol hace rato que nos acompaña y empieza a molestar.
Con el paso de los kilómetros vamos notando como la musculatura se resiente y comienza a protestar en silencio. Afortunadamente no son calambres, ni rampas, ni dolor, es simplemente una tensión muscular que nos advierte de que estamos bajo mínimos. El bike-pass será el último escollo con el que nos encontremos. La subida que en las últimas semanas ha ido sufriendo diferentes cambios presenta un firme un tanto suelto para nuestro gusto, esto unido a un par de escalones por piedras y un tocón de árbol nos obliga a trazar con absoluta precisión para no quedarnos en el intento, pero no tendremos la suerte de acertar en la trazada entre tanto obstáculos, así que pie a tierra y a asumir la derrota con una mezcla de resignación y rabia por tener que bajar de la bici tan cerca de casa. Llegaremos con los 70 kilómetros tocados y augurando un desnivel positivo acumulado por encima de los mil metros, apostamos por un IBP de entre 85-90 a juzgar por la tensión muscular que sentimos al bajar de las bicis, ¡hagan sus apuestas! Seguiremos contando, como siempre, nuevas rutas que se están cocinando en el fogón de Roda i Pedal.