viernes, 31 de diciembre de 2010

Crónica fin de año y década

"La amistad es animal de compañía, no de rebaño". Plutarco

Uno de estos días veía por la tele la serie Los Simpson, de la que soy seguidor cuando el horario laboral me lo permite. Uno des sus capítulos tiene una escena en la que Bart no lleva los deberes porque se los ha comido el perro... Trasladado a los tiempos modernos eso mismo me ha pasado a mí con la crónica de fin de año… "Señorita, la tenía hecha pero una avería del ordenador..." y a tomar viento todo lo que tenía anticipado desde hace unas semanas que la comencé. A sabiendas que el final de año iba a ser movidito por el ingente número de rutas que iba a realizar, decidí hace unas semanas anticipar el resumen del año hasta este mes de diciembre. Bueno, pues como si nada, empiezo de cero. Siguiendo con la fábula, os cuento que hace unas semanas, mirábamos el calendario donde apuntamos las salidas y veíamos las fotos del mismo; fotos de las rutas del año pasado que muestran alguna foto de la mejor ruta del mes en cuestión. Debatíamos sobre que este año las rutas habían bajado de nivel con respecto al año pasado, que no teníamos fotos de rutas para superarnos con el calendario del próximo año. No todos estábamos de acuerdo en ello. Sirva este repaso para anotar en la columna del debe y del haber... y luego ya veremos:

Enero: Ya empieza a ser tradición comenzar el año con un rutón de escándalo. Este año la ruta desde la presa de Loriguilla hasta el Pico Ropé, dando la vuelta completa al embalse fue esa ruta. Una ruta espectacular, solo estropeada por la presencia de un viento que nos machacó durante todo el trayecto de forma constante, y que nos retrasó y endureció la ruta hasta límites épicos. Pero ahí quedara esa rodada para los restos.
Febrero: Febrerico el corto nos traía el estreno de dos nuevas compañeras de viaje. Poco se podían imaginar allá arriba del Ropé, un mes antes, que dos bicicletas iban a ser cambiadas pocas semanas después. Pero lejos de conformarnos con la ruta del estreno, nos marcamos otro rutón de imborrable recuerdo. De Jérica a La Torrecilla. Espectacular bosque y paseo a orillas del río Palancia.
Marzo: Este mes nos batimos el cobre con todas las montañas que pudimos. Hicimos un buen número de rutas nuevas, o mejor dicho, de tramos nuevos en rutas ya conocidas. Así fuimos al Portillo de San Roque y el Mas de Teulada, al polvorín de Riba Roja, ese que siempre habíamos asociado a Manises y que llevábamos tiempo queriendo visitar. Y repetimos una ruta por Aras, para subir al Mampedroso... al que volveremos, ya lo creo que volveremos y gozar de sus tres reinos y con ello demostrarles quién manda en las bajadas, jeje.
Abril: Este mes nos trajo la ruta de La Serra Mariola, lugar emblemático donde los haya entre las montañas valencianas. Si no has estado allí es que no has subido montañas. Portentosas rampas para poner a prueba nuestras fuerzas y nuestra resistencia. Paisajes para saturar nuestras retinas y colgarnos durante toda la ruta al pesado de "Stendhal" en la chepa metiendo peso. Este mes también me trajo un trabajo nuevo, por fin, eso trastocaba todas las salidas de los sábados pero ya iba bien el cambio.
Mayo: Como primer mes de trabajo, sufría directamente las consecuencias del cambio anunciado. No hubo rutas nuevas, nos conformamos con rodar por nuestros dominios a la espera de nuevas emociones. Junio: Seguimos bajo los mismos efectos del mes anterior. No hay rutas nuevas y seguimos hoyando los caminos conocidos. Esta será la tónica de los próximos meses. Un verano algo más soso que de costumbre obligados por las circunstancias profesionales, con el notable cambio de que este año Salva sigue aguantando marea a pesar del calor. Sin embargo no desesperemos, aunque las rutas no sean nuevas seguimos teniendo foto para el calendario, y además del grupo al completo.
Julio: El verano ya está instalado entre nosotros y aunque no sea aún, al menos a principio de mes, tiempo de abandono, ya estamos con la mosca detrás de la oreja. Y es que todo depende de la rayada que les pegue a los calurosos del grupo. Para ir refrescando el ambiente metemos en este mes la salida nocturna, aunque nos cuesta más de lo habitual encajar la fecha y el lugar. Empezamos pensando en una ruta nueva para la nocturna y así cambiar de aires, luego nos encontramos con quien no estaba este año muy participativo en la nocturna, incluso hubo una pequeña sublevación y casi un plante a realizarla. Al final conseguimos hacer entrar en razón al prófugo y la ruta, la de siempre, que contribuyó a alegrar la noche como solo esta ruta sabe hacer. Otra foto para el calendario. Agosto: Por increíble que parezca solo el "torito" se borró del grupo, bueno, ya lo había hecho todo el mes anterior. Pero Salva continuaba con su "planter de nuvols" los viernes por la noche. Y funcionó. Todos los sábados amanecía nublado retrasando la aparición del cruel sol veraniego que nos castiga en estas tierras. Sin sol el calor es más llevadero, pero cuando Lorenzo se pone a lo suyo es incontestable. Las rayadas con las que llegábamos a la base eran solo de los últimos kilómetros, así que le íbamos estirando una semana más la última salida. Incluso nos atrevimos por una ruta a La Calderona que nos hizo conocer un mirador espectacular: Las Peñas Altas.
Septiembre: Tanto estiramos esa última salida veraniega que nos metimos en la pendiente que lleva al otoño. Aún quedaban semanas de calor, pero lo gordo del verano y del inclemente sol ya había pasado. El ambiente de septiembre es distinto. El calor y el sol están ahí... pero de forma diferente. Las tormentas que se forman entre finales de agosto y principios de septiembre lo cambian todo. Tanto había cambiado todo que septiembre nos regaló el premio anual del grupo. El fin de semana biker cumplía con su tercera edición. La culminación de una ruta por cada provincia de la comunidad. La ruta de este año no podía tener mejor destino: Cofrentes. La ruta desde Cofrentes a Cortes de Pallás acabó con un paseo en barco para cerrar el círculo que habíamos iniciado unas horas antes, y luego, fuera de ruta, el espectacular conjunto que hizo del finde algo inolvidable, con visita sorpresa incluida de quien no había podido asistir a otros findes. Ese fue el mejor regalo de todos.
Octubre: Este mes trajo un par de rutas nuevas. Visitamos el observatorio astronómico de Cheste y volvimos del Portillo por una senda que ha sido de lo más divertido del año. También nos marcamos una ruta larga hasta La Cova Colomera, un lugar espectacular que sorprende por las proporciones del hundimiento. Y como no, la reina nos deleitó, una vez más, con todo su repertorio para culminar el equinoccio.
Noviembre: Con el problema de las salidas de todo el día instalado entre nosotros, tocaba buscar soluciones de corto alcance y largo resultado. Eso es que me puse a buscar rutas nuevas con la condición de poder ser rodadas un sábado por la mañana. Algunas salieron y nos pusimos a recorrerlas. La Calderona tenía mucho que ofrecer. Una de esas primeras rutas fue la del Mirador de L'Abella y subida al Ventisquer del alto de Rebassadors, ruta tremendamente emocionante y divertida que amenaza con instalarse entre nosotros y ser una de las habituales.
También visitamos, después de bajar de Santa Bárbara, el castillo de Benissanó y un buen tramo de caminos nuevos entre Riba Roja y Benaguacil, así como por L'Eliana y La Vallesa, cuyos parajes no dejan nuca de sorprendernos. Y por fin llegó Diciembre: Y con él mis vacaciones, o lo que es lo mismo, tres fines de semana consecutivos que teníamos para poder explotar rutas. Y nos pusimos a ello. La ruta de Espadán nos dejó boquiabiertos por la espectacularidad de los paisajes, por el bosque infinito que se contempla en las laderas de sus montañas, en las subidas agónicas que nos metió la montaña para hacernos desistir de coronarla y de las bajadas imposibles que exprimimos hasta el límite de los frenos... y en una bacanal de sensaciones que nos dejó perplejos y maldiciendo por no haber venido antes a esta ruta. Pero aún quedaba lo mejor. La Serra D'Irta. Ya antes de mitad de ruta la habíamos bautizado como la mejor ruta del año, así que con todo el recorrido no pudimos más que rendirnos a sus pies. Lo tiene todo. Eso resume la ruta. Es-pec-ta-cu-lar. Y para terminar con las rutas nuevas y meter un poco de descanso acabamos con una ruta de sábado por la mañana por La Calderona. Olocau ofrecía posibilidades con el cercano castillo del Real y la subida al Mas de L'Olla, poblado de origen morisco digno de visitar. También quedamos gratamente impresionados por esta ruta que nos ofrecía la posibilidad de muchos sábados de diversión.
Así que bien mirado el año, el calendario del 2011 no va a estar nada mal. Y a lo largo de este año que está a punto de empezar nos volveremos a preguntar si podremos superar las fotos para el siguiente calendario, como si no nos conociéramos.

Pero lo más importante es que hemos cerrado el año a lo grande. Poco podíamos imaginar hace tan solo unas semanas esta apoteosis paisajística, de emociones y sensaciones. Parajes idílicos y recónditos que nos han llenado las retinas de postales inolvidables, y aunque hemos concentrado en este último mes varias de las rutas más destacables del año, como dice el refrán: …más vale tarde que nunca. Ahora ya tenemos foto para cubrir el calendario con los meses que no teníamos a donde agarrarnos.

Estamos agotando el territorio para nuevas incursiones. El blog o lo que es lo mismo, nuestra particular bitácora sigue creciendo y nos vamos acercando a las 30.000 visitas, a las 100 entradas, 100 crónicas que hemos contado con toda la ilusión de las rutas nuevas o de aquellas repetidas que merecían alguna aportación más a lo ya dicho. En realidad cada ruta es una ruta nueva. Quizá no el camino, pero sí las emociones, los sentimientos, las conversaciones y las bromas. A veces los problemas que nos acompañan durante la semana y que aquí, con los amigos podemos desgranar y estudiar desde otros puntos de vista, podemos dar rienda suelta a nuestras frustraciones porque estamos entre amigos, a veces incluso podemos discutir. Claro, que seamos amigos no quita para que hayan discusiones o simplemente distintos puntos de vista, pasa en las mejores familias; pero unos miles de pedaladas después el enfado ha quedado atrás, no sabes bien en que pedalada se te cayó de la chepa y allí quedará... vuelve la amistad, el compromiso, las bromas y la alegría. Porque al final del año, igual que el anterior y el otro, y el otro, y el otro, eso es lo que seguimos valorando por encima de todo. La unidad del grupo incluso con nuestras diferencias y todo. Porque lo que queremos es seguir dando pedales entre amigos y pasarlo cada vez mejor si es posible. Feliz año.



Es Navidad y esto significa… un año más.

Y parece que fue ayer cuando resumíamos el año 2009 con la que decíamos que era la tercera edición de esta crónica resumen anual, y con estas líneas está cayendo la cuarta, así es nada.

Podría decirse que esta costumbre periódica de final de año resumiendo lo rodado, lo vivido, lo sentido, lo soñado.. ya se ha convertido en otra de esas “regletas” que a Roda i Pedal tanto le gustan, así pues vamos a lo que vamos y por tanto, rememoremos en menos de 1500 palabras lo que nos ha deparado el último año de la década de este tercer milenio, “rodaipedalarmente” hablando, claro.
Este año y aunque por el número de rodadas en grupo realizadas no lo parezca, (que han sido 53, una más que semanas tiene el año) a primera vista tenemos la sensación de que ha sido un año un tanto rarito, repasada la estadística general, tal vez por que las circunstancias laborales de alguno de nosotros a mitad de año no fueron del todo halagüeñas y por lo tanto, hubo que conformarse y amoldarse a trillar (eso si, sin dejar de disfrutar) esos caminos que no por conocidos nunca nos cansaremos de recorrer una y otra vez, consecuencia por la que nos hemos aventurado un poco menos que de costumbre y por la que el número de rutas “espectaculares”, ha sido inferior durante la parte central del año a las rutas de aventura de los últimos tiempos, pero como todo en la vida, todo se arregló afortunadamente pronto y el final de curso ha sido de los que hacen época y nos hemos desquitado “con saña” de la represión paisajística padecida… si es que la hubo.
De hecho el nuevo calendario 2011 que está a punto de salir de imprenta, perdería el combate pugilísticamente hablando “a los puntos” por tan solo un par de fotos, por lo que visto fríamente no va a tener mucho que envidiarle al del año pasado, eso sí, por las circunstancias anteriormente comentadas, se han concentrado nuestras salidas más espectaculares en el último cuatrimestre de este 2010 que ya agoniza.
Y es que algunos dirán, ¿que ha sido rarito y menos espectacular? ¡pero que dices muchacho!, y es verdad…., ya que empezamos el año a lo grande, jubilando a las tan queridas como odiadas Lapierre (Marta y Raquel) y dimos la bienvenida a dos flamantes Specialized Stumpjumper FRS Comp (Dafne y Circe) que fueron las causantes de la nueva llegada tan solo ocho meses después, de otra Lapierre, una Zesty 914 de gama alta que se mercó otro de los miembros del grupo, dando otra vuelta de tuerca con el asunto del elemento de peso atómico 12,011 (o sea el Carbono) cuyo virus poco a poco (y si no al tiempo), probablemente causará una futura pandemia “elemental”. Así que, menos mal que ha sido “rarito”.

Abrimos el año con uno de los grandes, el Pico Ropé, aventura que continuamos al mes siguiente con nuestra visita a Jérica y sus montañas, culminando en marzo con los tres reinos de la espectacular Serranía del Turia. Abril nos llevó nada menos que al Montcabrer, otra cita mítica que ansiábamos y cuyo recuerdo mantuvimos durante los siguientes tres meses que rodamos por nuestros dominios de siempre. Pasados los agobios personales y los calores del verano llego septiembre, y la espera nos premió de nuevo con otra inolvidable experiencia en Cortes de Pallás donde disfrutamos con las familias de otro espectacular fin de semana biker. En octubre la Cova Colomera nos mostraba sus secretos, recelosa de saber que en noviembre visitaríamos un lugar no menos emblemático como fue la Font de L´Abella y alrededores en nuestra querida Serra Calderona, pero lo mejor estaba por venir, y diciembre se alzó con la medalla al llevarnos con un “poquito más de power” a lugares tan mágicos como la Serra d´Espadá y como broche final a la Serra d´Irta, cuyos emblemáticos paisajes tardarán mucho tiempo en desvanecerse de nuestras retinas.

También es cierto que para no olvidar lo mucho subido, (que nunca se olvida) lo mucho bajado (que siempre es poco..) y todo el resto llaneado (que es más de lo mismo de no ser por la charla, el cachondeíto y algunos “sprints”), las 1896 fotos que hicimos en la totalidad de las rutas recorridas durante este año 2010, a las que sumaremos los 94 minutos de video que igualmente grabamos, serán un vivo exponente de todo lo acontecido. Muestra de ello son también los 11 pinchazos sufridos (Luis ha ganado el oro con 6), aunque tal vez lo más destacable y digno de mención es que ni una sola vez hemos mordido el polvo, dicho de otro modo, que las máquinas de acero no nos han derribado aunque en alguna ocasión lo intentaron.
Igualmente destacable ha sido nuestro particular “pacto con el diablo” (como alguien cercano al grupo nos dice tener) en cuanto al habernos permitido salir 52 de las 53 veces que nos calzamos el equipaje biker sin que la lluvia nos aguara la fiesta, aunque todavía está por ver que nos pedirá el maligno a cambio para el año próximo (alguna subida con el plato grande o algo así, ya verás….), pero de los 2794 kilómetros recorridos este año 2010, solo nos quedan una vez más, sensaciones inolvidables, imágenes imposibles, esfuerzo, goce y aventura unidos que culminaron en cualquiera de esos tres vértices visitados: Ropé, Mampedroso y Cinto Cabra, lugares de los que guardaremos además del pétreo trofeo acostumbrado y las muchas imágenes atrapadas, esos “sonidos de silencio” con los que tanto nos deleitamos al conseguir doblegarlos con nuestra desafiante a la vez que altiva presencia en sus pétreos dominios y cuyas sensaciones y detalles han quedado fiel y detalladamente reflejadas en cualquiera de las 17 crónicas con las que engrosamos nuestra particular bitácora pedalera. (y cuidado, solo quedarán 2 para sumar 100).

En cuanto a lo negativo del año tal vez ha sido que el benjamín del grupo y su Oréades, por uno u otro motivo que ahora no vienen al caso se ha perdido muchos de esos mágicos lugares visitados, cuestión que más que lamentar casi es de agradecer entre otras cosas, por ser la excusa perfecta para volver a recorrer todos y cada uno de esos recónditos lugares en breve. Por otra parte lo mejor de este asunto es que su ausencia nos ha causado el espejismo de sentirnos físicamente más poderosos en los ascensos a las cumbres que cuando nos acompaña, y es que la edad no perdona señores, pero cuidado que “los viejunos” seguimos ahí, constantes, a buen ritmo y con las pulsaciones controladas (o descontroladas..) aunque la velocidad de crucero del chaval nada tenga que ver ya con la nuestra (ojo, siempre y cuando el calor no apriete, claro…).
Lo que nunca faltó puntual a su cita al final de cada recorrido en nuestro particular y venerado “R.C.”, fue el tan refrescante como reparador líquido elemento de cebada que amenizó semana tras semana cada charla, que acompañada con el repaso a todos y cada uno de los lugares recorridos y visitados junto con el recuento de los miles de kilocalorías quemadas, se hizo patente tanto en las emociones físicas y visuales acumuladas como en más de una ocasión, en las sensaciones musculares de nuestras tan sufridas como entrenadas piernas y músculos lumbares sin olvidar otros lugares de nuestra anatomía de nombre menos casto, sensaciones que nosotros solemos resumir en tan solo dos palabras “ Estic rebentat”.

Leyendo y repasando de vez en cuando nuestra bitácora, a veces me asalta la idea de pensar cuál es nuestra meta, si es que la hay; qué buscamos en cada salida; que pretendemos demostrarnos; que más ansiamos en nuestro continuo rodar por las montañas, y la respuesta es más sencilla de lo que parece ya que podría ser tan simple o tan compleja como nosotros queramos. Pero la realidad es que no buscamos nada más que no sea disfrutar de cada momento, de cada paisaje, de cada uno de esos recónditos lugares con los que la naturaleza en estado puro, nos premia a su paso sin pedirnos nada a cambio, nada más allá de nuestro propio esfuerzo para poder llegar hasta allí con nuestras silenciosas máquinas de dos ruedas, eso si, siempre celosamente respetuosos con el entorno y siendo conocedores de lo extremamente afortunados que somos de poder gozar de esa “cascada fotónica” que supone cada una de las rutas recorridas y de los paisajes que hemos podido admirar, lugares de los que la mayoría de los mortales ni en sueños podrían imaginar y mucho menos acceder a golpe de pedal.
De nuevo acumulamos otro año más, cientos de inolvidables experiencias compartidas de las que al igual que en años anteriores, hemos desgranado en este blog resúmenes de cada una de ellas junto con algunas de las más bellas imágenes que nuestro ojo electrónico ha podido captar, con la única intención de salvaguardar el recuerdo y provocar tanto nuestro propio deleite como el de todas aquellas personas que comparten nuestra afición por el así como nuestro amor y respeto por la naturaleza.
Ojala que esta segunda década de este tercer milenio nos traiga tantas biker-emociones como la primera, y que al igual que en años anteriores podamos recopilarlas y a su vez compartirlas con todo aquel que por ellas se interese.
Así pues solo resta decir aquello de Feliz Año “RodaiPedalero” Nuevo y que el 2011 nos/os sea benévolo en las rodadas venideras.

Carlos, Kike, Luis y Salva. "Roda i Pedal"

domingo, 26 de diciembre de 2010

Crónica Olocau-Mas d´Olla

"Nuestro camino no es por fáciles prados de hierba, sino que es un sendero de montaña escarpado y lleno de dificultades. Pero siempre hacia adelante, hacia arriba, hacia el sol." Ruth Westheimer

Esta ha sido la última ruta del año, y para no desmerecer del resto del mes nos marcamos otra ruta nueva, otra ruta impresionante con el valor añadido de ser una ruta cercana, de esas que nos permiten rodarlas cualquier sábado por la mañana. En esta última salida, el sábado que es nuestro habitual día de pedaleo, coincidía con Navidad, así que tuvimos que aplazar la salida al domingo por la mañana.
Echamos mano de una ruta de bikepedalvalencia, jeje, y nos vamos con el remolque hasta la entrada de Olocau. La gasolinera abandonada ya nos tiene guardado el sitio para aparcar al grandote, ya son viejos conocidos de las muchas horas que han pasado esperando a que volviéramos. En esta ocasión añadimos una pequeñita modificación sobre la ruta original ya que si no es todo para arriba desde el inicio, así que para calentar un poco las piernas antes de meterles subida, hacemos una visita a la fuente de la Salud. Llegamos a ésta desde el interior del pueblo siguiendo las señales de "itinerario geológico", después de la última casa giramos a la izquierda en una subidita y enseguida vemos el camino a la derecha, pegado a la pared de la montaña y bordeado con una barandilla de madera. Es un tramo corto pero con un tremendo encanto. El suelo tapizado de pinocha se enciende bajo la luz del sol y la helada hojarasca, dando un efecto sublime al momento.



Sobre nosotros la peña Alí-Maimó, característica montaña de rodeno mellado y farallones de piedra que se elevan buscando un cielo, hoy azul, que sin embargo nunca alcanzarán. Paseamos bajo los pinos que definen el camino hasta la fuente, eso sí, con un frío que pela. Allí se abre una pequeña plaza con mesas donde poder parar a comer. Luego el camino se convierte en senda y continúa para rodear la peña. Desde aquí podemos ver parte del característico punto blanco pintado en la cara de esta montaña y visible desde muchos kilómetros de distancia. Visita rápida, casi de médico, y continuamos el camino, el frío, en esta zona sombría bajo los árboles es muy intenso y necesitamos calor. Deshacemos el camino y entramos hacia dentro del pueblo, giro a la derecha cuando nos obliga la pared de enfrente y todo recto para salir del pueblo por el caminito asfaltado hacia el castillo. La intensa subida se agradece ahora, nunca pensamos que agradeceríamos de tal manera una subida, pero el esfuerzo nos hace entrar en calor rápidamente.
Metemos todo el desarrollo de subida y buscamos una buena cadencia de pedaleo. La rampa es intensa pero no necesitamos ir haciendo "eses" por el camino. El solecito de este tramo se acabará casi con el asfalto; allí el camino gira a la derecha ante una bifurcación y también se suaviza la rampa. La sombra de la montaña deja el camino sin la caricia del sol y los charcos helados no ofrecen duda de la baja temperatura que tenemos hoy. La inmensa pinada también ayuda a refrescar el ambiente y mantener la humedad ambiental.
Poco después llegamos al desvío y tenemos la primera vista directa del castillo. Giramos a la izquierda para acercarnos hasta la base de la atalaya. Luego a la vuelta cogeremos el camino de la derecha para seguir la ruta. Vamos subiendo por un camino algo pedregoso. No está en muy malas condiciones pero lo tenemos en cuenta sobre todo para la bajada y aquello de que la velocidad es mala consejera. Salimos de la pinada para encontrar la peor rampa de este trozo. Llegamos a la base de la montaña y continuamos hasta encontrar aquel "mirador" justo enfrente. Encontramos aquí una buena vista de las piedras de la montaña en equilibrio y de los restos del castillo.
No nos demoramos mucho en este lugar ya que era solo para tener una vista justo desde abajo. Luego volvemos hacia atrás descendiendo lo que hemos subido. Cogemos el camino, ahora a la izquierda, para continuar ruta. Primero en subida hasta divisar las piedras de color verduzco y plateadas de la montaña, luego en bajada hacia el corral y posterior cruce de caminos. Todo a la izquierda para iniciar, poco después, el tramo largo de subida de la ruta. Antes pasamos una zona baja a la sombra de los pinos y con un fresquito que invita a buscar aceleración y reencontrarse con el sol, que hoy será nuestro mejor aliado. Bueno, por ser totalmente sincero, el mejor aliado será la ausencia de viento, con esta temperatura un poco de viento hubiera sido mortal.
Obviamos el primer camino a izquierdas y seguimos hasta el próximo con cartel indicador de Tristán. Si la intención es llegar hasta allí hay que saber que este camino se convierte después en senda, o bien hay que subir hasta Gátova y dar un rodeo monumental, que nadie se lleve a engaño que el camino hasta Tritán no es del todo ciclable. Desde aquí vamos remontando la montaña, intercalando tramos de suave ascenso con otros de subidas bravas. Por fortuna el firme, aunque algo roto en ciertos puntos, no nos presenta una gran dificultad. El Gorgo se deja ver en la distancia frente a nosotros cuando las montañas y los giros del camino lo permiten, pero a nuestros pies va creciendo una ladera de profundo desnivel y cerrada vegetación. No hace falta levantar mucho la vista para observar el impresionante horizonte que se nos presenta, una colosal sucesión de todas las montañas conocidas.
El conjunto es tan grande como innombrable. Observamos ávidos de paisajes y novedades. De colores bajo el radiante azul celeste en un día despejado hasta lo inaudito. Recuperado el aliento tras la rampa y el pulso tras las emociones paisajísticas, continuamos subiendo. La subida sigue muy parecida al tramo anterior, algún repecho fuerte se interpone entre las rampas más suaves, pero no nos desfondamos y seguimos subiendo a tren.
Nos adelantan 3 moteros pertrechados con todo su equipo, ya nos venían anunciando su presencia desde hacía rato con el ruido de los motores rompiendo el silencio y la paz en muchos metros a la redonda de su posición. Nos adelantan con pocos miramientos y a una velocidad nada moderada, aunque tampoco vamos a decir que iban como locos...el susto nos lo darán después… Poco después del aljibe llegamos a la parte alta de la ruta. Nos desviamos a la izquierda y vamos al mirador improvisado al borde del acantilado. Este tramo de camino está reventado de piedras, abandonado y sin tránsito que lo mantenga abierto y cuidado, el camino se descompone ante el envite de los elementos y la fuerza de la naturaleza, lenta pero inexorable.
Aparcamos las bicis sobre las bochas, los romeros y lestiscos, y nos aventuramos entre las plantas; nuestro tránsito removiendo las matas, rozándolas y pisándolas, desplegará un sinfín de aromas exuberantes y tonificantes que nos harán husmear el ambiente para llenar las fosas nasales. Nos asomamos al abismo para ver, bajo nosotros, una preciosa pinada que crece inclinada subiendo la vertiente de la montaña. El poderoso verdor destella incluso a la luz de la sombra.
Y sobre este espectáculo de luz y color, el castillo erige su figura en la puntiaguda montaña, a modo de espada, mucho tiempo atrás olvidadas en este valle. Embellece aún más su figura enmarcado por las montañas que, detrás, difuminan su presencia ofreciendo un "modo retrato" natural. A la derecha, los restos del poblado morisco de L'Olla, siguen esperando, con inmutable paciencia, su nuevo e improbable reverdecer.
Hablamos de aquellos primeros moradores de estas tierras, aquellos moriscos que fueron desplazados a cajas destempladas de sus tierras de labranza a estos recónditos lugares, de las difíciles condiciones de vida y del inmenso trabajo que dejaron hecho en estas montañas... y del pago que recibieron como agradecimiento, de la expulsión de territorio español hacia tierras africanas, al igual que en su día ocurriese con los judíos. El difícil y espinoso tema de la inmigración desde tiempos inmemoriales, de la intolerancia y el temor que despierta lo desconocido, de culturas enfrentadas en lugar de fundidas en una cultura global más rica y humana. No hablamos solo de cultura o color de la piel, de política o religión, hablamos de la necedad y la ceguera del ser humano. Nos volvemos para ver en la distancia las montañas mil veces nombradas y fotografiadas. Recitamos sus nombres, como la alineación de nuestro equipo, mientras las señalamos, mientras intentamos identificar algún nuevo pico, alguna cara nueva entre las ya familiares. Hoy creemos haber visto el Menejador y el Puig Campana. Subyugados por la fuerza de la representación paisajística que se ofrece ante nuestros ojos nos recreamos en la contemplación como hacía tiempo que no pasaba.
Es una alegría detectar nuevos objetivos sobre los que fijar nuestra vista en posteriores rutas al otear el horizonte. Volvemos hasta el camino y seguimos para iniciar la bajada al barranco de L'Olla, que recoge las aguas de la cara noreste del Gorgo para bajarlas hasta el Carraixet entre Gátova y Olocau. El descenso es rápido y divertido, el firme en perfecto estado nos permite un agarre optimo en el que encontramos seguridad. Llegamos al paso sobre el barranco, hay aquí una poza que esperaba mostrarles, digo esperaba porque la realidad supera todas las expectativas, ¡está helada!
La gélida noche ha mostrado su lado más crudo en este invierno que no ha hecho más que comenzar, pero la postal que nos ofrece no tiene desperdicio. Las piedras más pequeñas no pueden atravesar la gruesa capa de hielo que inmoviliza la charca en la parte superior, por abajo si que fluye el agua, pero el par de centímetros de hielo en la parte más gruesa no se los quita nadie. Una breve parada en la que disfrutamos del precioso paraje y nos ponemos en marcha para remontar el barranco. Será la última subida del día.
No es ni muy larga ni excesivamente cruel, pero sí dura. Inmediatamente después el Mas de L'Olla se alinea a ambos lados del camino. Un pequeño poblado con una docena de casas de las cuales solo una, al pie de la torre, conserva la puerta y parece que tiene algún tipo de uso, el resto son retazos de pasado. Piedras que difícilmente pueden ya contar su historia y que sin embargo guardan un sabor hogareño y entrañable incluso para los forasteros. Un lugar decadente y sin brillo que, sin embargo, enarbola toda su dignidad.
Continuamos hacia el lugar elegido para almorzar. La silueta del castillo se alza en medio del valle coronando la peña sobre la que se asienta. Aquí es donde las motos que comentábamos antes casi se nos llevan por delante al salir ellos de una curva en paralelo y ocupando todo el ancho del camino. Si no llega a ser porque al oírlos nos hemos parado como precaución, a estas horas estaríamos contando algo distinto a buen seguro. Un camino a la izquierda metido en medio de una pinada se convertirá durante el rato del almuerzo en el descanso del guerrero. Unas piedras montadas a modo de sillas improvisadas y mesa en un claro de los pinos al sol, nos servirán de lugar de reunión. Comemos mientras comentamos las situaciones de la ruta hasta el momento y hablamos de las posibles incorporaciones de los sobrinos menores que ya apuntan maneras y quieren el carnet familiar de Roda i Pedal.
Con el reconfortante café calentando las entrañas, nos ponemos en marcha para llegar, primero al aljibe que recoje las escasas precipitaciones en estas montañas en época veraniega y luego a la zona de las enormes carrascas que hay justo donde empieza la bajada.
Es un prado abierto en una vaguada donde estos grandes árboles reinan en un territorio repleto de pinos.
En la ladera de la montaña, la fusión de estas dos especies pone un toque de color y distinción al paisaje. El inicio de la bajada nos hace parar por última vez en este tramo de camino, ya que en la bajada no tendremos tiempo para observar el paisaje. Al frente el Gorgo muestra su fisonomía irregular entre las enormes piedras de rodeno que sobresalen de su piel y entre los árboles. Vemos también la senda a nuestra izquierda que baja hacia Marines, y al frente, el camino que luego se convertirá en senda y que sube hacia el molino de Gátova.
Y ahora sí, la perla de la jornada. Nos dejamos caer por el camino en fila, cargamos el plato mediano y un piñón intermedio, posición aerodinámica, los dedos sobre las manetas de freno, el cuerpo vencido sobre el manillar y las rodillas aferradas a la punta del sillín. No ha hecho falta pedalear para coger velocidad. El oído atento a lo que pueda venir de frente, toque de freno para reducir la inercia a la entrada de la curva, el firme en perfectas condiciones nos ofrece seguridad. Observamos que está duro por la helada y la humedad de la noche que junto con el frío han helado el piso que se compacta y endurece pero que no patina. No es un camino es “una autopista”, que además, en ausencia de grandes piedras y roderas aún la hace más perfecta para rodar.
Curveamos con el camino a un lado y otro, pegados al barranco pero sin tener sensación de peligro en ningún momento. Una buena velocidad de descenso que pone un toque de emoción y diversión sin tener que llegar al límite. Nos cruzamos con unos jinetes que nos observan desde sus grandes monturas, la anticipación ha hecho que los oyéramos incluso antes de verlos y así reducir el posible riesgo. El frío viento de la parte sombreada de la montaña nos golpea en la cara dejándola entumecida. Cuando el tramo recto lo permite un rápido vistazo hacia atrás para asegurarse de que vamos todos, que nadie por detrás ha tenido un percance. Los badenes que cruzan el camino nos hacen saltar y sentimos, por un precioso momento, que podemos volar. Y así, antes de lo deseado, llegamos a la carretera y acabamos con la diversión sin límite de este descenso. Comentamos las sensaciones y nos lanzamos en esta bajada por asfalto que requerirá, en más ocasiones de las que hubiéramos deseado, un empujón de pedal para pasar los tramos llanos. Son unas pedaladas que no requieren gran esfuerzo ya que la inercia invita a dar pedales, pero lamentamos la falta de un puntito más de desnivel que nos bajara gratis total hasta Olocau.
En este trayecto pararemos aún un par de veces a orilla de la carretera a observar el profundo y gran barranco del Carraixet o de Gátova, como también se conoce en este tramo alto, y que fue responsable de la crecida que en la riada del 57 se llevó por delante parte de Marines, motivo por el cual se construyó el nuevo Marines en la plana del Camp del Turia bajando hacia Llíria.
Llegamos a Olocau, lo atravesamos por dentro para evitar el tramo de carretera que circunvala el pueblo y gozar así de un ambiente más tranquilo y sosegado, antes de tomar el carril bici que nos suba hasta el lugar donde hemos aparcado.
Ponemos punto final a la ruta y al año pedalistico con el consabido juntar las manos y gritar Roda i Pedal, y con el deseo de que el 2011 sea como mínimo tan bueno como ha sido el 2010 pues superarlo va a ser muy difícil. Pero intentarlo, lo que se dice intentarlo, lo vamos a intentar.



Track de la ruta en RUTES DE RODA I PEDAL

sábado, 18 de diciembre de 2010

Crónica Serra d´Irta

“Cuando el universo jugó a crear el mundo, mezcló en una coctelera el mar y la montaña… y salió La Serra D’Irta”. Roda i Pedal

"Si todo sobre la tierra fuera racional, no sucederia nada". Dostoyevsky

Estos días no salimos de una para meternos en otra, tanto de rutas como de crónicas. Y es que voy con retraso en esto de poner al día la bitácora con la que en los años venideros recordaremos estos alegres momentos de plácido y duro, pero siempre divertido pedaleo. Con la euforia aún no del todo digerida de la ruta por La Serra d'Espadán, nos metemos este sábado otro rutón de los que no decepcionan, que digo… sin más, la hemos denominado como la mejor ruta del año, y cuidadito con las mejores de otros años que igual le saca los colores a alguna que se lo tuviera muy creído.
La ruta inicialmente planificada se modificó esta última semana para incluir una visita que no podíamos dejar pasar por alto. Eso le dio un punto de emoción y una subida a la altura de la ruta que mejoró todo el conjunto hasta hacernos gozar de lo lindo. Pero vamos desde el principio.

Otro madrugón y salimos de casa calcando el proceso de la semana pasada. Misma hora, mismos componentes de la expedición, mismo camino hasta que en Sagunto continuamos por la AP 7 hacia Alcossebre. El día se va desperezando poco a poco de la oscuridad que nos acompañaba a la salida. Las nubes dispersas se van abriendo empujadas por un viento que no se deja notar a ras del suelo pero que en altitud se muestra poderoso. El camino sirve para ir poniéndonos al día de la semana. Ellos aún trabajando han utilizado los excelentes recuerdos del sábado para apoyarse en ellos como un “Ommmmmmmm” en los momentos difíciles de la jornada. Yo ni siquiera tengo tiempo de eso metido en otras aventuras que ya relataré en otro momento y lugar. También nos sirve el trayecto para ponernos al día de la última hora de mi padre que ayer nos dio un susto y que a estas horas está en el hospital. Pero el abuelo que está hecho un toro seguro que nos tiene que contar aún muchas historias. Así que esta ruta va por él.

Las precisas instrucciones de la “martita grande” nos llevan al punto de inicio en la playa de Alcossebre, donde el frío matinal a orilla del mar penetra hasta los aún dormidos huesos.
Empezamos a pedalear junto al mar. Vamos acercándonos al puerto y pasamos junto al pueblo de pescadores, que ahora parece una versión reducida de las urbanizaciones de Miami con su pequeño embarcadero delante de la terraza de casa, nada que ver con la antigua esencia de estos pueblos que se desperdigaban por toda la costa mediterránea. Alcanzamos el paseo marítimo y nos movemos por él admirando la playa, donde un grupo de gaviotas espera sobre la arena no sabemos bien qué.
Siempre en la misma dirección dejamos atrás las últimas casas en la urbanización y nos adentramos por un camino de tierra en plena sierra. Los arbustos típicos del monte bajo y los árboles enseguida nos guían a través del creciente bosque que delimita el camino. Esto se dirige hacia el camping Ribamar y luego sigue entre el tupido bosque. La montaña a nuestra izquierda va creciendo en perspectiva conforme nos acercamos a ella, a la derecha el mar le sirve de espejo donde poder mirarse mientras se adentra hasta los confines del horizonte. Esta visión no se prolonga mucho tiempo: los restos de un incendio ponen ante nuestros ojos una zona de bosque calcinado, la negrura del incendio contrasta sobre manera con la fuerza vital del verde que tiñe las pequeñas plantas que intentan ocultar tanta desolación, tanto daño, tanta infinita tristeza. El bosque parece querer pasar página y nosotros con él.
Pedaleamos rápido para pasar esta zona muerta y llegamos a cala archilaga para luego volver a adentrarnos en el bosque. A partir de aquí el camino empieza a picar hacia arriba de forma suave. Pasamos algunas umbrías que nos refrescan del calorcito que el sol pone sobre nuestras espaldas. Lo fresco del día y la humedad a orillas del mar han dejado una sensación térmica que invita a dar pedales para entrar en calor.
Iniciamos una larga subida con algunos tramos más propios de la ruta de la semana pasada por lo empinado de la pendiente. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? nos preguntamos ante el despliegue de cortesía por parte del camino, que de repente nos ha metido rampa. Además, las subidas no están en tan buen estado como la parte llana del camino, lo dicho… intolerable. Pasamos el corral de Denteta, restos de antiguos corrales refugios de piedra y llegamos arriba de esta primera subida. La bajada nos dejará trazos paisajísticos difíciles de olvidar. Y un poco más allá la Font d´en Canes. Un precioso paraje donde hacer un alto y disfrutar de la tranquilidad del lugar.

Seguimos para llegar poco después a otra área recreativa con un singular refugio de piedra parecido a los “catxirulos” de la zona de Benaguacil y Cheste. Es una zona de sube y baja pero sin la crudeza de la subida anterior. Ahora es un pozo con lo que nos topamos, el Pou del Moro es otra pequeña joya en medio de estas montañas que se mantienen “vírgenes” o casi, de la explotación urbanística que azota la costa mediterránea.
Es el último reducto de la montaña ante el asfalto. De los árboles ante las fincas, del bosque ante la ciudad, del silencio ante el ruido, la paz ante el estrés, la vida, ese momento intimo y personal de vida ante el atropello de la monotonía de siempre, ante el ya está bien, no puedo más… necesito un momento de tranquilidad. Y aquí que la tenemos también nos la queremos cargar.
Vamos alucinando con los paisajes que nos deja la ruta. Luego llegamos a una vasta extensión de cultivo de oliveras. Creemos que son olivos todo lo que hay plantado aquí, tantos que pueden contarse por millares.
Conforme avanzamos pasamos por otros campos con olivos más grandes y pensamos que puede ser un vivero para trasplantarlos, o bien a otros campos para cultivo o bien como elementos ornamentales para jardines. Es la finca del Mas del Senyor, justo aquí, a los pies del barranco hay otra preciosa área de recreo.
Afrontamos la subida que nos dejara en la vertiente con vistas a Peñiscola. Estamos a una altitud de 190 metros y el panorama es impresionante. A nuestra derecha se eleva la antena de radar del SIVE junto al V.G. del Coll d’Inberri que no pudimos visitar finalmente por falta de tiempo.

Iniciamos una bajada que creíamos más corta y menos intensa, pero los desnivele subidos por la otra cara de la montaña han sido más importantes de lo que pensábamos. El buen estado del firme, aunque con algo de gravilla suelta, nos permite lanzarnos rápido hacia abajo de la montaña. Encontramos unos badenes a modo de toboganes que nos impulsan hacia arriba y nos hacen saltar como canguros. Abajo las sonrisas colman nuestras caras y comentamos que esta bajada, conociéndola mejor y dejándonos llevar sería una verdadera locura. Encontramos a un biker con algún problemilla mecánico y paramos a ayudar. En el impas le preguntamos por la ciclabilidad del camino entre la ermita de Sant Antoni y el castillo de Pulpis. Nos dice que es una trialera y que es de subida. Como no queremos trialeras, y menos de subida, descartamos el poder llegar hasta el castillo, esto nos da la excusa de poder planear otra ruta por la sierra. Continuamos para adentrarnos por una urbanización a la izquierda e iniciar el camino de subida hacia la ermita.
Cogemos el camino de la izquierda del barranco y empezamos a subir, suavemente al principio pero con la cruel rampa delante de los ojos. Dejamos atrás los esqueletos de unas urbanizaciones que parecen estar terminadas y ser un fantasma a la vez. Ni un rastro de vida ni de estar habitadas, dinero colgado de ladrillos y deteriorándose día a día, y lo que es peor: adentrándose en la montaña.
El camino empieza a recrudecer la pendiente y pronto llega el asfalto. Bueno parece asfalto pero las ruedas expulsan una película de partículas a su paso, esto lo veremos más y mejor en la bajada, por lo que decidimos que tiene que ser tierra prensada. El caso es que; entre el ancho del camino y la perfecta superficie por la que nos movemos, nos permitimos, como la semana pasada, zigzaguear por el camino y restarle algo de porcentaje a base de hacer unos pocos metros más de subida. Sin llegar a sacarnos de punto si que nos dispara, sin embargo, las pulsaciones de forma automática y permanente en toda la subida; cosa que hace más que aconsejable algunas paradas para disfrutar del paisaje y recuperar un poco el aliento. Cada puesta en marcha es un auténtico suplicio hasta que encontramos nuevamente el ritmo de pedaleo y las piernas se acostumbran de nuevo al exigente esfuerzo. Con todo el desarrollo de subida metido, y el peso volcado en el manillar vamos chepeando y empujando la bici a golpe de riñón. Vemos bajar algún coche y pensamos que es una locura, que la pendiente lo va a levantar de detrás y que va a volcar. ¿Si bajar es una locura que será subir? seguimos adelante para buscar la respuesta a la pregunta Continuamos a lo nuestro haciendo paradas fotográficas que nos dejarán postales inolvidables. Vemos a un grupo de senderistas subir la montaña por la senda del PRV 194 El numeroso grupo (calculamos a groso modo unos 50), llena tres tramos del camino, pero incluso un grupo tan grande empequeñece ante la magnitud de la montaña.
Cada pocos metros paramos para sugerirle a nuestro reportero gráfico una foto, un encuadre de tal o cual cosa. Pero él nos lleva la delantera y para cuando queremos decirle que haga la foto ya lleva unas cuantas disparadas. A este paso la cámara se quedará sin capacidad de procesar tanta información. Por fin llegamos arriba, la ermita de Sant Antoni a 320 metros sobre el nivel del mar será otra muesca en la tija, otra cumbre que nos ha conquistado para siempre por la dureza de la subida y el reto de superarnos a nosotros mismos.





















El sitio es mágico. Las vistas privilegiadas. La apoteosis del mar y la montaña. La grandiosidad de no tener que elegir, de tener y disfrutarlo todo. El conjunto arquitectónico es de una blanca y sosegada belleza. Es una mole de aristas duras suavizadas por el sentimiento de paz que destila por la brisa marina, por la dureza de la montaña, por el contraste de olores de pino salado y monte marino, por un campanario sin campana, por un ciprés solitario que se eleva torcido empujado por el viento, por la simpleza del lugar, por la poesía del momento.
No estamos solos, la placita tiene actividad. Un grupo de gente nos dicen que son del grupo de senderistas, se prepara para una fiesta de navidad con glühwein, o lo que es lo mismo en cristiano “vino caliente” para combatir las bajas temperaturas, como no hay cerveza decidimos que mejor nuestro ágape que si que tiene el preciado elemento. Aprovechamos parte de su decoración para incluirla en nuestro deseo de una Feliz Navidad que se prolongue todo el año, hasta la próxima Feliz Navidad, y que esa felicidad no sea un momento efímero en nuestras vidas.
Tras las fotos de rigor nos disponemos a almorzar. El grueso de las instantáneas las haremos con el estomago lleno para poder apreciar la arquitectura del lugar y las magnificas vistas sobre la costa y sobre Peñiscola, que eleva su castillo en medio de la pequeña península que es el centro urbano. Fascinados por el paisaje no nos moveríamos de aquí, pero como siempre el tiempo apremia y tenemos que volver.
Así que nos ponemos en posición de descenso y echamos de menos la cámara de vídeo que una semana más está en la base manteniendo la forma de la caja para que esta no se deforme. Cogemos velocidad rápidamente y los ojos comienzan a lagrimear. Poco nos importa pues ya hemos aprendido a localizar el camino bueno entre las posibles alternativas que nos ofrecen las lágrimas. De pie sobre los pedales, con el manillar firmemente cogido y con el dedo corazón en las manetas de freno para quitarle caballos a la bici, que los exprime todos en cada bajada. Las piernas flexionadas y el cuerpo agachado para una mejor aerodinámica que nos permita penetrar el aire y no perder aceleración. Las cerradas curvas de herradura exigen un buen apriete de frenos, y en algunas, trazamos un poco más abierto de la cuenta para no tener que blocar, eso si, solo en las curvas que lo permiten. Vemos como la rueda trasera de quien nos precede proyecta partículas de tierra, casi una estela detrás de su cometa. La imagen bien valdría una foto pero creo que ni siquiera Salva se atrevería a ella en plena bajada a tumba abierta. Esperemos que no se le ocurra algún día. Llegamos abajo con la emoción dibujada en la cara, otra bajada épica. Comentamos la jugada mientras volvemos hacia la carreterita por la que hemos subido. Compartimos un tramo de la misma y nos desviamos a la izquierda junto a unos aljibes. Nos pegamos a la línea de costa y comenzamos una subida que nos llevará a la parte más alta del tramo de vuelta. Poco a poco la pendiente se encabrita y nos mete rampa de la buena. No contábamos con esta dureza ya que creíamos un camino más playero.

El acantilado de Abadum se forma a nuestra izquierda adquiriendo verticalidad. El mar escarpa la costa en base de una batalla sin fin, sin tregua, sin alto el fuego que otorgue descanso a ninguno de los contendientes. Una costa rota y desgarrada, tan desigual como agreste.
Nos acercamos a la Torre Badum, una torre costera de vigía de planta circular que data del 1544 y que se encuentra en un buen estado de conservación. Desde este lugar se controlaban los ataques de los piratas berberiscos a Peñíscola desde la costa sur.
Un escudo heráldico de piedra del Reino de Valencia todavía muestra altivo su águila bicéfala y sus corroídas leyendas por la acción del viento, y en lo alto en su parte norte, observamos otro detalle curioso: un “cagador al Vol” o retrete, un saliente a modo de trono usado por la tropa durante la guardia, asiento que no por más escatológico, deja de ser privilegiado en sus vistas a los que en él apoyaban sus posaderas.






















A pie de acantilado las vistas son grandiosas. El mar se ilumina de gala para ofrecernos la foto perfecta.
Las islas Columbretes se perfilan en la distancia del horizonte marino. Luego el camino baja. Un tramo de asfalto que por momentos parece querer llevarnos al abismo marino. Lo sorteamos en curvas de herradura y llegamos a nivel de playa.
Iremos pasando por distintas calas. De piedra, de arena, de cantos rodados. Con el incomparable marco de la pinada que en ocasiones se acerca a besar la playa.
Las montañas detrás, protegiendo de los vientos del interior o desviando hacia arriba la brisa marina. El mar sigue luchando con la costa. Nosotros seguimos pedaleando. Encontramos a nuestro paso un edificio el cual pensábamos que era un centro de interpretación de la Serra y la zona marina de influencia, pero tan solo es un caserón cerrado en estado de ruina, aunque los alrededores estén cuidados. Desgranamos los últimos kilómetros hacia cala Archilaga, lugar elegido para comer. La proximidad del almuerzo augura que comeremos sin mucha hambre, pero la rapidez con que sacamos los bocatas desmiente dicho pensamiento. Entramos en la arena, en los cantos rodados, y buscamos acomodo desperdigados por la cala según creemos más conveniente. Me siento a escasos centímetros de donde rompen las olas. Es un lugar diferente a todo lo que hemos visto hasta ahora en las rutas.
El sonido del mar, hipnótico hasta el extremo, me mece en un estado de calma total. Salgo del trance por el sonido adictivo de algo más bebible, mis compañeros ya me llevan ventaja. Comemos mientras la mano libre busca piedras o singulares conchas marinas. Hoy tampoco hay piedra verticial, pero el souvenir marino no se escapa de ir a la mochila.
Las olas intentan atraparme subiendo por la playa, pero mueren a escasos centímetros de su objetivo tragadas por las piedras.
La foto de grupo no podía faltar en este excepcional lugar que recordaremos para siempre. Nos ponemos en marcha para buscar el último tramo de la ruta y disfrutar de un merecido café calentito a pie de coche. Volvemos a pasar el tramo quemado y volvemos otra vez a la línea de costa. Allí encontramos un sendero estrecho, algunas piedras a modo de escalón nos obliga a bajar de la bici. Luego el camino atraviesa el bosque. No es un tramo muy rápido pero metido entre la arboleda tiene un toque exótico que nos cautiva. La luminosidad de la nublada tarde que amenaza con dejarnos sin luz diurna también ayuda a tal efecto. Llegamos a una torre, una especie de faro.

Aquí nos salimos de track y nos volvemos por el precioso paseo marítimo hacia la parte conocida.
Son los últimos metros de una ruta impresionante en la que hemos tocado todos los palos: subidas, bajadas, monte, playa, asfalto, tierra, paisajes, monumentos, cerveza, diversión, amistad, sensaciones, felicidad. ¿Qué más podemos pedir? Pues disfrutar de estas rutas siempre que podamos. Es lo que intentamos y buscamos, y casi siempre encontramos, en cada una de ellas. Ya os contaremos la siguiente.



Track de la ruta en RUTES DE RODA I PEDAL