lunes, 31 de diciembre de 2012

Resumen anual 2012

Crónica fin de año (2012)


Pues si el año pasado en las mismas fechas decíamos que había quedado algo pobre en cuanto a las rutas y por ende, en las entradas al blog, este año y en solidaridad con la que está cayendo en nuestro país, la cosa parece haber ido a peor, solo han sido 5 salidas de largo recorrido y por lo tanto 6 crónicas si contamos con ésta.
Y es que los años no pasan en balde….; bueno, pero como todo en la vida la cosa tiene una explicación. Por una parte, uno de los “pedales” del grupo en cuanto a la búsqueda de rutas nuevas se refiere (Kike), está todo el año “downhill” como diría su “niece Laura”, y no solo por los horarios del curro que la verdad sea dicha, no le permiten demasiadas alegrías biker, sino porque de cuando en cuando uno tiene un mal año de ánimo y el chaval ha estado “out” de casi todo durante algunos meses, aunque eso sí, en solitario, ha sido un gran año para él y se ha subido y por supuesto bajado, casi toda la serranía; así es nada, o sea que remedio lo que es remedio, lo tiene.
Por otra parte, el junior del grupo (Carlos) este año ha fallado más que una escopeta de feria, y aunque está más “torito” que nunca, (no hay más que verlo) eso de dar pedales se le ha hecho más cuesta arriba que otros años, razones principales, a saber : que si hace calor…, que si tengo examen… que si estoy de viaje…, que si tengo un tirón…, que si me voy a Aras…, que si voy a la radio…, que si tengo la bici en el taller…, que si me acosté tarde…, que si tengo fútbol……,que si me han dado un golpe…, que si la abuela fuma…, vamos, un “quesisi” continuo que le ha provocado multitud de semanas en paro técnico biker y que eso si, “casualmente”, solucionó con soltura cuando tocaba rutón y foto para el calendario, casualidades de la vida...¡ que bandido está hecho el gachó !
En fin, que la cuestión de RODAR lo que se dice RODAR con mayúsculas y en grupo al son del Roda i Pedal, es decir, como la piña piñonera que hemos sido tantos años por estas montañas nuestras (y de los otros.., Albertos incluidos), este año se llevan el pedal del oro “el germanets”, ya que al menos han mantenido el listón bien alto en cuanto a lo que al número de salidas en sábado se refiere (50) a fin de mantener el espíritu “RodaiPedalaro” lo más alto posible para que no decaiga y a la espera de que lleguen tiempos mejores y podamos rodar todos juntos de nuevo con mayor asiduidad, tiempos que llegarán a buen seguro. ¡Amunt amics!, que las montañas esperan.

Pero bien, hoy toca hacer balance y es de lo que trata esta crónica.
Resulta que lo rodado este año y visto más en detalle tampoco es que haya sido ninguna mariconada, ( casi 3000 kilómetros “en grupo” han tenido la culpa, cifra que se acerca a los 5000 si contamos los pedaleados “indoor ” o salidas de miércoles, vamos que pedalear lo que es pedalear, hemos pedaleado ), la cuestión es que tal vez y durante mucho tiempo, nos pusimos el listón tan alto en las rutas de cada sábado, que cada año resulta más difícil superar el anterior, sobre todo porque los años y los kilómetros siguen cayendo sin compasión, y eso es algo que al menos a tres de los cuatro” jinetes” del grupo nos afecta de una u otra forma, seguro.
Lo negativo si comparamos rutas con años anteriores, ha sido la sequía de vértices “nuevos”, ya que nos hemos librado del “ 0 pedalero verticial” porque en abril nos marcamos un rutón del 8 subiendo hasta el Toro, donde pudimos coronar y recoger el codiciado trofeo pétreo que nos acompaño hasta el R.C. donde descansa plácidamente en su estante, dando fe de tal fechoría, aunque alguna cicatriz en la moral nos dejó a unos más que a otros aquella ruta…, pero subir, subimos y con la piedra bajamos, con un par. 
Después, mes a mes, el trabajo, las obligaciones de unos u otros y la imprevisible meteorología, han truncado sistemáticamente todos los intentos de salida, de hecho Kike apenas ha podido salir un par de veces para acompañar a la facción permanente del grupo, con algunas salidas más por parte de Carlos que también ha tenido su particular “annus horribilis” como hemos comentado en cuanto a salidas se refiere. Ni siquiera la tradicional ruta nocturna se ha podido materializar este año. Aunque eso ha sido más por dejadez y falta de planificación que otra cosa, pues para eso solo hacía falta una noche libre por parte de Kike y solucionado el tema. Eso lo arreglamos el año próximo con dos nocturnas y las bicicletas de titanio, eso sí, les pondremos unas buenas “horquillas” que se nos van a “robellar” allí en el garaje.
De cualquier forma hay que ser realistas y reconocer que si nos situamos en la gaussiana de las rutas del Roda i Pedal, estamos “de bajada”, lo cual y si nos ceñimos al significado puro de la palabra en si, no está mal, es más, incluso suena esperanzador…¿no? después de tantos años “de subida” por esas montañas… . Bueno, bromas aparte, es verdad que la ilusión por recorrer, descubrir, conocer, explorar, subir hasta la extenuación, bajar al límite, y en definitiva, pretender disfrutar de rutas nuevas semana si, semana también, parece haber tocado techo por diversos motivos.
Esto no significa que hayamos terminado de pensar en rodar por esos parajes que tanto nos gustan y que tanto respetamos, ni que nuestros deseos en conjunto por descubrir lugares solo aptos para bikers haya llegado a su fin ¡ ni mucho menos !, eso sí, la que podríamos denominar usando términos marinos como “calma chicha pedalera” parece haber ganado presencia en el grupo este año que termina, y las circunstancias actuales obligan a ser tal vez, menos ambiciosos en cuanto a esa desmesurada búsqueda de novedad en las rutas semanales, cuestión que intentaremos equilibrar en lo posible en el futuro mientras el cuerpo y las piernas aguanten (eso esperamos) con nuestras salidas de siempre sábado a sábado sin excepción, y como no, con todas aquellas nuevas rutas que podamos incluir de vez en cuando, a fin de mantener ese simbólico “carnet” de Roda i Pedal que no todos tienen el honor de poseer.

En definitiva y como decíamos, la cosa no ha ido tan mal y para muestra el “collage” fotográfico que incluimos a continuación, el cual ilustra tirando de foto de calendario, por donde anduvimos este año que en resumen fue de esta forma:

Enero. Requena-Pico Negrete.

Con una temperatura gélida nos saludo al salir al frío invierno de Requena. Al menos la falta de humedad nos mitigó algo los inapelables 2º bajo cero con los que nos poníamos a pedalear. Luego entramos en calor a través de la campiña hasta comenzar la ascensión al pico Negrete con parada en el santuario de la Virgen del Remedio de Utiel. El olvido del trípode de la cámara nos hizo pegarnos un buen calentón cuando a mitad de subida nos dimos cuenta del olvido. Tras una bajada antológica y el primer pinchazo del año, visitamos la Casa Nueva para deleitarnos con su arquitectura modernista. Un comienzo de año a lo grande.

Febrero: Gátova-Alcublas

Un mes después nos poníamos en marcha por la zona menos transitada de la Calderona. Conoceríamos las masías de Uñoz y Cucalón así como el paraje de la fuente de la Alameda. Después tendríamos una subida terrible en la que arrastrar la bici unos 200 metros. Alcublas no nos regalaría esta vez con la compañía de los molinos, en su lugar visitamos las 3 ermitas del pueblo para iniciar el camino de regreso y toparnos con otra subida desesperante que finalmente hizo mella en la moral del grupo y deslució las hermosísimas panorámicas que habíamos captado hasta el momento.

En Marzo volvimos a Guarda; en Abril visitamos la Reina y en Mayo nos marcamos el rutón del año rodando por Alcublas-La Salada-Sacañet (La Lidia del Toro).
Habíamos hecho la parada de primavera. La climatología y el trabajo se unieron semana tras semana para hacer imposible que pudiéramos salir antes. 3 meses sin ruta de día entero y estábamos que nos subíamos por las paredes. Que mejor que hacer un rutón que dejara huella. Así que lo retomamos allí donde lo habíamos dejado hace unos meses, en Alcublas. Hacía años que queríamos subir hasta la base militar del Toro, ubicada en tierras de Teruel a la que se accede por Castellón pero que pertenecía a la demarcación militar de Valencia, vamos, un “tres reinos” en toda regla. Transitamos por unos caminos fantásticos pocos meses antes de que un devastador incendio calcinara estas montañas hasta los cimientos. La subida hacia La Salada será de las recordadas en el seno del grupo por lo terrible de las rampas y lo larga que es. El calor se cebo y algunos termostatos se quemaron, los daños colaterales a su paso se centraron en el “Toro y el Torito” y la lidia fue completa, hasta el punto de simular, allá en las alturas, un pequeño sepelio por si a alguno le viniera el caso que no nos pille desentrenados.

Junio: Alcalá del Júcar-Embalse del Molinar (finde biker a lo grande)
Llegaba el momento más esperado del año. El finde biker prometía ser perfecto. Y lo fue. Como todos los años, una escapada con las parientas que este año nos llevaba allende la comunidad valenciana. Alcalá nos regalaba una primera panorámica difícil de igualar, pero con algunas excursiones y visitas, amén de la comida, la compañía, la charla y la generosa cerveza que regaba nuestro paladar aún este no se había secado, pudimos mejorar sustancialmente esa primera impresión. La ruta queda aparte. Difícil de calificar por la grandiosidad de las vistas y el impresionante recorrido, bien amortiguado todo el calor vespertino bajo un increíble manto arbolado junto al río Júcar. Sin duda, un año más, lo mejor fue la compañía y poder volver al hotel a contarles a las chicas nuestras batallitas; es la única ruta en la que nos escuchan casi con devoción, lo que nos hace sentirnos un poco como héroes. La anécdota quedará en la colosal “metida de pata” de alguno de nosotros y del imponente muro que tuvimos que subir para coronar el santuario.

Julio y Agosto desgastamos la Bassa Barreta y secamos su fuente de tanto visitarla, en Septiembre fue Perenxisa, en Octubre lo pagó Chiva, en Noviembre las rutas de siempre por nuestros habituales parajes rodaneros que muchos quisieran para si, y todo ello contando con que “la Reina” nos vio los pedales en cada uno de los solsticios y los equinoccios anuales como es nuestra invariable costumbre desde hace ya muchos años.

Y finalmente en Diciembre: Bocairent- nacimiento del Vinalopó.
Cerramos el año a lo grande como no podía ser de otra forma, aunque estuvo cerca el no poder concluir el año con una ruta de todo el día y con el grupo al completo que es como más nos gusta. Pero esta vez las ninfas de la montaña que siempre nos protegen y nos complacen, permitieron que rodáramos por una zona privilegiada en las cercanías del nacimiento del Rio Vinalopó.
Comenzamos la ruta en lo que antaño fue la estación de ferrocarril de Bocairent y las vistas que vamos contemplando, mueren poco más allá cercadas por la miríada de árboles que engrandecen estos bosques: pinos y carrascas se multiplican junto a oréganos, romeros y otras hierbas aromáticas que despliegan sus embriagadores aromas a nuestro paso.
La casa Reiner; la Font de Mariola; la finca Mas del Parral con su preciosa Ermita de Santo Tomás; la Ermita y fuente de Santa Bárbara; la Font de la Coveta; el Mas del Ull del Canals y la Ermita del Santo Cristo, son algunos de los lugares que hoy hemos visitado a lo largo de esta espléndida ruta, parajes todos ellos de incalculable valor paisajístico. Hoy únicamente nos ha faltado poder terminar la rodada con una bajada del tipo que nos gusta, aunque nada más podemos demandarle a la ruta de hoy, ya que tanto las vistas contempladas como los muchos lugares visitados, nos han dejado un buen excelente sabor de boca.
Con esta ruta, culminamos otro año de pedal disfrutando de la mejor compañía y del buen “feeling biker” que sigue reinando entre nosotros, y como no podía faltar, hemos cerrado el año y la ruta juntando las manos en nuestro grito de guerra “Roda i Pedal” con el café de fin de ruta tras nuestra llegada al grandote como viene siendo nuestra costumbre.

Bien amigos de pedal, pues emulando a Zorrilla y “ en un modo resumido, dimos fe de lo ciclado y sin entrar en detalles de lo que este año ha pasado, raudo os lo hemos contado y como lo hemos vivido.

Desgranamos lo rodado sin relegar lo sufrido y porque no, lo gozado, sin olvidar lo charlado, que fue lo más distraído en el R.C. descansando, al son de la musiquita, bebiendo birrita en mano, una tras otra fresquita, que buen goce ha generado, después de haberla bebido.

Y así en este plan distendido, recordando lo reído y dejando atrás lo pasado, perpetuamos lo subido y como no, lo bajado, que fue lo más divertido o tal vez lo más osado.

El tiempo pasa volando y con el 2012 vencido, el año lo hemos cerrado y no nos hemos caído, lo que resulta inaudito sabiendo como bajamos, a tumba abierta y sin freno, como locos trastornados, más locos unos que otros, pero en resumen, chalados.

¡¡ Terminando que es gerundio !! diréis algunos gritando, pues a ello voy compañeros, porque me estoy enrollando.

Si pensamos lo perdido o el porqué de lo aplazado, ¿ será que no se ha podido? o ¿ porque fue descartado? , razón, ¡¡ porque era jodido !!... y tras hablarlo….zanjado.

Pero todo está olvidado esperando revivirlo y por supuesto ciclarlo, y después como es costumbre, lo mejor será contarlo, siempre que Roda i Pedal siga unido por el grito conocido al terminar lo rodado. ¡ Roda y Pedal ! siempre unido y que nos quiten lo ciclado. “¡¡ Que bien que lo hemos pasado !! 

-- Feliz 2013 --
 Roda i Pedal


jueves, 27 de diciembre de 2012

Bocairent-Nac.Vinalopó (Ermita Sto.Tomás)

"También los manantiales y los pozos se agotan cuando se extrae demasiado y muy frecuentemente de ellos." Demóstenes

Íbamos a terminar el año tal y como lo habíamos empezado, pedaleando. Al final, en estos días de Navidad, las vacaciones de unos y el día libre del otro, junto al determinante factor meteorológico que permite la salida, nos pone a prueba en esta ruta de Bocairent. Así que a las 8 en la base, y tras los preparativos y viaje por carretera llegamos a la estación de tren, reconvertida en hotel, de Bocairent.
 
Entre la pinada ya tenemos una primera postal de la ermita del Santo Cristo encaramada a la colina norte del pueblo. Tomamos un reconfortante café calentito mientras estiramos y nos pertrechamos con el equipo para combatir esta baja temperatura con la que nos ha recibido la Serra. Nos ponemos en marcha atravesando la pinada hacia el oeste en busca de la carretera de Alcoi entre un polígono industrial. Giramos a la izquierda en la rotonda e iniciamos la subida por carretera. Es una carretera con poco tránsito, tan poco que no nos cruzamos con nadie y podemos subir tranquilos y a nuestro ritmo. La subida no es muy cruel y permite regular la marcha, aunque en algunos tramos podemos exhibir fuerzas y poner un puntito más de exigencia.
 
Vemos como ganamos altura a pasos agigantados pues la panorámica crece a nuestros pies de forma brutal: la ermita ya no queda al otro lado del valle allá arriba, ahora está allá abajo y tras ella se abre un mundo de montañas y valles más o menos visibles e identificables en la distancia y entre la bruma. Llegamos a identificar justo encima de la ermita nada menos que el Penyagolosa 165 kilómetros más allá. Seguimos subiendo para llegar a lo que será el distribuidor de la ruta: en este punto es donde iniciaremos y terminaremos las dos visitas programadas.

Giramos ahora a la izquierda y enseguida a la derecha para meternos en una gran pinada por una pista. Mirando la hora y la cara de Carlos decidimos parar a almorzar. Lo hacemos cuando la pinada se abre a un extenso campo de cereales ya cosechados pero de los cuales vemos algunos restos. Al otro lado del camino el Mas de Nones languidece poco a poco.
 
Tras el ágape seguimos pedaleando para encarar la subida a la montaña que tenemos de frente. Nos encontramos con un senderista y le preguntamos por la senda de bajada a Bocairent, nos dice que si, que se puede bajar en bici y que él ve a muchos ciclistas bajar por allí, que solo hay uno o dos escalones. Esto confirma la información que me habían dado de que se podía bajar sin problemas, al igual que la senda del Vinalopó.
 
Nos internamos en la pinada y llegamos a la Casa Reiner, una preciosa casona restaurada y con un encanto singular metida en medio de la pinada y con una fuente brotando allí mismo. Ahí giramos a la izquierda para bordear la casa y seguir adentrándonos en el bosque. El camino empieza a presentar alguna que otra dificultad; a la humedad del bosque se unen las piedras mojadas que sobresalen del camino en un terreno poco transitado y que las corrientes de agua modelan a su antojo. La pendiente tampoco ayuda, así que empezamos a tirar de potencia en algunos sitios para ir subiendo poco a poco, pero bueno, es más la poesía que la práctica, es un camino algo roto y con baches pero sin mayor dificultad, eso si, el entorno es algo maravilloso.
 
Las vistas que vamos contemplando, mueren poco más allá cercadas por la miríada de árboles que engrandecen este bosque: pinos y carrascas se multiplican junto a oréganos, romeros y otras hierbas aromáticas que despliegan sus embriagadores aromas por un monte fresco y húmedo. Tras esta larga subida comenzamos una bajada por caminos interiores y en mejores condiciones, las piedras dejan paso a un firme compacto de arena rojiza y hierba. Algún tramo de barrizal nos hará buscar pasos alternativos hasta llegar cerca de la Font de Mariola.
 
Con las vistas despejadas hacia el este, el Montcabrer y el castillo de Mariola se dejan ver como faros para guiar nuestras pedaladas que nos llevará hasta la Font, donde paramos bajo el impresionante árbol hoy que está solitario. La otra vez que pasamos por aquí en la ruta: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2010/04/cronica-de-serra-mariola.html estaba atestado de gente y no nos llegamos a acercar. Hoy visitamos el lugar con calma y disfrutamos en compañía de este colosal árbol.
 
Continuamos por el camino en dirección a la Cava Arquejada y poco después vemos la entrada a la finca Mas del Parral. Como ya habíamos pedido permiso y lo teníamos de sus propietarios para ir a visitar la ermita de Santo Tomás, nos adentramos en la finca y llegamos a la masía reconvertida en casa rural. Allí sale a recibirnos Jorge que nos acompaña y nos abre la pequeña ermita para que podamos verla y fotografiarla. Nos explica la restauración que han llevado a cabo mientras nos explica el trabajo que tiene mantener una finca como esta.
 
Nos quedamos encantados del entorno, de las vistas y tranquilidad que se respira y como no, de la amabilidad con que hemos sido recibidos, dejando aparcados sus quehaceres para acompañarnos en esta minimalista pero encantadora visita. Muchas gracias Jorge por tus atenciones. Nos despedimos encantados no sin antes haberle pedido consejo sobre el camino a seguir.

Acto seguido, nos ponemos en marcha en una bajada divertida que nos deja al otro lado de la zona de acampada de la Font de Mariola y nos encara a la urbanización Pinatell. Giro a la derecha y rodeamos el camping. Luego comienza otra subida por camino forestal. Baches piedras raíces y barro nos salen al paso. Disfrutamos en este terreno biker que pone a prueba nuestra habilidad encima de la bici y que no suele ser nuestro entorno habitual, más acostumbrados a pistas y caminos en no muy malas condiciones, así que cuando el camino se estropea y encabrita, nos saca más abruptamente de nuestro hábitat. Poco a poco vamos acumulando tesoros paisajísticos y sensaciones a raudales. Cuando el camino mejora ganamos velocidad en una bajada que nos llevará hasta la ermita y fuente de Sta. Bárbara.
 
La ermita está anexada a un gran edificio que pensamos pudiera haber sido una antigua venta. Vemos la fuente y un enorme tronco de árbol apuntalado con dos pilares de ladrillos. A estas horas ya se nos ha echado el tiempo encima y hay que recalcular la ruta. Decidimos dejar la visita del río a su paso por Banyeres pues teníamos marcado un pequeño rodeo para evitar la carretera y llegar hasta allí. Acortamos aún más esta visita y casi ni gozamos de la fuente ni nada. Seguimos para bingo.
Junto a la casona giramos a la derecha y enlazamos con la carretera de Mariola. Allí mismo un sendero se pega al margen izquierdo de la carretera, una senda llana y rojiza que planea bajo la arboleda y que evita el asfalto, pero esta carretera aún tiene menos tráfico que la de Alcoy y vamos ganándole tiempo al tiempo. Cerramos el primer círculo y comenzamos el ocho. Llegamos al cruce por donde hemos subido de Bocairent. Giro a la izquierda y tomamos el camino del Buixcarró, una pista ancha junto a unos chalets en bajada. Cruzamos el barranco que encauzará al río Vinalopó y giramos a la derecha junto a la estación de transformación.
 
Iniciamos la senda. Al poco unas piedras nos hacen bajar de la bici, luego tenemos que bajar para vadear el barranco por unas inestables piedras sobre la corriente, luego otro vadeo más complicado, luego… esto es un suplicio. No nos gusta tener que bajar de la bici por sistema. Una cosa es un obstáculo, uno; pero bajar constantemente de la bici nos toca en la línea de flotación de la moral. Cuando diseñe esta ruta pregunté en varios foros a bikers y senderistas si esta senda era ciclable o había que llevar mucho tiempo la bici al brazo, me dijeron que sí, que mayormente era ciclable, pero lo que hemos encontrado hoy no se corresponde con lo que me dijeron. Nuestra recomendación es que esta senda simplemente no es ciclable. Puedes llevar la bici pero lo harás más tiempo andando que subido en ella. Recomendamos por tanto seguir por el camino del Buixcarró y luego desviarse a la derecha por Casa Guilella para llegar hasta el río y allí remontarlo hasta la font de la Coveta que es el manantial de aporte del río Vinalopó, aunque cuidado con seguir la absurda señalización consistente en una flecha y el logo sobre un panel de acero, ni indica adonde va ni cuanta distancia y tiempo queda, solo es una flecha… que por cierto habrá costado una pasta para más inri. Me gustaría conocer al lumbreras con la idea para decirle un par de cosas. Eso si, el paisaje de la senda es bonito por la calma que trasmite.

Al final llegamos a una zona donde se pedalea por un camino algo más ancho y enseguida llegamos a la Font de la Coveta. El agua brota del interior de la cueva y de la montaña y vierte sus aguas al barranco que veníamos acompañando.

Un pequeño azud remansa el agua y crea una poza de agua cristalina y fresca. El lugar es maravilloso y el sendero también, si vienes con idea de hacer senderismo, pero si vienes cargado con la bici a cuestas la perspectiva cambia.
 
Llegamos al camino y con él hasta la fábrica de Blanes, o lo que queda de ella: la enorme ruina de lo que fue una importante industria papelera y antes molino. En una ocasión, hace unos años estuvimos comiendo en este mismo lugar con unas sillas plegables y una mesa a orillas del río. Cerca de esta vieja fábrica está una de las joyas del Vinalopó, el Toll Blau, una serie de saltos de agua que caen a una poza de color azulado. Debido a lo inútil de la señalización que antes comentaba y que los puntos de referencia para ubicar este paraje no son del todo exactos nos lo hemos perdido. Junto a la fábrica sale un camino que llega hasta Banyeres y es el que quería tomar para ganar algo de tiempo, pero buscando alguna dichosa señal que ubicara el sitio, me he despistado y casi era peor volver que continuar, así que hemos llegado hasta la carretera junto al Mas del Ull de Canals. Se trata del centro de interpretación de la Serra Mariola así como un alberge. Poco más adelante nos incorporamos a la carretera y antes de cruzar el puente sobre el río veo un camino que baja hacia la arboleda, hacia la zona que quería visitar, con otro antiguo molino y zona recreativa, pero ya no hay tiempo para la visita.

Seguimos por la carretera para iniciar la subida hacia Banyeres. Encontramos poco tráfico en la carretera, y aunque la subida tiene su miga lo es más por el ritmo que hemos marcado que otra cosa, sin embargo este 8% de desnivel se va quedar en nada en cuestión de segundos.

Encaramos el pueblo admirando el soberbio castillo que se alza en la parte alta. Giramos a la derecha y nos topamos con una pared brutal. Ante esto ya estamos calculando cuando vamos a echar pie a tierra. Lo metemos todo de golpe; plato, piñones, bloqueo de suspensiones, volcarnos sobre el manillar y apoyarnos en la punta del sillín. Enseguida viene aquello de zigzaguear por la calle. Y contra todo pronóstico vamos avanzando. Llega un momento en que sabemos que toca sufrir pero que esta rampa ya no nos descabalga. Con guasa vemos el nombre de la calle “carrer dels pardalets”, e inmediatamente pensamos que así nos vamos a quedar nosotros y la risa nos ayuda a soportar el castigo. Llegamos a un “respiradero” (nuevo nombre con el que bautizamos los descansillos en mitad de una subida; otra entrada al diccionario particular de “tontónimos” de Roda i Pedal) al tiempo que la calle gira a la izquierda, luego otra rampa y giro a la derecha, más rampa, izquierda y otra vez izquierda antes de encontrar el siguiente respiradero en mitad de esta brutal subida por las calles del pueblo. Giramos a la derecha para encarar la subida al calvario. Pero el calvario es un juego de niños, el verdadero calvario, o suplicio, o como queramos llamarlo, lo acabamos de dejar atrás. Los cipreses no dejan en ningún momento una vista despejada de la ermita allá arriba en la colina.

Tendremos que llegar hasta allí para poder ver la ermita del santo Cristo. Dejamos las bicis y andamos un poco para recuperar fuelle y pulsaciones. Estas tardan un poco en estabilizarse ante la brutal subida que nos acabamos de marcar. Esta subida, aunque sin vértice, también marcará la tija de nuestras bicis.

El castillo es visible desde el lateral de la ermita y un poco por aquí y por allá, entre cipreses, desde la parte delantera. Aquí al lado hay una fuente y unos bancos con vistas hacia la peña Blasca y el Menejador que nos servirán de acomodo para la ansiada comida. Comentamos la brutal subida y comparamos sensaciones con otros grandes colosos como el Montduver o la rampa del embalse del Molinar: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2012/06/alcala-del-jucar-embalse-del-molinar.html.

Acto seguido, damos cuenta del bocata y la cerveza y tras el ágape, mataríamos por un café, pero no hay tiempo ni de café ni de matar, eso sí, si alguno quiere hemos visto un bar justo antes de comenzar la subida, jeje. A las 16 h. nos ponemos nuevamente en marcha para hacer la digestión pedaleando, como no podría ser de otra forma, ya que tenemos tan solo una hora para llegar al coche en condiciones óptimas de luz más un pequeño margen de tiempo para imprevistos.

Bajamos hasta el cementerio por asfalto y allí tomamos el camino de la sierra Mariola que sigue recto. Pronto se convierte en un pedregal y lodazal en medio de la sierra. Pequeñas subidas de potencia que a punto están de costarme una caída en medio del charco al desmoronarse la pequeña trazada por la que intentaba pasar.

A la derecha las vistas sobre el valle del Vinalopó, el castillo de Vinalopó y al fondo la casa Reiner y la cima del Montcabrer. La ermita de casa Guilella queda oculta ahora, pero pronto se hará visible con su inconfundible color amarillo entre este mar de rojos y verdes. Llegamos al punto más alto de esta parte de la ruta y ya es todo para abajo. En este punto, cerramos el segundo círculo y con él el ocho que hemos dibujado aquí arriba.

Tomamos la senda que sale al otro lado del asfalto. Durante unos metros baja pegada a la carretera, luego se adentra en el barranco y comenzamos a bajar como cabras por un sendero roto o algo más allá. De momento la inercia de la bajada nos lleva y solo hay que preocuparse de la trazada y de no bloquear en exceso el freno delantero para no salir por cuernos. El problema es que cuando perdemos inercia de bajada y la rueda delantera tropieza en una piedra la bici se cruza, y al final es más seguro bajar de la bici que arriesgar y seguir bajando. Ante el infernal panorama que se presente en los siguientes metros ya no subimos y seguimos arrastrando la bici, y esta postal empieza a alargase más de la cuenta, tanto que nos quedan 20 miserables minutos de penurias y arrastrar la bici por este tsunami de piedras que es la senda. Alguien me dijo en un correo que esta senda la hacían de subida sin mayores problemas arrastrando la bici en un par de sitios, así que de bajada no habría problemas… los cojo-ujkmtxhññññññ… esto es imposible, esto es una TRIALERA en mayúsculas y en toda regla, esto es destrozar los senderos con premeditación y alevosía, pero es que a los senderistas (al menos, a algunos) les da igual, e incluso uno de ellos nos la ha recomendado esta mañana como que no había problemas, ¡¡¡ increíble !!! ; nosotros, por donde vamos en bici no se lo recomendamos a los vehículos a motor pues sabemos que van a destrozar el camino, si no cuidamos lo nuestro cómo vamos a cuidar lo de los demás. En fin, que de haber tenido la más remota idea de lo que nos esperaba, teníamos la bajada por una carretera sin tráfico y con una buena pendiente que nos habría hecho disfrutar de lo lindo. Pero ya esta hecho, y cuando estamos en mitad de este tormento no vamos a permitir que esta sensación arruine una ruta magnífica por un paraje de incalculable valor paisajístico. Solo queda hacer las recomendaciones de rigor para que otros no cometan en mismo error a no ser que quieran cometerlo con todo uso de razón. Repetimos, esta senda y la del nacimiento del Vinalopó no son ciclables. Salimos de este mal trago y enlazamos con un estrecho camino asfaltado entre campos de cultivos que nos baja como un tiro hasta el polideportivo junto a la estación del tren y final de la ruta, hemos cerrado el tercer círculo de hoy. Antes nos acercamos a la gasolinera a darles un bañito a las gordas que se han ganado a pulso el nombre de bicicletas todo terreno. Culminamos el año juntando las manos en nuestro grito de guerra “Roda i Pedal” ante el café de fin de ruta. Buen año y buenas pedaladas.




sábado, 9 de junio de 2012

Alcalá del Júcar-Embalse del Molinar

“La naturaleza hace grandes obras sin esperar recompensa alguna”

Alexander I. Herzen

 Volvía a llegar, un año más, el tan esperado finde biker. Este año el destino elegido era Alcalá del Júcar. Y para allá que nos fuimos con toda la ilusión y una ruta bien planificada sobre los mapas, luego, como siempre, el camino dictaría sentencia.
La única pega, de entrada, era que no podríamos estar el grupo al completo, los exámenes hacían que Carlos tuviera que abandonar la ruta antes siquiera de empezarla, pero las exigencias del trabajo obligaban a que tuviera que ser en esta fecha sí o sí.
Salimos pues de la base sobre la hora prevista y seguimos por la A3 hasta Requena, lugar en el que nos desviamos como cuando fuimos a Cofrentes. Los recuerdos de aquel finde se agolpan en la memoria y esperamos que todo vaya, al menos, tan bien como en aquella ocasión. Luego continuamos en dirección a Casas Ibáñez y de allí hacia nuestro destino final, Alcalá del Júcar. Pasamos por Las Eras y comienza el descenso hacia el pueblo. La enormidad del cañón que ha formado el Júcar a lo largo del tiempo marca esta franja de terreno. La carretera serpentea por la ladera y atraviesa líneas de nivel en un continuo bajar hacia el abismo. Nos vamos quedando con la copla pues este mismo camino de bajada es lo que nos espera mañana de inicio y para abrir boca pero con las burricas y casi sin previo para el calentamiento. Poco a poco vamos ganando perspectiva sobre el pueblo y el pulso se

dispara ante tan colosal espectáculo.
 
La blancura de las casas, arracimadas y apretadas unas a otras sobre la ladera de la montaña que corona el imponente castillo, nos deja una primera impresión en la retina difícil de igualar. En cada curva encontramos una excusa para parar a admirar tan grandioso panorama, pero no podemos hacerlo en medio de la carretera, así que seguimos bajando, eso sí, un poquito más despacio para deleitarnos en la contemplación que será completa mañana a lomos de nuestras bicicletas. Llegamos al pueblo, atravesamos el puente y bajamos al parking, junto a la playeta, para ir al hotel, registrarnos y empezar a descargar los coches y el remolque.

Acto seguido inspeccionamos las habitaciones y guardamos las bicis en un cuarto que nos ofrecen a tal efecto. Ahora toca salir a tomar contacto con el pueblo y tomar unas gordas. 
Un corto paseo nos deja junto al puente y la espectacular vista desde abajo del pueblo y del castillo. Lo soberbio del panorama y el encanto que destila el pueblo centran la conversación junto al rumor del río bajo la verde hojarasca que nos cubre en esta magnífica arboleda, las cervezas harán el resto. Tras el paseo volvemos al hotel para cenar, concretar horarios y planificar los últimos detalles de cara a mañana. Tras la cena, la terraza de una de las habitaciones nos servirá para tomar la penúltima y acabar de planear la ruta de mañana. 
La ruta.
Esperamos a las 09:00 para tener los bocadillos listos con pan del día. Mientras tanto, hemos desayunado, estirado, inflando ruedas y hecho algunas fotos de toma de contacto, y por supuesto, también nos hemos embadurnado con protección solar ante la que prevemos nos va a caer. Nos ponemos en marcha bajo la gran mancha de árboles junto al río que nos llevan hasta el puente, el cual cruzamos y comenzamos la primera subida del día. Calma. Estiramos el cuello para poder ver hasta donde tenemos que subir, cuestión que ya vimos ayer que la subida es tendida, sin rampas importantes pero sin tregua y larga, muy larga.

La sombra y sus 19ºC ya nos ha abandonado y el sol empieza a pegar de lleno, por fortuna a esta temprana hora aún no es tan cruel como el sol de mediodía y tenemos una ligera brisa enfriada en la chopera que nos refresca lo suficiente para aguantar sin problemas a buen ritmo. Lo que sí hemos notado es la sequedad del ambiente, yo lo firmaba para toda la vida así. En cuanto ganamos unos metros de altitud sobre el pueblo comienzan las paradas fotográficas. Comprobamos en cada parada que llevamos la espalda mojada allá donde la mochila se pega a la misma, pero ni una gota de sudor nos corre por la frente o los brazos, lo cual es una ventaja.  


  
Hemos cerrado las suspensiones para no desperdiciar ni una gota de energía ya que la subida no ha hecho más que empezar. Comentamos la benevolencia del asfalto a la hora de subir, pero también lo aburrido y monótono que se hace. Llegamos al desvío del castillo y nos encaminamos hacia allí. Enseguida vemos la bajada que hay hasta él, pero pensando en biker solo vemos la subida que nos espera tras la visita hasta llegar a este mismo punto. Pero la foto de grupo junto al castillo no podemos dejarla pasar, así que allá vamos.

Abandonamos el asfalto y llegamos al adoquín, un tramo corto pero intenso que en subida seguro nos pondrá en nuestro sitio, pero ahora toca disfrutar del magnífico “Alcalá”. Las torres del ajedrez deben estar inspiradas en esta fortaleza, pienso mientras observo el coloso.
Posamos para la foto y satisfechos del resultado y las vistas nos ponemos de nuevo en marcha atacando a saco la rampa de adoquín que nos exigirá el mayor esfuerzo hasta el momento. Es un tramo pequeño (menos mal) pero a buen seguro que se acerca al 20% de desnivel. Luego encontramos ya el asfalto y volvemos a nuestro siempre querido 8%, llegamos al desvío y seguimos, ya en la carretera, subiendo como no podría ser de otra forma. Llegamos a Las Eras y allí seguimos el cartel del paintball en dirección al restaurante “El mirador”. Está cerrado, pero un descampado tras él nos hará las veces de mirador a nosotros. Con la atención centrada en la enormidad del paisaje cámara en mano, no dejará ver el montón de cenizas que se calzará literalmente nuestro reportero Salva como una bota de agua, hasta casi la rodilla del pie de apoyo. El cachondeíto, las risas y los primeros exabruptos del día no pasan desapercibidos, ya que la “metida de pata” ha levantado un nubarrón de polvo de ceniza difícil de ocultar, en fin…,  primera anécdota.

El camino aquí se desdibuja y se pega al borde del acantilado, de momento seguimos la huellas de un antiguo camino que pronto se perderán ante el pedregal que estamos a punto de atravesar. A nuestra izquierda la elevación sobre la que se asienta el V.G. de “el Morrón”, pero ningún camino se encarama a lo alto de este altozano y no tenemos ganas de trepar por la ladera, así que lo descartamos y seguimos adelante.El camino ha desaparecido y seguimos el track por encima de una cornisa de piedra junto al cortado y por encima de piedras sueltas de todos los tamaños. De momento se puede ciclar tirando de potencia y haciendo equilibrios para esquivar los pedruscos, depende de las ganas, fuerzas y pericia de cada uno; la otra opción, que tomaremos nosotros de aquí a unos metros, es bajarse de la bici y llevarla de la mano, pero no es una opción que les haga mucha gracia a las bicis, y tampoco a nosotros.

Siempre queda la alternativa de coger el camino, justo antes del parking del restaurante el mirador, y alejarse de las vistas que ofrece el acantilado, por estas vistas entendemos que el track vaya por aquí. Dibujamos una “C” invertida en el camino para salvar el inicio de un pequeño barranco que parece llevarnos al definitivo sendero; al poco nos desviamos otra vez a la derecha y volvemos, pocos metros después, a ese pseudo camino por el que al final tenemos que claudicar y echar pie a tierra.


 
Vuelve a quedar la opción del sendero alternativo, pero estas vistas son tan soberbias que compensan con creces el esfuerzo y. Este tramo es más largo que el anterior, aunque tampoco presenta mayor dificultad que la de acarrear un poco con la bici, no hay escalones ni pasos estrechos ni ninguna otra complicación añadida, es solo la incomodidad del pateo con calzado biker. Tan solo unas colmenas nos obligan a adentrarnos un poco en un campo para dejar un poco más de espacio entre las polinizadoras y nosotros, estamos tentados de atravesar el campo que, al otro lado, enlaza con el camino, pero al acercarnos decidimos continuar el track y ver todo lo que teníamos previsto.

Al final de esta segunda “C” invertida, más grande que la anterior llegamos a una sombra entre carrascas y vista la hora y sentidos los estómagos, decidimos parar a almorzar.

Disfrutamos del frescor de la sombra, del silencio del lugar y del descanso tras la travesía del desierto que nos hemos marcado, al igual que disfrutamos de algo de frescor de la cerveza del almuerzo. Como no hay café seguimos adelante rapidito. La parte biker-senderista ya se ha terminado y ahora seguimos de nuevo por un camino ciclable . La senda empieza a sorprendernos, ya que a media que nos alejamos de las vistas aéreas que nos ofrecía el anterior tramo, nos adentramos en campos de cultivo.

Las enormes extensiones de cereales se adueñan del paisaje, dejando algún árbol como una isla encerrada entre el dorado oleaje de espigas surcadas por el viento. El magnífico y soberbio espectáculo es nuevo para nosotros. Lo contemplamos henchidos de placer por descubrir un nuevo escenario que hasta hoy desconocíamos. Poco a poco vamos descubriendo algún que otro viñedo alineado con los trigales.

Los olivos tampoco desaparecen por completo y buscamos la foto que exprese la idiosincrasia de estas tierras mediterráneas: el trigo, la vid y el olivo. Vemos unos o dos de ellos, pero los tres juntos no los llegaremos a ver en esta ruta. Llegamos hasta el pie del otro V.G. de la ruta: Las Tainadas, pero unos perros en la granja de abajo nos obliga a no adentrarnos en el camino de subida, otro chasco, hemos perdido las dos oportunidades de piedra de la ruta, por lo que hoy volveremos sin una porción de estas montañas a casa.

Llegamos a una carretera de asfalto que viene de Casas de Ves, el tomamos a la derecha y nos adentramos en una pinada que atravesaremos para poner otra pincelada de color en la ruta. Todo este tramo es un planear por la cordillera y solo tendremos unos pequeños desniveles a salvar.

 Tras el bosque encaramos la entrada a Villa de Ves, allí buscaremos una fuente para rellenar el agua que hemos gastado, ya que conviene aventurarse sin agua pues no sabemos donde encontraremos la siguiente fuente.


Salimos del pueblo en ligera subida. Un poco más adelante la carretera se despeña hacia el abismo del Júcar allí donde este se embalsa en el pantano del Molinar.  

La carretera pronto nos deja una imponente vista del santuario encaramado a la cumbre del promontorio que domina el pantano, así como del propio embalse. Primero lo vemos desde arriba, pero conforme la carrera serpentea y baja, las vistas cambian y dejan nuevas y distintas perspectivas de este hermoso lugar.

Cogemos velocidad pero con la precaución de tener que encarar curvas muy cerradas sin visibilidad y con algo de gravilla en el suelo, sin embargo no dejamos, en cuanto tenemos la ocasión, de encontrar ese golpe de adrenalina que tanto nos gusta. Llegamos raudos a la entrada del barrio del santuario perteneciente a Villa de Ves. Desde aquí el camino empieza a ganar algo de altura. Luego la pendiente se acrecienta ya en vista directa del santuario allá arriba de la montaña. La pendiente de encona y se multiplica de forma exponencial, el muro se cree inexpugnable.

La sola visión de la rampa que tenemos por delante desanima al más pintado, pero Roda i Pedal no cede tan fácilmente. Atacamos la rampa con el pensamiento de “hasta donde pueda” pero cada pedalada nos acerca más a la cumbre. Las suspensiones bloqueadas y el zigzag a través del camino no son suficiente. Nos sentamos en la punta del sillín, el cuerpo volcado por completo sobre el manillar y empujando con todo sobre las bielas que se resisten a bajar y empujar las ruedas hacia delante. Cada cambio de trayectoria en los zigzag empeora la verticalidad sobre la bici y se convierte en un ejercicio de equilibrio para no sucumbir a la pendiente. El esfuerzo nubla la vista y solo oímos el golpeteo del corazón en las sienes mientras boqueamos intentando coger un aire que no es suficiente para oxigenar los pulmones, ya no digamos las piernas. Y cuando creo que ya no puedo más me obligo a otra pedalada y otra más que finalmente es la necesaria para llegar arriba. La alegría y la rabia me hacen levantar el puño como homenaje al triunfo. Ya arriba giro la cabeza para ver llegar a mis compañeros pero no lo hacen subidos a la bici… a poco más de cinco metros de la cumbre, la pendiente se ha cobrado su parte de la venganza y solo nos ha permitido a uno de los tres “clavar la pica en Flandes”, es suficiente. El esfuerzo ha sido tremendo, extremo, casi infinito. Necesitamos un par de minutos para tomar aire y bajar las casi 180 pulsaciones que asomaban amenazantes en el pulsómetro del más veterano, a fin de templar la mente y calmar las pulsaciones, ha sido la rampa más brutal a la que jamás nos habíamos enfrentado.Ya calmados, disfrutamos de las extraordinarias panorámicas que se nos ofrecen.
El embalse del Molinar a nuestros pies bajo la pequeña aldea. Tras la presa, el río desaparece en un cañón aún más estrecho que el que forma antes de la presa.

Al otro lado de esta atalaya, el embalse sigue, curso arriba, por el angosto pasillo que el río ha formado horadando estas montañas a través del tiempo, unas veces con la fuerza incontenida de la naturaleza y otras veces, con el suave y manso pacer de las aguas río abajo, con dulzura pero con determinada insistencia, royendo esta piedra caliza que parece más blanda de lo que realmente es. La otra orilla del río es un mar de pinos cubriendo la ladera de la montaña.

Y aquí, justo a nuestro lado, el santuario. Encaramado arriba de esta montaña, junto a los restos ya casi invisibles de un antiguo castillo, parece querer, y tal vez lo consigue, acrecentar su santidad tan cerca del cielo. Se engrandece su figura tal vez por no tener otro marco más que el propio cielo. Calmamos nuestra sed de instantáneas y de descanso, tanto físico como espiritual ante la apabullante calma que respiramos en este impresionante lugar. Al cabo de un rato nos ponemos otra vez en marcha, todo desbloqueado para bajar esta brutal rampa que nos da la sensación de que nos va a descabalgar por encima de la bicicleta. Tiramos de freno desde el inicio para impedir que las bicis cojan una inercia que nos pondría en problemas al intentar detenerlas. Desandamos el camino de la aldea hasta la carretera sin percatarnos de la fuente que hay junto a la primera casa, por suerte vamos bien surtidos de agua y no la necesitamos, pero siempre está bien saber donde podemos encontrar una fuente, la veremos en la visita de mañana. Ya en la carretera seguimos bajando y encontrando panorámicas del santuario ahora encaramado en la muela. La bajada sigue la misma tónica que antes: carreterita estrecha y curvas que no permiten visibilidad, así como algo de gravilla suelta. Ahora sí que estamos pegados al embalse y vemos un pequeño bosque de chopos y adelfas crecer a la misma orilla e incluso de dentro del agua.
Encaramos el túnel que nos pondrá sobre la presa. Corto e iluminado hace una curva de 90 grados que nos obliga a extremar la precaución ante la falta de una bombilla a mitad de camino ya cerca de la curva. Al otro lado de la presa otro túnel nos devuelve al camino ahora ya sin asfalto.

 
Comienza de nuevo la subida. Pronto el camino deja al descubierto sus intenciones. En todo su conjunto es una subida bastante tendida pero pone, aquí y allá, alguna rampa que se sale de la tónica general. Las curvas de herradura y los muretes al lado de la montaña me recuerdan con extrema nitidez a la portentosa subida del Tiñoso allá entre Calles y Chelva. La grava en el camino y algunos trozos más descarnados por la acción de la lluvia y del paso de algún coche, ponen la dificultad que la pendiente no es capaz de ponernos. Vamos superando la subida poco a poco y vamos regulando. Llegamos al desvío que se dirige hacia la antigua fábrica de luz. Este tramo fue descartado del track ya que era añadir unos 8 kilómetros añadidos a un desnivel de algo más de 100 metros, amén del tiempo que hubiéramos necesitado en este tramo de encajonamiento del río para las fotos de rigor, así que con todo el dolor del alma se tuvo que descartar este tramo. Tendremos entre los árboles la última visión del embalse antes del giro del camino y de que la altura y la distancia nos obliguen a rodear la montaña que veíamos delante desde el santuario.

-Mira, el agua se ve de azul turquesa…
-Pues yo creo que más hacia verde esmeralda…
Ya estaba el lío armado. Un tira y afloja que no somos capaces de dilucidar y que será la conversación estrella del resto del finde. Poco a poco vamos intuyendo el final de la subida. Al otro lado de la montaña el valle se llena nuevamente de trigales dorándose al sol allá donde aún no han sido cosechados.

No abandonamos por mucho tiempo la línea del bosque que nos ofrece sus oasis de sombra bajo el implacable sol de junio. Entramos en un tramo de dientes de sierra con subidas cortas pero intensas intercaladas con algunas algo más largas pero igualmente intensas. Las bajadas nos hacen atar en corto el avance en tropel de las burricas, pues a nuestra derecha la ladera se desploma hacia el embalse aunque aquí ya no veamos la presa. Poco después el esfuerzo de la subida pasa factura y necesitamos “gasolina” o lo que es lo mismo, parar para comer. Lo hacemos en una curva del camino con visión del río-embalse y bajo la sombra de los pinos y el frescor que ofrece la brisa enfriada en la sombra del bosque.

Vemos el río hacia el oeste brillar por la luz del sol poniente recién abandonada la perpendicular cenital. Tras la comida, una pequeña siesta “escuchando el silencio” reconforta tanto como la propia comida ingerida. Luego más fotos y aún a nuestro pesar, nos ponemos nuevamente en marcha, y es se estaba tan bien aquí… .


Las curvas del camino nos irán dejando estampas impresionantes de las aguas del río apretándose en el pantano. Sobre nosotros un grupo de más de 40 cuervos nos sobrevuela con mal presagio. ¿tan mala cara nos habrán visto? , pero las piernas y los pulmones están más que recuperados y seguimos para sortear el barranco de Mingo. Allí encontramos una enorme balsa contra incendios que nos hace prever que  debe haber alguna fuente cercana.  E voilá…, llegamos allí para comprobar el frescor del agua y rellenar las reservas a pesar de que aún tenemos suficiente agua en la camel. Un fino hilo de agua cae del caño de la fuente, pero será suficiente para saciar nuestra sed.

Rodeamos el barranco para encontrar justo después, otra vez pegados a la orilla del río, la bajada hacia el mismo. Perdemos altura a toda velocidad y encontramos formaciones rocosas a nuestra izquierda que nos recuerdan, tanto el camino como las rocas,  a las que vimos en la bajada del Aixortá. Abajo nos topamos de nuevo con un camino asfaltado que se sumerge bajo la cubierta vegetal de un bosque de chopos y álamos. El camino abovedado es una pequeña maravilla.

Así, bajo un manto de sombras que calma nuestra piel,  llegamos hasta un puente que cruza el río y se pega a una gran acequia. Remontamos el río y la acequia ahora por la parte norte, pegados a la montaña que esta mañana bordeábamos por la senda, allá arriba junto al precipicio. Este tramo de asfalto,  de nuevo bajo el sol abrasador y con viento en contra, se torna peligroso para algunos circuitos mentales, y Salva rápidamente se pone en cabeza del grupo estirando el hueco que pedalada a pedalada está abriendo con nosotros. Así llegamos hasta Tolosa. La aldea se encarama a la ladera norte mientras el río se ensancha, en una especie de pequeña bahía cubierta de verde vegetación, y en la que el puente, que cruza al otro lado, es todo un espectáculo.

Cruzamos la tranquila aldea y luego el puente. Ya al otro lado del río volvemos a estar a cubierto de la arboleda. El camino vuelve a ser biker y todo vuelve a su sitio. Disfrutamos de estos últimos kilómetros viendo el camino asfaltado y al sol que pega de lleno del otro lado del río, y bendiciendo haber optado por este camino cuando planificamos y revisamos la ruta.

Los paisajes se suceden y nos dejan atesorar postales para el recuerdo del que solo una ínfima parte se “pixelizaran” en la memoria de las cámaras, que para esta ocasión son dos. Entramos al pueblo y ya estamos a punto de cerrar el círculo en el puente.
 
Llegaremos hasta la playa fluvial para dejar constancia de ella en esta extraordinaria ruta que nos ha dejado una inmejorable sensación, con la sorpresa de encontrarnos con las chichas que plácidamente leían a la sombra de los chopos y que nos han visto llegar, solo nos faltará pues contarles la experiencia con detalle, ya en la terraza, delante de unas buenas y fresquitas cervezas.

Sábado.


Tras la ducha reparadora de rigor y una buena capa de aftersun sobre nuestra castigada piel, nos bajamos a una de las terrazas junto al río a tomarnos más gordas. Allí retomamos la cuestión del día: azul turquesa o verde esmeralda. Visitamos la isla central del azud y tras un paseo nos subimos al hotel a cenar. Un picoteo antes de la cena nos abre las ganas de beber más cervezas lo cual acaba definitivamente con las escasas probabilidades de salir del pueblo para hacer una fotos nocturnas. La cuestión cromática aún nos acompaña durante la cena y no es aceptada la propuesta de tablas, así que mañana, en la visita al embalse, decidiremos, con la opinión de las chicas, la tendencia del color, que con el paso de las cervezas y los cacharritos va tomando una tonalidad tanto de “azzud” esmeralda como de “vedde” turquesa. Seguimos disfrutando de la terraza y la conversación después de cenar mientras las chicas nos cuentas su día y planificamos las visitas del día siguiente, mientras los efluvios etílicos nos preparan para ir a dormir.



Domingo.

Desayunamos todos juntos y nos vamos en el grandote hacia las Casas del Cerro, una pedanía de Alcalá que tiene unas impresionantes vistas sobre la hoz del Júcar a su paso por el pueblo. 

 
Ávidos de sombras por tener la piel todavía echando humo, aún así visitamos tres miradores para obtener las mejores vistas del pueblo y es aquí donde nos haremos la foto de grupo de este viaje.

Luego desharemos por completo el camino para subir al castillo. Solo un momento después de aparcar llega una avalancha de coches y ruidosos curiosos que deslucirán un poco, y para nuestro gusto la visita al castillo.

Armados hoy con 4 cámaras serán centenares de fotos las que haremos a lo largo del día.
Tras esta visita bajamos por el pueblo hasta las cuevas del diablo… el frescor con el que nos reciben las cuevas son dignas de quedarnos aquí a vivir. Iniciamos la visita y nos quedamos a priori un poco defraudados ante lo que vemos, pero al abrir la puerta… un pasillo interminable se adentra en las entrañas de la montaña y la fuerza de la corriente nos impide cerrar la puerta, eso ya nos da una idea de la longitud del túnel por la fuerza del viento. La roca labrada para permitir este pasillo,  ha debido costar un trabajo enorme. Llegamos a un mirador en la parte alta del cañón que se asoma a la otra vertiente de la hoz.  
Abajo espera paciente el Júcar dormitando junto a una impenetrable arboleda que se pierde en la distancia y ante la siguiente hoz del río curso arriba hacia Jorquera. Bajamos por unas escaleras el equivalente a 4 ó 5 pisos (96 escalones) para llegar a otra cueva, enorme y excavada a golpe de cincel sobre la roca de arenisca. Utensilios y objetos varios parecen hacer un viaje en el tiempo sin orden ni concierto. Tan solo nos recuerdan que estos “trastos” existieron en otros tiempos, sin explicación ni indicaciones de para qué sirvieron ni cuando lo hicieron. La cueva está ambientada como un pub, con su pista de baile años 70 incluída,  y una terraza exterior que se asoma a la arboleda sobre el río. Tomaremos aquí una cerveza con esta excepcional vista que reconforta el ánimo.  

Luego iremos a comer y hacer una breve siesta antes de partir. Ya estaba acordado desde anoche con Ximo que dejaríamos las habitaciones después de comer para así poder descansar un rato y dejar las bicis guardadas justo hasta la hora de irnos.
Esta tarde y de camino a casa, queremos pasar por el santuario para enseñarles a las chicas la visita de ayer y poder disfrutar todos juntos de tan excepcional paraje. El camino nos hace encontrar la foto que ayer tanto buscamos y al final no encontramos. El trigo se mece junto a la vid a la sombra de los olivos. Pero la foto solo la tendremos en nuestra retina pues las cámaras no las teníamos preparadas para este momento. Llegamos al santuario mientras recordamos a la par que les contamos a las chicas el brutal esfuerzo que nos exigió ayer esta subida. Hoy con el coche todo será más fácil aunque con algún reparo de las chicas ante tan pronunciadísima pendiente. No en vano hay un momento que parece que el coche vaya a rodar sobre sí mismo ante tan descomunal rampa.
Llegados arriba, otra vez las cámaras a pleno rendimiento captaran decenas de instantáneas para el recuerdo que luego se triplicarán cuando nos intercambiemos las fotos. La foto de grupo sobre la roca que domina el pantano se anula ante la fuerza del viento y el riesgo de que tire la cámara ATPC. Así que con este pequeño contratiempo nos ponemos en camino hacia casa recordando el magnifico fin de semana biker que ya ha quedado atrás.
Analizando los pormenores nos damos cuenta que no hemos tenido ni el menor contratiempo, si exceptuamos esta última foto del lugar donde pernoctamos, que no habíamos previsto y que la tenemos de pura casualidad. 
El hotel muy apropiado a pesar de la sencillez de las habitaciones, la comida buena y con suficiente variedad para el menú, la atención por parte del personal correctísima, el precio inmejorable, el pueblo con los suficientes alicientes para ofrecernos momentos de paseo y bonitas vistas y visitas, la ruta con una variedad de paisajes e intensidad dignos de las mejores rutas. No podemos poner absolutamente ninguna pega… pero podemos pedir más y mejor para el próximo finde biker que ya contaremos en su momento y cuya cuenta atrás empieza en este preciso instante…
Ya en el camino de regreso, se nos ocurre al pasar por Requena, llevar a las chicas hasta la Casa Nueva, aquel palacete de estilo zarista que tanto nos cautivó en la ruta que realizamos por estos lares y que, debido a la cercanía, les podemos mostrar hoy a las chicas como colofón a otro inolvidable fin de semana en inmejorable compañía. Todo un lujo además de un grato placer.



TRACK DE LA RUTA: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=2985201