martes, 11 de diciembre de 2007

Ruta Balsas de riego - Molinos de Alcublas (01/12/2007)

Esto se está convirtiendo en una costumbre, agradable, por supuesto. Seguimos conquistando más y más cumbres, dejando nuestra bandera en cada cima, llenando de muescas los sillines y, como no, coleccionando vértices geodésicos. Hoy apuntamos otro, el del alto de los molinos de Alcublas. Este singular paraje, de increíble belleza y bastante desconocido a pesar de su proximidad, nos ha deparado una jornada de pedaleo tremendamente intensa y divertida.
Como siempre, en la base ultimamos los preparativos y partimos con el remolque cargado hacia Lliria, en donde tomaremos la carretera dirección Alcublas hasta llegar a las balsas de riego. Dejamos atrás el “camí del canal” y junto a la masia Casa Carlos tomaremos el primer camino a la derecha para ir aparcando en cuanto podamos y hacer el desmonte rápidamente por las ganas de empezar.

Comenzamos a pedalear en una pendiente suave pero que nos acompañará inflexible hasta arriba de la montaña y, tras coronarla llanearemos hasta el pie del alto de los molinos a 906m. de altitud, pero no adelantemos acontecimientos.
Comenzamos a un ritmo suave ya que con las ganas de partir hemos olvidado los estiramientos y ahora necesitamos ir calentando la musculatura poco a poco, pues como decíamos, la pendiente es persistente y no afloja. Les voy poniendo en antecedentes de lo que nos espera y les muestro ante nosotros la cumbre del mirador, primera parada oficial de la ruta; digo oficial, pues las paradas fotográficas a lo largo del camino se harán, una semana más, imprescindibles para el pleno disfrute de la ruta.

El camino, empieza a serpentear mientras ganamos altura y con ella, los paisajes lejanos comienzan a mostrarse. La visibilidad, un sábado más es extraordinariamente clara y nos permite apreciar distancias increíbles, nada menos que 125km. en línea recta. Más cerca, las ondulaciones de las montañas por las que transitamos también nos alegran la vista, y un poco más allá, la plenitud de la Serra Calderona nos muestra todas sus cumbres, instaladas en estas primeras horas de la mañana en un azul oscuro, que, en contraste con el azul celeste contra en que se recortan, les otorga una estampa de pétrea y bella intemporalidad.

Conforme el sol va ganando altura en el cielo, comienza a arrancar el color de los pinos que pronto cubrirá las montañas de un intenso verde. Nosotros también notamos que junto con la dureza de la subida, ese sol nos va arrancando las primeras gotas de sudor que nos van empapando, y pronto, la chaqueta empieza a molestar, así que los más valientes ya están despojándose de ella y tirando de cuesta en manga corta.
Entramos ahora en un terreno rompe piernas de rampa, descansillo y ligera bajada que luego habrá que remontar para volver a empezar a subir. Ya estamos a una buena altura y llega el desvío de Torres, lo ignoraremos y continuaremos hacia la izquierda, momento en el que nos encontramos con los primeros cazadores de los muchos que veremos en el día de hoy; ellos, al igual que nosotros, también disfrutan del monte y como nosotros, también un grupo de motoristas nos ha adelantado justo cuando iniciábamos la marcha; afortunadamente no nos han destrozado mucho el camino. Nos estamos enfrentando ya a la primera de las rampas realmente duras que encontraremos; corta pero intensa nos hace poner todo el desarrollo. El camino, muy deteriorado, se encargará de poner la dificultad extra para dificultarnos el avance que se hace lento, tortuoso, difícil. Terminamos la rampa exhaustos y decidimos parar para recuperar el aliento, aunque la excusa será disfrutar de las vistas y hacer fotos.
Seguimos adelante con la mirada puesta en el camino que se insinúa recortándose en la montaña y dejándonos ver los fuertes desniveles que a no mucho tardar tendremos que afrontar. Llegamos hasta allí para comprobar que la dureza de las rampas es más visual que física, pues, tan pronto como empezamos a subir, esta disminuye y, comprobamos con alivio que el avance es más fluido de lo temíamos, por lo que con alegría en las piernas las abordamos.
Ya llegamos al desvío que tomaremos a la izquierda y nos llevará al alto del mirador, donde una buena rampa custodia el acceso; esta la superaremos no sin esfuerzo para llegar a un altiplano a unos 600m. de altitud, donde la grandeza de las vistas se convierte en todo un espectáculo.

Frente a nosotros, tachonando el paisaje, vemos con absoluta claridad todas y cada una de nuestras cumbres; en un cuadro absolutamente magnifico tenemos, distribuidas en dos líneas, unas tras otra aunque por la perspectiva todas agrupadas, las cumbres más renombradas y queridas por Roda i Pedal. Seguro que será una de las fotos de cabecera de nuestro álbum.

Buscamos a lo lejos todo cuanto podemos observar y en lontananza surgido de la bruma distinguimos El Montgó, pero para nuestra sorpresa a su derecha y por encima de la Serra Gallinera observamos otra cumbre mítica de la Comunitat Valenciana, la Serra de Aitana con su cima del mismo nombre sobresaliendo por encima de todo allá por los 1545m. de altitud.
Asombroso.

No nos cansamos de admirar y fotografiar todo cuanto se nos presenta ante nuestros ojos ávidos de belleza y, tras un prolongado deleite paisajístico en el que el síndrome de Stendahl vuelve a rondarnos, emprendemos de nuevo la marcha, para una vez llegado al cruce anterior seguir subiendo por espacio de unos 6km., hasta el alto del pico Pedroso. Realmente no lo coronaremos aunque todo sea dicho, porque el camino no lo corona sino que lo rodea hasta llegar al altiplano sobre el cual se eleva. Esta última rampa, también dura aunque con asfalto que facilita el pedaleo, nos hará coronar esta cordillera para llanear por espacio de 3km., en los cuales a la mitad ya tendremos vistas de nuestro objetivo de hoy.

Llegaremos a un desvío y lo cogeremos a la derecha para entrar en una carreterita asfaltada que bordea la montaña por su base; no será hasta el otro lado cuando al llegar a una granja surge un camino de tierra a la izquierda que, inequívocamente sube hacia la cumbre donde se ubican los molinos de Alcublas.
Llegamos arriba subiendo a muy buen ritmo (y es que no hay nada mejor que picar un poco al “torito” para que de pedales con ganas; luego, si puedes lo sigues….y hoy, aunque solo sea en esta subida, le he podido aguantar el ritmo) para comprobar con asombro que estamos ante un espectacular paraje. Los molinos, restaurados y perfectamente conservados, son el centro de un enclave desde el que las vistas sobre Alcublas son asombrosas. Mesas de obra salpican este alto convirtiéndolo en un buen lugar de esparcimiento si te animas a subir hasta aquí.

Tras unas mil fotos, llega el almuerzo, que al aire libre sabe mucho mejor, este solo interrumpido por el constante zumbido que las molestas motos se empeñan en propagar por la carretera; es incomprensible, pero lamentablemente cierto. Bromeamos sobre nuestra “antisociabilidad”, pues nos molesta el ruido y además no dejamos basura por allí por donde vamos… igual va a ser que sí que somos raros.
Después del sibaritismo que supone tomar un buen café calentito ya toca volver; ahora es casi todo para abajo pues los llanos vienen precedidos de grandes bajadas que nos darán impulso para llanear rápido y afrontar el descenso con un buen empujón que nos dará alas.
Tras esa primera rampa asfaltada y a una velocidad trepidante llega el momento de decir aquello de “¡Mare de Deu dels Desamparats!”; y es que el cambio de firme a esta velocidad te pone los nervios de punta, pues cuando ves que llega la transición no sabes si frenar o tirar para adelante. Hacemos esto último, rezando todo lo que sabemos y que no es otra cosa que el padre nuestro biker y que “reza” así:
“Padre nuestro que estas en los frenos, santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu horquilla, hágase su voluntad, así en las piedras como en los baches.
El pan nuestro de cada día dánosle hoy, perdónanos nuestras caídas así como nosotros
frenamos en cuanto podemos, no nos dejes caer en la dura tierra mas líbranos del mal.”

Con este soniquete en la cabeza vamos trazando curva tras curva en persecución de Salva que, arriba se lanzó a tumba abierta dejándonos a todos esperando a que pasara un coche. Nos lanzamos a por él de pie sobre nuestros pedales, con el sillín de nuestras maquinas entre las piernas, atenazado para dar ese último golpe de timón que ayude a la dirección a seguir en el camino; hemos marcado una máxima de 53km/h. pero Salva no se ve por ningún sitio.
Hoy es Carlos quien se marca un recto pero al menos él tiene el sentido común de hacerlo por un camino que se va no sabemos a donde, afortunadamente nos oye cuando le sacamos de su error y puede rectificar rápidamente sin perder nuestro ritmo. Un par de curvas más abajo y junto a otro desvío nos encontramos con el tránsfuga que nos espera pensando que igual se ha perdido en uno de los cruces; por fortuna no ha sido así.

Ahora todos juntos abordamos los últimos 7km. Me sitúo detrás del grupo para ir grabando la bajada. A pesar de venir ya almorzado voy a comer polvo por un tubo pues los tres jinetes que me preceden están limpiando el camino y tirándome todo a mí; parece que hasta las sombras levantan polvo, pero deseando que esta imagen salga en el video, seguimos el impetuoso descenso.

La cada vez más depurada técnica que estamos perfeccionando en nuestras últimas salidas se hace patente, pues a pesar de lo irregular del terreno y de que es un camino desconocido para nosotros lo estamos librando con gran comodidad y soltura; no obstante, alguna curva saca a relucir las más profundas virtudes de nuestros 18 quilates.
Firmes de determinación seguimos devorando curvas y kilómetros con una facilidad pasmosa, tanto que damos alcance a un coche que con su lento avanzar por estos caminos nos obliga a detenernos para dejar distancia y poder seguir con nuestro impetuoso avance.
Aprovechamos para hacer las últimas fotos y deleitarnos con los paisajes de montaña que nos rodean aquí en el valle en el que nos encontramos.

Volvemos a la carga disfrutando del final de la bajada y por lo tanto de la etapa. Tan corta se nos antoja que ya junto al coche alguno apunto está de seguir el camino. Nuevamente y, después de las felicitaciones, asoma a nuestros labios la sonrisa de la satisfacción por un trabajo bien hecho, y, es que no hay nada como disfrutar de un buen día de pedaleo con los amigos.