domingo, 7 de marzo de 2010

Crónica Portillo San Roque Mas de Teulada

"No pido otra cosa: el cielo sobre mí y el camino bajo mis pies". Mark Twain

Parece que este invierno no hay manera de despreocuparse de la meteorología, semana si y semana también nos tiene en vilo hasta el último momento. Así que, con lluvia intensa el viernes noche y predicción de no parar en todo el sábado anulamos, o mejor dicho posponemos, la ruta de esta semana para el domingo si el tiempo lo permite, no sea que las novatas se nos mojen y vayan a coger un catarril.
Tocaba esta semana mostrar al grupo una ruta nueva por las tierras cuasi vírgenes entre Vilamarxant y Cheste. Una ruta que estuve investigando no hace mucho tiempo y que me llevó a conocer el vértice geodésico del Portillo de San Roque. Otro cilindro de 120 para la colección.
No lejos de allí hay un aljibe con una peculiaridad artística sorprendente y que lo hizo merecedor de nuestra visita. Y luego, nos faltaba llegar hasta el Mas de Teulada. Pero no adelantemos acontecimientos y pongamos los hechos por orden cronológico.
Vamos por el camino ya habitual hasta la urbanización de La Mallá, cruzamos el By-Pass por el túnel y al salir, en lugar de coger el camino de siempre hacia nuestra amiga “la Muntanyeta”, giramos a la izquierda por el camino de la Majada que ya transitamos en una ocasión ya hace tiempo; aquel día el camino estaba muy roto y con mucha piedra y gravilla suelta, cosa que, unido al leve desnivel a superar, hizo que no gustara demasiado comparado con el camino asfaltado y plano que va hacia la cantera. Al diseñar el trazado de esta rodada para pasárselo a la “martita” lo hice uniendo tramos de otras rutas y dibujando los tramos que faltaban, el caso era llegar lo antes posible hasta la zona nueva; así que huyendo de los charcos de la zona del Monte Mayor, nos metimos por este camino. Las lluvias han dejado el terreno bastante compactado y sin charcos así que se podía rodar muy bien y llegamos pronto a la carreterita que rodea la Muntanyeta.
Una ligera llovizna nos acompaña de cuando en cuando pero casi no llega ni a mojarnos, por lo que seguimos adelante. Cruzamos la carretera de Loriguilla y decidimos por unanimidad evitar el camino del vertedero de la Baseta Blanca, que era otro de los tramos utilizados para completar el track. Bajamos hacia la balsa de riego de Loriguilla por el Cordel de Andalucía, aunque en el visor Sigpac lo denominan de Castilla; este camino sirve de límite municipal entre el nuevo Loriguilla y Riba Roja, giramos a la derecha en el camino asfaltado, también en la divisoria de estos dos pueblos, a la vista de la balsa. Después dudamos si internarnos en el camino a la derecha o continuar recto hasta empalmar con el camino de Cheste a Riba Roja allá por el tiro olímpico de Riba Roja. Un enorme charco que tapa el camino nos hace decidirnos por meternos por la montaña. Hasta el momento llevamos poco barro encima y mientras podamos queremos que siga así. El firme arcilloso esta lo bastante compacto como para no pegarse a nuestras ruedas, cosa que se agradece y permite un fácil rodar. Bajamos al plato pequeño y subimos la cadencia de pedaleo para afrontar una pequeña rampa. Rodera en el medio que nos hace esquivarla y perder velocidad, esto implica un inmediato ajuste de piñones hacia arriba y tirar de molinillo. Rampa sin dificultad pero, para qué sufrir habiendo desarrollos. Llegamos a lo alto de este camino en el cruce que tomamos ya en descenso a la derecha, enseguida a la izquierda por el camino del Pouet Tapat, hoy dejaremos a la derecha el camino que baja hacia Les Rodanes y seguimos recto para bajar junto al tiro olímpico y enlazar ahora sí con el camino de Cheste. Enseguida los viñedos de esta zona nos muestran su tierra roja desbordada de “saó”, las lluvias han dejado tal grado de humedad en la tierra que parece que los nutrientes nos van a saltar encima en cualquier momento.
Un manto de hierba verdea la base de las cepas marrones y desnudas, confiriendo al conjunto un toque estético y llamativo enmarcado, o mejor dicho coronado, por La Rodana.
Iniciamos la subida de los toboganes. El perfecto estado del camino nos hace envidiar este tramo de bajada, pero hoy no toca volver por aquí, nos tendremos que conformar con la bajada más recta y rápida del otro lado pero menos técnica e intensa. Volvemos a darle al molinillo para ganar arriba turno de bajada, y nos tiramos para abajo en posición aerodinámica.
Siempre se hace corta esta bajada. Nos acordamos de las primeras veces que llegábamos abajo casi temblando por la emoción del vértigo y la velocidad. De la cara de tontos y la sonrisa nerviosa, y hasta de los gritos para soltar la adrenalina contenida que no había tenido tiempo de escapar. Las muchas bajadas conquistadas, que no solo de cumbres vive el biker, hacen que ahora esta bajada no sea más que un punto de velocidad, que, sin restarle diversión, tampoco da para más. Llegamos a la carretera de Cheste a Loriguilla, que ahora sí es el cordel de Castilla; bueno en realidad lo es todo el camino de Cheste a Riba Roja, aunque valor habrá que echarle cuando asfalten ese camino y lo convierta casi en una autopista para la especulación urbanística de Porxinos, para meter una cabra o una oveja en el negro asfalto. Solo seguiremos esta carreterita hasta después de la curva que vira a derechas, ya en la bajada sale un camino de frente en subida, lo tomamos para adentrarnos en la ya conocida zona de secano y cultivos propios de la zona: campos de algarrobos cubiertos de piedras y de tierra reseca la mayor parte del año ahora embebida en agua. Topamos con un “catxirulo”; refugios o cabañas de piedra seca típicos de este medio agrícola, bueno, típicos quizá en algún tiempo, ahora tan solo son testimonio mudo de tiempos pasados, aunque por Benaguacil aún quedan unos cuantos y además están señalizados, este es el primero que vemos por esta zona. Seguimos adelante y llegamos a la CV-50 cogiendo a la izquierda un camino paralelo que nos llevará a subir la rampa más importante del día. Corta pero intensa, por lo que, tirando de molinillo otra vez la atacamos a buen ritmo. Mi especialidad no es subir con una cadencia alta de pedaleo, más bien lo contrario, siempre abuso de potencia, cosa que intento corregir para equilibrar un poco el repertorio. Así que me pongo a pedalear como un loco siguiendo a Luis, Salva va detrás disparando fotos a todo lo que se menea (y a lo que no también). A mitad de subida tengo la impresión de estar sentado en una silla con los pies en alto y pedaleando al aire, porque la “dilin”, por más que pedalee no se mueve del sitio. Pues más madera. Eso, de madera se me están quedando las piernas. Siento como las fuerzas abandonan mis piernas; de pulsaciones y respiración voy bastante bien, pero las piernas casi no responden. Finalmente un último empujón me deja arriba ante la divertida mirada de Luis que tampoco está acostumbrado a verme subir de esta manera y estará pensando “qué puñetas hace el carabassa este”. Nos reagrupamos los tres, si tres; hoy el “torito” no se ha presentado a formación en el toque de diana. Tenemos enfrente Cheste, y un poco a la derecha la formidable Sierra de los Bosques que, particularmente, tanto me gusta. Desde aquí también podemos ver nuestro primer objetivo del día; el portillo se distingue aún más a la derecha.
Cuando les digo donde está, en primer momento se temen la posibilidad de que les meta rampas por la sierra, pero como tienen, como se suele decir, más miedo que vergüenza, ahí estamos en cada una de las salidas. Cruzamos ahora sí la carretera y giramos a la derecha para pedalear paralelos a esta. Nos iremos alejando por un camino asfaltado en ligera pendiente. Seguimos en terrenos de secano donde predominan principalmente los almendros, olivos, algarrobos y algunos viñedos. Ya vemos la blanca señal geodésica que ahora será el faro que guíe nuestras pedaladas. Giro a la izquierda para afrontar la subida definitiva con el curveo de la carretera. Llegamos al final del camino y a la izquierda nos metemos por un pedregal plantado de algarrobos, ¿o es un garroferal plantado de piedras? Sea como sea, tiramos pie a tierra creyendo que el terreno estará demasiado blando para ser ciclado, pero Salva desmiente esta anticipada afirmación atacando campo a través a lomos de “Circe”. La novata parece comportarse bien y llega hasta arriba sin rechistar. Nuestras maquinas nos miran, llevadas de nuestra mano, pidiendo explicaciones de porqué nos hemos bajado sin intentarlo. Ya arriba contemplamos alrededor el apagado paisaje que la bruma y la llovizna no han conseguido eclipsar. Colosal panorámica de la Sierra de los Bosques en un primer plano casi al alcance de las manos. Desdibujados por la turbia atmosfera, el alto de la Carrasquilla o el pico Alhóndiga presumen de sus más de mil metros de altitud en el centro de la sierra. Descolgándose de sus cumbres hacia la izquierda, la montaña del castillo de Chiva, por delante el pueblo, y por detrás el Motrotón con su forma de flan allá en Yátova vigilando el pantano de Forata. Luego perdemos todo hasta que aparecen las Cumbres de Calicanto. Fotos del lugar y nos vamos hasta la pinada para contemplar la panorámica Norte. La Calderona en toda su plenitud. A sus pies asoman todos nuestros lugares conocidos, con La Rodana ocupando un plano preferente. Y entre las Rodanas aparece a lo lejos Monte Picaio. Un aljibe en semi ruina queda como testimonio de la utilización agraria de estas tierras desde tiempos remotos, cuando hacer llegar el agua no era tan sencillo como ahora.
Nos ponemos en marcha bajando la ladera a lomos de las bicis que empiezan a perdonarnos el ataque de “canguelismo” de antes. Otra vez en el camino giramos a la izquierda y poco después nos desviamos a la derecha para llegar a una construcción de piedra que se ve desde el camino. Es el “Algive de los Pastis” según reza el nombre.
Sorprendidos por este simpatico y singular arrebato artístico en medio del monte lo fotografiamos para hacerlo pasar a la posteridad. Otra vez en el camino, a la derecha y continuamos. El cachondeito sobre que es todo bajada hasta el Mas de Teulada, no se hace esperar ante el insignificante repecho que tenemos delante. Después si que llega la ansiada bajada. Llegamos a un cruce de caminos que tomaremos a la derecha y la pendiente se recrudece. Tomamos precauciones ante las cerradas curvas, pero a decir verdad, menos de las necesarias dejándonos llevar por la emoción de la velocidad. El camino asfaltado nos da seguridad y nos dejamos llevar sintiendo el golpe de adrenalina en las frenadas previas a las curvas. Es un tramo cortito pero intenso solo roto de golpe al llegar abajo, al final del asfalto, y encontrar un enorme charco invadiendo nuestro espacio de paso. Hemos bajado casi 100 metros en dos kilómetros y estamos metidos en una vaguada en la que arranca el barranco de la Llomayna, normal entonces que esta parte del camino esté inundada de charcos que parecen piscinas. No hay posibilidad de esquivar el barrizal por lo que asumimos que mejor agua que barro, a la espera que no haya pedruscos o agujeros dentro del charco. Un leve repecho y retomamos la bajada, aunque la magia del momento y de enlazar todo el tramo de bajada seguido ya está rota, esta vez entre campos de naranjos a ambos lados del camino. Hemos cambiado de paisaje. Aquí la vega del Turia ya riega estos campos que antes eran secano, ahora todo es regadío y cada vez se necesita más y más agua. Por fortuna en esta zona se está implantando el sistema de riego por goteo, en muchos campos los rollos de tubería aún están por desplegar. Tenemos de frente la pinada que nos tapa el Mas, detrás asoma la negra cicatriz que quedo tras el incendio en los montes de la Pea y desde donde nos mira el vértice de Paridera. Nos incorporamos a la carretera de Teulada girando a la izquierda y un poco más allá a la derecha. Ya estamos. Bajamos cruzando el barranco de la Teulada y encontramos los edificios. Un primer caserón en estado de abandono nos observa lúgubre preguntándonos qué hacemos allí. Entramos por la callejuela y llegamos al final donde se abre como una plazoleta. Las casas que vemos aquí están en un estado de conservación impecable, por lo que no entendemos muy bien lo de la primera casa. A la izquierda hay un estrechamiento entre las casas y allí mismo está la ermita. Llegamos al lugar. La blanca y reluciente fachada se alza en una placita protegida por cuatro grandes árboles mostrando sus ramas desnudas como amenazantes espadas.
El suelo está cubierto de bolitas que al pisarlas se pegan a las suelas como chicles intentando atraparnos. Nos sentamos en la bancada que hay pegada a la pared para almorzar al abrigo del viento en calma y en silencio, casi en recogimiento. También será digno de destacar el arranque de valentía que se ha marcado Salva encarándose a un perro que, todo sea dicho, tenía más miedo que él. Alguna que otra broma subida de tono en lugar santo nos hará recordar que casi siempre, estos lugares, nos hacen aflorar los instintos más bajos. El reconfortante café no logrará, como otras veces, devolvernos el calor corporal, sin embargo dará el pitido de inicio de la segunda parte del partido.

Ante la hora y lo desapacible del día, decidimos recortar la ruta y dejar la parte que baja por la Pea para otro momento, hoy volveremos rectos hacia Vilamarxant y por el camino del trinquete, hacia Riba Roja donde cogeremos el “riíto ese” para llegar raudos y veloces a casa.
Antes unas fotos del lugar y nos ponemos en marcha acompañando en paralelo al barranco que baja con un caudal descomunal. El viento helado nos empuja acelerando nuestro pedaleo por un camino asfaltado y poco transitado. Dejamos atrás una granja y giramos a la derecha a la vista de unos chalets, enseguida izquierda y otra vez derecha para bajar hasta el barranco, que cruzamos y subimos, para incorporarnos a la carretera de Teulada a la altura del camino de la Pedrera del Rei. Desde aquí ya es terreno conocido por lo que, sin haber acontecido nada relevante volaremos hasta el camino del río.
Ya en él, lo que más nos sorprende es el caudal del Turia. Las lluvias han dejado el pantano de Benageber casi al borde de su capacidad por lo que está soltando agua que el embalse de Loriguilla, debido a una avería o algo así no esta siendo capaz de almacenar, esto contribuye a la crecida del río que en algunos tramos llega a cubrir por completo el trazado del camino del parque fluvial, en estos momentos más fluvial que nunca, del Turia.
La estampa no nos cansa, por lo que paramos innumerables veces a contemplar un acontecimiento que en los últimos años era bastante raro. Esta es una tierra más castigada por las sequías que por la abundancia de lluvias, ahora que cuando llueve lo suele hacer sin medida.
Esta excepcional ocasión de abundancia contenida es tan fotogénica como bienvenida. La fuerza y velocidad de la corriente crea un espectáculo hipnótico en su contemplación que nos fascina.
Hoy sin embargo no nos llama la atención la poca afluencia de gente recorriendo el parque. La inestabilidad meteorológica, las pocas gotas caídas a lo largo de la mañana y la cercanía de la hora de la mascletá, han dejado el camino casi desierto y a pleno disfrute de nuestras máquinas.
Ya en la base y con las burras limpias, el zumo de cebada crea su magia y convierte el momento en un placentero desfile de los recuerdos acaecidos esta fría mañana de domingo. Planificamos pues la próxima salida como siempre con un plan “B” en el zurrón. Será una salida corta o una larga, la climatología lo dirá, pero no os quepa duda de que os la contaremos.

Track en Rutes de Roda i Pedal