“¿Es que alguien ha pronunciado el nombre de Valencia? / Amigos míos: deteneos conmigo y / hablemos de ella / pues su recuerdo es como el frescor del agua / en las entrañas ardientes / porque en ella el sol juguetea / con el río y la Albufera”.
al-Rusafi
En la mañana de hoy, nos hemos dado un baño espectacular por algunos de los iconos de la cultura Valenciana, hemos buceado por algunos de los lugares más típicos de nuestra querida Valencia, desde su río, que la hace capital, hasta su más preciada y peculiar característica geográfica como es La Albufera, desde los naranjos de l´horta hasta los arrozales de Valencia, de la frondosa vegetación de la ribera del río, al bosque de la dehesa del Saler, de la más moderna de las ciudades a la más tradicional pedanía/alquería de la marjal, desde las playas llenas de turistas dorando su cuerpo al sol mediterráneo, a los labradores hundidos hasta las rodillas en el lodo del cual crecerá la cosecha, y por todos estos lugares, nos topamos con una innumerable variedad de aves vigilando nuestro paso desde el cielo, o en ocasiones con su vuelo rasante, como el de las gaviotas al seguir las barcas de pesca; o como el majestuoso y pausado vuelo de las magnificas garzas reales, llenando el cielo al desplegar sus alas, patos que alzaban su vuelo alborotado a nuestro paso silencioso por los caminos entre inmensos arrozales. Nuestras pupilas se han llenado hoy de bellas estampas valencianas dignas del mejor Sorolla, imágenes que a buen seguro guardaremos durante mucho tiempo en nuestras mentes.
Pero como siempre, vamos por partes.
La primera ruta que teníamos prevista por la Albufera era una ruta perimetral, más tarde decidimos que no estaría de más hacer un homenaje a nuestra antigua ruta de la Malvarrosa y buscar una aproximación hacia el Saler y por consiguiente a la Albufera, la dificultad estribaba en los más de 80 kilómetros de recorrido que saldrían de tal aventura. Teníamos localizado un carril bici desde la ciudad de las artes y las ciencias que llegaba hasta el Saler, y una vez allí, por dentro del parque natural, existen infinidad de caminos para recorrer esta excepcional zona natural de incalculable valor tanto medioambiental como paisajístico, que es el autentico pulmón de Valencia. La distancia a recorrer nos aconsejaba una media de entre 18-20km/h., el hecho de circular por terreno llano nos tendría que facilitar la labor, pero aún así los kilómetros había que pedalearlos todos.
A las 08.30 de la mañana con puntualidad meridiana nos ponemos hoy en marcha por el camino de antaño tantas veces recorrido y que nos va mostrando poco a poco los cambios en la fisonomía de las ciudades. Un nuevo edificio aquí, un parque allá, en fin, las bicicletas a estas alturas comienzan a preguntarse donde narices las estamos metiendo que aún no han tenido que comerse ningún bache o rodera; pensamos que de un momento a otro se van a declarar en huelga.
Pero como siempre, vamos por partes.
La primera ruta que teníamos prevista por la Albufera era una ruta perimetral, más tarde decidimos que no estaría de más hacer un homenaje a nuestra antigua ruta de la Malvarrosa y buscar una aproximación hacia el Saler y por consiguiente a la Albufera, la dificultad estribaba en los más de 80 kilómetros de recorrido que saldrían de tal aventura. Teníamos localizado un carril bici desde la ciudad de las artes y las ciencias que llegaba hasta el Saler, y una vez allí, por dentro del parque natural, existen infinidad de caminos para recorrer esta excepcional zona natural de incalculable valor tanto medioambiental como paisajístico, que es el autentico pulmón de Valencia. La distancia a recorrer nos aconsejaba una media de entre 18-20km/h., el hecho de circular por terreno llano nos tendría que facilitar la labor, pero aún así los kilómetros había que pedalearlos todos.
A las 08.30 de la mañana con puntualidad meridiana nos ponemos hoy en marcha por el camino de antaño tantas veces recorrido y que nos va mostrando poco a poco los cambios en la fisonomía de las ciudades. Un nuevo edificio aquí, un parque allá, en fin, las bicicletas a estas alturas comienzan a preguntarse donde narices las estamos metiendo que aún no han tenido que comerse ningún bache o rodera; pensamos que de un momento a otro se van a declarar en huelga.
Cruzamos el río en Quart por el pont de Catxó para internarnos en las huertas de Paterna, poco después llegamos al parque de bomberos de Campanar para comprobar como una obra en la carretera nos impide el paso y nos hace volver atrás para bajar hasta el viejo azud del Turia, tras cruzarlo llegamos al parque de Cabecera y desde ahí seguimos el viejo cauce hasta la Ciudad de las Artes y de las Ciencias donde saldremos del río para buscar el carril bici que nos llevará hasta la orilla de la playa de Pinedo.
Es este tramo el peor de la ruta, ya que discurre paralelo a la autopista de el Saler, el ruido del tránsito y la velocidad a la que pasan junto a nosotros nos hace temer que algún vehículo se pueda salir de la carretera, por si esto no fuera suficiente a nuestra izquierda surge una acequia con unas ¿aguas? de un color indeterminado, lo que para nada es indefinido es el tufo que desprende, si en algún momento no es de la acequia es de la depuradora junto al plan sur, pues inexorablemente nos vamos acercando a ella siempre paralelos a la CV 500. Cruzamos la vía del tren por una elevada pasarela que se nos asemeja a un puerto de 1ª por sus pronunciadas pendientes y nos adentramos en la zona del ZAL del puerto de Valencia próxima al polígono industrial de Nazaret, la estampa es desoladora, una zona de aspecto feo, sucio y triste que recuerda una zona industrial de épocas pasadas que contrasta de forma brutal con los edificios modernistas y limpios que acabamos de dejar atrás.
Nosotros, que sin ser unos grandes defensores de la edificación y de construcciones por doquier, no podemos por menos que reivindicar lo “bello”, nuevo, limpio y ordenado frente a este caos post industrial que da ganas de llorar. Lo mejor de esta zona, la pequeña parroquia de la Concepción que emerge como un oasis en medio de este arruinado paisaje.
Estamos cerca del club náutico de Valencia y por ende de la depuradora, ganas tenemos de cruzar al otro lado del cauce para llegar a la playa y cambiar de aires. Estos nos reciben con el frescor de la brisa marina y un penetrante olor a salitre. A estas horas ya comienza a haber un gran número de personas que vienen a disfrutar de un fantástico día de playa. Y aquí comienza el espectáculo, primero con las gaviotas detrás de las barcas, centenares de ellas revoloteando a ver que pueden pescar. Luego las dunas que van reteniendo a una flora cada vez más creciente para albergar la fauna que a buen seguro hay en la zona, hemos podido ver a nuestro paso conejos y algunas culebras que serpenteaban el camino.
El carril bici está casi inutilizado en algunos tramos por la cantidad de arena que en él se acumula arrastrada por el viento marino o bien por las plantas que crecen cerca y lo invaden, la falta de mantenimiento es obvia, cuestión que nos obliga a dejarlo y transitar por el paseo, esto por no hablar de la ambulancia de la cruz roja o de los quads de la policía local que aparcan sus vehículos como no, en el carril bici, que la gente aparque en el carril bici nos parece mal, pero que tanto las autoridades como los profesionales de la cruz roja, que se supone deberían fomentar el uso de este carril lo hagan es otra cosa, pero en fin, así están las cosas.
Nos acercamos a la zona polideportiva de el Saler y a partir de ahí, ya entramos en la Dehesa. Los árboles y el Llentiscle comienza a formar un estrecho pasadizo por el que nos adentramos en esta zona, también existen anchas pistas por las que circular, pero estas las tomaremos al regreso para hacerlo más cómodo y rápido, ahora queremos impregnarnos de vegetación, de olores a tierra húmeda y de sombras bajo pinos y arbustos impenetrables. Hemos pasado junto al itinerario de los sentidos y sin seguir exactamente el mismo recorrido ya hemos alucinado en colores. En ocasiones las ruedas se quedarán frenadas en las duna de arena, otras veces rodaremos por un camino hecho de traviesas de viejas vías de tren, curvearemos por angostos pasillos vegetales que nos harán perder de vista al compañero que llevamos delante si dejamos más de tres metros de distancia, sencillamente impresionante.
Llegaremos a las urbanizaciones terroristas….digo; terroríficas; verdaderas aberraciones urbanísticas acometidas tiempos a sobre este paraje natural (ver este enlace):
(http://www.albufera.com/portal/modules.php?name=Content&pa=showpage&pid=6).
Después de pasar las edificaciones nos dirigimos hacia la gola de Pujol, que es la principal desembocadura de la Albufera al mar.
Después de pasar las edificaciones nos dirigimos hacia la gola de Pujol, que es la principal desembocadura de la Albufera al mar.
Nos acercamos a ver el Estany de la Dehesa. Un breve descanso para admirar la belleza del lugar que destila paz por cada uno de sus rincones y volvemos unos metros atrás para adentrarnos junto a la gola y recorrer el itinerario histórico de el Pujol. Continuaremos por el itinerario botánico y nos incorporaremos esta vez sí a la pista o camí vell de la dehesa que nos llevará a la carretera del Perellonet, justo antes de llegar al campo de golf y al parador nacional. Otro enlace interesante con los diversos recorridos por la zona:
http://www.albufera.info/servicios/descargas/itinerarisdevesa.pdf
Con suma precaución circularemos metidos en el arcén (bastante amplio y con buen firme) por espacio de unos 2 kilómetros, cruzaremos la gola del Perellonet y llegaremos hasta la rotonda, viramos a la derecha para meternos de lleno en los extensos arrozales de la marjal. Rodaremos por este laberinto de caminos entre las aguas comprobando que en ocasiones estamos según el GPS por debajo del nivel del mar. ( a -2 mts). Las aves aquí son las dueñas del paisaje, con el permiso del arroz que, lento, va creciendo para ir tapando la inmensa superficie de agua sobre la que se asienta y enraíza. Es todo un espectáculo observar como se suceden de manera interminable los campos de arroz cubriendo el paisaje de verde hasta el horizonte. También lo es ver como levantan el vuelo las garzas, con sus largas patas andan sobre las aguas buscando cangrejos que atrapan con su largo pico para luego desplegar de ese pequeño cuerpo unas descomunales alas con una elegancia y majestuosidad dignas de la realeza a la que pertenece su especie. Nos acercamos a una hermosa masía que se eleva fundida entre arrozales y cuyas alegorías en típica cerámica valenciana a modo de placas de calle nos llaman la atención (¿será por que somos maniseros y llevamos la cerámica en la sangre? ; va a ser que sí), pero entre todas, una de ellas lo dice todo “ Valencià i home de bé”, así de simple, casi ná.
Llegaremos hasta la pedanía de el Palmar para dejarlo momentáneamente atrás y dirigirnos hacia la orilla de la albufera propiamente dicha. Para llegar hasta aquí habremos marcado otro récord de distancia “en línea recta” desde la base, 26,88 kilómetros, pero este no será el único récord que marquemos hoy.
La inmensa superficie de la Albufera sirve de corredor al viento de levante que sin obstáculos que lo frenen, mantiene una constancia considerable rizando la superficie del lago, al otro lado las montañas se nos muestran desafiantes por ver si somos capaces de distinguirlas. En este primer intento nos han vencido, estamos más despistados que una cabra en un garaje. Volveremos sobre nuestra marca hasta El Palmar, donde un buen bocata y unas buenas birritas nos servirán de avituallamiento mientras descansamos las piernas alrededor de una buena conversación con los amigos. Ya estamos listos para la vuelta.
Esta vez cogeremos la carretera que va hacia el Saler para ahorrar unos kilómetros y así no tener que regresar hasta el Perellonet, por lo que animados por el poco tráfico que hay nos lanzamos a una loca carrera por acabar cuanto antes este terreno del que no somos muy amigos.
Una vez en al carretera de el Saler cogeremos el primer camino que entre nuevamente hacia la dehesa y de esta manera, volver a nuestro terreno. Estamos en el camino del lago, una vez en él no tenemos más que seguir el track en dirección inversa para no perdernos. Aunque en honor a la verdad, esta vez volveremos por las pistas forestales y no por dentro del monte, pero iremos paralelos al track de ida. Es en este terreno donde encontramos los restos de las últimas lluvias, que otra semana más nos dan una tregua para nuestra salida semanal, sin haber dejado grandes charcos nos dejan algunos espejos de agua, suficiente para reflejar un pedacito de la belleza sutil y deliciosa de este paraje que tan gratamente nos ha sorprendido.
Volvemos pensando en la próxima vez que vengamos aquí pues estamos dispuestos a repetir la experiencia, sobre todo por que al rodar sin mochilas no hemos cogido la cámara, cuestión que tal vez haya sido lo mejor, por que de no ser así el horario previsto se hubiese disparado, pero Salva amenaza con volver y a la otra será con la digital. A estas alturas ya no nos importa tener que pasar por el tramo feo y maloliente de antes, las sensaciones tan intensamente vividas nos han compensado sobremanera y nos han dado un puntito extra para poder superar este escollo, después de todo ha merecido la pena hasta el pasar por allí. Seguimos rodando a buen ritmo, como en toda la jornada ya que la media prevista teníamos que mantenerla para no demorar en demasía el regreso. Los kilómetros acumulados en nuestras piernas en las innumerables montañas subidas en todas nuestras rutas nos permiten tener la potencia necesaria para rodar en terreno llano a buen ritmo. De todas formas la dilatada distancia de la ruta, unido a la altísima velocidad hace que en algunos momentos necesitemos un respiro. Ya vamos echando cuentas para comprobar que nos vamos a meter entre pecho y espalda nada menos que 88 kilómetros a una media final de 19,8km/h. no esta mal amigos.
Las pequeñas subidas que otrora nos parecían el “Tourmalet” casi no nos obligan ahora ni a cambiar de desarrollo, evidentemente no podemos más que dibujar una sonrisa en nuestros labios y disfrutar del momento. Llegamos a la base con las pertinentes felicitaciones después de más de 6 horas de intenso pedaleo y la satisfacción de otras tantas de intensísimo deleite. En definitiva, la dehesa de el Saler es uno de esos lugares que hay que conocer sí o sí, parece mentira que tan solo a 10 kilómetros de la capital tengamos este rincón de singular belleza tan desconocido para la mayoría de nosotros.
Para muchos amantes de la bicicleta de montaña este paraje carece de aliciente en la medida que carece de montaña, craso error, alguna rampa o subida tan solo sería el remate del tomate, pero lo realmente bello está en su interior, en la infinidad de recovecos esperando a ser descubiertos por nosotros, para disfrutarlos cada uno a nuestra manera. Os animamos a descubrir un autentico privilegio natural de los Valencianos, a respetarlo, a mimarlo y a cuidarlo con esmero para disfrute de los valencianos y de todos aquellos que se acerquen a nuestras tierras por muchos años más.
Nota: Todas las fotos que aparecen en esta crónica han sido tomadas de Google Earth.