sábado, 7 de marzo de 2009

Crónica Pla de Lluc-Olivera Morruda por Tristany

[....] tota la terra que el meu cor estima, des d’ací es veu en serres onejar
("Canigó", Jacinto Verdaguer y Santaló, 1886)

Esta es una rodada largo tiempo aplazada y quizá por eso la hemos disfrutado mucho más.
Nos ponemos en marcha al filo de las 08.30 en dirección al Pla de Lluc y llegamos al parking dentro del horario previsto, encontrando a la llegada el típico ajetreo de coches y bikers constante como de costumbre. Grupos saliendo en todas direcciones, otros montando las máquinas recién sacadas de los maleteros, otros haciendo estiramientos, en fin, que una intensa actividad recorre el lugar en esta soleada mañana de sábado. Nos ponemos a pedalear en dirección a la fuente de la Gota pasando el desvío que indica a Guarda y seguimos pedaleando por este camino que todo hay que decirlo, en este tramo presenta más baches que cráteres de impacto en la Luna, algunos de ellos de considerable tamaño que si vas rápido y de pillarte despistado, pueden incluso resultar algo peligrosos.
Llegamos al desvío a la derecha cuyo cartel que indica Rebalsadors y fuente del Berro, Luis nos dice que hoy iremos por aquí una vez estudiada la ruta; la subida por este camino presenta un desnivel más suave en todo su conjunto y aunque más constante en su dureza, esta no nos sacará de punto en ningún momento. Tirando de datos del pulsómetro no llegaremos a nuestro máximo en toda la subida, lo cual no deja de ser una buena señal. Pues nada, nos adentramos en este camino que en comparación al que llevábamos presenta un firme copado de piedras; es peor el aspecto que el rodar.
El camino pronto gira a la izquierda y comienza a subir en medio de un espeso pinar. Con la altura enseguida perdemos la protección de la arboleda y comienza a castigarnos el viento, el mismo que notamos en el coche al cuando veníamos hacia aquí, sin embargo estos claros nos permitirán echar una ojeada a las magnificas panorámicas que se nos ofrecen del valle de Valencia. El viento racheado aunque manteniendo la componte oeste, nos trae una limpieza ambiental que ya hacía tiempo que no disfrutábamos. La rampa no afloja en ningún momento, no sabremos de su constancia hasta llegar arriba, pero no estamos sufriendo demasiado aunque no nos vendría nada mal un descanso. Este se nos brinda en una obligada parada fotográfica, y en otra y otra y otra..... tremendo el espectáculo visual. Bajo nosotros y a los pies de La Calderona, una alfombra de pinos se extiende en todo nuestro campo de visión salpicado de un precioso amarillo, más allá, los campos de cultivo y algún pueblo que pinta de hormigón el verde paisaje.
Por encima de todo nos contemplan algunas de nuestras conocidas cumbres: Sant Miquèl, Santa Bárbara, La Montieleta, La Rodana, Chiva o Calicanto y coronando el horizonte, los montes de la Sierra de los Bosques, Sierra Martés o Muela de Cortes enlazándose y cerrando la parte sur del valle.

Más arriba y en otra de las paradas fotográficas, nos alcanzará un pelotón de bikers, son tantos que saldremos en medio de ellos y durante el resto de la subida, aún a pesar de nuestras frecuentes paradas, estaremos continuamente adelantándonos unos a otros.
En toda esta subida disfrutaremos del intenso toque de color que la amarilla flor de la aliaga pone en medio de tanto verde, además de un intenso aroma dulzón que nos recuerda al aroma de la vainilla.
Ya casi arriba del todo y antes de un pronunciado giro a la izquierda que coincide con la parte más dura de la subida, nos encontraremos con una de las mejores vistas de la jornada. Visión directa sobre la ciudad de Valencia y por detrás el golfo de Valencia, las playas de el Saler y Cullera y como no, la Serra de les Rabosses.

El Montgó domina el horizonte paisajístico internándose en el mar, dejando a su derecha una interminable franja de piedras azules elevándose y recortándose en el cielo. Localizamos muchas de esas cumbres e intuimos algunas otras sin saber exactamente si son o no, aunque algunas de ellas como el rey Mondúver, Aitana, Safor, Montcabrer, Menetjador, son de perfil indiscutible. Buscamos con ansia las cumbres de La Serrella y el Aixortá, futura salida del grupo por tierras alicantinas; también vemos a nuestros pies el impresionante conjunto arquitectónico de la Cartuja de Porta-Coeli visto desde otro ángulo.
La reciente crónica del amigo J.M. Almerich sobre su visita al monasterio y el recuerdo de sus palabras, junto con las fotos nos hacen verlo de otra manera a la vez envidiar al cronista.
El impresionante barranco que baja hacia el monasterio nos muestra el camino que serpentea junto a él y la diminuta figura de un biker esforzándose en la subida. Ante el abrumador y vasto panorama que de divisa, sumado a la altura del lugar donde nos encontramos, parece una hormiguita en la inmensidad del mundo.
Llegamos al desvío de la fuente del Poll con Rebalsadors, una vez allí giramos a la izquierda hacia Tristany y encaramos la última parte de la subida. En medio de la cuesta tendremos otra de las instantáneas de la jornada.
La vertiente de la montaña nos premia con la espectacular visión de la costa castellonense allá por Almenara más o menos, y más próximo los montes de Quartell que tanto nos recuerdan a nuestra Rodana, pero lo más sorprendente es la imagen que se desdibuja en la distancia del horizonte, son Les Illes Columbretes.
Indefinibles pero inequívocas, se asoman surgiendo de un mar calmo y tranquilo en apariencia. Estamos llegando a la parte alta del Monte Mayor por el camino de Gátova a Serra.
Ya arriba de esta pequeña planicie veremos el camino que tomaremos hoy de bajada y que otras veces hemos hecho de subida hasta Tristany; este corre paralelo al barranco de Villuela que es el que remontamos siempre desde la Fuente de la Gota, hoy lo recorreremos por primera vez a la inversa en todo su recorrido, pero eso será un poco más tarde. El fuerte viento que sigue soplando aquí arriba nos desaconseja subir a almorzar a la caseta de vigilancia forestal, cuya cumbre ya coronamos en otra ocasión, en su lugar iremos al Mas de Tristany a fin de estar más resguardados del viento, que sin ser muy frío, enfria rápidamente el sudor que a estas alturas de la mañana ya acumulamos.
En esta parte alta de la montaña nos toparemos con un precioso bosque de alcornoques de los pocos que quedan por la zona.
Llegados pues a Tristany, nos zampamos los bocatas plácidamente a la vez que recogemos calor como los lagartos al sol, mientras permanecemos inactivos tras el primer esfuerzo del día. Cuando nos pongamos de nuevo en marcha será otra cosa. Tras el avituallamiento, pedaleamos en dirección hacia la caseta de vigilancia, pero en lugar de tomar el camino de subida giramos a la izquierda en un descenso pronunciando a la vez que prolongado, roto y técnico que, al menos a quien escribe, estará a punto de poner a mirar de cerca las aliagas. Tremendo susto que después de un buen tramo de bajada sin control debido a una trazada equivocada y empeorada por el mal estado del terreno, no seré capaz de frenar o encontrar un sitio para rehacerme con el control hasta haber pasado un buen rato. La velocidad de bajada presagiaba un piñazo del 9, pero al final consigo alcanzar a mis compañeros que van por delante sin mayores consecuencias, hoy ha habido suerte.
En una de estas curvas tendremos visión directa por primera vez del Penyagolosa. La imponente mole granítica se perfila en el lejano horizonte empequeñeciendo las más altas cumbres de la cercana Serra de Espadán. Bajamos hacia el Mas del Coronel, una inmensa finca que se dedica a la cría de caballos. Este tramo nos obsequiará con una subida sin desperdicio, exigente pero llevadera que después nos premiará con una bajada trepidante y divertida como la que más, como diría aquel… las gallinas que entran por las que van saliendo.
Llegamos al desvío de la olivera Morruda, pero antes iremos hacia la derecha por esa misma carreterita un par de kilómetros hasta llegar a la Laguna del Portillo; es una antigua cantera abandonada y recuperada como humedal, junto a ella otras 4 antiguas minas, son hoy en día los únicos ecosistemas protegidos como tales lejos de los humedales de la costa.
Solo veremos esta pequeña laguna ya que el fuerte desnivel que se inicia aquí nos hace desistir de visitar las otras lagunas, quizá otro día. Volvemos hacia atrás hasta el desvío en una impresionante bajada que nos hará marcar la punta de velocidad del día. A ambos lados del camino los almendros en flor con sus brotes tiernos y verdes en contraste con las blancas y carnosas flores nos ofrecen un paisaje completo que invita a la primavera a tomar el relevo del largo y crudo invierno. Ahora sí que nos dirigimos hacia nuestro principal objetivo de hoy, la olivera Morruda.
Este es un árbol monumental datado en unos 1500 años de antigüedad, y uno de los 3 árboles monumentales que se concentran en el ámbito geográfico de la Serra Calderona. También cabe destacar el almez de La Cova Santa, árbol singular de más de 200 años de antigüedad. El imponente tamaño de La Morruda hace que la divisemos desde lejos. La colosal copa cubre un tronco viejo y retorcido con milenarias arrugas en su piel. Nódulos de madera dibujando extrañas formas bajo la corteza ajada pero llena de vida; majestuosa y digna de admiración casi nos postramos ante ella, la acariciamos y la observamos casi a la espera de que nos hable, que nos cuente su historia, sus vivencias y sobre todo sus anhelos y esperanzas para el mañana, pues a buen seguro que las compartiríamos. Como no podría ser de otra forma, nos hacemos fotos y más fotos con este cuarto ejemplar de árbol monumental que el grupo ya ha visitado, a saber: El Pí del Salt, El Pí de la Bassa, El Faig Pare y la Olivera Morruda, auténticos pozos de sabiduría, tolerancia, persistencia y adaptabilidad; ¡¡cuanto tienen que enseñarnos !!
Nos ponemos en marcha otra vez con la pena de tener que alejarnos de este grandioso ejemplar, pero la subida hasta Mas de Tristany se interpone entre nosotros y la hora de comer, así que pies para que os quiero nos ponemos a pedalear lanzando, ya en marcha, una última ojeada a La Morruda que dejamos rápidamente atrás. Vamos de frente hacia el Mas de Ferrer, una antigua masía valenciana recuperada como casa rural y afamado restaurante. Cogeremos un camino de tierra que se interna hacia la montaña a mano izquierda y que enseguida empieza a subir.
El viento barre las copas de los pinos y los plateados olivos creando un oleaje en la arboleda, el contraluz realza el efecto sobre la hojarasca que intenta hipnotizar los sentidos. A todo esto ya comenzamos a sentir el peso de la pendiente en las piernas, esto no ha hecho más que empezar. Nos armamos de paciencia y jugamos con el desarrollo y la cadencia en los pequeños descansillos que vamos encontrando. Transitamos junto al barranco de agua amarga y lo que más amargo nos parece son los cuatrocientos metros de desnivel que nos quedan hasta llegar a Tristany. Conforme subimos vemos que afortunadamente la pendiente no nos ahoga en ningún momento, eso si, tampoco nos da mucha tregua, pero mientras podamos regular las pulsaciones y no tirar los pulmones por la boca todo irá bien.
Llegamos al lugar donde Carlos nos espera a la sombra de unos pinos, y es que el chaval parece jugar en otra liga, en fin..... . Unos postes indican la cercanía de Tristany para nuestra inmensa alegría, ya que creíamos estar mucho más lejos de la cumbre y esto se nos antoja un paseo militar. Visto lo que hemos subido lo que queda no puede ser mucho peor, así que con fuerzas renovadas aceleramos el ritmo en este tramo de camino inmerso en una frondosa pinada festoneada nuevamente con el amarillo chillón de la flor de aliaga. Arriba la apabullante panorámica de las crestas de Espadán y el farallón inexpugnable del Penyagolosa colapsan nuestras retinas en un bombardeo fotónico de imágenes para el recuerdo que a buen seguro tardaremos en olvidar, por si acaso la nikoleta se pone nuevamente en marcha capturando de forma digital lo que nuestras retinas puedan olvidar.
Llegados de nuevo a Tristany, buscamos unas mesas al abrigo de la pinada para repartirnos el sol y protegernos del viento mientras comemos. La paz del lugar invita, tras el ágape y la tertulia, a un sueñecito reparador abrazados por los tenues rayos de sol que se filtran entre la pinada, con la alegría de que luego solo nos quedará bajar, que bien suena.
Así que tras el “cafelito” y un merecido descanso, ponemos el video en marcha y nos lanzamos en busca del parking donde nos espera el Toyota para dar por terminada otra excelente jornada de pedaleo.

El camino que tantas veces hemos subido está mucho, pero mucho peor que la última vez que lo transitamos. Afortunadamente hoy hemos subido por otro lado, pues de lo contrario hubiéramos tenido que echar pie a tierra en más de una ocasión con el consiguiente cabreo. Aun tratándose de la bajada esta no resulta del todo fácil. Las piedras, pedruscos, roderas y agujeros que atestan el camino se unen a la pendiente para dificultarnos la bajada, por lo que habrá que abusar de frenos para conseguir el objetivo.
En las pocas ocasiones que el firme lo permite, nos dejamos llevar por la emoción de la velocidad y curveamos esta bajada técnica que nos hará disfrutar de un más que merecido golpe de adrenalina. La velocidad solo la saborearemos en el tramo final, justo a punto de cerrar el ocho en que se ha convertido la ruta de hoy, en este tramo los baches que ya vimos a la ida nos acompañarán de nuevo hasta el coche. Saltando y sorteando baches iremos adelantándonos y cogiendo velocidad entre pedaladas y miradas de complicidad y de pique, serán las últimas sonrisan de la ruta de hoy.
Somos los últimos jinetes en regresar al parking, hoy también juntaremos las manos para lanzar al viento nuestro típico saludo de cierre de ruta, cuyo significado no es más que la complicidad en el esfuerzo compartido, digno merecedor de las muchas y gratas emociones acumuladas en estas más de cuatro horas de pedal de las que hemos disfrutado en la mañana-tarde de hoy. Hasta la próxima, compañeros.



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