viernes, 9 de noviembre de 2007

Ruta Sinarcas – Benageber (03/11/2007)

No podíamos imaginar antes de realizar esta ruta con cuantas emociones íbamos a regresar a la base.
A la vuelta, la sensación de alegría y euforia se entremezclará con el cansancio, cercano al agotamiento y las ganas de terminar. Frustración al ver las rampas que no se acababan nunca. Aromas intensos y colores brillantes salidos de la paleta del pintor más osado, han sido la tónica de la ruta de hoy, pues la mezcla e intensidad de colores que esta mañana hemos podido admirar por doquier, parecía en ocasiones casi irreal, todo esto unido a las panorámicas increíbles que nos acompañarán durante todo el recorrido con el fantástico telón de fondo del embalse de Benageber. Bajadas colosales y subidas interminables nos guiarán a lo largo de todo el trayecto, pero bueno, como siempre comencemos por el principio....
Salimos de la base colocando “la martita” en el parabrisas del coche y siguiendo sus sabias y robóticas instrucciones para dirigirnos por la N-III con dirección a Sinarcas, antes hemos asegurado el remolque y tras pertrecharnos con todo el equipo partimos rumbo a la gloria.
Al tomar la N-III nos vemos inmersos en un intenso transito motorista que se verá multiplicado a la vuelta, pues son incontables las motos que se dirigen al Circuit de Cheste para ver los entrenamientos del GP. de la Comunitat Valenciana. Tras dejar atrás el Circuit disminuye el transito y el resto del camino se hace más tranquilo.
No tarda mucho en cambiar el paisaje, pues con la cercanía de la comarca de Requena empieza a pintar el paisaje de viñedos interminables que en esta época del año tiñen sus hojas de un intenso granate que nos hace comentar las bondades de las vistas.
Después de un intento de boicot por parte de “la martita” que no tiene actualizada una carretera y tras el cachondeo generalizado, llegamos al punto rigurosamente previsto como lugar de partida de la ruta, desmonte y acabar de vestirnos con todos los atuendos (cada vez más numerosos) que necesitamos para nuestra aventura, nos ponemos en marcha siguiendo esta vez las instrucciones de otro GPS que nos llevará por medio de un bosque tupido e intensamente húmedo y aromático hacia la bajada colosal del embalse. Una bajada rápida, trepidantemente intensa, y con grandes roderas hechas por las lluvias de las últimas semanas, lluvias que sin embargo parecen que no hayan llegado hasta el pantano visto su aspecto actual, pues este parece tan solo una sombra de lo que fue, o al menos de lo que tendría que ser.

La bajada inmortalizada por el primero de los vídeos nos dejará imágenes para comentar, pues las grandes roderas propiciarán frenadas tan intensas que cerca estarán de llevarnos al suelo, poniendo el susto en nuestros cuerpos y sobre todo en el del compañero que nos sigue, pues este es quien tendrá que esquivarnos para no chocar y así irnos los dos al suelo. Frenada tras frenada las curvas se suceden y la violencia de las mismas nos harán recordar el dolor de manos tan conocido de otras rutas. La pronunciada pendiente nos llevará a la primera parada del día, una magnifica panorámica del embalse se abre a nuestros pies dejándonos tan impresionados como felices, pues ya de entrada parece que hemos vuelto a acertar con la ruta.

Fotos conmemorativas y vuelta a lanzarse cuesta abajo en persecución de los compañeros que intentan dejarnos atrás, no lo conseguirán. Poco después llegamos a la parte más baja de la ruta, a partir de aquí todo será en gran medida subida.
Comenzamos a bordear el embalse desde su lado más occidental ya en la parte ancha y por el sur hacia la presa, enseguida veremos frente a nosotros la desembocadura del río Turia en esta parte del embalse, pues no olvidemos que río arriba y debido a la presa el río ya se hace embalse, en este tramo las paradas para observar el paisaje y hacer fotos se suceden con frecuencia pues las panorámicas siguen sorprendiéndonos y acechándonos tras cada curva del camino.
Estamos próximos de remontar el camino que nos llevará a la parte alta del embalse junto a la zona de recreo-vacacional que hay en lo alto de la montaña y con una vista inmejorable del pantano que se abre abajo. El camino cambia y se transforma en asfalto, ya no pica hacia arriba, aquí se ha tornado descaradamente en una subida portentosa que nos hará jugar con los cambios para encontrar ese desarrollo adecuado a la pendiente que nos lleve hacia arriba aunque no sin dificultad y sufrimiento. Llegamos al desvió del centro de vacaciones y con él, casi al final de esta rampa insoportable que se agarra con saña a nuestras piernas impidiéndonos subir con soltura, un poco más adelante el desvió que lleva hacia la presa a la izquierda o Utiel a la derecha, este es el momento de parar para el avituallamiento pues las numerosas paradas han hecho que se nos esté pasando el arroz y el cuerpo necesita gasolina si queremos seguir pedaleando.

El calido sol del mediodía nos calienta la espalda pues estamos sentados en el muro al borde de la carretera y mirando el agua mansa a nuestros pies en la distancia. Bocata, cerveza y café en medio del monte con unas vista espectaculares rodeados de una naturaleza exuberante en un día caluroso y radiante aunque fresco en las umbrías, ¿que más podemos pedir para un día de bicicleta? Nada, pues los compañeros ya vienen de serie y sin ellos toda esta belleza, toda esta perfección estaría inacabada, pues, que bellos son los parajes por los que discurrimos, más aún si tenemos con quien compartirlos.
Una vez digerido este almuerzo con su “cafelito” incluido (esto es el sibaritismo llevado al limite) emprendemos de nuevo la marcha siempre hacia arriba, como no. Vamos ahora por la carretera, con lo que intensificamos la precaución y el ritmo para acabar este tramo lo antes posible, a pesar de ser una carretera poco transitada no por ello deja de infundirnos un respeto y un temor más que justificados, además este no es nuestro terreno y no nos sentimos del todo cómodos.
Desvío hacia el pueblo de Benageber y aquí el paisaje vuelve a cambiar pues los viñedos que vimos por la autovía esta mañana ahora los tenemos frente a nosotros, al alcance de la mano y, como no, de la cámara fotográfica. Una vez antes y otra después del pueblo las paradas fotográficas se suceden haciéndose obligatorias, pues tenemos ante nosotros un despliegue de color tan colosal que parece irreal, la locura más excéntrica salida de la paleta del pintor más imaginativo difícilmente podría plasmar lo que estamos viendo. Una sinfonía de colores y de luz invade el paisaje y a su vez nuestras incrédulas retinas.

Las hojas de las viñas cobran un color rojizo en todos sus matices según como incida la luz del sol en ellas, los contraluces son abrumadores en su intensidad y sobre el manto de la tierra se suceden una suerte de diferentes tonalidades tejidas como si de una alfombra se tratara, entremezclándose viñedos con pinos, chopos y cielo, rojo verde, amarillo y azul. Es como una gigantesca bandera de la vida que nos permite estar inmersos en ella y por lo tanto, nos sentimos en la obligación de intentar plasmar en fotos todas aquellas imágenes que se suceden ante nuestras atónitas miradas a nuestro paso, cuestión que aunque sabedores de su imposibilidad, nos impide resignarnos a contar simplemente con palabras la hermosura y frondosidad de los parajes que atravesamos. Las fotos nos ayudarán sin duda a recordar en el futuro aunque sea mínimamente nuestro paso por tan bellos lugares.
Abandonamos nuevamente la carretera para pasar junto a una ermita de característico perfil, rodeada de viñedos y adentrarnos otra vez en el monte pasando por el campamento de Vilamarxant, lugar cuyo nombre indudablemente nos hace recordar otros montes que no nos gustaría encontrarnos en este momento, pero que equivocados estamos aunque aún no lo sabemos. Aquí tendremos la segunda de las tres averías que hoy sufriremos, dos salidas de cadena y en esta ocasión es el cable de desviador de los platos quien se niega a seguir trabajando dejando al sufrido compañero con tan solo el plato pequeño, de haber sabido la que se nos venía encima ni siquiera hubiéramos parado para arreglarlo, pues todo lo que queda es cuesta arriba con ganas y las bajadas serán únicamente para tomar aliento y por tanto no vamos a dar pedales. Pero como no lo sabemos, paramos a solucionar el problema acumulando todavía más retraso.
Enseguida comenzamos una subida larga, tendida al principio pero que se va “encabronando” con el transcurso del pedaleo cada vez más lento. Culminamos esta rampa para llegar a un altiplano por encima de los 900 metros de altitud (ahí es nada), nos acompaña espectacular y abrumadora una frondosa vegetación de monte bajo perfilada sobre el abrupto relieve de la montaña, el camino aquí serpentea el monte dibujando un idílico paseo para aquellos afortunados que encuentren el ascensor de subida y se ahorren la dura rampa que hemos dejado atrás.

Serpenteamos con el camino y pasamos por un torrente que por lo visto en la vegetación que lo invade en fechas recientes habrá bajado con mucho caudal, esta vegetación sirve de alfombra para unos chopos que a lo lejos nos regalan su colorido abrigo otoñal verde y amarillo antes de despojarse de sus hojas para pasar el duro invierno en estas altitudes.
Tan felices estamos en este paseo cuando comienza una nueva rampa, ya nos vamos acostumbrando a este tipo de terreno rompe piernas así que comenzamos la pendiente con más alegría de espíritu que de piernas, esta alegría pronto se desvanecerá tras la primera curva tras comprobar que lejos de acabarse, sigue empecinada hacia arriba cada vez con más fuerza, pues nada a seguir toca, pero las piernas ya comienzan a dar los primeros indicios de motín y piden a gritos un descanso que no llega, la respiración se hace cada vez más tosca, menos fluida y con menos capacidad de oxigenación, ni siquiera tenemos aliento para beber agua y la rampa lejos de aflojar se encumbra todavía más. Pasados unos momentos, otra curva nos llevará a la dura realidad de ver que esto está lejos de acabarse y no solo eso, sino que sigue subiendo. Hace rato que perdimos la cadencia de pedaleo y con ella, la respiración, el avance es lento, a golpe de riñón, no hay postura cómoda sobre la bici y comprobamos con impotencia como tan solo avanzamos a 4.5km/h., la única parte positiva es que el camino está en muy buen estado y esto hace que no tengamos que ir esquivando piedras y roderas como en otras ocasiones, por lo que solo queda dedicarse a pedalear con esmero y con más voluntad que ganas y fuerzas, visto lo visto todo es cuestión de orgullo.
Por fin vemos tras una curva el final de la rampa, en una recta, como regalo de despedida esta aún se empina más si cabe en los últimos 30 metros. Ya no sé ni en qué pensamos en esos momentos, solo se trata de dar pedales y acabar cuanto antes el calvario y entonces, al borde del agotamiento y del abandono surge el pensamiento total “si la Rodana no ha podido con nosotros esto tampoco” y con este pensamiento llegamos al final, ¡¡¡si, vamos, ya estamos, por fin!!!. Y dejamos caer la bici, notas como tiembla todo tu cuerpo, incapaces de mantenernos en pie también nosotros nos dejamos caer al suelo sin importar lo que hay debajo, intentamos recuperar la respiración para poder echar un trago de agua y desde el suelo vemos el camino que sigue adelante y poco más allá aparece otra subida, el castigo físico y mental que experimentamos a estas alturas de recorrido es importante pero no cabe otra. Tras unos instantes de recuperación seguimos y llegamos a esta nueva subida, no es tal, tan solo un pequeño repecho pero con el desnivel acumulado en nuestras piernas estos pequeños repechos ya nos hacen mucho daño. Ahora el camino se torna pedregoso y de aspecto típico a la cota de altitud que nos encontramos (990 metros).
Aunque el camino es ancho, si este mismo terreno fuera más estrecho sería una trialera preciosa, no la tildaremos como tal aunque siga siendo precioso, ya que este terreno sacara a relucir las mejores cualidades de nuestras maquinas en cuanto a comodidad se refiere, y contentos con ellas vamos ganando velocidad a medida que el firme se desnivela mínimamente a nuestro favor.
Pronto abandonaremos este terreno para entrar en una pista ancha y por fin con la pendiente más pronunciada. El video no estaba en marcha y con la velocidad es todo un reto intentar hacerlo funcionar sin parar, entre frenazos, trazadas complicadas y recolocaciones de la bici conseguimos grabar los últimos tramos de la bajada, esta nos lleva a otro impacto paisajístico, una catarsis de colores difíciles de olvidar y que a buen seguro impregnará nuestras retinas por mucho tiempo.

Nos sabemos afortunados de estar contemplando tan grandiosos paisajes y más afortunados de saberlos apreciar en toda su grandeza y esplendor, nos faltan calificativos, es sencillamente magnifico poder tener esto al alcance de la mano, los más inmensos espectáculos naturales que para hacerlos más grandiosos además son “gratis” nadie nos cobra por ellos, (todavía) y lejos de cuidarlos, promoverlos y protegerlos los estamos destruyendo en “aras del progreso” ese progreso que llamamos urbanizaciones y campos de golf para el disfrute de una inmensa minoría o bien más carreteras y ciudades más grandes con más ruido y contaminación, y esta evolucionada sociedad en todo su saber y grandeza llamamos a “eso” progreso…, bien. Disfrutemos del momento mientras podamos y hagamos todo lo posible para preservar tan hermosos lugares, poco más está a nuestro alcance.
¡¡Uf!! Que a gusto se seda uno después de sacar la porquería que nos corroe por dentro y de poner un pequeño grano de arena por la conservación de la naturaleza. Seguimos con nuestra ruta.
Mirando el cuenta kilómetros somos conocedores que se acerca del final, el track del GPS así nos lo indica y esto es algo que nunca falla, todo un alivio a estas alturas.
Acabamos de bajar esta pendiente con una frenada final en la que cerca estamos de vernos en una montonera y que al final la pericia de las muchas frenadas acumuladas hacen que podamos esquivar. Una nueva subida, repecho fuerte para empezar y luego cuando creemos estar en el llano vemos que el avance es lento y dificultoso, una simple mirada hacia atrás nos dejará ver la realidad de la pendiente suave y tendida que estamos subiendo y que se agarra cual perro de presa en nuestras castigadas piernas.
El final del camino pedregoso nos conduce a una carretera que nos hace barruntar de nuevo la cercanía a la civilización, tras haber rodado por caminos solitarios que nos han permitido de nuevo escuchar el “sonido del silencio” acompañado de las más bellas estampas otoñales de montaña, todo un lujo para los sentidos que tardaremos en olvidar.
Llegados a este punto surge la pregunta ¿derecha ó izquierda?, el sentido común y poder de orientación de los más hábiles en estos menesteres indican claramente derecha, duda que disipa ipso facto el GPS que avala sin dudarlo la decisión humana.
Tomaremos pues la derecha y enseguida a la izquierda para seguir la carretera durante unos kilómetros rodando con el 44 dientes ¡ qué gozada !
y que nos llevará al camino por el que iniciamos esta andadura. Al entrar en el camino, la última pendiente del día que coronaremos nos permitirá dejarnos caer cuesta abajo hasta llegar al coche.
Hoy la felicitación entre el grupo a pie de remolque será especialmente eufórica, pues el cansancio acumulado y las notablemente mermadas fuerzas solo comparables con los agotados depósitos de nuestras camel back, ha provocado que tuviéramos ganas de terminar la ruta, eso sí, con la plena satisfacción de que todo lo vivido en esta apacible y hermosa mañana de sábado a merecido la pena hasta el último gramo de las fuerzas consumidas.


jueves, 8 de noviembre de 2007

Ruta Sant Miquèl - Lliria (27/10/2007)

Una muesca más. Y no una cualquiera, no. Es casi imperdonable que hasta ahora no se nos hubiera ocurrido el asalto a esta montaña. Una montaña que por su cercanía geográfica y por ese significado especial que tienen para nosotros los símbolos de la niñez deberíamos haber homenajeado mucho antes. Pero más vale tarde que nunca. Y quizás por esa tardanza la montaña nos "premio" con unas rampas durísimas, terribles desde el comienzo. Nosotros que entre bromas y risas nos las prometíamos muy felices, pues al ser la primera vez de esta ascensión pensábamos cogerla desprevenida y comentábamos que tal vez ni siquiera estuvieran puestas las rampas.... ¡pobres ignorantes! pensó la montaña.

Subir a San Miquel de Lliria es algo mágico, casi místico. Las vistas incomparables que desde aquí abarcan casi toda la provincia de Valencia y, la cercanía a la sierra Calderona junto con (y tal vez esto sea lo más destacado), el recuerdo de cuando nuestros padres nos traían aquí antes de terminar la jornada festiva en el parque de San Vicente, convertían ese día en un conjunto de emociones trascendentales para unos niños que, sin los avances tecnológicos de hoy en día buscábamos aventuras en subir montañas y otear el horizonte, un horizonte tan lejano y lleno de novedades y aventuras que desbordaba nuestra imaginación. Pero vamos a relatar la ruta propiamente dicha. El camino desde Manises sigue el mismo trazado que para ir a "le Montielet" (véase Camino a Benaguacil: http://rodaipedal.blogspot.com/2007/08/crónica-de-las-rutas-desde-manises.html) pero en lugar de ascender seguimos en dirección al Lliria por el ya conocido camino que nos lleva hasta San Vicente, al llegar a Lliria, en la primera calle giramos a la izquierda para adentrarnos en el pueblo y pasar por la plaza del ayuntamiento y por delante de la imponente iglesia de la Asunción, con su suntuosa fachada, seguiremos recto y al poco encontramos las señales que nos conducirán callejeando por el barrio viejo a los pies de la montaña, esta se nos muestra desafiante al salir de una calle con grandes badenes para los coches, los esquivamos y luego nos percatamos que ya no tenemos edificios delante que nos tapen la visión, lo que nos impide ver más allá es la montaña que nos recibe con una colosal rampa de bienvenida que, por más que esperemos descanso no nos lo dará, y nos acompañará sin tregua hasta la cima.Tan dura es que hay que ir zigzagueando a lo ancho de la calzada para evitar que la bici se encabrite pues, con todo el desarrollo y a pesar de que la subida esta asfaltada al pedalear con fuerza la bici tiende a hacer caballitos y estos nos obligarían a parar.
Poco a poco vamos cogiendo cada uno nuestro ritmo y el grupo empieza a disgregarse, intentas seguir a tus compañeros pero la dureza hace que sea imposible y no puedes más que seguir tu propio ritmo, sabes que si te cebas en seguirlos te sacaran de punto y el tío del mazo no debe de andar muy lejos, sabemos de buena tinta que se esconde en las subidas y cuando menos te lo esperas ¡zas! te arrea y la pájara es inevitable, así que con un ojo puesto en la cuneta y el otro mirando de reojo cuando se acaba esto, seguimos pedaleando en busca del cielo. Al final solo llegaremos a los 288m. de altitud pero con las rampas tan empinadas, de haber seguido por unos km. más el cielo no hubiera sido suficiente. Ya tenemos el primer motín abordo y las piernas se niegan a dar pedales y con ello viene aquello de me paro, pero una mirada hacia arriba y te das cuenta de que subir con la bici a cuestas será peor idea que ir encima de ella, así que sacas fuerzas de donde no quedan y tiras "pa lante", el desfallecimiento va haciendo mella y se produce la primera parada en el seno del grupo, todos quisiéramos dar ánimos y decir unas palabras de aliento pero bastante tenemos con boquear el aire que difícilmente hacemos llegar a nuestros pulmones. La subida se va tornando épica a medida que los metros se suceden, no en vano las rampas del 20% se han cebado en nuestras piernas y no conseguimos oxigenarlas bien. El camino serpentea por la montaña agarrándose a su ladera que, cubierta de vegetación y pinos nos impide tener una vista panorámica de los alrededores, tampoco creo que nos pudiéramos entretener en su contemplación pues no nos quedan fuerzas más que para pararnos u obligarnos a seguir, y esto es lo que hacemos.
Todo el desarrollo no es suficiente para hacernos avanzar con un mínimo de ritmo y además el terrible esfuerzo parece que nos quema los pulmones pues, el aire entra con tanta violencia como los latidos nos golpean el pecho. A falta de unos pocos metros para coronar y coincidiendo con la recuperación de nuestro compañero que había parado se produce la segunda parada, luego comentaremos que tan solo nos quedaban 50m. para coronar. Al llegar arriba solo hay tiempo para dejar la bici y caer en el banco pegado a la pared del monasterio para intentar descansar y recuperar el aliento. Estamos exhaustos y con las piernas temblorosas, pero lo hemos logrado. Otra vez la tan repetida frase “esto es una burrada, a ver que hacemos aquí, no lo volveremos a hacer”. Cada cumbre, cada esfuerzo acompañado del mismo comentario, y cada semana buscando un nuevo reto que poder contar. Es nuestro sino. Nuestra particular búsqueda del grial, de nuestro grial.

Tras el almuerzo nos dedicamos a contemplar las excelentes panorámicas que se nos ofrecen. Reconocemos nuestros territorios conquistados en los cuatro puntos cardinales y nuestra satisfacción es enorme al comprobar que todas y cada una de las cumbres cercanas a nuestra base, así como nuestras montañas de toda la vida están marcadas con su correspondiente muesca en el sillín.

Solo comentar de la bajada que las rampas son tan empinadas que en algunos momentos parece que vamos a salir disparados por delante de la bici. Las frenadas brutales se suceden con gran rapidez pues las curvas muy juntas unas de otras nos obligan a ello y no nos dejan coger una velocidad considerable, aun así no están mal los 50 por hora que marcamos. Tras desandar el camino llegamos a Masía de Traver donde los colores del otoño junto con la vida que han dado las últimas lluvias y el azahar que nos acompaña durante todo el camino hacen de este singular paraje junto al río Turia una autentica burbuja de sensaciones donde los colores se mezclan de manera mágica y maravillosa para ofrecernos uno de esos momentos que con tanto cariño atesoramos en el cuaderno de bitácora de Roda i Pedal.

Ruta Rebalsadors (06/10/2007)

Comenzamos a saber de esta ruta el día que fuimos a por las nuevas bicicletas. El propietario de la tienda nos habló de ella, diciéndonos que estas MTB eran inmejorables para enfrentarse a ese terreno y, desde entonces, era una de esas rutas soñadas que por fin hoy íbamos a desmitificar…o no.
A partir de ese momento, la búsqueda de información sobre la Sierra Calderona en distintos libros y webs fue in crescendo, hasta que en nuestras mentes, Rebalsadors se convirtió en ese lugar mágico y fascinante que anhelábamos conocer.
Encontramos un track cuyo análisis nos hizo calibrar la ruta como accesible a nuestras cada vez más consistentes piernas. Partía de Serra y ascendía de un tirón casi 500 metros en unos 7 kilómetros, hasta llegar al vértice del alto de Rebalsadors, para descender a la Cartuja de Porta Coeli a través del barranco de Pedralvilla. Finalmente, pasando por las inmediaciones del sanatorio de Pora Coeli, a unos 200 metros de altitud, se cerraba el círculo con una ascensión “rompepiernas” hasta Serra.
Pues nada, salimos de la base en dirección a Serra guiados por el GPS para llegar al punto exacto que teníamos como inicio de la ruta, exactamente situado junto a la fuente de San José.
Una vez allí y tras descargar las burras del remolque nos ponemos en movimiento por una pendiente asfaltada, primero por la carretera y luego por un camino a la izquierda que nos llevará a nuestro terreno.
Ya nos tenía asfixiados la pendiente cuando acaba el asfalto y el camino de subida a la montaña comienza a mostrarse con toda su dureza, pues las piedras sueltas que nos acompañarán en todo el recorrido serán una constante excepto en los tramos asfaltados, vamos ganando altitud mientras a nuestros pies crece con la altura la excelente panorámica que metro a metro se magnifica.

Y no es para menos pues el valle Valenciano se acrecienta ante nuestra atónita mirada. No es menos estimulante el paisaje que nos acompaña en el interior de la montaña, un bosque tupido e impenetrable que nos envuelve en su aroma y frescor. Grandiosidad es la palabra que mejor define lo que estamos descubriendo aunque nos faltan adjetivos para expresar tanta belleza. Las paradas para hacer fotos se suceden ya que lo nuestro no es una carrera, hemos venido como de costumbre a disfrutar de las rutas, y éstas siempre tienen algo nuevo que ofrecernos. Parece que hoy nos estamos olvidando de pedalear pero no es así, pues aquella primera pendiente que encontramos aún no la hemos abandonado y la sufriremos por espacio de 7km. La dureza de tantos km. acumulándose en nuestras piernas se va notando. La pendiente, sin ser asfixiante es exigente, pero al menos nos permite respirar por lo que vamos recuperando las pulsaciones y conseguimos avanzar con mayor soltura, sin atascarnos. Nos estamos cruzando con muchos bikers, aunque ellos bajan y nosotros subimos, como los envidiamos en este momento, pero ya nos llegará el turno a nosotros. Con el paisaje acompañando y calmándonos en nuestro sufrimiento, llegamos a la fuente del Lentiscle.
Una parada para recargar agua y seguimos subiendo. Antes de emprender el camino oímos como se acercan dos coches, digo oímos más que vemos pues van a una velocidad nada normal para ir por aquí, o es una persecución o estamos en medio de algún rally. Por gracioso que suene no lo es en absoluto; a parte del peligro que suponen para nosotros los coches, a esa velocidad además destrozan los caminos y levantan una polvareda que nosotros, sin unas ventanas que nos protejan, nos la comeremos toda. Intentamos no meternos en las carreteras, que son su terreno, para no ralentizarlos, pero ellos ni siquiera aquí nos respetan pasando un poco más despacio, lastima, ¿alguien recuerda aquella bella pero bastante olvidada palabra llamada respeto? Bueno, seguimos a lo nuestro que es subir la montaña. Poco a poco vamos llegando arriba y nos encontramos un desvío que nos llevará al vértice geodésico y al mirador de Rebalsadors; ahora a quien encontramos son un par de motoristas “inventando caminos”, degradando las laderas y de paso arrasando con la flora y con el terreno, para que no puedan arraigar las plantas por allí por donde pasan. Ya solo nos queda por ver los quads. No tenemos nada en contra de que la gente suba al monte como quiera, pero siempre con respeto hacia la naturaleza y hacia quien por ella transita; las bicicletas con relación a esto son el medio de trasporte más respetuoso y menos agresivo con los terrenos que pisan ya que no los degradan en condiciones normales. Si uno va en coche o moto y circula por los caminos ya existentes y a una velocidad moderada, sin levantar polvaredas, humos y sin grandes acelerones que deterioren el camino, y respetando a quien más tiene que perder, por nosotros no hay problema, otra cosa es lo que habitualmente nos encontramos. Todo esto lo decimos como amantes de la naturaleza, bikers y habituales usuarios de todo terreno, o sea, con conocimiento de causa. Pero sigamos comentando la ruta de hoy.
Al poco de iniciar este camino hacia la cumbre comienza a abrirse ante nosotros la perspectiva del otro lado de la montaña… mejor dicho, de este también, y del otro y del otro, o sea que tenemos una visión circular; esta se hará más intensa en el vértice geodésico, uno más a nuestra colección, y con él una nueva bandera de cumbre conquistada, aunque antes de alcanzarlo nos espera una rampa realmente dura, como si fuera un último reto a superar o el último guardián custodio antes de conseguir nuestro premio. Lo superamos, como no. Y allí esta. Todo. Trescientos sesenta grados de visión a nuestro alrededor, realmente magnifico. Estamos a 800m. sobre el nivel del mar, ese mismo mar que vemos frente a nosotros, más cerca de lo que realmente está, aunque su grandeza y la privilegiada perspectiva que nos ofrece la altura lo haga parecer cercano. Contemplamos “ojiplaticos” todo a nuestro alrededor y nos vamos situando, o mejor dicho vamos ubicando cada cosa en su sitio y las vamos identificando, reconociendo aquí y allá un monte o una ciudad o la costa o el aeropuerto, y como no, nuestras “Rodanes”, siempre presentes. Ante su visión no podemos dejar de comentar su dureza; sus cortas pero terribles rampas son hasta ahora la prueba más dura a la que nos hemos enfrentado.
No nos cansamos de mirar a nuestro alrededor y contemplar todo cuanto se nos ofrece, el espectáculo es en sí mismo grandioso, casi no tenemos tiempo de asimilar lo que vemos pues nuestra atención se centra ya en otro punto, y en otro, y así sucesivamente. Nos viene a la mente aquello del “síndrome de Stendahl” pues tanta belleza junta no es fácil de asimilar.
A esta altitud el viento sopla con intensidad y junto con el frescor propio de primeros de octubre hace que el sudor de la subida se nos esté enfriando en el cuerpo por lo que lo mejor será no quitarnos la mochila, que algo de viento sí que nos quitará. Pero ni siquiera esta circunstancia hace que nos decidamos a emprender de nuevo el camino, así que nos disponemos a almorzar aquí mismo, pues no pensamos que podamos encontrar otro sitio mejor. Tras hacer una foto a un compañero biker de nombre Wyso e intercambiar los e-mail, seguimos comentando lo que vemos aquí y allá y nos llaman la atención unas inmensas columnas de humo que tras ubicarlas en el espacio hacia el sur, las identificamos como la quema de los arrozales tras la cosecha, estas inmensas columnas de humo sin embargo, no nos impiden ver más allá de ellas la línea de la costa, recortada sobre un mar de plata con el reflejo del sol matutino que asoma entre las nubes que han ido creciendo mientras nosotros subíamos la montaña. También al sur, reconocemos a lo lejos, al final de la cordillera montañosa que integran la sierra de Aitana y la Gallinera, el inconfundible perfil de “El Montgó”, elevándose desde la línea del mar como si de la misma agua marina se alimentara a través de ese cordón umbilical que constituye el cabo de San Antonio. En el lado opuesto, hacia el norte y tras el telón de picos emergentes de la sierra de Espadán, también reconocemos el “Penyagolosa” elevándose majestuoso por encima de todas las montañas y haciendo valer sus 1813m. de altitud para dominar en su impasible vigilia casi toda la Comunidad Valenciana y parte de Teruel.

Tras el avituallamiento, que hoy ha sido algo más complicado de lo normal por no haberse descongelado totalmente nuestras cervezas a causa de las bajas temperaturas, nos ponemos en camino hacia el mirador de Rebalsadors. Saciado nuestro apetito físico, y con las endorfinas por las nubes después de nuestro “avituallamiento paisajístico” no nos quedan ganas de bajar por la trialera que nace allí mismo en el vértice y que desciende hacia Serra de manera directa; aún queremos más. Descendemos hacia el mirador popularmente conocido como mirador de Rebalsadors, tomado el nombre del monte cercano al que se ubica, sin embargo el verdadero nombre de este mirador es “mirador de Mireya” tomando el nombre de una voluntaria que por su amor por esta sierra participó en la extinción de los devastadores incendios que asolaron la sierra en los años 80 y posteriormente en su reforestación.

Desde allí, descubrimos a nuestros pies, bajo la montaña, la cartuja de Porta Coelli, comenzada a contruir en 1274, una inmensa y majestuosa edificación situada en un enclave “divino” que le da a todo el conjunto un toque de mágica serenidad y sosiego, precisamente lo que creemos que buscarían los monjes cartujos en su día al elegir tal ubicación.

No nos dan ganas de emprender la ruta y por lo tanto la bajada, pues estamos disfrutando tanto de las vistas que lo alargaríamos eternamente, pero un vistazo al reloj nos dice que es la hora y toca ponernos en marcha, con lo que nos dá una buena excusa para repetir esta ruta. Pues allá vamos. En la bajada, nos esperan casi 600m. de desnivel, y las primeras rampas nos dictan la tónica que nos espera en los km. de bajada. El primer tramo hasta el desvío ya lo conocemos de la subida, no es malo pero tiene mucha piedra suelta, aunque afortunadamente no muchas roderas, pero como la “ley de Murphy” también vive en las montañas, la única rodera que encontramos en toda la bajada es precisamente en la que nos meteremos, llevándonos un buen susto pues con la velocidad no hay tiempo ni para esquivarla ni para intentar salir de ella y solo queda agarrar fuerte el manillar y confiar en los elementos, los de la bici, claro esta. Estos responden sin problemas, es más, seguro que quieren más caña pues las bicis se lanzan temerarias buscando el lado oscuro del descenso donde, aquí y allá hay una piedra algo más grande o un bache más pronunciado. De repente suena una voz de alarma “parar….parar”, y con el susto en el cuerpo tiras de freno y detienes la bici en menos metros de lo que podrías imaginar, te vuelves para ver lo que pasa y esa misma voz te dice: “a eso hay que hacerle una foto”…. miras y haaaaala….sí, sí una foto. Que preciosidad. Y como una imagen vale más que mil palabras, pues ésta es: otra foto al canto.

Continuamos la bajada después de inmortalizar nuestro paso por tan idílico lugar. El camino que habíamos dicho que no estaba tan mal se va estropeando por momentos, pues las últimas lluvias han arrastrado más tierra cuanto más abajo estamos y además, la velocidad que llevamos también hace que los obstáculos se noten más, pero como hemos dicho anteriormente, lo dejamos en manos de nuestras máquinas, las cuales se han ganado sobradamente la confianza que en ellas depositamos. La intensa fragancia a monte, que nos iba acompañando todo el camino, se multiplica en esta parte de la bajada con el colosal pinar que nos envuelve, nos arropa en su aroma fresco y a la vez intenso. Parece que las últimas lluvias han dejado tras ellas una importante dosis de sabia nueva y vida, el verde intenso de las ramas más jóvenes así nos lo cuenta. Otra vez la voz que nos dice que paremos, esta vez ya no nos alarma e instintivamente buscamos a nuestro alrededor, casi sin tiempo a detener la bici, para encontrar otro paisaje que se nos ofrece pletórico, en todo su esplendor, inundando nuestras retinas y obsequiándonos con un subidón de endorfinas. Nueva parada fotográfica y por enésima vez nos ponemos en movimiento.

No será la última, pero a estas alturas no nos molesta lo más mínimo este tipo de paradas pues sabemos que nos compensarán con creces el rompernos el ritmo de descenso, es más, casi esperamos tener que volver a parar. Entre estas, ya estamos llegando al final de lo que es la bajada propiamente dicha y entramos en un terreno rompe piernas de constante ondulación, tras pasar una zona de chalets enclavada en el barranco de Pedralvilla, el terreno llanea hasta llegar a la carretera de la Cartuja. Por esta carretera asfaltada ascenderemos hasta la misma para gozar por unos momentos de la paz y tranquilidad que este lugar destila.

Empapados en ella nos lanzaremos hacia abajo con la prisa que nos insufla el amago de pinchazo que hemos sufrido en una de nuestras maquinas, y es que pobrecitas, con lo que han tenido que lidiar hoy no le tendremos en cuenta este pequeño percance. De todas formas, antes de cambiar la cámara nos decidimos por hinchar un poco a ver cuanto aguanta y, con este “parche” nos lanzamos como hemos dicho en busca de la bajada que nos llevará veloces a empalmar con la carretera de Serra, que en un continuo sube-baja “rompepiernas”, nos dejará a pie del pueblo en una rampa que a estas alturas de la jornada no es lo que esperábamos con más ganas, pero es lo que hay y toca subirla; así que tirando de desarrollo y acompasando el ritmo pedaleamos para arriba sabiendo que esto se acaba y preparando en nuestras mentes los comentarios que vamos a hacer en cuanto esto termine. Con tantos recuerdos, imágenes y experiencias vividas en tan pocos kilómetros será difícil decidir por donde empezar.



martes, 6 de noviembre de 2007

Ruta Ojos Negros I (Torres Torres-Jérica-Torres Torres)(13/10/2007)

Y por fin llegó el día. Varios meses (11/08/2007) después de haber iniciado esta ruta en un primer intento, que por error, nos llevó a terminar el recorrido en Altura en lugar de Jérica que era el lugar inicialmente previsto para acabarla, volvimos a la carga de nuevo con otro intento fallido por lesión de uno de los componentes del grupo a los pocos kilómetros del punto de partida, amen de las veces que tras planificarla tuvimos que abortar el intento por el mal tiempo, pero bueno, con paciencia y perseverancia todo llega y hoy ha sido el día perfecto para terminarla, y de qué manera.
Una media espectacular de 18,6 km/h. que, para una ruta de 74 kilómetros, la mitad en subida y salvando un desnivel de más de 400 metros, no está nada mal. Cierto es que la otra mitad es cuesta abajo y ese desnivel será a nuestro favor, pero no hay que olvidar que como todo buen biker sabe, aunque el desnivel te favorezca “hay que dar pedales” o la burra se para, y eso lo hicimos con ganas.
Pues bien, la salida y el viaje al punto de partida transcurrieron por la E-15 y la autovía de Teruel, con las ganas de terminar lo que llevábamos demasiado tiempo guardado en el zurrón. Las típicas miradas hacia atrás a ver si las bicis nos siguen, esta vez ellas a nosotros, y el relato de lo que la semana nos ha ido deparando a cada uno nos ameniza el viaje.

Una vez aparcados en el área recreativa anterior a la salida de Torres-Torres, rápidamente desmontamos y nos ponemos en marcha con unos primeros kilómetros marcados por una brisa fresca, casi fría para algunos a estas horas de la mañana, causada sobre todo por las abundantes lluvias de los últimos días que han dejado un ambiente transparente y fresco, por lo que intentamos entrar en calor rápidamente cogiendo un buen ritmo de inicio, por un camino que ya conocemos. Pero claro, la parada se hace necesaria al llegar al primer viaducto de la jornada, llamado de Arguines, para observar la crecida del torrente que aunque seco en otras ocasiones, hoy baja rápido y abundante formando saltos entre lo accidentado de sus piedras sedientas del rumor del agua.
Iniciamos nuevamente la andadura, o mejor dicho la “bici-dura” en honor a nuestra “bici-hierro” que tras muchos meses en el dique seco y por la puesta a punto de la titular, está acompañándonos en esta ruta, quién se lo iba a decir. Al poco se nos presenta una de esas estampas tan característicamente Valenciana, un inmenso naranjal que con sus frutos colorean tímidamente los verdes árboles, hoy quizás más verdes por lo limpias que se presentan sus hojas y por el contraste con el color marrón intenso de la tierra que les da vida, tierra húmeda y brillante que combina a la perfección con la atmósfera transparente y pura que lo envuelve todo y que hace de las naranjas, asemejen a faros que nos alumbran en nuestra búsqueda de nuevas sensaciones.
Esto promete, pues en tan poco tiempo de pedal ya llevamos dos buenos “flashes” impregnando nuestras retinas.
Seguimos pedaleando con brío y nos cruzamos hoy con muchos bikers que curiosamente bajan, parece que somos nosotros los únicos que subimos allá por donde vamos. El paso por Sot de Ferrer nos presenta, en la marginal derecha de nuestro campo de visión, el calvario con una blancura “nuclear” de tan limpio que está el ambiente, otra pincelada más que adornará nuestro cuadro. Ahora los kilómetros se suceden sin más incidencias que los comentarios y discusiones que iniciamos sobre la marcha, a saber; que si vimos la carrera de Alonso y “la cagada” de Hamilton, que si Raúl sí o no a la selección. Lo normal, de lo que habla todo el mundo. Y entre estas y aquellas llegamos a Altura; a partir de aquí la ruta es nueva para nosotros. Atravesamos el pueblo siguiendo las indicaciones que, muy bien situadas, nos conducirán en dirección a Barracas; no llegaremos hoy hasta ese punto pero es el cartel que vamos siguiendo. Después de dejar el pueblo, nos enfrentamos a un par de rampas realmente duras y al poco, nos encontramos con una magnifica vista de Navajas, encajonada en el valle entre las montañas que no hace demasiado tiempo sufrieron los envites del fuego, a partir de aquí el paisaje cambia y nos adentramos de lleno en un terreno en el que las montañas nos marcan de cerca, no tenemos más que levantar la vista para encontrar imponentes peñas cubiertas de pinos que entre ellos nos enseñan gigantescas rocas suspendidas en precario equilibrio sobre la ladera del monte. Nos estamos acercando con rapidez al embalse del Regajo.

Un imponente mirador, situado estratégicamente nos mostrará hoy las límpidas y tranquilas aguas del lago, “creo que alguien se olvidó de quitar la foto” pues el reflejo de la vegetación circundante al lago y las montañas que hay detrás, se dibujan de manera tan perfecta sobre la superficie cristalina del agua que más que agua parece un espejo o en su defecto la foto de postal que venden como reclamo turístico, simplemente magnifico. Esta es la ocasión perfecta para probar si la nueva compañera de viaje, nuestra flamante cámara de video Oregon Scientific funciona, por lo que tomamos nuestra primera secuencia de video del recorrido para juzgar después que tal se porta.
Al reemprender el camino, un biker “madurito” (no bajaría de los 70 años) nos saluda camino de Jérica, donde más tarde lo encontraremos ya de regreso. No podemos dejar de comentar el deseo de estar en su forma cuando alcancemos su edad. ¡Qué maravilla!
El primer túnel, iluminado con luces automáticas que nos detectan al entrar, nos llegará inmediatamente después. Conviene quitarse las gafas de sol pues con estas no se ve “ni chufa”.

La inminente llegada a Jérica nos la recuerdan nuestros estómagos hambrientos; antes de llegar tendremos una inmejorable panorámica del pueblo con la torre de la iglesia que se alza majestuosa sobre el resto de la población y a muy pocos metros dada la perspectiva de la montaña, que tras ella, la protege con el imponente cañón que la caracteriza.
Atravesamos raudos el pueblo de Jérica no sin antes percatarnos de su monumental belleza con solo un par de pinceladas, sentir avalado por la gran cantidad de turistas que nos encontramos a su paso, por algo será.

Poco después, la ruta atraviesa dos túneles casi seguidos, el segundo con más de medio kilómetro de longitud y bastante bacheado, tiene “goteras” debidas a la filtración de agua de lluvia procedente de la montaña. En este punto surgen las dudas en torno a continuar hasta Caudiel o parar para aliviar nuestros estómagos, una breve consulta al reloj y otra a la cordura confirmará la respuesta dando la razón a nuestros estómagos….PARAR.
Y así buscamos la siguiente zona de descanso en medio de un altiplano con vistas a la montaña y a un pequeño valle, rodeados de pinos replantados y en medio de la naturaleza, la calma es total y contemplativa, solo rota por el paso de algunos bikers y el tradicional saludo entre camaradas. No esta mal, y es que a lo tonto a lo tonto, llevamos dos horas y media pedaleando cuesta arriba.
Almorzamos como reyes, bocata, cerveza, y hasta cafetito, ¡ solo nos falta hielo !, dirían los más sibaritas del grupo, pero estamos trabajando en eso, todo se andará. El hambre acumulada es la causante de que devoremos rápidamente nuestro avituallamiento y tras el café, otra instantánea para el recuerdo.

Con la pena de dejar atrás tan plácido descanso, nos lanzamos a deshacer el camino recorrido, intentando seguir la huella dejada en el ascenso.
Tal y como decíamos, el estreno de nuestra flamante cámara, adquirida especialmente para tal efecto, nos hace ponernos en posición de video, todos queremos salir en la foto y como nos quedan todavía cuarenta minutos de grabación, la vuelta se inicia de manera trepidante en las primeras bajadas que nos encontramos.
Dejamos atrás Jérica rápidamente y nos lanzamos en busca del pantano, en este terreno comenzamos a cruzarnos con una procesión de bikers, esta vez son ellos los que suben, je je, al fin alguien más sufriendo, y nosotros volando hacia abajo.

Pero no sabremos lo que es realmente volar hasta haber pasado Altura; desde aquí, el veloz descenso que ya nos sorprendió la otra vez, se repetirá y nos hará mantener nuestros buenos 33km/h durante mucho trazado en los que la suave pero pertinaz pendiente, nos retará a dar pedales sin descanso pero sin prácticamente sufrimiento, aunque todo hay que decirlo, el cansancio se va poco a poco acumulando en las piernas y otras zonas menos nobles, esto se hará patente después de la siesta, pues al levantarnos notaremos todo el cuerpo entumecido y es que no en balde 74 kilómetros como dice Salva, aunque sean cuesta abajo hay que pedalearlos y estar encima de la burra.


Bajamos tan rápido que en ocasiones nos invade el llamado “efecto túnel” y las montañas conscientes de ello, se alejan veloces del camino para mostrarse en la distancia, a sabiendas que con su perspectiva, seremos capaces de disfrutar el contorno y la estilizada silueta que nos brindan sus cimas a la espera de que próximamente las coronemos.

El descenso transcurre flanqueado por la sierra Calderona y la de Espadán, surcando tierras de cultivo que van desde el cereal de secano y la pinada flanqueada por almendros, algarrobos y olivos, hasta los regadíos de la huerta con los campos de caquis, cerezos, naranjos y nísperos. Un auténtico lujo en forma de limpia y preciosa ruta intercomarcal, que arrancando en el Alto Palancia, cuyo río del mismo nombre sobrevolamos por un hermoso viaducto, nos conducirá al punto de partida ya en el Camp de Morvedre.


Cada pedalada tensa tanto la cadena de la bici como nuestras piernas, estas no notan fatiga aunque sí resistencia pero la balanza se comenzará a nivelar poco a poco haciendo de los últimos kilómetros, una crono por llegar cuanto antes al merecidísimo descanso que hoy a pedaladas, nos hemos ganado. Para rematar el día, una garza sobrevuela nuestro paso por uno de los abundantes torrentes que hoy hemos atravesado, su elegante y estilizado vuelo junto con la envergadura de sus alas totalmente desplegadas le confieren una estampa inolvidable allá arriba recortándose sobre un cielo azul intenso, y con su placido vuelo parece estar saludando nuestro paso por tan entrañables lugares, a la vez que asemeja su saludo a nuestra conquista de hoy, o simplemente, dar la pincelada final a este autorretrato que ya concluimos.