sábado, 20 de noviembre de 2010

Crónica Santa Bárbara – La Vallesa

"... lo esencialmente interesante no está solamente en la belleza, en el paisaje desconocido y sorprendente, sino también en el individuo: "el paisaje es uno mismo" se ha dicho; y es verdad, un panorama o un punto de vista ante cien espiritus, dan cien resultados distintos."
Andrés Espinosa

Esta ruta había sido acordada como de costumbre la semana anterior como siempre solemos hacer al acabar la jornada de pedaleo mientras nos tomamos unas birritas. Estre track lo había ido puliendo poco a poco desde el verano pasado cuando me puse a hacer rutas por La Vallesa en busca de nuevos caminos que recorrer y ofrecer posteriormente al grupo en pleno. Tras un par de vueltas de tuerca, la hice llegar hasta Llíria para meterle un poco de rampa y a la vuelta, poder visitar un hermoso lugar como es el castillo de Benissanó.
Entre una cosa y otra no la habíamos hecho todo el grupo, tan solo Salva y yo la hicimos este verano un día que Luis no pudo venir. Por fin hoy nos poníamos en marcha para concluirla con la falta del benjamín del grupo, así que habrá motivo para repetir en otra ocasión.
La fría temperatura de la noche anterior hacía preveer una temperatura todavía más baja al inicio, pero la ausencia de viento y el sol matinal elevó la mínima lo justo para hacernos rodar de inicio mejor de lo esperado. Aun así vamos al tran tran los primeros kilómetros calentando la musculatura. Bajamos el bike-pass viendo como el firme no acaba de recuperarse por el paso de las motos que van abriendo nuevas rodadas. Eludimos la rampa detrás de Aguas Potables y nos metemos por el riíto apelando a la poca gente que hay a estas horas y con esta temperatura que ya empieza a dejar en casa a los más frioleros o a aquellos que piensan que las bicicletas son para el verano.
Disfrutamos de este placido paseo que ya hacía un tiempo que teníamos abandonado y disfrutamos, como siempre, de las postales que nos ofrece. La humedad del río y las sombras bajo los árboles impregnan el ambiente de una suave bruma que crea paisajes difusos.
En tierra, las marchitas hojas de los árboles se maceran con la humedad y retroalimentan las plantas de las que acaban de caer, compostaje natural en estado puro. De allí emana un aroma dulzón no agradable para todos pero sí para aquellos que amamos la naturaleza y sentimos ese paso esencial que se está produciendo. Seguimos pedaleando cuando no paramos a fotografiar las postales pre navideñas.
Claro, es que esta ruta no la tenemos suficientemente documentada y necesitamos fotos. De las más de 4000 que tendremos del río solo nos falta esta, pero enseguida acabo y continuamos. Llegamos a Traver y salimos del camino del parque hacia Monte Alcedo. Nos cruzamos con un grupo de jinetes que han encontrado en el río el lugar ideal para montar. Esto hace que poco a poco se vayan abriendo sendas entra la vegetación y al final se creará una red de caminos por los que poder huir del “monótono” camino principal. En la rotonda giro a la izquierda y nos metemos por la avenida arbolada picando hacia arriba. El Mas de Alzedo parece restaurado y convertido en salón para banquetes o algo parecido. El caso es que han dejado muy apañada la fachada. Rodamos bajo los enormes pinos que dan sombra a esta calle y llegamos al final. La zona nueva sin estos gigantes acaba junto al stop, cruzamos y bajamos al inicio del barranco, giro a la derecha y remontamos a la zona más alta de la urbanización. Por aquí hay un vértice geodésico, cuando se entere Salva ya está diciendo de venir otra vez a buscarlo. Callejeamos hasta la carretera de L’Eliana, derecha y enseguida izquierda. Bajada por asfalto y luego por camino hasta la carretera de La Pobla. Cruzamos y por detrás de la zona urbanizada pero aún sin construir nos dirigimos hacia el camino de Benaguacil.
Este camino nos presenta otra perspectiva de la huerta y de viejas casonas de labranza que tantas historias de esta tierra podrían contar. Llegamos al pueblo y lo cruzamos por pequeñas calles en dirección al polideportivo. Ya allí buscamos el paso inferior de la autopista y salimos a los campos del lado de Benissanó. Sant Miquèl se hace presente en cada pedalada y va llenando todo nuestro campo visual conforme nos acercamos a Llíria. Cruzamos el pueblo callejeando por las estrechas calles del centro.
Casitas blancas de una o dos alturas en un laberinto de calles que conforman la parte antigua de la vieja Edeta, o al menos eso imaginamos con la retina aún impresa por la visión de la iglesia de La Asunción que nos hace retroceder en el tiempo. Luego giramos a la izquierda para coger la calle que sale hacia el camino de Vilamarxant y enseguida encontramos la subida a Santa Bárbara. Es hora de soltar los caballos. Pasamos entre los postes de hierro queriendo tomar todos la delantera. Oigo el quejido del cambio de Salva que lo fuerza repentinamente, este suena como una carraca y pienso en Andy Schleck intentando el hachazo, pero al mismo tiempo oigo como la cadena se queja pero no se sale, engrana en la afilada dentadura del plato pequeño. Esa décima es la que me da la ventaja para acelerar dos pedaladas que me distanciarán de él y me permiten adelantar a Luis que quizá no pensaba en un ataque o quizá pasa de jugar a ciclistas.
Con las intenciones de Salva detrás de la oreja me pongo un ritmo exigente y aprieto los dientes para mantenerlo. Tiro con fuerza del manillar para ayudarme en cada pedalada. Corto el vaivén del amortiguador cerrándolo y piso con fuerza sobre los pedales. La respiración detrás de la oreja no es mía. Así que tienen que ser ellos que vienen apretando. Me apoyo en los paisajes de La Calderona para desconectar de la exigencia del esfuerzo y deseando llegar arriba para gozarlos en su plenitud. Curva a curva voy sacando milímetros pedal, milímetros que cada vez les cuesta más recortar. Lo sé. Pero también sé que son capaces de pegar un acelerón y comerme el terreno, así que no puedo relajarme. En plena subida he llegado a ver picos por encima de 15 km/h. de velocidad, aunque la media no ha bajado de 11. Llego arriba jadeando, luego llegan ellos.
-¿estamos locos o qué? Me he puesto a 170 pulsaciones
-A mí me ha saltado la cadena al empezar la subida, que si no hubiera atacado
-Y yo te he oído y he pensado que esta era la mía.
En fin, que nos hemos comportado como chiquillos… o peor. Pero un poquito de emoción de vez en cuando no está mal. Meternos rampa al menos una vez por ruta nos da “un puntito de alegría pal cuerpo”. Dejamos que el cuerpo recupere del esfuerzo y retome su ritmo normal y almorzamos contemplando los cambiantes cuadros de La Calderona iluminada por las oscilantes luces del sol entre las nubes.
Una juguetona ardilla hará nuestras delicias trepando por la fachada de la ermita y reclamando su cuota de “clics” que recibirá de buen agrado. El café llega en el momento que el frío comenzaba a apoderarse de nosotros, y es que ya lo dice el refrán “ El hombre valiente, después de comer frio siente….” y con este pequeño golpe de calor nos ponemos otra vez en marcha para iniciar el regreso, que es, mayormente, la parte nueva de la ruta.
Cruzamos toda Llíria hacia la salida de Benissanó.
En la gasolinera giro a la derecha y por los campos junto a los que hemos venido volvemos atrás. Luego cogemos un camino a la izquierda marcado como PR que lleva directo a Benissanó. Rodeamos el castillo, como ya hicimos este verano pasado, para admirarlo en todo su conjunto. Es tan impresionante que no te cansas de verlo. Hoy la foto de grupo no podía ser en otro sitio.
Salimos del pueblo bajo el arco del portal de Valencia y nos dirigimos al P.I. y la CV 50. Cruzamos por el puente y ya al otro lado rodamos por un camino entre naranjos que fue la improvisada carretera cuando acondicionaron la carretera de Benaguacil a La Pobla. En la rotonda cogemos el caminito elevado hacia el metro. En la estación a la izquierda hacia L’Eliana pasando por delante de la depuradora. El viento nos empuja en todo este tramo de vuelta por lo que a poco que damos pedales la velocidad se incrementa de forma considerable. En seguida entramos en las urbanizaciones de L’Eliana. Un autentico laberinto de calles y giros a derecha e izquierda hasta llegar a la estación de metro. Bajamos a la derecha de la vía por otra urbanización metida en medio de la pinada.
Por la calle Serra giro a izquierda para cruzar el barranco por una pasarela y pasar por debajo de la vía que ahora dejaremos a nuestra derecha. Pasaremos por el parque y de allí a cruzar la carretera que nos adentra en La Vallesa. La parcela recién urbanizada está a la espera de que le hinquen el diente con los primeros chalets, la piel negra de asfalto ya ha matado para siempre la polvorienta cubierta de esta pequeña parcela de bosque que poco a poco deja de serlo. Bordeamos entre la vía y los chalets los linderos de La Vallesa sin saber muy bien los límites y sin acabar de decidirnos sobre si es un bosque o un jardín grande. Las enormes torres de alta tensión marcan el camino a seguir por un momento. Luego entramos entre los pinos y curveamos en un tramo divertido sin más visibilidad que el propio sendero. Otro camino de coches, más chalets, otra vez entre los pinos hasta llegar al portalón de La Vallesa. La enorme puerta de hierro muestra un grandioso trabajo de forja que con el paso de los años se deteriora y oxida bajo las exigentes condiciones ambientales. En lo alto del portón un escudo de armas indica su origen pero a día de hoy aún no hemos conseguido saber su pertenencia (pensamos pudiera ser de la familia Trenor).
Seguimos intrigados con el qué será esta parcela que parece un bunker. Ahora si que estamos de lleno en el bosque y los caminos se cruzan entre sí haciendo que todos los caminos conduzcan a todas partes. La diferencia está en que algunos de ellos están realmente “reventats”. La cantidad de piedras y raíces hacen algunos casi intransitables. No será el caso de los que tomemos hoy ya que ruta a ruta hemos ido seleccionando los que presentaban mejor ciclabilidad y además ofrecían tramos divertidos. Volvemos hasta la vía para cruzarla y llegar a la parte del bosque más cercana a Manises. Esta fue la primera parte que conocimos de La Vallesa. Con la “meadrina” haciendo estragos en algunos de nosotros mientras otros se descojonan de los acuciantes efectos de tan inverosímil ingrediente de nuestra dieta, forzamos la enésima parada como ya pasara en otra ruta no hace muchas semanas. Aliviados hasta puntos insospechados retomamos los pedales para hacer la parte que eliminaremos en posteriores rutas. Regresamos pegados al By-pass hacia Paterna, luego pegados a la CV-30 hasta el puente del aeropuerto que nos adentrará en Manises. Este tramo solo tiene un par de miradores sobre el río que si estás en el camino merecen la pena, pero hacer este camino para verlos no es lo que recomendamos.
Además hay una rampa junto a la balsa de riego que está en peores condiciones que cuando la subimos por primera vez ya hace algunos años y que no es ciclable ni para bajarla, a no ser que quieras jugarte la jeta en una más que posible caída. Ya en la base rememoramos las bondades de esta ruta y rápidamente olvidamos, bajo los efectos reconstituyentes de la cerveza, la parte fea del camino.
Marcamos como ruta apta esta alternativa y discutimos cuales serán nuestros pasos la semana que viene. A no tardar mucho estaremos de vuelta por el blog con algo nuevo que contar.
Track en Rutes de Roda i Pedal.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Crónica Pla de Lluc- Mirador de L´Abella-Ventisquer

"Los amigos: una familia cuyos individuos se eligen a voluntad". Jean Baptiste Alphonse Karr
Se volvía a cumplir parte de la tradición de que el sábado del gran premio de motociclismo en Valencia nosotros hacemos una ruta con el remolque. Esta vez sin embargo y por aquello de introducir novedades, no fuimos por la A-3 como en años anteriores. Hoy nos esperaba otra vez La Calderona en una ruta semi nueva que deseaba mostrar al resto del grupo, al menos los que estuvimos en la partida.
De las dos alternativas que teníamos elegimos la que a priori parecía algo más dura ya que además no tocaba nada de carretera y por lo tanto ni un gramo de asfalto. Llegamos al parking de Pla de Lluc sin contratiempo, ya allí temimos, por un momento, quedarnos sin aparcamiento debido al llenazo. Parecía que regalaban una subida a la montaña o algo, que pasada de coches y de bikers. Empezamos a pedalear y enseguida me asaltó la duda de qué contar. ¿Qué podía contar que no fuera lo mismo que relaté la semana pasada cuando hice esta misma ruta en solitario? Y simplemente me tenía que dejar llevar, La Calderona se encargaría de contarme su historia. El camino era el mismo pero las sensaciones no. Las emociones distintas. El paisaje igual pero cambiado.
Con esos minúsculos e imperceptibles cambios para la mayoría de nosotros, pero que hacen que la montaña evolucione, esté viva, envejezca y rejuvenezca a la vez con cada soplo de viento, con cada erosión de su piel rojiza abrasada por el sol. Hoy sentía algo distinto, hoy podía expresar lo que me inspiran estas montañas y obtener respuesta. Podía hablar con mi gente, con aquella que quiero a mi lado para compartir estos momentos. Aquellos a quienes yo elijo para estar aquí con ellos y que no son una imposición. Y eso hacía la ruta diferente. Eso me daba algo nuevo que contar.
Volvía por cuarta vez en dos semanas a recorrer esta sierra con la misma ilusión que la primera vez y ya estaba pensando en los nuevos caminos que sobre el papel ya le he arrancado a la montaña, ansioso de recorrerlos y trazarlos para poder evaluar si son o no aptos para el grupo. Pasamos el conocido camino de subida y nos dirigimos hacia el nuevo camino a explorar. A las primeras rampas el calor obliga a quitarme la chaqueta igual que me pasó el miércoles en estas mismas montañas, y empieza el cachondeito de que si ya voy casi de riguroso invierno cuando hay quien en el grupo luce la misma ropa que el pasado mes de agosto…, y es que las sensaciones térmicas son muy personales y hay que rodar como mejor se sienta uno mismo, esa es la máxima que hay que aplicar.

Entre tanto somos superados por un pelotón que se disgrega a lo largo del camino. Tarde o temprano nos hubieran alcanzado debido a las innumerables paradas fotográficas que realizamos a la vera del camino, hoy aunque las luces están muy contrastadas, pero una atmósfera diáfana y el viento en completa calma, sumado al ambiente fresco, aporta si cabe, una pizca más de belleza a las ya de por sí, magníficas vistas. El resultado es obvio, clicks y más clicks, aunque eso sí, muchos de ellos en marcha y cuyo resultado muestra lo depurado de la técnica fotográfica que hemos alcanzado, eso sí, algún día puede que al fotógrafo le cueste una castaña del 8 tanto atrevimiento.

Bien, conforme vamos ganando altura vamos encontrando nuevas excusas para parar y hacer la foto que nos faltaba, aquella que dirá mejor que ninguna lo que es el camino, la ruta, las sensaciones, los sentimientos. Pero ese pensamiento es tan efímero como el tiempo de pedaleo continuo, durará hasta la siguiente parada. Nos siguen pasando bikers. Hoy todos han decidido venir por aquí. Bromeamos sobre no haber dado media vuelta a la llegada al atestado parking del Pla. Ahora lo hacemos sobre si tendremos que pedir turno en el mirador de L'Abella para disfrutar de sus vistas y luego para almorzar, entre estas y aquellas se nos ha olvidado reservar piedra para tres.

Seguimos avanzando levantando la vista para observar como asciende el camino entre sol y sombra y seguimos disfrutando de los paisajes. Como si aceleráramos la imagen hacia adelante llegamos a la fuente de L'Abella con su correspondiente parada fotográfica, entre esta y el mirador aún pararemos 3 veces más.
Por suerte la próxima vez que vengamos no tendremos que hacer tantas paradas pues ya tendremos perfectamente documentada la ruta, bueno, eso siempre que consigamos que Salva no saque la "Nikoleta" a pasear… difícil misión.
Llegados casi arriba observamos la gran hoya que forma la montaña cerrándose sobre sí misma en un relieve abancalado en toda su altitud, nos muestra como estos lares ya estaban trabajados desde tiempos remotos.
Vemos el camino curvear, ciñéndose a la figura de la ladera que cae en pendiente hasta formar el barranco allá abajo. Volvemos a ponernos en marcha para llegar por fin al camino que, a la izquierda y con el firme muy bacheado, llega hasta el mirador.
Recreamos la mirada en el paisaje opaco y pesado, velado por la bruma en el distante Este fundido con el mar. No así en los horizontes cercanos. Las montañas a nuestro alrededor se muestran con nitidez al igual que las vistas hacia el interior del valle. En estos puntos la atmosfera menos cargada de humedad no oculta los paisajes. No sabemos a donde mirar de tanto que hay que ver.
Pero es momento de ponerse nuevamente en marcha ya que aún nos queda mucho que subir y que bajar... y que parar a hacer fotos, y con el ritmo que llevamos nos van a dar las campanadas. Iniciamos la bajada, la loca bajada, que pronto se adentra en la sombra que proyecta la montaña sobre el camino. Tanta umbría que el contraste con el fondo iluminado nos hace un efecto túnel que nos ciega por un instante, justo ese en que la humedad de la vegetación nos refresca más que el viento que removemos por la aceleración. El inicio está en perfecto estado y pronto pasamos el desvío a derechas que tomé la semana pasada investigando el camino y que resulta ser una senda no ciclable; hoy seguimos recto en lo que será un nuevo tramo para todo el grupo, al menos los que hoy estamos.

Curveamos con decisión sintiéndonos seguros del agarre de las ruedas sobre el camino. Hacia el final la senda se complica un poco con algo de gravilla y algunas piedras sueltas, nada preocupante en todo caso. Y así desembocamos en el camino de la fuente de La Gota. Este si que está machacado, tanto como lo recordábamos. Pero rodar por este camino y en este tramo es una pura gozada. Todo en sombra. Tanto de la montaña como de la arboleda que crece a orillas del torrente y que tiene agua prácticamente todo el año. Y los aromas... los verdes intensos que nos envuelven… simplemente delicioso. Tanto que ya estamos pensando en comprar un grabador de aromas para estrenarlo aquí.

Pasada la fuente llega la parte más descarnada del tramo y como siempre en subida. Inmediatamente giramos a la derecha, casi me meten cuneta cuando les aviso de que "comienza puerto".
-Cacho cabrón y que es lo que hemos hecho hasta ahora?
Para una subidita de nada que además hemos recuperado bajando hasta aquí van y se quejan, jeje. Nos ponemos otra vez a ritmo de parada cada pocos "metros pedal". Aquí la pila del "Treki" se muere, como Luis lleva a "La Martita" en plena forma no paro a cambiar pilas, ya sacaremos los datos de allí. Que si unas rocas, que si la luz entre los árboles con efecto radiografía, que si el camino, que si ponte recortando en silueta. La "Nikoleta" está como loca de contenta, ya hacía semanas que no se lo pasaba tan bien. A todo esto Stendhal se agarra fuerte a la chepa para no caerse.
Volvemos a encontrar un firme en buenas condiciones. Las rampas, igual que la subida de L'Abella no son portentosas, no nos ahogan en ningún momento. Son tendidas pero constantes y con una buena cadencia y jugando con los desarrollos no hay mayores problemas, pero eso sí, hay que subirlo. Nos acercamos a La font del Berro, otra vez los aromas... el "eau" de "monte" nos embriaga... y eso que aún no hemos llegado a la parte que están desbrozando allá arriba, allí, los intensos aromas de los pinos secándose al sol y la resina emanando efluvios impregnan la atmosfera, que se adhiere pegajosa a nuestras fosas nasales.
Aquí vuelve a ser la humedad junto a la fuente la responsable de estos perfumes. Pero la rampa no afloja y estamos aún a mitad de esta subida. Volvemos a darle al avance para llegar arriba de este camino. En el collado de La Morería se junta con el camino de subida desde La Cartuja que algo más abajo se juntaba con el camino del Campillo que es el que hoy bajaremos. A la derecha surge otro caminito cortado por una cadena que sube hasta la torre de vigilancia forestal, o mejor dicho exvigilancia forestal, ya que está o parece estar en estado de abandono. La cadena cerrando el paso parece augurar lo que te espera si decides subir, ver: http://bikepedalvalencia.blogspot.com/2010/10/plalluc-miradorlabella-cerrolamata.html
Nosotros en cambio giramos a la izquierda para llegarnos hasta el desvío junto a La font del Poll. Allí nuevo giro a la derecha y empieza otra rampa de las buenas. Camino en subida y roto hasta el empalme con la subida definitiva a Rebalssadors. Subida, subida, subida y más subida, todo son pequeños tramos, caminos dispersos pero siempre hacia arriba. Salva dice que a ver cuando inventan una subida que baje, aunque sea un poco.
Antes les he metido una y solo les ha faltado abuchearme. Es la parte de toda la ruta más rota y destartalada que encontraremos hoy. Vamos tan juntos que una mala trazada de uno y acabamos todos parados, así que doy "un poquito de power" buscando otra trazada. Tiro de potencia para salvar la rodera y continuo ese ritmo para asegurar la velocidad que mantenga la estabilidad. Miro atrás y veo que les he sacado unos metros, en mitad de la subida es mal lugar para parar. Como me encuentro bien sigo a ritmo superando obstáculos en el camino, ya nos reagruparemos arriba en el llano. Volvemos a encontrar a parte del pelotón que nos adelantó subiendo, ellos ya están bajando, a nosotros aún nos queda el bocata, la cerveza y el café que quitarán peso de la mochila, justo cuando lleguemos arriba. Cargados para subir, de vacío para bajar, lo nuestro no tiene remedio. Encontramos arriba un bonito panorama de fondo: la pinada en primer lugar, sobre ella un mar de bruma que da la sensación de una inversión térmica, y, asomando por encima de todo la cumbre del Montgó recortado sobre el cielo. Con esta pincelada en la retina nos dirigimos hacia la antena para encontrar acomodo en unas piedras con vistas al valle. Al final no ha hecho falta reserva y hemos podido disfrutar del almuerzo con un marco incomparable. A poco que nos levantemos de nuestros improvisados asientos tenemos una visión de 360º de montañas. Montañas por todos lados... y es que las burras, ¿o era la cabra aquello que tiraba al monte?

Desempaquetando la segunda tarjeta de memoria para la cámara o casi, nos ponemos en marcha para llegar al nevero llamado "El Ventisquero" uno metros normales más allá.
La discusión ahora surge por el tamaño de esta nevera, que si es más grande la de Sierra Mariola, que si no, que si sí, no nos ponemos de acuerdo y nos subimos a las bicis para dirimir la discusión en plena bajada. Nos aseguramos de que sabemos por donde tenemos que bajar para no tener que consultar la pantalla en pleno vuelo rasante y despegamos.
El ruido de las ruedas aforrándose a la gravilla es todo lo que oímos. Las suspensiones botan y se comprimen para lanzarse hacia afuera e intentar reconquistar el terreno perdido. Los frenos agarran los discos como un clavo ardiendo y tenemos que soltar para que refrigeren. Los brazos son dos mástiles que mantiene la dirección firme por la trazada precisa. Dejamos atrás los cruces de caminos que antes hemos ido tomando y nos dirigimos rápidamente a la bajada final. La entrada en este camino ya es en bajada por lo que vamos con una buena velocidad. Seguimos subiéndonos al minúsculo peralte exterior para no tener que frenar tomando la curva por el vértice, el riesgo de esto es que si la curva se cierra o hay alguna piedra tenemos menos margen de reacción, pero si entramos por dentro casi seguro que nos vamos a la mediana y nos comemos la acumulación de graba que se hace allí. De todas formas vamos observando la trazada de Luis para copiarla o bien cambiarla si lo vemos botar mucho, es la ventaja de ir detrás; el inconveniente es que si dura más la bajada de hoy me ahogo con el polvo del camino. Cambiamos la vertiente del barranco de Porta Coeli por la vertiente del barranco de Rubio. Esta impresionante hoya se cierra casi sobre si misma y el camino es visible desde cualquier punto, así que a la entrada ya vemos que aún nos queda un buen tramo para deleitarnos bajando con velocidad y trazando con precisión, pero la salida de la última curva a la izquierda marcará el principio del fin de esta bajada. Aún queda un tramo pero es más recto y se acaba con rapidez. Llegados al final no podemos disimular la sonrisa dibujada en los labios por la emoción del descenso. El camino hacia el parking es un constante repasarnos en que adquiriremos mayor velocidad que en la bajada, eso si, dando pedales de lo lindo.
Llegamos con el ritual saludo y cargamos las bicis para terminar con los estiramientos de rigor. Por la carretera veremos innumerables coches cargados con las bicis que suponemos vienen también de donde nosotros. Solo queda repasar la ruta en el R.C. bien acompañados por el líquido elemento. Los datos dirán el resto y aquí os lo contaremos.
Track en Rutes de Roda i Pedal