jueves, 30 de agosto de 2007

¿Por qué haces bicicleta?

De nuevo es sábado y acaba de sonar el despertador. Lo ha hecho exactamente igual que las últimas cinco veces, pero te ha provocado sensaciones bien distintas. Y no es que entre semana te cueste desprenderte de las sábanas o que no te guste tu trabajo. Tampoco se debe a que hoy sea tu día favorito de la semana, ese día en el que gozas del tiempo libre como si te lo fueran a quitar de las manos. Lo que ocurre es que hoy es un día muy especial, ese día en el que disfrutas de tu salida semanal con los amigos en mountain bike.

Tras los primeros bostezos y estiramientos en la cama, ya comienzas a saborear mentalmente el paseo de hoy. Piensas en lo que te espera y sientes un agradable cosquilleo en el estómago, ese puntito de beneficiosa ansiedad que notas en momentos especiales y sin el cual la vida perdería su encanto.

A la hora convenida se produce el encuentro y el entrañable saludo con los compañeros. Tras los comentarios psicológicamente más urgentes, das los últimos toques a las máquinas y te enfundas el equipo de biker, que te otorga un aspecto algo ridículo pero que simultáneamente te proporciona una comodidad sin la cual el día podría ser sumamente irritante, especialmente para ciertas regiones de tu anatomía. Y ahora, como un Ulises sobre ruedas, estás preparado para partir hacia Ítaca.

En este instante eres consciente de que en el camino, como en la vida misma, puede haber problemas, como ya los hubo en el pasado. Cada salida en bicicleta es una nueva aventura en la que te expones a ciertas dosis de riesgo y peligro y en la que se pueden dar hechos poco apetecibles como pinchazos, caídas o discusiones con los amigos, cosas que muchas veces no puedes o no sabes evitar que sucedan. Sin embargo, sabes que lo que sí está en tus manos, o mejor dicho en tu psique, es la disposición mental que adoptas ante la realidad adversa que te toca vivir. De este modo puedes transformar las posibles experiencias traumáticas en auténticas oportunidades para aprender, superarte y crecer como persona.

Pero por supuesto, en cada ruta también experimentas un torrente de agradables sensaciones, en ocasiones incluso muy placenteras, las cuales puedes saborear antes, durante y después de cada paseo, para de ese modo amplificar el goce de lo vivido sobre las dos ruedas, convirtiendo la experiencia en algo maravilloso, casi milagroso, un fenómeno gozoso de integración con el tiempo y el espacio.
En cada marcha habitas con fuerza en el presente, entras “en flujo”, como dice la moderna psicología positiva y tienes la sensación de que el tiempo pasa volando, dejando de existir los lastres del pasado y las preocupaciones del futuro y provocando una inmensa e inefable sensación de bienestar en tu cuerpo, tu mente y tu espíritu.

Pedalear, fundirse con la máquina, montarla y dominarla siendo el motor, te concede una poderosa sensación de fuerza y control que justifica tu testosterona en un escenario de nula o muy escasa conflictividad. Tras los primeros kilómetros y esfuerzos rompes a sudar y notas el alivio que el bendito y húmedo frescor regala a cada poro de tu piel. Liberas tensiones, generas endorfinas, eliminas toxinas. Toda una avalancha de beneficiosas y reparadoras sensaciones psicosomáticas.

Durante la salida sólo te importa el camino y lo sentido, no hay metas ni premios, no hay competición, tan sólo kilómetros y tiempo para compartir la experiencia de existir durante unas horas montado en bicicleta. Período y distancia durante los cuales sólo te importa darle a los pedales y disfrutar de la máquina y la complicidad de los compañeros. Sentirte integrado en la naturaleza y dejarte penetrar por los paisajes de montes, ríos, campos o mares que te regalan sus dones en forma de bellas imágenes que impresionan tus retinas, embriagadores aromas que inundan tus pulmones y evocadores sonidos que agitan tus tímpanos. Tierra, rocas, agua, árboles, frutos, flores, insectos, pájaros y otros animales configuran los parajes que atraviesas una y mil veces, cambiantes con el paso de las semanas y las estaciones, en los que siempre descubres algo nuevo que te revitaliza con su energía.

En estos escenarios preciosos se desarrolla la humanidad de la aventura, las variopintas situaciones cómicas o dramáticas de cada salida. Compartes con los amigos las alegrías y tristezas de la semana, vitales al fin y al cabo, convirtiéndose la rodada en una auténtica terapia de grupo que te permite ahorrar una fortuna en psicólogos. La experiencia de expresar gozo, preocupación, satisfacción o dolor, resulta en una auténtica catarsis semanal de la que te conviertes en adicto con pasmosa facilidad.

Más allá de este plácido decorado están las subidas exigentes, en las que sientes cómo los músculos de tus piernas se endurecen hasta agarrotarse, cómo tu corazón se niega a bombear más rápido y cómo tus pulmones quieren estallar para liberarse del esfuerzo al que los estás sometiendo. En estos momentos la sensación de soledad y abandono es total. Sólo dependes de ti y lo sabes bien. Nadie vendrá a empujarte o a ayudarte a pedalear. Es la hora de la verdad, en la que entras en barrena en la crisis del camino. Pero sabes que si vences saldrás muy fortalecido. Y en este momento te sientes el responsable absoluto de ti mismo y tu circunstancia y aunque te preguntas quién te obliga a estar sufriendo de ese modo, eres consciente de que no cabe el autoengaño, las trampas mentales o mirar hacia otro lado, buscando culpables o tirando balones fuera. Te sientes instalado con auténtica rabia en el presente. Y resistes, porque sabes que te estás realizando y que arriba, cuando corones lo más alto, te sentirás grande y poderoso y aumentarás la confianza en ti mismo. Experimentas una sensación de autocontrol, de dominio de la situación, de aguantarte a ti mismo y a las dificultades del camino.

Pero íntimamente también sabes que la bajada es el premio a tu paciencia, constancia, sacrificio y esfuerzo extenuado. La adrenalina está lista para servir y se dispone a inundar todo tu cuerpo, proporcionándote una impagable sensación de loca diversión. Loca porque también sientes el riesgo e incluso llegas a pasar miedo. En la trazada que lees mal. En la frenada que apuras. Y es este curioso calidoscopio de sensaciones el que te lo hace pasar en grande. Y disfrutas enormemente, sobre todo cuando caes por gravedad, seguramente porque sabes lo grave que puede ser la caída.

Pero es de sabios el arte de administrar trabajo y descanso, pues es su contraste lo que te hace disfrutar de ambos, y a mitad del camino se impone reponer fuerzas. El primer trago de cerveza fría es un auténtico placer de dioses y esto sin tener en cuenta que se ha demostrado su beneficioso efecto cuando se toma “con moderación” en combinación con el deporte. La conversación durante el almuerzo sobre lo humano y lo divino es de las más relajadas y auténticas de la semana. Junto a los amigos y tras los kilómetros, han caído las máscaras que todos llevamos en cada papel que nos ha tocado en suerte representar en la vida y ha hecho su aparición la verdad, convirtiéndonos en simples bikers, amigos, personas, sin más.

Sin embargo, la vida también tiene sus claroscuros y hay que volver. Estás a gusto y relajado y debes enfrentarte a hacer parte de la digestión pedaleando. Y de nuevo cuesta ponerse en marcha. Pero sabes que la vuelta te regalará los sentidos con agradables sensaciones. Otra vez paisajes, aromas y sonidos se mezclarán con endorfinas, adrenalina y sudor. Otra vez el sonido de las ruedas en contacto con el suelo te anclará durante un tiempo en el presente y sólo importará el aquí y ahora, desconectando de pasado y futuro. El suave ronroneo del asfalto, el crepitar de las hojas secas, el chisporroteo de los caminos terrosos y los traqueteos de los pedregosos.

Y sabes que al terminar te espera otro de los mejores momentos de relax de la semana. Aunque vuelves extenuado, apenas acabas de bajar de la bicicleta y cuando todavía tus piernas no han recobrado el tono muscular que defiende tu verticalidad, ya estás disfrutando de los comentarios sobre la aventura hoy vivida, charla que aderezas con otro de los mejores tragos semanales, mientras sientes la agradable sensación de frescor que te regala el sudor que aun brota de toda tu piel. Y de nuevo ocurre ese milagro catártico en forma de conversación distendida, tanto como poco a poco lo van estando tus músculos. Y al despedirte de tus amigos piensas en esa ducha caliente que te espera, esa ducha estrella, la más reparadora y relajante desde hace siete días.

Y eres consciente de ese tesoro que tienes cada semana. De ese regalo que te hace la vida y que mimas con delicadeza, que abonas y riegas para que perdure.
Y te sientes feliz.

Y por eso, por todo eso, haces bicicleta.

Ruta de Aras de los Olmos (18/08/2007)

La historia de esta ruta comenzó hace unos 3 años cuando en uno de los viajes a Aras bajamos hasta el río en coche y esa bajada fue analizada con ojos de ciclista. Se puede decir que desde ese día un virus incubó dentro de esta inquieta alma ciclista y ha sido siempre un sueño recurrente hasta que con la compra del remolque se ha podido cumplir.
Así que nuevamente, tras dejar todo preparado el viernes noche, salimos el sábado prontito hacia la Serranía. Pretendemos subir a la Muela de Santa Catalina, después a La Travina y finalmente bajar al Río Turia. Esta vez somos tres pues nuestro querido "torito" está disfrutando de unas merecidas vacaciones.




Una vez en Aras de los Olmos, concretamente en el aparcamiento de Aras Rural y tras pertrecharnos con todo lo necesario, iniciamos nuestra andadura hacia la Muela de Santa Catalina por la carretera de Losilla, una recta larga y en ascenso continuado con una pendiente superior a lo que recordábamos de haberla hecho innumerables veces andando. No parecía la misma pendiente y tras un par de km a buen ritmo nos vimos obligados a ralentizar la marcha, pues aún no habíamos comenzado la ascensión y queríamos reservarnos en la medida de lo posible.
Los primeros 5 kilómetros los hicimos acompañados de un nuevo amigo biker que se nos unió mientras calentábamos y se dirigía hacia Losilla. Un poco de conversación e intercambio de conocimientos sobre rutas hasta la despedida a pie de la muela.
Ahora si que comienza la subida y esta va enserio. Enseguida a jugar con el desarrollo para encontrar el ritmo y no ahogarse en las primeras rampas. El buen estado del asfalto no nos ponía más obstáculos a las ya duras rampas; cada uno intentando encontrar su ritmo de pedaleo, vamos subiendo y serpenteando con la carretera mientras el desvío que tomamos al principio se aleja de nosotros en el precipicio que cada vez más alto crece a nuestros pies. Las vistas magnificas en las que nos apoyamos para intentar que nuestra mente no se centre en la dureza de la subida no nos restan sin embargo ni un ápice de cansancio así que poco a poco nos volvemos a centrar en encontrar esa pedalada redonda y rítmica...1...2...1...2.
Y así, a ritmo, llegamos a la Ermita de Santa Catalina, un alto en el camino para recuperar fuerzas y cumplir con el primer obstáculo de la jornada. Fotos, beber agua, recuperar las pulsaciones y hacernos el ánimo de que nos queda la subida más fuerte del día... el ataque a la muela con parada en los Observatorios Astronómicos del CAAT y en los dos miradores situados en sendos extremos de la muela.
Nos ponemos en marcha con el reto de si seremos capaces de culminar la subida sin poner pie en tierra, pues conocemos la subida, comparable a nuestra sin par Rodana y que tantas veces nos a puesto al borde del abandono; veremos de lo que es capaz esta montaña. En la ermita y antes de salir nos acompaña la bendición de un senderista que nos dice que es la primera vez que ve a alguien subir en bici, así que ya orgullosos vamos desempolvando la bandera de Roda i Pedal para plantarla en la cima... En cambio, otros nos advierten de la dureza y sentencian que confiarían en nuestra victoria "si tuviéramos 18 años" ¿que hacemos con la bandera chicos? Esa es la pregunta que dejamos en el aire mientras comenzamos a pedalear por un terreno pedregoso, pues el asfalto ya quedó atrás y no lo encontraremos mas que en un pequeño tramo casi un km más arriba. Las primeras rampas son duras pero soportables, pues la subida a la ermita nos a hecho calentar motores y ahora nuestra pedalada está más acostumbrada al ritmo de subida que ya hemos encontrado. Así que rampa a rampa nos acercamos a los momentos más duros cuando encontramos el asfalto; aquí la pendiente es realmente terrible y zigzagueamos en todo el ancho de la calzada para poder seguir avanzando. Estamos esperando al "tío del mazo" de un momento a otro.
En ocasiones miras al compañero buscando en sus ojos el ánimo necesario para seguir y en otras le buscas la mirada para decirle que ya no puedes más, que hasta ahí has llegado y buscas el mejor lugar para pararte y echar pie a tierra..."sí, una pedalada más y me paro" y das otra, y otra, y otra más... ya se te ha pasado el mejor momento para pararte así que decides continuar, te vuelcas en el manillar, jadeas todo el aire que puedes llevar a tus pulmones y sin tiempo para procesarlo vuelves a jadear pues ya hace rato que dejaste de respirar, y entre estas y aquellas has logrado avanzar unos metros y ahora parece que la pendiente suaviza allí arriba adonde tarde o temprano llegarás. Cada pedalada es una tortura pero la das en persecución de tu compañero e intentando arrastrar al que te sigue. En algún momento todo se reduce a una cuestión de orgullo y de poder comentar más tarde que tú sí lo lograste. Estamos cerca de acabar la rampa asfaltada y las ganas de parar ya han pasado, y con ella la parte más temible de la subida que empieza a intuirse finiquitada.
Llegamos arriba para ir primero al mirador oeste, junto al vértice geodésico (es como una especie de colección que nos hacemos). Tras descansar un rato y beber agua, nos hacemos las fotos que demuestran nuestro triunfo sobre la montaña, la hemos vencido y queremos nuestra recompensa...el paisaje monumental que nos ofrece de las primeras estribaciones del Sistema Central y la Sierra de Javalambre con sus más de 2000m. de altitud en primer plano al fondo...simplemente magnifico. Recorremos la muela para ver los observatorios astronómicos (muchos recuerdos afloran en parte del grupo) y finalmente vamos al mirador este, desde el cual vemos con más claridad nuestro próximo objetivo, la subida a La Travina.
Tras hacer una nueva muesca (conmemorativa de nuestro triunfo) en nuestros sillines, afrontamos la bajada con todas las precauciones que merece este desafío, pues vamos a bajar los 300m. que antes subimos en apenas 4km, así que comenzamos a ganar velocidad a medida que descendemos. Con el primer vídeo de la jornada en marcha, enseguida observamos que la velocidad aumenta vertiginosamente y que tenemos que emplearnos a fondo para sujetar la bici que parece no tener bastante.




Las apuradas de frenada se suceden una tras otra; intentas trazar mejor que tu compañero al que has visto hacer un extraño y resulta que te sales del camino trazado para meterte en la gravilla, esa si que es buena... y a la velocidad que vamos. Corriges el error y cambias la trazada, adelantas, eres adelantado, frenas y apuras más centímetros que en la curva anterior para ganar aún más velocidad, los brazos rígidos intentando sujetar la maquina que se lanza ciega hacia el abismo.
Llegamos a la bajada asfaltada después de la ermita y seguimos bajando lanzados, ahora con la suavidad del terreno disfrutando más si cabe de la velocidad. Nos acercamos rápidamente al final de la bajada, serpenteando y recortando metros en las curvas que tienen visibilidad y casi sin querer llegamos al cruce.




Entramos de nuevo en la carretera de Losilla sentido Aras en la cual no tendremos que dar pedales por espacio de 4km. pues la bajada en mucho mayor de lo que intuíamos en la subida, una recta larguisima en la que buscamos la aerodinámica para aumentar la velocidad; sencillamente impresionante.
Tras un buen almuerzo a la sombra de los pinos de Aras Rural, nos encaminamos hacia La Travina. La subida es toda por camino pedregoso y empinado desde el principio, menos acusadas las rampas que en el anterior "puerto" aunque sin un momento de tregua y con la dificultad de buscar siempre la rodada justo en medio del camino, pues los pasos de rueda de los coches hacen que esa marca esté llena de gravilla suelta y en los laterales más aún, con lo que es un peligro añadido para nuestra estabilidad. Esto se hará más patente en la bajada y con esa consideración a tener en cuenta seguimos subiendo a ritmo. La llegada arriba es acompañada con las colosales panorámicas de la serranía de Cuenca frente a nosotros, al otro lado del río Turia. Éste, encajonado entre las montañas cubiertas de pinos y encinas, transcurre con aguas rápidas y abundantes por lo accidentado del terreno y porque las zonas de regadío en esta zona aún no son todo lo abundantes que serán río abajo. Pero el Turia aquí arriba es más un deseo que una realidad pues se encuentra a más de 500 m de profundidad en el abismo que se abre ante nosotros y que en pocos momentos sortearemos para ir a su encuentro, ya que ese es el plato fuerte de la jornada. Pero seguimos en la cumbre y queremos disfrutar de su paisaje. Tras unas fotos junto a un nuevo vértice geodésico, con la muela de Santa Catalina en la distancia, nos sentamos bajo una sabina y sin proponérnoslo surge uno de esos momentos mágicos que permanecerá indeleble en muestras almas y que solo una palabra puede definir: “el sonido del silencio”. Cada uno, inmerso en sus pensamientos, en comunión con sus recuerdos disfrutando de lo que ve, siente y oye. Nadie habla y eso es precisamente lo que esperas que tus compañeros sientan y respeten. Y así durante algo más de 5 minutos: todo fue perfecto. Tras recuperar el aliento, hemos descansado, hemos plantado nuestra bandera en otra cumbre y nos disponemos a iniciar una bajada que se unirá directamente con la del río y que sumará en total más de 10 km de descenso con un desnivel a salvar de 550 m: va a ser trepidante.
Allá vamos, ponemos el video a grabar y nos lanzamos a devorar los kilómetros que discurren bajo nuestras ruedas a una velocidad endiablada, así que los frenos se tienen que volver a emplear a fondo al igual que las suspensiones, sobre todo la delantera que es la que nos mantiene sobre nuestras maquinas. Cuánto tenemos que agradecerle tanto a la suspensión como a los frenos el estar aquí contando esta crónica, pues con las bicis antiguas (a las que cariñosamente llamamos “hierros”), los momentos que vivimos en aquellas bajadas no hubieran sido posibles de la forma en la que los disfrutamos. Son sencillamente indescriptibles, ya que aparte de lo que podamos contar, las sensaciones que nos embargaban iban mucho más allá de lo que somos capaces de describir. Aun así, algo intentaremos.
La bajada de La Travina, sin ser una bajada técnica, nos obliga a sacar lo mejor de cada uno en lo que se refiere a nuestra habilidad, pues como ya habíamos visto en la subida, solo había una trazada posible y al ir tan rápidos la distancia de seguridad se anulaba continuamente, por lo que en más de una ocasión nos veíamos obligados a adelantar saliendo de la rodera buena para rodar por encima de la gravilla, con lo que nos agarrábamos al manillar con fuerza para mantenerlo firme y dejar actuar la suspensión. Los kilómetros se sucedían a una velocidad colosal que nos estaba haciendo disfrutar como nunca y eso que aún no habíamos iniciado la última bajada. Por momentos nos invadía esa sensación de risa floja, que es una mezcla de emoción, diversión y un poco de miedo pues a veces casi nos sentimos incapaces de controlar las maquinas que nos arrastran hacia abajo inevitablemente.
Tras esta primera bajada, enlazamos con la del río con un tramo llaneando y con una pequeña pendiente que nos hace coger impulso para el desafío que llevábamos todo el día esperando. Esto es "el lado oscuro": ya hemos llegado y nos enfrentamos a él con ganas y con valor pues pensamos bajarla a "tumba abierta" y nunca mejor dicho. Así que sin darnos tregua, nos lanzamos pendiente abajo por un camino muy similar al de La Travina y enseguida vemos que esto no va a ser un paseo dominical, pues la tensión sale por cada poro de nuestra piel y nos hace estar atentos a todo de una forma increíble.
Las curvas se suceden y volvemos a tirar de freno, pero aun así es difícil mantenerse dentro del camino y en un par de ocasiones tenemos que corregir la trazada desde fuera de éste, aunque afortunadamente sin consecuencias. El paso por los badenes que cruzan el camino y las roderas hechas por las lluvias tampoco nos ayudan a mantenernos en él, por lo que desplegamos toda nuestra capacidad técnica y nuestros mejores nervios de acero, junto al ya mencionado agradecimiento al material que montan nuestras burras para seguir camino a la gloria. A mitad de bajada nuestras manos comienzan a sufrir el cansancio de tantas y tan violentas frenadas y el entumecimiento se acusa con la llegada de cada nueva curva, que nos obliga a una nueva frenada; curva y contra curva que a pesar del frenazo no parecen disminuir nuestra velocidad, pues en cuanto la rueda se ve libre del freno se lanza con potencia hacia abajo, y nosotros a perseguirla. El hecho de que no haya demasiados terraplenes nos da una falsa sensación de seguridad pues no ver el abismo ayuda de manera ostensible a lanzarnos en su busca, preferiblemente llegando al final del camino, y eso es lo que nos espera no mucho después, pues los kilómetros se han sucedido con tal rapidez que el descenso toca a su fin. El golpe de adrenalina mantenido durante todo este tiempo será difícil de igualar. Tras echar pie a tierra y procurar no tocar los frenos que “echan humo”, solo nos queda felicitarnos unos a otros y ver las caras de satisfacción en lo que va a ser un día épico, glorioso y largamente recordado por Roda i Pedal.
Durante la bajada ha sido imposible comentarlo, pues la velocidad y la distancia de seguridad que nos separaba lo hacían imposible, aunque todos gritamos “¿habéis visto eso?” al ver un par de “bambis” cruzar el camino a muy pocos metros de nosotros. Los cervatillos, asustados por el ruido provocado por nuestras bicis y por fortuna para nosotros, han vuelto a dirigirse de un espectacular salto montaña arriba. La visión de los animales unida a la velocidad de la bajada ha sido realmente espectacular. Tal vez salieron a saludarnos a nuestro paso por estos espléndidos bosques que son su morada. Esta particular y casual circunstancia de toparnos con tan bellos animales junto con la belleza del paisaje y el profundo aroma a bosque que lo envuelve todo, perdurará sin duda por mucho tiempo en nuestras mentes, habiendo sido la guinda del espectacular tramo de descenso que hemos realizado. ¿Se puede pedir algo más? Sinceramente creemos que no.

jueves, 16 de agosto de 2007

Crónica de las rutas desde Manises a Cheste-Vilamarxant, Benaguacil, Les Rodanes, Pedralba y Lliria - (Sant Miquèl y Parque de Sant Vicent)

Las rutas que detallamos a continuación, tienen la característica de que son de ida y vuelta casi por el mismo camino, cuestión por la que solo narraremos con detalle el camino de ida con alguna anotación puntual de la vuelta en aquellos lugares que por su singularidad merezca la pena reseñar.
Esta claro que nuestras apreciaciones son siempre subjetivas y por tanto nos centraremos en aquellos lugares que más nos gustan, ya sea por su belleza, dureza o significado, ya que son lugares recorridos una y mil veces y encierran parte de nuestra historia.
Desde la salida de Manises y durante los primeros Km. vamos entrando en calor subiendo poco a poco el ritmo de la pedalada hasta llegar al primer obstáculo de la jornada, la bajada del by-pass siempre es un reto puesto que la técnica del descenso junto con la velocidad y lo estrecho del tramo da a todo el conjunto un plus de emoción no exento de peligrosidad.
Tras la primera descarga de adrenalina en la bajada, seguimos dando pedales sin más novedades hasta La Presa, flanqueados por la vegetación, la ladera de la montaña a un lado y el Turia al otro, un tramo de tan solo 300m. que con el frescor proporcionado por la vegetación, hacen de él uno de nuestro predilectos.


Nos dirigimos ahora hacia “Atacama”, la zona más calurosa y polvorienta de la ruta, picando siempre hacia arriba aunque sin dificultad; lo más engorroso es el polvo y la irregularidad del camino con un continuo serpenteo y sin una sola sombra, paralelo a la antigua vía del tren que unía Manises con Riba- Roja. Enseguida llegamos a Valencia la Vella y de ahí bajamos hacia el río por Masía de Traver. Esta bajada por lo abrupto del terreno y por el cambio de firme hace que la tensión este a flor de piel y nos hace apurar la brutal frenada del final para hacer un giro de 90º a la derecha casi en derrape y entrar por un estrecho pasaje hacia “el cholo” ….. ya estamos en Traver, una impresionante chopera que nos da frescor y unas vistas sorprendentes por lo inusual de estos paramos aquí en Valencia. Obligatoria es la parada junto al Turia que nos muestra el correr del agua bastante limpia a simple vista que hace del lugar un pequeño oasis en mitad de la ruta.


Ahora afrontaremos la subida desde el río hasta la urbanización de Masía de Traver. Un fuerte repecho nos hará jadear como los peces que casi hemos llegado a ver en el río. Aquí es donde la ruta se bifurca según hacia donde nos dirijamos, volveremos a hacer este mismo recorrido a la inversa a la vuelta, ahora es momento de separarse. Son 14km.

En este punto se enlaza con las rutas de Vilamarxant, Benaguacil, Les Rodanes y Pedralba, que se detallan en las siguientes entradas.

Para todas estas rutas, en el camino de regreso partiremos de un punto situado bajo el puente de Riba-Roja a L´Eliana, para seguir hacia Masía de Traver, nada más pasar la primera barrera pasaremos una segunda cadena a la izquierda para entrar un pequeño camino junto al río, enseguida se estrecha para llevarnos por la orilla del río en un acantilado que nos ofrece unas magnificas vistas del Turia, por un tramo de no más de 200 metros nos llevará hasta una bajada a la izquierda que nos adentrará de lleno en la chopera que atravesamos al venir, seguimos transitando junto al río y disfrutando de este, la aventura de hoy está servida para contar. El regreso desde aquí son obviamente otros 14 Km.

Ruta Camino de Cheste - Vilamarxant

Una vez adentrados en Masía de Traver, giramos a la izquierda en busca de la pasarela hacia el apeadero del tren/bus en dirección hacia Riba-Roja y allí por el antiguo trazado del tren hacia el centro, en la calle mayor giramos a la izquierda y empezamos a subir en dirección a Loriguilla, en la rotonda cogemos el camino de Cheste que empieza con una fuerte rampa, esta suaviza tras 50m. para proseguir durante 1 km. al 8% en una largísima recta sin fin que en ocasiones nos desmoraliza por momentos, pero tranquilos, ya vemos al fondo la curva y esto parece que se acaba… pero no, aún queda una pequeña rampa y ahora sí, nos queda la recompensa de la trepidante bajada, casi tan fuerte como la subida y donde podremos llegar a rozar los 50km/h. Seguimos por una pista de tierra en buen estado y tras pasar el desvío de Loriguilla, al poco llegamos al desvío (a la derecha) que nos llevará a los caminos de “Les Rodanes” pero eso será otro día, hoy continuamos recto por esta pista que con sus largas rectas nos hace apreciar que estamos subiendo, sin prisa pero sin pausa. Tendremos que jugar con el cambio para encontrar ese ritmo de pedaleo que nos dé una cadencia adecuada a los esfuerzos que a estas alturas llevamos acumulados.
Transitamos bordeando por la izquierda el paraje natural de “Les Rodanes” y en algunos tramos veremos al fondo la antena de “La Rodana Gran” que conforme va girando el camino nos vigila desde sus 345 m. de altura para ver como nos vamos alejando para luego pasar junto al pie de la montaña, pero esto será luego, aún nos quedan bastantes kilómetros para ello.


Tras cruzar la carretera que va de la cantera a la Urbanización Monte Horquera y siempre sin desviarnos de nuestro camino, comenzamos a subir “los toboganes”, una zona de rampas de casi un kilómetro que sin ser muy fuertes sí que nos ponen un poco en nuestro sitio; volvemos a jugar con los cambios pues no acabamos de encontrar el ritmo adecuado de pedaleo, ya estamos casi arriba y la bajada se intuye trepidante....…lo es, también encontramos toboganes en esta bajada así como una curva a la izquierda que apunto está de sacarnos fuera del camino si no estamos atentos a la frenada y a la trazada, por lo que no está de más ir pidiendo un deseo..… ”que no venga ningún coche, que no venga ningún coche” si ha habido suerte y no viene la cuestión termina con un derrape para colocar la bici en su carril y seguir dando pedales para coger inercia en una pequeña subidita que nos llevará a la bajada más larga de esta zona, casi recta, vertiginosa, con un tobogán en curva que lo hace casi ciego aunque sin peligro, pues antes de entrar, con la perspectiva que te da la altura de la que vienes, ves si hay algún obstáculo y el camino en el cual debes aterrizar, después de ese vuelo que con un poco de suerte estás a punto de realizar….has tocado tierra, el aterrizaje… perfecto, la velocidad…vertiginosa, y es cuando piensas aquello de “viva la muerteeeee” y lo gritas, o lo piensas y gritas “uuuuuuuuhhhh” porque algo hay que decir pues la descarga de adrenalina tiene que salir por algún lado, la emoción acumulada…, piensas que has hecho algo grande….. y es así, ”no te has matao” y entonces sabes que todos esos kilómetros recorridos han valido la pena, ya no piensas en el cansancio ni en las duras subidas ni en que estas sudando a mares y te escuecen los ojos porque se te ha metido arena, solo piensas en la velocidad, la trazada, volar y ser uno con el viento, pero quieres más y por eso sabes que la próxima semana, a pesar de las subidas y el cansancio y la meteorología, después de todo estarán las bajadas... y por eso repites.
Todo esto lo piensas en tan solo los 5 segundos que ha durado la bajada, pero es bonito, intenso, sencillamente una gozada, es poesía hecha ciclismo, es la libertad de estar bajo el sol rodeado de naturaleza, disfrutándola, apreciándola, sintiendo sus aromas según la estación del año, sus colores y el viento en la cara, es la inmensa sensación de libertad la que te hace sentir que participas de algo, que lo mimas y lo admiras, y, sobre todo, lo compartes. Esto son los siguientes 5 segundos, quizás no lo has pensado en ese momento, igual solo lo piensas ahora que lo estas leyendo, pero en algún momento de ese breve instante lo has sentido. Seguimos pedaleando.
Y de eso se trata en realidad, de seguir dando pedales y comentar la repetición de la jugada con los compañeros, ahora nos reagrupamos para comentar el descenso y seguir camino de Vilamarxant, primero por un camino asfaltado que serpentea entre los campos de algarrobos, olivos y viñedos y desde el cual disfrutamos de unas increíbles vistas de “La Rodana” que nos observa desafiante, pues no olvidemos que estamos en el punto más alto de la ruta, en una cota de 212 metros, así llegaremos hasta un camino de tierra paralelo a la carretera de Cheste, un camino bastante bacheado pero con una ligera inclinación que nos hará pedalear con alegría llevando un buen ritmo hasta Vilamarxant donde disfrutaremos de un merecido descanso y como no de un buen avituallamiento en el que no puede faltar una..... o mejor dos, cervezas bien fresquitas.
La vuelta es más sencilla por el camino asfaltado junto al trinquet que nos llevará hasta Riba-Roja, entrando junto al polideportivo y atravesando todo el pueblo bajaremos desde la iglesia hacia el río y de allí repetiremos el camino pero esta vez a la inversa.

Merece la pena destacar el último y agotador escollo en el camino de regreso, la subida del by-pass, no tanto por el desnivel de la subida sino por lo abrupto del terreno con baches, piedras y tierra suelta que dificultan enormemente tanto el pedaleo como el equilibrio, además de estar en todo momento al borde de derrapar y perder adherencia, si te equivocas con el desarrollo estas perdido. Por si esto fuera poco añadiremos una curva de 90º a la derecha justo después de la primera rampa, ese es el punto donde se junta todo, insuperable… o casi, porque si consigues pasar ese punto el resto es más sencillo puesto que ya tienes bastante más agarre además de suavizar la pendiente; ahora solo queda esquivar piedras y raíces junto a un terraplén, las horquillas de nuestras máquinas tienen que emplearse a fondo, por el que esperamos no tener que subirlo después de habernos caído. La rampa final es dura pero con un asfalto rugoso que nos facilita mucho la labor, además como es lo ultimo de lo último pues ya no nos preocupa, aunque un minuto de parada sin bajarnos del sillín para apurar la botella de agua y recuperar el aliento nunca viene mal, y de paso ya recobrado el resuello ya estamos pensando en el descanso y en las cervecitas fresquitas que nos esperan en la base, nos las hemos merecido. 55km en total.



Ruta a Benaguacil

Pasamos junto al restaurante situado en la plazuela de Masía de Traver sin saber muy bien si deberíamos quedarnos a desayunar o parar a tomarnos una cervecita...…, pero mientras lo decidimos seguimos adelante y vamos recuperando el resuello perdido en la subida, atravesamos la urbanización y salimos por un camino asfaltado que nos llevará a cruzar por debajo del puente de la carretera de L´Eliana, inmediatamente después subimos por encima del puente viejo que nos ofrece una espectacular vista del río y del campanario de Riba-Roja.

Seguimos para coger el camino hacia la izquierda entre los huertos y paralelo al Turia con dirección hacia Benaguacil, un par de kilómetros de tranquilo y sosegado pedaleo junto al río, nos permiten reagruparnos y comentar las batallitas semanales ó cualquier observación sobre lo sucedido en el recorrido de hoy, hasta el momento que dejamos la vereda del río. En una curva a la derecha tenemos una impresionante vista de “La Rodana” que desde su imponente atalaya a 345 m. nos contempla con la seguridad de que más bien pronto que tarde rodaremos por sus caminos y parece que nos diga “aquí os espero…ya vendréis”, con esa promesa en nuestra mente miramos a nuestra derecha y allí en lontananza vemos nuestro reto de hoy: la ermita de la Virgen de Montiel, también conocida en nuestro circulo como “Le Montielet” por lo sinuoso y empinado de sus rampas. Ahora estamos casi a la misma distancia de nuestras dos montañas preferidas, casi sagradas, temidas a la vez que admiradas, impresionantes e imponentes en su dureza nos contemplan a lo lejos impasibles ante nuestro sufrimiento a sabiendas de que pese a ello volveremos una y otra vez, no tienen de que temer pues allí estaremos puntuales, fieles a nuestra cita con el sufrimiento de sus pendientes y el goce de sus bajadas para regocijarnos en la victoria de volver a superarlas y descansar con las espectaculares vistas que nos ofrecen en su cima del valle de la Huerta de Valencia hasta el Mar, tan lejano. El esfuerzo que estamos realizando tendrá un buen premio, como es disfrutar de las vertiginosas bajadas al limite de la frenada, apurando hoy un metro más que ayer, a tumba abierta para ver (que no mirar ) de reojo el velocímetro marcar los 51km/h, mañana llegaremos a 52, volveremos a regatearle otro metro a los abrasados discos, pero otra apurada de frenada más, otra descarga de adrenalina al limite, otro golpe de emoción, lo hemos conseguido. Pero ya estamos pensando en la bajada y ni siquiera hemos llegado a subir. Antes deberemos pasar junto al monasterio Cisterciense (que no “circense”) de Santa Maria de Gratia Dei, luego pasaremos bajo la carretera de Benaguacil a Vilamarxant y por el polígono hacia el pueblo.

Ya tenemos la montaña ante nosotros, nos espera y por tanto no la defraudaremos, allá vamos, nada más comenzar la subida podemos encontrar una buena razón para dar pedales pues es una zona en la que “en ocasiones vemos perros” y si estos “van en serio” tendremos que dar mucho, pero que mucho “brillo, brillo” a las bielas para poner tierra de por medio y que nuestras maltrechas piernas no sirvan de avituallamiento canino, a ser posible hoy queremos llegar enteros a casa, o por lo menos al monasterio. Nos dirigimos a la cima y que curioso, siempre hacia arriba.... camino del cielo, o al menos eso parece, aunque solo subiremos hasta 250 m. de altitud. Las rampas se suceden una tras otra con los pequeños respiros que nos dan las curvas en zig-zag, allí tomamos un poco de aire y quien tiene tiempo, se lee “un misterio” sobre la marcha que casi siempre viene al cuento con el fuelle que nos queda y de paso las piernas se toman un ligero respiro al no pensar en lo que queda, de cualquier forma el respiro que es más bien un ligero suspiro, tan ligero que no sabes si es mejor tomar la curva abierta o seguir buscando la pendiente, en cada curva miras hacia abajo para ver cuanto has subido en pocos metros, pero al mirar al otro lado ves todo lo que aún te queda por sufrir...digo por subir.
No en vano estamos en el camino del calvario y este hace honor a su nombre, sin embargo a cada pedalada también podemos admirar unas excelentes vistas panorámicas que nos ahuyentan los malos espíritus. (no podía ser de otra forma por el camino que llevamos).


La bajada como ya hemos dicho anteriormente cuando la pensábamos, es...difícil de describir, hay que sentir en primera persona la emoción que nos proporciona la velocidad, los 5 sentidos (puesto que no hay 6) puestos en las manetas del freno, el riesgo al recorrer otro centímetro antes de frenar, buscar esa posición aerodinámica que nos ayude a bajar un poco más deprisa apurarando un poco más la frenada, hay que estar encima de la bici para saberlo y es por eso que volveremos, ¿verdad?
Ahora toca comentar como has trazado en tal curva y como has apurado en la otra y como has visto a tu compañero rozar el coche que subía porque él ni lo ha visto puesto que estaba mirando el cuenta kilómetros para ver que este marcaba los 51,5 km/h. Esto lo haremos en el almuerzo junto a la fuente de la plaza de la iglesia.La vuelta la esperamos con ansia pues al volver a pasar junto al monasterio Cisterciense, si tenemos la suerte de tener el viento a favor y aprovechando el desnivel del terreno daremos pedales a una velocidad que nos hará disfrutar de lo lindo, aun no hemos tenido esa suerte, de momento solo hemos podido disfrutar en este tramo de un “delicado olor a granja” que nos hace mantener la respiración a su paso mientras lo cruzamos a toda biela. 45km. en total.




Ruta “Les Rodanes”

Nos desviamos del Camino de Cheste a la derecha y encontramos un tramo de bacheo bastante desagradable pero es a lo que vamos ¿no? pues eso, después de una pequeña subida, un desvío a la izquierda nos conduce directamente al paraje de “Les Rodanes”. Recordemos que nos encontramos en un paraje natural protegido por su alto valor medioambiental. Como curiosidad indicar que visto desde Google Earth ya son visibles a una altura de ¡¡1000km!! Es junto con el también paraje protegido de La Pea y también en Vilamarxant, de los pocos puntos verdes visibles desde satélite en toda Valencia. Merece la pena que los cuidemos.
Comienza la subida, y que subida señores..... terrible en sus inicios, pues ya desde aquí casi vamos con todo el desarrollo que tenemos (un 44-11), solo nos queda pedalear y esperar que el camino nos de algún respiro, pero este no llega, vemos una curva y pensamos quizás ahí, pero tampoco. Al fondo vemos otra curva, esta será la reeeefinitiva, si sigues pensando es que todavía te quedan fuerzas así que adelante ¿pero esto no se acaba nunca? Te percatas del desnivel que ronda el 20% ¡¡¡increíble!!! . Por fin parece que vamos llegando al final, a sido menos de 1 kilómetro pero… que kilómetro, ahora vemos un descansillo a la derecha, nos acercamos y guau que vistas!



Aquí paramos un momento y hacemos alguna foto para el recuerdo, un trago de agua y “pa lante”, nos espera una primera bajada trepidante con buen firme y curvas con buena visibilidad pero ojo pues en una curva a la izquierda podemos tener problemas si no estamos atentos, es la única curva que ya de entrada no ves la salida, eso nos da una idea de que es más cerrada de lo que podemos imaginar y con la velocidad que llevamos tiende a sacarnos del camino…cuidadín, no siempre podemos tener “tanta bocha”; una vez negociada esta curva tenemos a la derecha entre los pinos una zona de descanso con centro de interpretación de la zona del paraje natural, buen lugar para hacer un alto y visitar la zona, no nos costará mucho y merece la pena.
Enseguida llegamos a la bifurcación y tomaremos el camino de la izquierda, como no podía ser de otro modo el de subida, vamos el camino difícil, nada de bajar pues aún no hemos terminado de sufrir ni mucho menos, y dicho y hecho, otra vez metemos el mínimo desarrollo e intentamos acompasar la respiración a la pedalada pero que va, no conseguimos coger todo el aire que necesitamos y la carretera no para de subir y subir, ahora solo nos faltaría encontrarnos con un coche, no suele pasar pero si pasa solo queda tratar de mantener el equilibrio ya que si echamos pie a tierra, luego nos costará Dios y ayuda arrancar de nuevo. Si miramos a la derecha veremos la Rodana y el camino que nos conduce a ella con rampas aún más terribles que estas así que nada, pensando en lo que nos espera seguimos pedaleando sin rechistar. Ya estamos arriba de esta segunda subida y nos entran ganas de seguir recto pues ese camino baja hacia la urbanización Monte Horquera, pero eso para luego. Giro a la derecha, la hora de la verdad ha llegado, un trago de agua junto al poste eléctrico y emprendemos la terrible subida que da nombre a esta ruta “La Rodana”. Pasamos entre los pilares al borde del camino como los marinos que se aventuraban más allá de los pilares de Hércules en busca de peligro y sufrimiento, nosotros también. Increíbles rampas van a poner a prueba nuestras piernas…y sobre todo el sistema cardio-respiratorio (por no extenderme mucho), pero el asunto es una simple cuestión de voluntad, (o dicho de otro modo más ordinario, “de pelotas”) es el momento en el que si piensas que no subes ya estas muerto, en cambio si piensas…"vamos, una pedalada más.......", es que todavía existes aunque no estés muy seguro.
Ya estamos subiendo y la rueda trasera comienza a derrapar, pierde agarre y eso nos obliga a subir sentados pero volcando el peso en el manillar; para adornar la épica de la subida añadiremos que las roderas hechas por la lluvia hacen que tengamos que ir manteniendo el equilibrio para no entrar en una de ellas y en ocasiones para pasar de un lado a otro del camino pues esto sería definitivo, volver a arrancar es CASI imposible. Pero estas dificultades son solo en la segunda y tercera rampa, luego solo nos tendremos que preocupar de la subida hasta llegar a la última rampa que está cruzada de lado a lado del camino por badenes de hormigón que nos pondrán un obstáculo más, pero ya vemos la cima, está ahí mismo, solo unos metros más y esto se acaba, tu único pensamiento es que puedes hacerlo, vamos, vamos y ¡¡por fin!!, estás arriba.


Finalmente, llegamos junto a la columna que marca el vértice geodésico y sin tiempo para nada más dejamos caer la bici sin importarnos los rayones, buscamos el lugar más cercano sin piedras para poder tirarnos o en cualquier caso acomodarnos entre las piedras, da igual porque solo puedes pensar aquello de “Dios mío, no me siento las piernas”.
¿Descanso o éxtasis?, tómate tu tiempo y recupera, las vistas seguirán ahí cuando puedas respirar.
Pasados un para de minutos, ahora si, ya es momento de mirar a nuestro alrededor tras volver a un pulso más o menos normal y hacer las fotos de rigor, adivinar que es aquello que vemos al fondo, etc. Desde los 345 metros de altitud que marca el vértice geodésico, podemos incluso divisar en días con buena visibilidad el mar. Por esto merecía la pena la subida, hemos prometido muchas veces que no íbamos a volver pero aquí estamos de nuevo y hoy lo volveremos a prometer…... y la montaña nos esperará.


Nos queda el otro premio, la bajada que es lo estábamos esperando desde el principio, y allá vamos con cuidado pues la bici se lanza sin miedo hacia el abismo y nosotros debemos saber como controlarla y domarla, cosa que en ocasiones resulta complicado por no decir muy difícil. Jugando con precisión casi milimétrica con la presión que debemos ejercer en los frenos, nos lanzamos en las rectas aparcando a un lado el miedo para buscar la apurada de frenada antes de llegar a la siguiente curva, derrapada...¿has sido tú o tu compañero que viene detrás?, tan pegado que si se pasa de frenada te tira, así que no te queda otra mas que apurar la siguiente curva, regateándole centímetros al disco y dejando correr a tu caballo de acero, ya hemos probado la técnica, ahora vamos a por la velocidad y al llegar al cruce ahora sí nos lanzaremos a la derecha e iremos aumentando la velocidad por una bajada de buen firme y bastante recta, aferrándonos con fuerza al manillar iremos sintiendo como la horquilla se va comiendo todos los baches que nos salen al encuentro durante casi 1 kilómetro, estamos rozando los 60km/h y cuando nos queremos dar cuenta, la bajada la habremos dejado atrás igual que el mal rato de la subida y todo lo daremos por bueno. De aquí iremos a reponer fuerzas con un merecidísimo almuerzo.La vuelta es un paseo dominical comparada con la ida, más sencilla y por un camino asfaltado junto al trinquet, nos llevará hasta Riba-Roja, entrando junto al polideportivo y atravesando todo el pueblo bajaremos desde la iglesia hacia el río y de allí repetiremos el camino a la inversa.

Ruta a Pedralba

Para esta ruta seguiremos los mismos pasos que en la de Vilamarxant hasta llegar al polígono industrial, de ahí giraremos a la derecha para iniciar una trepidante bajada con un par de toboganes por una carreterita asfaltada, la única pega es que nos encontraremos con coches casi seguro ya que es la "circunvalación de Vilamarxant" hacia Cheste con lo que hay que estar con todos los sentidos alerta ya que hay un peligro añadido que es el mayor peligro de los ciclistas "los coches", de la bajada poco más que destacar puesto que es muy cortita, aun así la velocidad que alcanzamos será la mayor de toda la ruta. Al iniciar la bajado encontramos enseguida dos curvas suaves enlazadas derecha-izquierda y luego una pequeña recta, antes de llegar al final a la izquierda sale un camino de tierra que cruza el barranco, lo cogeremos y subiremos hacia el pueblo, por esa misma calle y tras cruzar la carretera de Riba-Roja seguiremos hasta el final y giraremos a la izquierda hasta la carretera de Llíria, en esta a la derecha y la siguiente a la izquierda para entrar en una calle que a los 200m. se convertirá en el camino de la Pea, precioso monte de bosque mediterráneo que se haya dividido en dos por el rio Turia, parte de esta zona se quemó en julio de 2006.
Seguiremos por este camino asfaltado pero con poco transito de coches y vehiculos agrícolas por espacio de unos 5,5km. para girar a la derecha y pasar entre unos chalets, tras pasar estos el camino discurre junto al Turia en un terraplen bastante alto para lo que nos tiene acostumbrados el río en su discurrir por las poblaciones cercanas a la Capital. Al poco el camino baja para cruzar el río por un puente casi a ras del agua, ofreciéndonos con el correr del agua, la vegetación y arboleda que nos envuelve una nueva imagen de postal que guardaremos en nuestra retina por mucho tiempo, nada que ver con lo que nos espera unos metros más allá y que ya veíamos desde el otro lado del río, una cantera, ahora la dejaremos a nuestra derecha ya que giraremos a la izquierda para seguir el camino hasta una pequeña rampa que nos llevara a un camino asfaltado que no abandonaremos por espacio de unos 2km. justo el momento en que nos encontremos con una bifurcación que cogeremos a la izquierda y que nos internará de lleno en el monte, encontrándonos en nuestro medio natural rodeados de baches, piedras y tierra suelta.
Comienza la subida, lo que no nos esperábamos es que la pendiente estuviera tan degradada por el paso de caballos y las lluvias que resultaba impracticable, así que pie a tierra e intercambiamos los papeles con nuestro caballo de acero para llevarlo nosotros a cuestas durante los metros que dure la subida, duras rampas para tener que ir cargado pero no queda otra, ¿o si? renunciar y dar la vuelta... ¿pero cuando una dificultad nos ha hecho abandonar nuestra aventura?¿acaso no somos bikers? ya estamos acostumbrados a la adversidad, así que no será esta cuesta la que nos desanime, el problema es que los compañeros no conocían con exactitud la dureza de los tramos a cargar con la bici... y en honor a la verdad yo tampoco lo recordaba muy bien, así que durante esos repechos yo estaba un poco (bastante) preocupado con el que dirán pues a esto hay que añadir que estábamos haciendo más km. de los previstos inicialmente ya que la ruta estaba preparada desde Riba-Roja y eso no contaba con los km. desde Manises (ida y vuelta), así que pensando en que aún no habíamos llegado a mitad de camino y aún faltaba la vuelta, aunque esta se podía recortar en algunos km. no estaba disfrutando mucho de la marcha. Seguimos subiendo a ratos a pie y otros montados, pues el camino estaba bastante mal. Aunque las vistas espectaculares de las montañas que nos rodean, la quietud y el silencio sobrecogedor que nos embargaban son un bálsamo para nuestras maltrechas piernas yo no dejo de sufrir por lo mal que he planificado la ruta hasta que los compañeros dicen aquello de: vaya tela... que pasada de vistas!!! uff!!! ya puedo respirar, auque se acuerden de... esta ruta les gusta y la bronca si la hay será menor, además siempre podré alegar que las vistas merecían el esfuerzo.
Una vez finalizado el tramo en el que hemos hecho pie seguimos por un angosto pasadizo, a la derecha la montaña y a la izquierda un pequeño terraplen que nos llevara hasta otra bifurcación que tomaremos a la izquierda para ir bajando en una bajada no muy rápida y algo técnica por la dificultad del firme con piedras sueltas. Giraremos a la derecha olvidando el camino que encontramos al frente y seguiremos bajando hasta encontrar un nuevo repecho con una pendiente exigente pero como todo este tramo más por el piso que por las pendientes, esta subida termina en la bajada larga y temeraria que nos llevará a la entrada de Pedralba. La bajada, nuevamente muy bacheada se nos antoja un oasis en este camino rocoso que se nos ha hecho más duro de lo que podíamos imaginar, así que, con el conocimiento justo para pasar el día nos lanzamos por la rampa sin acordarnos siquiera de que llevamos frenos, simplemente nos agarramos con fuerza al manillar y nos aseguramos de llevar la horquilla desbloqueada, poco antes del final y cerca de las primeras casas vemos un inmenso charco que nos hace recordar los frenos que buscamos con afán y presionamos con ímpetu demasiado cerca del lodo, como vamos tan cerca unos de otros el paso se convierte en una ducha de barro de históricas proporciones, ¡¡¡quien necesita ir a un Spa teniendo caminos para la bici!!! algún "a-pie-cizage" dentro del barro y "pa-lante" que se nos pasa la hora del almuerzo.
Bajamos todo el pueblo hasta la gasolinera pero hoy con el retraso acumulado no subiremos a la Ermita de la Virgen de Luján cuyo camino comienza allí mismo y que desde su altitud nos ofrece magnificas vistas del monte de la Pea por el cual nos adentraremos.
Esta vez no nos queda otra mas que meternos por carretera aunque solo sea por unos metros pues hay que cruzar el puente sobre el Turia y no hay mas camino que la carretera de Vilamarxant, nada más cruzar cogemos un camino a la izquierda, lo seguimos hasta la segunda bifurcación, giramos a la derecha para ir de nuevo por la carretera por espacio de unos 350m.ahora a la izquierda para entrar en un camino asfaltado, lo seguimos hasta una bifurcación con un árbol en medio, a la izquierda vamos bajando un poco hasta una nueva bifurcación, esta vez a la derecha y enseguida nos llevará directos a pie de monte, hay abundantes caminos y senderos por los que adentrarse y conocer esta magnifica zona en la que en los últimos tiempos han vuelto a hacer acto de presencia los zorros, atraídos por el creciente número de conejos que hay en los montes vecinos, a pesar de ser una zona llena de chalets y urbanizaciones podríamos decir que la fauna autóctona se recupera pues también es normal el avistamiento de perdices y hasta de unas pocas garzas en el rio que levantan el vuelo en cuanto nos acercamos dejando ver su imponente tamaño cuando despliegan las alas... que espectáculo, y gratis!!!!
Poco a poco el camino va cogiendo pendiente y empezamos a jugar con el desarrollo, vemos delante nuestro el dantesco espectáculo que dejo tras de sí el incendio del 2006, por lo que una parte de la ruta se hace por caminos que serpentean ahora inmersos en lo que en su día debió ser un imponente bosque de pino mediterráneo y no es hoy más que restos de troncos calcinados y piedras ennegrecidas, el paisaje es estremecedor e impactante y no nos deja indiferentes ya que nos pone un nudo en el estomago difícil de digerir, de ahí nuestra insistencia en cuidar las zonas verdes y los pocos bosques y/o espacios naturales de los que disponemos y aún podemos disfrutar.
Giramos a la derecha pedaleando por el ondulante paisaje que nos rodea para girar a la izquierda al llegar a unos chalets, enseguida el camino vuelve a subir e iremos encontrando otras bifurcaciones, las desecharemos todas e iremos lo más rectos posibles, el valle a un lado y la montaña al otro casi nos dictan el camino a seguir, poco a poco nos acercamos a la cima para echar un último vistazo al desolado paisaje y , con el alma también ennegrecida iniciamos el descenso que nos llevará a completar el circulo en que se ha convertido esta ruta desde aquí, el camino de la Pea. Ahora solo queda volver a Vilamarxant e iniciar el camino de regreso por donde siempre. 77km. en total.

Ruta de Lliria - Parque de Sant Vicent

Esta ruta sigue el mismo recorrido que la de Benaguacil pero al bajar de Montiel giramos a la izquierda para meternos por un camino a la derecha. Una vez dejada atrás la última nave industrial del polígono, es un pequeño camino agrícola asfaltado el que nos llevará a cruzar por encima de la nueva CV50. Este camino discurre entre campos de naranjos y otros cultivos propios de la zona como las alcachofas, cebollas, etc.; va serpenteando hasta llegar paralelo a la carretera de Lliria a Vilamarxant, donde dejaremos el asfalto para pasar a un firme más propio de nuestro deporte; piedras y baches nos acompañaran durante unos kilómetros. Sin dificultades llegaremos a la altura del cementerio.
En ese punto cruzaremos la carretera y cogeremos un camino por la parte de arriba de la carretera también paralelo a esta y que nos llevará dentro de Lliria. Continuaremos esa calle hasta una rotonda y cogeremos un camino de tierra justo enfrente, este lo seguiremos sin dificultad ya que no presenta más que un par de pequeños repechos por mencionar algo, finalmente llegaremos al polígono industrial de la ciudad de la música y seguiremos recto por su calle principal hasta el cruce que tomaremos a la derecha para atravesar el puente sobre la CV50. Al terminar este, hay un pequeño camino a la izquierda, para cogerlo hay que saltar el guarda-rail que en ese punto está casi a ras de suelo, tras pasarlo el camino se vuelve pedregoso e inicia una bajada hacia el camino peatonal que viene desde Lliria, la bajada es corta pero técnica ya que hay muchas piedras y en algún punto el desnivel es considerable, un poquito de precaución es la mejor medida a adoptar. Una vez superada la bajada entramos en el camino, llano, placentero, sin baches ni piedras ni asfalto ni nada que nos distraiga del paisaje; una estupenda y frondosa arboleda que al poco se verá acompañada de un pequeño canal con aguas limpias y que remontando su corriente nos llevará al punto de destino: es el parque de San Vicente.
Este es el oasis de nuestra niñez, puesto que en la comarca del Camp de Turia, un paraje como este es auténticamente un oasis, que digo un oasis, un vergel !!! y a nosotros los niños nos parecía estar en las mil y una noches: un lago de aguas tranquilas y transparentes en el cual podías ver brotar del fondo el manantial que lo alimenta, además con peces de colores y patos y en la arboleda ardillas y palomas, ¿que más podíamos pedir? pues venir cuantas más veces mejor... pero eran otros tiempos. Hoy hemos vuelto pero pedaleando y lo que antaño recordábamos un oasis... ¡¡¡hoy lo sigue siendo!!! No está deteriorado, continua siendo tan hermoso como antes aunque más pequeño, ¿o no? Quizás lo que cambia es la perspectiva, nosotros hemos crecido y lo que antes nos parecía un universo hoy es solo un pequeño mundo hermoso y frágil que debemos luchar por conservar. Tras visitar el parque con su ermita de San Vicente Mártir y hacer las fotos de rigor nos habremos ganado nuestro merecido almuerzo con su correspondiente cervecita fresquita.Nos queda la vuelta que la haremos exactamente por el mismo camino, así que nada destacable salvo que, y por el hecho de ir avituallados si queremos nos ahorraremos la subida a "Le Montielet".