viernes, 10 de abril de 2009

Crónica del Montgó (ruta senderista)

"Per què m'exalto així? Perquè una victòria en muntanya em causa sempre una emoció intensa, que exigeix, per a produir-se, un gran silenci, sense que sigui possible dissoldre-la en paraules." V.Gayda


Ya hace días que hablamos de la bonita excursión que sería coronar el Montgó, como creíamos que no se podía subir en bici, decidimos hacerla a pie, esta será pues la primera de las rutas senderistas que a buen seguro realizaremos. La sorpresa de esta mañana será saber que no vamos solos ya que vienen Ana Consuelo y Laura, de haberlo sabido se lo habríamos dicho a Teba que como todos sabemos hubiera dicho que no, pero igual hubiera querido venir y quedarse en la playa disfrutando de la arena bajo los pies y la tumbona orientada al solecito.


Pero bien, con todo esto nos ponemos en camino hacia Denia; hoy voy de pasajero disfrutando del paisaje que siempre me pierdo. Disfrutaré de un pulso visual con el Mondúver que parece retarme a subirlo nuevamente, “ya se lo diré a mis amiguitos”. Comenzamos la ascensión dejando el coche en el parking habilitado a unos 400m. de la cadena que cierra el paso a vehículos a motor al camino de subida al parque. Este primer tramo es una carretera asfaltada que da acceso a los chalets de la zona. Junto a la cadena encontramos el panel interpretativo que tras estudiarlo nos deja con la espinita de no haber traído las burras pues, no está prohibido en contra de lo que creíamos.

Empezamos a andar por el carril mirando la mole de piedra que queda a nuestra izquierda. Estamos pensando el mejor lugar para almorzar y dejar un tiempo prudencial hasta la hora de la comida. Con este pensamiento buscamos acomodo junto a unas piedras al lado del camino y sacamos los bocadillos para aligerar la carga de la mochila. El reconfortante café nos dará el pitido de salida para iniciar la ascensión ya que apenas habíamos comenzado a andar.


Lo ancho del camino y el perfecto estado del firme nos facilita la marcha. Llegados al desvío tomamos el camino de la izquierda hacia la Cueva del Camello. En un momento dado el GPS nos indica que salgamos del camino para internarnos en la montaña y comenzar la ascensión de verdad. Unos 50 metros después de intentar pasar por donde la montaña no nos lo permite, tenemos que darle la razón e iniciar el retroceso hasta el camino. Esto nos dejará, de momento, sin track que seguir pues este se empecinaba en intentar conquistar la montaña.

Retrocedemos hasta el desvío y tomamos el camino que habíamos obviado a la derecha y que indicaba subida al “Cim”. Vamos encontrando innumerables especies de plantas tan floridas y tan coloridas como permite la recién estrenada primavera. Llegamos al final de la pista y esta deja ver un sendero que se interna en la montaña. Es hora de empezar a ascender.
La senda, en buen estado de conservación por el continuo trasiego de senderistas, zigzaguea entre arbustos y vegetación de monte bajo ya que los árboles escasean conforme seguimos ascendiendo. Vamos ganando altura y panorámica sobre el fondo del valle y la cercana costa.

El sendero se vuelve más abrupto y entra en una zona de paso sobre un despeñadero cubierto de piedras, por él asciende una senda que muestra todo el peligro que tiene el tránsito por este tipo de senderos; el peligro de avalanchas y de resbalones por este tipo de terreno es muy grande ya que el apoyo sobre una piedra ejerce toda la presión sobre la de abajo, y esta a su vez sobre otra, de esta manera no hay un apoyo estable en ningún momento.



Una vez cruzamos este paso, entramos en el desfiladero que bordea el barranco. Las increíbles vistas se magnifican por todos lados, pero no podemos mirar el paisaje mientras andamos pues, el peligro de caer al vacío es inminente si nos descuidamos, es la parte más peligrosa de esta subida.


Nos vamos acercando a la cima, la vemos encima nuestro, bueno eso creemos pues este lado del alto del Montgó no es donde está la cima, es realmente la parte más baja del altiplano.
Llegamos a la cumbre que veníamos divisando todo el tiempo para alucinar con las vistas que se nos ofrecen, lo hacemos mientras rebuscamos en la mochila algo con que protegernos del intenso y frío viento que nos azota aquí arriba. Sacamos unas fotos de este magnífico lugar y proseguimos antes de quedarnos helados.


Un mar de plantas de estepa o “xara”, ofrecen sus hojas y flores al viento para mecerse en el oleaje y crear un hipnótico movimiento por encima del mar que, 500 metros más abajo, se mece en su propia e impetuosa turbulencia. El espectáculo es magnífico. Nos llama la atención la gran cantidad de caracoles que se aberronchan en los huecos de las piedras. Aparte de ellos y alguna rapaz sobrevolándonos no hemos visto más fauna.

Un pequeño trayecto nos llevará hacia el Este para rodear el barranc de Runar que cae hacia el interior, hacia Gata de Gorgos.
A partir de aquí abandonamos toda esperanza, lástima que eso lo sabremos después de terminar pues de haberlo sabido en ese momento donde íbamos a meternos, igual nos lo hubiéramos pensado dos veces. La senda desaparece casi de repente bajo una trampa de piedras puntiagudas y rotas, agujereadas y moldeadas por la inexorable erosión que con su peculiar microclima crea esta impenetrable montaña que eleva sus 752 metros junto al mar. La humedad, el viento y el sol conforman junto con el calor de estas latitudes la peculiar bruma que cubre la cumbre y rompe la roca en formas imposibles. Pero ya es tarde para dar marcha atrás, solo nos queda contar lo sucedido.

El avance se hace lento y tedioso pues no sabemos dónde ni cómo poner los pies entre tanta piedra. No podemos disfrutar del paisaje mientras andamos, estamos más ocupados en estudiar el “camino”, esto es peor que la peor de las bajadas a las que nos hemos enfrentado con nuestras burras. Ya a estas alturas sabemos que este terreno nos pasará factura en rodillas y tobillos. Solo esperamos no tener un percance en forma de esguince o algo similar, pues el camino de vuelta sería terrible.

Pasados ya a la vertiente Suroeste no volveremos a ver el mar hasta mediado la bajada pues, la bruma está a punto de engullirnos. La vemos ascender dibujando la silueta de la montaña empujada por el viento. Poco después en longitud recorrida, que no en tiempo transcurrido, nos encontramos en el desvío de ascensión a la cruz, decidimos dejar este hito y abordar el vértice y cumbre dada la dificultad y cansancio de algunos miembros de la partida. A estas alturas ya hace rato que usando un término ciclista, veo a Ana al borde de la pájara.

Miramos al frente de nuestra marcha para otear a lo lejos lo que parece el macizo de cumbre, pero aquello queda muy pero que muy lejos y muy arriba de nuestra posición. Ya vemos, justo sobre nosotros, a nuestra izquierda, la enorme cruz que preside esta parte de la montaña. Nos alejamos dejándola a nuestra espalda, quedará perfectamente capturada en la “nikoleta grande”. Salva hoy la ha sacado a pasear, no sé porque a Roda i Pedal le da un trato de menor rango y solo juega con la hermana pequeña de esta “nikoleta”.


Nos acercamos hasta el único pino, y en definitiva el único árbol de esta parte alta de la montaña, que es como el guardián del paso a la cumbre. El viento aquí es demoledor. Empuja con tanta fuerza que tenemos que asegurarnos bien antes de aventurarnos a echar un vistazo alrededor si no queremos acabar tirados encima de alguna roca.

Por fin vemos ante nosotros el vértice geodésico y la señal de “Cim del Montgó”.


Tanto como las fotos, urge encontrar un sitio al abrigo del viento. Lo encontramos mirando la caída hacia el mar que intuimos inmenso delante de nosotros, pero que no vemos. Unas rocas a nuestra espalda nos taparan de la violencia del viento siempre que nos demos prisa en comer. Lo hacemos rápido para poder sacar el café calentito y sentir a través del vaso su calor en las entumecidas manos.

Iniciamos el descenso hacia el Sureste. El paso entre rocas asemeja una escalera gigante de la que nos tenemos que servir de las manos para agarrarnos y poder bajar. En ciertos tramos bajamos arrastras. La bajada nos trae, con el rápido desnivel que estamos salvando, unas vistas espectaculares. El cabo San Antonio al Este, el cabo La Nao al Sur.

Al Oeste la puntiaguda silueta pétrea del Penyal D´Ifach erigiéndose de la mar entre bruma, a su derecha el Puig Campana no es capaz de mostrarnos su cima envuelta en la espesa niebla que lo rodea. Más a su derecha Aitana, La Serrella y L´Aixortá, nuestro destino biker de aquí a 3 semanas, están tan tapados que somos incapaces de distinguirlos. Con este panorama, nos centramos en observar lo que nos queda más cerca y por tanto a la vista.

La bahía de Xàbia entre los cabos, se posiciona para enmarcar unas fotos de grupo, aunque como hoy no traemos el trípode no podremos estar todos a la vez. A vista de pájaro, la senda de bajada se dibuja entre la maleza muchos metros en caída libre por debajo. Después están los caminos y pistas de tierra que nos invitan a ciclarlos, el dibujo es como un track sobre G.E. que nos “pone burros”. Los campos de prácticas de swing (golf), también centran nuestra mirada ya que están justo a los pies de la montaña, y su media circunferencia llama nuestra atención hasta que identificamos de qué se trata.

Pero el zigzagueo de la senda por la falda de la montaña internándose por los barrancos que arrastran un glaciar de piedras, propone una mirada de perplejidad por lo sinuoso e increíble del trayecto que nos queda por delante. Atraídos por ese serpenteo, centramos nuestra mirada en la senda siempre que podemos, pues, lo más importante es asegurar el paso. El castigo sobre rodillas y tobillos empieza ya a pasar factura y notamos doloridas las articulaciones por los continuos impactos. Consuelo es la que más lo ha sufrido ya que se ha torcido varias veces el tobillo y la cosa apunta a esguince, aunque de momento puede seguir caminando.
Llegados a un punto de la bajada, la zona de piedra viva deja paso a un caminito también de piedra pero ni mucho menos como la tortura a la que estábamos sometidos. Este andar se hace mucho más cómodo. Vamos descendiendo ahora a un ritmo constante que nos hará elevar la media de velocidad mientras seguimos disfrutando del paisaje.


Ya vemos la salida de la parte de montaña y tomamos un imaginario sendero entre la maleza. El track que retomamos antes de la cumbre, y que veníamos siguiendo, se mete por aquí aunque nosotros no veamos camino. La altura de las plantas que nos rodean nos impide ver donde pisamos, y el terreno es, debido a las piedras, totalmente inestable, eso por no mencionar los arañazos que nos estamos llevando por la frondosidad de la maleza. Tan solo serán unos 300 metros, pero la dificultad hará que parezcan muchos más, aparte del tiempo que invertiremos en este tramo.

Por fin llegamos al sendero justo en la bajada hacia el barranco que alberga la Cueva del Camello. Bajamos unas piedras y, justo allí se abre la cavidad a ambos lados del camino, esta pasa como un puente entre las dos bocas que se adentran en la tierra.
Desde aquí la vista hacia arriba es impresionante. Nos topamos con una pared rocosa vertical que llena todo nuestro campo de visión. Tan gris, tan impenetrable, tan poderosa, tan abrumadora que sobrecoge. Por fin se acabaron las penurias del camino, hasta el coche todo volverá a ser pista forestal de primer orden.

Las vistas sobre el mar serán las predominantes ya que, la montaña por encima de nosotros nos obligará a mirar hacia arriba para poder contemplarla.
Nos afanamos en buscar en el horizonte una finísima línea de costa que nos pondría mirando las isleñas tierras Ibicencas, pero ni rastro de ellas. Lo que si vemos hacia el Norte, siguiendo la línea de costa, es la imponente Serra D´Irta entre Peñíscola y Alcoceber. Las nubes oscurecen la superficie del mar. La Serra D´Irta se queda parcialmente cubierta por la lluvia que cae entre nosotros y tiñe el mar de negro, el espectáculo visual es grandioso.

La parte Norte del Montgó nos oculta la borrasca que viene directa hacia nosotros, cuando la veamos bordear el vértice de la montaña ya será tarde.
Comienzan a caer goterones como garbanzos. Quien más y quien menos lanza un rezo para que esto sea solo un amago de tormenta. Así la mantenemos a raya por unos escasos momentos, pero de repente grita allá voy en forma de lluvia a discreción. Esto no hay quien lo pare. Maldigo mi suerte porque el chubasquero está todo sequito en el maletero del coche. La mala uva que me pone la ropa mojada pegada a la piel, se disipa oyendo la risa de mi hermana, que no parará hasta llegar al coche, y para eso quedan un buen par de kilómetros. Como porfiando si la cosa puede ir a peor, comienza a granizar. Ahora ya no es mala uva, ahora es un “nosequequequeseyo” de preocupación pues ya vemos que Murphy no anda muy lejos y esto puede empeorar. Las pequeñas pedradas heladas que por dos ocasiones se han divertido a nuestra costa nos dan un respiro. Ya no vale la pena apretar el paso, estamos calados hasta los huesos. Sigo oyendo a mi hermana reírse por detrás de mí y no puedo menos que esbozar una sonrisa que se tornará en risa también, nos viene de familia.
Con todo esto ya ni miramos al mar ni a la montaña ni a la Serra ni a…., solo miramos al suelo con una resignación aplastante, mientras maldecimos nuestra suerte por tercer año consecutivo mojándonos en la caminata de Semana Santa, mientras entonamos nuestra particular saeta. El vía crucis llega a su fin. Por fin estamos en el camino junto a la cadena del inicio. Llegamos al coche deseando quitarnos la ropa mojada y ponernos lo más cómodos y calentitos posible porque ropa seca tampoco llevamos. Justo al llegar al coche, cae un relámpago como hacía tiempo que no veíamos, la “rompida” del trueno no se hará esperar, por lo que nos hacemos idea de lo cerca que ha caído, ¿quien dijo que no podía empeorar? Ya en los coches, la calefacción a todo trapo y a dejar que se seque la ropa sobre nosotros, la hora y media hasta casa no será muy animada que digamos. Después de más de nueve horas andando la ducha anticipada no nos ha sentado muy bien, con esta ya van tres salidas este invierno que nos mojamos, y mañana con la bici más de lo mismo, en fin, que estamos locos, pero la verdad es que ha valido la pena. Hasta la próxima mojada.


Track en Rutes de Roda i Pedal

sábado, 4 de abril de 2009

Crónica Olocau- Molino de la Ceja

"Se dice que un caminante debe detenerse de vez en cuando en su camino para echar una mirada al ya recorrido, y contemplándolo así, desde lejos, sin divisar sus asperezas y sí sus amenidades, cobrar bríos para proseguirlo". Miguel de Unamuno.

Después de las pésimas previsiones meteorológicas con las que contábamos la semana pasada, cuya causa directa nos obligó a aplazar la ruta programada, por fin hoy nos ponemos en camino, no sin haber estado toda la semana con un ojo puesto en el cielo esperando una tregua.
Salimos de Manises hacia Olocau cargados como de costumbre con el remolque. Desde Llíria iremos paralelos al increíble carril bici que nos acompañara hasta Olocau. Antes de llegar al pueblo, junto al camino del cementerio encontramos una explanada junto a una gasolinera abandonada que servirá de punto de inicio y fin de nuestra rodada. Tras los estiramientos oportunos y las comprobaciones del material, tenemos el gran susto de la jornada, así en frío: la “nikoleta” se niega a funcionar. Unos intentos de ponerla en marcha, unos rezos y unas maldiciones o al revés, finalmente se compadece de nosotros y decide acompañarnos en esta nueva ruta, uff, menos mal, ya que sin recuerdos ópticos que traernos a casa no somos nadie, lo que hace la costumbre.
Así pues nos ponemos en marcha y remontamos la cuesta por donde habíamos venido para iniciar una bajada que nos llevara hacia la urbanización Les Forquetes. Nos adentramos en este camino que pronto transitara junto al canal de riego del Camp de Turia. Vemos innumerables plantaciones que surgen a partir del agua del canal. Cruzamos la carretera de la base militar y continuamos hasta el camí del Mas de Moia. Antes nos habremos acercado hasta el albergue de montaña de Olocau, en el cual la cúpula del observatorio astronómico que forma parte del complejo, es visible desde el camino y como no podía ser de otra forma, nos ha atraído como un imán.
Nuestra afición por la astronomía no nos podía dejar indiferentes ante un edificio de tan característico aspecto como es el domo blanco que corona el edificio de planta cuadrangular. Retomamos el camino en dirección al Mas. Pronto el mar de naranjos que rodea esta masía se adueña del camino, lástima que los naranjos aún no estén en flor, pues el colocón que tendríamos de azahar sería de escándalo, o en su defecto si estuviesen las naranjas poblando las ramas tendríamos un colorido excepcional, en fin, otra vez será.
No obstante, la visión nos obliga a tomar algunas instantáneas de la vasta extensión de naranjos para poder creer lo que estamos viendo. Pasada la masía, el camino deja las tierras de cultivo para internarse de lleno en la montaña. Nada más iniciar el ascenso cruzamos la divisoria con la provincia de Castellón, como es normal en las rutas por la Calderona estaremos pasando el limite provincial constantemente. Cobramos altura rápidamente para obtener una panorámica del inmenso campo de naranjos. Más allá la bruma nos dificulta mucho la vista pero, perdidas en la distancia que parece inventarse la calima están nuestras montañas: La Rodana, Sant Miquèl y Santa Bárbara, La Muntanyeta, La Montieleta, todas quieren llamar nuestra atención. Lo que de verdad no se escapa a nuestra vista es la montaña que tenemos que subir. Vemos coronando varias montañas algunos mojones blancos que no sabemos que son. Ya los vimos en nuestra incursión por los montes de Alcublas. Llegamos a una zona de la montaña a salvo de todas las miradas, es una pequeña depresión junto al barranco de Escarihuela que nos protegerá del viento mientras almorzamos de cara al Alto del Romero, que con sus 820 metros de altitud cierra el valle en su parte noreste.
El barranco hace aquí un giro de 180º y el meandro depara unas vistas excepcionales de su tortuoso discurrir. Parando ahora a almorzar, haremos tiempo para comer a una hora prudencial sin juntar demasiado las dos comidas. La tranquilidad monacal de este lugar es increíble. Apacigua el alma tanto como el bocata el estomago. Después del ágape no es que tengamos muchas ganas de subir la montaña que tenemos delante, pero no hay más remedio. Como si nos leyeran el pensamiento y nos quisieran alentar a continuar, aparece a lo lejos un trío de ciclistas, al poco un par más, y otros y otros, hasta más de una veintena, este grupo baja por el camino que nosotros hemos de subir, ¿pero es que siempre hemos de encontrar bikers bajando? ¿es que nadie más que nosotros sube?, si es así nunca los vemos.
En fin, nos ponemos en marcha pero ellos siguen llegando, ya hemos perdido la cuenta. Remontamos este barranco viendo las huellas dejadas en el fondo por las ruedas de motos que son las únicas que pueden transitar por allí, nos parece bien que así lo hagan y no transiten por los caminos para no degradarlos. La subida continua y la pendiente constante exigirá lo mejor de nuestro repertorio. El firme que no está excesivamente mal nos ayudará a encontrar la cadencia de pedaleo adecuado para no quemarnos, aunque cada vez que pensamos que estamos dominando la subida esta pone un puntito más de gravedad en nuestra contra. De todas formas se hace difícil encontrar un ritmo constante de pedaleo a la vista de los paisajes que se presentan a cada pedalada recorrida. Con el grupo roto, la subida la disfrutaremos cada cual a su manera. Carlos no tiene limite y se pasea por la subida para esperarnos sentado en una piedra arriba, controlando el camino. Luis que se va con él al principio aún lo tendremos a la vista desde atrás varios - minutos pedal - por delante de nosotros. Nuestro reportero, incapaz de controlar el ataque de actividad de la cámara estará continuamente dándole caprichos, la tiene muy mal acostumbrada. Y quien escribe, se quedará para no dejar solo al último del grupo en previsión de posibles problemas, además de disfrutar del paisaje en cada pedalada y cada parada. Ya que sale el tema, recordar la importancia de que el último del grupo no se quede solo, pues ante una avería o una caída siempre puede contar con una ayuda, por delante es distinto pues tarde o temprano se les alcanzará.

Vamos comentando la infatigable labor que hicieron las gentes de estas tierras para abancalar las laderas de las montañas que desde la dominación árabe se viene realizando en esta zona. En algunos lugares estos muros de piedra están bien conservados o incluso restaurados, en otros sitios han desaparecido ante el empuje inexorable de la naturaleza, pero el dibujo de su contorno a dejado surco y aún es visible en la piel de la montaña. Cruzamos al otro lado del barranco para dejarlo a nuestra izquierda perdido entre las laderas de las montañas, a partir de aquí seguiremos el curso del barranco del Rodeno. Transitamos ahora casi debajo del Alto del Romero, no son de extrañar estos nombre a juzgar por el terreno que ciclamos y la vegetación que nos rodea. El amarillo tan intenso de las aliagas semanas atrás, a dejado paso a un color más ocre cuando las observas de lejos, aunque en primer plano el intenso gualda satura nuestras pupilas. Seguimos la ascensión siempre en dirección norte.
Llegamos a la bifurcación de caminos. Estamos en el Collado del Lobo. La interminable ascensión ha terminado. A 750 metros de altitud según reza el altímetro del GPS, se abre ante nuestros ojos una basta llanura, un altiplano ondulante solo roto en la distancia por el Alto del Rejo y su gigantesca antena desafiando a la gravedad. Giro a la derecha por el camí de la Escarihuela hacia Gátova. Vamos junto al puntal de Albalat que nos tapa la visión directa del barranco que hemos ascendido, pero poco después de dejar atrás estas dos lomas encadenadas sale un camino a la derecha que en 150 metros nos acerca a la orilla del precipicio. Este ahonda más de 300 metros por debajo de nosotros hasta el lugar donde almorzamos. Las panorámicas que se nos presentan son colosales a pesar de la bruma y de lo desarbolado del terreno, solo el monte bajo y algún que otro pino tapizan las montañas en derredor. En un día despejado Stendhal no daría abasto a tantas emociones y miradas de asombro. Como no podía ser de otra manera la primera foto de grupo cae aquí mismo.
Volvemos al camino y seguimos llaneando por un camino de tierra rojiza jalonada de hoyuelos que atribuimos a avispas terreras tras descartar tantos y tantos hormigueros.
Abandonamos el camino de Escarihuela para seguir el camino junto al barranco ya que así gozamos de inmejorables paisajes. Frente a nosotros se yergue majestuoso el Pic del Águila dejando ver la silueta de su caseta de vigilancia forestal.
A la derecha la cuasi inexpugnable majestuosidad del Gorgo y el camino que se dibuja hasta la cima allá en los más de 900 metros. También vemos el molino de la Ceja, destino de nuestra ruta de hoy, bueno eso creemos, más tarde comprobaremos nuestro error, era el molino de Iranzo el que veníamos viendo ya que el de la Ceja queda unos ciento y pico de metros más abajo.
Llegamos a la partida de Los Cinglos que también da nombre al barranco al que nos asomamos desde el camino que discurre pegado a él. Atención con los descuidos, pues la inmensidad del panorama que divisamos nos puede hacer despistarnos y tener un buen susto ya que no hay ningún tipo de protección entre el camino y la caída al enorme abismo que allí comienza. Paramos en una antigua casa de piedra de la que solo queda un muro en pie. Abajo vemos el Camí de la Garrofera que sube por el barranco tan recto como el propio barranco y formando un casi perfecto eje norte-sur.
Este entramado de barrancos se unen abajo en el de la Escarihuela y más hacia el sur toman el nombre de Rambla Primera, esta fue una de las de mayor aporte de agua en la riada del 57, no es de extrañar una vez visto el relieve por el que discurren los barrancos que en ella desaguan.
Otra vez en marcha hacia la bajada a Gátova. Delante de nosotros el Alto de la Calera nos oculta nuestro destino. Un pronunciado giro a la izquierda del camino nos pone mirando hacia abajo en una bajada trepidante. Los badenes que cruzan el camino nos harán pegar unos botes descomunales, y la tremenda velocidad nos pondrá a prueba los nervios de acero que tendremos que templar si no queremos salir volando por encima de la montura en uno de estos saltos. A la izquierda del camino un pequeño campo de almendros en flor con las primeras hojas de un verde rabioso, pondrá un toque colorista a este tramo de descenso, pero la atención puesta en el camino no nos permitirá disfrutar como nos gustaría del espectáculo.
Enseguida llegamos a La Font Fría.
La parada no estaba prevista, pero lo pintoresco del lugar bien merece un alto en el camino. Disfrutamos del entorno y de la fresquísima agua que brota de su fuente, así como de un inmenso tronco que es lo único que queda de lo que sería un grandioso ejemplar de no sabemos que especie de árbol, aun así es precioso. Cuando estamos a punto de reanudar la marcha pasa un coche que debido a los badenes va muy lento, decidimos esperar para que no ralentice nuestro impetuoso descenso. Pasado un tiempo prudencial y antes de que reanudemos la marcha aparece otro coche pero este no nos detendrá, por lo que nos lanzamos los cuatro al unísono en persecución de nuestras sombras que se nos adelantan. El del coche habrá pensado “los lentos estos me van a molestar”, antes de los primeros 100 metros ya le llevamos 200 de ventaja, jeje. Vamos desmelenados, el camino asfaltado nos da un agarre que tranquiliza nuestra estabilidad en la bici, por otro lado, las frenadas se hacen algo más violentas ya que al no deslizarse la rueda sobre la tierra el tacto del freno es distinto y no estamos demasiado acostumbrados a este firme, lo nuestro es el camino de tierra, de piedra y “rocaje vivo...”. Espectacular el descenso que nos estamos marcando con picos de más de 50km/h. llegamos en un suspiro a la carretera CV 25 de Gátova a Altura, atravesamos el pueblo buscando la salida hacia Olocau, pasamos el cementerio y enseguida cogemos un camino asfaltado a la izquierda que pronto empieza a endurecerse. La rampa tendida no cesará en todo su recorrido hasta el molino de La Ceja.
A media subida pasamos por la fuente del Tormo, al igual que la anterior no estaba prevista pues también desconocíamos que el trayecto pasara por ella.
Ya que estamos y como suele ocurrir en todas las fuentes de la Calderona, la parada es obligada. Pequeño y coqueto lugar de descanso habilitado con dos curiosas mesas de piedra de rodeno y con un pequeño estanque con peces. En el proceso de construcción alguien saboteó los asientos dejando huella con dibujos, al menos tuvo buen gusto y los decoró con ejemplares de flores, al menos no desentonan del entorno, en fin, unos bárbaros con gusto, menos mal. Volvemos a pedalear hacia arriba. Es el tramo más duro de la subida, pero el final se ve en la curva de delante. Llegamos a la explanada donde está el molino y el vértice geodésico. Este molino a diferencia de los de Alcublas no tienen las aspas ni está techado pero está igualmente restaurado y abierto, por lo que se puede subir por una escalera hasta el mirador que lo corona arriba, donde nos inmortalizaremos con Gátova al fondo.
Mas allá se muestra altivo el Pic del Águila, a nuestra derecha asciende la montaña del Hontanar mostrando su molino que durante tanto tiempo nos tuvo confundidos, es ahora cuando caemos en nuestro error.
Un millar de fotos después reanudamos la marcha por el camino hacia Tristán, remontando este camino llegaremos a la cueva del Sacañé, otra visita que tampoco estaba prevista, parece que por el precio de una hayamos hecho más rutas con tan numerosas y gratas sorpresas.
Paramos a ver esta gruta que se adentra en las entrañas de la propia montaña creando a todo su alrededor grietas y agujeros que dan una sensación de inestabilidad al terreno que pisamos.
Estamos en una zona desde la que ya podemos ver hacia el sur el Castillo del Real o Ali Maimó, fortaleza musulmana en lo alto de la peña del mismo nombre y divisoria entre Olocau a donde pertenece y Gátova. Desde aquí nos meteremos de lleno en un inmenso bosque de alcornoques o “sureres” nombre en valenciano para referirse al árbol del cual se extrae el “suro”, vamos, para los castellano hablantes, el corcho para hacer tapones y que fue una de las tareas agrícolas más productivas de la zona en su día.
Aún hoy podemos ver como esta dedicación sigue en vigor con el aprovechamiento de este recurso natural. Pedalada a pedalada nos acercamos al camino de Tristán a Ferrer que ya ascendimos en la ruta a la Olivera Morruda:
http://rodaipedal.blogspot.com/2009/03/cronica-pla-de-lluc-olivera-morruda-por.html , una vez enlacemos este camino ya estamos prácticamente en lo alto de la montaña y por lo tanto ya se acabaron las ascensiones y el calvario del día. No nos demoramos más en el camino y vamos en busca de la zona de pic-nic de Tristán para calzarnos los bocatas que esperan impacientes su turno de trabajo.
Comemos bajo los árboles mientras comentamos las anécdotas de la jornada que han sido muchas y variadas, tampoco nos sustraemos a comentar las consecuencias de la crisis, ya que el 33% de los integrantes del grupo en activo se han quedado en el paro, esto hace que no sea la ruta más alegre de las que hemos hecho, pero tampoco nos regocijaremos mucho en este asunto, hoy toca desconectar el mundo laboral. El reconfortante café que sigue al bocata es el preludio de una costumbre que se está arraigando en el grupo: la siesta. Aberronchados sobre el suave colchón de pinocha que nos han preparado los pinos, nos tumbamos aprovechando los tímidos rayos de Sol que se filtran por el pinar para reposar unos minutos. Después nos pondremos en marcha buscando el camino de descenso hacia Pla de Lluc. Atentos a su triturado firme que conocemos de la ruta que arriba enlazamos, nos lanzamos con más miedo que vergüenza que se suele decir, aunque de miedo nada, más bien temeridad dado el estado del firme y la velocidad que estamos alcanzando, queremos poner un poco de pimienta a la ruta y confiando en las suspensiones que tanta seguridad nos aportan hagan bien su trabajo, desafiamos a los elementos en una bajada digna de competición.
A las monumentales roderas y piedras que saturan el destrozado y pedregoso camino de rodeno, hoy se unen pequeños cursos de agua que filtrándose por toda la montaña buscan la forma de llegar al barranco de la Villuela, inundando en su recorrido el ya de por si castigado camino. Vemos brotar la gota que da nombre a la Font de la Gota y que pocas veces hemos tenido oportunidad de ver caer de su caño. El barranco ruge en la pequeña catarata que controla la crecida de las aguas en la hondonada, y allí mismo nos presenta un paisaje reconfortante y cautivador. Seguimos descenso atentos al desvío a la derecha que pronto tomaremos y nos llevará en un tramo de sube y baja constate hasta Olocau pasando junto a una cantera abandonada, tramo en el que disfrutaremos de una bajada asfaltada muy divertida. Llegamos nuevamente al carril bici del principio para ascender y dejarnos caer hacia el coche que durante más de ocho horas ha esperado pacientemente nuestro regreso.
Como siempre el saludo del grupo al concluir otra entrañable ruta que ha vuelto a dejar muescas en nuestros sillines con la satisfacción de las nuevas cumbres conquistadas y que deja como no, otra piedra de vértice en nuestra particular colección de inertes trofeos, todo ello junto a mil y una fotos más que serán nuestro tesoro imborrable de esta etapa de pedaleo para los años venideros. Ha sido otro día de buenas sensaciones, uno más de los muchos que deseamos y esperamos sigan sucediendo sábado tras sábado en nuestro incansable deambular biker por las montañas de nuestra Comunidad Valenciana. Hasta el próximo reto.


Track en Rutes de Roda i Pedal