jueves, 17 de mayo de 2012

Alcublas-La Salada-Sacañet (La Lidia del Toro)


Regresad vivos, regresad como amigos, llegad a la cumbre. Por este orden. 
Roger Baxter-Jones



Una vez más la maquinaria de Roda i Pedal se había puesto en marcha. La ruta hacía tiempo que estaba estudiada y planificada, gracias a seguir un track del amigo Alfonso Pitarque, nosotros luego le añadimos la subida hasta La Salada. Solo quedaba abrir una de esas ventanas temporales, en forma de sábado libre, para ponerse a rodar todos juntos otra vez. Y este sábado era el elegido. Nos vemos en la base a las 8 de la mañana, uno llegado directamente del curro, y los otros apareciendo con cara de más o menos sueño, pero con ese puntito de ansia que pone una ruta de estas características. Los saludos de rigor después de algunas semanas sin vernos y los preparativos antes de salir rumbo a Alcublas, principio y final de la rodada.

-¿Qué salida vas a coger?
- Pues la de Alcublas…

Es responder y una risita empieza a crecer en el estomago hasta que por fin, transformada en risotada inunda el coche y todos nos unimos a ella.
- No…, si aún parará el coche para reírse a gusto.

Ya en el camino nos vamos percatando del calor que vamos a tener hoy también, fiel la climatología a lo que viene siendo esta semana. Llegamos por fin a Alcublas y aparcamos en una calle junto a la salida hacia Artaj. Tras los estiramientos de rigor por fin nos ponemos en marcha. De inicio una suave pendiente nos hace ganar metros “gratis”. 

Cruzamos el barranco del Pozuelo para encontrar que la pendiente sigue a nuestro favor, solo se verá truncada esta bajada con el giro a la derecha que nos saca del asfalto y nos pone a mirar hacia las cumbres ya en pleno terreno biker. Comenzamos la faena.
Este camino nos mete por un bosque impresionante, un pinar que nos deleita con una mezcla de aromas dignos de una primavera que se recalienta por momentos pero que aún, a primera hora de la mañana conserva, en las zonas de umbría, los frescores y la humedad de la noche. El firme no presenta grandes dificultades y avanzamos, aunque en subida, sin mayores problemas. Jugamos con los cambios para no forzar más de lo necesario la musculatura que apenas hemos comenzado a calentar. Poco a poco vamos rodeando la umbría de Oset y nos acercamos a la aldea por el este. Sin apenas haber rozado el pueblo nos desviamos a la derecha para subir por el calvario hacia la fuente de la Purísima, un monolito con la imagen de la virgen, del que surge, que no brota, la fuente que está más seca que la mojama. Por suerte junto a ella hay otra fuente de la que sí sale algo de líquido elemento.

Unos metros más adelante una grandísima cruz blanca preside el altozano desde el cual se divisan unas extraordinarias vistas del pueblo, e incluso, si la visibilidad lo permitiera se vería Riba Roja y en algún rincón, mi propia casa. A al derecha, en la parte baja otra área recreativa con el lavadero y una hermosa arboleda, proponen otra forma de pasar un agradable rato de descanso. Tras la visita comienza la primera subida de verdad. Ante nosotros un colosal camino serpentea por la montaña dejando un surco en la ladera del puntal del Pedregoso. El zigzag es visible desde aquí abajo, pero se hará mucho más patente conforme vayamos ganándole altura a la subida. 

Todos los hierros metidos para encarar esta subida, que contrariamente a su nombre, muestra un firme en excelentes condiciones de paso, lo de “pedregoso” ya vendrá luego. Subimos bien, parando aquí y allá para disfrutar de las bondades del paisaje y de las fotos de recuerdo, que no de la climatología, que nos castiga con un sol de justicia en este primer día de bochorno veraniego. Nos pilla por sorpresa, ya que la semana pasada aún se agradecía una manguita para combatir la fresca temperatura. No dejamos de beber agua para ir refrigerando el motor. Ya casi arriba nos llaman la atención las formas de la montaña al otro lado del barranco del Hontinar. La montaña se despeña en multitud de aludes de tierra y piedra más dignos de paisajes alpinos que de estas latitudes. 

Pero la naturaleza, tan caprichosa ella, no entiende de nortes ni de posiciones GPS ni de nada de eso, o sí, y por eso es capaz de sorprendernos dejando pinceladas de algo de allí aquí para sorprendernos y admirarnos. Desde aquí el camino toma un curso más llano, ya estamos casi arriba de la montaña. No dejamos de subir pero casi. Iniciamos un giro a la derecha para bordear el cerro Bon y sus más de 1250 metros de altitud. Poco después el más de Jañes se muestra derruido en el fondo del barranco, su relevo lo toma una construcción de considerable tamaño y planta cuadrangular. Parece una fortaleza más que un corral o algo por el estilo y sacamos diversas conclusiones sobre su utilidad. Las ventanas que no veíamos en su estructura se deben a su patio interior a juzgar por las imágenes del Sigpac y Google Earth. Ya tenemos vista directa de Canales y allá que vamos a buscar un lugar para almorzar. Lo encontramos frente a la iglesia de santa Bárbara, en un parque que pone sus bancos a la sombra y mirando a la fachada de la iglesia y la fuente. Almorzamos tranquilos los que podemos, otros con el ansia rota de seguir camino. 

El café nos espera hoy paciente en el grandote. Nos refrescamos en la fuente antes de salir y ponemos en marcha los GPS que nos han de guiar por los múltiples caminos que encontraremos en la montaña. Unos pocos kilómetros de relax nos llevan bajando de forma progresiva hasta cruzar la rambla que recoge las aguas que bajan desde la Peña de Diablo que ya tenemos enfrente. Desde aquí ya no hay tregua. Nos enfrentamos al “morlaco” a puerta gayola, mirando de frente la portentosa subida que arranca tras el puente y que no dará respiro en los próximos cuatro kilómetros.
Pronto comenzamos a desperdigarnos a lo largo de la subida como las cuentas de un rosario. Carlos pone ese ritmo de “noseporquésubistanlentos” que nos hace entrar en un estado mental de “maldita juventud”, lo vemos alejarse y hacer las paradas obligadas en cada sombra del camino. Allí, bajo esas escasas sombras nos vamos reagrupando para continuar la subida. Pronto lo veo volver a parar, pero esta vez no hay sombra, supongo que la dureza del sol, que pega de plano, está cebándose en él y ha encontrado un resquicio por donde abrir brecha. Y es que al calor se le une la dureza de una subida portentosa y un firme complicado por la cantidad de piedra suelta que tiene, hecho que nos hace fijarnos muy mucho para intentar memorizar posibles complicaciones en la bajada e intentar anticiparlas, pero no, esto tampoco es el “pedregoso”. Pues no le queda nada si es así, pienso mientras continúo subiendo al trote cochinero que he encontrado. Me paro un rato después asomado a un mirador colosal sobre el valle que dejamos atrás hace tanto rato. La verde arboleda que se levantaba allá abajo es ahora una manchita en medio de un paisaje desolado pintado del rojizo color de la arcilla pulverizada de las montañas. 

Luis pasa mientras me encuentro en pleno éxtasis de contemplación y continúa subiendo a ritmo. Ya que estoy parado decido esperar para hacer un reagrupamiento. Este tarda en llegar, cuando llegan los bravos, “toro y torito” me cuentan que la parada de Carlos era por que le ha sentado mal el bocata. Y es que los “Porsche” suelen sufrir de sobrecalentamiento con el calor y en terrenos de fuerte subida… es ahí donde los “Renault” se desenvuelven mejor: aquí alguien diría aquello de: “las bicicletas, digo, los “Porsche no son para el verano”, jeje.

A estas alturas ya se le ha pasado un tanto el sobreesfuerzo y continúa subiendo como si encontrara siempre el terreno que baja. Pero las dificultades no han hecho más que empezar. Le animo a seguir hasta el cruce de caminos que queda un poco más adelante mientras espero a Salva para hacer una foto del formidable paisaje. Nos ponemos otra vez en marcha pero el ritmo no es el que toca y cuando me doy cuenta estoy solo a escasos metros del desvío y Carlos parado esperando a su padre. Luego llegan los dos y juntos afrontamos el desvío a la izquierda hacia la base militar de La Salada o el Toro, como también es conocida. De frente baja el camino hacia Bejís, rodeando el Peñaescabia y pasando por varias fuentes y cerca del nacimiento del río Palancia como comprobé en la ruta: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2010/07/ahora-toca-bajar.html  hacemos el giro a la izquierda y seguimos subiendo un poco más mientras nos acercamos hacia el cortado que queda a nuestra izquierda. No llegaremos nunca a estar tan cerca que nos permita una visión directa del valle, pero lo intuimos al final de las rocas. Asomados hacia la vertiente interior de la montaña y de una pequeña depresión del terreno, enseguida vemos las enormes antenas coronando la cima de la montaña. 

El camino dibuja un rodeo monumental para encarar la última subida por la parte más lejana. Así que primero describimos una pequeña bajada por este camino que está tan mal como lo estaba el anterior. Cuando me doy cuenta estoy solo otra vez. Luis estará ya casi arriba pues aún lo he logrado ver hacer el último giro antes de ser tragado por la montaña. Bueno, no podría jurar que era él pero he visto algo moverse allá adelante. Carlos va unos metros por delante y ha hecho un giro del camino por lo que tampoco lo tengo a la vista, y Salva ya debería haber asomado tras la curva. Como no es así paro a esperarlo… y sigo esperando… y esperando. Estoy volviendo atrás cuando Carlos, que también ha vuelto atrás asoma por la curva y me pregunta qué pasa. Yo también vuelvo sobre mis pasos hasta la curva para ver a Salva parado en medio del camino con rampas en las piernas. Continuamos juntos adelante, pero pasada la bajada toca encarar el último tramo de subida y aquí vuelven las complicaciones. Más rampas en las piernas –y en el camino- y otro bocata que ha sentado mal. El calor ha hecho estragos en la manada. Cuando se encuentra un poco mejor, continuamos hacia arriba ante una portentosa rampa de piedras sueltas que resulta imposible de ciclar. El Pedregoso. Ya veremos si somos capaces de bajarla subidos en la bici o nos obliga a bajarla andando. Salva nos anima a continuar y él sube a su ritmo, o sea, parando cada pocos metros para coger aliento y sobre todo, tratar de evitar que se le vuelvan a agarrotar las piernas. Carlos y yo continuamos para llegar arriba y ver como Luis ya está bajando ante nuestra tardanza. Le contamos lo sucedido y llegamos hasta la base para esperar allí a que llegue el último guerrero. Un muy buen rato después llega exhausto y fatigado hasta la extenuación, literalmente “fundido” como él mismo nos corrobora. El descomunal esfuerzo le ha pasado factura y decidimos adelantar el lugar de la comida, que no la hora, y hacer tiempo para que reponga fuerzas. Hemos lidiado al toro y este se ha defendido a base de cornadas.

Mientras, visitamos la base, o lo que queda de ella. Los vándalos han hecho de las suyas y solo quedan en pie las paredes y algunas antenas que no han podido desmontar y llevarse. 

Comemos acompañados por los ecos lejanos de una tormenta, pero esta gira y crece sobre nosotros hasta quedar anclada en nuestra vertical. No es más que un chaparrón pero a 1574 metros de altitud y con un poco de viento la sensación térmica ha descendido vertiginosamente, más de lo que lo vamos a hacer nosotros en unos instantes. 

Unas fotos conmemorativas a la carrera y después iniciamos el descenso. A la más que complicada rampa de piedras se une ahora la lluvia que las hace aún más inestables, no aflojamos mucho en la bajada pues la gravedad nos atrae hacia el abismo. Como aún no habíamos tenido bastantes complicaciones, en una de estas la bicicleta me culea y antes de poder corregir la trayectoria se me cierra la dirección y apunto estoy de salir despedido por delante, por suerte pongo pie a tierra y un par de saltos a una pierna consiguen evitar una dura caída, aunque la rodilla golpeada contra el cuadro de la bici y el talón con el que he conseguido apoyarme se llevarán un duro recuerdo de esta ruta, recuerdo que aún dura pasados unos días mientras escribimos y pulimos esta crónica. Tras el susto no puedo bajar mucho el ritmo para no coger miedo. El miedo se quita enfrentándote a tus temores y voy a ponerme delante de ellos en los próximos cinco kilómetros de vertiginosa bajada. Ya que he cogido al toro por los cuernos no pienso soltarlo. 

Eso si, me quedaré a cola de grupo mientras me lamo las heridas. Los “toros” ya se han repuesto de sus problemas, es lo que tienen las bajadas, y se lanzan hacia abajo con el conocimiento justo para echar la tarde. Los “mansos” nos quedamos atrás viéndolos curvear a muchos metros pedal de nosotros. Eso sí, parados ante cada bifurcación del camino para optar por la trazada correcta que les indicamos pertinentemente los que llevamos el GPS. 

Volvemos a llegar hasta la rambla para dar por finalizada una bajada que ha dejado un inmejorable sabor de boca, pero el premio gordo aún está por salir. Remontamos hacia Canales, donde pararemos en la fuente a reponer agua en las Camel. Los poco más de cinco kilómetros de subida se han chupado casi 3 litros de agua. A estas alturas y con todo el grupo repuesto de los problemas físicos sufridos, debatimos sobre si subir o no al alto de La Bellida. Finalmente y ante lo tardío de la hora, estimamos desaconsejable esta visita, así que decidimos dejarla en el tintero junto con las otras dos programadas para hoy y hacer otra incursión por la zona más adelante.
Coronamos el puerto de la Bellida y los alecciono sobre lo que nos vamos a encontrar, que no es más que una carretera con un firme en perfectas condiciones, unas curvas anchas con buena visibilidad y posiblemente, con nada de tráfico, pero esta posibilidad nunca se puede dejar al azar y bajar la guardia.
Un último vistazo atrás dejará la última sensación de la colosal subida que nos hemos marcado hoy. 

Así que me pongo en cabeza y marco el ritmo de bajada que superará en algunos tramos ampliamente los 60 y pico Km/h., los frenos solo rozarlos para tener la sensación de controlar la bici y saber que, si son necesarios, están ahí. Solo un par de curvas en herradura harán necesario un toque de freno algo más contundente, pero como son curvas que se veían venir, tampoco presentan mayor complicación. Aun así, al final de la bajada se aconseja no tocar los discos, a no ser que sea con una buena loncha de bacón en la mano.
Llegamos a Sacañet y hacemos la incorporación a la carretera que baja hacia Alcublas. Nos reagrupamos sobre el repecho que remonta el barranco y las caras de felicidad son inmensas, los onomatopéyicos comentarios así lo confirman. Esto ha tenido pinta del gordo y dos más. Ahora sí toca extremar las precauciones ya que esta carretera puede presentar mayor tráfico que la anterior. 

Continuamos en descenso y vamos ganando velocidad a marchas forzadas, muchos tramos sin pedalear nos llevarán a rodar por encima de 40 Km/h. que cuando imprimimos pedalada casi rozamos los 50. Alcublas se nos echa encima literalmente. Llegamos al pueblo en un suspiro mientras se atropellan en nuestras cabezas mil imágenes y sensaciones que ha ido dejado esta sensacional ruta, lo cruzamos y encontramos el coche esperando paciente nuestra llegada para ofrecernos el último premio del día en forma de un reconfortante café, esta vez con hielo… y con todo el sabor de la montaña en nuestras manos.
Como siempre, manos unidas y el grito al unísono de  ¡¡Roda i Pedal!!, cierra definitivamente una rodada que tardaremos en olvidar por las muchas y variadas sensaciones vividas a lo largo de los 55 kilómetros recorridos.

Hasta la próxima, bikers.



TRACK DE LA RUTA: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=2852324