miércoles, 31 de diciembre de 2014

Crónica fin de año 2014   De Roda  i  Pedal   a…  Rodes  i Pedals” ¿¿??

“ Todo pasa, todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo camino, camino sobre la mar…..”

Antonio Machado

Pues sí,  aunque es una de esas cosas que menos me gustan de la vida, parece ser que todo tiene fecha de caducidad.  Por muchas ganas que se tengan y sin importar la ilusión que uno le ponga, al final, por un motivo o por otro todo proyecto llega a su fin,  como decía el cantautor, todo pasa…. , y bla, bla, bla….

Bueno, pues de esta forma es como ha estado a punto de comenzar esta crónica resumen de fin de año por razones que más adelante esbozaré muy resumidamente, pero que afortunadamente, poco a poco lo que hace unos meses parecía el final de una época, parece haberse solucionado como por arte de magia con el paso de los meses. (sería el calor que todo lo altera…). En lo que a mi respecta os diré, que tras mucho reflexionar y tras muchas horas de pedal en solitario durante este  pasado verano-otoño, he llegado a la conclusión que el poder salir a pedalear, charlar, almorzar y echar cuatro risas con los amigos cada sábado es un  lujo a la vez que una terapia la cual no tiene precio, más allá de lo pura y meramente deportivo que sí.., está muy bien eso de mantener el cuerpo en forma, rodar a tu ritmo, salir a tu hora, elegir destino, etc., etc., pero si pedaleas siempre solo, poco a poco todo se torna más frío y carente de chispa y a nada que te pares un poco a pensar entre subida y subida, tarde o temprano todo acaba convirtiéndose en algo falto de sentido y de lo más importante, que no es más que aquello que realmente mantiene además de tu cuerpo “tu cabeza” igualmente en forma, y es ahí es donde se encuentra ese “elixir” mágico que te impulsa a despertar cada sábado con las ganas de encontrarte con los amigos en busca de esas sensaciones que como un adicto al pedal, sábado tras sábado necesitas.

Bien, pues la cosa empezó por motivos derivados del trabajo de Kike, que ya nos mermó el grupo muchas semanas del año por cuestiones de  incompatibilidad de horarios  como viene siendo costumbre estos últimos años;   después tuvimos la mini lesión de Luis, esa molestia en las rodillas que le impedía poder rodar al ritmo habitual haciendo las rutas demasiado encorsetadas y faltas de ritmo para algunos de nosotros, en definitiva, problemillas que desembocaron en una rotura “provisional” llegando incluso a dilapidar esa maravillosa complicidad que teníamos los sábados de compartir pedal, almuerzo y charla,  que aunque no llegó a dinamitar por completo el grupo, si que causó “desperfectos” a los cuales sinceramente,  costaba acostumbrarse.

Resumiendo lo que ha sido este “atípico” año de Roda i Pedal Enero empezó  “casi” con la normalidad habitual, normalidad que fue decayendo semana tras semana hasta volverse prácticamente insoportable (ciclísticamente hablando, claro está...)  a finales de marzo, por algunos de los problemas comentados. La experiencia ciclista nos indica que cuando se empiezan a tener demasiadas divergencias o gustos diferentes a la hora de rodar,  es que algo pasa, y así fue, hasta el punto de que durante unos meses la cosa quedó de esta manera: 

Kike no podía venir casi ningún sábado, por lo que rodó en solitario el día que podía;  mientras tanto Luis, no podía adaptar su ritmo rodador habitual al de Carlos ni al mío, por lo que salió los sábados también en solitario, rodando al ritmo que le permitian sus rodillas, y Carlos con sus “compromisos” habituales de los ”friday night”, fallaba más que una escopeta de feria, aunque en ocasiones cierto es, acompaña a éste viejuno que todavía le da matarile si se descuida, (claro, como no entrena…) y  así fue la cosa durante muchos sábados, rodando solito por las rutas habituales debido entre otras razones, a las incompatibilidades de rodaje al no poder ajustar mi ritmo al de Luis ni Luis poderlo ajustar al mío, en fin, un p…   desastre.

Así han ido las cosas durante casi medio año, aunque como se ha comentado, todos hemos seguido rodando como de costumbre con la esperanza de que en cualquier momento pasara algo que volviera a reunirnos de nuevo y poder rodar cada sábado “en grupo” con la misma ilusión y ganas que siempre hemos mostrado, ilusión que viene siendo la razón de ser del grupo durante estos casi 20 años de pedaleo continuado que algunos de los miembros de Roda i Pedal acumulan ya en sus piernas y felizmente,  así ha sido y todo parece haber vuelto a la normalidad en este final de 2014.

Este es el resumen de como transcurrió el año pedalístico del grupo:

ENERO
Empezamos como ya viene siendo habitual, con viento, aunque no por ello cejamos en nuestro deseo de rodar como cada sábado y en esta ocasión empezamos con una ruta habitual desde hace ya algunos años  la primera semana del año,  Chiva y sus “Reyes Magos” nos recibieron como de costumbre y esta vez, con un invitado muy especial, Javier,  el cual no sin esfuerzo,  coronó la cumbre del calvario en su primera visita a este precioso lugar en compañía del Roda i Pedal  al completo como no podía ser de otra forma.


FEBRERO
La rutina se instaló en nuestros pedales, y rodamos muchas semanas a la misma zona, nuestra querida Bassa Barreta. Tal vez esa rutina no era más que el presagio de algo que se cernía poco a poco sobre el grupo, aunque nadie lo queríamos ver..



MARZO
Más de lo mismo, salvo alguna semana que Kike pudo compaginar horarios y lograba romper por momentos esa monotonía apática y falta de chispa que como un virus ya se había instalado sin remisión en el grupo, y al final llego ese día, ese momento en que la gota colma el vaso y con ello, las “reflexiones” al llegar a la base se hacen patentes. Hablamos como buenos amigos que somos pero poniendo las cartas boca arriba, sin prejuicios, sin falsedades y sin malos rollos; tras darle un par de vueltas la cuestión que se debate, lo cierto es que de esta forma no podemos seguir, por lo que se plantea buscar soluciones que nos acomoden lo máximo posible a todos. Tras el análisis de las carencias, los gustos, las razones, los porqués, los pros y los contras, la solución es meridiana, si queremos salir sábado tras sábado como siempre, de momento no podemos hacerlo en grupo, salvo en contadas ocasiones como son las grandes rutas de finde-biker, cuyos recorridos resultan más fáciles en cuanto lo que es rodar a ritmos acompasados.



ABRIL, MAYO, JUNIO, JULIO,  AGOSTO y SEPTIEMBRE
Cada uno a su bola…, así transcurrieron estos meses donde cada uno salimos cuando y como  nos acomodaba, ajustando los horarios de salida a gusto del consumidor, unos casi al alba, otros en horario “más humano” pero mucho más caluroso, otros entre semana, otros los sábados, aunque eso sí, al final de la ruta seguimos compartiendo las cervecitas habituales en la base y por lo tanto, manteniendo mínimamente el contacto, eso sí, falto de esas  “vivencias” que es lo más preciado de las rodadas.



OCTUBRE
Y por fin se fue el calor sofocante y con él los malos espíritus que parece ser nos acompañaron a lo largo de  estos meses. De nuevo empezamos a rodar todos juntos resueltos los problemas surgidos meses atrás, y como no podía ser de otra forma lo hicimos a lo grande, marcándonos un fide-biker de los que hacen época, ni más ni menos que  en la Serranía de Cuenca.   Lástima que Carlos no nos pudiese acompañar por su “compromisos” habituales, o tal vez porque quería quedase en casa “solito” y campar a sus anchas, en fin…., si tuviera 23 años y ……   a lo mejor también me hubiese quedado…



NOVIEMBRE
Durante este mes, rodamos felizmente de nuevo en grupo, alternando las zonas habituales de les Rodanes, Sant Miquel, Santa Bárbara, etc., con mucho que hablar, debatir y comentar por ciertos asuntos personales de uno de los componentes del grupo, cuestiones que nos preocuparon al resto más allá de lo normal y que nos hicieron ponernos las pilas a más de uno, con el firme objetivo de sacar del bache, que digo bache.., del socavón, en el que se había metido el gachó. Pero con paciencia, buenos consejos, amistad sincera (y mucha cerveza..), todo se arregla, y poco a poco todo parece estar volviendo a la normalidad, aunque el tiempo tiene su última palabra, razón por la que habrá que esperar, mantenerse en guardia y seguir luchando por aquello y/o aquellos a los que queremos.



DICIEMBRE
Durante este mes volvimos a la normalidad,  al menos en cuanto al pedalear se refiere, con el único “hándicap” de no poderlo hacer al completo, pero en esta ocasión, únicamente por razones de fuerza mayor por parte de dos de los miembros del grupo que no se pudieron sumar a estas placenteras rodadas.  De nuevo han vuelto esas sensaciones de complicidad y de charla, esos momentos de paz y sosiego en plena montaña tras ese primer largo esfuerzo, esa anhelada parada para reponer fuerzas sin importar demasiado el punto de destino, ese bocata al que siempre acompaña esa birrita, ese humeante café, esa charla sincera.., esas pequeñas cosas señores,  son las que realmente  ( al menos bajo mi punto de vista) no tienen precio y son en definitiva las que hay que saber valorar en su justa medida;  no se trata de establecer records semana tras semana, ni de buscar cumbres imposibles, ni de querer descubrir semana tras semana recónditos lugares que impliquen correr riesgos innecesarios, todo eso ya lo hemos vivido y logrado en su momento, “cuando tocaba”, lo que no significa que no podamos hacerlo cuando nos apetezca, pero ahora pienso que lo realmente válido y placentero de cada sábado es algo mucho más sencillo y simple de lo que hayamos podido pensar y está y ha estado ahí siempre… a nuestro alcance, como antaño en aquellos inolvidables días de pedal, naranja y espigón , solo hay que ser conscientes de todo lo bueno que nos rodea, de saber valorarlo en su justa medida y si así lo hacemos, el hechizo está servido,  la fórmula mágica que lo genera es sencilla…, “ Poner en una olla un generoso chorro de charla, al que añadiremos  unas gotas de amistad al gusto, unos pellizcos de risas aderezadas con bromas frescas,  todo ello al dente y bien disuelto en un buen caldo fresco a base de cerveza amasá, y tras remover el calducho resultante al son de unas miles de pedaladas bien trituradas con un ligero y suave picadillo de esfuerzo, sudor y un ramillete de ganas, un poco de humor en rama, y como viento no ha de faltar..”,  la pócima estará completa, así de fácil. 


Seguimos rodando.  Feliz año.

sábado, 18 de octubre de 2014

Serranía de Cuenca (Villalba de la Sierra-Las Majadas-La Raya-Los Callejones)


Un año más acudimos puntuales a nuestra cita con el finde biker, ese pequeño espacio de tiempo que a lo largo del año compartimos con nuestras parejas y amigos, todos juntos en algún entrañable y desde este momento inolvidable rincón de la geografía valenciana y, en las últimas salidas, en provincias cercanas.

Venía este año el evento con más carga emocional que en otras ocasiones para quien escribe, y también para el resto del grupo por ser partícipes de dichas cargas, aunque por supuesto no se le hace ascos a este importante evento anual, si es cierto que lo afrontaba con una cierta pasividad y falta de la euforia de otros años. Pero vamos a lo que interesa que si no esto se enfría.
El añorado grandote y por primera vez en un finde biker ya no estaba con nosotros, por lo que  la logística del viaje nos ha obligado a alquilar un vehículo “ ad-hoc” que ha sido una de las principales distracciones, convirtiéndose en el tema de conversación y bromas, tanto en los días previos como a lo largo del finde.
  
El “10 metros”, como lo hemos bautizado, y nadie me convencerá de lo contrario, tenía cabida para las 3 parejas, las 3 burricas y todo el equipaje; la francesita entre las dos yanquis podía deparar una canadiense después de tantas horas de estar tan juntitas rueda con rueda e intercalar pedales… dejemos ahí el tema, no más charcos.  Pues allá que vamos todos contentos y felices en el monstruo al que voy domando poco a poco de camino a la Serranía de Cuenca. Menos animados en el viaje que en otras ocasiones, también contribuye un poco a ese amuermamiento que he ido sintiendo a lo largo de estos días, y me perdonaran los compañeros que vuelva una y otra vez a insinuar el tema para una mejor comprensión de las cosas.
Llegamos al estupendo hotel que tenemos reservado en Villalba de la Sierra y tras acomodarnos, se hace urgente meter combustible en el cuerpo antes de cenar y tener una primera ronda de cacharrito y cerveza a gogó, con las bromas pertinentes, antes de irnos a dormir con el gusanillo de “la ruta que nos espera”. Y aquí está el sábado por la mañana dispuesto a dictar sentencia.

La ruta

El día despejado, sin viento y con una temperatura que condensa el aire que exhalamos al hablar, eso lo dice todo. Por supuesto de largo. Iniciamos la ruta con una breve y tempranera discusión por las pilas del GPS y, tras cambiarlas, mantenemos todo el trayecto hasta Las Majadas con el “treki” apagado para ahorrar batería,  pues las pilas de la cámara también están muertas, vamos bien…,  ya solo falta que pinchemos mi rueda trasera que está sin tubeless y voy con cámara,  y aunque todos llevamos una de repuesto, con el tiempo que llevan ahí guardadas igual están pasadas o pinchadas o podridas, vete tú a saber.
Continuando con la ruta, al menos en este tramo no hay pérdida posible, carretera siempre hacia arriba, si no sube no es la correcta. 

El inicio pronto nos deja dos improntas: por una parte los preciosos paisajes de la vega del río con los chopos pintando en amarillo, y por otro el calor que se acrecienta a cada pedalada hacia arriba. La subida es constante y aburrida por asfalto, pero la falta de rampas fuertes nos hace coger un ritmito cuartelero que en algún momento nos hará pedir un poco de tregua para recuperar pulsaciones y algo de fuelle. La subida también va sirviendo de terapia anti estrés de esa que nos procuramos nosotros mismos a falta de alguien mejor con quien hablar, bueno, mejor dicho a falta de profesionales con los que hablar, mejor imposible. Así llegamos a la conclusión de la paradoja entre la vida y una ruta ciclista… en fin. Y es que nos conocemos tanto que tenemos hasta los mismos pensamientos, como en la cena de anoche con el temita de la fuente de migas que tanta gracia nos hizo a Luis y a mí.
Seguimos subiendo, seguimos sufriendo y sudando, aburridos de tanto negro asfalto hasta que los buitres irrumpen en nuestro campo de visión. 

Preciosos bicharracos si es que algo así puede ser bonito, pero sí, lo son. Inmensos, impresionantes, majestuosos en su suave planear. Vamos tomando nota mental de la subida, de estos interminables 14 kilómetros de carretera que tendremos que repetir de bajada y en la que juramos no dar ni una sola pedalada, si podemos evitarlo.  Mientras tanto, vamos disfrutando de la conversación y de las enormes pinadas que nos rodean, las cuales aportan su característico aroma, más intenso bajo la sombra y la humedad que aún se destila de la noche recién disipada. Durante el ascenso, nos adelantan muchos coches que veremos parados más arriba en los caminos para buscar las preciadas setas, pero nosotros a lo nuestro que es dar pedales hasta una imponente bajada de poco más de un kilómetro que nos deja en el corazón del pueblo de Las Majadas.  Aquí entre el “Treki y la Martita” nos guiarán en el periplo por el interior de la serranía, por los bosques casi infinitos que aquí aún se conservan más o menos intactos.

Dejado el asfalto empezamos a ver los efectos de las últimas lluvias en esta zona, allí en Valencia no llueve ni con los grifos abiertos. Esto, además de algún charco en el camino y el consiguiente barro, deja unas postales inolvidables en las “retinas”, que almacenan terabytes de información para guardar cada una en sus respectivos discos duros. Y los aromas, deliciosas fragancias que saturan nuestros sentidos. Enormes pinos se elevan rectos hacia este cielo azul que hoy nos acompaña. Bordeamos la muela por la parte norte, y en nuestro lento periplo hacia el este y el sur, contemplaremos los extensos pinares y los verdes prados salpicados de miríadas de lágrimas de vida. 

En contraluz con el sol el espectáculo visual está garantizado y nos hará sacar la cámara para intentar capturar ese fugaz instante que la memoria, perezosa, no será capaz de retener intacta con el paso del tiempo.
Esperamos inminente la subida que nos lleve al cielo de nuestra ruta, pero ese instante se resiste más de lo esperado y hacemos, tardía, la parada del almuerzo en un prado al abrigo de la arboleda, donde no hay ni una piedra que nos pueda servir de asiento por raro que parezca. 

Cae el bocata y la cerveza como por ensalmo para dejar un poco mejor repartidos los pesos y los equilibrios, a la vez que también para saciar un hambre que ya hace rato iba insinuándose de forma más que insistente. Otra vez los buitres nos sobrevuelan viendo como nos cebamos y buscando la presa más fácil del grupo, seguro que por arriba nos esperarán otra vez. 

Nos ponemos nuevamente en marcha con el camino desdibujado en algunos tramos o completamente anegado y enfangado en otros, motivo que nos obliga a ciclar por encima del prado siguiendo un rumbo que no un camino. Poco a poco la subida va tomando forma hasta un pronunciado giro a la derecha que nos mete totalmente campo a través hacia una montaña que parece no tener salida. Si la tiene, bajo los árboles y por un viejo camino que alguna vez perteneció a un barranco. A mitad de la subida el insoportable calor me obliga a quitarme la chaqueta y seguir en manga corta, curiosa circunstancia que será aprovechada por mis compañeros para sacarle punta y tenerme en jaque el resto de la ruta y, por qué no decirlo, del viaje.  El “camino” roto nos obliga a tirar de potencia y de técnica salvando algunas pronunciadas roderas hechas por la fuerza del agua. Arriba otro giro a la izquierda y ya más o menos en llano encontramos otro viejo camino embarrado en ciertos tramos y con más ruido que nueces en la mayor parte de él. Todo el barro que nos amenazaba en algunos de estos tramos se ha quedado solo en eso, amenaza, pero por hablar, allí asoma “Murphy” para dictar su ley y condenarnos a pasar un tramo de 2 metros que haría la delicia de los amantes de este “soliquidoelemento” llamado barro, fango o “cagoenlaputacomomadejaolasruedas” que nos pone un puntito de agresividad y de mosqueo que no tiene precio.
Enlazamos con una pista en mucho mejor estado y la tomamos a la izquierda. Poco después aparece, en medio de una recta, una vigorosa y altiva figura en medio del camino. 

No, no es el hada esa que siempre esperamos encontrarnos en medio del bosque en una ruta, es un ciervo, parado en el camino y… sorpresa, otro más pequeño aparece para cruzar el camino y ambos desaparecen entre la frondosa protección vegetal. La estampa nos cautiva e impresiona sobremanera, hemos intentado capturar la furtiva imagen pero la distancia y un pequeño movimiento al final puede que nos haya arruinado el momento. Con esta alegría danzando en nuestro interior llegamos a un cruce de caminos para seguir casi recto, un izquierda derecha rapidísimo y otra vez nos vemos inmersos en medio de la pinada. 

Encontramos algunas curiosas formaciones rocosas que nos anticipa el espectáculo de Los Callejones de Las Majadas y que nos servirán de marco para alguna foto de grupo. Tras la foto estamos ansiosos por iniciar la rápida bajada que intuimos hacia los precipicios que dominan Uña y la preciosa laguna que hay junto al pueblo.  

Así  pues,  iniciamos poco a poco la bajada, pero de rápida no tiene nada. Al poco nos damos cuenta de lo que nos espera y rezamos para que el tramo sea corto, pero ni lo uno ni lo otro, nos acabamos de meter en una trampa. El “camino” comparte espacio con un barranco, y ya sabemos que es lo que estaba antes. Las piedras alfombran el firme y aunque sea de “bajada” no paramos de tirar de potencia para salvar los pedruscos o los badenes que forma el paso de agua cuando la hay, menos mal que está todo seco.
Aún así, el control sobre la bicicleta es el justo para dirigirla hacia donde queremos, luego es la suerte quien decide la trazada, el que cojas una piedra o la de al lado, y que la que pilles se mueva menos que la otra para tener una mejor estabilidad y un mejor punto de apoyo para asaltar el siguiente obstáculo. Solo los innumerables ciervos que corren junto a nosotros por las laderas, y que cruzan el camino frente a nuestra atónita mirada, nos hacen apartar los ojos del camino en un acto reflejo por captar esos momentos tan efímeros que la naturaleza en contadas ocasiones nos ofrece, aunque son momentos que una vez volvemos la vista al suelo no sabemos con qué nos vamos a encontrar… o sí, y es que la vida, a veces, es una puta mierda. 

Cada parada para una foto o cualquier otra circunstancia es un respiro que tomamos como una bendición y con una mirada interrogante a los compañeros preguntando si falta mucho. Esta nueva modalidad de "bike-ranquismo" que estamos probando hoy no nos está gustando demasiado, pero ya que estamos metidos vamos a llegar hasta el final.

Los improperios y demás maldiciones, tacos y juramentos ya hace rato que los hemos agotado. Este tramo de unos 7 kilómetros entendemos que es “ciclable” si tienes una experiencia encima de la bici, una técnica razonable y una buena forma física para afrontar el duro esfuerzo al que este tramo nos somete, si no es así es un pequeño suicidio pues el tramo no da, no solo ni un segundo de respiro sino que además consume más energía que la propia subida. En fin, cada uno que juzgue la dificultad sobre sus propias piernas y brazos, pero visto lo visto casi nos habría convenido iniciar la subida en Uña y hacer un tramo de unos 400 metros no ciclables hasta arriba del Escalerón y allí enlazar con el camino, dar la vuelta hacia Las Majadas y en la cara este de la muela bajar por asfalto hasta la presa, que era una de las variantes estudiadas, pero al final descartada por el tramo de empujar la bici cuesta arriba.
En este caso las siempre fiables rutas de Pitarque no nos han convencido del todo, por no decir que en este caso “nos la ha clavado hasta el fondo”.

Salimos del barranco para toparnos de frente con una de las postales más espectaculares que hemos visto en todas nuestras rutas. La laguna de Uña con su cinturón de árboles amarillos tomados al asalto por el inminente otoño que no deja de anunciarse pero que se retrasa semana tras semana. Este centro fotográfico está perfectamente enmarcado por la grandiosidad que otorgan los tremendos cortados a un lado y otro, caídas verticales de más de un centenar de metros y que, perfiladas en las rocas desnudas, muestran una intensidad apabullante cincelada a golpe de viento, agua y tiempo.
Aunque hacia arriba el espectáculo sigue: los buitres sobrevuelan todo y se adueñan de un paisaje cada vez más grandioso conforme más detalles somos capaces de captar. Nos emborrachamos de paisaje, de sensaciones, de emociones encajadas en los resquicios que el cansancio va dejando conforme vamos recuperando las pulsaciones y destensando los músculos. Miramos con avidez y fotografiamos todo a nuestro alrededor. 

No podía faltar una foto de grupo en un lugar tan grandioso como este, nos hubiera gustado que estuviera aquí Carlos para hacer de este sitio algo aún más especial con todo el grupo al completo. Bordeamos el acantilado por el camino de la Raya y vamos asomándonos a distintos miradores para obtener nuevas panorámicas que nos impresionan tanto como las anteriores. Los toboganes del camino por los que pasamos también nos los llevaremos de recuerdo. 

Llegamos por fin a un mirador que nos ofrece la última vista de la laguna y el pueblo, a partir de aquí el giro hacia el norte nos alejará de la laguna y nos hará transitar junto al barranco de la Madera y luego junto al del Molinillo formando un inmenso cortado que delimita la vertiente oeste de la muela. Este tránsito nos dejará alguna postal lejana del Júcar al encuentro del Ventano del Diablo, que no veremos por bien poco pero que situamos en las montañas lejanas que cierran el valle. En algunos momentos el cielo es una nube negra de tantos buitres como nos sobrevuelan. Y así afrontamos la última subida del día, aunque decir esto siempre es aventurado.
Junto al camino que se adentra a uno de los miradores, y bajo unos hermosos árboles, decidimos hacer la parada para comer el segundo de los bocatas que llevamos en el zurrón. El cansancio es tal que las fuerzas flaquean y gritan con ganas la necesidad de algo de gasolina. Tras la comida, que es lo más inminente, y viendo la hora que es, decidimos pasar de este mirador y seguir hasta el siguiente que está junto al camino y no hay que desviarse, en él podremos apreciar con la misma claridad la profundidad del cañón y el soberbio espectáculo visual que se abre ante nosotros. Siguiente objetivo Los Callejones de Las Majadas. Una especie de ciudad encantada al más puro estilo conquense. Llegamos junto con otro gran grupo de personas que se disponen a pasear por esta ciudad de piedra. Este hecho hace que el moverse con las bicis entre tanta gente sea complicado y algo molesto para todos, como además no vamos muy bien de tiempo, pues aún nos quedan por bajar los 14 kilómetros de carretera, decidimos hacernos un par de fotos con las rocas quizá más representativas del entorno y que están más próximas a la zona de aparcamiento y acceso al lugar. 

De aquí nos dirigimos otra vez al pueblo para cerrar el círculo e iniciar la subida de la carretera que nos dejará la pista libre para un descenso épico. Este sí rápido, divertido y seguro por asfalto. Velocidades punta de 60 kilómetros por hora, nos hacen tener todos los sentidos alerta y tocar con tacto de seda las manetas de los frenos lo justo para quitarle la aceleración de sobra a la bici sin matarle la alegría con la que toma cada curva. Llegamos al hotel con la tensión en el cuello de aguantar en una posición aerodinámica y en las manos de tanto frenar, pero con un subidón de adrenalina que nos pinta la cara de los colores y olores de la felicidad que hemos sentido en estos largos e inolvidables 80 kilómetros de maravillosa ruta, una gozada.

Tras la ruta el encuentro con las chicas. A falta de un espacio mejor, utilizamos la enorme furgoneta como lugar de reunión y allí desmenuzamos los pormenores de las rutas, la nuestra y la de ellas bajo los atentos cuidados que nos brindan las cervezas fresquitas que salen casi sin descanso de la neverita rodapedalera.
Un poco más tarde y tras la reconfortante ducha, la cena sigue siendo un aluvión de anécdotas en el que seguimos desgranando detalles y situaciones que ponen más de una risa en la mesa antes de retirarnos para seguir haciendo agujero en la nevera.

Domingo

Desayunamos con la tristeza de tener que dejar el hotel e iniciar la última parte de este finde, y nos dirigimos al Ventano del Diablo que nos viene de camino hacia Uña.

El Ventano es un gran balcón abierto al cañón del Júcar y con unas vistas soberbias sobre él y sobre las cuevas al otro lado del río. Es toda una sensación asomarse a este impresionante mirador que nos dejará hipnotizados ante su curiosa ubicación. 

Luego llegamos a Uña para disfrutar de un recorrido junto a la bella laguna que ayer veíamos a vista de buitre y que hoy gozaremos a ras del suelo. El espectacular colorido de La Otoñada que pasea su manto de color por todos los rincones de este espacio natural de tan singular belleza nos hará deleitarnos en estas horas finales de otro magnífico fin de semana en la mejor compañía posible. 

En fin, este es el breve relato de lo mucho y bueno que ha dado este inolvidable Finde Biker 2014. Hasta pronto.



Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=8189225