martes, 6 de noviembre de 2007

Ruta Ojos Negros I (Torres Torres-Jérica-Torres Torres)(13/10/2007)

Y por fin llegó el día. Varios meses (11/08/2007) después de haber iniciado esta ruta en un primer intento, que por error, nos llevó a terminar el recorrido en Altura en lugar de Jérica que era el lugar inicialmente previsto para acabarla, volvimos a la carga de nuevo con otro intento fallido por lesión de uno de los componentes del grupo a los pocos kilómetros del punto de partida, amen de las veces que tras planificarla tuvimos que abortar el intento por el mal tiempo, pero bueno, con paciencia y perseverancia todo llega y hoy ha sido el día perfecto para terminarla, y de qué manera.
Una media espectacular de 18,6 km/h. que, para una ruta de 74 kilómetros, la mitad en subida y salvando un desnivel de más de 400 metros, no está nada mal. Cierto es que la otra mitad es cuesta abajo y ese desnivel será a nuestro favor, pero no hay que olvidar que como todo buen biker sabe, aunque el desnivel te favorezca “hay que dar pedales” o la burra se para, y eso lo hicimos con ganas.
Pues bien, la salida y el viaje al punto de partida transcurrieron por la E-15 y la autovía de Teruel, con las ganas de terminar lo que llevábamos demasiado tiempo guardado en el zurrón. Las típicas miradas hacia atrás a ver si las bicis nos siguen, esta vez ellas a nosotros, y el relato de lo que la semana nos ha ido deparando a cada uno nos ameniza el viaje.

Una vez aparcados en el área recreativa anterior a la salida de Torres-Torres, rápidamente desmontamos y nos ponemos en marcha con unos primeros kilómetros marcados por una brisa fresca, casi fría para algunos a estas horas de la mañana, causada sobre todo por las abundantes lluvias de los últimos días que han dejado un ambiente transparente y fresco, por lo que intentamos entrar en calor rápidamente cogiendo un buen ritmo de inicio, por un camino que ya conocemos. Pero claro, la parada se hace necesaria al llegar al primer viaducto de la jornada, llamado de Arguines, para observar la crecida del torrente que aunque seco en otras ocasiones, hoy baja rápido y abundante formando saltos entre lo accidentado de sus piedras sedientas del rumor del agua.
Iniciamos nuevamente la andadura, o mejor dicho la “bici-dura” en honor a nuestra “bici-hierro” que tras muchos meses en el dique seco y por la puesta a punto de la titular, está acompañándonos en esta ruta, quién se lo iba a decir. Al poco se nos presenta una de esas estampas tan característicamente Valenciana, un inmenso naranjal que con sus frutos colorean tímidamente los verdes árboles, hoy quizás más verdes por lo limpias que se presentan sus hojas y por el contraste con el color marrón intenso de la tierra que les da vida, tierra húmeda y brillante que combina a la perfección con la atmósfera transparente y pura que lo envuelve todo y que hace de las naranjas, asemejen a faros que nos alumbran en nuestra búsqueda de nuevas sensaciones.
Esto promete, pues en tan poco tiempo de pedal ya llevamos dos buenos “flashes” impregnando nuestras retinas.
Seguimos pedaleando con brío y nos cruzamos hoy con muchos bikers que curiosamente bajan, parece que somos nosotros los únicos que subimos allá por donde vamos. El paso por Sot de Ferrer nos presenta, en la marginal derecha de nuestro campo de visión, el calvario con una blancura “nuclear” de tan limpio que está el ambiente, otra pincelada más que adornará nuestro cuadro. Ahora los kilómetros se suceden sin más incidencias que los comentarios y discusiones que iniciamos sobre la marcha, a saber; que si vimos la carrera de Alonso y “la cagada” de Hamilton, que si Raúl sí o no a la selección. Lo normal, de lo que habla todo el mundo. Y entre estas y aquellas llegamos a Altura; a partir de aquí la ruta es nueva para nosotros. Atravesamos el pueblo siguiendo las indicaciones que, muy bien situadas, nos conducirán en dirección a Barracas; no llegaremos hoy hasta ese punto pero es el cartel que vamos siguiendo. Después de dejar el pueblo, nos enfrentamos a un par de rampas realmente duras y al poco, nos encontramos con una magnifica vista de Navajas, encajonada en el valle entre las montañas que no hace demasiado tiempo sufrieron los envites del fuego, a partir de aquí el paisaje cambia y nos adentramos de lleno en un terreno en el que las montañas nos marcan de cerca, no tenemos más que levantar la vista para encontrar imponentes peñas cubiertas de pinos que entre ellos nos enseñan gigantescas rocas suspendidas en precario equilibrio sobre la ladera del monte. Nos estamos acercando con rapidez al embalse del Regajo.

Un imponente mirador, situado estratégicamente nos mostrará hoy las límpidas y tranquilas aguas del lago, “creo que alguien se olvidó de quitar la foto” pues el reflejo de la vegetación circundante al lago y las montañas que hay detrás, se dibujan de manera tan perfecta sobre la superficie cristalina del agua que más que agua parece un espejo o en su defecto la foto de postal que venden como reclamo turístico, simplemente magnifico. Esta es la ocasión perfecta para probar si la nueva compañera de viaje, nuestra flamante cámara de video Oregon Scientific funciona, por lo que tomamos nuestra primera secuencia de video del recorrido para juzgar después que tal se porta.
Al reemprender el camino, un biker “madurito” (no bajaría de los 70 años) nos saluda camino de Jérica, donde más tarde lo encontraremos ya de regreso. No podemos dejar de comentar el deseo de estar en su forma cuando alcancemos su edad. ¡Qué maravilla!
El primer túnel, iluminado con luces automáticas que nos detectan al entrar, nos llegará inmediatamente después. Conviene quitarse las gafas de sol pues con estas no se ve “ni chufa”.

La inminente llegada a Jérica nos la recuerdan nuestros estómagos hambrientos; antes de llegar tendremos una inmejorable panorámica del pueblo con la torre de la iglesia que se alza majestuosa sobre el resto de la población y a muy pocos metros dada la perspectiva de la montaña, que tras ella, la protege con el imponente cañón que la caracteriza.
Atravesamos raudos el pueblo de Jérica no sin antes percatarnos de su monumental belleza con solo un par de pinceladas, sentir avalado por la gran cantidad de turistas que nos encontramos a su paso, por algo será.

Poco después, la ruta atraviesa dos túneles casi seguidos, el segundo con más de medio kilómetro de longitud y bastante bacheado, tiene “goteras” debidas a la filtración de agua de lluvia procedente de la montaña. En este punto surgen las dudas en torno a continuar hasta Caudiel o parar para aliviar nuestros estómagos, una breve consulta al reloj y otra a la cordura confirmará la respuesta dando la razón a nuestros estómagos….PARAR.
Y así buscamos la siguiente zona de descanso en medio de un altiplano con vistas a la montaña y a un pequeño valle, rodeados de pinos replantados y en medio de la naturaleza, la calma es total y contemplativa, solo rota por el paso de algunos bikers y el tradicional saludo entre camaradas. No esta mal, y es que a lo tonto a lo tonto, llevamos dos horas y media pedaleando cuesta arriba.
Almorzamos como reyes, bocata, cerveza, y hasta cafetito, ¡ solo nos falta hielo !, dirían los más sibaritas del grupo, pero estamos trabajando en eso, todo se andará. El hambre acumulada es la causante de que devoremos rápidamente nuestro avituallamiento y tras el café, otra instantánea para el recuerdo.

Con la pena de dejar atrás tan plácido descanso, nos lanzamos a deshacer el camino recorrido, intentando seguir la huella dejada en el ascenso.
Tal y como decíamos, el estreno de nuestra flamante cámara, adquirida especialmente para tal efecto, nos hace ponernos en posición de video, todos queremos salir en la foto y como nos quedan todavía cuarenta minutos de grabación, la vuelta se inicia de manera trepidante en las primeras bajadas que nos encontramos.
Dejamos atrás Jérica rápidamente y nos lanzamos en busca del pantano, en este terreno comenzamos a cruzarnos con una procesión de bikers, esta vez son ellos los que suben, je je, al fin alguien más sufriendo, y nosotros volando hacia abajo.

Pero no sabremos lo que es realmente volar hasta haber pasado Altura; desde aquí, el veloz descenso que ya nos sorprendió la otra vez, se repetirá y nos hará mantener nuestros buenos 33km/h durante mucho trazado en los que la suave pero pertinaz pendiente, nos retará a dar pedales sin descanso pero sin prácticamente sufrimiento, aunque todo hay que decirlo, el cansancio se va poco a poco acumulando en las piernas y otras zonas menos nobles, esto se hará patente después de la siesta, pues al levantarnos notaremos todo el cuerpo entumecido y es que no en balde 74 kilómetros como dice Salva, aunque sean cuesta abajo hay que pedalearlos y estar encima de la burra.


Bajamos tan rápido que en ocasiones nos invade el llamado “efecto túnel” y las montañas conscientes de ello, se alejan veloces del camino para mostrarse en la distancia, a sabiendas que con su perspectiva, seremos capaces de disfrutar el contorno y la estilizada silueta que nos brindan sus cimas a la espera de que próximamente las coronemos.

El descenso transcurre flanqueado por la sierra Calderona y la de Espadán, surcando tierras de cultivo que van desde el cereal de secano y la pinada flanqueada por almendros, algarrobos y olivos, hasta los regadíos de la huerta con los campos de caquis, cerezos, naranjos y nísperos. Un auténtico lujo en forma de limpia y preciosa ruta intercomarcal, que arrancando en el Alto Palancia, cuyo río del mismo nombre sobrevolamos por un hermoso viaducto, nos conducirá al punto de partida ya en el Camp de Morvedre.


Cada pedalada tensa tanto la cadena de la bici como nuestras piernas, estas no notan fatiga aunque sí resistencia pero la balanza se comenzará a nivelar poco a poco haciendo de los últimos kilómetros, una crono por llegar cuanto antes al merecidísimo descanso que hoy a pedaladas, nos hemos ganado. Para rematar el día, una garza sobrevuela nuestro paso por uno de los abundantes torrentes que hoy hemos atravesado, su elegante y estilizado vuelo junto con la envergadura de sus alas totalmente desplegadas le confieren una estampa inolvidable allá arriba recortándose sobre un cielo azul intenso, y con su placido vuelo parece estar saludando nuestro paso por tan entrañables lugares, a la vez que asemeja su saludo a nuestra conquista de hoy, o simplemente, dar la pincelada final a este autorretrato que ya concluimos.