Reseu als Sants de la Pedra, tingeu-los contents en tot; que està la collita en l’aire, i si apedrega, nos fot. (dicho agrícola valenciano.)
De epopeya tendríamos que calificar esta rodada. No es la primera que nos marcamos de un tiempo a esta parte… ni será la última. El reto de hoy consistía en llegar a la ermita del Sants de Pedra, allá en Sueca saliendo desde la base en Manises. La otra vez que estuvimos allí salimos desde el Saler, así que la ruta se presentaba larga.
La dificultad de esta ruta consistía principalmente en su longitud, pues el cálculo nos ponía en el mejor de los casos por encima de los 100km. y esta distancia en bicicleta de montaña, aunque sea sin desnivel, representa muchos kilómetros para este tipo de bicis, eso sin olvidar la carga “camelbackera” que llevamos con el “atillo” para todo el día.
Teníamos varios alicientes. Por un lado el superar esa marca kilométrica que ya marcamos con la ruta de la Albufera y que dejamos sobre los 90 kilómetros; otra, acercarnos en la época del año con mayor número de aves en la zona de la Albufera y la Marjal, pues es en el mes de febrero cuando se lleva a cabo el recuento de aves en la zona de la Albufera. Y por último, contar con la compañía de Carlos, que en las anteriores incursiones por estos parajes no nos había acompañado. Después de que la semana pasada le mostráramos la ruta de la Virgen del Castillo de Chiva, ya que la primera vez tampoco vino con nosotros. Hemos cogido pues la dinámica de realizar rutas todo el grupo junto. Estábamos deseosos de mostrarle el exquisito paraje de La Devesa, repletos de rincones mágicos y deliciosos dignos de saborear. Y por otro lado, puestos a marcar un record, mejor estar todos, que así se saborean mejor.
Con estas ideas en mente nos ponemos en marcha bajando hacia el río por la cuesta suicida que después de bajarla varias veces ya no nos parece tan brutal ni empinada como las primeras veces (lástima que aquellas primeras veces iba delante y no les pude ver la cara a los compañeros cuando vieron por primera vez a donde los llevaba, suerte que ya me conocen…). Es llegar al camino del Parc Fluvial y comienzan los problemas para Salva. Su bici se amotina y se niega a cambiar de piño como es debido. A la altura del azud de la acequia de Mestalla nos dice que se vuelve para casa, que así es imposible rodar. Empezamos a manipular los tornillos de tope de la corona trasera pero ni aún así, lo poco que conseguimos mejorar se estropea dos pedaladas más adelante. Esta será la tónica de toda la etapa, pero contando con un terreno llano como el de hoy el cambio de corona era mucho menos imprescindible que el de platos, así que poco a poco aunque con el lógico cabreo e incomodidad vamos avanzando.
Teníamos varios alicientes. Por un lado el superar esa marca kilométrica que ya marcamos con la ruta de la Albufera y que dejamos sobre los 90 kilómetros; otra, acercarnos en la época del año con mayor número de aves en la zona de la Albufera y la Marjal, pues es en el mes de febrero cuando se lleva a cabo el recuento de aves en la zona de la Albufera. Y por último, contar con la compañía de Carlos, que en las anteriores incursiones por estos parajes no nos había acompañado. Después de que la semana pasada le mostráramos la ruta de la Virgen del Castillo de Chiva, ya que la primera vez tampoco vino con nosotros. Hemos cogido pues la dinámica de realizar rutas todo el grupo junto. Estábamos deseosos de mostrarle el exquisito paraje de La Devesa, repletos de rincones mágicos y deliciosos dignos de saborear. Y por otro lado, puestos a marcar un record, mejor estar todos, que así se saborean mejor.
Con estas ideas en mente nos ponemos en marcha bajando hacia el río por la cuesta suicida que después de bajarla varias veces ya no nos parece tan brutal ni empinada como las primeras veces (lástima que aquellas primeras veces iba delante y no les pude ver la cara a los compañeros cuando vieron por primera vez a donde los llevaba, suerte que ya me conocen…). Es llegar al camino del Parc Fluvial y comienzan los problemas para Salva. Su bici se amotina y se niega a cambiar de piño como es debido. A la altura del azud de la acequia de Mestalla nos dice que se vuelve para casa, que así es imposible rodar. Empezamos a manipular los tornillos de tope de la corona trasera pero ni aún así, lo poco que conseguimos mejorar se estropea dos pedaladas más adelante. Esta será la tónica de toda la etapa, pero contando con un terreno llano como el de hoy el cambio de corona era mucho menos imprescindible que el de platos, así que poco a poco aunque con el lógico cabreo e incomodidad vamos avanzando.
El camino hasta el Saler es de sobra conocido (ver crónica: del Saler a la Ermita dels Sants:
http://rodaipedal.blogspot.com/2008/12/crnica-ruta-del-saler-la-ermita-dels.html
Y Por el Turia a la Albufera:
http://rodaipedal.blogspot.com/2008/08/por-el-turia-la-albufera.html , por lo tanto no volveremos a repetir las virtudes de la zonas ya conocidas, tan solo resaltar la gran cantidad de gente que hemos encontrado a lo largo de toda la ruta haciendo deporte o simplemente paseando.
Al final del paseo de la playa de pinedo buscaremos un lugar donde almorzar. Lo encontramos en un mirador de madera elevado y cubierto a modo de grada.
A partir de aquí entramos en la parte más bonita de ruta, la Devesa del Saler.
Recorremos este magnífico entorno por los itinerarios ya recorridos anteriormente y que tan grato recuerdo nos dejaron. Saldremos a la carretera después de L´Estany para ir en busca de la carretera del Palmar.
Seguimos con los problemas del cambio, eso no nos abandonara en toda la etapa, ha sido más persistente que el “rexona”. Pasamos el pueblo y nos adentramos en la marjal. Los campos, o mejor dicho algunos campos ya están secos, otros están secándose y otros están aún inundados, por lo que el paisaje es totalmente cambiante en un puzzle de reflejos y contraste policromáticos. Pronto comenzamos a ver la gran cantidad de aves que inundan el paisaje.
Garzas reales y comunes, gaviotas, patos, gallinetas, y un largo etc., que no sabemos identificar así como alguna que otra ave rapaz esperando el almuerzo. A medida que avanzamos por los caminos vamos viendo a lo lejos nuestro destino. Algunos reflejos entre los árboles nos hacen intuir que hoy encontraremos allí arriba más gente que la otra vez. Llegamos hasta el imponente ejemplar de sauce que tanto nos impresiono la otra vez, hoy no será menos. Se yergue majestuoso, como sabiéndose a salvo de todo, quizá él sabe algo que nosotros desconocemos, pero los frecuentes atentados ecológicos de los que nos enteramos día sí y otro también nos hacen estar preocupados por él y por los cada vez menos espacios naturales de los que gozamos, no en vano veníamos hablando de los devastadores incendios que desde hace unas semanas vienen azotando los bosques de la lejana Australia, pero que los amantes de la naturaleza consideramos como nuestros y por tanto nos pertenecen. Seguimos hasta el Ullal de Baldoví. La poca agua en toda la marjal es una constante y aquí también se deja notar el bajo nivel del agua. Idílica postal la de la muntanyeta del Sants justo frente a nosotros.
Por detrás las consabidas serres de Les Rabosses y Corbera. Poco después empieza la subida. La encaramos por la parte de atrás para llegar arriba y encontrarnos con una pequeña multitud de personas asintiendo a una boda. Ni nuestra vestimenta es la más apropiada para tal evento ni la multitudinaria compañía lo mejor para nuestra forma de disfrutar de un merecido descanso.
Así que tras una foto conmemorativa, bajamos a la zona de picnic de la parte de abajo de la montaña y nos acomodamos en los bancos para comer con el plácido sol de mediados de febrero en la espalda o en la cara, según la posición. Plácida y agradable conversación para amenizar la comida entre bromas, chanzas y chascarrillos, en fin, que ha habido tiempo para todo. Alargamos la sobremesa todo lo que podemos conscientes que esto no se puede demorar mucho más. Los más de 50 kilómetros que sabemos nos esperan, no se irán a ningún sitio hasta vernos pasar por todos y cada uno de ellos. Ya llevamos una ruta completa en las piernas y nos espera otra. No tememos el desnivel, que no lo hay, ni a los kilómetros que sin desnivel son más o menos llevaderos. Pero las casi tres horas que nos quedan encima de la bici mas las que ya llevamos nos van a dejar el culito como bebedero de patos.
Es ahora cuando nos acordamos con nostalgia de aquellos sillines talla “King size” que vimos en la tienda de bicis hace unas semanas. La misma tienda que después de una reparación de rutina nos ha creado el problema del cambio tras revisarlo una segunda vez. Sigue nuestra infructuosa búsqueda de un mecánico verdaderamente competente. ¿Hay alguien ahí?
Regresamos por el mismo camino sin más incidentes que las continuas alusiones a nuestras posaderas. Vamos muy bien de piernas y de fuelle pero el estrecho sillín se hace notar en las partes blandas y claro, continuamente nos levantamos del sillín para dejar respirar las posaderas. Seguimos a buen ritmo durante todo el trayecto y los kilómetros van cayendo a ritmo constante.
Cada vez más cerca de la base, ya hemos plantado entre bromas y risas la semilla de un nuevo reto: llegar hasta Cullera desde Manises. Por lo que ha hoy respecta ya es suficiente. Estamos deseosos de calzarnos una cerveza para reponer el preciado líquido que hemos perdido en el camino. En la puerta de casa el cuentakilómetros nos dará los datos: 108,3km con una media de 18,3 Km./h.; esta era la media que marcábamos en nuestra ruta a la playa hace solo un par de años con tan solo 42km. de recorrido total en la ruta, para ser más del doble no está nada mal. Satisfechos de nuestra conquista juntamos las manos en un saludo de reconocimiento mutuo por el trabajo aportado. El grupo sigue creciendo.
Track en Rutes de Roda i Pedal