sábado, 9 de junio de 2012

Alcalá del Júcar-Embalse del Molinar

“La naturaleza hace grandes obras sin esperar recompensa alguna”

Alexander I. Herzen

 Volvía a llegar, un año más, el tan esperado finde biker. Este año el destino elegido era Alcalá del Júcar. Y para allá que nos fuimos con toda la ilusión y una ruta bien planificada sobre los mapas, luego, como siempre, el camino dictaría sentencia.
La única pega, de entrada, era que no podríamos estar el grupo al completo, los exámenes hacían que Carlos tuviera que abandonar la ruta antes siquiera de empezarla, pero las exigencias del trabajo obligaban a que tuviera que ser en esta fecha sí o sí.
Salimos pues de la base sobre la hora prevista y seguimos por la A3 hasta Requena, lugar en el que nos desviamos como cuando fuimos a Cofrentes. Los recuerdos de aquel finde se agolpan en la memoria y esperamos que todo vaya, al menos, tan bien como en aquella ocasión. Luego continuamos en dirección a Casas Ibáñez y de allí hacia nuestro destino final, Alcalá del Júcar. Pasamos por Las Eras y comienza el descenso hacia el pueblo. La enormidad del cañón que ha formado el Júcar a lo largo del tiempo marca esta franja de terreno. La carretera serpentea por la ladera y atraviesa líneas de nivel en un continuo bajar hacia el abismo. Nos vamos quedando con la copla pues este mismo camino de bajada es lo que nos espera mañana de inicio y para abrir boca pero con las burricas y casi sin previo para el calentamiento. Poco a poco vamos ganando perspectiva sobre el pueblo y el pulso se

dispara ante tan colosal espectáculo.
 
La blancura de las casas, arracimadas y apretadas unas a otras sobre la ladera de la montaña que corona el imponente castillo, nos deja una primera impresión en la retina difícil de igualar. En cada curva encontramos una excusa para parar a admirar tan grandioso panorama, pero no podemos hacerlo en medio de la carretera, así que seguimos bajando, eso sí, un poquito más despacio para deleitarnos en la contemplación que será completa mañana a lomos de nuestras bicicletas. Llegamos al pueblo, atravesamos el puente y bajamos al parking, junto a la playeta, para ir al hotel, registrarnos y empezar a descargar los coches y el remolque.

Acto seguido inspeccionamos las habitaciones y guardamos las bicis en un cuarto que nos ofrecen a tal efecto. Ahora toca salir a tomar contacto con el pueblo y tomar unas gordas. 
Un corto paseo nos deja junto al puente y la espectacular vista desde abajo del pueblo y del castillo. Lo soberbio del panorama y el encanto que destila el pueblo centran la conversación junto al rumor del río bajo la verde hojarasca que nos cubre en esta magnífica arboleda, las cervezas harán el resto. Tras el paseo volvemos al hotel para cenar, concretar horarios y planificar los últimos detalles de cara a mañana. Tras la cena, la terraza de una de las habitaciones nos servirá para tomar la penúltima y acabar de planear la ruta de mañana. 
La ruta.
Esperamos a las 09:00 para tener los bocadillos listos con pan del día. Mientras tanto, hemos desayunado, estirado, inflando ruedas y hecho algunas fotos de toma de contacto, y por supuesto, también nos hemos embadurnado con protección solar ante la que prevemos nos va a caer. Nos ponemos en marcha bajo la gran mancha de árboles junto al río que nos llevan hasta el puente, el cual cruzamos y comenzamos la primera subida del día. Calma. Estiramos el cuello para poder ver hasta donde tenemos que subir, cuestión que ya vimos ayer que la subida es tendida, sin rampas importantes pero sin tregua y larga, muy larga.

La sombra y sus 19ºC ya nos ha abandonado y el sol empieza a pegar de lleno, por fortuna a esta temprana hora aún no es tan cruel como el sol de mediodía y tenemos una ligera brisa enfriada en la chopera que nos refresca lo suficiente para aguantar sin problemas a buen ritmo. Lo que sí hemos notado es la sequedad del ambiente, yo lo firmaba para toda la vida así. En cuanto ganamos unos metros de altitud sobre el pueblo comienzan las paradas fotográficas. Comprobamos en cada parada que llevamos la espalda mojada allá donde la mochila se pega a la misma, pero ni una gota de sudor nos corre por la frente o los brazos, lo cual es una ventaja.  


  
Hemos cerrado las suspensiones para no desperdiciar ni una gota de energía ya que la subida no ha hecho más que empezar. Comentamos la benevolencia del asfalto a la hora de subir, pero también lo aburrido y monótono que se hace. Llegamos al desvío del castillo y nos encaminamos hacia allí. Enseguida vemos la bajada que hay hasta él, pero pensando en biker solo vemos la subida que nos espera tras la visita hasta llegar a este mismo punto. Pero la foto de grupo junto al castillo no podemos dejarla pasar, así que allá vamos.

Abandonamos el asfalto y llegamos al adoquín, un tramo corto pero intenso que en subida seguro nos pondrá en nuestro sitio, pero ahora toca disfrutar del magnífico “Alcalá”. Las torres del ajedrez deben estar inspiradas en esta fortaleza, pienso mientras observo el coloso.
Posamos para la foto y satisfechos del resultado y las vistas nos ponemos de nuevo en marcha atacando a saco la rampa de adoquín que nos exigirá el mayor esfuerzo hasta el momento. Es un tramo pequeño (menos mal) pero a buen seguro que se acerca al 20% de desnivel. Luego encontramos ya el asfalto y volvemos a nuestro siempre querido 8%, llegamos al desvío y seguimos, ya en la carretera, subiendo como no podría ser de otra forma. Llegamos a Las Eras y allí seguimos el cartel del paintball en dirección al restaurante “El mirador”. Está cerrado, pero un descampado tras él nos hará las veces de mirador a nosotros. Con la atención centrada en la enormidad del paisaje cámara en mano, no dejará ver el montón de cenizas que se calzará literalmente nuestro reportero Salva como una bota de agua, hasta casi la rodilla del pie de apoyo. El cachondeíto, las risas y los primeros exabruptos del día no pasan desapercibidos, ya que la “metida de pata” ha levantado un nubarrón de polvo de ceniza difícil de ocultar, en fin…,  primera anécdota.

El camino aquí se desdibuja y se pega al borde del acantilado, de momento seguimos la huellas de un antiguo camino que pronto se perderán ante el pedregal que estamos a punto de atravesar. A nuestra izquierda la elevación sobre la que se asienta el V.G. de “el Morrón”, pero ningún camino se encarama a lo alto de este altozano y no tenemos ganas de trepar por la ladera, así que lo descartamos y seguimos adelante.El camino ha desaparecido y seguimos el track por encima de una cornisa de piedra junto al cortado y por encima de piedras sueltas de todos los tamaños. De momento se puede ciclar tirando de potencia y haciendo equilibrios para esquivar los pedruscos, depende de las ganas, fuerzas y pericia de cada uno; la otra opción, que tomaremos nosotros de aquí a unos metros, es bajarse de la bici y llevarla de la mano, pero no es una opción que les haga mucha gracia a las bicis, y tampoco a nosotros.

Siempre queda la alternativa de coger el camino, justo antes del parking del restaurante el mirador, y alejarse de las vistas que ofrece el acantilado, por estas vistas entendemos que el track vaya por aquí. Dibujamos una “C” invertida en el camino para salvar el inicio de un pequeño barranco que parece llevarnos al definitivo sendero; al poco nos desviamos otra vez a la derecha y volvemos, pocos metros después, a ese pseudo camino por el que al final tenemos que claudicar y echar pie a tierra.


 
Vuelve a quedar la opción del sendero alternativo, pero estas vistas son tan soberbias que compensan con creces el esfuerzo y. Este tramo es más largo que el anterior, aunque tampoco presenta mayor dificultad que la de acarrear un poco con la bici, no hay escalones ni pasos estrechos ni ninguna otra complicación añadida, es solo la incomodidad del pateo con calzado biker. Tan solo unas colmenas nos obligan a adentrarnos un poco en un campo para dejar un poco más de espacio entre las polinizadoras y nosotros, estamos tentados de atravesar el campo que, al otro lado, enlaza con el camino, pero al acercarnos decidimos continuar el track y ver todo lo que teníamos previsto.

Al final de esta segunda “C” invertida, más grande que la anterior llegamos a una sombra entre carrascas y vista la hora y sentidos los estómagos, decidimos parar a almorzar.

Disfrutamos del frescor de la sombra, del silencio del lugar y del descanso tras la travesía del desierto que nos hemos marcado, al igual que disfrutamos de algo de frescor de la cerveza del almuerzo. Como no hay café seguimos adelante rapidito. La parte biker-senderista ya se ha terminado y ahora seguimos de nuevo por un camino ciclable . La senda empieza a sorprendernos, ya que a media que nos alejamos de las vistas aéreas que nos ofrecía el anterior tramo, nos adentramos en campos de cultivo.

Las enormes extensiones de cereales se adueñan del paisaje, dejando algún árbol como una isla encerrada entre el dorado oleaje de espigas surcadas por el viento. El magnífico y soberbio espectáculo es nuevo para nosotros. Lo contemplamos henchidos de placer por descubrir un nuevo escenario que hasta hoy desconocíamos. Poco a poco vamos descubriendo algún que otro viñedo alineado con los trigales.

Los olivos tampoco desaparecen por completo y buscamos la foto que exprese la idiosincrasia de estas tierras mediterráneas: el trigo, la vid y el olivo. Vemos unos o dos de ellos, pero los tres juntos no los llegaremos a ver en esta ruta. Llegamos hasta el pie del otro V.G. de la ruta: Las Tainadas, pero unos perros en la granja de abajo nos obliga a no adentrarnos en el camino de subida, otro chasco, hemos perdido las dos oportunidades de piedra de la ruta, por lo que hoy volveremos sin una porción de estas montañas a casa.

Llegamos a una carretera de asfalto que viene de Casas de Ves, el tomamos a la derecha y nos adentramos en una pinada que atravesaremos para poner otra pincelada de color en la ruta. Todo este tramo es un planear por la cordillera y solo tendremos unos pequeños desniveles a salvar.

 Tras el bosque encaramos la entrada a Villa de Ves, allí buscaremos una fuente para rellenar el agua que hemos gastado, ya que conviene aventurarse sin agua pues no sabemos donde encontraremos la siguiente fuente.


Salimos del pueblo en ligera subida. Un poco más adelante la carretera se despeña hacia el abismo del Júcar allí donde este se embalsa en el pantano del Molinar.  

La carretera pronto nos deja una imponente vista del santuario encaramado a la cumbre del promontorio que domina el pantano, así como del propio embalse. Primero lo vemos desde arriba, pero conforme la carrera serpentea y baja, las vistas cambian y dejan nuevas y distintas perspectivas de este hermoso lugar.

Cogemos velocidad pero con la precaución de tener que encarar curvas muy cerradas sin visibilidad y con algo de gravilla en el suelo, sin embargo no dejamos, en cuanto tenemos la ocasión, de encontrar ese golpe de adrenalina que tanto nos gusta. Llegamos raudos a la entrada del barrio del santuario perteneciente a Villa de Ves. Desde aquí el camino empieza a ganar algo de altura. Luego la pendiente se acrecienta ya en vista directa del santuario allá arriba de la montaña. La pendiente de encona y se multiplica de forma exponencial, el muro se cree inexpugnable.

La sola visión de la rampa que tenemos por delante desanima al más pintado, pero Roda i Pedal no cede tan fácilmente. Atacamos la rampa con el pensamiento de “hasta donde pueda” pero cada pedalada nos acerca más a la cumbre. Las suspensiones bloqueadas y el zigzag a través del camino no son suficiente. Nos sentamos en la punta del sillín, el cuerpo volcado por completo sobre el manillar y empujando con todo sobre las bielas que se resisten a bajar y empujar las ruedas hacia delante. Cada cambio de trayectoria en los zigzag empeora la verticalidad sobre la bici y se convierte en un ejercicio de equilibrio para no sucumbir a la pendiente. El esfuerzo nubla la vista y solo oímos el golpeteo del corazón en las sienes mientras boqueamos intentando coger un aire que no es suficiente para oxigenar los pulmones, ya no digamos las piernas. Y cuando creo que ya no puedo más me obligo a otra pedalada y otra más que finalmente es la necesaria para llegar arriba. La alegría y la rabia me hacen levantar el puño como homenaje al triunfo. Ya arriba giro la cabeza para ver llegar a mis compañeros pero no lo hacen subidos a la bici… a poco más de cinco metros de la cumbre, la pendiente se ha cobrado su parte de la venganza y solo nos ha permitido a uno de los tres “clavar la pica en Flandes”, es suficiente. El esfuerzo ha sido tremendo, extremo, casi infinito. Necesitamos un par de minutos para tomar aire y bajar las casi 180 pulsaciones que asomaban amenazantes en el pulsómetro del más veterano, a fin de templar la mente y calmar las pulsaciones, ha sido la rampa más brutal a la que jamás nos habíamos enfrentado.Ya calmados, disfrutamos de las extraordinarias panorámicas que se nos ofrecen.
El embalse del Molinar a nuestros pies bajo la pequeña aldea. Tras la presa, el río desaparece en un cañón aún más estrecho que el que forma antes de la presa.

Al otro lado de esta atalaya, el embalse sigue, curso arriba, por el angosto pasillo que el río ha formado horadando estas montañas a través del tiempo, unas veces con la fuerza incontenida de la naturaleza y otras veces, con el suave y manso pacer de las aguas río abajo, con dulzura pero con determinada insistencia, royendo esta piedra caliza que parece más blanda de lo que realmente es. La otra orilla del río es un mar de pinos cubriendo la ladera de la montaña.

Y aquí, justo a nuestro lado, el santuario. Encaramado arriba de esta montaña, junto a los restos ya casi invisibles de un antiguo castillo, parece querer, y tal vez lo consigue, acrecentar su santidad tan cerca del cielo. Se engrandece su figura tal vez por no tener otro marco más que el propio cielo. Calmamos nuestra sed de instantáneas y de descanso, tanto físico como espiritual ante la apabullante calma que respiramos en este impresionante lugar. Al cabo de un rato nos ponemos otra vez en marcha, todo desbloqueado para bajar esta brutal rampa que nos da la sensación de que nos va a descabalgar por encima de la bicicleta. Tiramos de freno desde el inicio para impedir que las bicis cojan una inercia que nos pondría en problemas al intentar detenerlas. Desandamos el camino de la aldea hasta la carretera sin percatarnos de la fuente que hay junto a la primera casa, por suerte vamos bien surtidos de agua y no la necesitamos, pero siempre está bien saber donde podemos encontrar una fuente, la veremos en la visita de mañana. Ya en la carretera seguimos bajando y encontrando panorámicas del santuario ahora encaramado en la muela. La bajada sigue la misma tónica que antes: carreterita estrecha y curvas que no permiten visibilidad, así como algo de gravilla suelta. Ahora sí que estamos pegados al embalse y vemos un pequeño bosque de chopos y adelfas crecer a la misma orilla e incluso de dentro del agua.
Encaramos el túnel que nos pondrá sobre la presa. Corto e iluminado hace una curva de 90 grados que nos obliga a extremar la precaución ante la falta de una bombilla a mitad de camino ya cerca de la curva. Al otro lado de la presa otro túnel nos devuelve al camino ahora ya sin asfalto.

 
Comienza de nuevo la subida. Pronto el camino deja al descubierto sus intenciones. En todo su conjunto es una subida bastante tendida pero pone, aquí y allá, alguna rampa que se sale de la tónica general. Las curvas de herradura y los muretes al lado de la montaña me recuerdan con extrema nitidez a la portentosa subida del Tiñoso allá entre Calles y Chelva. La grava en el camino y algunos trozos más descarnados por la acción de la lluvia y del paso de algún coche, ponen la dificultad que la pendiente no es capaz de ponernos. Vamos superando la subida poco a poco y vamos regulando. Llegamos al desvío que se dirige hacia la antigua fábrica de luz. Este tramo fue descartado del track ya que era añadir unos 8 kilómetros añadidos a un desnivel de algo más de 100 metros, amén del tiempo que hubiéramos necesitado en este tramo de encajonamiento del río para las fotos de rigor, así que con todo el dolor del alma se tuvo que descartar este tramo. Tendremos entre los árboles la última visión del embalse antes del giro del camino y de que la altura y la distancia nos obliguen a rodear la montaña que veíamos delante desde el santuario.

-Mira, el agua se ve de azul turquesa…
-Pues yo creo que más hacia verde esmeralda…
Ya estaba el lío armado. Un tira y afloja que no somos capaces de dilucidar y que será la conversación estrella del resto del finde. Poco a poco vamos intuyendo el final de la subida. Al otro lado de la montaña el valle se llena nuevamente de trigales dorándose al sol allá donde aún no han sido cosechados.

No abandonamos por mucho tiempo la línea del bosque que nos ofrece sus oasis de sombra bajo el implacable sol de junio. Entramos en un tramo de dientes de sierra con subidas cortas pero intensas intercaladas con algunas algo más largas pero igualmente intensas. Las bajadas nos hacen atar en corto el avance en tropel de las burricas, pues a nuestra derecha la ladera se desploma hacia el embalse aunque aquí ya no veamos la presa. Poco después el esfuerzo de la subida pasa factura y necesitamos “gasolina” o lo que es lo mismo, parar para comer. Lo hacemos en una curva del camino con visión del río-embalse y bajo la sombra de los pinos y el frescor que ofrece la brisa enfriada en la sombra del bosque.

Vemos el río hacia el oeste brillar por la luz del sol poniente recién abandonada la perpendicular cenital. Tras la comida, una pequeña siesta “escuchando el silencio” reconforta tanto como la propia comida ingerida. Luego más fotos y aún a nuestro pesar, nos ponemos nuevamente en marcha, y es se estaba tan bien aquí… .


Las curvas del camino nos irán dejando estampas impresionantes de las aguas del río apretándose en el pantano. Sobre nosotros un grupo de más de 40 cuervos nos sobrevuela con mal presagio. ¿tan mala cara nos habrán visto? , pero las piernas y los pulmones están más que recuperados y seguimos para sortear el barranco de Mingo. Allí encontramos una enorme balsa contra incendios que nos hace prever que  debe haber alguna fuente cercana.  E voilá…, llegamos allí para comprobar el frescor del agua y rellenar las reservas a pesar de que aún tenemos suficiente agua en la camel. Un fino hilo de agua cae del caño de la fuente, pero será suficiente para saciar nuestra sed.

Rodeamos el barranco para encontrar justo después, otra vez pegados a la orilla del río, la bajada hacia el mismo. Perdemos altura a toda velocidad y encontramos formaciones rocosas a nuestra izquierda que nos recuerdan, tanto el camino como las rocas,  a las que vimos en la bajada del Aixortá. Abajo nos topamos de nuevo con un camino asfaltado que se sumerge bajo la cubierta vegetal de un bosque de chopos y álamos. El camino abovedado es una pequeña maravilla.

Así, bajo un manto de sombras que calma nuestra piel,  llegamos hasta un puente que cruza el río y se pega a una gran acequia. Remontamos el río y la acequia ahora por la parte norte, pegados a la montaña que esta mañana bordeábamos por la senda, allá arriba junto al precipicio. Este tramo de asfalto,  de nuevo bajo el sol abrasador y con viento en contra, se torna peligroso para algunos circuitos mentales, y Salva rápidamente se pone en cabeza del grupo estirando el hueco que pedalada a pedalada está abriendo con nosotros. Así llegamos hasta Tolosa. La aldea se encarama a la ladera norte mientras el río se ensancha, en una especie de pequeña bahía cubierta de verde vegetación, y en la que el puente, que cruza al otro lado, es todo un espectáculo.

Cruzamos la tranquila aldea y luego el puente. Ya al otro lado del río volvemos a estar a cubierto de la arboleda. El camino vuelve a ser biker y todo vuelve a su sitio. Disfrutamos de estos últimos kilómetros viendo el camino asfaltado y al sol que pega de lleno del otro lado del río, y bendiciendo haber optado por este camino cuando planificamos y revisamos la ruta.

Los paisajes se suceden y nos dejan atesorar postales para el recuerdo del que solo una ínfima parte se “pixelizaran” en la memoria de las cámaras, que para esta ocasión son dos. Entramos al pueblo y ya estamos a punto de cerrar el círculo en el puente.
 
Llegaremos hasta la playa fluvial para dejar constancia de ella en esta extraordinaria ruta que nos ha dejado una inmejorable sensación, con la sorpresa de encontrarnos con las chichas que plácidamente leían a la sombra de los chopos y que nos han visto llegar, solo nos faltará pues contarles la experiencia con detalle, ya en la terraza, delante de unas buenas y fresquitas cervezas.

Sábado.


Tras la ducha reparadora de rigor y una buena capa de aftersun sobre nuestra castigada piel, nos bajamos a una de las terrazas junto al río a tomarnos más gordas. Allí retomamos la cuestión del día: azul turquesa o verde esmeralda. Visitamos la isla central del azud y tras un paseo nos subimos al hotel a cenar. Un picoteo antes de la cena nos abre las ganas de beber más cervezas lo cual acaba definitivamente con las escasas probabilidades de salir del pueblo para hacer una fotos nocturnas. La cuestión cromática aún nos acompaña durante la cena y no es aceptada la propuesta de tablas, así que mañana, en la visita al embalse, decidiremos, con la opinión de las chicas, la tendencia del color, que con el paso de las cervezas y los cacharritos va tomando una tonalidad tanto de “azzud” esmeralda como de “vedde” turquesa. Seguimos disfrutando de la terraza y la conversación después de cenar mientras las chicas nos cuentas su día y planificamos las visitas del día siguiente, mientras los efluvios etílicos nos preparan para ir a dormir.



Domingo.

Desayunamos todos juntos y nos vamos en el grandote hacia las Casas del Cerro, una pedanía de Alcalá que tiene unas impresionantes vistas sobre la hoz del Júcar a su paso por el pueblo. 

 
Ávidos de sombras por tener la piel todavía echando humo, aún así visitamos tres miradores para obtener las mejores vistas del pueblo y es aquí donde nos haremos la foto de grupo de este viaje.

Luego desharemos por completo el camino para subir al castillo. Solo un momento después de aparcar llega una avalancha de coches y ruidosos curiosos que deslucirán un poco, y para nuestro gusto la visita al castillo.

Armados hoy con 4 cámaras serán centenares de fotos las que haremos a lo largo del día.
Tras esta visita bajamos por el pueblo hasta las cuevas del diablo… el frescor con el que nos reciben las cuevas son dignas de quedarnos aquí a vivir. Iniciamos la visita y nos quedamos a priori un poco defraudados ante lo que vemos, pero al abrir la puerta… un pasillo interminable se adentra en las entrañas de la montaña y la fuerza de la corriente nos impide cerrar la puerta, eso ya nos da una idea de la longitud del túnel por la fuerza del viento. La roca labrada para permitir este pasillo,  ha debido costar un trabajo enorme. Llegamos a un mirador en la parte alta del cañón que se asoma a la otra vertiente de la hoz.  
Abajo espera paciente el Júcar dormitando junto a una impenetrable arboleda que se pierde en la distancia y ante la siguiente hoz del río curso arriba hacia Jorquera. Bajamos por unas escaleras el equivalente a 4 ó 5 pisos (96 escalones) para llegar a otra cueva, enorme y excavada a golpe de cincel sobre la roca de arenisca. Utensilios y objetos varios parecen hacer un viaje en el tiempo sin orden ni concierto. Tan solo nos recuerdan que estos “trastos” existieron en otros tiempos, sin explicación ni indicaciones de para qué sirvieron ni cuando lo hicieron. La cueva está ambientada como un pub, con su pista de baile años 70 incluída,  y una terraza exterior que se asoma a la arboleda sobre el río. Tomaremos aquí una cerveza con esta excepcional vista que reconforta el ánimo.  

Luego iremos a comer y hacer una breve siesta antes de partir. Ya estaba acordado desde anoche con Ximo que dejaríamos las habitaciones después de comer para así poder descansar un rato y dejar las bicis guardadas justo hasta la hora de irnos.
Esta tarde y de camino a casa, queremos pasar por el santuario para enseñarles a las chicas la visita de ayer y poder disfrutar todos juntos de tan excepcional paraje. El camino nos hace encontrar la foto que ayer tanto buscamos y al final no encontramos. El trigo se mece junto a la vid a la sombra de los olivos. Pero la foto solo la tendremos en nuestra retina pues las cámaras no las teníamos preparadas para este momento. Llegamos al santuario mientras recordamos a la par que les contamos a las chicas el brutal esfuerzo que nos exigió ayer esta subida. Hoy con el coche todo será más fácil aunque con algún reparo de las chicas ante tan pronunciadísima pendiente. No en vano hay un momento que parece que el coche vaya a rodar sobre sí mismo ante tan descomunal rampa.
Llegados arriba, otra vez las cámaras a pleno rendimiento captaran decenas de instantáneas para el recuerdo que luego se triplicarán cuando nos intercambiemos las fotos. La foto de grupo sobre la roca que domina el pantano se anula ante la fuerza del viento y el riesgo de que tire la cámara ATPC. Así que con este pequeño contratiempo nos ponemos en camino hacia casa recordando el magnifico fin de semana biker que ya ha quedado atrás.
Analizando los pormenores nos damos cuenta que no hemos tenido ni el menor contratiempo, si exceptuamos esta última foto del lugar donde pernoctamos, que no habíamos previsto y que la tenemos de pura casualidad. 
El hotel muy apropiado a pesar de la sencillez de las habitaciones, la comida buena y con suficiente variedad para el menú, la atención por parte del personal correctísima, el precio inmejorable, el pueblo con los suficientes alicientes para ofrecernos momentos de paseo y bonitas vistas y visitas, la ruta con una variedad de paisajes e intensidad dignos de las mejores rutas. No podemos poner absolutamente ninguna pega… pero podemos pedir más y mejor para el próximo finde biker que ya contaremos en su momento y cuya cuenta atrás empieza en este preciso instante…
Ya en el camino de regreso, se nos ocurre al pasar por Requena, llevar a las chicas hasta la Casa Nueva, aquel palacete de estilo zarista que tanto nos cautivó en la ruta que realizamos por estos lares y que, debido a la cercanía, les podemos mostrar hoy a las chicas como colofón a otro inolvidable fin de semana en inmejorable compañía. Todo un lujo además de un grato placer.



TRACK DE LA RUTA: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=2985201