sábado, 17 de octubre de 2009

Crónica de L´Oronet-Alt del Pí-Garbí

Cual vigilante atalaya desde este monte elevado conjuras el mal nublado, desde la sierra a la playa. Creu del Cierro.
Como sabeis solemos comenzar las crónicas con una cita que nos parezca, de alguna manera, apropiada para la ruta, en esta ocasión igual que en la ruta que nos llevó a la muntanyeta del Sants de Pedra desde el Saler http://rodaipedal.blogspot.com/2008/12/crnica-ruta-del-saler-la-ermita-dels.html hemos querido utilizar una cita encontrada en el mismo lugar, aunque en esta ocasión tan solo la transcribimos ya que la placa donde estaba no guardaba la estetica del lugar ni la suya propia.

La primera salida completa del grupo en esta nueva temporada, ha culminado con la coronación de tres nuevas cumbres. Y que cumbres. Para los montañeros valencianos las cumbres del Garbí y de L´Oronet siempre han sido un referente, si le unimos culminar también con el Alt del Pí en la misma jornada, todo se magnifica mucho más; así que vamos por partes.

Prevista la ruta desde hacía tiempo, no tuvimos claro que fuéramos a poder salir hasta bien entrada la semana. Una inoportuna avería el sábado pasado, obligaba a una de las máquinas a pasar por quirófano para una operación de urgencia en la maneta del freno trasero. Ya en quirófano, aprovechó para una pequeña cirugía estética y llegó justo a tiempo para la salida en esta corta semana que tenía para recuperarse. Así que el sábado y a la hora normal, nos vemos en la base para cargar el remolque e irnos hacia Serra, lugar previsto donde comenzar y terminar la rodada. La gasolinera antes del pueblo viniendo desde Náquera será el lugar elegido para aparcar. Agilizamos pues los preparativos por la urgencia que poco a poco nos va entrando por comenzar la ruta, y es que ver a multitud de ciclistas pasando a nuestro lado nos acelera el pulso, no sea que lleguemos de los últimos y nos quedemos sin sitio. Todo indica que las condiciones atmosféricas van a ser hoy benévolas con nosotros, ya que una fina capa de nubes cubre de momento al astro rey, cuestión crucial para algunos de nosotros que no nos llevamos demasiado bien con él cuando luce con rabia.


Listos para el abordaje de las cumbres que nos esperan, salimos en dirección a Serra por la carretera y por fortuna, la gran cantidad de ciclistas que transita continuamente esta vía hace que los conductores estén más que habituados a la presencia de ciclistas, por lo que el respeto es mucho mayor que en otras carreteras. Esto evidentemente no quita todo el peligro, pero lo diluye bastante. Por esta razón rodamos a buen ritmo hasta el giro a la izquierda hacia el polideportivo y a pesar de ser 4 ciclistas señalizando la maniobra, los coches, lejos de cedernos el paso nos obligan a parar a la derecha y esperar a que pasen para poder girar, eso si, con respeto. Efectuado el giro, nos encontramos de pronto con una pared por la que tenemos que subir. Metemos todo el desarrollo y para arriba. Cuando vemos el final de la subida, otra calle sale a la izquierda y nos sorprende de nuevo porque continúa subiendo, el track dice que es por allí y allí que vamos, es lo que tiene desconocer el pueblo; seguramente habrá otras calles más llanas para llegar a nuestro destino, pero como siempre vamos huyendo de carreteras y calles transitadas, hoy nos hemos metido por calles de urbanizaciones que a estas horas de un sábado por la mañana están recién puestas y por lo tanto aún despertando. Menos mal que hemos tenido casi un kilómetro en llano para activar los músculos, pues la subida parece no tener fin. El porcentaje de estas rampas es brutal de inicio, pero seguimos subiendo en busca del camino de Serra a Gátova que es el que sube hacia Rebalsadors, nosotros lo dejaremos a la altura de la casa de la Prunera para desviarnos por un camino que baja ligeramente a la derecha, solo será un pequeño respiro para nuestras castigadas piernas nada más dar comienzo a la aventura de hoy. El camino continúa empecinado para arriba sin darnos tregua, y las lluvias de las últimas semanas se dejan notar en el firme. Estas montañas de rodeno quebrado se desmoronan poco a poco ante la erosión de los elementos. El arrastre del agua ladera abajo acrecienta este desgaste y deja los caminos en estado penoso. Piedras, roderas y raíces serán nuestras compañeras de viaje cuesta arriba, cuando no, montones de tierra y grava arrastrada y amontonada a un lado del camino. Nos podemos quejar, pero en este tipo de terreno es esto, o asfalto, por lo que mejor esto aunque ahora nos pese más en las piernas.

Llegamos al desvío a la derecha que sube hasta la cima del denominado Sierro o Cierro o L´Oronet o incluso Monte de la Cruz, ¿nos quejábamos de subida?, pues ahora es cuando empieza realmente la diversión. El terreno descarnado y bacheado será una constante en todo el ascenso. Los pequeños tramos en los que el camino está atravesado por una losa de piedra lisa, serán una autentica delicia pues, el resto del camino es como subir una escalera de peldaños pequeños.

Cuando no hay “peldaños” hay piedras sueltas o tierra, no se que es peor, pero es que no les quedaba otro camino que no fuera éste o firme tipo Ñoño, tú elijes. Enseguida llegamos a un pequeño mirador sobre la cuenca del Palancia y sobre la sierra de Espadan.

Por encima de ella se asoma el Penyagolosa, y el mar se funde con la bruma que acaba por ocultarlo a pocos kilómetros de la costa, los primeros “clics” no se hacen esperar, la nikoleta está como loca por captar nuevas imágenes. Seguimos ascendiendo penosamente con las pulsaciones disparadas, más por el esfuerzo de esquivar baches que por la pendiente en sí; con un firme más cómodo sería bastante más llevadera, pero es lo que hay. La propia montaña nos oculta en todo momento la visión del valle del Turia, solo tendremos esta vista en la cima de la montaña una vez coronada. Ya arriba, nuestro grito de guerra se oirá una vez juntemos nuestras manos y desenfundemos el machete que marcará nuestros sillines con otra muesca; al ritmo que vamos y con lo que aún nos espera hoy, tememos quedarnos sin sitio en las tijas donde seguir marcando nuestras conquistas.


Estamos en lo alto de la montaña donde hay un pequeño refugio abierto con una chimenea. Si te pilla aquí una tormenta, este será un buen lugar donde aguantar el chaparrón. Por encima del refugio se alza la gigantesca cruz que corona la montaña, una enorme cruz de hierro forrada de espejo que refulge iluminada por el sol, de ahí que sea visible desde mucha distancia. A sus 739 metros de altitud las panorámicas son soberbias. Frente a nosotros se alza tan majestuoso como imponente, a la par que desafiante, Rebalsadors, y algo más a su izquierda, en lontananza, se distingue claramente el blanco monasterio de Sant Miquèl allá en Lliria. Instintivamente buscamos nuestras montañas de referencia y como no, todas son perfectamente identificables a pesar de que la visibilidad, sin ser mala, no es todo lo buena que desearíamos. La llegada de más “peregrinos” a este alto nos pilla con el almuerzo tocando a su fin.

Hemos podido almorzar tranquilos contemplando las excelsas panorámicas antes de que el lugar sea tomado a golpe de pedal por un grupo de bikers y algún que otro senderista, y como no, de un vehículo de cuatro ruedas que, con sus perros y todo, nos la volverán a jugar en la rueda trasera de una de las bicis.

Unas cuantas fotos después iniciamos el descenso con la precaución que requiere un camino tan roto y técnico como el que hemos subido. Parece ser que estas precauciones no las tienen en cuenta el otro grupo de bikers, o es que ellos bajan por otro firme que nosotros no vemos, o es que nosotros somos demasiado precavidos. Sea como fuere somos adelantados por todos y cado uno de ellos, a algún percance en forma de “montonera”, con lo fácil que es llevar un pequeño timbre (que solo pesa 12 gramos), o incluso “la bocina” que llevaba uno de ellos, o por que no y más sencillo, pedir paso avisando con una voz cuando te acercas y estaremos encantados en dejarte pasar sin riesgo para nadie, en fin…., la educación vial, que no solo es cosa de los coches, con tanto trasto en la mochila se nos olvida en casa en ocasiones. ¿será que pesa mucho?, creemos sinceramente que no.

Llegamos al camino de antes y giramos a la derecha como si nunca lo hubiéramos dejado. Vamos bordeando la montaña por el Norte. Nos unimos a otro camino que nos sale por la izquierda y avanzamos hacia la carretera por un tramo cubierto de vegetación.
Dejamos el camino y transitamos por asfalto hacia Serra por la CV-310; a los pocos metros, sale otra carretera a la izquierda hacia Barraix. Esta nueva carretera menos transitada, nos lleva por la zona más arbórea de este lado de La Calderona. Tendremos ocasión de observar, tallado en la ladera de la montaña junto a la carretera, otra zona de trincheras de la guerra civil. Pasamos junto a un bar que suele ser punto de reunión de numerosos ciclistas, así lo hemos leído en varias crónicas y así lo pudimos atestiguar cuando pasamos por allí. Poco después, un desvío a la derecha nos indica el camino a nuestro tercer objetivo, el Garbí. A unos 500 metros sale a la derecha otro camino asfaltado que sube al Alt de Pí, esta es la segunda cima prevista para conquistar, por lo que tomamos este camino estrecho y picando hacia arriba. (como no…)
El asfalto hace el rodar cómodo, pero ante tanta placidez, el terreno se empieza a encabritar y los desniveles se disparan de forma exponencial.
Observamos mucha gravilla suelta en medio de la carretera por lo que nos metemos por el paso de rueda de los coches. Algunos baches completan el panorama que tendremos muy presente memorizándolos sobre todo para cuando toque bajar. Carlos como es ya habitual, otra vez a lo suyo que es ir por delante como si no hubiera subidas. Nosotros tres vamos subiendo a ritmo, acompasando la respiración y buscando una cadencia optima para el resto de la subida. Pronto este ritmo se verá dinamitado ante el empuje de las rampas que calculamos cercanas al 16% y para colmo, una larga recta nos deja contemplar toda la crudeza de la subida que nos espera. Es un tramo realmente demoledor, pero por fortuna el firme está en inmejorable estado y no tenemos que preocuparnos más que darle con rabia a los pedales. Avanzamos con paso cansino. Las piernas se tornan de madera ante el esfuerzo y el pulso se dispara por momentos; la respiración no puede aportar tanto oxigeno como demandamos, pero a la salida de una curva divisamos por fin las antenas que coronan la cumbre, cuestión que nos anuncia que pronto estaremos arriba, aun así, los últimos metros se empeñan en no acabarse nunca.
Llegamos arriba cuando Carlos ya se acerca a la curva para ver si llegamos o no. Dejamos las bicis junto a una valla del complejo que alberga las múltiples antenas que hay aquí arriba, e intentamos recuperar el aliento antes de dedicarnos a la contemplación del paisaje. Vamos primero a otear la parte marítima, simplemente porque nos queda más cerca, y le indicamos a Carlos donde está la Marjal dels Moros que visitamos hace apenas unas semanas. También vemos la torre del Grao Vell. Más cerca, la peculiar orografía de la Mola de Segart, llena traspasando su propio relieve el espacio a su alrededor. De igual forma, el camino por el cual regresamos de Sant Esperit se dibuja rojizo entre la rala vegetación de las montañas próximas a la Mola desnudas de árboles y, más cerca aún, el alto del Garbí, que parece urgirnos a llegar hasta él, por lo que no lo haremos esperar mucho, palabra de biker.

La montaña de Cullera se divisa adentrándose en el mar entre la bruma. Nos asomamos después a la vertiente Oeste para contemplar nuestro anterior logro; L´Oronet se levanta altivo sobre Serra y es el primero de los muchos picos y cumbres que se vislumbran desde estos 716 metros de altitud.

Liquidada la visita, con las imágenes en el zurrón y con tiempo más que suficiente para contemplar a gusto todo cuanto nos rodea, emprendemos la bajada que promete emoción. Ponemos el vídeo en marcha y nos recordamos las precauciones a tener en cuenta; allá vamos. Cogemos velocidad rápidamente, no en vano el portentoso desnivel juega ahora a nuestro favor y siempre aflora al pensamiento aquello de la gravedad, por un lado lo de la ley, por el otro lo de la caída, en este caso, amigos de la ley, nos servimos de ella y afinamos los sentidos para huir de la caída. Los metros se suceden a velocidad de vértigo. Las violentas frenadas sacan un lamento casi continuo de las pastillas de frenos que parecen protestar por tener que poner fin a tanta diversión. La trazada se ciñe al surco del paso de rueda de los coches por aquello de intentar no pisar la gravilla que se produce debido al desgaste de la carretera.
Llegamos en un visto y no visto a la recta que tanto nos hizo sufrir en la subida y nos regodeamos ahora de aquel instante pensando que la venganza se sirve fría, aunque los frenos digan lo contrario, pues, llegados a la curva el apretón irá “in crescendo” porque pensamos que no vamos a poder detener la bici a tiempo; por suerte lo conseguimos todos y seguimos bajando, aún con el pensamiento de ese tramo grabado en la memoria y casi en la retina. Vemos la señal de stop al fondo que significa el final de esta bajada y la llegada a la carretera, por lo que paramos para interesarnos por el estado de ánimo de los compañeros; no son necesarias las palabras cuando nos vemos las caras. Unas sonrisas de inmenso placer asoman a nuestros rostros henchidos de gozo y alegría por la emoción de la rápida bajada ¿No oléis a quemado?... si,,si, pues acercar la mano a los frenos pero cuidadín con tocarlos. Si hubiéramos traído unas chuletas ya teníamos las parrillas. Los discos y las pastillas de freno están casi al rojo vivo. Con la conversación sobre esta bajada, giramos a la derecha para encarar la larga recta que llega hasta el puntal del Garbí. Una bajada por asfalto que será más fuerte de lo que parece a la vista, nos dejará casi en el parking al final de esta recta. La cadena que cierra el paso a los coches nos permite a los ciclistas y caminantes llegar hasta los miradores, la zona de merendero y la pequeña ermita. Recorremos el paraje que abordamos por el camino de la izquierda en bajada para luego subir hacia el merendero. Para quien no haya estado nunca aquí, como es nuestro caso, para casi todos, el paisaje es sorprendente y difícil de imaginar por más que hayas leído e incluso visto en fotos.
Junto a la ermita hay una esquina que deja ver al otro lado del acantilado un mirador suspendido milagrosamente sobre unas rocas. La colocación aleatoria y caprichosa de las rocas no deja indiferente ante su contemplación, pero es difícil expresar la opinión que te merecen. Divisamos a lo lejos, bajo las montañas, el castillo de Sagunto empequeñecido por la distancia y por el alarde de grandiosidad del monumento natural en el que estamos inmersos. Sacamos unas fotos y nos dirigimos hacia el mirador por el camino entre las casas del Garbí. Al otro lado de la cerca de la casa, el camino pronto se hace intransitable encima de la bici por lo que aparcadas junto a un árbol, esperarán nuestra llegada.
Empezamos a subir una pendiente de rocas superpuestas; es como andar por encima de una estructura de bloques derrumbada que tienes que ir pasando de uno a otro. La punta cada vez se hace más estrecha y deja ver a ambos lados caídas vertiginosas.
Las piedras se sustentan unas sobre otras en lo que parece un precario y peligroso equilibrio que parece pueda desmoronarse en cualquier momento. Estamos junto a un abismo de más de un centenar de metros, por lo que el vértigo y la sensación de caída libre está presente en todo momento.
Todas las piedras y todas las panorámicas reclaman nuestra atención para ser fotografiadas. El escenario es majestuosamente alucinante, ahora entendemos a la niña que a nuestra subida, bajaba llorando y diciéndole a su padre que tenía miedo.
De aquí nos acercaremos hasta el vértice geodésico de la jornada. Nuestra afición sigue intacta y ya son un buen puñado de cotas geodésicas las que llevamos recopiladas.
Indecisos sobre donde hacer la parada para comer, apostamos por acercarnos hasta la ermita de Barraix a ver si el sitio acompaña. Deshacemos el camino hasta llegar al cruce de Barraix y giramos a la derecha, a escaso medio kilómetro llegamos a la fuente y junto a ella, el camino que sube a la ermita. Allí no hay ningún sitio cómodo donde sentarnos a comer, así que lo hacemos junto a la fuente, amenizados por la música que nos regala el continuo rumor natural del agua, cayendo sobre la arqueta y corriendo ladera abajo para alimentar un imponente zarzal al otro lado de una valla. En invierno y con frío, este lugar no será muy apropiado debido a la cerrada sombra y la humedad del lugar, pero con el calor de hoy, y más en las horas del mediodía, es un lugar perfecto. Mientras comemos y comentamos lo ciclado, son varios coches los que han subido a recoger agua de la fuente que, a pesar de indicarla como no apta para el consumo por no estar clorada, cosa que también indica, creemos que será de propiedades minero-medicinales y que otro tipo de aclaración sobre las propiedades del agua serían más conveniente para evitar equívocos. Entendemos como no apta para el consumo agua de una acequia de riego o de una alcantarilla, pero en mitad de la montaña si te has quedado sin agua y ves este letrero a veces no sabes que hacer, aunque como ya nos ha pasado en ocasiones, si el sol y la sed aprietan “pelillos a la mar” y a dejar seco el caño. Acabamos de comer y subimos a echar un vistazo a la pequeña ermita. No tiene mucho más que ofrecer de lo que ya vemos desde abajo.
El sitio es bonito por el conjunto que forma con la fuente y la pinada de la que está rodeada, más que por la arquitectura propiamente dicha. Concluida la visita volvemos hasta el cruce y nos metemos por un camino de tierra justo enfrente. Este, en suave bajada todo el rato, discurrirá en paralelo al barranc de L´Ombría hasta que, fundiéndose con el camino del castillo, bajará hacia la font de L´Ombría que ya visitamos en nuestra ruta de Pla de Lluc a Sant Esperit y Castillo de Serra: http://rodaipedal.blogspot.com/2008/12/crnica-pla-de-lluc-monasterio-de-sant.html en esta ocasión no paramos en la fuente y seguimos camino hasta enlazar con la carretera. Llegados a este punto giramos a la derecha para subir unos cuantos metros hasta la font de Sant Antoni que encontramos seca, tan solo unos metros más allá en el recodo de la curva está el paraje de la font del Marianet, que surge de una pared de la montaña junto al barranc dels Tramussos que remonta un tramo junto a la senda del GR-10 y que nos llevaría hasta el alto del Sierro o bien, hasta el alto de Rebalsadors.
Una pequeña caída de agua y una poza en la que encontramos gente bañándose a pesar de la umbría en al que se encuentra, completan este pequeño pero acogedor rincón en las inmediaciones de Serra. Desde aquí hasta el coche ya no hay que dar pedales a no ser para ganar velocidad. Nuevamente grabaremos nuestro descenso para disfrutar de la velocidad de la bajada.
Llegar al coche y empezar a desmenuzar los pormenores de la jornada será todo uno, mientras se ensanchan las sonrisas de felicidad al recordar los momentos acontecidos todos juntos una vez más, solo queda como es habitual, unir nuestras manos al grito de Roda i Pedal como muestra de otra inolvidable rodada.