sábado, 20 de febrero de 2010

Crónica de Jérica a La Torrecilla

Hoy comenzaremos, como otras veces, con una cita fotográfica. Se dice que una imagen vale más que mil palabras, eso es dificil imaginarlo ante estas.

No es nuevo esto de estar pendientes del tiempo durante toda la semana para saber si finalmente realizamos la ruta prevista o si pasamos al plan B, porque siempre hay que tener un plan B, al menos eso pensamos nosotros, así que esta semana no iba a ser una excepción, aunque finalmente y con los precisos datos sobre las lluvias caídas en la zona por parte de un pastor que nos pasó la información (quien mejor que ellos para saber con precisión el estado de los caminos), nos fuimos hasta Jérica para iniciar nuestra rodada. Agradecemos de antemano la precisa y preciosa información brindada por Gabi BTT http://www.uv.es/gabibtt/altopalancia/ del cual hemos conseguido esta ruta, de la que conservamos parcialmente el nombre.

Pues a pesar de la lluvia caída en la base durante toda la semana, por la zona prevista a pedalear había sido incluso menos copiosa; esto a priori nos dejaba los caminos en perfectas condiciones para nuestro gusto, por lo que animados como decíamos anteriormente por la información de nuestro contacto pastoril, allá que nos fuimos cargando el remolque con las bicicletas y la ilusión de rodar por nuevos parajes y así de paso, las novatas probaban eso de ir detrás del coche. El día había amanecido totalmente despejado y prometiendo una visión fantástica. Nos ponemos en camino por autopista hasta Jérica desde Manises. Aparcamos a la entrada del pueblo y después de unos estiramientos y de un reconfortante café calentito nos ponemos a pedalear por un pequeño tramo ya conocido de la ruta de Ojos Negros I http://rodaipedal.blogspot.com/2007/11/ojos-negros-i-torres-torres-jrica.html.
Cruzamos raudos el pueblo y giramos a la izquierda para bajar a orillas del río Palancia. Nos acercamos hasta la fuente de Randurias, pequeña y coqueta zona de recreo con mesas y paelleros junto al discurrir del Palancia.


Tras esto cruzamos el río por el puente y hacemos unos kilómetros por un camino asfaltado a la sombra del inmenso pinar que cubre la montaña del Roquetillo y que deja este camino en sombra.

Al mirar hacia arriba vemos la perfecta alineación de los pinos, esto nos hace pensar en una replantación, y lo cuidado del sotobosque y de los troncos de los pinos indican una explotación forestal en constante renovación.

La fría mañana, o mejor dicho el frío viento que produce nuestra marcha, hace más que apetecible rodar por caminos soleados, pero eso ahora mismo es una ilusión de futuro a unos minutos pedal. Llegamos hasta el área recreativa del Sargal, tan solo vemos las cuevas encaramadas en la montaña al otro lado del río, desde nuestra posición no tenemos posibilidad de bajar hasta allí. Aún cogeremos algunos tramos soleados antes de meternos de lleno en el bosque por un camino junto al barranco de Aguamala, tramo engañoso ya que no se ve la pendiente pero está ahí. Pasaremos junto a la fuente de la Losa que queda al otro lado del barranco; más parece un aljibe que una fuente pero como no necesitamos agua no nos acercamos a comprobar si esta o no seca.


Seguimos este camino cruzando algunos charcos que hoyados por nuestras ruedas rompen la gruesa capa de hielo que los cubre. Ya sabemos el porqué de la fría temperatura que disfrutamos. Al abrigo de las laderas que encauzan este barranco y de la arboleda que las cubre no sentimos el viento que arrastra aún más frío que la temperatura propiamente dicha. Vemos con alegría que la arboleda está compuesta no solo de pinos, sino también de carrascas por doquier, aunque bien podrían ser robles o alcornoques, árboles parecidos para los no iniciados en botánica. Seguimos por este camino que presenta un terreno húmedo pero no embarrado, a pesar de algunos pequeños charcos que no representan el más mínimo problema y que nos permiten rodar tranquilamente por lo compactado del firme.


Salimos de la zona boscosa y nos adentramos en un paisaje de cultivos. Predominan los almendros tocados de flores blancas o rosáceas y junto a ellos, los olivos. El verde de la hierba entre los árboles imprime un toque de color sobre el rojizo suelo, la marcha resulta muy placentera debido a la sensación de paz que se respira, pero se va haciendo hora de almorzar y los instintos primarios de algunos de nosotros comienzan a despertar, si es que en algún momento se han dormido.

Buscamos el final de este arco cóncavo que hemos trazado alejándonos del río para volver a divisarlo bajo nosotros desde un mirador junto a los cinglos de Benaval. Este es el lugar elegido para almorzar. Nos disponemos primero a gozar de esta panorámica que deja frente a nosotros el coloso del Peñascabia coronando el pueblo de Teresa, a su derecha los altos de las Peñas de Amador; entre medias se adivina el comienzo del estrecho del Collado del Cascajar, nacimiento del río Palancia. Totalmente a la izquierda de Peñascabia se alza majestuosa La Peña Juliana, tapando tras de sí los altos de La Salada. Un camino baja de frente hacia las profundidades de este cortado al encuentro del Palancia, en esta pequeña encerrona que le hacen las paredes de la montaña, el río no tiene otra salida más que volver sobre sí mismo para escapar hacia el Norte describiendo cerrados meandros. Desde el borde del mirador nos esforzamos en elevar la vista, ya que justo al pasar el puente que cruza el río hay una serie de vertederos o escombreras que denigran el paisaje y el entorno, aunque el soberbio paisaje lo disimule en las fotos. Lastima que desde el pueblo de Teresa no hagan algo por eliminar, o al menos enmascarar esta lamentable primera impresión que se tiene del pueblo desde aquí arriba. Eso si, si tapas con la mano el primer plano lo que queda es para enmarcar.


Ascendemos unos metros más para quedar protegidos del viento de poniente por la propia montaña. Hemos perdido las vistas sobre el río y su entorno, pero en cambio estamos encarados hacia el Norte, contemplando en toda su extensión la imponente Sierra de Espadan.


Almuerzo, cerveza, bromas, café, siesta del borrego y a continuar camino. Comenzamos la ascensión dejando momentáneamente a la derecha los últimos metros de ladera que nos protegerán del viento. Superado el cerro del Villar, el camino gira a la derecha encarando el viento, llegamos a la altura del alto del Zorro que queda a nuestra derecha y el camino vira al Sur. Aquí la ladera se desploma hacia el barranco de Medilla 100 metros más abajo; este desagua en el Palancia, junto al puente que lo cruza antes de llegar a Teresa, es el mismo puente que en su día tuve que cruzar en la ruta del nacimiento del Palancia
http://rodaipedal.blogspot.com/2009/05/cronica-del-nacimiento-del-palancia.html.
Nosotros aquí arriba gozamos de unas vistas colosales. Ya no vemos Teresa pero sí Bejís, el collado del Cascajar ya no solo se insinúa sino que nos muestra claramente su inicio, y, tras La Juliana, las cumbres nevadas de La Salada nos dejan ver claramente algunas de sus instalaciones militares en desuso. No podía faltar en este lugar una foto de grupo a pesar del intenso y frío viento que nos castiga a estos casi 900 metros de altitud.

Seguimos rápido intentando recobrar parte del calor corporal perdido. En cuanto nos despegamos de las cumbres que acabamos de superar, Espadan se vuelve a mostrar esplendoroso y siguiendo sus afiladas crestas hacia el horizonte, el azul de las montañas se torna mar.

Por momentos seguimos los pasos de La Cañada Real de Benaval. Este territorio cruzado por innumerables cañadas/ veredas/ coladas y cordeles, es testimonio de un pasado ganadero del cual, por fortuna, somos testigos de excepción hoy mismo cuando nos cruzamos con un rebaño de cabras montesas que lentamente van seleccionando lo más tierno de las coscojas que, solo unos minutos antes, nos preguntábamos el porqué de su escasa altura en contrapunto a la amplia superficie de terreno que ocupan. Cruzarnos con rebaños no es que sea algo tremendamente excepcional, pero si cada vez más escaso y por tanto menos visto.

Llegamos a un cruce y seguimos de frente. No sin antes parar a admirar el tremendo trabajo de construcción de bancales y terrazas en piedra seca que pueblan las laderas de estos montes, visión que como no, inmortalizamos.
También destaca el cambio de paisaje, los pinos han dejado paso mayoritariamente a las carrascas que, sin crear un bosque cerrado, salpican todo el paisaje a nuestro alrededor.
Pero lo que realmente nos llama la atención al volver la vista atrás, es que por primera vez en la ruta podemos admirar el Penyagolosa sobresaliendo por detrás de La Sierra de Espadan. Su cumbre nevada refulge bajo los rayos del Sol como si de un gigantesco helado se tratara.

Seguimos en esta parte alta de la ruta llaneando hacia un pequeño reto que será nuestro aporte a la ruta respecto al track que veníamos siguiendo. El alto y vértice geodésico de Yuste a 1030 metros de altitud. Vemos la indicación en el siguiente cruce y paramos a deliberar, pues no tenemos claro que lo podamos subir ya que según nuestros datos, pensamos que no hay camino, pero aun así, decidimos explorar y llegar tan lejos como nos sea posible. En todo caso solo haremos un par de kilómetros para comprobarlo.
Encaramos el camino teniendo localizado nuestro objetivo frente a nosotros. Enseguida este camino transforma su firme respecto a los caminos que veníamos ciclando. Piedras sueltas y muchos baches adornan esta subida pero no nos plantea ningún esfuerzo extra, así que lo subimos con tranquilidad y en grupo, eso sí, nos fijamos en los obstáculos que tendremos que sortear con la velocidad de la bajada.Llegados a un alto y el camino desciende por el otro lado de la montaña. Este es el punto más cercano al que podemos llegar en bici. El resto de ascensión tendría que ser a través del mar de coscojas y piedras que pueblan la ladera, pues no hay ni siquiera una miserable senda que poder seguir. Así pues, en este punto decidimos no abordar la ascensión por razones obvias. Volvemos a admirar la punta de lanza del Penyagolosa hacia el Norte.
Un vistazo hacia el Sur nos pondrá de frente a la sierra del Ave, justo a su derecha una fisonomía conocida llama nuestra atención, creemos que se trata del Caroig, tan emocionados estábamos por el descubrimiento que apenas miramos nada más.
Así que iniciamos el descenso con la precaución de esquivar un par de pedruscos en medio del camino. Llegamos otra vez al camino principal y retomamos el track. Un suave descenso hacia el Sur nos irá sacando del monte poco a poco para llevarnos a una llanura de cultivos, y poco después, pasamos bordeando un campo de entrenamiento de lo que a juzgar por las señales, es un club motero.
Llegamos junto a la base del club en la carretera que baja hacia Alcublas, damos media vuelta y encaramos un camino en sentido opuesto a nuestra marcha que nos lleva hacia el paraje de La Torrecilla, otra vez por La Cañada Real de Benaval. En este tramo y según los mapas, no hay camino, pero la cañada es perfectamente transitable. Pasamos por un cortafuego que viene a ser la línea divisoria entre Alcublas y Altura, Valencia y Castellón.
Enseguida nos incorporamos a un camino y giramos a la izquierda para ir bajando hacia el paraje y fuente de La Torrecilla.
Este lugar se encuentra enclavado en un precioso paraje rodeado de picudas cumbres; a la izquierda conforme llegamos, una montaña muestra sus afilados picos sobre ella, mientras una enorme gruta se abre paso a media altura.
Al otro lado del barranco, que aquí cambia de nombre y toma el del lugar, una portentosa pared rocosa coronada de farallones a modo de tubos de órgano llena el paisaje. Subraya la belleza del lugar la desnudez de los chopos en el fondo del barranco que permiten una visión panorámica del conjunto.
No queremos pensar en lo idílico del lugar en primavera con la explosión de la vegetación con todos sus aromas, ese gratificante pensamiento lo dejamos para la siesta. Lastima que la fuente esté seca. El cartel que indica agua gran reserva tiene que estar un poco avergonzado de su “fanfarronada”, pero más avergonzado debe de estar el lumbreras que escribió esto:
BASURA AQUÍ GRACIAS, y más aún los energúmenos que le secundaron la genial idea convirtiendo testimonios de nuestro pasado en un basurero:
En todo caso, habiendo contenedores, que los hay, no estaría de más que los responsables de vaciarlos lo hicieran más a menudo. En sitios así a veces nos quejamos de que no hay contenedores (caso de la montaña de la Patá en el Puig), pero es que cuando los hay, tardan horrores en recoger la basura y muy a menudo los alrededores del contenedor se convierten en un vertedero.
Momento protesta.
Buscamos una buena mesa con vistas pero a cubierto del viento. A pesar de estar muy protegidos por la montaña, la brisa que llega es fresca, y más cuando paramos de pedalear y nos disponemos a comer. Después del ágape y el cafelito, toca una buena siestecilla disfrutando del indescriptible silencio que nos envuelve, cosa que nos sienta de maravilla, aunque en honor a la verdad unos la disfrutan más que otros a juzgar por los ronquidos que suelta “el torito”.
Aberronchados unos contra el césped y otros en lugares menos mullidos (para gustos, colores), nos dejamos arropar por el cálido abrazo de Helios, Hiperión como le gusta llamarle a Circe; y es que es llegar las novatas y ya están cambiando cosas, ya veremos con qué nos sale Dafne… en fin…., pero el tiempo pasa y aunque estamos muy a gusto toca volver para cerrar el círculo.
Así pues, nos ponemos de nuevo en marcha pensando que será “to pa bajo”; nada más lejos de la realidad. De entrada subimos un repecho que nos deja más cerca si cabe de los imponentes farallones a nuestra derecha.
Luego el camino gira a la izquierda para ir remontando parte de la altura perdida. Este giro y el ascenso me despistan un poco, tengo la sensación de estar volviendo hacia el camino por el que hemos venido, luego al ver el mapa, comprobaré que en efecto estaremos bien cerca de aquel camino; ¡ay! bendita “Martita” que nos conduce y nos guía de forma magistral a través del intrincado laberinto de caminos que semana tras semana transitamos, todo ello perfectamente interpretado por nuestro guía Luis, pero un nuevo giro, esta vez a la derecha, nos alejará definitivamente de aquel. En cambio nos premiará, a la derecha de nuestra marcha, con una panorámica impresionante del edificio del Santuario de la Cova Santa, el cual encaramado a la loma de la montaña y rodeado de arboleda, nos recuerda rutas recorridas.
También podemos divisar la enorme antena que domina la mayor altitud de La Calderona, el Monte Mayor con sus 1016 metros de altitud. Efectivamente, el Yuste que es a donde hemos intentado subir tiene mayor altitud, pero digamos que a partir de la rambla de La Torrecilla hacia el Oeste, estamos fuera de La Calderona, por lo tanto hoy, sin saberlo, hemos recorrido el límite exterior occidental de esta sierra.

Una nueva parada foto-panorámico-paisajística nos hace exprimir los frenos. Será la última oportunidad por hoy de despedirnos del Penyagolosa y del mar que divisamos a lo lejos. En el siguiente tramo debemos de tener cuidado con desviar la vista del camino, ya que hemos emprendido una loca bajada que nos hace ganar velocidad a rueda vista; la adrenalina empieza a fluir.
El terreno compactado hace que la gravilla esté más sujeta, cuestión que la hace menos peligrosa. Retomamos el descenso. Velocidad, esquivar algún charco, frenar sobre la gravilla… esto en ocasiones pinta mal, y más si lo ves con la perspectiva de ir detrás de todos viendo sus trazadas y como a veces, sin trazar, consiguen mantener la verticalidad contra todo pronostico. Vamos acercándonos poco a poco a la zona boscosa. En un momento dado nos sumergiremos dentro de ella para no salir hasta el camino asfaltado que discurre junto al río allá por el Sargal.


Con lo que no contábamos es que este último tramo es un constante rompe piernas de continuos toboganes. No tiene fuertes desniveles ni tramos de subida largos, es simplemente que no esperábamos este final. Las ganas de pedalear las habíamos dejado en La Torrecilla con el despertar de la siesta, por lo que encontrar ahora el golpe de biela justo para superar el repecho nos deja un tanto contrariados. Para arreglar la situación, las bajadas están en un estado complicado. Aquí es la gravilla la responsable del mal estado del firme. Salva hace un rato que me ha recordado mi incidente con la gravilla bajando Bellida, y ya sea por la mención o por la cercanía del lugar me he cruzado un poco. Voy siguiendo al grupo a tren, ya que pienso que si me dejo vencer por el pánico no volveré a bajar nunca más tan rápido, así que valor y al toro.
Esta umbría boscosa aún nos guarda otra perlita en forma de charcos. Pasaremos unos cuantos que no habrá forma de sortear y tendremos que vadearlos esperando no encontrar pedruscos ni agujeros negros que engullan media rueda. Las dudas harán que un servidor, en uno de ellos, “americe” el pie derecho en mitad del turbio y líquido elemento aunque sin mayores consecuencias. Tras pasar un sinfín de repechos, esperando que sea el último, llegamos a una bajada que nos deja ver el camino que vamos buscando. Que alegría da saber que ya no quedan subidas hasta la última rampa dentro de Jérica que nos dejará a pie de coche.
Ya en el puente caerá la última foto de grupo, con la torre del castillo a contra luz recortando silueta sobre un cielo oscurecido por densas nubes y por el inminente crepúsculo que nos viene pisando los talones. Llegamos al coche para juntar nuestras manos y celebrar un sábado más la alegría de estar todos juntos dándole al pedal y disfrutando de tan maravillosos parajes.




Track en Rutes de Roda i Pedal.


No querríamos cerrar esta crónica sin hacer una mención a la nieve de la semana pasada en La Rodana. Fue un hecho tan excepcional como maravilloso.
La excepcionalidad viene dada por la coincidencia de nevar cuando podemos disfrutar de este hecho, y por otro lado, por estar subiendo en bicicleta a nuestra cumbre de todas las cumbres en un momento tan especial. Durante toda la ruta nos acompaño un leve chirimiri, pero al comenzar la ascensión desde La Bassa Barreta esas gotitas empezaron a ralentizar su caída en la plomiza atmósfera. Poco a poco empezaron a agrandarse y a convertirse en pequeños cristales planos de hielo que fueron ganando en superficie aunque no en volumen, y que nos acompañaron durante toda la subida, el espectáculo estaba servido; la cercana visión de uno de mis compañeros que me precedía a solo unos segundos pedal era digna de foto, lástima que nikoleta había tenido frío y se había quedado en casita, pero aún así la visión quedará para siempre en mi recuerdo.
Una vez todos arriba y durante el almuerzo, arreció el manto blanco cubriendo la distancia con engañosa apariencia de gran nevada. La nieve no llegó a cuajar sobre el mojado suelo, pero solo su presencia nos hizo reverenciar una vez más a la “reina” pensando que siempre es capaz de jugar una mano ganadora.