A LA MUNTANYA
"Tu ens has vist néixer i créixer.
Nosaltres et devem músculs i pulmons.
Nosaltres et devem una cosa millor que aquesta:
els entusiasmes, les alegries altes i pures,
els records fortificants, la salut moral.
Nosaltres t'estimen apassionadament
com una amiga molt poderosa i molt bella;
i nosaltres només tenim una ambició
a l'explicar la nostre primera visita
als Pirineus Centrals: fer-te estimar"
Germans Cadier. Encapçalament de la primera part del llibre Au pays des isards
"Tu ens has vist néixer i créixer.
Nosaltres et devem músculs i pulmons.
Nosaltres et devem una cosa millor que aquesta:
els entusiasmes, les alegries altes i pures,
els records fortificants, la salut moral.
Nosaltres t'estimen apassionadament
com una amiga molt poderosa i molt bella;
i nosaltres només tenim una ambició
a l'explicar la nostre primera visita
als Pirineus Centrals: fer-te estimar"
Germans Cadier. Encapçalament de la primera part del llibre Au pays des isards
Comenzamos con una cita que, aunque referida a otras montañas, explica sin lugar a dudas nuestro particular idilio con La Rodana, así pues, a traves de esta cita la hermanaremos con los Pirineos.
Tocaba hoy el desfile invernal que no infernal a nuestra "reina", aunque finalmente ha sido infernal a tenor del día que nos comimos.
Las previsiones del viernes para hoy anunciaban lluvia pasado el medio día; toda la noche sin una gota y justo cuando estoy llegando a la base empiezan a caer unas gotas, nada preocupante en todo caso, pero aún así nos obliga a ponernos en marcha desde la primera pedalada con una fina llovizma. Antes de llegar a la muntanyeta paro a ponerme el chubasquero, Luis ya lo traía de inicio y "los toros", valientes como el que más, esperaran a coronar para ponérselo, un poco tarde, pero visto como llegaremos a casa igual da.
Las primeras cuatro gotas dejan el camino como a nosotros nos gusta, perfecto. Nada de polvo, nada de barro, blando pero compacto, y con un olor a limpieza extraordinario.
El inminente anuncio de la primavera en una vegetación ansiosa de flores y hojas nuevas, impregna el ambiente de una sutil fragancia a sabia nueva con toques de azahar y tierra mojada, potente en primera inspiración suavizando conforme pasa por la nariz... que diría algún experto catador de fragancias primaverales. Con los kilómetros, la alegría de este camino se irá diluyendo entre el barro y la incomodidad de pedalear bajo el suave pero constante chirimiri que, metro a metro va sumando gotas, motivo por el cual las escasas fotos de hoy se ceñirán esclusivamente al lavadero y por estar a cubierto. Afortunadamente esta ruta está más que documentada, graficamente hablando, en otras rutas a La Rodana. Hoy ciclaremos por la variante larga, el camino de la Baseta Blanca es otro de los que ha quedado en el olvido, la nueva variante, algo más larga pero infinitamente más bonita, junta en poco recorrido, una subida rota, una bajada más rota y por lo tanto técnica, un paso por medio del monte con toda la variedad de fragancias y, el avistamiento casi siempre de algún tipo de fauna local, en el día de hoy de lejos creíamos una perdiz, más de cerca nos ha parecido un pavo o quizá un faisán.
A partir de aquí empezaremos a acumular barro. Más aún cuando llegamos al camino de Cheste, este camino, muy transitado por coches y en pendiente, arrastra la tierra de los campos depositándola en el camino, con cuatro gotas de agua y la acción de las ruedas que actúan como una hormigonera ya está el lío montado. Muchos coches usan este camino para ir al campo de tiro, este no es el problema, pero sí lo es la poca-escasa-nula consideración de los automovilistas y/o motoristas, los unos y los otros por la velocidad que llevan sin tener en cuenta que todo el polvo que levantan nos lo comemos los que vamos más despacio y sin un parabrisas que nos proteja, en el caso de hoy no se levantaba polvo pero sí nos salpicaban de barro, amén de la perdida de adherencia y el peligro de que se nos lleven por delante. Un día más acción protesta en marcha. Igual todo es una cuestión de educación; si a los niños los educamos repitiéndoles las cosas hasta que las aprenden, a los automovilistas (ya adultos) igual hay que repetírselas más veces. Con esta van... muchas veces, esperemos que para algún ciclista no sea tarde. Que nadie se sienta agredido, yo también soy conductor, pero creo que mucho más solidario.
Pues con esto llegamos a pie de montaña. La primera rampa de Les Rodanes nos espera. Vemos la parte derecha del camino muy erosionada por la acción del agua de lluvias pasadas. La roca desnuda, limpia y brillante por la lluvia nos muestra su dureza, tanta como el camino en el que nos hemos metido. Vamos subiendo dándonos cuenta que estamos controlando mejor las pulsaciones, hoy mandamos nosotros sobre ellas y no a la inversa como era costumbre. Llegamos al descansillo de arriba y recobramos el aliento junto al mirador mientras comentamos esto último. No nos ha pasado desapercibido el biker que nos ha adelantado en plena subida, venía como un tiro pues al inicio no lo hemos visto venir detrás, y para adelantarnos en esta corta subida tenía que venir lanzado, igual por eso no lo hemos visto subir a La Rodana. Nos lanzamos hacia abajo con la precaución de un camino muy mojado y con poco agarre, pero el subidón que experimentamos con la velocidad nos hace aparcar por un momento la precaución y dar rienda suelta a la emoción. Llegamos rápidamente al cruce de la Bassa Barreta, nos vamos a la izquierda (esta vez sin dislexias), para abordar la subida de la luz. Una vez aquí nos planteamos si almorzar arriba bajo la insistente lluvia o bien ir a Vilamarxant y guarecernos bajo el techo del lavadero, cuando lleguemos arriba de La Rodana decidiremos según evolucione la lluvia.
Tocaba hoy el desfile invernal que no infernal a nuestra "reina", aunque finalmente ha sido infernal a tenor del día que nos comimos.
Las previsiones del viernes para hoy anunciaban lluvia pasado el medio día; toda la noche sin una gota y justo cuando estoy llegando a la base empiezan a caer unas gotas, nada preocupante en todo caso, pero aún así nos obliga a ponernos en marcha desde la primera pedalada con una fina llovizma. Antes de llegar a la muntanyeta paro a ponerme el chubasquero, Luis ya lo traía de inicio y "los toros", valientes como el que más, esperaran a coronar para ponérselo, un poco tarde, pero visto como llegaremos a casa igual da.
Las primeras cuatro gotas dejan el camino como a nosotros nos gusta, perfecto. Nada de polvo, nada de barro, blando pero compacto, y con un olor a limpieza extraordinario.
El inminente anuncio de la primavera en una vegetación ansiosa de flores y hojas nuevas, impregna el ambiente de una sutil fragancia a sabia nueva con toques de azahar y tierra mojada, potente en primera inspiración suavizando conforme pasa por la nariz... que diría algún experto catador de fragancias primaverales. Con los kilómetros, la alegría de este camino se irá diluyendo entre el barro y la incomodidad de pedalear bajo el suave pero constante chirimiri que, metro a metro va sumando gotas, motivo por el cual las escasas fotos de hoy se ceñirán esclusivamente al lavadero y por estar a cubierto. Afortunadamente esta ruta está más que documentada, graficamente hablando, en otras rutas a La Rodana. Hoy ciclaremos por la variante larga, el camino de la Baseta Blanca es otro de los que ha quedado en el olvido, la nueva variante, algo más larga pero infinitamente más bonita, junta en poco recorrido, una subida rota, una bajada más rota y por lo tanto técnica, un paso por medio del monte con toda la variedad de fragancias y, el avistamiento casi siempre de algún tipo de fauna local, en el día de hoy de lejos creíamos una perdiz, más de cerca nos ha parecido un pavo o quizá un faisán.
A partir de aquí empezaremos a acumular barro. Más aún cuando llegamos al camino de Cheste, este camino, muy transitado por coches y en pendiente, arrastra la tierra de los campos depositándola en el camino, con cuatro gotas de agua y la acción de las ruedas que actúan como una hormigonera ya está el lío montado. Muchos coches usan este camino para ir al campo de tiro, este no es el problema, pero sí lo es la poca-escasa-nula consideración de los automovilistas y/o motoristas, los unos y los otros por la velocidad que llevan sin tener en cuenta que todo el polvo que levantan nos lo comemos los que vamos más despacio y sin un parabrisas que nos proteja, en el caso de hoy no se levantaba polvo pero sí nos salpicaban de barro, amén de la perdida de adherencia y el peligro de que se nos lleven por delante. Un día más acción protesta en marcha. Igual todo es una cuestión de educación; si a los niños los educamos repitiéndoles las cosas hasta que las aprenden, a los automovilistas (ya adultos) igual hay que repetírselas más veces. Con esta van... muchas veces, esperemos que para algún ciclista no sea tarde. Que nadie se sienta agredido, yo también soy conductor, pero creo que mucho más solidario.
Pues con esto llegamos a pie de montaña. La primera rampa de Les Rodanes nos espera. Vemos la parte derecha del camino muy erosionada por la acción del agua de lluvias pasadas. La roca desnuda, limpia y brillante por la lluvia nos muestra su dureza, tanta como el camino en el que nos hemos metido. Vamos subiendo dándonos cuenta que estamos controlando mejor las pulsaciones, hoy mandamos nosotros sobre ellas y no a la inversa como era costumbre. Llegamos al descansillo de arriba y recobramos el aliento junto al mirador mientras comentamos esto último. No nos ha pasado desapercibido el biker que nos ha adelantado en plena subida, venía como un tiro pues al inicio no lo hemos visto venir detrás, y para adelantarnos en esta corta subida tenía que venir lanzado, igual por eso no lo hemos visto subir a La Rodana. Nos lanzamos hacia abajo con la precaución de un camino muy mojado y con poco agarre, pero el subidón que experimentamos con la velocidad nos hace aparcar por un momento la precaución y dar rienda suelta a la emoción. Llegamos rápidamente al cruce de la Bassa Barreta, nos vamos a la izquierda (esta vez sin dislexias), para abordar la subida de la luz. Una vez aquí nos planteamos si almorzar arriba bajo la insistente lluvia o bien ir a Vilamarxant y guarecernos bajo el techo del lavadero, cuando lleguemos arriba de La Rodana decidiremos según evolucione la lluvia.
Encaramos los pilares, nuestro particular "portell de l´infern", la primera rampa nos confirma, afortunadamente, que la lluvia no ha hecho mella, de momento, en el agarre del firme; eso si, el camino sigue tan mal como la última vez, así que vamos buscando unos metros por delante la mejor trazada posible, huyendo de las cuchillas de rodeno que brotan del suelo, pensando que será peor aún en la bajada por el efecto de la velocidad.
Conforme subimos nos deleitamos con la visión que se nos ofrece. La particular atmósfera saturada de humedad, arranca del bosque de la ladera de la montaña un aliento de niebla que queda concentrada en la parte baja del valle. El día nos recuerda la televisión de antaño; casi en blanco y negro, bueno con algún gris, y algún verde oscuro arrancado de la pinada casi a estirones por debajo de la bruma. Seguimos subiendo. La última rampa se cebará con el grupo, uno a uno iremos desmontando de la bici a escasos 10 metros de la cima. El colosal porcentaje, la piedra viva mojada y deslizante unida a los irracionales badenes que cruzan el camino en horizontal en vez de hacerlo en diagonal, (que facilitaría la tarea a la vez que sacaría más agua del camino, pero en fin, algún “visionario” en la planificación de obras se pasó por aquí) harán que vayamos sucumbiendo uno tras otro. El efecto de desgaste del agua embalsado por los badenes a erosionado la tierra dejando al descubierto toda una pléyade de piedras de rodeno difíciles de esquivar y más aún de rodar, la potente pedalada gastada en el badén anterior nos hace quedarnos sin recursos para abordar este obstáculo así que si la suerte no acompaña en la trazada perfecta, estas jodido (perdón) y esta vez no nos acompañará, por lo que llegamos arriba andando y maldiciendo en arameo por lo poquísimo que ha faltado. El vértice nos saluda con una sarcástica sonrisa, pues sabe que nuestra alegría no es del todo completa esta vez. Junto con la montaña se creen vencedores de la partida, quizá de esta batalla, pero la guerra continúa, nos veremos en primavera. Entonces un nuevo asalto medirá las fuerzas y pondrá las sonrisas en su sitio, cuando nos hayamos recuperado del esfuerzo. Vencedores o vencidos, con ella poco importa, hemos rendido pleitesía a nuestra montaña. Una estación más la hemos visitado, acompañado y disfrutado como hacemos siempre en este pedazo de tierra que sentimos como nuestro.
Visto que la lluvia no escampa sino mas bien al contrario, nos lanzamos cuesta abajo en busca de la velocidad de la bajada, pocas alegrías en este tramo hasta la luz pero, a partir de allí la cosa cambia. Metemos la directa y pronto ganamos velocidad, la lluvia y las gotas y el barro que nos lanza la rueda delantera nos cubrirá las gafas de tal manera que en algunos tramos, sobre todo hacia el final de la bajada, lo haremos casi por instinto, por puro conocimiento del terreno. La corriente está horadando un pequeño surco en el camino que lo estrecha, así que vamos de lado a lado intentando no quedarnos en medio de este surco. La rodera después de la curva es otra historia; se ha ido agrandando en los últimos tiempos y hoy con agua y con la escasa visibilidad que tenemos tendremos que entrar con mucha precaución, o al menos eso aconseja el sentido común, pero la inercia de la bajada y un poco de temeridad por la emoción y el disfrute de este tramo nos hace abordarla jugando con el peligro, eso sí, con un cierto margen de seguridad todavía guardado en el fondo de la camelback, muy en el fondo. El resto del camino hasta el pueblo iremos comentando las anécdotas de la bajada. Callejeamos hasta el lavadero por la parte de atrás del pabellón cubierto, por una calle peatonal a modo de circuito para andar (suponemos que será la particular ruta del colesterol del pueblo). El lavadero que data de 1905 se mantiene en muy buen estado de conservación aunque no exento del ataque grafitero de algún "ergúmenotontolhaba”.
Conforme subimos nos deleitamos con la visión que se nos ofrece. La particular atmósfera saturada de humedad, arranca del bosque de la ladera de la montaña un aliento de niebla que queda concentrada en la parte baja del valle. El día nos recuerda la televisión de antaño; casi en blanco y negro, bueno con algún gris, y algún verde oscuro arrancado de la pinada casi a estirones por debajo de la bruma. Seguimos subiendo. La última rampa se cebará con el grupo, uno a uno iremos desmontando de la bici a escasos 10 metros de la cima. El colosal porcentaje, la piedra viva mojada y deslizante unida a los irracionales badenes que cruzan el camino en horizontal en vez de hacerlo en diagonal, (que facilitaría la tarea a la vez que sacaría más agua del camino, pero en fin, algún “visionario” en la planificación de obras se pasó por aquí) harán que vayamos sucumbiendo uno tras otro. El efecto de desgaste del agua embalsado por los badenes a erosionado la tierra dejando al descubierto toda una pléyade de piedras de rodeno difíciles de esquivar y más aún de rodar, la potente pedalada gastada en el badén anterior nos hace quedarnos sin recursos para abordar este obstáculo así que si la suerte no acompaña en la trazada perfecta, estas jodido (perdón) y esta vez no nos acompañará, por lo que llegamos arriba andando y maldiciendo en arameo por lo poquísimo que ha faltado. El vértice nos saluda con una sarcástica sonrisa, pues sabe que nuestra alegría no es del todo completa esta vez. Junto con la montaña se creen vencedores de la partida, quizá de esta batalla, pero la guerra continúa, nos veremos en primavera. Entonces un nuevo asalto medirá las fuerzas y pondrá las sonrisas en su sitio, cuando nos hayamos recuperado del esfuerzo. Vencedores o vencidos, con ella poco importa, hemos rendido pleitesía a nuestra montaña. Una estación más la hemos visitado, acompañado y disfrutado como hacemos siempre en este pedazo de tierra que sentimos como nuestro.
Visto que la lluvia no escampa sino mas bien al contrario, nos lanzamos cuesta abajo en busca de la velocidad de la bajada, pocas alegrías en este tramo hasta la luz pero, a partir de allí la cosa cambia. Metemos la directa y pronto ganamos velocidad, la lluvia y las gotas y el barro que nos lanza la rueda delantera nos cubrirá las gafas de tal manera que en algunos tramos, sobre todo hacia el final de la bajada, lo haremos casi por instinto, por puro conocimiento del terreno. La corriente está horadando un pequeño surco en el camino que lo estrecha, así que vamos de lado a lado intentando no quedarnos en medio de este surco. La rodera después de la curva es otra historia; se ha ido agrandando en los últimos tiempos y hoy con agua y con la escasa visibilidad que tenemos tendremos que entrar con mucha precaución, o al menos eso aconseja el sentido común, pero la inercia de la bajada y un poco de temeridad por la emoción y el disfrute de este tramo nos hace abordarla jugando con el peligro, eso sí, con un cierto margen de seguridad todavía guardado en el fondo de la camelback, muy en el fondo. El resto del camino hasta el pueblo iremos comentando las anécdotas de la bajada. Callejeamos hasta el lavadero por la parte de atrás del pabellón cubierto, por una calle peatonal a modo de circuito para andar (suponemos que será la particular ruta del colesterol del pueblo). El lavadero que data de 1905 se mantiene en muy buen estado de conservación aunque no exento del ataque grafitero de algún "ergúmenotontolhaba”.
Es una estructura con arcadas a cuatro calles y una techumbre de teja y techado interior de madera con dos pilas alargadas por las que corre el agua creando en su desaguar un perpetuo murmullo realmente agradable. Almorzamos bajo techo, viendo en la oscura arboleda del parque de arriba y en contraste la persistente lluvia que arrecia por momentos. Vamos tan mojados que tanto nos daría meternos dentro de la pila para quitarnos el barro y la tierra que llevamos por dentro del maillot. No nos demoramos en el almuerzo pues enseguida empezamos a notar la bajada del calor corporal por la falta de actividad. Unas fotos del lugar y otra vez en marcha.
Antes hemos tenido que pasar por el desagradable trance de calzarnos los guantes fríos y empapados y sentarnos en el sillín, sintiendo la inquietante sensación de la badana mojada bajo nuestras posaderas. Nos ponemos a arrearle como locos una vez llegamos al río. No se muy bien si es por las ganas de entrar en calor o por dejar atrás las sensaciones tan extrañas que acabamos de experimentar. Sea como fuere llegamos a Riba Roja en un suspiro. Tanto tirar me han sacado de punto y hasta aquí llego. Mantendré una buena marcha pero ni de lejos intento seguir a "los toros" que hoy están en plan "cabrito". Luis se queda a mi vera y junto iremos desgranando la última quinta parte del camino. Cuando llegamos a la base ya tienen preparada la manguera y sus bicis ya están limpias y todo, llegamos a tiro hecho para pasar por el ritual de la ducha en plena calle con agua fría y en pleno invierno por segunda vez en menos de un mes, ¿quien da más?
Tras toda esta parafernalia y el desastre que se monta en el garaje y el "puro" por sorpresa que nos hecha el abuelo, nos disponemos a meternos algo calentito para quitarnos el frio... "niño, trae unas cervezas", así que brindando por otra "carabassada" en grupo nos disponemos a deleitarnos en los detalles de lo vivido mientras planeamos futuras y ansiadas rutas. Prometemos volver para contarlas.
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