sábado, 14 de enero de 2012

Requena-Pico Negrete

"La aventura no esta en las cosas: esta en nosotros."

Robert Tézenas du Montcel




Salí de casa a punto de despuntar el día y me encontré el cristal del parabrisas del coche con una leve capa de hielo; no apuntaba mal el inicio de la jornada. Así que mientras cargamos el remolque y nos ponemos en camino hacia Requena vamos preparándonos para la temperatura que nos encontraremos allí. Hacemos el pertinente repaso de material antes de ponernos en camino:
-¿no se olvida nada? Bocatas, Cervezas, Cascos, Guantes…, Bicicletas, je,je..., leches no!!! se me ha olvidado la bici…; la bici no, pero cualquier día vosotros (refiriéndose a Salva y Carlos) saldréis de casa con las wambas, porque os calzáis a última hora… pues más cómodo iría, algún día le pongo las calas y a correr.
Es la broma recurrente de cada semana. Es la que nos dice que somos nosotros, que no hay ningún impostor bajo esa piel acrílica que nos disfraza de lo que no somos, o quizá la que nos hace quitarnos el disfraz que nos hace parecer lo que no somos y que llevamos el resto de la semana, quien sabe. Bueno si, en el fondo sí que lo sabemos.

Pues continuando con el tema, la escarcha que encontramos en Requena es digna de fotografía, (y así lo hacemos, faltaría...) el paisaje está cubierto de una capa blanca que con los oblicuos rayos solares de primera hora de la mañana, centellean y crean un paisaje de ensueño. Calculamos unos 2 grados bajo cero cuando nos ponemos a pedalear, acortando, por razones de salud, un poco los tiempos de estiramientos.

Rápidamente nos ponemos en marcha para entrar en calor. Sin embargo el índice de “set frec” que reina en la zona permite un estar más agradable que la incómoda inmersión en la atmósfera cargada de agua que sufrimos cuanto más cerca de la costa.
Salimos desde la estación del tren remontando hacia el paso elevado a escasos 100 metros. Luego seguimos remontando el camino hacia la pinada que cierra nuestro paso por el norte. A la derecha y a escasos metros queda el antiguo hospital, lugar que tenemos previsto visitar en la última parte de la ruta. Ahora atravesamos la pinada y tomamos a la izquierda para bajar a la rambla de la Casa Nueva y cruzarla, luego cruzamos la A-3 por un paso inferior y ya nos encontramos en campo abierto.

La umbría del barranco nos ha hecho pedalear de lo lindo en la importante rampa que hay para remontarlo, y de paso, para entrar en calor, así que no ha venido mal el calentón. A partir de ahora ya se encarga el Sol de ese cometido.


Las viñas son las dueñas absolutas del paisaje. Vemos unos campos que ya han sido podados mientras otros esperan su turno; muchos otros han sucumbido bajo la imparable transformación que ha sufrido esta zona por el paso del AVE. Nosotros nos situamos sobre la vereda real dejando el sol a nuestra espalda y avanzamos tranquilos por un camino que tan pronto es de tierra como se convierte en asfalto bajo nuestras ruedas.

A la derecha la sierra de Juan Navarro espera paciente el rodeo completo que le daremos a lo largo del día.


Pasamos junto a unas conocidas bodegas con un espectacular portón de entrada a la finca. Con San Antonio a nuestra izquierda, llegamos hasta la base de operaciones para las vías del AVE y giramos a la derecha por un camino que sube recto hacia la sierra. Al fondo se ve el camino trepar por la ladera y nos pone un punto de inquietud por si nos tenemos que enfrentar a las terribles rampas que estamos viendo.
El camino se va dividiendo y vamos tomando siempre a la izquierda, alejándonos de las temidas rampas y adentrándonos en el bosque. En cambio esta subida se hace suavemente aunque con un firme pedregoso que incomoda la marcha.



Luego una bajada que rápidamente se desfigura y pone pedruscos y roderas monumentales que nos obligan, a los menos atrevidos en el día de hoy, a bajar de la bici en algunos tramos, otros optan por arriesgarse y aunque con mucha cautela, ciclan la tortuosa bajada hasta el final.

El camino está estropeado pero siempre hay una huella que te permite seguir esa trazada, depende de la habilidad y lo valiente que estés. Pero si a la primera de cambio te cruzas, mejor te bajas de la bici o se encargará ella de bajarte. Cuando me vengo a dar cuenta ya estamos en el molino del Requejo y la primera subida del día se ha pasado como por ensalmo, mejor, un esfuerzo menos que hacer hoy.


Ante el molino, la rambla de Estenas deja correr el agua de forma suave y tranquila canturreando entre las rocas y las plantas. La blancura inmaculada del caserón y lo bien cuidado del entorno nos invitan a sentarnos al sol para saborear las delicias del bocata y la cerveza. Almorzamos plácidamente en este entorno privilegiado lejos de ruidos y prisas, envueltos en silencio y naturaleza como a nosotros nos gusta. A veces tan nuestros, tan ermitaños, tan místicos, en esta sociedad “iPadizada” que todo lo alcanza. Y aquí estamos nosotros con nuestras fuerzas contra la montaña, o mejor dicho con la montaña, sin guerras pero sí en sana competencia que nos hará encontrar nuestros límites. Pensamientos, conversaciones, risas y compañía, que a veces nos apremia y nos saca, de golpe, de nuestro ensimismamiento para decirnos que hay que ponerse en marcha, que la subida de verdad viene ahora.
Así pues nos dejamos de cháchara y remontamos el barranco hacia la carretera de Estenas. Con el pueblo a la vista giramos a la izquierda por el camino de la Ermita del Remedio y encarándonos a nuestro reto de hoy.

Nos encontrámos de nuevo con los viñedos entre islotes de pinos aquí y allá, islas que veremos mejor desde lo alto de la montaña sobre un suelo rojizo que alimenta tanta uva, tanto vino, tanto sabor en el paladar que me deja un intenso regusto en la boca mientras revivo esos paisajes y esos momentos.También encontramos una carrasca inmensa, perfecta en su simetría y tan majestuosa que la ensalzamos como árbol monumental. Se encuentra en una pequeña área de recreo a pocos metros del pueblo, en el valle que sube hacia la ermita y el pico Negrete (click).La pista se encuentra en perfectas condiciones y las rampas no son duras, cosa que nos permite mantener un ritmo ágil que traga distancias de forma pasmosa. De todas formas no nos confiamos pues nuestro objetivo sigue mostrándose impertérrito muy por encima de nuestra posición y no queremos sorpresas. Avanzamos entre una impresionante pinada con la rambla del remedio perdiéndose cada vez a mayor profundidad a medida que ascendemos, y va dejando pinceladas de la erosión del agua que nos permite ver la fuerza de la naturaleza. Y así, casi sin darnos cuenta llegamos a la ermita del Remedio.
Otra subida que se nos ha pasado “casi” de gratis. El conjunto de la ermita es soberbio. Con tantos detalles a resaltar que resulta imposible centrarse en algo, y la vista se mueve de un lado a otro como en un torbellino; menos mal que tenemos aquello de que una imagen vale más de mil palabras y nuestro reportero gráfico sabrá encontrar la mejor. Entramos dentro de la ermita para admirar la luz transformada por los rosetones.
La fachada principal se abre a una magnífica plaza empedrada que permite captar la singular belleza del conjunto y de sus siete campanas.


Un pasillo abovedado invita a un descanso en los bancos que hay a cubierto, pero estar a mitad de ruta y siendo casi la una de la tarde no nos permite extendernos tanto como quisiéramos en la visita, y menos en una pequeña “becaeta” en este acogedor soportal, que es lo que nos pide el cuerpo, así que tras las fotos de rigor para el recuerdo, retrocedemos un poco para coger el camino que hemos dejado antes a la derecha, y que sigue subiendo hacia el alto pasando por el mirador y balsa de incendios justo encima de la ermita.

Hemos desechado la opción de seguir adelante y subir por la carretera, no tanto por el tráfico, casi inexistente, como por el hecho de evitar asfalto y poner las ruedas a ciclar el terreno que más les/nos gusta. La rampa de inicio ya es un monologo de las intenciones que tiene este camino, rampas importantes que nos hacen sacar esas fuerzas que hemos ido ahorrando en las subidas anteriores y que tan bien nos van a venir. Ya nos extrañaba tanta bondad en la ruta. La mucha grava suelta que cubre una mitad del camino nos obliga a ir en fila para encontrar el firme compacto y no patinar. Encontramos una vista trasera de la ermita desde la altura que nos hace parar a admirar nuevamente el paisaje; pero la visita al mirador, un poco más adelante, se saldará con cero fotos por un fallo de coordinación. Las rampas siguen siendo “bonitas”; aunque no son de las que te matan al menos te dejan herido. Y en estas estamos cuando una iluminación nos hace caer en la cuenta de que nos hemos dejado el trípode de la cámara abajo en la ermita, maldición…; tras analizar la situación y medir las fuerzas, Luis decide esperarnos a la intemperie de la sierra mientras nosotros bajamos sin perder un segundo. Así que allá que vamos a deshacer los dos últimos y más duros kilómetros de ascensión del día de hoy para intentar recuperar nuestro compañero de pixel-aventuras. La gravilla nos presenta alguna batalla también en el descenso, y como hoy no estoy para muchas florituras Salva me va dejando atrás centímetro a centímetro. Lo veo llegar hasta el lugar donde lo habíamos dejado y me ahorro unos metros.Por fortuna, allí estaba esperando paciente que alguien lo rescatara, un respiro de agradecimiento y volvemos sin tregua a re-retroceder teniendo una extraña sensación de “deja vu”, pero de nuevo la dureza de las rampas nos harán ver que son tan reales como ciertas. Un cuarto de hora de continua subida nos pone otra vez en el lugar que ocupábamos antes de este paréntesis pero con alguna que otra pulsación más. Ahora también me duelen a mí las rodillas, y los…, je,je.


Ya todos juntos de nuevo y al menos con la alegría de que subir dos veces ha valido para algo, seguimos subiendo lo poco que nos queda antes de enlazar con la carretera que pasa por todas las aldeas de la parte norte de la sierra y con la que enlazaremos nosotros mismos más tarde. Sobre nuestras cabezas el pico que alberga el V.G. del Negrete. Este no se encuentra en la parte más elevada de la sierra, pues el pico que alberga las antenas es unos metros más alto, pero el camino para llegar allí no hemos encontrado que sea ciclable y hemos desechado meternos por la senda. Al otro lado de la carretera ocurre igual con el pico Mari Sancho, el V.G. tampoco es la cumbre de aquella parte de la sierra. Dejamos la carretera para incorporarnos a la pista que nos adentra, a la derecha, en la cumbre.


Enseguida un camino a la izquierda nos acerca a lo que era el aeródromo, tan solo la parte central, recorrida por un camino está en condiciones de uso, el resto es pasto de la vegetación que ha ido ocupando su espacio poco a poco. Recorremos toda su longitud para girar a la derecha y encarar enseguida, tras cruzar la pista forestal del alto de la sierra, la subida a las antenas y caseta de vigilancia forestal. Es una lástima la poca visibilidad que tenemos desde estos poco más de 1300 metros de altitud. Eso, unido al viento que peina la cumbre y nos enfría a un ritmo frenético, nos hace reducir la visita al mínimo imprescindible para las fotos de rigor y poco más. Teníamos la esperanza de alcanzar a vislumbrar, (tan solo lo hemos imaginado por conocer su situación exacta), en la distancia y en línea recta sobre Utiel, la sierra de Alcaraz cerrando el horizonte, con sus para nosotros conocidas cumbres, a más de 1700 metros de altitud en el pico Padrón. Pero sin nada de esto, tan solo acertamos a otear el camino que nos queda por delante y a imaginarlo detrás de las cumbres que se interponen ante nuestro camino.

Podemos ver desde aquí arriba, el valle que antes hemos recorrido y disfrutamos del maridaje de colores: el ocre del terruño contrasta con la verde frondosidad del bosque mediterráneo que cubre esta zona de confluencia entre la costa y la meseta central. Ahora sí nos ponemos de nuevo en marcha.


Anclamos las calas, soltamos las suspensiones en una declaración de intenciones y nos dejamos vencer por la gravedad. Los baches pronto empiezan a hacer trabajar las suspensiones que engullen, infatigables, todo lo que se pone por delante. No es un camino limpio el que tenemos por delante y, a pesar de no tener grandes obstáculos, no nos permite lanzarnos a esa velocidad que tanto nos gusta, pero como bajar siempre es fácil, vamos avanzando para encontrar un tramo más rápido justo cuando conectamos con el camino que sube desde Villar de Tejas hacia Estenas.

Enseguida abandonamos este camino para desviarnos a la izquierda y seguir bajando hacia las aldeas de La Cañada y Villar de Olmos. Este tramo de camino será una de las partes más rápidas y divertidas de la jornada. Una bajada pronunciada metida en pleno bosque y con algún tramo de gran desnivel. Luego la carretera, también en bajada, nos hace atravesar La Cañada como auténticos tiros y llegar a la fuente de Villar en un suspiro.Este será el lugar elegido para comer, protegidos del viento y dejándonos acariciar por la bondadosa calidez del sol invernal. Después de comer un cafetito en el restaurante del poblado no nos hubiera ido nada mal, pero no vamos a ir a averiguar si está abierto o no, las escasas horas de luz en los meses de invierno nos hacer ir más rápido de lo que nos gustaría, pero es lo que hay. Así que seguimos camino encarando la subida por carretera de unos 5 kilómetros de longitud que nos queda por delante. A punto está de truncarnos los planes un pinchazo, otro más de Salva en la rueda trasera. Por suerte, el “gotelé” del tubeless es tan pringoso como efectivo y, tras haber imitado con gran realismo a la mismísima fontana de Trevi, ha conseguido taponar la brecha, y con un poco de aire que le metamos a la rueda la dejamos como nueva. Bendito tubeless, desde que lo tenemos los problemas de pinchazos se han acabado por completo.
La subida nos permite ver los enormes vallados cinegéticos que hay en la zona. Cantidad de caminos se tornan inaccesibles al otro lado de la valla. No sé hasta qué punto la privacidad de una finca incluye los caminos que la delimitan como para poder cercarlos también, esto es un “tó pa mí”. El problema de estos inmensos muros metálicos no es solo que los animales de dentro no pueden salir, ahí está la gracia, para los cazadores, de los cotos de caza; es que no permiten la movilidad de otros animales que no están dentro del coto pero que se topan con estos muros de alambre que limita que puedan desplazarse.
Seguimos subiendo a ritmo, no queremos forzar ya que vamos con la comida recién digerida y vamos bien de tiempo. Tras unas curvas de la carretera llegamos a la zona alta del camino y por tanto el final de todas las subidas del día.
Vemos una preciosa zona de pinada con una casita en medio. Nos desviamos a la izquierda para pasar junto a ella y acercarnos hasta la rambla de Casa Nueva. Este tramo de camino a veces se estrecha hasta casi convertirse en una senda, siempre en suave descenso e invitando a dar pedales para ganar velocidad. Algunos tramos técnicos hacen que se combinen un poco todos los terrenos que tanto nos gustan en este tramo de la ruta. El fondo del barranco se ve surcado por roderas de motos, pero el camino no está degradado por el tránsito de estos monstruos de la potencia, así que cada uno disfrutamos de lo que nos gusta sin interferir con los demás. Perfecto.
Llegamos al desvío que teníamos marcado en el track. Nos adentramos en los terrenos privados de la finca Casa Nueva, ya que con antelación nos habíamos puesto en contacto con Teresa para solicitar permiso y poder cruzar la finca y visitar la casa. Todo han sido facilidades y amabilidad por su parte, así que solo tenemos que agradecer esa amabilidad y pedir el respeto que merecen los lugares que visitamos y cumplir sus normas.

Nos acercamos a la casa. Es una joya arquitectónica que me dejó prendado cuando la visité hace ahora un año y desde entonces quería compartir esta visita con el resto del grupo.La casa semeja un palacete zarista de épocas pasadas. Lo recargado de los enrejados en balcones y ventanas, junto con las filigranas decorativas en color negro, contrastan con el pálido crema de las paredes, dotando al conjunto de una sobriedad y distinción difícil de igualar; pero la torre cilíndrica que remata una de las esquinas, coronada con una cúpula al más puro estilo ruso, es algo que te descoloca y te transporta. Si en lugar de vino por aquí hubiera vodka…Nos regodeamos en la contemplación para llenar las retinas de esta exquisita visita y nos ponemos nuevamente en marcha, no sin antes haber saludado a Teresa y a su padre para expresarles personalmente nuestro agradecimiento.


Cruzamos al otro lado de la carretera por la que veníamos desde Villar de Olmos. Enlazamos nuevamente con la vereda real encarados completamente al viento que no ha parado desde los últimos kilómetros de subida al Negrete. Menos mal que no hemos encontrado este viento a primera hora de la mañana, ya que entre el frío y el pedalear con viento en contra, hubiera sido mortal. Giramos a la izquierda para cruzar las vías y luego la A-3.


El antiguo hospital se vislumbra ahora al sur, y allá que vamos a ver la fachada y la puerta norte de este edificio que se encuentra en rehabilitación o eso parece. Solo nos queda entrar en Requena, y buscar la calle del ferrocarril para llegar hasta el coche y dar por cerrada esta extraordinaria ruta que nos ha hecho conocer, otro de los lugares míticos del montañismo valenciano. Comienza bien el año, con otra cumbre conquistada y otra soberbia ruta aunque, esta vez, no nos ha dejado el ansiado premio de la piedrecita verticial.