viernes, 11 de enero de 2008

El Caroig

“Las puertas de la montaña me abren una nueva vida que no tendrá fin”
Ruskin


“Caroche puede considerarse como el centro y punto de unión de todos los montes esparcidos por El Reyno de Valencia. Con estas palabras definió Cavanilles a finales del siglo XVIII, el macizo del Caroig tras su ascensión a la cumbre desde Bicorp por la Rambla de la Molinera. Aunque desde el punto de vista geográfico ocupa el sector central de nuestro País, la impresión que debió causar al ilustre botánico y viajero, fué el de su aislamiento y elevación sin montañas que lo cerquen, pudiendo dominar desde lo alto una gran parte de nuestro territorio desde Castellón hasta Alicante. La inmensa plataforma caliza del Caroig cuyo punto culminante alcanza los 1126 mts, es un altiplano irregular profundamente recortado por sus bordes y rodeado de una compleja red de barrancos y estrechos cañones fluviales, que junto a la muela de Cortes, forma parte del gran desierto valenciano, tal y como lo llamó Cavanilles, la extensión más grande de la Comunidad y una de las mayores de la Península sin espacios habitados.”
José Manuel Almerich Iborra,
“Caminos, parajes y paisajes abiertos al Mediterráneo”
De locura. Pero, ¿lo conseguisteis? –preguntará alguien en el futuro- ¡¡¡claro, somos Roda i Pedal!!! Sí, ya estamos con nuestras películas, o tal vez no, pues lo que vamos a contar es nada menos que “la conquista del Caroig”.
¿Tú has subido el Caroig? Pues a esto te retamos.
Desde hacia tiempo estaba todo bien planificado. Habíamos estudiado distintas rutas de ascenso. La primera partía de Ayora y tras llegar a Teresa de Cofrentes por la CV330 acababa ascendiendo al Caroig para volver de nuevo al punto de partida. Sus 54 km se podían ciclar en un tiempo total de entre 6 y 8 horas. La segunda de las rutas, conducía al Caroig desde La Canal de Navarrés en lugar de La Vall d´Aiora, teniendo a Bicorp como punto de partida y llegada. A pesar de saber que la segunda opción era más dura por los constantes desniveles de la primera parte del recorrido, nos decantamos por ella valorando la belleza del paisaje, la abundante vegetación que todavía existe en las vertientes bajas de la Muela de Cortes por las que discurre parcialmente y también porque dado que en esta época del año el Sol se pone prontito, la duración de esta ruta era, sobre el papel, algo menor.
Ahora solo necesitábamos hacer coincidir un fin de semana libre de Kike con buen tiempo, y esta semana, para empezar el año conseguimos la carambola. Y allá que nos fuimos con el remolque cargado y toda la ilusión del mundo en el zurrón.


El sol aún no había asomado cuando emprendimos el viaje hacia Bicorp, nos quedaba más de hora y media hasta llegar, por lo que dejándonos guiar por “Marta” (así denominamos cariñosamente a nuestro navegador) viajamos dirección sur para ver salir el sol en plena autovía.

Esas primeras luces parecían incendiar el horizonte Este al teñir de rojo las blancas nubes contra el intenso azul del cielo.
A medida que avanzamos por carretera, vamos reconociendo las formaciones montañosas que se nos van presentando conforme nos acercamos a nuestro destino. Todas ellas parecen invitarnos a intentar coronarlas, ese reto lo iremos cumpliendo poco a poco, hoy solo tenemos oídos para dejarnos embaucar por los cantos que embelesadores nos lanza el Caroig.
Y es que no es para menos, porque el viaje al macizo del Caroig (o Caroche en su versión castellanizada) es un viaje hacia el corazón del viejo Reino de Valencia, al punto donde confluyen todas sus montañas, un lugar con mucho de mágico. Y para sentirlo no hay que ser especialmente místico, tan solo pedalear y/o andar. Ernesto Sanz, viajero empedernido por tierras valencianas, escribió atinadamente que cuando Cavanilles describió al Caroig como el centro del Reyno, no estaba realizando tan sólo una observación geográfica sino tratando de compartir la extraña sensación que sobre el viajero produce esta emblemática montaña. Quien emprende su camino hacia el coloso sufre el estremecimiento que provoca estar acercándose mucho al cielo y simultáneamente alejándose de todo lo demás, a lo que contribuye la desoladora despoblación del paraje, uno de los grandes desiertos humanos no sólo de la Comunidad Valenciana sino de toda España. Muchos lugares por los que el viajero transita en su ascensión parecen ajenos a todo lo humano. Numerosas leyendas dan cuenta de esta impresión a la que se ve sometido el que sube al Caroig. Dichas tradiciones orales o narraciones populares sitúan en este enclave y en casi todas las épocas una pléyade de magos, brujas, endemoniados y luciferes varios. Incluso en la actualidad hay quien cree que la montaña encierra secretos sobrenaturales (junto al Montgó y Penyagolosa). No es en absoluto nuestro caso pues opinamos que esto es fruto de la fuerza natural del entorno, una fascinación particular derivadas de la “magia” y el “encanto” propias de la naturaleza en esta imponente montaña valenciana.
Citando de nuevo a Cavanilles, “Hállase Caroche como en el centro de un desierto, y sobresale entre las montañas que lo cercan. A cuatro y seis leguas de distancia parece mayor su altura que en las inmediaciones; semejante en esto a Peñagolosa, y en quedar su cumbre muchas veces ocultada entre las nubes. Esta debió ser en otro tiempo redondeada, porque el monte entero es de naturaleza caliza: hoy presenta una llanura con algunas lomas, y tal qual monumento debe haber sido mayor su elevación en otros siglos”.
Como podemos leer en la dirección Web que apuntamos a continuación, (http://www.ecologistasenaccion.org/spip.php?article7814), donde por cierto también se pide apoyo para la declaración como Parque Natural, el Caroig “Por su localización privilegiada ha sido testigo y enlace de relaciones sociales, culturales y económicas entre los diferentes pobladores y culturas del entorno próximo, entre la Meseta Manchega y el Levante Valenciano, entre el mundo Ibérico y el Bético. Como bien dice Cavanilles, es centro y unión porque se encuentra ubicado entre las estribaciones de la Cordillera Ibérica, al Norte, y las Cordilleras Béticas, al Sur, participando de las características comunes de ambas, y es precisamente este punto de encuentro el que presenta una gran complejidad.
Es una inmensa región natural, de unos 2.350 km2 de extensión, escasamente alterada por su alto grado de despoblamiento, de intrincada orografía, con sus diferencias notables de altitud, desde los 200 m. hasta su cima más emblemática, el Caroche, con 1.126 m., con sus diferencias climatológicas también notables, lo que a su vez implica un alto grado de diversidad en flora, fauna, suelos, vegetación y, cómo no, en paisaje, con una variada e interesante componente geológica, desde volcanes, fosas tectónicas, plataformas tabulares, sistemas lacustres fósiles, etc.
Y no hay que olvidar el importante patrimonio que encierran estas tierras, de gran interés científico y cultural. Desde yacimientos paleontológicos, pasando por restos arqueológicos, pinturas rupestres, poblados y asentamientos diversos (ibéricos, romanos, musulmanes), hasta el legado más actual, castillos, iglesias, ermitas y palacios,... y elementos cada vez más valorados de la arquitectura rural (cucos, masías, caleras…), sin olvidar el rico patrimonio forestal que contiene (montes públicos, vías pecuarias, caminos de herradura, sendas…) conforman el importante caudal patrimonial de la zona.
Debido a su gran extensión, realiza importantes funciones naturales que influyen, directa o indirectamente, sobre la economía local y regional: evitando la erosión, fijando el CO2,contribuyendo al clima local, amortiguando la contaminación, recargando los acuíferos y surtiendo los manantiales, abasteciéndonos de otros recursos (maderas, leñas, pastos, setas, semillas, caza, pesca…).
Por último destacar el importante papel que a nivel social desempeña: contribuyendo a la salubridad pública y bienestar humano y al uso y disfrute turístico-recreativo de todos sus valores.”
Tras estas pinceladas geográficas, étnicas y ecológicas seguimos con nuestro relato. Llegamos a Bicorp y desmontamos las burras, que se muestran tan ansiosas como nosotros por comenzar la ruta. No queremos olvidar hoy los estiramientos, pues sabemos lo importantes que serán en un reto como el que vamos a emprender.

Son las 10 de la mañana y tal y como estaba previsto “comienza el partido”. El grupo avanza unido siguiendo las indicaciones de nuestro estimado GPS para encarar con rapidez las primeras rampas de un camino que sale del pueblo en dirección al pico Caroig y a la Cueva de la Araña.

Esta rampa no esta nada mal para empezar, además de ser más larga de lo que parecía. Unas barritas energéticas sobre la marcha nos ayudarán, pues intuimos que falta nos van a hacer. De momento el firme asfaltado no da problemas de agarre. Al poco, nos encontramos con un cruce que seguimos recto, y aquí, se acaba el asfalto de momento.


Ya es terreno biker, y nos sentimos como en casa, comprobamos que el camino está en unas condiciones envidiables; sin muchos baches y pocas piedras sueltas. Las últimas lluvias han compactado el polvo del camino dejándolo con la dureza exacta y además tampoco hay barro, ¡¡¡genial!! Pues nada, con tantos parabienes solo nos queda pedalear; por pedir algo pediríamos un poco menos de viento que aunque no sopla fuerte de momento, tampoco nos echa una mano que digamos. A todo esto aún no hemos dejado de subir, rampas con más o menos pendiente pero siempre hacia arriba.
Frente a nosotros aparece ahora un cruce con indicaciones que dicen: Pico Caroig, La Solana, es el GR 237.


Tenemos una duda; y es que en el track que estamos siguiendo nos mete por ese camino estrecho y en peores condiciones, además y según vimos en el Google Earth, llega un momento que se pierde, por lo que teníamos preparada una alternativa, que es seguir la pista ancha por la que veníamos hasta ahora. Tras deliberar un poco y ver que los carteles también lo señalan como “apto” para bicicletas apostamos por seguirlo y no desviarnos del track original. Además, la rampa que el trazado alternativo nos presenta justo delante no es nada despreciable. Entramos en un camino que poco a poco se va estrechando y metiéndose por medio del bosque; estamos rodeados de pinos y vegetación por todos lados, el olor de romeros y tomillos es tan intenso que nos embriaga y revitaliza en cada inspiración permitiéndonos oxigenar con mayor fluidez, y sobre todo con mayor deleite. Ya estamos pensando en ponernos como locos a fotografiar todo lo que vemos, por lo que no tardamos en cumplir con nuestro deseo.





Parece mentira pero el camino sigue estrechándose, por lo que solo podemos ir en fila india, además parece que hace tiempo que nadie transita por aquí pues la vegetación va ganando terreno al camino y el paso de nuestras bicis llena de increíbles fragancias nuestro avance. Igual que la semana pasada en La Vallesa, nos estamos adentrando en un paisaje de cuento de hadas; el tupido bosque que nos envuelve tanto en vegetación como en fragancias apenas nos deja ver el sol, y encima nos resguarda del viento. La visión del bosque en las laderas de enfrente nos da una pincelada de inigualable belleza; el viento meciendo las copas de los árboles y balanceándolos como si de olas del mar se tratase. El sol, en un contraluz espectacular, haciendo la radiografía de los árboles y mostrándolos como auténticos esqueletos bailando al son de la música que el viento les arranca. Sencillamente, un espectáculo magnifico.

Al poco nos vemos obligados a echar pie a tierra porque el terreno se ve salpicado de grandes piedras por las que no es posible pedalear, y es que sin darnos cuenta hemos dejado de transitar ni siquiera por una senda, estamos subiendo ladera arriba entre la vegetación.

Llegados arriba y tras tener que cargar con las bicis al hombro topamos de frente con unas colmenas de abejas. Mejor rodearlas pues no es plan de tenérselas que ver con tan poderoso enemigo.

Enseguida llegamos a una senda que seguiremos a la derecha y que poco después desembocará en el camino que teníamos como alternativa a este por el que hemos venido.

No estamos para arrepentirnos; la dureza y la falta de ciclabilidad están recompensadas con las vistas y las sensaciones vividas. Con este camino ancho ya podemos volver a circular en paralelo y la conversación gira en torno al tramo que hemos dejado atrás. Una bajada, presagio de la subida que a buen seguro le seguirá, y como no podía ser de otra manera ahí esta. Llegamos arriba, otra bajada…. Mal asunto, si lo que tanto nos ha costado subir ahora lo bajamos, pues lo tendremos que volver a subir. Y así una y otra vez, una y otra vez. Este tramo de toboganes no es ninguna broma pues las rampas se cogen con fuerza a nuestras piernas y las bajadas son tan cortas que tampoco es como para disfrutarlas; además, estamos algo preocupados por lo que aún nos queda por subir.

En este momento nos encontramos con algo que nos obliga a parar una vez más. Se trata de una carrasca, bella especie arbórea que, no siendo rara en el macizo, hace apariciones mucho más esporádicas que el pino carrasco o el rodeno. Y las ocasiones para hacer buenas fotos las pintan calvas, así que…

Seguimos y justo cuando parece que se terminan los toboganes (esto lo sabremos luego) llega el inoportuno pinchazo.
Paramos junto a las ruinas de una casa o corral y como siempre, decidimos hinchar antes de cambiar a ver si el slim actúa por nosotros.


El Caroig queda a nuestra izquierda, lejos, muy pero que muy lejos y vemos que aún tenemos que dar un inmenso rodeo antes de acercarnos a él.

Bromeamos con los dos pinos solitarios que vemos en lontananza y que a buen seguro tendremos que ver de cerca, pinos que nos recuerdan otra ruta no tan placentera. A sus pies, recortándose en la ladera de la montaña, un zigzagueante camino blanco, en contraste con la tierra roja, trepa hacia arriba.

La hora del almuerzo está pasándose un día más y vemos que llegar a coronar para almorzar arriba como era nuestra intención, está completamente fuera de nuestro alcance. Conseguido, la rueda aguanta. Seguimos rodando ahora por terreno más llano, los toboganes, o al menos ese tipo de terreno ha quedado atrás, este es más ondulado, sin grandes rampas.

Otro pinchazo, ¿o es el mismo de antes que se ha vuelto a reproducir?. Esta vez no hay más remedio que cambiar la cámara. Nos ponemos a ello, aunque la poca destreza que da la fortuna de no practicar con frecuencia estos menesteres nos llevará más tiempo del deseado. Una vez montada intentamos sin éxito hinchar la rueda. No hay manera, debe de estar pinchada también esta cámara. Desmontamos y cuando vamos a colocar la nueva vemos con asombro que esta también esta pinchada, pues otra, (por cámaras va a ser). Justo antes de colocarla y haciendo caso a Salva revisamos concienzudamente la cara interior de la cubierta para descubrir una gran espina atravesada y que es la que probablemente nos ha pinchado la primera y segunda vez.

Ahora si que está solucionado, pero hemos perdido una hora con el incidente. Con la planificación horaria por los suelos nos ponemos a recalcular las posibilidades. Trasladamos el almuerzo a la comida y la comida que pensábamos hacer al concluir en algún bar del pueblo queda irremisiblemente anulada. A partir de aquí el problema será el desfallecimiento, pues sin reponer energías desde las 07.30h. que hemos desayunado es mucha tela aún la que nos queda por cortar. Poco después el camino hace un giro a la izquierda para encaminarse en dirección al Caroig; el abrigo del viento que nos brindaba la muela de Cortes por cuyos pies veníamos transitando acaba de esfumarse.

Ahora es cuando comenzaremos a sentir con toda su fuerza el persistente viento que ya nos ha acompañado durante todo el día pero que poco a poco parece haber ido ganando fuerza. Nos encaminamos hacia el camino que veíamos subir por la montaña, que sin darnos cuenta se vuelve más terroso y comprobamos que las lluvias de los últimos días lo han ablandado, convirtiéndolo en una especie de pasta que se pega a las ruedas y que nos dificulta el avance de manera ostensible.


Hemos ganado al menos medio kilo en cada rueda, y por si esto no fuera suficiente, al llegar a la primera rampa vemos que las ruedas no tienen el mismo agarre por lo que con cada pedalada estas patinan y nos ralentizan; aún así, comenzamos a subir una rampa terrible, un poderoso mestral soplando de costado se suma al barro que incrustado en las ruedas, quiere perdurar y nos agarra más al terreno y las fuerzas que en ocasiones hacen un amago de abandonarnos a nuestra suerte se unen en un cóctel difícil de digerir, ¿he dicho suerte?, pues la subida propiamente dicha digamos que acaba de empezar; hasta ahora, en los 20 kilómetros que llevamos, nos hemos colocado en una cota de unos 750m. de altitud. El grueso de la subida ya está hecho pero con rampas de pequeño porcentaje; ahora nos enfrentamos al reto de “subir la montaña”.
Este tramo se está tornando terrible y a estas alturas de la jornada tenemos la sensación de que tantas paradas nos han roto el ritmo. La cosa aun e complica un poco más pues la conjunción de varios factores hacen un todo que parece aplastarnos contra el terreno y a mitad de subida hacemos un alto para recuperar el resuello. Una parada fotográfica y alguna dentellada por parte de Carlos al bocata para meter algo de combustible que poder quemar en lo que queda de subida.

La muela de Cortes ofrece una visión espectacular en este tramo de ascensión. Estamos ya casi a su misma altitud y bajo nosotros se extiende la rambla de Llatoneros, desde la perspectiva que da la altura vemos incontables restos de construcciones diseminadas por toda la llanura que crece a nuestros pies y, que servirían en su día para cobijar el ganado que aún a día de hoy, hemos podido ver muestras de su presencia, además de las huellas, creemos inequívocas, de jabalíes, que aunque de lejos, nos hubiera gustado ver.

Poco a poco la visión desafiante del Caroig va tornándose cada vez más cercana, por lo que animados nos armamos de coraje para seguir ascendiendo, ya que a estas alturas hace rato que “la derrota ha dejado de ser una opción”.

Lento pero implacable, nuestro avance se hace patente en el cansancio que se va acumulando en nuestras piernas. Algunas rampas nos obligan a tumbarnos sobre el manillar para evitar que la bici se encabrite. El desarrollo ni mencionarlo, todo puesto. Y más porque no hay; pero de eso ya hace rato, auque a veces, no por poner mayor desarrollo subes mejor, pues este hace que patine la rueda; por ese motivo, en ocasiones es mejor quitar desarrollo y tirar de potencia, pero claro, de ésta, no siempre se tiene. Intuimos al final de esta rampa la parte alta de la montaña; cuando lleguemos lo comprobaremos. Lo es. Y con ella hemos empalmado con el GR 7, un sendero que nos llevaría del Peloponeso (Grecia) a Gibraltar y que se prevé que cruce el estrecho para adentrarse en el norte de África.


Todavía tenemos ganas de bromear y alguien comenta si después de coronar nos acercamos, pero bueno, seguiremos por este camino que discurre por la parte alta de la montaña. Estamos “arriba del macizo”; aún seguimos ascendiendo pero otra vez de manera pausada. Los cortados que nacen justo al borde del camino tienen una altura considerable, pues no en vano acabamos de ascender los 200m. de desnivel desde el fondo del último valle hasta aquí arriba.
Las formaciones rocosas que salpican el paisaje por doquier con su aspecto de guardianes perpetuos, parecen estar custodiando el tan ansiado tesoro que nosotros buscamos.

Las espectaculares vistas que desde aquí observamos se extienden hasta el mar y todas las formaciones montañosas entre Aitana y la muela de Cortes.

Más cerca divisamos la presa del embalse de Tous y entre este y nosotros, un inmenso mar de árboles de diferentes tamaños, pues no olvidemos que esta zona a sufrido incontables incendios y reforestaciones. Como nos venía comentando Luis, el mayor incendio forestal del que se tiene registro en la historia de la Península Ibérica se produjo en estos lares en 1979. 30.000 Ha quemadas por un frente que alcanzó los 30 km. Esperamos y deseamos, como amantes de la naturaleza, que este tipo de incidentes sean recordados para que todos tomemos conciencia y que nunca más vuelvan a ocurrir.
El camino va girando con la montaña y poco después nos plantamos justo delante de nuestro reto de hoy.

Ahora estamos junto a los dos pinos que abajo veíamos a lo lejos. Pero el pico Caroig esté en la ladera de enfrente. Se nos muestra a través de la depresión del terreno denominada collado del Caroig en el que se emplazan una fuente y una balsa, y nos reta a traspasarlo para llegar hasta él. Por supuesto que lo haremos, pero antes una foto de grupo con el fondo incomparable de la cumbre.

En el collado confluyen tres pistas forestales. La que baja de la derecha, según llegamos, por donde sigue el GR7 que va a Casas del Olmo y Caviró. La del centro sube a la cima del Caroig y la de la izquierda baja a Bicorp y que luego seguiremos en el descenso.
Tras la foto estudiamos la subida, las rampas que nos muestra son para desanimar a cualquiera pero no a nosotros. No hemos llegado hasta aquí para temerle sino para retarle. Este es un duelo entre nosotros y… nosotros. La montaña nos servirá de escenario sobre el cual desafiarnos para comprobar nuestros límites; nuestra capacidad de sufrimiento y nuestras inagotables ganas de gozar cuando vemos que somos capaces de estirar un poco más allá el límite poniendo una nueva meta. Vemos un par de rampas que desde esta perspectiva parecen paredes verticales.

Nos miramos pensando, “vaya tela” o como frase lapidaria del grupo “¡Mare de Deu dels Desamparats!”. Pensamos en “nuestra Reina”; si ella no nos ha vencido, ésta tampoco.

Tras disfrutar de una hermosa estampa de Celemin y Barcella, allá vamos. Bajamos al abismo.
Luis, en la fuente que alimenta la balsa situada a los pies del pico, actualiza su reserva de agua para acompañar la comida, pues las muchas horas transcurridas han mermado hasta el extremo las reservas de la camelback.

Y es que afortunadamente y de acuerdo nuevamente con José Manuel Almerich “El Caroig es además, un inmenso acuífero subterráneo, una gran reserva de agua que actua como esponja y regula su salida por las innumerables fuentes y riachuelos”.
Pero el Caroig tiene la ventaja, él despliega el tablero que más le conviene. Primero ha jugado la baza psicológica de hacernos descender para, aparte de infligirnos esos metros de desnivel, castigarnos de forma visual con su casi inespugnabilidad ciclista. “Sois pequeños – parece decirnos- y yo soy grande, mirarme aquí arriba en mi enormidad”. Si con esto no nos disuade, pasa a la acción desplegando ante nuestro avance unas pendientes terroríficas.

Metemos todo el desarrollo y agachamos la cabeza sobre el manillar, no podemos ni siquiera ponernos de pie pues patinaría la rueda. Pedalada a pedalada el ritmo se hace cada vez más lento, estamos avanzando a 4km/h. es tan lento que perdemos la verticalidad encima de la bici por lo que hay que empezar a zigzaguear de un lado a otro del camino, aun así no las tenemos todas con nosotros y estamos cerca de salirnos. Rectificamos y seguimos, el cansancio es tal que piensas “ ya está, me paro” y entonces pensamos en nuestra Rodana; nuestra reina “la reina, la reina, La Reina, LA Reina, LA REINA” y sigues dando pedales, o más bien golpes de biela porque el pedaleo ni es constante ni redondo, tan solo es lo que es, algo indeterminado que consigue hacerte avanzar, por ver algo positivo piensas que el camino en esta rampa más dura hecha de cemento rayado para facilitar el agarre cuando llueve o nieve por aquí, y entonces sabes que “este será tu talón de Aquiles”. A estas alturas de la subida solo veo a Carlos unos metros por delante de mí, Luis y Salva afrontaron la subida por detrás de nosotros y no sé donde están, tanto los puedo llevar pegados a rueda que estar comenzando la subida, pues con el sufrimiento que llevo encima soy incapaz de ver y oír más allá de mí mismo. Acabadas las rampas de asfalto me doy cuenta que la hemos vencido, lo que veo por delante me parece llano comparado con lo que acabo de dejar atrás. Estoy tan agotado que soy incapaz de perfilar una sonrisa en los labios; el fotógrafo a pie de cuneta solo conseguirá plasmar el sufrimiento; pero interiormente la sonrisa se dibuja amplia, radiante, a sabiendas que la montaña no ha podido con nosotros y que un sábado más plantaremos nuestra bandera en otra cumbre. Una nueva muesca en el sillín, y “que muesca señores”. Al llegar arriba un desvío nos equivocará llevándonos a hacer a Carlos y a mí un poco más de trecho hasta darnos cuenta que este camino no circunvala la cima y que por lo tanto hemos de volver atrás. Ahora sí a la izquierda (que hubiera sido la derecha conforme subíamos) y ya estaremos todos arriba celebrando la victoria. Esta sin embargo no es completa, pues el gélido mestral a 1125m. de altitud se ha convertido en un autentico vendaval. De hecho, si no fuera porque estamos extenuados y hambrientos, buscaríamos otro lugar donde comer. Parece ser el desquite que tiene el coloso con nosotros. Sentados en el suelo y cubiertos con el chubasquero, agachamos la cabeza mientras devoramos el bocata con ansia, más por irnos rápidamente que por la propia hambre. Hoy no nos pararemos “casi” ni para hacernos las fotos junto al vértice geodésico. Las fotos son hechas deprisa y disparando a lo indispensable. Adjuntamos las vistas desde el vértice junto con un mapa para que quien quiera juegue a buscar las principales atalayas de la Comunidad Valenciana.
Y es que la sensación térmica es de estar, siendo optimistas, a 1 ó 2 ºC. Nuestra temperatura corporal ha bajado a cotas peligrosas, llegando incluso a rozar la hipotermia por los síntomas visibles que muestra Luís, cuestión por la que empezamos a preocuparnos y esto no es en absoluto fruto de nuestra imaginación peliculera.


Hacie el N

Hacia el NE

Hacia el E

Hacia el SE

Hacia el S


Por cierto, haciendo un inciso; quisiéramos enviar un afectuoso saludo al guarda que el sábado 05/01/08 (día de cabalgata de reyes para más INRI) estaba en el observatorio medioambiental en el Alto del Pico Caroig a las 15h. Con la rabia que soplaba el frío mestral (calculamos rachas de fuerza 6/7, esto es, entre 50 y 60 km/h), con la temperatura que había y viendo perfectamente nuestro grado de sufrimiento a la intemperie, este personaje, que bajó a por leña delante de nuestras narices y al que dimos los buenos días, no fue capaz de ofrecernos cobijo en la caseta donde guardaba dicho combustible o en su defecto, en la caseta del perro… Puede que exista una estricta normativa al respecto, pero entendemos que ninguna normativa puede estar por encima de razones puramente humanitarias y ¡cuánto nos habrían reconfortado unas sencillas palabras de aliento!. En fin, ¡muchas gracias, amigo! Y ya para terminar, indicar que el camino situado bajo la caseta de vigilancia forestal estaba plagado de basura (tipo fregonas y escobas viejas). Creemos poco probable que hayamos sido los “numerosos” bikers que subimos al Caroig los que hayamos ido tirando allí ese tipo de despojos…Acaba el inciso.

Así pues, repuestas mínimamente nuestras fuerzas nos preparamos ya para el descenso. Sin quitarnos los chubasqueros y aunque sabemos que con la bajada iremos recuperando la temperatura, ahora mismo no estamos para estos menesteres. Todos en posición y el video a inmortalizar la hazaña. Preparados, listos, YA. Y escopetados para abajo. En las fuertes rampas para bajar del Caroig hay que extremar la precaución pues el desnivel desaconseja la velocidad. Pero al llegar abajo del pico entramos en el camino ancho que será testigo del descenso sin “gotica de conocimiento”, el firme en buen estado, nos animará a ganar velocidad a la salida de cada curva y apurar la siguiente frenada unos centímetros más que la anterior. La primera parte del descenso transcurrirá paralelo al barranco de Hongares, que luego se prolongará en el río Cazuma.



Alguna pequeña rodera se cruzará en nuestro camino, pero a tal velocidad parecen todo menos pequeñas, y la incertidumbre de si seremos capaces de superarla nos abordará una vez más pero nos abandonaremos al trabajo de la horquilla, dejando que esta absorba el impacto con el bache. Alguna curva imposible a esta velocidad se cerrará haciéndonos pensar si seremos también capaces de trazarla, tiraremos de freno despertando ese característico petardeo que indica su trabajo a pleno rendimiento. Y con cada nuevo obstáculo superado crecerá nuestra sensación de éxtasis, haciéndonos olvidarnos a veces de guardar la conveniente distancia de seguridad, y es que el subidón de adrenalina es tan brutal que nos golpea como un tren, ahora mismo somos puro nervio a flor de piel atentos al más insignificante detalle, y es que a pesar de que la velocidad va “in crescendo” a nuestros ojos todo se ralentiza por lo que parecemos adivinar o intuir los riesgos antes de que aparezcan, ganando así el milisegundo necesario para anticiparnos a los acontecimientos. Ahora queda a nuestra derecha la Rambla de la Molinera (río Fraile), por donde Cavanilles ascendió al Caroig desde Bicorp. Llegamos a una pequeña subida que nos hará reagruparnos y comentar la jugada. Enseguida nuestra satisfacción se verá incrementada pues llegamos a una pista asfaltada y desértica, ¿no queríamos velocidad?, pues toma velocidad.





Nos lanzamos con todo, a tumba abierta. Y desde hoy ya podemos decir que somos ¡¡¡TOP 60!!! Habíamos estado cerca otras veces, pero el casi era la diferencia. Entre 59 o 60 la diferencia es anecdótica, lo realmente importante es poder sentir la sensación de velocidad pura. 60 y pico km/h. encima de una bici…¡¡¡ufff!!!. Los kilómetros parecen acortarse ante tan impetuoso avance, devoramos el camino como si del mismísimo bocata de la comida se tratase, cada curva está precedida de la tranquilizadora música de “no molesten, frenos trabajando” y es que este hit parade nos suena como autentica música celestial, pues somos sabedores de su capacidad de detener la bici en las condiciones más comprometidas, así que para abajo que seguimos. En el barranco del río Cazunta, nuestro querido Stendahl, vuelve a tirar de freno para que conservemos la hermosa imagen. La belleza de su exuberante vegetación no son para menos.

De nuevo en pie sobre los pedales y curveando, buscando la posición más aerodinámica posible, pegándote a tu compañero a juzgar por la proximidad de la frenada que has oído, y antes de darnos cuenta la bajada toca a su fin. Casi no hemos tenido tiempo ni de que nos dolieran las manos de tanto frenar. Colosal: la madre de todas las bajadas realizadas hasta la fecha.
Una pequeña subida nos indica que estamos en aquel primer cruce del camino nada más iniciar la ruta, por lo tanto esta toca a su fin. Antes nos cruzaremos con las primeras personas que veremos en toda la ruta de hoy; esto ya huele a urbe, y nos lanzamos pendiente abajo buscando el pueblo de Bicorp que veremos a los pocos metros allá abajo, en el valle.


Esto se acaba, la llegada junto al coche nos hace sentir el alivio del fin de una jornada agotadora, tremendamente trabajada y gozada palmo a palmo contra viento y marea, averías y barro, frío y subidas infernales. Ahora toca felicitar a los compañeros, el trabajo realizado bien lo merece, se lo han ganado, nos lo hemos ganado.

Una vez más hemos triunfado. Estamos deseando sacar los datos del GPS para analizarlos en profundidad, una vez vistos aun nos confirman más en nuestras sensaciones, el perfil lo dice todo, del IBP mejor ni hablar, aunque pensándolo mejor hablar de él será darnos un homenaje, los correos que nos hemos mandado los hemos titulado: “P´aber faltao n´ el Caroig”…. pues un 109 de IBP no se consigue cada día, y a pesar de todo le hemos pasado por encima. Como bien dice José Manuel Almerich en su libro “El macizo del Caroig”, “Es una verdadera aventura adentrarse en estos solitarios montes tan poco frecuentados, inmensos, en el aislamiento más absoluto, donde todavía la naturaleza impone su respeto”.
Hemos prometido volver, pues aún nos queda disfrutar de las vistas espectaculares que la cumbre de tan mítica montaña ofrece, hoy no hemos podido disfrutarlas del todo como es nuestra costumbre, vamos, con detenimiento y análisis, pero ya os las contaremos. La sensación pese al esfuerzo es tan placentera que en nuestro interior tal vez todos hemos pensado lo mismo. Volveremos a vernos Caroig.