-¿no se olvida nada? Bocatas, Cervezas, Cascos, Guantes…, Bicicletas, je,je..., leches no!!! se me ha olvidado la bici…; la bici no, pero cualquier día vosotros (refiriéndose a Salva y Carlos) saldréis de casa con las wambas, porque os calzáis a última hora… pues más cómodo iría, algún día le pongo las calas y a correr.
Es la broma recurrente de cada semana. Es la que nos dice que somos nosotros, que no hay ningún impostor bajo esa piel acrílica que nos disfraza de lo que no somos, o quizá la que nos hace quitarnos el disfraz que nos hace parecer lo que no somos y que llevamos el resto de la semana, quien sabe. Bueno si, en el fondo sí que lo sabemos.
Salimos desde la estación del tren remontando hacia el paso elevado a escasos 100 metros. Luego seguimos remontando el camino hacia la pinada que cierra nuestro paso por el norte. A la derecha y a escasos metros queda el antiguo hospital, lugar que tenemos previsto visitar en la última parte de la ruta. Ahora atravesamos la pinada y tomamos a la izquierda para bajar a la rambla de la Casa Nueva y cruzarla, luego cruzamos la A-3 por un paso inferior y ya nos encontramos en campo abierto.
La umbría del barranco nos ha hecho pedalear de lo lindo en la importante rampa que hay para remontarlo, y de paso, para entrar en calor, así que no ha venido mal el calentón. A partir de ahora ya se encarga el Sol de ese cometido.
El camino se va dividiendo y vamos tomando siempre a la izquierda, alejándonos de las temidas rampas y adentrándonos en el bosque. En cambio esta subida se hace suavemente aunque con un firme pedregoso que incomoda la marcha.
El camino está estropeado pero siempre hay una huella que te permite seguir esa trazada, depende de la habilidad y lo valiente que estés. Pero si a la primera de cambio te cruzas, mejor te bajas de la bici o se encargará ella de bajarte. Cuando me vengo a dar cuenta ya estamos en el molino del Requejo y la primera subida del día se ha pasado como por ensalmo, mejor, un esfuerzo menos que hacer hoy.
Así pues nos dejamos de cháchara y remontamos el barranco hacia la carretera de Estenas. Con el pueblo a la vista giramos a la izquierda por el camino de la Ermita del Remedio y encarándonos a nuestro reto de hoy.
Nos encontrámos de nuevo con los viñedos entre islotes de pinos aquí y allá, islas que veremos mejor desde lo alto de la montaña sobre un suelo rojizo que alimenta tanta uva, tanto vino, tanto sabor en el paladar que me deja un intenso regusto en la boca mientras revivo esos paisajes y esos momentos.También encontramos una carrasca inmensa, perfecta en su simetría y tan majestuosa que la ensalzamos como árbol monumental. Se encuentra en una pequeña área de recreo a pocos metros del pueblo, en el valle que sube hacia la ermita y el pico Negrete (click).La pista se encuentra en perfectas condiciones y las rampas no son duras, cosa que nos permite mantener un ritmo ágil que traga distancias de forma pasmosa. De todas formas no nos confiamos pues nuestro objetivo sigue mostrándose impertérrito muy por encima de nuestra posición y no queremos sorpresas. Avanzamos entre una impresionante pinada con la rambla del remedio perdiéndose cada vez a mayor profundidad a medida que ascendemos, y va dejando pinceladas de la erosión del agua que nos permite ver la fuerza de la naturaleza. Y así, casi sin darnos cuenta llegamos a la ermita del Remedio.
Otra subida que se nos ha pasado “casi” de gratis. El conjunto de la ermita es soberbio. Con tantos detalles a resaltar que resulta imposible centrarse en algo, y la vista se mueve de un lado a otro como en un torbellino; menos mal que tenemos aquello de que una imagen vale más de mil palabras y nuestro reportero gráfico sabrá encontrar la mejor. Entramos dentro de la ermita para admirar la luz transformada por los rosetones.
La fachada principal se abre a una magnífica plaza empedrada que permite captar la singular belleza del conjunto y de sus siete campanas.
Hemos desechado la opción de seguir adelante y subir por la carretera, no tanto por el tráfico, casi inexistente, como por el hecho de evitar asfalto y poner las ruedas a ciclar el terreno que más les/nos gusta. La rampa de inicio ya es un monologo de las intenciones que tiene este camino, rampas importantes que nos hacen sacar esas fuerzas que hemos ido ahorrando en las subidas anteriores y que tan bien nos van a venir. Ya nos extrañaba tanta bondad en la ruta. La mucha grava suelta que cubre una mitad del camino nos obliga a ir en fila para encontrar el firme compacto y no patinar. Encontramos una vista trasera de la ermita desde la altura que nos hace parar a admirar nuevamente el paisaje; pero la visita al mirador, un poco más adelante, se saldará con cero fotos por un fallo de coordinación. Las rampas siguen siendo “bonitas”; aunque no son de las que te matan al menos te dejan herido. Y en estas estamos cuando una iluminación nos hace caer en la cuenta de que nos hemos dejado el trípode de la cámara abajo en la ermita, maldición…; tras analizar la situación y medir las fuerzas, Luis decide esperarnos a la intemperie de la sierra mientras nosotros bajamos sin perder un segundo. Así que allá que vamos a deshacer los dos últimos y más duros kilómetros de ascensión del día de hoy para intentar recuperar nuestro compañero de pixel-aventuras. La gravilla nos presenta alguna batalla también en el descenso, y como hoy no estoy para muchas florituras Salva me va dejando atrás centímetro a centímetro. Lo veo llegar hasta el lugar donde lo habíamos dejado y me ahorro unos metros.Por fortuna, allí estaba esperando paciente que alguien lo rescatara, un respiro de agradecimiento y volvemos sin tregua a re-retroceder teniendo una extraña sensación de “deja vu”, pero de nuevo la dureza de las rampas nos harán ver que son tan reales como ciertas. Un cuarto de hora de continua subida nos pone otra vez en el lugar que ocupábamos antes de este paréntesis pero con alguna que otra pulsación más. Ahora también me duelen a mí las rodillas, y los…, je,je.
Ya todos juntos de nuevo y al menos con la alegría de que subir dos veces ha valido para algo, seguimos subiendo lo poco que nos queda antes de enlazar con la carretera que pasa por todas las aldeas de la parte norte de la sierra y con la que enlazaremos nosotros mismos más tarde. Sobre nuestras cabezas el pico que alberga el V.G. del Negrete. Este no se encuentra en la parte más elevada de la sierra, pues el pico que alberga las antenas es unos metros más alto, pero el camino para llegar allí no hemos encontrado que sea ciclable y hemos desechado meternos por la senda. Al otro lado de la carretera ocurre igual con el pico Mari Sancho, el V.G. tampoco es la cumbre de aquella parte de la sierra. Dejamos la carretera para incorporarnos a la pista que nos adentra, a la derecha, en la cumbre.
Podemos ver desde aquí arriba, el valle que antes hemos recorrido y disfrutamos del maridaje de colores: el ocre del terruño contrasta con la verde frondosidad del bosque mediterráneo que cubre esta zona de confluencia entre la costa y la meseta central. Ahora sí nos ponemos de nuevo en marcha.
Enseguida abandonamos este camino para desviarnos a la izquierda y seguir bajando hacia las aldeas de La Cañada y Villar de Olmos. Este tramo de camino será una de las partes más rápidas y divertidas de la jornada. Una bajada pronunciada metida en pleno bosque y con algún tramo de gran desnivel. Luego la carretera, también en bajada, nos hace atravesar La Cañada como auténticos tiros y llegar a la fuente de Villar en un suspiro.Este será el lugar elegido para comer, protegidos del viento y dejándonos acariciar por la bondadosa calidez del sol invernal. Después de comer un cafetito en el restaurante del poblado no nos hubiera ido nada mal, pero no vamos a ir a averiguar si está abierto o no, las escasas horas de luz en los meses de invierno nos hacer ir más rápido de lo que nos gustaría, pero es lo que hay. Así que seguimos camino encarando la subida por carretera de unos 5 kilómetros de longitud que nos queda por delante. A punto está de truncarnos los planes un pinchazo, otro más de Salva en la rueda trasera. Por suerte, el “gotelé” del tubeless es tan pringoso como efectivo y, tras haber imitado con gran realismo a la mismísima fontana de Trevi, ha conseguido taponar la brecha, y con un poco de aire que le metamos a la rueda la dejamos como nueva. Bendito tubeless, desde que lo tenemos los problemas de pinchazos se han acabado por completo.
La subida nos permite ver los enormes vallados cinegéticos que hay en la zona. Cantidad de caminos se tornan inaccesibles al otro lado de la valla. No sé hasta qué punto la privacidad de una finca incluye los caminos que la delimitan como para poder cercarlos también, esto es un “tó pa mí”. El problema de estos inmensos muros metálicos no es solo que los animales de dentro no pueden salir, ahí está la gracia, para los cazadores, de los cotos de caza; es que no permiten la movilidad de otros animales que no están dentro del coto pero que se topan con estos muros de alambre que limita que puedan desplazarse.
Seguimos subiendo a ritmo, no queremos forzar ya que vamos con la comida recién digerida y vamos bien de tiempo. Tras unas curvas de la carretera llegamos a la zona alta del camino y por tanto el final de todas las subidas del día. Vemos una preciosa zona de pinada con una casita en medio. Nos desviamos a la izquierda para pasar junto a ella y acercarnos hasta la rambla de Casa Nueva. Este tramo de camino a veces se estrecha hasta casi convertirse en una senda, siempre en suave descenso e invitando a dar pedales para ganar velocidad. Algunos tramos técnicos hacen que se combinen un poco todos los terrenos que tanto nos gustan en este tramo de la ruta. El fondo del barranco se ve surcado por roderas de motos, pero el camino no está degradado por el tránsito de estos monstruos de la potencia, así que cada uno disfrutamos de lo que nos gusta sin interferir con los demás. Perfecto.
Llegamos al desvío que teníamos marcado en el track. Nos adentramos en los terrenos privados de la finca Casa Nueva, ya que con antelación nos habíamos puesto en contacto con Teresa para solicitar permiso y poder cruzar la finca y visitar la casa. Todo han sido facilidades y amabilidad por su parte, así que solo tenemos que agradecer esa amabilidad y pedir el respeto que merecen los lugares que visitamos y cumplir sus normas.
Nos acercamos a la casa. Es una joya arquitectónica que me dejó prendado cuando la visité hace ahora un año y desde entonces quería compartir esta visita con el resto del grupo.La casa semeja un palacete zarista de épocas pasadas. Lo recargado de los enrejados en balcones y ventanas, junto con las filigranas decorativas en color negro, contrastan con el pálido crema de las paredes, dotando al conjunto de una sobriedad y distinción difícil de igualar; pero la torre cilíndrica que remata una de las esquinas, coronada con una cúpula al más puro estilo ruso, es algo que te descoloca y te transporta. Si en lugar de vino por aquí hubiera vodka…Nos regodeamos en la contemplación para llenar las retinas de esta exquisita visita y nos ponemos nuevamente en marcha, no sin antes haber saludado a Teresa y a su padre para expresarles personalmente nuestro agradecimiento.