jueves, 31 de diciembre de 2009

Un año más…. de cambios.

"¿Amas la vida? No desperdicies el tiempo porque es la sustancia de que está hecha."
Benjamin Franklin
Y seguimos cambiando. Y ya van 3 ediciones de esta crónica resumen. Pero, ¿en que hemos cambiado?, pues en mucho y casi casi en nada. Veamos algunas cosas. Días atrás en la base, mirábamos el calendario de Roda i Pedal que editamos al final de cada año, en el que cada mes da comienzo con una foto mítica de la ruta mensual del mismo mes pero del año anterior, y pensábamos, algunos más que otros, que el año pasado habíamos realizado mejores rutas.
Mejores en el sentido de dejar una huella más profunda en el recuerdo. A veces ese recuerdo es más infausto que otras, rutas como La Cova Santa, siempre serán recordadas por su extrema dureza en aquellos días, ruta que nos marcó más el sufrimiento que el disfrute de la ruta propiamente dicha. Y es que a veces olvidamos que salir en bicicleta por la montaña no es solo salir a disfrutar del paisaje, de los olores y colores de la naturaleza. La bicicleta es pedaleo y eso es igual a esfuerzo, y la montaña es subir y eso es igual a padecer… pero también es bajar y eso en igual a gozar, arriesgar y sentir el golpe de la adrenalina golpeándonos la frente apunto de salirse del cogote en cada frenada.

A veces el camino no está como a nosotros más nos gustaría, pero ¿queremos asfalto o caminos de tierra, piedra o arena, barro o polvo? ¿o depende tal vez de cómo nos hayamos levantado o del humor que tengamos esa mañana? No. Aquí se viene a pedalear y eso es lo que hay; de ahí que intentemos estudiar y planificar lo mejor posible cada una de las rutas que nos trazamos. Ya es difícil de por sí encontrar un camino que conecte el punto A con el punto B intentando cumplir nuestra máxima: no tocar carretera siempre que sea posible. Pero también tenemos otras opciones; o vamos a la playa por “el riíto ese”, o seleccionamos otra ruta que cumpla con los máximos requisitos posibles. Pero si cogemos la primera opción, entonces se acabaron los paisajes nuevos, la conquista de nuevos vértices, coronar nuevas cumbres, descubrir nuevos e increíbles rincones que aguardan escondidos entre las montañas, nuestra llegada a lomos de nuestras infatigables amigas, ruidosas (jeje) pero infatigables.

Después de comparar las rutas del año pasado con las rutas del presente año, llegamos a la conclusión más o menos unánime de que estábamos empatados en rutas, que no en emociones, pues estas, a diferencia de los caminos, son acumulables. Los sentimientos del año pasado ya forman parte intrínseca de nosotros y suman y modifican nuestro sentir de hoy, haciéndolo más profundo y apreciando aún más, el vinculo que tenemos.

La Marjal dels Moros, L´Aixortá o el Pico Ñoño son algunas de las rutas recordadas a bote pronto en este 2009. Las bellas instantáneas de esos recorridos no llenan, sin embargo, todo lo que sentimos y recordamos de ellos. Hemos cambiado, por ejemplo, en que ahora consumimos más cerveza que antes, ser cuatro en vez de tres dándole al “pedal” es lo que tiene. Y, hemos cambiado en que ahora, cuando viene Carlos es toda una sorpresa. Ha pasado en pocos meses, de hacerse un hueco en el R.C. a estar varias semanas sin aparecer, el muy bandido. Si, estas palabras van justo para él, para que las recuerde de aquí unos años y nos las lea cuando los viejunos estemos sentados en el sofá, con una mantita por encima de las piernas, y venga a alegrarnos el día con su visita, y le pidamos con nostalgia, que nos recuerde cuando éramos jóvenes y recorríamos juntos esos caminos por las montañas.

A ver, en que más hemos cambiado; pues en algo que, al cambiar el estilo de las rutas, ya no es tan factible de mantener como antes. Cuando comenzamos este grupo nos lo tomábamos con calma. Las rutas fáciles hacían posible que pudiéramos ir al tran-tran charlando sobre la marcha pues, el ejercicio, ya iba implícito en el hecho mismo de salir en bici (por llamar de alguna manera a aquellos primeros hierros con ruedas que nos parecían eso si, verdaderas máquinas rodantes).

Ahora las rutas que planificamos nos exigen otra condición física, otro estado mental, y cuando no es así, somos nosotros los que queremos mantener un ritmo exigente, el ejercicio ya no es una obligación, es una necesidad. Necesitamos quemar las malas sensaciones acumuladas a lo largo de la semana. No es bastante con dejarlas atrás, no sea que las recojamos a la vuelta, aunque cada vez hacemos menos rutas lineales de ida y vuelta por el mismo camino. Parece que sin haberlo hablado, hayamos decidido que la ruta es para pedalear y los descansos para hablar y como no, gozar de cuando en cuando con los silencios. Eso no quita que hay días más tranquilos o momentos de triplicidad de tareas, pero cuando nos ponemos en faena…

Parece que este cambio, que al principio nos parecía perder un tanto nuestra identidad de grupo, con el tiempo, hemos ido comprendiendo que es lo mejor, o al menos que es una necesidad fisiológica del cuerpo. Se dice que el ejercicio genera necesidad de más ejercicio y nosotros lo estamos comprobando. Aplicamos un tiempo para cada actividad en la medida que lo necesitamos. De hecho, las rutas que antes nos parecían excesivamente largas ahora son una constante, sin ellas sentimos que algo se nos queda dentro y que no hemos liberado todo el peso que soportábamos. A veces, a falta de distancia le metemos desnivel, o las dos cosas, aunque luego nos quejemos de que somos unos cacho-pedazo de brutos.

También hemos necesitado poco tiempo para comprender o más bien para confirmar, que somos almas solitarias. Nuestro rodar por el río se está convirtiendo en los últimos tiempos en algo meramente testimonial. No dejamos de maravillarnos con el paisaje y con las sensaciones que despierta en nosotros ese idílico paisaje; tanto lo queríamos y ahora que por fin lo tenemos, en ocasiones casi lo odiamos. Lo que de verdad añoramos cuando lo transitamos, es la soledad y la tranquilidad de rodar a nuestro paso sin interferencias por parte de mil y un biker, todo ello sin contar con el firme polvoriento por el que tenemos que transitar cuando lo recorremos y que tanto nos molesta. Evidentemente un tipo de firme con más porcentaje de tierra, haría que volvieran a aparecer las cañas que yacen en el subsuelo; eso lo entendemos, aunque el polvo blanco no lo queramos ver ni en pintura. Esta es una de las razones por la que estamos volviendo en la medida de lo posible a los caminos de antes, dejando para determinadas ocasiones el camino del “riíto ese”, (como cariñosamente lo hemos bautizado), para utilizarlo únicamente como autopista de acceso rápido y directo.

Después de los más de 30.000 kilómetros recorridos por las actuales burricas en estos casi 3 años juntos, ya hace algún tiempo que se barrunta seriamente la posibilidad de un nuevo cambio a mejor. Los ruidos provocados por el desgaste y el deseo de mejora de algunos componentes, nos ha puesto tras los pasos de la siguiente máquina. Solo la situación económica de alguno de nosotros hace que este hecho se retrase, aunque, el resto del grupo este subiéndose por las paredes. Quizá el próximo año tengamos que adiestrar nuevas burricas para que nos sigan sacando por esos caminos de montaña que tanto nos gustan.
Nuestras expectativas para este año que en breve arranca son ante todo, poder seguir disfrutando de nuestra afición todos juntos, seguir realizando rutas inolvidables, rutas míticas para nosotros, y por supuesto, seguir contándolas aquí para que todos los que nos leéis, podáis disfrutarlas como lo hacemos nosotros, y sobre todo, para que queden en nuestra memoria colectiva-virtual y poder rememorarlas en un futuro, esperemos que todavía lejano. Decimos adiós al 2009 todos de una pieza, todo un éxito, puesto que ninguno de nosotros y por fortuna, ha mordido el polvo en los casi 4000 kilómetros recorridos durante este año en grupo; solo 5 pinchazos nos aguaron un poco la fiesta, cosa que resulta incluso sorprendente si nos paramos a recordar por donde nos hemos metido, y que por otra parte, igualmente resultaría bastante sencilla si repasaramos con detenimiento todas y cada una de las 2147 fotos con las que el ojo mágico de nuestra Nikon a quien cariñosamente bautizamos con el nombre de “nikoleta” , nos premió; o para los amantes del movimiento, no habría más que consultar alguno de los 120 minutos de bajadas “a saco” que nos hemos marcado y que fueron recolectadas cuidadosamente en vídeo, bajadas procedentes de algunas de las 52 salidas realizadas durante el año que concluye, todo esto sin contar las salidas “extra” y en solitario de cada uno de nosotros en períodos vacacionales, tardes de training, etc., etc., en fin…., millones de pedaladas cuyo resultado han sido nuevamente, miles de recuerdos y cientos de agradables vivencias compartidas que difícilmente podremos olvidar.

Hemos intercalado en este resumen del año las imágenes que amenizan nuestro regreso a la base desde el calendario, son algunas de las más entrañables tomas de las rutas realizadas en 2008, fotos que servían de portada cada mes. Llevamos todo el año trabajando duro para que el calendario de 2010, con las fotos del 2009 sea igual o mejor que el anterior, pero eso lo juzgaremos el próximo año.
Feliz Año “RodaiPedalero” Nuevo os deseamos a todos los bikers, y por supuesto, a los no bikers también.


Carlos, Kike, Luis y Salva.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Crónica de Manises a Monte Picaio

"Hi ha qui no acaba d'entendre això de les hores de camí. No acaba d'entendre que les hores de camí són una mesura de distància, no una mesura de temps." Albert Jané. Els camins irresolts
Bueno bikers, pues parece que nos hemos despedido del 2009 a lo grande. El run run de Salva con que este año las rutas habían sido algo menos épicas que el año pasado nos puso alerta y decidimos acabar el año con “un rutón del 8” que dejara buen sabor de boca en la memoria colectiva.
Por primera vez (creo recordar), hacemos una ruta en domingo por el mal tiempo que amenazaba ayer sábado, y no es que tengamos miedo del mal tiempo o la lluvia, pero hacer 90 kilómetros con lluvia y frío y sobre todo, no tener una visibilidad buena allá arriba en la montaña que nos permitiese buenas panorámicas con la nikoleta no era plan, así que como el temporal amainaba para el domingo, decidimos atrasar un día la rodada aprovechando las vacaciones navideñas.

Diferentes alternativas de camino para llegar hasta nuestro objetivo que no es otro que subir hasta Monte Picaio saliendo desde la base en Manises. Así que cargados con los bocatas y la bebida para todo el día, nos ponemos en marcha alegrándonos de la limpieza ambiental y del viento de poniente que presagia una visibilidad de escándalo. Bajamos hasta el “riíto ese” y giro a la derecha para hacer la antigua ruta hacia la playa. Enseguida, en el primer puente de madera tenemos la imagen del día que nuestro fotógrafo no deja escapar.
El vapor que el Sol arranca de la superficie del río y de sus orillas crea un halo misterioso y fugaz que acompaña el murmullo callo y sosegado de la corriente que, incendiada por el Sol matinal y semi oculta por la niebla, corre sin prisa sin saber que nunca llegará al mar. Pues empezamos bien pensamos, quinientos metros de ruta y ya estamos calentando la cámara, hoy es el día que nos dan las uvas antes de tiempo.

Bien; continuamos por el río, pasamos bajo el puente faraónico que conecta Manises con Paterna. Lógicamente no podían faltar todo tipo de calificativos a la obra, perdón, a la inútil obra de ingeniería que se ha marcado aquí el M.I. Ayuntamiento de Manises. Gastarse aquí lo que no está en los escritos para no hacer ni más ni mejor papel que el puente antiguo, en fin……. ya está plasmada la parrafada crítica del día. Seguimos pedaleando.

Pasado el primer tramo que se acondicionó del parque fluvial del Turia allá en Quart, llegamos a la pasarela nueva, al menos para nosotros que la estrenamos hoy, y que une, desde el cauce y pasando sobre la V 30, el cauce del río con el antiguo cauce hasta el parque de cabecera.

Para no variar, hoy también había mucha gente en el parque, pero había más gente corriendo y andando que en bicicleta. El paseo por el viejo cauce en Valencia tan agradable como siempre, como además hace tiempo que no veníamos por aquí, pues aún lo disfrutamos más. Subimos por el puente de Aragón hasta la avenida en dirección Norte y, por el carril bici hasta la salida de la autopista hacia Barcelona. Allí mismo giro a la izquierda y tomamos el carril bici de la vía Xurra / vía Augusta. Le vamos comentando a Carlos, que la otra vez no nos acompañó (ver Crónica de Manises-Puig-Marjal dels Moros http://rodaipedal.blogspot.com/search?updated-min=2009-09-01T00%3A00%3A00-07%3A00&updated-max=2009-10-01T00%3A00%3A00-07%3A00&max-results=5 , las diversas curiosidades que nos ofrece el paisaje de la huerta y el histórico camino que estamos transitando, aunque como nos comenta Luis, la Vía Augusta originaria no discurría exactamente por este trazado sino algo más al interior pero, era más fácil recrearla por aquí coincidiendo con el trazado de otros caminos para así unificarlos. Los campos de labranza y las huertas en plena producción se suceden creando un tapete de colorido sobre la húmeda y fértil tierra, todo esto cerrado al norte por nuestro objetivo de hoy. Masías y casas históricas así como barracas también se dejan ver.

Nos vamos acercando a la hora del almuerzo y sobre la marcha cambiamos de plan: teníamos previsto almorzar en la montaña de la Patá del Puig pero la larga distancia de la ruta aconseja un cambio para no desviarnos y así ganar algo de tiempo que, al final de la ruta comprobaremos como un pleno acierto, en su lugar paramos junto al camino que nos llevaría a la Patá, y apuramos el primer bocata y cerveza para aligerar peso en la mochila, allí de cara a la cartuja De Ara Christi y el Picaio, para proseguir rápido el camino. Luego atravesamos Puçol con nuestro objetivo ocupado ya todo nuestro campo de visión. La aproximación se hace lenta pero intensa, observándolo desde todos los ángulos antes del ataque final. El castillo de Sagunto a nuestra derecha es testigo mudo de nuestro acecho. El camino se acerca y luego describe un semi circulo para que podamos admirarnos de toda su grandiosidad, o es que el camino también teme al coloso o es que este, en un alarde de narcisismo se jacta en su propia observancia obligando al camino a no poder atacar de frente. Lo bordeamos por la base, a la altura del betún, digo del mar, con lo que nos queda toda la imponente subida de una tacada.

Impone verlo alzarse rotundo ante nosotros empequeñeciendo cada pedalada, cada esfuerzo por alcanzarlo, parece imposible pero lo vamos a intentar. El track que vamos siguiendo hace una serie de idas y venidas esquivando la A-7, por fin, pasado un túnel estamos encarando la subida. Un camino asfaltado con bancales numerados de naranjos a cada lado, esto recuerda la subida de Alpez d'Huez con sus 21 curvas numeradas de forma inversa, lo que nos hace preguntarnos donde nos hemos metido, aquí de momento no hay curvas solo una recta que deja ver toda la crudeza de la rampa que tenemos por delante.

Suerte que el asfalto ayuda, y que la rampa, siendo dura, no es de las que nos amenaza con echar pie a tierra ni mucho menos, así que a buen ritmo vamos subiendo más o menos juntos. Al final de la rampa, a la derecha, hay una estación eléctrica, a partir de ahí el asfalto se quiebra y desaparece en muchos tramos, quedando solo los guijarros sueltos para dificultar algo más la subida, y la bajada. Por suerte no quedan charcos de la lluvia de ayer, el suelo húmedo pero sin barro ofrece un buen agarre a la tracción. Enseguida las aberturas de claros hacia la izquierda nos ofrecen vistas magnificas. Bajo nosotros se abre el barranco de Gausa cubierto de naranjos, con mil y un caminos entrecruzándose como un laberinto. Más allá la autopista y el Puerto de Sagunto con la zona industrial y portuaria como primer punto de referencia afeando el paisaje que nos adentra en el azul del mar.

A la derecha la montaña se eleva progresivamente hasta las verticales y rojizas peñas de Guaita.

Los escasos árboles dejan ver todo un mar de arbustos y la típica vegetación de monte bajo, pero sobre todo llama la atención la abundancia de paleras, piteras y cactus que invaden estos montes y que se van abriendo paso por La Calderona. Hace pocas fechas pudimos ver otro lugar infestado de estas plantas invasoras, el Montiel de Benaguacil, así como los montes cercanos a Puente Barraquena allá en Chelva cuando en solitario, hice unas rutas a principio de mes.
Después de algunas rampas duras llegan tramos de menor porcentaje por lo que podemos oxigenar las piernas a la espera de lo que vendrá, pues, el final de la montaña se ve aún muy por encima de nuestro nivel. Llegamos a un desvío a la derecha que intuimos será el que tomaremos de bajada hacia Sant Esperit. Sobre las peñas de Guaita se ve gente asomada al abismo, sobrecoge ver lo pequeños que somos ante el poder de la naturaleza. Seguimos subiendo con Carlos como avanzadilla a varios minutos pedal de nosotros. Cruzamos nuestros caminos con bikers que ya han hecho la visita y disfrutan de la bajada. Llegamos a tramos de cemento que solo de verlos nos encogen el ánimo, estos tramos nos recuerdan demasiado al Rey Montdúver. No son para tanto, pero tensan la musculatura de las piernas que no veas. Desvío a la derecha. Este tiene que ser el que baja casi en vertical hacia las urbanizaciones de la cara sur.
Enseguida otro, también a la derecha, que baja el santuario de la virgen de la medalla milagrosa, junto al desvío un mirador con un nombre evocador “claro de luna” me pregunto sobre las panorámicas que ofrecerá este lugar de noche… ahí dejo eso porque, las vistas que tengo ahora delante son las de una rampa de cemento con unos desniveles que no quiero ni saberlo, por delante va un caminante al que se que no daré alcance en esta pendiente. Lo bueno es que es la última rampa antes de hacer cumbre. Llego a la altura de las antenas, dejo la visita para luego y me reúno junto a Carlos que espera bajo una sombra junto a la cadena que cierra el paso hacia la cruz. Llega Luis y seguimos adelante. Salva, con el dedo flojo por el excepcional paisaje va a la suya. Nos reunimos todos junto a la parte no ciclable que asciende hasta la cruz y llegamos al pie del vértice; 372 metros de altitud nos contemplan, o mejor dicho, desde esta altura contemplamos el mundo.

Ante nosotros se abre un basto panorama de cosas que mirar. La curiosidad o el ansia voraz de intentar abarcarlo todo nos sobrepasa. La nitidez atmosférica nos ayuda a distinguir cosas que no pensábamos ver. Enseguida dibujamos en la distancia la silueta de lugares conocidos. Lo que no pensábamos era poder ver el Puig Campana junto a la Serra de Aitana. El Caroig también asoma su pico por encima de la muela de Cortes. Hacia el norte se hace esquivo el Penyagolosa, pero la Serra de Espadán se muestra enterita para nuestro deleite y un poco de vergüenza por no haber puesto aún rueda sobre ella. La Serra de Irta también se ve internándose en el mar, y con un susurro lejano nos dice que también nos espera por allí. Internando la mirada hacia el mar, buscamos alguna pista de las Columbretes que tampoco se dejan ver. Innumerables todos los lugares que podemos observar desde esta cumbre, como no podía ser de otra manera, nuestra Rodana también nos saluda desde la otra orilla del Turia.

También nos resulta curiosa la arquitectura natural de esta montaña. La piedra de rodeno, en su lenta pero inacabada erosión, va creando formas imposibles ya no de crear, sino de imaginar por el hombre. Piedras en equilibrio al borde del abismo que nos atraen como imanes para hacernos allí la foto que diga que un día conquistamos esa cumbre. El entorno nos recuerda al cercano Garbí, aunque no podemos decir que nos imaginábamos este paisaje. Ahora sí. Foto de grupo, otra piedra verticial al zurrón y otra muesca en el sillín para conmemorar el recuerdo de otra cumbre superada y otra cumbre que nos ha conquistado el corazón.

Pero la hora apremia y hay que bajar para llegar hasta Sant Esperit y comer, después nos queda regresar hasta Manises. Junto a las antenas no hay nada que ver, así que seguimos camino. Bajamos con la precaución de haber memorizado los tramos más peligrosos por las piedras y baches. No es una bajada para lanzarse a tumba abierta ni mucho menos, aun así la emoción de las bajadas siempre nos hacen estirar un poco los límites. Llegamos al desvío aquel que intuíamos y donde comienza un pequeño repecho que pondrá la queja del grupo “¿pero no era todo para abajo?”, sí…, enseguida…, allí mismo, en aquella curva empieza la bajada... Al fin llega la ansiada bajada que nos hará rodear las peñas de Guaita por el Norte. Abajo en el valle, en el Pla d'Aguiló las urbanizaciones crecen como setas, pero desde el camino una destaca como un faro al mal gusto. En medio de un paraje inmerso en una pinada y rodeado de montañas hay una fase de casas o lo que sea pintadas de rojo, no un rojo como el del rodeno que forma estas montañas y que casi se fundiría con el paisaje, es un rojo como la cara de vergüenza que tendría que tener quien tuvo la brillante (y nunca mejor dicho), idea de pintar las casas de ese color. ¿Pero que ha pasado con aquello de mimetizar las construcciones con el entorno? ¿Es que ya todo vale? Si, lo prometo, este es el último momento protesta de la crónica. Estuve por parar a hacer una foto, pero pensándolo mejor no valía la pena. Seguimos descendiendo por terreno húmedo y en buen estado con algunos vierte aguas a modo de toboganes en los que tomamos impulso para saltar un poco más alto según vamos cogiendo velocidad. En un suspiro estamos en la carreterita asfaltada que lleva al convento. Buscamos un sitio soleado donde parar a comer. La fuente esta en sombra y la sudada que llevamos no aconseja quedarse todo el tiempo de la comida sin algo de calor. Comemos como siempre recordando lo vivido hasta el momento en la ruta. Bromas y anécdotas antes de la hora del café que marca el momento de la partida.

Hemos elegido la ruta de vuelta más corta. Volveremos por Moncada en lugar de hacerlo por Bétera que era la primera opción para visitar la torre Bofilla, pero como ya estuvimos allí, no alargaremos esta de por sí, larga ruta del día de hoy. Seguimos fielmente las indicaciones de “la martita”, pero llegado un momento dado y ante las miradas de Luis a la pantalla empezamos a preocuparnos por lo que allí aparece; o esta se ha rayado o el track no parece estar del todo claro. Giros y más giros en todas direcciones conseguirán desorientarnos por completo. Suerte que las pilas aguantaron que si tenemos que volver por nosotros mismos hubiéramos celebrado la nochevieja con doce naranjas por barba. Poco a poco nos vamos acercando a Moncada, terreno más que conocido por alguno de los componentes del grupo y que nos guiará más seguro de por donde transitamos. Aquí empieza la parte bonita de la vuelta, la huerta entre Moncada y Burjasot es una pequeña joya escondida entre las urbes que crecen cada día más a costa de estos remansos de paz lejos del ruido de la “civilización”.
La luz se va apagando poco a poco. Nos queda el tramo urbanita por la zona del palacio de congresos y de allí llegar hasta el río. En el último momento decidimos hacer un tramo largo tiempo olvidado. Ya que la carretera hacia Paterna sigue cortada, la hacemos toda nuestra y ganamos unos segundos de luz al reloj en las huertas entre Paterna y Quart. Después de cruzar la V-30 por el túnel llegamos al camino del Parc Natural del Turia. Llevamos semanas huyendo de él y hoy lo hemos tomado para ir y para volver; está claro que no nos andamos con medias tintas. El ocaso se va instalando con fuerza y las sombras le ganan el pulso a la claridad, hemos calculado la hora de regreso con precisión astronómica, si nos descuidamos llegamos con el Sol oculto en el horizonte y casi oliendo el camino.
Pues bien, para bajar los excesos navideños no han estado mal los 87 kilómetors de ruta y casi 1100 metros de desnivel positivo. El reportaje fotográfico ha estado a la altura de las mejores rutas recorridas. El próximo calendario competirá con este en rutas míticas y ese también habrá que superarlo….., no tenemos duda de que así será.
Felices rutas 2010.

Track en Rutes de Roda i Pedal

sábado, 14 de noviembre de 2009

Anexo Crónica de Rabassadors

"Tenía yo monumentos de bronce, de lapislázuli, de alabastro... y de piedra caliza blanca... e incripciones de arcilla cocida... Lo deposité en los fundamentos y lo dejé para tiempos futuros."
Esarhaddon
Pues ya estamos otra vez aquí para contar otra variante de una ruta conocida. Parece que le hemos cogido el tranquillo y salimos a crónica por ruta en las últimas semanas. Esta vez hemos concluido la ruta que la semana pasada se quedó en el tintero, pero le hemos metido muchas variantes nuevas y, eso, es lo que os queremos contar.
Salimos por el camino del polideportivo hacia la cañada Noguera, pero en lugar de bajar por el “bike-pass” (que es el nombre que le hemos puesto a la bajadita aquella de marras, jeje), seguimos para intentar colarnos por el futuro carril metro.
Le cogimos gustillo la semana pasada, y como además ahorra mucho tiempo, pues mucho mejor con la kilometrada que nos esperaba hoy; así, de paso, evitábamos coger el camino del parc, que no es que no nos guste, pero es que nos empieza a saturar.

Salimos a la altura de Valencia la Vella y bajamos hacia el cholo. Sonrisa tonta cuando llegamos a las cañas como si hubiéramos redescubierto el paraíso.
Hoy encontramos otra foto chula en aquel rinconcito escondido de la mano de los humanos, nos lo adueñamos, al menos fotográficamente hablando y seguimos, por un manto de verde y húmedo césped, hacia la chopera que nos espera tan hermosa como la semana pasada, y la anterior también.

El otoño parece haberse detenido entre sus hojas que ni se caen ni acaban de amarillear, y es que los 22º ambiente nos hacen preguntarnos si esto es el otoño o es la primavera, y por un momento el tiempo se detiene enroscándose a fondo en nuestras ansiosas almas anhelantes de momentos mágicos.
No se por qué pero este lugar siempre evoca algún sentimiento de profundo sosiego y emoción, claro que, luego al contarlo parece un poco ñoño, pero son las sensaciones y es lo que hay. Continuamos hacia el puente viejo por la carreterita de la cadena de masía de Traver para coger los 10 metros de río que nos quedan antes de cruzar al otro lado. Después seguimos por el antiguo camino pero en lugar de hacer el giro a la izquierda para llegar a vista de río, seguimos recto trazando la diagonal que empalma con el camino de Riba Roja a Benaguacil. Este tramo de camino es nuevo y nos llevará por la huerta entre los pueblos hasta las ruinas del Molí de Dalt. Continuamos recto y al poco nos unimos a la carretera de Vilamarxant-Benaguacil para cruzar el pueblo por las calles interiores hasta la salida de Llíria. Este tramo de camino ya es conocido y, excepto el trozo que atraviesa Llíria, es muy agradable. Después del parc de Sant Viçent, y con un hambre canina tras 30 kilómetros ya pedaleados, paramos a mordisquear una barrita con la ventana abierta a La Calderona. Parece mentira como se ha ido acercando la mole de montañas que allá por la huerta, camino de Benaguacil, veíamos tan lejanas, desde aquí colman todo nuestro campo de visión. Sin más contratiempos llegamos al inicio de la subida a Rabassadors. Otra vez tendremos dudas de si cruzamos la carretera antes o después de la rotonda, el track, con los caminos tan juntos, no nos saca de dudas hasta que nos toca volver atrás. La subida ya no nos parece lo que la primera vez que estuvimos por aquí, y la subimos a tren, bueno, yo a metro, pero sin perderles demasiado la cara. Dejamos el camino y seguimos recto junto a un campo de naranjos, llegamos a la rampa rota y descarnada que “guarda” el acceso al vértice de Guarda en la partida dels Rebasadors o Rabassadors como a nosotros nos gusta llamarlo para distinguirlo de Rebalsadors.
Almorzar en este lugar privilegiado es algo que no tiene precio, o como lo relataría el anuncio: llegar a Rabassadors, 40 interminables kilómetros; subir al vértice mirador de Guarda, una subida del 7 por un tramo de pie a tierra; almorzar envueltos por las panorámicas de La Calderona no tiene precio. O algo así, pero es que es verdad.
Mira que hay sitios con vistas bonitas, pero este tiene algo que los demás no tienen. A pesar de estar metido de lleno en la sierra tienes unas vistas privilegiadas sobre la misma, tan cercanas que las montañas parecen acercarse hasta la punta de los dedos, en cambio, si te das la vuelta, el horizonte se abre ante tus ojos, de repente todas nuestras montañas aparecen salpicando el valle del Turia. Y detrás de todo los otros colosos montañosos que delimitan la provincia de Valencia por el sur y algunas montañas Alicantinas recordándonos nuestro paso por ellas o por sus inmediaciones. Tan solo la contundente cercanía de las montañas que nos abrigan nos oculta la vista de las 3 provincias de la Comunitat. Y hacia el Oeste los montes de la Serranía se muestran altivos y orgullosos retándonos nuevamente. Ya tenemos localizado el pico Ropé que se deja ver desde casi cualquier punto elevado, así que sabemos que a sus pies está el embalse de Buseo, y un poco más al norte el de Loriguilla, la ruta para subir hasta su cumbre también está preparada y en lista de espera, así que, que se vaya preparando. Bocata, cerveza, naranja y café conforman las viandas de las que damos cuenta sumidos en la contemplación de tan excepcional paisaje. Terminado el almuerzo nos ponemos en marcha continuando el camino en lugar de volver atrás como las otras veces. Comienza la parte nueva del camino. La bajada, bastante bacheada, no impide, sin embargo, el bajar rápido, divertido y técnico que tanto nos gusta. En el siguiente cruce tomamos a la izquierda encarando hacia el parking del Pla. Antes pasamos por un aljibe en perfectas condiciones de conservación, que se alza como testigo de tiempos pasados menos tecnológicos.
La foto de rigor no podía faltar a un monumento de los que quedan pocos.
Seguimos bajando hasta una zona recreativa con mesas y un techado que registramos para tiempos climatológicamente más adversos. Aquí surgen innumerables caminos y sendas que podríamos seguir hacia cualquier sitio, nosotros en un afán de acortar un poco el camino de vuelta nos metemos, por una vez y en contra de nuestro criterio, por la carretera que va hacia Bétera a la espera de cruzar al otro lado y seguir el camino que teníamos trazado en la “martita”. Tanto hemos querido recortar que nos hemos pasado y llegado el momento todas las entradas que encontrábamos eran puertas de propiedades privadas, así que continuamos hasta la base militar y desde allí, carril bici hasta el cruce de Bétera. Giro a la izquierda y enseguida carril bici aunque sin separación de la carretera durante un kilómetro. En el Mas del Palustre a la derecha para entrar en pista agrícola y rodar por la tierra junto al barranco de Porta Coeli, que en un momento dado tendremos que, no solo cruzar, sino transitar por dentro de él por exigencias del camino. En época de lluvias este camino estará inutilizado por razones evidentes, supongo.
Después de cruzarlo y recruzarlo salimos de él para llegar hasta el barranc del Carraixet en el lugar donde se juntan 3 barrancos, como no podía ser de otra manera así se llama esta partida. Salimos en el otro lado del barranco al polígono industrial, giramos a la izquierda y el trazado de este y el desconocimiento del hecho, nos impedirá llegar exactamente al lugar de la unión de los dos anteriores con el barranco de Náquera. En la última calle del polígono, a la mitad, sale un camino a la izquierda, este nos llevará en un par de minutos hasta el lugar donde se encuentra el poblado y torre de Bofilla. Este antiguo asentamiento es de origen árabe. Desgraciadamente la torre se encuentra en estado lamentable, hoy además rodeada de andamios para su restauración, el poblado se puede ver gracias a que se han levantado muretes allá donde estaban las antiguas edificaciones y eso delimita las estancias.

Todo el conjunto está lleno de material de obra y casetas de construcción así como pancartas colgando de los andamios que rodean la torre.
Suponemos que va para tiempo el poder volverla a visitar en condiciones normales, si al menos este pequeño “desastre” sirve para acicalarla y dejarla en aceptables condiciones en un tiempo razonable, habrá merecido la pena, se admiten apuestas.
Seguimos hacia el sur, cruzamos la vía del metro y comienza la parte más temida de la ruta. Esta variante se buscó para intentar no pasar por dentro de Bétera y de las urbanizaciones limítrofes en dirección a Paterna. El trazado casi nos llevará de Guatemala a guatepeor pero como nunca se sabe lo que vas a encontrar… mira que si al final damos con un camino que nos gusta. Después del metro tendremos que cruzar la carretera CV 310 de Bétera a Godella. Primero el track nos lleva hasta un pequeño barranco que podríamos haber cruzado cargando con las burras, pero había una carretera justo al lado que nos evitaba ese trago y además a ellas no les gusta perder rueda, pues nada 300 metros más de carretera, y por fin, cuando los coches nos lo permiten, cruzamos.
Pasamos junto al hermoso mas de Elías, bien conservado según parece y seguimos por un laberinto de caminos, en el que coincidiremos con el antiguo track, hacia mas de Camarena. Ya allí, en lugar de seguir hasta los campos del Valencia C.F. giraremos a la derecha para atravesar el parque tecnológico y después la CV 35 y salir a la carretera del Plantío. Allí giraremos a la izquierda para ir por un camino de tierra que pronto se convertirá en un campo de minas, todas explotadas a juzgar por el estado del firme. Por suerte la pequeña pendiente a favor nos hace bajar sin mayores problemas que el esquivar pedruscos y agujeros, eso sí, con mucho cuidado. Ahora toca cruzar el by-pass. Lo hacemos por un puente que lleva hasta una rotonda, allí seguimos las indicaciones de fuente del jarro y bajamos por una recta larga hasta otra rotonda, otra vez izquierda y otra larga recta hasta la rotonda del centro comercial. Al poco, nos cansamos de este tramo de polígono y nos metemos a la izquierda por la zona ajardinada y habilitada con carril bici entre los árboles, al menos este tramo se hará más amable entre las verdes hojas de los árboles que entre el negro asfalto de la carretera. Ya solo nos queda atravesar Paterna y salir a la huerta dirección Manises para llegar a la base. En definitiva, la ruta es excelente por el sitio al que vas, pero la vuelta es, con poca diferencia sobre el anterior trazado, insufrible. Lamentamos las casi nulas conexiones o salidas norte-sur que son las que nos imposibilitan hacer muchas rutas y conectar con otras poblaciones. El hecho, por parte de los ayuntamientos, de habilitar carriles bici está muy bien dadas las actuales circunstancias de carencia casi total de ellos, pero lo que realmente echamos de menos son pistas forestales, caminos agrícolas o similares, en los que no tengamos que lidiar con nuestras burras contra coches y camiones que siempre creen que la carretera es solo suya, y que estos caminos no pasen por vertederos, que es en lo que acaban convertidos estos últimos reductos donde podemos dar rienda suelta a nuestra afición por los pedales. A este ritmo me temo que también nosotros acabaremos paseando por el río en poco tiempo. Seremos cuatro jinetes más para pedir turno y crear atasco. Igual que pasó con el by-pass, al camino del parc natural del Turia le pueden ir haciendo un segundo carril.


Track en Rutes de Roda i Pedal

sábado, 7 de noviembre de 2009

Anexo de Santa Bárbara… chu chu que te pílla el tren.

Este será un compendio de varios anexos debido a que, por si solos no dan para una crónica pero que, tienen alguna particularidad que no queremos que se quede sin recuerdo.

Sábado 07/11/09

"La verdadera amistad es la que sigue a tu lado incluso cuando no te queda nada por ofrecer, salvo tu compañía." Anónimo

A pesar del beneplácito meteorológico para este fin de semana, al final tuvimos que posponer la ruta de Cortes prevista inicialmente para hoy. El último barco de Cortes a Cofrentes salía demasiado temprano como para permitirnos hacer la ruta con tranquilidad, es decir, disfrutando de los paisajes y las paradas fotográficas pertinentes que a buen seguro nos deparará esta ruta; y por otro lado, la falta de confirmación hasta ultimísima hora de que ese último navío saliera dependiendo de la ocupación. Así que visto lo visto, mejor dejar la ruta para cuando volvamos al horario de verano. Con el plan B en marcha, íbamos a ir hasta Guarda y volver por una nueva variante que nos llevará a conocer la torre árabe de Bofilla. Esto nos hace romper una tradición: el fin de semana del gran premio de motociclismo de Valencia, desde que tenemos el remolque, siempre hemos hecho, casualmente, una ruta para pasar por delante del circuito, este cambio de planes nos rompe la tradición.
Salimos de la base y bajamos al río. Pronto comenzamos a encontrar bikers y más bikers como era de esperar. Esto parece un desfile o una manifestación, o mejor aún, el día de la bicicleta. Con el viento de poniente, el polvo que van levantando nos lo estamos comiendo todo, así que, decidimos adelantar al grupeto que tenemos delante. Como delante de ellos va otro grupo pues lo mismo, y así sin parar hasta pasar el puente del by pass. Una vez allí quien os cuenta esto, reventadito por el ritmo cuartelero que habían impuesto mis compañeros a los que perdía de vista en las ligeras subidas del camino, decido aflojar la marcha o acortar la ruta hasta Llíria como mucho, soy incapaz de aguantar este ritmo para una ruta de más de 70km. Así que les digo esto para aflojar un poco la marcha. Aun así y contra el viento estamos rodando a más de 24 por hora, pero es que antes íbamos sobre los 30. En fin, que si no hay subidas no valgo una leche, y si las hay me quedo el último. Resumiendo, que soy como aquello de la cadena y el eslabón más débil. Pero a lo que íbamos.
Ya en Riba Roja nos salimos del río y cogemos el camino de la huerta hacia el monasterio cisterciense. En cuanto dejamos el cobijo del río notamos como la fuerza del viento se recrudece a la par que va aumentando poco a poco. Esto nos hace replantearnos la situación mientras paramos un instante para que me coma una barrita.
Las rachas que ahora nos golpean son bastante fuertes, y ya que a la vuelta tenemos que tocar algo de carretera con tráfico no nos hace mucha gracia con el día que tenemos. Planteamos un conclave en mitad del camino para decidir si seguimos o cambiamos la ruta. ¿Pero si cambiamos a donde vamos? por que volver otra vez por el camino del río y el tráfico ciclista que hay no nos entusiasma demasiado. La Bassa Barreta que tantas veces nos ha sacado de un apuro similar comienza a ser como el camino del río, demasiado trillado. Al final decidimos, a pesar del viento que suponemos barrerá la montaña, subir a Santa Bárbara. Vamos acercándonos por el camino de toda la vida hacia Benaguacil, tanto buscar caminos alternativos a las granjas de ganado para volver a lo de siempre. Luego el carril bici hasta la subida por detrás de Sant Miquèl a la partida del Olivarets con su pertinente peaje en porcentaje. Enseguida viene la subida al calvario de la ermita. Como siempre que lo subimos, parece escondernos una última rampa con la que nunca contamos, en cambio ella, agazapada detrás de la curva nos sorprende con la mejor de sus sonrisas. A regañadientes la subimos para festejar, en la cumbre, las soberbias panorámicas sobre La Calderona. El viento de poniente nos despeja la atmósfera, para dejarnos casi tocar con las manos extendidas las ondulaciones de la sierra, a la que casi estaríamos llegando de no ser por el viento que nos ha obligado a variar la rodada. Almorzamos extasiados en la contemplación de las montañas y del monasterio de Sant Miquèl, antes de que poco a poco se vaya difuminando la meridiana claridad que se nos ofrecía. Acabadas las celebraciones medio centenarias, volvemos a la normalidad del café pelado y mondado, o sea, que lo del chupito se acabó. Pues nada, a esperar unos añitos a que el próximo en pasar por taquilla se retrate. Bajamos notando la fuerza del viento que nos empuja lateralmente, tanto es así que no conseguimos la velocidad de otras veces, aun así, disfrutamos enormemente de esta bajada. Ahora nos toca sufrir un rato hasta llegar al camino de vuelta que tenemos previsto hacer por el camino de Les Plantaes hasta Riba Roja y tener entonces el viento a favor, pero un despiste nos hará llegar hasta el río, la rutina manda y ya no nos merece la pena volver atrás. Ya en el puente viejo decidimos ir por el camino de Masía de Traver, por la senda pegada al río y subir por el cholo. El poco trasiego de este caminito una vez abierto el camino del río, hace que la vegetación se cierre cada vez más, aun así queda una pequeña huella por la que trazar pasando por encima del manto de hojas que los chopos y el viento van depositando en el suelo. Igual que la semana pasada la estampa es divina. Además, teniendo el Sol a contra luz de las hojas tenemos un colorido aún más intenso y vivo si cabe. Paramos en la vaguada junto al río para disfrutar de este rincón que parece que cada vez nos gusta más. Lastima que hoy no hemos traído la cámara de fotos. Seguimos camino subiendo hacia el cholo, después nos metemos por el camino antiguo junto a la vía del tren y vemos con sorpresa que la vía esta toda pasada por rulo y con las traviesas para el metro dejadas al lado para colocarlas en cualquier momento. Pero el premio llega cuando vemos que la valla que tendría que cerrar el paso no está. La ocasión la pintan calva. Recorrer la vía del tren en bicicleta no se hace todos los días y para colmo traemos el GPS que lo inmortalizará. Esto es como una vía verde pero en lugar de recorrerla después del tren cuando este ya ha desaparecido lo hacemos antes de que entre en funcionamiento, curiosa circunstancia que no nos queremos perder. Para ser concretos iremos detrás del tren y delante del metro. Será un curioso paseo que nos hará recorrer tramos que antes veíamos desde detrás de los cristales cuando subíamos al tren. Llegamos al polígono de la Cova y volvemos al camino de la cañada Noguera para entrar por el polideportivo y llegar a la base hartos de tanto viento. En fin, dos rutas tumbadas por diversos motivos en el mismo día, este es un record que hemos establecido hoy y que esperamos no volver siquiera a empatar.



Saltamos en el tiempo

Sábado 21/10/2009 Anexo de Porxinos

“En la tarde, sinfónicos los vientos tocando están, con un fragor de olas, su instrumental de árboles espesos.” Eugenio Montale

Esta pequeña entrada es para reseñar la visita al Mas de Porxinos. Por sí solo no es para hacerle una crónica, y como el anexo de La Rodana lo publicamos semanas atrás, no es cuestión de editarla de nuevo y agregar un pequeño anexo, así que aunque poco ortodoxo, lo incluimos aquí por la cercanía del trayecto y por ser un paso de sobra conocido.
Durante esta semana me acerqué hasta dicha masía y pude pedir permiso al encargado que, muy amablemente, me permitió hacer las fotos de rigor y disfrutar del ensimismador lugar, así como darme permiso para que el sábado pudiera venir con los compañeros a mostrarles el lugar. Ya en ruta, pasamos por primera vez más allá de la señal que nos indica la propiedad privada y la flecha que nos desvía hacia la derecha hasta el camino que rodea la cintura arbolada de les Rodanes. Este camino cubierto por un dosel de parras, parece empequeñecerse conforme nos acercamos a los inmensos eucaliptos que flanquean la entrada. El portalón de hierro es testigo mudo de otros tiempos, igual que la caseta de la campana que nos vigila desde arriba. Adentro el mundo se transforma. A la izquierda, la blanca pared de la casa, nos cubre con su alargada sombra de primeras horas de la mañana. A la derecha se abre un gigantesco y frondoso pasillo arbóreo.

Pinos piñoneros de colosales dimensiones se alzan firmes y verticales en busca de luz y rayos solares. A la entrada del jardín y como testigos ya mudos de tiempos pasados, dos grandes piedras cónicas de las de moler aceitunas, reposan sus días a la sombra y aroma de la vegetación circundante.

En la fachada sur de la casa un reloj de Sol apunta las horas con precisión mediterránea sobre los soportales que dan entrada a la casa, cerrada en estos momentos. A la derecha, una escalinata de vigas de madera antigua y ajada sube hasta la explanada donde la pinada se adueña del espacio. La bóveda cerrada casi en el cielo, ofrece una visión catedralicia donde en lugar de un enlosado suelo hay un tapiz de verde césped.

Las columnas de madera tienen su corteza arañada por las uñas de las ardillas que, juguetonas, se pasean por el jardín de su casa. Avanzamos embelesados por el pintoresco espectáculo de este rincón nuevo y desconocido para nosotros. Ya casi al final, y como si de un púlpito se tratara, podemos ver un majestuoso pino. Sus proporciones son grandiosas, pero el delicado equilibrio de su grandiosidad con el entorno lo hace aún más atractivo y bello si cabe.

Entre los tres, cogiéndonos las manos, apenas damos para abarcar su talle. Foto de grupo y vamos volviendo poco a poco hacia donde habíamos dejado las bicis. No queremos perdernos nada y volvemos despacio, deleitándonos en los detalles. Llegados a la escalinata seguimos hasta el otro lado de la casa para bajar hasta la piscina o balsa de riego, que para todo sirve. Pasamos un pequeño puente de piedra sobre una regadera a modo de río que desagua en la piscina, y pasamos a un rincón cerrado donde hay un pequeño bosque de bambú. Abajo, junto a la piscina, la pinada da paso a un jardín de árboles caducos y frescos.

En definitiva una pequeña excursión para conocer un lugar que, a poco tardar nos tememos, sucumbirá bajo la presión urbanística y mediática impulsada por el Valencia C.F. y consentida y estimulada por el ayuntamiento de Riba Roja. Nosotros, por si acaso, ya hemos visitado e inmortalizado esta joya en nuestras retinas y nuestra memoria, también digital.


Sábado 28/11/09 Anexo Cova de La Montieleta.

“Todas las coloraciones y formas que el cielo nos ofrece, tienen una propiedad común: que no pueden imitarse con los medios humanos. Siempre que se intenta reproducirlas sobre un lienzo, un papel, madera o metal, se fracasa irremediablemente. Son obra de un maestro que dispone de medios verdaderamente "celestiales". Su pincel es la luz solar, y su lienzo es el voluble éter con sus nubes y el finísimo tejido del velo del polvo atmosférico: ningún artista dispone de ellos.” Theo Löbsack (el aliento de la tierra)

Seguimos con los mini-anexos. En esta ocasión y también con cita previa obtenida el miércoles, nos dirigimos a La Montieleta. Ya hacía meses que no veníamos por aquí y hoy, con el permiso para subir hasta la cueva, nos hemos dado cuenta de que echábamos un poco de menos este lugar tranquilo y sereno con unas vistas que siempre nos sorprenden. Llegamos al pie de la montaña combinando las rutas de las semanas precedentes, es decir: por el camino antiguo del bike-pass, Valencia la Vella y cholo, comprobamos aquí que este inusualmente largo veranillo de San Martín parece que empieza a tocar a su fin, al menos así lo creen las plantas que poco a poco empiezan a desnudarse de hojas y a tomar un aspecto más propio de estas fechas aunque aún les queda camino por hacer, y después de Riba Roja por la huerta hasta Benaguacil y en el molí de Dalt hacia el polígono. La subida, ya casi olvidada, nos recibe con su contundente constancia de principio a fin. Carlos marcando el paso uno-dos uno-dos, nosotros intentando hacerle entender que es uuno-doos uuno-doos, pero él a lo suyo, y nosotros detrás para que no se diga, total, que nos ha subido fuera de punto y hemos llegado arriba maldiciendo, conque otra rampa le falta a esto ¿no Cuñat? En fin.
Almorzamos contemplando las magnificas vistas mientras debatimos la teoría de la dispersión de Rayleigh de por qué el cielo es más azul en contra dirección del sol que en el horizonte. Si, vaya tema de conversación tienen estos tíos estaréis pensando, pero las conversaciones salen y ya está. Además que el tema fue interesante sino mirarlo en Wikipedia y veréis. Terminado el almuerzo pedimos las llaves en la casa de las hermanas terciarias para poder visitar la cueva de San José obrero. Las obtenemos casi de milagro porque la hermana que nos atiende no se siente tranquila de que subamos por las obras que hay en la casa y que afectan al camino, Pasamos la puerta que tantas veces habíamos deseado franquear y seguimos por un caminito junto al muro que delimita la ermita coronado de trozos de cristal incrustados en el muro. Nos asomamos con cuidado pues estos quedan a la altura de la cara. Al otro lado del camino las paleras y piteras crecen sin control haciendo gala de su condición de plantas invasoras.

Las tremendas espinas asombran por su tamaño y dureza. Seguimos ascendiendo en zigzag por el camino a modo de calvario y pronto las vistas sobre nuestra Rodana se magnifican de forma increíble.

Dejamos la rampa y subimos el tramo de escalera hasta llegar arriba y seguir hacia la izquierda en dirección a la cueva. La segunda llave hace su trabajo y nos encontramos una preciosa capilla en una gruta pequeña pero de singular belleza. La tenue luminosidad de la claraboya no llena todo el espacio y la penumbra inunda el espacio tornándose oscuridad en los rincones.


La nikoleta se pone a trabajar a toda prisa, capturando el instante desde todos los rincones. Después subiremos hasta la cruz y vértice geodésico del día.

Solo serán unos 30 metros más de altura que desde la plaza de la ermita, pero la visibilidad completa que tenemos desde aquí le da al lugar un plus de magnificencia. Lo más comparable en visibilidad desde las cercanías es el alto de la Buitrera que también tiene visibilidad libre sobre todos los horizontes.

Visitamos todos los recovecos de la montaña y de la zona de oración antes de dar por finalizada la visita. Saciada nuestra curiosidad paisajística toca volver. La trepidante bajada apurando la frenada en cada curva de la carretera, como en los viejos tiempos, nos hará coger la dosis de adrenalina del día. Carril bici hacia Llíria y desvío hacia la Buitrera, que la pasaremos por debajo por el camino del pozo de les Traveses, después de dejar atrás el carril bici que discurre paralelo a la continuación de la CV 50. Nos desviaremos a la derecha por el camino mencionado y recorreremos los caminos de tierra que dan acceso a las huertas de esta zona. Luego giraremos a la izquierda para cruzar la carretera de Pedralba; la sola visión del cartel de Pedralba pone un punto de nerviosismo en mis “avezados” compañeros bikers… Ahora nos toca bajar hacia el Mas de río por un camino con piedras sueltas pero sin que estas representen ningún peligro, es más, esto le dará un puntito de interés a este trazado. Llegados a la carretera giramos hacia la izquierda en dirección a Vilamarxant. Cruzamos el pueblo y por el Trinquet hacia Riba Roja, cruzamos también el pueblo y cogemos el camino del seminar hacia la cantera. Pasada la primera cantera a la izquierda hacia la segunda cantera, aquí rodearemos por la derecha el abandonado polvorín, del cual ya he encontrado el camino para poder visitar, y vamos hacia la tercera cantera, la que está a los pies de la muntanyeta. Todo este tramo desde la salida de Riba Roja es un tramo bastante rompe piernas por las constantes subidas y bajadas del terreno, aunque este no presenta ninguna dificultad de firme ni de pendientes considerables, si es cierto que una subidita sucede a la anterior y así sucesivamente, por lo que se puede hacer un tanto rollo. Pero la otra alternativa era haber ido por el camino de Loriguilla y alargar un poco más la ruta. O si lo prefieren haber bajado al camino del “riíto ese” jeje. Ya desde aquí es como estar en el pasillo de casa, por lo que volvemos raudos y veloces a la seguridad de nuestro RC donde una buenas Steinburg bien fresquitas saciarán nuestra falta de 500cc de preciado líquido hidratante.

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