sábado, 13 de junio de 2009

Crónica del Pico Ñoño, ( la ruta más corta… la ruta más larga)

"Estimo més un arbre que un home. No hi ha cap home que pugui estimar tant com jo la naturalesa. Només el boscos, els arbres, les roques retornen el ressò que es vol sentir." Beethoven, del seu quadern de notes
El consejo general de montañas del mundo, en sesión extraordinaria, cita a declarar al Pico Ñoño en la sierra de Martés por el hecho de que cuatro bikers hicieran cumbre el pasado sábado 15 de junio de 2009.
Como interrogadora una montañita trepa con aspiraciones de montaña merecedora de ser incluida en alguna ruta biker.

-Se le acusa de haber permitido que cuatro bikers conquistaran la cima, explique lo que paso.
-No es del todo cierto tal como usted lo dice, esto fue lo que paso.
Cuando me di cuenta ya era tarde para impedirlo, aun así, hice todo lo montañamente posible para hacerlos desistir. Eran las 10 aproximadamente, las montañas nos levantamos tarde. A esa hora estaba como quien dice recién levantada y mirando mi reflejo en el embalse de Forata para acicalarme un poco, aunque montaña, me gusta estar imponente para que me vean, pero no por eso tienen que intentar subirme. Es impensable que nadie en su sano juicio intente a esas horas, subir una montaña con la que va a caer cuando avance la mañana con Lorenzo separando isobaras a brazo extendido. Empecé a notar como un cosquilleo. O mas bien cuatro, muy juntos y cruzándose, así que parecía uno solo. Vi a esos bikers con sus caballos de acero o burras o como las llamen adentrarse en nuestro territorio, rápidamente levante las primeras líneas defensivas; otras veces eso ha bastado para hacer desistir a otros muchos, pero esta vez no. A la altura de la pedanía del Oro, junto a la casa del Barón hay una pista principal, pero ellos no cogieron ese camino, entraron un poco más adelante por el camino de la Sierra, fue imposible preverlo ya que entraron sin previo aviso.
Al notarlos rodar desplegué una doble barrera al mismo tiempo; por un lado unas duras rampas aderezadas con el poco, casi nulo agarre de un terreno al que hace poco se le pasó tractor para agrandarlo y allanarlo, pero que de momento y hasta que el suelo no se asiente, resulta muy difícil de ciclar. Prueba de ello es que les obligue, en los dos primeros kilómetros a echar pie a tierra al menos en 4 ocasiones y a ponerles las pulsaciones por las nubes.
Y por otro, desplegué unas espectaculares panorámicas de mi lado sudoriental, que, dividido en dos caídas se dirigen; el barranco Traidor o del Somerón hacia el cercano pantano de Forata y el barranco del Fraile hacia el Sur, hacia el de Córtes. Lo de los barrancos es muy raro; yo nunca he necesitado ponerles nombres, pero los humanos se empeñan en ponerlos, y, en cada sitio le ponen uno, pasa lo mismo con los caminos. Ellos eligieron el camino que crestea la ladera entre este último barranco y el de La Cierva. Así que dirigiéndose hacia poniente, les permití unas inmejorables vistas sobre el Cerro de los Ángeles, presentándoles así un paisaje montañoso cerrado que esperaba les abrumara en toda su magnitud.
-A mi parecer que puso poca resistencia.
-La mantuve con firmeza, incluso elevando el desnivel y empeorando el camino.
Nada, no se daban por vencidos, eso sí, algo flaquearon, pues, solo uno de ellos se mantuvo firme delante, los otros se quedaron atrás como pensándoselo, hicieron una parada y uno de ello parecía tener problemas en los ojos, era muy raro; como con un dolor insoportable se abría el pecho y se tapaba los ojos con algo, a veces aparecía una estrella en pleno día o destellaba un relámpago sin tormenta, otras veces no. Luego seguían. Así que pensé que tarde o temprano entre la desunión que había en el grupo y los problemas de ese, que seguía parando cada pocos metros, acabarían por desistir.
Dejaron atrás el Cerro de los Carros y la fuente Tramusera que queda más adentro. A esta altura empezaron a parar muchas veces. A mí aún no podían verme, pero, no paraban de mirar una y otra vez hacia los farallones y crestas del Pico Martés que es lo que tenían justo enfrente de su avance.
Mirando hacia el barranco, que ganaba altura de forma vertiginosa, quedaba la muela de Córtes detrás del profundo cañón del Júcar. Las colosales panorámicas, pensé, empezaban a surtir efecto. Ahora si que podían verme y las crestas del Martés les quedaban justo encima. No paraban de mirarlo y de taparse los ojos, no lo entiendo, si no quieren verlo que no lo miren, pero mirar y taparse es tontería. En este tramo, elevé todo lo posible el nivel de las rampas, además les puse el camino pegado al precipicio.

Pero incomprensiblemente, incluso arrastrando las burras, remontaron las duras cuestas hasta llegar al Collado de Pepín. Pararon a admirar el eterno paisaje, casi inalterado a través del tiempo en esta panorámica.

-Sigo viendo poca oposición.
-Llamé a algunas montañas vecinas para que desde esta altitud que iban ganando, se dejaran ver y sirvieran de distracción. Ahí casi lo consigo. Los otros dos parece que se pusieron a discutir, movían los brazos en todas direcciones, uno señalaba a un lado, el otro a otro, como queriendo hacerlo cambiar de parecer, mira allí, que no que mires tu allá, no sabían por que montaña decidirse.
El otro seguía con sus problemas pues no paraba de taparse los ojos cada vez más. Mientras tanto, y como hace millones de años que somos amigos, llame a Rey; antes de ser íntimos lo llamaba astro rey, pero lo que hace la confianza. Le pedí que les metiera isobaras por un tubo, y que hiciera brochetas de bikers y burras. Se puso a ello, pero me dijo que esto tardaba un rato en hacer el efecto deseado. Bueno, juntaríamos fuerzas y dejaríamos pasar el tiempo para que maduraran.
Volví a centrarme en el camino y les puse bajadas llenas de tierra donde es difícil maniobrar y reconducir la trazada, y las puse cerca del precipicio para meterles susto. Era casi un camino aéreo, pero aun así, siguieron avanzando con determinación. Cuando llegaron al Collado Rodeno encontraron el paso de la vertiente Sur a la Norte.
Se pararon para contemplar la enorme mole rocosa que formamos la sierra Martés, y también echaron un vistazo hacia arriba, los tenía a mis pies, era el momento de jugar mi última carta.
Ya estaban cerca de la cima y decidí meterlo todo en un intento casi desesperado. Me había guardado las peores rampas para el final y las metí todas de golpe. Aquí muchos otros han claudicado ante los brutales porcentajes que les he metido en las piernas, pero estos eran distintos. Primero les hice descender un poco para minarles la moral, todo lo que bajaran antes de coronar lo tendrían que volver a subir, y eso quema.
Les puse un camino de tierra suelta impracticable. No se amilanaron. Llegaron al refugio fuente del Manquillo y pararon a refrescarse. No podía cortarles el agua, pues el duelo estaba siendo en igualdad. Superaron las últimas murallas, y las definitivas y terribles rampas que había puesto al final las abordaron casi relamiéndose. Cuando hicieron el giro y encararon la cumbre, supe que estaba todo perdido, les vi subir con el cuchillo entre los dientes y me dieron miedo, así que ya vencida, pensé suavizar un poco las últimas pendientes por miedo a que pudieran tomar represalias, pero en lugar de eso, vendí cara mi derrota con una última rampa a lo Montdúver.

-Así que reconoce que les facilitó que llegaran arriba.
-Ya no podía hacer nada. Y que lo pensara no quiere decir que lo hiciera. No estaban allí para ver la determinación con que se esforzaban, incluso hablaban una lengua desconocida o qué se yo, uno decía todo el rato “vamos dilin” o algo así, mientras movía las piernas de forma frenética, daban miedo. Cuando llegaron cogieron los cuchillos y me temí que hicieran una locura, rápidamente grabaron unas grandes muescas en los sillines que ya estaban repletos de ellas. Luego juntaron las manos y gritaron Roda i Pedal. No podía creerlo. Eran ellos. Ahora lo comprendía todo. Esa determinación por subir a pesar de los obstáculos y adversidades. Ese cuidado y respeto por todo lo que les rodeaba a lo largo de la dura y larga ascensión. Esas mil y una paradas para observar y absorber todo lo que podían. Ahora los oía hablar y entendía todo lo que había pasado durante la subida.

Sin reservas les mostré hasta el horizonte enseñándoles más de lo que hubieran imaginado poder ver. Pero fueron ellos quienes me enseñaron a mí. En la distancia conocí montañas y lugares de los que había oído hablar pero que nunca supe donde estaban. Pude hermanarme con mis compañeras de vigilancia en la difícil labor de cuidar la piel de todas las montañas valencianas. (Caroche, Montdúver, Remedio y Ñoño somos las 4 montañas que mantenemos vigilancia forestal todo el año). Hablaron con tristeza de mi parte más fea allá donde hace unos años gente mala me hizo daño con el fuego y mató a los árboles que cuidaban esa parte de mi piel. Con los árboles me sentía mejor. Sus raíces dentro de mi eran como una acupuntura permanente, después del fuego estuve muy enferma en esa zona hasta que aparecieron los rastrojos y pequeñas plantas para que no se me secara tanto la piel. Son curiosos los humanos: dicen que se están cargando el planeta y no hacen nada por solucionarlo, si se lo están cargando ellos, deberían ser ellos quienes lo solucionaran, pero aparte de no hacerlo tampoco dejan a las plantas que lo hagan ya que cada vez talan más bosques y queman más árboles, ellos sabrán. Aunque creo que no saben. Solo saben decir que qué futuro les van a dejar a las siguientes generaciones, pero al mismo tiempo, la única acción es aquella que les reporte dinero rápido sin importar las consecuencias. A nosotras las montañas, nos da igual tener la piel cubierta de árboles o no, solo nos quemamos un poco más pero nada demasiado grave.
A nosotras no nos importa el paisaje, hemos visto muchos a lo largo de la historia y más que veremos, los cambios que los humanos pueden hacer nos parecen insignificantes, los verdaderos cambios requieren de un tiempo que ellos no tienen, y menos a este ritmo, que se van a quedar sin tiempo de reacción. A nosotras nos da igual que los animales se paseen o no por nuestra piel, si lo hacen también es agradable, nos hacen cosquillas. Pero todo esto a ellos no les da igual. Tienen que hacer algo para preservar los espacios naturales, aumentarlos y cuidarlos. Es vital para ellos.
-Se está yendo por las ramas.
-Continúo. Por eso, cuando sentí el respeto y la ilusión, casi la admiración reverencial que mostraban por la naturaleza que les envolvía, sentí orgullo de haber sido elegida por ellos para coronarme, me alegro de ser una muesca más en sus sillines, me alegro de que, como hacen en todas y cada una de las montañas, se llevaran una parte de mi con ellos, una pequeña piedra que les contará mi historia y la de mis hermanas. Me alegro de formar parte de ellos como ellos desde ese momento lo forman de mí. Me alegro de que desde lo alto de mi cumbre gritaran su nombre para llevar con el viento un grito de respeto y apoyo por los espacios naturales. Así que sí, al final les permití y les facilité la labor de hacer cumbre. Es más hice lo posible por facilitarles el descenso.
-Qué paso allá arriba.
-Contemplaron maravillados todo cuanto les rodeaba. Hacia el norte: el paraje municipal natural de Tabarla en Yátova, que es justo la parte más accidentada del final del río Magro antes del embalse.
Hasta allí, el accidentado relieve de las lomas se descuelgan hasta el río, y parecen mostrar mis costillas bajo una piel resquebrajada por el Sol aun a pesar de los bosques de matorral o arboleda que se suceden entre sí. En esta zona los numerosos barrancos recrudecen su relieve cual brutales arañazos clavados en la tierra. Es una zona agreste y bella solo apta para aguerridos aventureros. Aún más lejos la sierra de Malacara, con sus caminos insinuándose en la distancia, y aún más lejos la sierra del Tejo. La distante Calderona oculta por la bruma y la pequeña Rodana engullida por la distancia.
Yo les presente a mi hermana pequeña, el Motrotón, que alzando sus más de 600m. al otro lado del pantano de Forata con su peculiar forma, nunca habían sabido de que montaña se trataba. Hacia el Sur hablaban de la depresión del Júcar en la zona de los embalses y de la muela de Córtes. También señalaban con gran alegría el Pico Caroche, una de mis hermanas. Al Este, decían tener La Albufera tapada por la cercana altitud de la sierra del Ave.
Empezaron a señalar hacia el Sur bajando desde La Albufera y se iban entusiasmando. Cullera y Montgó, que aunque no se veían las intuían agazapadas, como La Albufera, tras el Ave. Luego Serra Gallinera y Montdúver, hasta llegar a Aitana, La Serrella y L´Aixortá. Se les veía pletóricos de entusiasmo, y yo también compartía ese entusiasmo porque tenía la oportunidad de saludar a muchas montañas compañeras a través de ellos. Hacia el Oeste hablaron del embalse del Molinar como una futura ruta, en el río Júcar, del que se veía su profunda cicatriz atravesando la llanura manchega; yo no se veía ninguna mancha, pero sí pude ver lo que decían que era el cañón fluvial del río Cabriel antes de la meseta albaceteña y antes de morir en las aguas del embalse de Embarcaderos, justo al norte de Cofrentes y del río Júcar.
Me hicieron sentir como un faro esparciendo conocimiento en todas direcciones. Por un momento fui como una referencia para todas las montañas y ríos y mares. Fui el centro del universo. Así me hicieron sentir. Y así se lo agradecí. Se juntaron todos junto al vértice geodésico y el que se cubría los ojos constantemente dejó lo que fuera lejos y corrió con los otros antes de que apareciera el rayo.
Después todos parecieron tener problemas en los ojos pues se pasaban aquello que el primero se había sacado del pecho.

Luego cuando ya se iban, se volvieron a poner las partes que se habían quitado, debían de ser importantes, echaron un último vistazo como a modo de despedida y uno de los que discutían dijo que iba a poner a grabar el vídeo. El otro de la discusión siempre iba delante mirando hacia el suelo, no sé como podía ver por donde iba. Así que por miedo a que se cayeran, preparé una pista rápida y bien cuidada para que pudieran divertirse, puse tramos técnicos para que tuvieran que seguir esforzándose y no pareciera que había arrojado la toalla. Bajaron rápido hasta el refugio donde pararon otra vez a la sombra.

Se quitaron un trozo de espalda y de él sacaron cosas que olían muy bien. No tanto como las fragancias que disfrutamos muchas de nosotras de tomillos, romeros y otras plantas pero bien al fin y al cabo. También se quitaron parte de la cabeza y las manos. Era increíble. Le hacían mucho caso a lo que se sacaron de la espalda, especialmente a algo que llamaron cerveza.
De vuelta al camino, puse a su disposición la impresionante vista de fondo del embalse de Forata para que tuvieran una referencia y que no se perdieran. Aun así los hice acompañar, aunque un poco de lejos, por el último tramo del río Magro después de salir del angosto desfiladero antes de verter sus aguas al pantano. Bajaron en un suspiro, protegidos por el inmenso murallón que es mi cara norte y que junto a los otros indicadores les serviría también para orientarse.


Dejaron atrás el desvío de la cueva de Traca, quizá no la vieron o no quisieron acercarse. Yo los iba observando en cada curva, pude verlos desde donde quería ya que soy yo misma la montaña que estaban bajando. Llegados a la fuente de Silvino, el camino les iba alejando de mi ladera y transita pegado al barranco que abajo se une al Somerón. Este camino desciende rápido cresteando entre barrancos y se acerca a la cornisa que los separaba del embalse.
Disfrutaron. Se lo pasaron en grande, y yo más sabiendo lo que habían sufrido para subir, es algo de lo que hablaron allá arriba, se quejaron amargamente de la dificultad para rodar por ese terreno. Luego, a pesar de mi esfuerzo por facilitarles el descenso, se fueron por un camino áspero y complicado que a mi juicio no es el más idóneo, encarando la garganta del río Mijares al otro del río Magro. Supongo que buscarían emociones fuertes. Al final de ese camino volvieron al que yo les había preparado y empezaron a subir hacia arriba por la piel negra y dura que me pusieron hace muchos años, y que luego pintaron con rayas blancas y le pusieron hierros a los lados con símbolos extraños, nunca me ha gustado, y además me duele un poco. Esa agradable caricia de su transitar recorriendo la fea costra que tengo en la piel y que tanto quema en verano me reconfortaba. Les puse en el camino la fuente de la Chufa para que se refrescaran pues, el empuje de mi amigo Rey, les estaba pasando factura.
Allí les ofrecí una hermosa panorámica de todo mi relieve. Una vez arriba, me recorrieron la línea solar de Este a Oeste. Más tarde hacia el final de la línea, o sea, en el lado de poniente ese cosquilleo se salió de la costra, justo en el punto donde empezaron su incursión y se pararon junto a un carro grande. No era un carro como los de antes tirado por caballos, era feo, no parecía natural. Detrás había algo más raro aún a lo que subieron las bicis. Ellos se quedaron un rato quietos o andando despacio de aquí para allá y haciendo posturas raras. Volvieron a desmontarse partes del cuerpo y se metieron en aquella especie de carro. Se alejaron en dirección al pantano aunque ahora ya no movían las piernas. Allí estuvieron un buen rato y me llego un olor parecido a cuando se quitaron la espalda. Alguna ráfaga de viento me trajo sus palabras diciendo lo bien que lo habían pasado en esta estupenda rodada y lo increíble de sus paisajes.
Con una pena incontenible me centre en empezar a calcular el lugar exacto para la puesta de sol y otros quehaceres, como ordenar a las estrellas en el inmenso firmamento conforme van llegando. Es mi función desde que nací, no es que sea imprescindible que lo haga pero me gusta hacerlo. Y así deje de pensar en mis nuevos amigos. Un rato después volví a mirar y ya no estaban. Desde entonces solo espero que algún día pueda volver a reconocer sus marcas sobre mi piel, y eso es todo.

Este consejo, tras valorar la declaración del Pico Ñoño concluye: que tratándose de quienes hicieron el intento de asalto, como bien ha dicho el procesado, era, montañamente imposible repeler este asalto que finalmente concluyó en cumbre para los interesados. A la vista de declaraciones anteriores de otras montañas, por más rampas y porcentaje y longitud de las mismas, no habría sido suficiente para impedirlo, pues, parece que esos retos aún los motivan más. Al igual que con anteriores montañas conquistadas por Roda i Pedal, la exoneramos de toda culpa y participamos con ella en la alegría y orgullo por haber sido elegidas una vez más para otra de sus incursiones por la naturaleza y las montañas valencianas. En cuanto a la trepa de la montaña acusica, si fuéramos humanos le meteríamos una buena cantera del ocho y barrena en toda la boca. Siendo montañas, la crueldad no está contemplada así que le invitamos a que aprenda a valorar los espacios naturales que posee y deje de querer aspirar a cumbre de primer orden; todas nosotras somos necesarias y cumplimos un cometido, algunas jamás sentiremos el acero de los pioles en nuestra carne, otras nunca notarán la fría caricia de la nieve, ni se asomarán a vertiginosos precipicios, o tendrán nombres míticos. Sin embargo, pequeñas montañas sin nombre han sido las responsables de que algunos humanos sientan esa reverencial pasión y amor por todas nosotras, así que tome nota en lo que le toca. Y como vuelva a ir de acusica le meteremos erosión hasta hacerla polvo y la esparciremos por los caminos de otras montañas a ver si así tiene la suerte de participar de una ruta biker o ni por esas. Ya para concluir, queremos hacer referencia a un escrito que nos acaba de llegar, enviado por los propios interesados en descargo del Pico Ñoño, dice así:

Estimado consejo, como en muchas otras ocasiones hemos invadido vuestro territorio y recorrido algunos de vuestros más preciados rincones y tesoros, siempre lo hemos hecho con el cariño y el profundo respeto que sentimos hacia la naturaleza, las montañas y los valores de paz, belleza y sosiego que representáis y nos brindáis en cada uno de nuestros paseos. Es la primera vez que nos dirigimos a vosotros, sentimos hacerlo ahora después de tantas y tantas rodadas por vuestra piel pero, como veis, nosotros también cometemos errores, y uno de ellos es no haber caído en la cuenta de solicitar vuestro consentimiento para ser abordadas, planteando así una lucha de igual a igual en la que hubiéramos intentado conquistar la cumbre. Como íbamos, siendo humanos, a pedir permiso a la naturaleza, ya sabéis que pensamos siempre estar por encima de todo y así actuamos… y así nos va.
Queremos desde aquí hablar en favor de todas y cada una de las montañas que hemos subido, que no conquistado por más que lo digamos. De la dura y hermosa batalla que nos han planteado. Que la felicidad de alcanzar vuestras cumbres es un sueño que hacemos realidad en cada salida y que así pensamos seguir haciéndolo si nos lo permitís. Y que intentaremos transmitir vuestro mensaje de esperanza en un invento que hemos hecho los humanos y que llamamos blog, a todos aquellos que os quieran oír, seguid gritándolo con fuerza, nosotros iremos allá arriba a recogerlo.


Track en Rutes de Roda i Pedal