sábado, 28 de mayo de 2016

Ciudad Real ( Ruidera)


Lagunas de Ruidera

Lo que más me sorprende del hombre occidental es que pierde la salud para ganar dinero, después pierde el dinero para recuperar la salud.

Y por pensar ansiosamente en el futuro no disfruta el presente, por lo que no viven ni el presente ni el futuro. Y viven como si no tuviesen que morir nunca… y mueren como si nunca hubieran vivido. 
Dalai Lama

Pues ya tenemos  “la décima”.

No, no es que vayamos a rueda “como tanto nos gusta a alguno de nosotros”, nosotros vamos en plan campeónnnnggg con 10 finde bikers consecutivos en los 10 últimos años, ahí es nada.

Esta vez encaminamos nuestros pasos hacia la provincia de Ciudad Real, lugar donde establecimos nuestra base e inicio y final de ruta, aunque esta transitaría en su inmensa mayoría por tierras de Albacete.

Nos ponemos en marcha el viernes tras cargar el furgoneto y acomodarnos para el largo viaje hasta Ruidera. Viaje movidito por el viento persistente y con algunas rachas fuertes que cimbren la furgoneta y pone notas de preocupación y cansancio extra en quien conduce, aunque nada como para hacernos parar a tomar una cerv… digo tila. Llegada al hotel, desembarco, acomodo y entonces si es hora de esa ti… digo cerveza con la que tanto soñábamos desde hacía unas horas, caldeando así el ambiente para la cena y posterior remate del día en el balcón, cacharrito en mano, ultimando detalles para mañana y disfrutando entre risas de la tranquila, placida y oscura noche manchega.
La ruta  (sábado)

Amanece despejado y con poco viento. El sol pega pero el vientecillo no deja que se asiente del todo su calor. Último mantenimiento a las burras y cruzamos el pueblo hacia las lagunas. 
Seguimos por la carretera que las bordea por el este en dirección sur, al otro lado el camino por el que volveremos pero que no es carretera sino camino de tierra. El pequeño mar interior nos saluda con su “azulidad” un tanto desdibujada por la presencia de algunas nubes bajas que enmarañan el cielo. La carretera tranquila a esta hora de la mañana nos permite un rodar tranquilo y sin sobresaltos por lo que aprovechamos para meter un ritmo maratoniano que para nada ayuda a disfrutar del paisaje. Pronto comprendemos que esa no es la idea de la ruta. Una ruta sin exigencias físicas, sin kilometraje y sin rampas duras que vayan a poner a prueba nada, sólo se trata de disfrutar del entorno del parque natural, de disfrutar de su paisaje y todo lo que nos ofrezca.  

Volvemos a bajar el ritmo y hacemos alguna parada fotográfica en un bosquecillo entre las Lagunas Batanas y Santo Morcillo para dejar constancia: Yo estuve allí. El paseo continúa bordeando las lagunas y con algunas fotos para el recuerdo, muchas menos que de costumbre pues nuestro reportero gráfico no acaba de despertar el dedo del gatillo, (no haremos un juego de palabras de esto). 
Al final de la Laguna Salvadora nos recreamos con la grandiosidad y solemnidad de un inmenso árbol que suponemos una noguera por el nombre del restaurante que hay allí mismo, pero no se ven signos de frutos ni en el árbol ni en el suelo alrededor, duda. Pasamos a la siguiente laguna La Lengua y tampoco hay rastro de los espectaculares saltos de agua que convierten este lugar magnífico en algo suntuoso. 
Una pequeña decepción se asienta en nuestra ilusión. Ya intuimos que no vamos a ver ningún salto de agua.
El panorama empeora en la siguiente laguna. La Redondilla. Casi un charco en medio del inmenso cráter que deja su vacio. El suelo reseco casi parece un mar de sal y dota al lugar de un cierto encanto nostálgico y paradisíaco.
Dejamos la carretera principal y tomamos un desvío a la izquierda también por carretera aunque algo más estrecha. En este tramo nos alejan de la laguna los chalets que crecen a ras del agua, regados por el oleaje de la laguna cuando está crecida. Las barbaridades urbanísticas no tienen límite ni fin. Afortunados los que posean una propiedad en lugares tan privilegiados, pero considero que los espacios naturales deben ser privilegio de todos. Seguimos avanzando para llegar al final de la laguna, visitar la ermita de San Pedro y retroceder unos metros tomando un camino a la derecha sobre una pasarela salvando el río Alarconcillo. 
Comienza el territorio biker...,   Poco a poco vamos dejando las huellas de alquitrán sobre la roja piel del camino en una subida pedregosa pero sin mucho desnivel ni dificultad. Subimos rodeados de un espeso bosque mediterráneo de carrascas jóvenes y alguna encina más madura.
Pequeños caminos siembran la montaña bifurcando las opciones de continuidad. Optamos por seguir la señal del GPS que nos tendría que llevar hasta el mirador de la cruz. Sin embargo por algún error enfilamos un camino de bajada que nos va alejando de nuestro objetivo. Percatados del error nos quedaría retroceder en un tramo de subida a pie, pues es como hemos bajado este tramo roto por la fuerza de las aguas pluviales, o seguir el instinto esperando encontrar una senda que bordee la laguna por su lado sur y nos lleve hacia la Laguna Tomilla.
Así lo hacemos y acertamos de pleno. Es una senda un tanto aérea que nos da una bonita vista de la laguna y nos ofrece una sombra donde hacer un alto para avituallarnos.

Dejamos atrás la laguna y encontramos un prado donde la diversidad cromática nos golpea con intensidad y nos fuerza a una parada. Es como el prado del finde biker de Ademúz: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2013/06/puebla-de-san-miguel-pico-calderon-las.html  aunque aquél día eran casi en su totalidad amapolas, aquí se muestran otras flores lilas que contrastan de forma brutal y preciosa con el rojo subido de las omnipresentes amapolas. Sin palabras.
Volvemos al asfalto, giramos a la izquierda y enseguida a la derecha. La Laguna Tomilla deja paso a la Conceja y allí se acaba el asfalto otra vez. El camino se hace polvoriento y pronto comprendemos el porqué. La singular forma de los tocones (o lo que queda de ellos...) de los árboles sugiere el paso de maquinaria pesada que ha triturado tanto los caminos como la madera y ha convertido la tierra en polvo.
Más flores lilas y por fin llegamos al camino que deberíamos coger. Si, digo deberíamos porque una inmensa puerta y valla cierra el perímetro y nos impide progresar. Ahí está el camino que sube la montaña y se adentra en otro tramo boscoso como el que recorrimos después de la visita de la ermita. Solo nos queda retroceder y buscar otro camino que enlace. Así lo hacemos hasta encontrar un camino con una puerta, aunque está abierta hay un cartel de no pasar. Ante el miedo a encontrar en el lado de la bajada una puerta cerrada decidimos cambiar sobre la marcha y buscar algún camino que bordee las lagunas por su parte oeste hasta enlazar nuevamente con el track.

Volvemos al asfalto y luego hasta el cruce al final de La Tomilla, esta vez a la izquierda acompañando la Tinaja y la Laguna de San Pedro. La carretera cierra el círculo y llegamos al cruce que antes tomamos a la izquierda. Esta vez seguimos rectos hasta llegar al inmenso árbol que vimos antes. Nos gustó tanto que hemos vuelto a él, pero seguimos sin saber qué especie es. El  GPS muestra un camino que pasa al otro lado de la laguna pero no vemos ni rastro de él. Preguntando,  nos indican que está pasando el camping, un par de kilómetros hacia atrás. Vuelta a recorrer el mismo tramo, esto parece el día de la marmota. Tras otra parada para preguntar encontramos el ansiado camino. Este pronto se convierte en senda y esta se estropea con piedras a modo de escalón, raíces y pasos muy estrechos entre tocones de árboles y la valla del camping.

Es un tramo técnico, que en varias ocasiones obliga a bajar de la bici y llevar esta a una rueda delante. Este es un hecho que a nosotros, Roda i Pedal, no nos gusta en absoluto, no queremos traicionar nuestro nombre y seguir encima de la bicicleta es casi una de nuestras máximas. Así que este tramo se torna un “infiennno” para algunos de nosotros. A mitad de senda ya estamos barajando la posibilidad de volver atrás y volver por la carretera hasta la base. El track indica que estaremos más o menos a mitad de senda, así que es más tontería hacer el mismo camino hacia atrás que seguir hacia adelante. La opción de seguir es correcta pues ya llevábamos más de la mitad y enseguida entramos en un camino algo más ancho y completamente ciclable. Llegamos al final de estos menos de 900 metros. Ahora el camino se ensancha y posteriormente nos unimos al track viendo el camino por el que teníamos que haber llegado hasta aquí. También tiene el cartel de no pasar pues es una zona protegida. Y aquí viene la discusión sobre cómo proteger una zona. ¿La cerramos y se la ocultamos al mundo… restringimos el paso de vehículos… de personas… de bicicletas… permitimos el paso con permisos solicitados para el caso…? etc.

El caso es que ya estamos donde queríamos y deberíamos. Este lado de las lagunas es un espeso bosque donde los pinos conviven con las encinas y otros arbustos aromáticos y dan una sombra fresca, fragante y espesa. El camino se desliza entre la franja de agua a un lado y la ladera de la montaña al otro. Dejando en la retina pincelas de montaña y mar. De azul y verde. De fragancias terrosas y vegetales y de agua dulce. La idea ahora es llegar hasta el Hundimiento para comer allí, pero viendo la hora que es y el “hundimiento” que tenemos en el estómago decidimos buscar un lugar tranquilo para la comida.La encontramos bajo una tríada de encinas de gran tamaño y belleza.
Unas piedras a modo de asientos nos brindan acomodo y una bonita vista de la laguna a ras de agua aunque a una buena distancia. Comemos y brindamos por la décima con algo más de prisa de la deseada pues las nubes se han cerrado rápidamente y la amenaza de un chaparrón es inminente coincidiendo escrupulosamente con las predicciones meteorológicas. El viento anuncia lo inevitable y salimos por pedales pero sin librarnos, en los pocos menos de 3 tres kilómetros que nos quedan, de un buen remojón.

Este último tramo no presenta ninguna dificultad, solo quedaba disfrutar de las vistas de la Laguna del Rey, primera y última de las Lagunas visitadas. Las gotas de agua son como pequeñas bombas que impactan en el camino y dejan diminutos cráteres a su paso. Enseguida la tierra coge esa humedad y nos permite seguir la estela dejada por el compañero que nos precede. Llegados al final del camino decidimos que el Hundimiento tendrá que quedar para otro momento, ahora lo que nos apetece es resguardarnos del chaparrón y tomar un café calentito o con hielo, a gusto del consumidor. Enfilamos la carretera hacia el interior del pueblo deshaciendo los últimos metros hasta el hotel y juntar nuestras manos al grito de Roda i Pedal dando por finalizada la ruta más plácida de todas las vividas hasta ahora.

Tras el café en el bar del hotel, la ducha, la cerveza y un poco de conversación con las chicas, salimos a dar un paseo llegando hasta el Hundimiento, un espectacular salto de agua que es la única imagen de este tipo que nos llevaremos de recuerdo. Y digo recuerdo pues ninguno de nosotros llevábamos la cámara para captar el momento.

Volvemos al hotel y al balcón para calzar una nueva cerveza que abra el apetito y acabe de expulsar el cansancio de tantas horas de extenuante pedaleo.

Tras la cena y los (malditos penaltis) salimos otra vez al balcón a saludar a la parroquia y brindar por nuestra Décima de forma consecutiva. Luis ayer nos presentó los datos que corroboran nuestra conquista sin que nadie, a bote pronto, cayéramos en el redondo dato y al fin y a la postre título de nuestra crónica. Venga otro cacharrito.
 Domingo
 
Desayunamos ya con ese sabor a despedida que deja un regusto amargo.
Cargamos nuevamente la furgo y salimos hacia el mirador sobre la Laguna del Rey. El enclave nos permite ver el último tramo de la ruta de ayer y poder así contar nuestra batallita a las chicas. También tenemos oportunidad de vislumbrar algunas de las lagunas que quedan al norte del pueblo y que no pudimos visitar ayer al acortar un poco la ruta. 
Tras esta visita continuamos remontando casi el mismo camino que ayer con las bicis hasta llegar a los restaurantes entre las Lagunas Tinaja y Tomilla, lugar que decidimos será bueno para comer. Allí damos un agradable paseo por el lado opuesto de la Tomilla por un camino menos polvoriento y más frondoso que nos permite unas vistas más amables y cercanas de la laguna. 
Fotos y más fotos que seguirán después de la comida en otro paseo para bajar la comida y las cervezas que nos hemos calzado. Eso sin olvidar los vinos de la zona que hemos ido probando a lo largo del finde y que nos dejan sabores manchegos que llevarnos de vuelta a casa. 

Roda i Pedal 2016