sábado, 20 de diciembre de 2008

Crónica ruta del Saler a la ermita dels Sants


Solemos comenzar nuestras crónicas con una cita, hoy no será una excepción, pero una vez transcrita y, viendo la singular belleza del conjunto a reproducir, hemos creído conveniente dejarla tal cual. Tal y como comentábamos in situ, se pueden dejar al margen las connotaciones religiosas y disfrutar igualmente de belleza y la paz que inspiran estos lugares; la armonía del entorno y el sosiego que nos brindan al atropellado ritmo de vida que nos hemos impuesto, contribuyen a calmar nuestro espíritu y darnos un poco de descanso. Por eso, en cuanto vimos la frase, sabíamos que estaba destinada a ocupar un lugar de privilegio en nuestra aventura impresa, que sin más pasamos a relataros.
Ya pensábamos antes de comenzar en mostrarle a Carlos los increíbles rincones de la Devesa del Saler, pero una vez más eso no fue posible, parece que está gafado con esta ruta, así que ahí estábamos los tres mosqueteros dispuestos a atesorar recuerdos para contárselos después y así ver si a la tercera va la vencida, pues visto de nuevo lo hermoso del camino recorrido volveremos a aventurarnos por estos lares a no mucho tardar.
Aparcamos junto a la antigua escuela de estibadores junto al restaurante con forma de barco. Cogemos el carril bici hacia el Saler para discurrir por la Devesa hasta llegar al lago, decidimos almorzar aquí para que no se nos junte demasiado con el bocata de la comida, bueno, eso quien lo haya traído, y es que los hay despistados.....
El fresquito mañanero, unido a la humedad al borde del mar hace que estemos helados como pocas veces encima de la bici, con el bacheteo del camino no se nota que estamos temblando, mejor así, pero hace un frío que pela. Volvemos a alucinar con la increíble pinada que estamos transitando y las paradas fotográficas no se hacen esperar.
Rincones mágicos, casi místicos, escondidos en las sombras y rincones de este espeso pinar.

El tránsito por los caminos de madera en medio de la Devesa inundada, o bien entre las estrechas sendas sumergidas en el pinar, hacen de este paseo una autentica gozada que disfrutamos tanto o más que la primera vez.


No nos cansamos de mirar y comentar con asombrosos calificativos, las excelencias del paisaje. Son constantes las paradas para hacer fotos y no podemos dejar atrás a nuestro reportero pues, entre tantos recónditos caminos se nos perdería, y no queremos quedarnos sin fotos del resto de la jornada.

Llegamos al lago del Estany con algo más de calorcito en el cuerpo. El Sol, reacio a calentarnos un poco cuando nos hemos puesto en marcha, se ha apiadado de nosotros y nos manda algo de calor.

Nos acomodamos en las mesas bajo unos pinos con visión directa del estanque, para calzarnos el primer bocata del día, hoy no tenemos prisa por regresar y eso nos permite hacer una ruta más larga, o bien dedicarle más tiempo. Las bonitas estampas que vamos descubriendo, hacen que no podamos almorzar alejados de la nikoleta, esta salta constantemente a nuestras manos obligándonos a dejar precipitadamente el almuerzo.

Nos ponemos nuevamente en marcha por la orilla de la Gola de Puchol, después otra vez inmersos en la pinada, nos dirigimos hacia el campo de golf para transitar por carretera hasta el Perellonet; en la rotonda a la derecha para entrar de lleno en los arrozales. Y nunca mejor dicho. Al poco una valla nos cierra el paso, creemos que es broma, pero nada más lejos de la realidad. El camino está completamente anegado. Consultamos a la martita y vemos otro camino a la derecha que tendría que empalmar con el que queríamos tomar, así que lo seguimos a ver hasta donde podemos llegar. Los charcos se tornan poco a poco piscinas.

Surfeamos más que ciclar la superficie del agua para llegar hasta un canal al final de este camino. A la derecha encontramos una compuerta y fin de camino, al darnos la vuelta una “ratita presumida” del tamaño de dos conejos se pasea con la tranquilidad de estar en su casa, esperamos hasta que decide privarnos de su compañía metiéndose entre la vegetación ribereña del canal.

Cogemos el otro camino, a la izquierda para ir entre el canal y un campo de arroz. Los patos ni se inmutan ante nuestra llegada, tan acostumbrados al sigilo de los cazadores, estos ruidosos visitantes no les infunden temor. El GPS nos dice que estamos cerca de conectar con el camino que queríamos; bien. Bien chungo se nos presenta el panorama al llegar al puente sobre el canal. El camino esta ahí, pero debajo de unos cuantos palmos de agua. Para colmo, el amenazador ruido de disparos de escopeta no nos alienta a intentar cruzar. Eso nos obliga a volver casi hasta el lago y tomar la carretera de El Palmar, muchos kilómetros atrás. Este contratiempo no hará que nos cabreemos como burros o despotriquemos ante nuestra mala suerte, como hemos dicho otras veces, hasta que no estás en el camino no sabes a que te enfrentas, y cabrearnos no hará más que fastidiarnos la jornada. Así que, al mal tiempo buena cara. Pues nada, manos a la obra… digo, pies a los pedales.
Hacemos todo este trayecto por carretera, el ancho arcén y el continuo transito de ciclistas nos anestesia la aprensión que le tenemos a la carretera. Llegamos al desvío y giro a la izquierda para continuar por carretera hasta el pueblo, que en realidad es una pedanía de Valencia. En este tramo ya tenemos visión directa de la albufera y de las pocas barracas que quedan en la zona. Una vez cruzado el pueblo nos dirigimos por los caminos que van entre los arrozales hacia Sollana y Sueca. Un mar de agua se extiende ante nosotros en todas direcciones. Es tal la borrachera paisajística que, esta belleza se duplica en la superficie del agua para mayor deleite de estos ojos ávidos de paisaje típico valenciano.

Serpenteando por estos canales de asfalto, dejaremos atrás multitud de pescadores que pacientemente esperan el ondular de la caña que les indica la buena suerte. También dejaremos atrás un tractor removiendo el lodo, del fondo de un campo preparándolo para el cultivo. Las aves, que por millares se acercan a comer, levantan el vuelo cada pocos segundos siguiendo la estela del tractor, que les sirve en bandeja los manjares sumergidos.

El alboroto es ensordecedor y delicioso a la vez. Dejaremos atrás un enorme sauce que desde su colosal altura domina el paisaje, erigiéndose involuntariamente, o no, en guardián y vigía del arrozal.

Y, dejaremos atrás, afortunadamente a varios ca…rabasses que creyéndose en un circuito de velocidad, circulan por estos caminos a velocidades incongruentes. Lo que no dejaremos atrás, pues lo tenemos siempre a la vista delante nuestro, es el perfil de la Sierra de Corbera y la de Les Rabosses dibujándose en los dos horizontes que hoy tenemos.

Dejaremos atrás, esta vez de manera involuntaria El Ullal de Baldoví, os dejamos un interesante enlace de este precioso paraje:
http://www.cma.gva.es/comunes_asp/documentos/agenda/cas/tripticocastellano.pdf

Ya hace rato que tenemos delante la vista de nuestro lugar de destino, pero conforme nos acercamos, la pequeña atalaya se muestra coqueta, altiva y majestuosa a la vez que orgullosa dominando el paisaje.

La muntanya dels Sants, con sus apenas 27metros sobre el nivel del mar, se muestra como fortaleza inexpugnable en su altitud, dada la vasta planicie en medio de la cual se eleva. Imponente estampa la de este altozano enmarcado en las recortadas alturas de la anteriormente citada Serra de Corbera tras ella. O bien flanqueada por esta y la Serra de Les Rabosses según vamos avanzando. No hay pedalada que no tenga su propio encanto, para buscar el encuadre que inmortalice este rincón del parque natural de la Albufera. Llegamos a la base de la montaña, contrasta su granítica presencia en medio de esta planicie de agua y lodo.
Las lejanas y a la vez cercanas Serras que comentábamos, debieron dejar caer un guijarro que rodando rodando llegó hasta su actual ubicación.
Ponemos todo el desarrollo, pues de inicio las rampas son brutales, colosales; las pedaladas se suceden con estroboscópica lentitud..., ay no, esto no era de esta crónica…
El camino asfaltado nos lleva al pie de la escalera que sube a la ermita. A la izquierda vemos un camino de tierra al que llegamos atravesando un pequeño prado y sorteando unas piedras que serán a fin de cuentas el mayor obstáculo de la ruta.

Un par de zonas de merendero al abrigo de la montaña, constituyen otro de los atractivos de este lugar. Llegamos arriba por la parte de atrás, aquí si que hay una pequeña rampa que nos obliga a volcar el peso sobre el manillar para que la bici no se encabrite con la potencia de la pedalada, nada que nos deba preocupar en todo caso. Llegamos a la parte delantera para toparnos de golpe con la delicada y bonita arcada que forma la entrada.

Lastima que esté cerrada, pero el cartel pegado en la puerta es lo que sirve de entrada de esta crónica, no podría ser más oportuno. Foto de grupo con los arrozales al fondo antes de reponer fuerzas con el bocata y la cervecita que apacigüe la llamada interior. Tremendas vistas de las montañas, mucho más cercanas de lo que creímos.

Cullera está a solo un tiro de piedra, y la idea de llegarnos hasta allí empieza a rondarnos la cabeza. Son las 15.00h. cuando nos ponemos otra vez en marcha, lo avanzado de la tarde nos obligará a no demorarnos mucho en el tramo de vuelta ya que, se hace pronto de noche y hay que cargar el remolque. Pero cuando empezamos a alejarnos de la muntanya, observamos la indicación del GPS que nos muestra el Ullal de Baldoví.

No podemos dejar pasar la ocasión y nos acercamos a él, está a tan solo 200 metros. Por suerte no nos lo hemos vuelto a pasar. El rincón es simplemente precioso. Al acercarnos, un buen número de aves levantan el vuelo y se alejan en busca de la protección que ofrece la distancia. Más fotos de la ermita, de las montañas, de los arrozales… hasta que las pilas dicen hasta aquí. Bueno, esto hará que la vuelta no nos retrase mucho pues, ya no hay excusa para parar. Volvemos por el mismo camino hasta El Palmar, aquí tendremos una discusión con un conductor, que desconocedor de la normativa de circulación referente a los ciclistas, nos dice que no podemos ir de dos en dos…pero claro, como coche, sí que puede parar en medio de la carretera para decirnos esto, y encima sin conocimiento del código. Como nos hubiera gustado verle la cara al llegar a casa y comprobar quien tenía la razón. Aquí reproducimos el párrafo referente a este tema en la nueva normativa del código de la circulación de la DGT de septiembre del 2006:

[Circular en grupo, pero no en pelotón: Se permite a los conductores de bicicleta circular sin mantener la separación entre ellos, extremando la atención a fin de evitar alcances entre los propios ciclistas. Además, no se consideran adelantamientos los producidos entre ciclistas del mismo grupo. Podrán circular en columna de a dos como máximo, siempre lo más a la derecha posible de la vía y colocándose de uno en uno en tramos de poca visibilidad. En autovías sólo podrán circular por el arcén, siempre que sean mayores de 14 años y no esté prohibido por la señal correspondiente. Cuando se prohíba su circulación un panel indicará el itinerario alternativo.]

Aclarado el tema seguimos, poco después llegamos a la carretera CV-500 y vamos hacia Valencia, al llegar a la entrada del lago nos salimos a la derecha y nos volveremos a adentrar por la pinada, aunque esta vez más pegados al mar. Ya sin transito y con la comodidad de rodar en grupo, vamos haciendo repaso de la jornada y disfrutando de los puntos de vista de los compañeros. Llegamos al remolque para dar por concluida una rodada que, como nos viene sucediendo últimamente, no hemos podido completar tal como estaba prevista, aunque eso, no le ha quitado ni un ápice de interés, diversión o disfrute a esta jornada de sábado que como las anteriores atesoraremos para siempre.



Track en Rutes de Roda i Pedal