viernes, 9 de noviembre de 2007

Ruta Sinarcas – Benageber (03/11/2007)

No podíamos imaginar antes de realizar esta ruta con cuantas emociones íbamos a regresar a la base.
A la vuelta, la sensación de alegría y euforia se entremezclará con el cansancio, cercano al agotamiento y las ganas de terminar. Frustración al ver las rampas que no se acababan nunca. Aromas intensos y colores brillantes salidos de la paleta del pintor más osado, han sido la tónica de la ruta de hoy, pues la mezcla e intensidad de colores que esta mañana hemos podido admirar por doquier, parecía en ocasiones casi irreal, todo esto unido a las panorámicas increíbles que nos acompañarán durante todo el recorrido con el fantástico telón de fondo del embalse de Benageber. Bajadas colosales y subidas interminables nos guiarán a lo largo de todo el trayecto, pero bueno, como siempre comencemos por el principio....
Salimos de la base colocando “la martita” en el parabrisas del coche y siguiendo sus sabias y robóticas instrucciones para dirigirnos por la N-III con dirección a Sinarcas, antes hemos asegurado el remolque y tras pertrecharnos con todo el equipo partimos rumbo a la gloria.
Al tomar la N-III nos vemos inmersos en un intenso transito motorista que se verá multiplicado a la vuelta, pues son incontables las motos que se dirigen al Circuit de Cheste para ver los entrenamientos del GP. de la Comunitat Valenciana. Tras dejar atrás el Circuit disminuye el transito y el resto del camino se hace más tranquilo.
No tarda mucho en cambiar el paisaje, pues con la cercanía de la comarca de Requena empieza a pintar el paisaje de viñedos interminables que en esta época del año tiñen sus hojas de un intenso granate que nos hace comentar las bondades de las vistas.
Después de un intento de boicot por parte de “la martita” que no tiene actualizada una carretera y tras el cachondeo generalizado, llegamos al punto rigurosamente previsto como lugar de partida de la ruta, desmonte y acabar de vestirnos con todos los atuendos (cada vez más numerosos) que necesitamos para nuestra aventura, nos ponemos en marcha siguiendo esta vez las instrucciones de otro GPS que nos llevará por medio de un bosque tupido e intensamente húmedo y aromático hacia la bajada colosal del embalse. Una bajada rápida, trepidantemente intensa, y con grandes roderas hechas por las lluvias de las últimas semanas, lluvias que sin embargo parecen que no hayan llegado hasta el pantano visto su aspecto actual, pues este parece tan solo una sombra de lo que fue, o al menos de lo que tendría que ser.

La bajada inmortalizada por el primero de los vídeos nos dejará imágenes para comentar, pues las grandes roderas propiciarán frenadas tan intensas que cerca estarán de llevarnos al suelo, poniendo el susto en nuestros cuerpos y sobre todo en el del compañero que nos sigue, pues este es quien tendrá que esquivarnos para no chocar y así irnos los dos al suelo. Frenada tras frenada las curvas se suceden y la violencia de las mismas nos harán recordar el dolor de manos tan conocido de otras rutas. La pronunciada pendiente nos llevará a la primera parada del día, una magnifica panorámica del embalse se abre a nuestros pies dejándonos tan impresionados como felices, pues ya de entrada parece que hemos vuelto a acertar con la ruta.

Fotos conmemorativas y vuelta a lanzarse cuesta abajo en persecución de los compañeros que intentan dejarnos atrás, no lo conseguirán. Poco después llegamos a la parte más baja de la ruta, a partir de aquí todo será en gran medida subida.
Comenzamos a bordear el embalse desde su lado más occidental ya en la parte ancha y por el sur hacia la presa, enseguida veremos frente a nosotros la desembocadura del río Turia en esta parte del embalse, pues no olvidemos que río arriba y debido a la presa el río ya se hace embalse, en este tramo las paradas para observar el paisaje y hacer fotos se suceden con frecuencia pues las panorámicas siguen sorprendiéndonos y acechándonos tras cada curva del camino.
Estamos próximos de remontar el camino que nos llevará a la parte alta del embalse junto a la zona de recreo-vacacional que hay en lo alto de la montaña y con una vista inmejorable del pantano que se abre abajo. El camino cambia y se transforma en asfalto, ya no pica hacia arriba, aquí se ha tornado descaradamente en una subida portentosa que nos hará jugar con los cambios para encontrar ese desarrollo adecuado a la pendiente que nos lleve hacia arriba aunque no sin dificultad y sufrimiento. Llegamos al desvió del centro de vacaciones y con él, casi al final de esta rampa insoportable que se agarra con saña a nuestras piernas impidiéndonos subir con soltura, un poco más adelante el desvió que lleva hacia la presa a la izquierda o Utiel a la derecha, este es el momento de parar para el avituallamiento pues las numerosas paradas han hecho que se nos esté pasando el arroz y el cuerpo necesita gasolina si queremos seguir pedaleando.

El calido sol del mediodía nos calienta la espalda pues estamos sentados en el muro al borde de la carretera y mirando el agua mansa a nuestros pies en la distancia. Bocata, cerveza y café en medio del monte con unas vista espectaculares rodeados de una naturaleza exuberante en un día caluroso y radiante aunque fresco en las umbrías, ¿que más podemos pedir para un día de bicicleta? Nada, pues los compañeros ya vienen de serie y sin ellos toda esta belleza, toda esta perfección estaría inacabada, pues, que bellos son los parajes por los que discurrimos, más aún si tenemos con quien compartirlos.
Una vez digerido este almuerzo con su “cafelito” incluido (esto es el sibaritismo llevado al limite) emprendemos de nuevo la marcha siempre hacia arriba, como no. Vamos ahora por la carretera, con lo que intensificamos la precaución y el ritmo para acabar este tramo lo antes posible, a pesar de ser una carretera poco transitada no por ello deja de infundirnos un respeto y un temor más que justificados, además este no es nuestro terreno y no nos sentimos del todo cómodos.
Desvío hacia el pueblo de Benageber y aquí el paisaje vuelve a cambiar pues los viñedos que vimos por la autovía esta mañana ahora los tenemos frente a nosotros, al alcance de la mano y, como no, de la cámara fotográfica. Una vez antes y otra después del pueblo las paradas fotográficas se suceden haciéndose obligatorias, pues tenemos ante nosotros un despliegue de color tan colosal que parece irreal, la locura más excéntrica salida de la paleta del pintor más imaginativo difícilmente podría plasmar lo que estamos viendo. Una sinfonía de colores y de luz invade el paisaje y a su vez nuestras incrédulas retinas.

Las hojas de las viñas cobran un color rojizo en todos sus matices según como incida la luz del sol en ellas, los contraluces son abrumadores en su intensidad y sobre el manto de la tierra se suceden una suerte de diferentes tonalidades tejidas como si de una alfombra se tratara, entremezclándose viñedos con pinos, chopos y cielo, rojo verde, amarillo y azul. Es como una gigantesca bandera de la vida que nos permite estar inmersos en ella y por lo tanto, nos sentimos en la obligación de intentar plasmar en fotos todas aquellas imágenes que se suceden ante nuestras atónitas miradas a nuestro paso, cuestión que aunque sabedores de su imposibilidad, nos impide resignarnos a contar simplemente con palabras la hermosura y frondosidad de los parajes que atravesamos. Las fotos nos ayudarán sin duda a recordar en el futuro aunque sea mínimamente nuestro paso por tan bellos lugares.
Abandonamos nuevamente la carretera para pasar junto a una ermita de característico perfil, rodeada de viñedos y adentrarnos otra vez en el monte pasando por el campamento de Vilamarxant, lugar cuyo nombre indudablemente nos hace recordar otros montes que no nos gustaría encontrarnos en este momento, pero que equivocados estamos aunque aún no lo sabemos. Aquí tendremos la segunda de las tres averías que hoy sufriremos, dos salidas de cadena y en esta ocasión es el cable de desviador de los platos quien se niega a seguir trabajando dejando al sufrido compañero con tan solo el plato pequeño, de haber sabido la que se nos venía encima ni siquiera hubiéramos parado para arreglarlo, pues todo lo que queda es cuesta arriba con ganas y las bajadas serán únicamente para tomar aliento y por tanto no vamos a dar pedales. Pero como no lo sabemos, paramos a solucionar el problema acumulando todavía más retraso.
Enseguida comenzamos una subida larga, tendida al principio pero que se va “encabronando” con el transcurso del pedaleo cada vez más lento. Culminamos esta rampa para llegar a un altiplano por encima de los 900 metros de altitud (ahí es nada), nos acompaña espectacular y abrumadora una frondosa vegetación de monte bajo perfilada sobre el abrupto relieve de la montaña, el camino aquí serpentea el monte dibujando un idílico paseo para aquellos afortunados que encuentren el ascensor de subida y se ahorren la dura rampa que hemos dejado atrás.

Serpenteamos con el camino y pasamos por un torrente que por lo visto en la vegetación que lo invade en fechas recientes habrá bajado con mucho caudal, esta vegetación sirve de alfombra para unos chopos que a lo lejos nos regalan su colorido abrigo otoñal verde y amarillo antes de despojarse de sus hojas para pasar el duro invierno en estas altitudes.
Tan felices estamos en este paseo cuando comienza una nueva rampa, ya nos vamos acostumbrando a este tipo de terreno rompe piernas así que comenzamos la pendiente con más alegría de espíritu que de piernas, esta alegría pronto se desvanecerá tras la primera curva tras comprobar que lejos de acabarse, sigue empecinada hacia arriba cada vez con más fuerza, pues nada a seguir toca, pero las piernas ya comienzan a dar los primeros indicios de motín y piden a gritos un descanso que no llega, la respiración se hace cada vez más tosca, menos fluida y con menos capacidad de oxigenación, ni siquiera tenemos aliento para beber agua y la rampa lejos de aflojar se encumbra todavía más. Pasados unos momentos, otra curva nos llevará a la dura realidad de ver que esto está lejos de acabarse y no solo eso, sino que sigue subiendo. Hace rato que perdimos la cadencia de pedaleo y con ella, la respiración, el avance es lento, a golpe de riñón, no hay postura cómoda sobre la bici y comprobamos con impotencia como tan solo avanzamos a 4.5km/h., la única parte positiva es que el camino está en muy buen estado y esto hace que no tengamos que ir esquivando piedras y roderas como en otras ocasiones, por lo que solo queda dedicarse a pedalear con esmero y con más voluntad que ganas y fuerzas, visto lo visto todo es cuestión de orgullo.
Por fin vemos tras una curva el final de la rampa, en una recta, como regalo de despedida esta aún se empina más si cabe en los últimos 30 metros. Ya no sé ni en qué pensamos en esos momentos, solo se trata de dar pedales y acabar cuanto antes el calvario y entonces, al borde del agotamiento y del abandono surge el pensamiento total “si la Rodana no ha podido con nosotros esto tampoco” y con este pensamiento llegamos al final, ¡¡¡si, vamos, ya estamos, por fin!!!. Y dejamos caer la bici, notas como tiembla todo tu cuerpo, incapaces de mantenernos en pie también nosotros nos dejamos caer al suelo sin importar lo que hay debajo, intentamos recuperar la respiración para poder echar un trago de agua y desde el suelo vemos el camino que sigue adelante y poco más allá aparece otra subida, el castigo físico y mental que experimentamos a estas alturas de recorrido es importante pero no cabe otra. Tras unos instantes de recuperación seguimos y llegamos a esta nueva subida, no es tal, tan solo un pequeño repecho pero con el desnivel acumulado en nuestras piernas estos pequeños repechos ya nos hacen mucho daño. Ahora el camino se torna pedregoso y de aspecto típico a la cota de altitud que nos encontramos (990 metros).
Aunque el camino es ancho, si este mismo terreno fuera más estrecho sería una trialera preciosa, no la tildaremos como tal aunque siga siendo precioso, ya que este terreno sacara a relucir las mejores cualidades de nuestras maquinas en cuanto a comodidad se refiere, y contentos con ellas vamos ganando velocidad a medida que el firme se desnivela mínimamente a nuestro favor.
Pronto abandonaremos este terreno para entrar en una pista ancha y por fin con la pendiente más pronunciada. El video no estaba en marcha y con la velocidad es todo un reto intentar hacerlo funcionar sin parar, entre frenazos, trazadas complicadas y recolocaciones de la bici conseguimos grabar los últimos tramos de la bajada, esta nos lleva a otro impacto paisajístico, una catarsis de colores difíciles de olvidar y que a buen seguro impregnará nuestras retinas por mucho tiempo.

Nos sabemos afortunados de estar contemplando tan grandiosos paisajes y más afortunados de saberlos apreciar en toda su grandeza y esplendor, nos faltan calificativos, es sencillamente magnifico poder tener esto al alcance de la mano, los más inmensos espectáculos naturales que para hacerlos más grandiosos además son “gratis” nadie nos cobra por ellos, (todavía) y lejos de cuidarlos, promoverlos y protegerlos los estamos destruyendo en “aras del progreso” ese progreso que llamamos urbanizaciones y campos de golf para el disfrute de una inmensa minoría o bien más carreteras y ciudades más grandes con más ruido y contaminación, y esta evolucionada sociedad en todo su saber y grandeza llamamos a “eso” progreso…, bien. Disfrutemos del momento mientras podamos y hagamos todo lo posible para preservar tan hermosos lugares, poco más está a nuestro alcance.
¡¡Uf!! Que a gusto se seda uno después de sacar la porquería que nos corroe por dentro y de poner un pequeño grano de arena por la conservación de la naturaleza. Seguimos con nuestra ruta.
Mirando el cuenta kilómetros somos conocedores que se acerca del final, el track del GPS así nos lo indica y esto es algo que nunca falla, todo un alivio a estas alturas.
Acabamos de bajar esta pendiente con una frenada final en la que cerca estamos de vernos en una montonera y que al final la pericia de las muchas frenadas acumuladas hacen que podamos esquivar. Una nueva subida, repecho fuerte para empezar y luego cuando creemos estar en el llano vemos que el avance es lento y dificultoso, una simple mirada hacia atrás nos dejará ver la realidad de la pendiente suave y tendida que estamos subiendo y que se agarra cual perro de presa en nuestras castigadas piernas.
El final del camino pedregoso nos conduce a una carretera que nos hace barruntar de nuevo la cercanía a la civilización, tras haber rodado por caminos solitarios que nos han permitido de nuevo escuchar el “sonido del silencio” acompañado de las más bellas estampas otoñales de montaña, todo un lujo para los sentidos que tardaremos en olvidar.
Llegados a este punto surge la pregunta ¿derecha ó izquierda?, el sentido común y poder de orientación de los más hábiles en estos menesteres indican claramente derecha, duda que disipa ipso facto el GPS que avala sin dudarlo la decisión humana.
Tomaremos pues la derecha y enseguida a la izquierda para seguir la carretera durante unos kilómetros rodando con el 44 dientes ¡ qué gozada !
y que nos llevará al camino por el que iniciamos esta andadura. Al entrar en el camino, la última pendiente del día que coronaremos nos permitirá dejarnos caer cuesta abajo hasta llegar al coche.
Hoy la felicitación entre el grupo a pie de remolque será especialmente eufórica, pues el cansancio acumulado y las notablemente mermadas fuerzas solo comparables con los agotados depósitos de nuestras camel back, ha provocado que tuviéramos ganas de terminar la ruta, eso sí, con la plena satisfacción de que todo lo vivido en esta apacible y hermosa mañana de sábado a merecido la pena hasta el último gramo de las fuerzas consumidas.