sábado, 14 de marzo de 2009

Crónica Parc Natural del Turia - Pea (Camino Alron)

"Compadim a aquells que no han pogut mai aïllar-se i no saben viatjar i admirar només que en ramat."
Norbert Casteret


Las semanas de rutas cortas, si por cortas entendemos sesenta y pico kilómetros, tienen el inconveniente que están tan trilladas que muchas veces las abordamos con el temor de caer en la monotonía, aunque afortunadamente nos gustan tanto los caminos que recorremos que siempre encontramos un nuevo aliciente en el paisaje tantas veces visto; parece mentira que esos caminos nos sigan sorprendiendo; eso depende de la intensidad y el detalle con que se mira.

Tenemos básicamente dos tipos de rutas: las primeras y más numerosas son estas rutas cortas alrededor de la base, que recorremos tres semanas al mes, de ahí se entiende que tengamos tan y tan cicladas las ocho rutas habituales y que en ocasiones pensemos en el peligro de “aburrirnos” de ellas.
Las otra rutas, son las de salida con el coche y el remolque, son aquellas previamente planeadas al detalle y como es lógico, aquellas que solemos aprovechar para alargarlas todo lo que posible y extraer el máximo en su recorrido . Estas rutas nos permiten descubrir zonas más lejanas o menos accesibles el resto del tiempo. Lógicamente no podemos cansarnos de esas rutas ya que siempre son una novedad, al margen de que salgan mejor o peor.
Todo esto viene a cuento de que la semana pasada cuando pensamos hacia donde dirigir nuestros pedales en la salida de hoy, se propuso La Montieleta como ruta prevista para este sábado. Las incontables veces que hemos subido esa atalaya, hizo que cambiáramos aquella ruta por esta que, como tal, es nueva. Ya rodamos por aquí el día que teníamos previsto llegar a la Cova Colomera y al final tan solo llegamos a la cruz de Pedralba desde Vilamarxant.
Hoy pues, nos propusimo llegar a nuestro destino desde Manises, recorriendo todo el trazado del Parc Natural del Turia. Este pequeño camino que bautizamos como el “camino de cuento de hadas” nos cautivó desde el primer momento , y hoy hemos comprobado la sensación de paz y descanso que proporciona la explanada en la que hemos almorzado.
El verdor exuberante que nos rodeaba en estos albores de la primavera, el frescor en este día de calor prematuro como corresponde a mediados de Marzo aquí en Valencia, y el sonido a naturaleza que trinaba por todas partes, nos ha hecho disfrutar de este paraje y de la calma que desprendía como hacía tiempo que no disfrutábamos.
La ausencia de vistas paisajísticas por estar metido en el valle entre las últimas montañas que encajonan al río Turia, no resta sin embargo ningún aliciente a visitar este exquisito lugar. Hoy, tal y como ya intuíamos por el hecho de estar tan cerca del Parque Natural, hemos visto a un grupo de bikers que también han llegado hasta aquí, tan solo pedimos desde nuestra bitácora tanto para este como para otros lugares naturales, RESPETO, y que nuestra única huella de haber estado allí se quede en nuestra memoria, no en el entorno.
Del camino poco que contar. Recorremos el camino del río desde la base hasta el final. Preciosas postales para el recuerdo que vamos atesorando en la memoria conforme remontamos el río.
Después subimos al camino asfaltado de la Pea y llegamos hasta la central eléctrica, justo allí arranca un camino a la izquierda que pasa por encima del canal que alimenta la central y que viene bajo la montaña desde la presa de la Pea cerca de Pedralba. Después el camino baja hasta la altura del río que oiremos a nuestra derecha. Enseguida rodaremos pegados a la montaña; el pico Alron se eleva a nuestra izquierda y da nombre a esta partida y camino; nos meteremos en un túnel vegetal que nos cautiva tanto como nos envuelve. Llegamos a la parte de la montaña más abrupta y erosionada, llena de grietas y agujeros en una mueca tenebrosa, más aún teniendo en cuenta la poca luz que hay en medio de la arboleda. Poco más adelante el camino se abre en un claro de bosque. Allí, a la sombra de los pinos y sentados en el verde manto de hierba, almorzaremos mientras un par de milanos nos sobrevuelan en circulo aprovechando las invisibles corrientes eólicas que los transportan sin aparente esfuerzo.

Tal vez busquen los dos patos que poco antes pasaron a ras del río con su colorido plumaje brillando al sol. Tras los bocatas nos ponemos nuevamente en marcha para llegar al camino de la Pea, donde disfrutaremos contemplando un simple campo de ajados algarrobos pero tan grandes y tan bien cuidados que no escaparan a nuestra atenta mirada por descubrir paisajes dignos de admiración.
A nuestra izquierda, en lontananza, se muestra o quizá deberíamos decir se expone toda la Serra Calderona que tantos y tan gratos recuerdos nos trae a la mente. Desfilan ante nuestros ojos las azules montañas que la distancia y la bruma liman y suavizan en sus escarpados rincones. Hoy no vemos el manto de verdosa frondosidad que con tanto placer palpamos la semana pasada; hoy no hay barrancos ni caminos, ni árboles ni amarillas aliagas. ni Columbretes ni mar ni Penyagolosa ni Aitana, solo una lámina de montañas azules descoloridas fundiéndose con el instenso azul del cielo que apunta primavera; pero aun así el paisaje es soberbio, no podría ser de otra manera.
Llegamos al principio del camino del Parque fluvial. Bajamos hasta pie de río y ya no lo abandonaremos hasta llegar a Manises. Un sábado más hemos encontrado mucha gente recorriendo este camino, cada cual a su manera, a pie, en bici, a caballo, incluso en quad y hasta un coche que por poco se come una cadena. No estaría mal que alguna patrulla de policía se diera una vuelta de vez en cuando para atajar estas situaciones que ponen en peligro a los más débiles, y esos no son los que dependen de dar gas o pisar el acelerador.
Hemos visto a las nuevas generaciones de deportistas que tomarán este camino con la frondosidad de la arboleda recién plantada en su máximo apogeo.
Hemos visto a padres que no dan abasto a guiar a tanto niño como tienen a su cuidado, hemos visto perros nadando en el río al cuidado de sus dueños, pero no convendría olvidar que también estén al cuidado de ellos cuando se internan en el camino. En definitiva hemos visto muchas cosas y casi todas buenas o cuanto menos agradables para un precioso paseo de un sábado que afortunadamente huele más a primavera que a fallas, a río que a pólvora, más a naturaleza que a negro asfalto y ciudad.
Somos plenamente conscientes del tesoro que tenemos a nuestro alcance y lo mejor de todo, poder disfrutar de tan hermosos parajes de una forma tan sencilla, de ahí que seamos cada vez más celosos de su cuidado, respeto y protección, solo de esa forma lograremos que perduren para el deleite de los que vendrán detrás; ojala podamos ayudar a conseguirlo, estamos en ello.
Track en Rutes de Roda i Pedal

sábado, 7 de marzo de 2009

Crónica Pla de Lluc-Olivera Morruda por Tristany

[....] tota la terra que el meu cor estima, des d’ací es veu en serres onejar
("Canigó", Jacinto Verdaguer y Santaló, 1886)

Esta es una rodada largo tiempo aplazada y quizá por eso la hemos disfrutado mucho más.
Nos ponemos en marcha al filo de las 08.30 en dirección al Pla de Lluc y llegamos al parking dentro del horario previsto, encontrando a la llegada el típico ajetreo de coches y bikers constante como de costumbre. Grupos saliendo en todas direcciones, otros montando las máquinas recién sacadas de los maleteros, otros haciendo estiramientos, en fin, que una intensa actividad recorre el lugar en esta soleada mañana de sábado. Nos ponemos a pedalear en dirección a la fuente de la Gota pasando el desvío que indica a Guarda y seguimos pedaleando por este camino que todo hay que decirlo, en este tramo presenta más baches que cráteres de impacto en la Luna, algunos de ellos de considerable tamaño que si vas rápido y de pillarte despistado, pueden incluso resultar algo peligrosos.
Llegamos al desvío a la derecha cuyo cartel que indica Rebalsadors y fuente del Berro, Luis nos dice que hoy iremos por aquí una vez estudiada la ruta; la subida por este camino presenta un desnivel más suave en todo su conjunto y aunque más constante en su dureza, esta no nos sacará de punto en ningún momento. Tirando de datos del pulsómetro no llegaremos a nuestro máximo en toda la subida, lo cual no deja de ser una buena señal. Pues nada, nos adentramos en este camino que en comparación al que llevábamos presenta un firme copado de piedras; es peor el aspecto que el rodar.
El camino pronto gira a la izquierda y comienza a subir en medio de un espeso pinar. Con la altura enseguida perdemos la protección de la arboleda y comienza a castigarnos el viento, el mismo que notamos en el coche al cuando veníamos hacia aquí, sin embargo estos claros nos permitirán echar una ojeada a las magnificas panorámicas que se nos ofrecen del valle de Valencia. El viento racheado aunque manteniendo la componte oeste, nos trae una limpieza ambiental que ya hacía tiempo que no disfrutábamos. La rampa no afloja en ningún momento, no sabremos de su constancia hasta llegar arriba, pero no estamos sufriendo demasiado aunque no nos vendría nada mal un descanso. Este se nos brinda en una obligada parada fotográfica, y en otra y otra y otra..... tremendo el espectáculo visual. Bajo nosotros y a los pies de La Calderona, una alfombra de pinos se extiende en todo nuestro campo de visión salpicado de un precioso amarillo, más allá, los campos de cultivo y algún pueblo que pinta de hormigón el verde paisaje.
Por encima de todo nos contemplan algunas de nuestras conocidas cumbres: Sant Miquèl, Santa Bárbara, La Montieleta, La Rodana, Chiva o Calicanto y coronando el horizonte, los montes de la Sierra de los Bosques, Sierra Martés o Muela de Cortes enlazándose y cerrando la parte sur del valle.

Más arriba y en otra de las paradas fotográficas, nos alcanzará un pelotón de bikers, son tantos que saldremos en medio de ellos y durante el resto de la subida, aún a pesar de nuestras frecuentes paradas, estaremos continuamente adelantándonos unos a otros.
En toda esta subida disfrutaremos del intenso toque de color que la amarilla flor de la aliaga pone en medio de tanto verde, además de un intenso aroma dulzón que nos recuerda al aroma de la vainilla.
Ya casi arriba del todo y antes de un pronunciado giro a la izquierda que coincide con la parte más dura de la subida, nos encontraremos con una de las mejores vistas de la jornada. Visión directa sobre la ciudad de Valencia y por detrás el golfo de Valencia, las playas de el Saler y Cullera y como no, la Serra de les Rabosses.

El Montgó domina el horizonte paisajístico internándose en el mar, dejando a su derecha una interminable franja de piedras azules elevándose y recortándose en el cielo. Localizamos muchas de esas cumbres e intuimos algunas otras sin saber exactamente si son o no, aunque algunas de ellas como el rey Mondúver, Aitana, Safor, Montcabrer, Menetjador, son de perfil indiscutible. Buscamos con ansia las cumbres de La Serrella y el Aixortá, futura salida del grupo por tierras alicantinas; también vemos a nuestros pies el impresionante conjunto arquitectónico de la Cartuja de Porta-Coeli visto desde otro ángulo.
La reciente crónica del amigo J.M. Almerich sobre su visita al monasterio y el recuerdo de sus palabras, junto con las fotos nos hacen verlo de otra manera a la vez envidiar al cronista.
El impresionante barranco que baja hacia el monasterio nos muestra el camino que serpentea junto a él y la diminuta figura de un biker esforzándose en la subida. Ante el abrumador y vasto panorama que de divisa, sumado a la altura del lugar donde nos encontramos, parece una hormiguita en la inmensidad del mundo.
Llegamos al desvío de la fuente del Poll con Rebalsadors, una vez allí giramos a la izquierda hacia Tristany y encaramos la última parte de la subida. En medio de la cuesta tendremos otra de las instantáneas de la jornada.
La vertiente de la montaña nos premia con la espectacular visión de la costa castellonense allá por Almenara más o menos, y más próximo los montes de Quartell que tanto nos recuerdan a nuestra Rodana, pero lo más sorprendente es la imagen que se desdibuja en la distancia del horizonte, son Les Illes Columbretes.
Indefinibles pero inequívocas, se asoman surgiendo de un mar calmo y tranquilo en apariencia. Estamos llegando a la parte alta del Monte Mayor por el camino de Gátova a Serra.
Ya arriba de esta pequeña planicie veremos el camino que tomaremos hoy de bajada y que otras veces hemos hecho de subida hasta Tristany; este corre paralelo al barranco de Villuela que es el que remontamos siempre desde la Fuente de la Gota, hoy lo recorreremos por primera vez a la inversa en todo su recorrido, pero eso será un poco más tarde. El fuerte viento que sigue soplando aquí arriba nos desaconseja subir a almorzar a la caseta de vigilancia forestal, cuya cumbre ya coronamos en otra ocasión, en su lugar iremos al Mas de Tristany a fin de estar más resguardados del viento, que sin ser muy frío, enfria rápidamente el sudor que a estas alturas de la mañana ya acumulamos.
En esta parte alta de la montaña nos toparemos con un precioso bosque de alcornoques de los pocos que quedan por la zona.
Llegados pues a Tristany, nos zampamos los bocatas plácidamente a la vez que recogemos calor como los lagartos al sol, mientras permanecemos inactivos tras el primer esfuerzo del día. Cuando nos pongamos de nuevo en marcha será otra cosa. Tras el avituallamiento, pedaleamos en dirección hacia la caseta de vigilancia, pero en lugar de tomar el camino de subida giramos a la izquierda en un descenso pronunciando a la vez que prolongado, roto y técnico que, al menos a quien escribe, estará a punto de poner a mirar de cerca las aliagas. Tremendo susto que después de un buen tramo de bajada sin control debido a una trazada equivocada y empeorada por el mal estado del terreno, no seré capaz de frenar o encontrar un sitio para rehacerme con el control hasta haber pasado un buen rato. La velocidad de bajada presagiaba un piñazo del 9, pero al final consigo alcanzar a mis compañeros que van por delante sin mayores consecuencias, hoy ha habido suerte.
En una de estas curvas tendremos visión directa por primera vez del Penyagolosa. La imponente mole granítica se perfila en el lejano horizonte empequeñeciendo las más altas cumbres de la cercana Serra de Espadán. Bajamos hacia el Mas del Coronel, una inmensa finca que se dedica a la cría de caballos. Este tramo nos obsequiará con una subida sin desperdicio, exigente pero llevadera que después nos premiará con una bajada trepidante y divertida como la que más, como diría aquel… las gallinas que entran por las que van saliendo.
Llegamos al desvío de la olivera Morruda, pero antes iremos hacia la derecha por esa misma carreterita un par de kilómetros hasta llegar a la Laguna del Portillo; es una antigua cantera abandonada y recuperada como humedal, junto a ella otras 4 antiguas minas, son hoy en día los únicos ecosistemas protegidos como tales lejos de los humedales de la costa.
Solo veremos esta pequeña laguna ya que el fuerte desnivel que se inicia aquí nos hace desistir de visitar las otras lagunas, quizá otro día. Volvemos hacia atrás hasta el desvío en una impresionante bajada que nos hará marcar la punta de velocidad del día. A ambos lados del camino los almendros en flor con sus brotes tiernos y verdes en contraste con las blancas y carnosas flores nos ofrecen un paisaje completo que invita a la primavera a tomar el relevo del largo y crudo invierno. Ahora sí que nos dirigimos hacia nuestro principal objetivo de hoy, la olivera Morruda.
Este es un árbol monumental datado en unos 1500 años de antigüedad, y uno de los 3 árboles monumentales que se concentran en el ámbito geográfico de la Serra Calderona. También cabe destacar el almez de La Cova Santa, árbol singular de más de 200 años de antigüedad. El imponente tamaño de La Morruda hace que la divisemos desde lejos. La colosal copa cubre un tronco viejo y retorcido con milenarias arrugas en su piel. Nódulos de madera dibujando extrañas formas bajo la corteza ajada pero llena de vida; majestuosa y digna de admiración casi nos postramos ante ella, la acariciamos y la observamos casi a la espera de que nos hable, que nos cuente su historia, sus vivencias y sobre todo sus anhelos y esperanzas para el mañana, pues a buen seguro que las compartiríamos. Como no podría ser de otra forma, nos hacemos fotos y más fotos con este cuarto ejemplar de árbol monumental que el grupo ya ha visitado, a saber: El Pí del Salt, El Pí de la Bassa, El Faig Pare y la Olivera Morruda, auténticos pozos de sabiduría, tolerancia, persistencia y adaptabilidad; ¡¡cuanto tienen que enseñarnos !!
Nos ponemos en marcha otra vez con la pena de tener que alejarnos de este grandioso ejemplar, pero la subida hasta Mas de Tristany se interpone entre nosotros y la hora de comer, así que pies para que os quiero nos ponemos a pedalear lanzando, ya en marcha, una última ojeada a La Morruda que dejamos rápidamente atrás. Vamos de frente hacia el Mas de Ferrer, una antigua masía valenciana recuperada como casa rural y afamado restaurante. Cogeremos un camino de tierra que se interna hacia la montaña a mano izquierda y que enseguida empieza a subir.
El viento barre las copas de los pinos y los plateados olivos creando un oleaje en la arboleda, el contraluz realza el efecto sobre la hojarasca que intenta hipnotizar los sentidos. A todo esto ya comenzamos a sentir el peso de la pendiente en las piernas, esto no ha hecho más que empezar. Nos armamos de paciencia y jugamos con el desarrollo y la cadencia en los pequeños descansillos que vamos encontrando. Transitamos junto al barranco de agua amarga y lo que más amargo nos parece son los cuatrocientos metros de desnivel que nos quedan hasta llegar a Tristany. Conforme subimos vemos que afortunadamente la pendiente no nos ahoga en ningún momento, eso si, tampoco nos da mucha tregua, pero mientras podamos regular las pulsaciones y no tirar los pulmones por la boca todo irá bien.
Llegamos al lugar donde Carlos nos espera a la sombra de unos pinos, y es que el chaval parece jugar en otra liga, en fin..... . Unos postes indican la cercanía de Tristany para nuestra inmensa alegría, ya que creíamos estar mucho más lejos de la cumbre y esto se nos antoja un paseo militar. Visto lo que hemos subido lo que queda no puede ser mucho peor, así que con fuerzas renovadas aceleramos el ritmo en este tramo de camino inmerso en una frondosa pinada festoneada nuevamente con el amarillo chillón de la flor de aliaga. Arriba la apabullante panorámica de las crestas de Espadán y el farallón inexpugnable del Penyagolosa colapsan nuestras retinas en un bombardeo fotónico de imágenes para el recuerdo que a buen seguro tardaremos en olvidar, por si acaso la nikoleta se pone nuevamente en marcha capturando de forma digital lo que nuestras retinas puedan olvidar.
Llegados de nuevo a Tristany, buscamos unas mesas al abrigo de la pinada para repartirnos el sol y protegernos del viento mientras comemos. La paz del lugar invita, tras el ágape y la tertulia, a un sueñecito reparador abrazados por los tenues rayos de sol que se filtran entre la pinada, con la alegría de que luego solo nos quedará bajar, que bien suena.
Así que tras el “cafelito” y un merecido descanso, ponemos el video en marcha y nos lanzamos en busca del parking donde nos espera el Toyota para dar por terminada otra excelente jornada de pedaleo.

El camino que tantas veces hemos subido está mucho, pero mucho peor que la última vez que lo transitamos. Afortunadamente hoy hemos subido por otro lado, pues de lo contrario hubiéramos tenido que echar pie a tierra en más de una ocasión con el consiguiente cabreo. Aun tratándose de la bajada esta no resulta del todo fácil. Las piedras, pedruscos, roderas y agujeros que atestan el camino se unen a la pendiente para dificultarnos la bajada, por lo que habrá que abusar de frenos para conseguir el objetivo.
En las pocas ocasiones que el firme lo permite, nos dejamos llevar por la emoción de la velocidad y curveamos esta bajada técnica que nos hará disfrutar de un más que merecido golpe de adrenalina. La velocidad solo la saborearemos en el tramo final, justo a punto de cerrar el ocho en que se ha convertido la ruta de hoy, en este tramo los baches que ya vimos a la ida nos acompañarán de nuevo hasta el coche. Saltando y sorteando baches iremos adelantándonos y cogiendo velocidad entre pedaladas y miradas de complicidad y de pique, serán las últimas sonrisan de la ruta de hoy.
Somos los últimos jinetes en regresar al parking, hoy también juntaremos las manos para lanzar al viento nuestro típico saludo de cierre de ruta, cuyo significado no es más que la complicidad en el esfuerzo compartido, digno merecedor de las muchas y gratas emociones acumuladas en estas más de cuatro horas de pedal de las que hemos disfrutado en la mañana-tarde de hoy. Hasta la próxima, compañeros.



Track en Rutes de Roda i Pedal

martes, 3 de marzo de 2009

Crónica Rodana Gran (solsticio de invierno)

A LA MUNTANYA
"Tu ens has vist néixer i créixer.
Nosaltres et devem músculs i pulmons.
Nosaltres et devem una cosa millor que aquesta:
els entusiasmes, les alegries altes i pures,
els records fortificants, la salut moral.
Nosaltres t'estimen apassionadament
com una amiga molt poderosa i molt bella;
i nosaltres només tenim una ambició
a l'explicar la nostre primera visita
als Pirineus Centrals: fer-te estimar"
Germans Cadier. Encapçalament de la primera part del llibre Au pays des isards


Comenzamos con una cita que, aunque referida a otras montañas, explica sin lugar a dudas nuestro particular idilio con La Rodana, así pues, a traves de esta cita la hermanaremos con los Pirineos.
Tocaba hoy el desfile invernal que no infernal a nuestra "reina", aunque finalmente ha sido infernal a tenor del día que nos comimos.
Las previsiones del viernes para hoy anunciaban lluvia pasado el medio día; toda la noche sin una gota y justo cuando estoy llegando a la base empiezan a caer unas gotas, nada preocupante en todo caso, pero aún así nos obliga a ponernos en marcha desde la primera pedalada con una fina llovizma. Antes de llegar a la muntanyeta paro a ponerme el chubasquero, Luis ya lo traía de inicio y "los toros", valientes como el que más, esperaran a coronar para ponérselo, un poco tarde, pero visto como llegaremos a casa igual da.
Las primeras cuatro gotas dejan el camino como a nosotros nos gusta, perfecto. Nada de polvo, nada de barro, blando pero compacto, y con un olor a limpieza extraordinario.
El inminente anuncio de la primavera en una vegetación ansiosa de flores y hojas nuevas, impregna el ambiente de una sutil fragancia a sabia nueva con toques de azahar y tierra mojada, potente en primera inspiración suavizando conforme pasa por la nariz... que diría algún experto catador de fragancias primaverales. Con los kilómetros, la alegría de este camino se irá diluyendo entre el barro y la incomodidad de pedalear bajo el suave pero constante chirimiri que, metro a metro va sumando gotas, motivo por el cual las escasas fotos de hoy se ceñirán esclusivamente al lavadero y por estar a cubierto. Afortunadamente esta ruta está más que documentada, graficamente hablando, en otras rutas a La Rodana. Hoy ciclaremos por la variante larga, el camino de la Baseta Blanca es otro de los que ha quedado en el olvido, la nueva variante, algo más larga pero infinitamente más bonita, junta en poco recorrido, una subida rota, una bajada más rota y por lo tanto técnica, un paso por medio del monte con toda la variedad de fragancias y, el avistamiento casi siempre de algún tipo de fauna local, en el día de hoy de lejos creíamos una perdiz, más de cerca nos ha parecido un pavo o quizá un faisán.
A partir de aquí empezaremos a acumular barro. Más aún cuando llegamos al camino de Cheste, este camino, muy transitado por coches y en pendiente, arrastra la tierra de los campos depositándola en el camino, con cuatro gotas de agua y la acción de las ruedas que actúan como una hormigonera ya está el lío montado. Muchos coches usan este camino para ir al campo de tiro, este no es el problema, pero sí lo es la poca-escasa-nula consideración de los automovilistas y/o motoristas, los unos y los otros por la velocidad que llevan sin tener en cuenta que todo el polvo que levantan nos lo comemos los que vamos más despacio y sin un parabrisas que nos proteja, en el caso de hoy no se levantaba polvo pero sí nos salpicaban de barro, amén de la perdida de adherencia y el peligro de que se nos lleven por delante. Un día más acción protesta en marcha. Igual todo es una cuestión de educación; si a los niños los educamos repitiéndoles las cosas hasta que las aprenden, a los automovilistas (ya adultos) igual hay que repetírselas más veces. Con esta van... muchas veces, esperemos que para algún ciclista no sea tarde. Que nadie se sienta agredido, yo también soy conductor, pero creo que mucho más solidario.
Pues con esto llegamos a pie de montaña. La primera rampa de Les Rodanes nos espera. Vemos la parte derecha del camino muy erosionada por la acción del agua de lluvias pasadas. La roca desnuda, limpia y brillante por la lluvia nos muestra su dureza, tanta como el camino en el que nos hemos metido. Vamos subiendo dándonos cuenta que estamos controlando mejor las pulsaciones, hoy mandamos nosotros sobre ellas y no a la inversa como era costumbre. Llegamos al descansillo de arriba y recobramos el aliento junto al mirador mientras comentamos esto último. No nos ha pasado desapercibido el biker que nos ha adelantado en plena subida, venía como un tiro pues al inicio no lo hemos visto venir detrás, y para adelantarnos en esta corta subida tenía que venir lanzado, igual por eso no lo hemos visto subir a La Rodana. Nos lanzamos hacia abajo con la precaución de un camino muy mojado y con poco agarre, pero el subidón que experimentamos con la velocidad nos hace aparcar por un momento la precaución y dar rienda suelta a la emoción. Llegamos rápidamente al cruce de la Bassa Barreta, nos vamos a la izquierda (esta vez sin dislexias), para abordar la subida de la luz. Una vez aquí nos planteamos si almorzar arriba bajo la insistente lluvia o bien ir a Vilamarxant y guarecernos bajo el techo del lavadero, cuando lleguemos arriba de La Rodana decidiremos según evolucione la lluvia.


Encaramos los pilares, nuestro particular "portell de l´infern", la primera rampa nos confirma, afortunadamente, que la lluvia no ha hecho mella, de momento, en el agarre del firme; eso si, el camino sigue tan mal como la última vez, así que vamos buscando unos metros por delante la mejor trazada posible, huyendo de las cuchillas de rodeno que brotan del suelo, pensando que será peor aún en la bajada por el efecto de la velocidad.
Conforme subimos nos deleitamos con la visión que se nos ofrece. La particular atmósfera saturada de humedad, arranca del bosque de la ladera de la montaña un aliento de niebla que queda concentrada en la parte baja del valle. El día nos recuerda la televisión de antaño; casi en blanco y negro, bueno con algún gris, y algún verde oscuro arrancado de la pinada casi a estirones por debajo de la bruma. Seguimos subiendo. La última rampa se cebará con el grupo, uno a uno iremos desmontando de la bici a escasos 10 metros de la cima. El colosal porcentaje, la piedra viva mojada y deslizante unida a los irracionales badenes que cruzan el camino en horizontal en vez de hacerlo en diagonal, (que facilitaría la tarea a la vez que sacaría más agua del camino, pero en fin, algún “visionario” en la planificación de obras se pasó por aquí) harán que vayamos sucumbiendo uno tras otro. El efecto de desgaste del agua embalsado por los badenes a erosionado la tierra dejando al descubierto toda una pléyade de piedras de rodeno difíciles de esquivar y más aún de rodar, la potente pedalada gastada en el badén anterior nos hace quedarnos sin recursos para abordar este obstáculo así que si la suerte no acompaña en la trazada perfecta, estas jodido (perdón) y esta vez no nos acompañará, por lo que llegamos arriba andando y maldiciendo en arameo por lo poquísimo que ha faltado. El vértice nos saluda con una sarcástica sonrisa, pues sabe que nuestra alegría no es del todo completa esta vez. Junto con la montaña se creen vencedores de la partida, quizá de esta batalla, pero la guerra continúa, nos veremos en primavera. Entonces un nuevo asalto medirá las fuerzas y pondrá las sonrisas en su sitio, cuando nos hayamos recuperado del esfuerzo. Vencedores o vencidos, con ella poco importa, hemos rendido pleitesía a nuestra montaña. Una estación más la hemos visitado, acompañado y disfrutado como hacemos siempre en este pedazo de tierra que sentimos como nuestro.
Visto que la lluvia no escampa sino mas bien al contrario, nos lanzamos cuesta abajo en busca de la velocidad de la bajada, pocas alegrías en este tramo hasta la luz pero, a partir de allí la cosa cambia. Metemos la directa y pronto ganamos velocidad, la lluvia y las gotas y el barro que nos lanza la rueda delantera nos cubrirá las gafas de tal manera que en algunos tramos, sobre todo hacia el final de la bajada, lo haremos casi por instinto, por puro conocimiento del terreno. La corriente está horadando un pequeño surco en el camino que lo estrecha, así que vamos de lado a lado intentando no quedarnos en medio de este surco. La rodera después de la curva es otra historia; se ha ido agrandando en los últimos tiempos y hoy con agua y con la escasa visibilidad que tenemos tendremos que entrar con mucha precaución, o al menos eso aconseja el sentido común, pero la inercia de la bajada y un poco de temeridad por la emoción y el disfrute de este tramo nos hace abordarla jugando con el peligro, eso sí, con un cierto margen de seguridad todavía guardado en el fondo de la camelback, muy en el fondo. El resto del camino hasta el pueblo iremos comentando las anécdotas de la bajada. Callejeamos hasta el lavadero por la parte de atrás del pabellón cubierto, por una calle peatonal a modo de circuito para andar (suponemos que será la particular ruta del colesterol del pueblo). El lavadero que data de 1905 se mantiene en muy buen estado de conservación aunque no exento del ataque grafitero de algún "ergúmenotontolhaba”.


Es una estructura con arcadas a cuatro calles y una techumbre de teja y techado interior de madera con dos pilas alargadas por las que corre el agua creando en su desaguar un perpetuo murmullo realmente agradable. Almorzamos bajo techo, viendo en la oscura arboleda del parque de arriba y en contraste la persistente lluvia que arrecia por momentos. Vamos tan mojados que tanto nos daría meternos dentro de la pila para quitarnos el barro y la tierra que llevamos por dentro del maillot. No nos demoramos en el almuerzo pues enseguida empezamos a notar la bajada del calor corporal por la falta de actividad. Unas fotos del lugar y otra vez en marcha.

Antes hemos tenido que pasar por el desagradable trance de calzarnos los guantes fríos y empapados y sentarnos en el sillín, sintiendo la inquietante sensación de la badana mojada bajo nuestras posaderas. Nos ponemos a arrearle como locos una vez llegamos al río. No se muy bien si es por las ganas de entrar en calor o por dejar atrás las sensaciones tan extrañas que acabamos de experimentar. Sea como fuere llegamos a Riba Roja en un suspiro. Tanto tirar me han sacado de punto y hasta aquí llego. Mantendré una buena marcha pero ni de lejos intento seguir a "los toros" que hoy están en plan "cabrito". Luis se queda a mi vera y junto iremos desgranando la última quinta parte del camino. Cuando llegamos a la base ya tienen preparada la manguera y sus bicis ya están limpias y todo, llegamos a tiro hecho para pasar por el ritual de la ducha en plena calle con agua fría y en pleno invierno por segunda vez en menos de un mes, ¿quien da más?


Tras toda esta parafernalia y el desastre que se monta en el garaje y el "puro" por sorpresa que nos hecha el abuelo, nos disponemos a meternos algo calentito para quitarnos el frio... "niño, trae unas cervezas", así que brindando por otra "carabassada" en grupo nos disponemos a deleitarnos en los detalles de lo vivido mientras planeamos futuras y ansiadas rutas. Prometemos volver para contarlas.