miércoles, 24 de septiembre de 2008

Anexo crónica Rebalsadors, o como pueden haber tantos percances en una ruta.

“A menudo, la montaña nos hace comprender cómo nuestra humanidad dolorosa se purifica y exalta en el sufrimiento”
Giusseppe Mazzotti.

Y llegó el día; por fin íbamos a completar esta ruta todo el grupo, ruta que al ser una de aquellas primeras soñadas en recorrer cuando compramos las bicis tenia algo de especial. La Calderona, siempre presente en la lejanía cerrando la parte norte del valle del Turia, parecía en aquellos tiempos que solo existía la ruta de Rebalsadors en esta mítica sierra, y como no podía ser de otra manera fue la primera que realizamos por aquellos lares, hoy por fin cerrábamos el circulo culminando la ruta los cuatro componentes de Roda i Pedal.

Un pequeño cambio en el recorrido aunque no en el trayecto nos hacía salir del consabido Pla de Llluc ya que aquí tenemos sitio para aparcar el remolque sin problemas (eso cuando se deja manejar bien y no adquiere vida propia), y además nos permite en los primeros kilómetros de subida suave hacia Serra ir calentando un poco la musculatura, pues la otra vez de inicio nos metimos una subida de órdago que nos dejo con ganas de irnos para casa a la primera de cambios. Aquella vez también nos hizo acabar la ruta en subida puesto que había que volver a Serra hasta la Font de Sant Josep, en esta ocasión en cambio primero es todo subida para acabar en bajada y finiquitar la ruta.
Tenemos ganas de pillar a Carlos algo flojo de forma después de casi 3 meses en el dique seco por un esguince, estamos esperando a ver cuando le dejamos atrás (je je), si ya se que somos malos pero a veces no podemos resistirnos a la tentación de dejarle atrás por un día, sin ninguna duda, ya se lo cobrará.
Los primeros kilómetros son fáciles de rodar aunque el asfalto es un rompe piernas de continuas subidas y bajadas hasta llegar al desvío de Serra, a partir de aquí todo hacia arriba con ganas, una vez dejamos atrás Serra y la font de Sant Josep (lo de fuente es un anacronismo poco gracioso pues por no haber no hay ni caño por donde salir el agua, aunque el lugar es bonito, eso si), seguimos por la carretera con bastante trafico motorista y algún que otro coche, aquí también están bastante concienciados con el trafico ciclista y existe un respeto considerable hacia los bikers, gracias amigo conductor. Enseguida tomamos el desvío a la izquierda que nos indica el mirador de Rebalsadors, la rampa sigue obstinada a través de una urbanización, hasta que finalmente se acaba el asfalto pero no la pendiente que no nos abandonará hasta llegar al vértice geodésico. A estas alturas el persistente ruido de rozadura del freno delantero en la rueda de Carlos ya nos tiene algo atacados de los nervios, que junto con el calor amenaza en convertirse en un enemigo terrible para el resto de la ruta, esperemos que no se produzca el “clic” en nuestras cabezas y nos rayemos. Entramos por fin en una pista ancha y en muy buenas condiciones, tan ancha que permite que mientras subimos a un ritmo cansino otros bikers puedan bajar totalmente desmelenados, que gozada verlos, ya nos estamos relamiendo para cuando nos toque. Pronto uno de nuestros sueños comienza a hacerse realidad, la conjunción del Sol y su calor infernal junto con el ascendente de estas rampas interminables y la falta de entrenamiento, hace que el “torito” comience a perder metros, lo que parecía una bendición pronto se torna algo más serio, el terrible calor que afecta a unos más que a otros está haciendo mella en su moral y se barrunta el temido “clic”, tanto que pronto se convierte en una cadena de desanimo que poco a poco lo lleva casi al borde de la “pájara”, no hemos visto al tío del mazo pero igual de lejos le ha tirado algún viaje y le ha dado de lleno.

Sombrita a sombrita le vamos esperando para que no se quede solo a sabiendas de lo terrible que se hace una subida así en esas condiciones. Ni siquiera el asalto por sorpresa a su bocata logra mitigar esa sensación de vacío. Vamos deleitándonos de nuevo en los paisajes salvajes y poderosos que nos rodean y así poco a poco llegamos a la Font del Llentiscle, (aquí si que hay agua en abundancia y además muy fresca) donde realizamos una parada técnica para refrescarnos y tomar un poco de avituallamiento en forma de barrita energética para Carlos.

Encontramos aquí un numeroso grupo de chiquillos y monitores de excursión por las montañas Valencianas, a los que dejamos refrescándose en la fuente y seguimos pedaleando para arriba, no mucho después llega el desvío a la izquierda hacia el alto de Rebalsadors. Unas rampas más tarde llegamos al desvío hacia el Vértice o al mirador de Mireia, Carlos algo más recuperado y animado por la cercanía del final de la subida decide unirse a nosotros para visitar los dos lugares, por lo que afrontamos en grupo la última subida importante del día.

Llegamos al vértice acompañados de la soledad que se respira a estas horas en la montaña. Toda nuestra. Hasta la fauna autóctona parece haber desaparecido resguardándose del implacable Sol de mediodía, la flora no ha podido escapar, se ha quedado echando raíces ante tan alucinante paisaje. Un rato después veremos a una pareja con dos niños detenerse un poco a la sombra de una carrasca y seguir viaje, nosotros seguiremos con nuestra soledad. Lastima de la bruma nos oculte la mayoría de cosas más allá de unos pocos kilómetros, aunque disfrutamos de las panorámicas sin pretensión de distinguir ni ubicar nada, solo la contemplación y el deleite de nuestra mirada posándose en cumbres más o menos lejanas, acariciando con nuestra vista las sutiles y adormecedoras curvas y siluetas de las montañas y los valles, intentando extraer imágenes tridimensionales de la bidimensionalidad de esa calima que nos oculta los detalles. Todo un reto para los sentidos, un ejercicio de placentera espiritualidad más allá de cualquier connotación religiosa, aunque quizá por ello no exenta de sí misma. No en vano uno de los monasterios cartujos más antiguos se halla no muy lejos abajo de la montaña. Y es que estos lugares inspiran espiritualidad desde tiempos inmemoriales.
Tras el bocata de pan de a cuarto, la birrita y como no, “un cafelito” (todo un lujo, y es que algunos no se privan de nada) a la sobra que proyecta el imponente vértice que se alza majestuoso en esta cumbre, (el mayor de todos los que hemos conquistado hasta el día de hoy) que por cierto, es la única sombra en muchos metros a la redonda, tomamos unas instantáneas de grupo y zona y acto seguido ya estamos en condiciones de proseguir ruta.

Nos dirigimos al mirador de Mireia (anteriormente llamado mirador de Rebalsadors), unas plataformas confeccionadas a base de piedra de rodeno en forma semicircular montadas la una sobre la otra que además cuentan con unos pequeños refugios limpios y en buen estado en la parte inferior, lugares que serán de agradecer si te pilla una tormenta.
El lugar cuenta además con paneles informativos que diluyen cualquier duda sobre lo que estamos viendo. Desde ellos la perspectiva a vista de pájaro sobre el monasterio o cartuja de Porta Coeli es inmejorable, así como de las montañas que en caída libre se derraman hacia el valle de Valencia, hacia su huerta o lo que queda de ella entre pueblos, urbanizaciones y polígonos industriales, amén de carreteras, centros de ocio y deportivos hasta llegar al Turia, río que vertebra el valle y desde milenios la vida en él.

La perdida de zonas naturales y de ecosistemas van dejando cada vez más aisladas estas pequeñas islas de tranquilidad y autentica naturaleza, por lo que cada vez es más difícil su conservación y más fácil su aniquilación ante el avance de la maquina de hacer dinero que es esta sociedad. La desconexión de estas zonas naturales es un problema que a nuestra manera los ciclistas intentamos reparar abriendo corredores y caminos, ¿poca contribución?, quizá esto sea un principio.
Volviendo a la ruta. Nos hacemos unas fotos de grupo en el lugar y emprendemos el regreso con la bendición de que todo lo que nos espera hasta el coche es bajada. Ponemos a grabar y nos lanzamos deprisa en busca de la pendiente. Carlos sigue sin encontrar su ritmo tras los avatares de la subida, por lo que me indica que me adelante, que él bajará más tranquilo detrás para no estorbarnos en la bajada. Vamos dejando atrás curvas en herradura que nos obligan a exprimir los frenos, al soltarlos las bicicletas se ven libres de cualquier impedimento que las detenga en su loco cabalgar hacia la parte baja de la montaña. Algunos vierte aguas atraviesan el camino poniendo una pequeña emoción cuando los tomamos y nos impulsan hacia arriba, más curvas en herradura y una serie de enlazadas nos hacen curvear con destreza serpenteando entre la vegetación que crece a orillas del camino.
A la salida de una curva a derechas y antes de tomar la enlazada a izquierdas es cuando tenemos el susto del día, frenazo de Salva y mío a la par para ir a socorrer a Luis que está tirado en medio del camino, el GPS por un lado, la bici por otro y él, rebozándose en la tierra roja de rodeno del camino. Vamos prestos a socorrerlo con el susto en el cuerpo hasta ver señales de que no es nada grave, solo el golpe y algunos rasguños que dejarán constancia de su paso por estas tierras, eso sí, la bici ha tenido peor suerte y muestra algún que otro estropicio, aunque nada que nos impida seguir bajando ni pedaleando en los pocos llanos que nos quedan. Pero la rueda delantera se ha quedado un poco frenada y eso impide un avance limpio, con lo que ralentizamos el ritmo de bajada ya que esto sumado a la rotura de la maneta del freno trasero, tampoco deja mucho margen para más alegrías. Vamos pues en busca de la Fuente de La Gota para darnos un pequeño remojón y aliviar la sudada y de paso limpiar las heridas de guerra que ha dejado esta ruta…. Pues nada, otro contratiempo, la fuente está más seca que nosotros, ni “la gota” que reza su nombre está presente. Lamentando nuestra mala pata de hoy, nos encaminamos hacia el coche para dar por concluida esta ruta que tan buenos recuerdos nos dejo la vez anterior y que hoy, sin ser malos, si han sido un tanto agridulces.

Tendremos que volver en otra ocasión para recuperar aquel buen “feeling” que encontramos cuando recorrimos por primera vez estas montañas. Somos plenamente conscientes de que volveremos.


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