sábado, 18 de febrero de 2012

Gátova-Alcublas

"Aguerridos caballeros pertrechados tras yeguas metálicas alforjadas, se despojan de sus cascos de fibra enrejillada, y sentados sobres sus cojinetes móviles, libran cruenta batalla con manos y dientes contra bocatas de a palmo y kilo...al finalizar, sobre el campo los restos."
Blog desconocido

La segunda salida de día completo del año nos deparaba una ruta por la cercana Calderona. Una vez conocido el camino y sin las paradas de rigor para fotos y contemplación del paisaje, nos podría quedar una ruta de mañana completa, en vista de la cercanía a la base. Pero hoy tocaba disfrutar del paisaje y tomarlo con calma, después el camino siempre dicta sentencia y pone algún que otro obstáculo que tendremos que superar. Vamos desde el principio.La mañana es fría pero sin llegar a ser gélida. La ola de frío siberiano aún nos barre con los últimos lengüetazos, pero ya comienza a ser más que soportable. El “set frec”, juego de palabras ya plenamente instalado en nuestro repertorio lingüístico, nos brinda la oportunidad, otra vez, de entrar rápidamente en calor y conservarlo durante todo el tiempo de ejercicio.


Llegamos a Gátova adelantando con el remolque y las bicis a cuestas, a innumerables grupos de ciclistas, “carreteros” como solemos llamar a los ciclistas de carretera con sus flacas; sin su chepa a la espalda en forma de mochila, vamos, que con 12 Kg. menos de peso en material también subo yo, jeje…; - sin mosqueos que solo son bromas -, que no se nos ofenda nadie, es pura envidia sana por el poco peso que llevan estos compañeros de afición.
A la entrada del pueblo aparcamos el coche e iniciamos los estiramientos de rigor ante un paisaje algo helado en las zonas sombrías. Los “carreteros” van pasando y nos miran descargar las burras del remolque y ataviarnos con todo el equipo mientras hablan del almuerzo, algunos dan media vuelta en redondo delante nuestro y se vuelven para abajo mientras nosotros aún no hemos ni empezado a rodar. El almuerzo, para nosotros, todavía se hará esperar aún un rato y habrá que currárselo a golpe de riñón.Las primeras pedaladas nos hacer cruzar el pueblo y entrar rápidamente en calor que a esta hora de la mañana no viene nada mal. Las zonas soleadas son una bendición, pero al salir del pueblo y coger el desvío hacia la fuente de la Alameda nos encontramos con una zona hundida en las sombras de un precioso bosque mediterráneo que se eleva por la ladera del otro lado del barranco y que refresca y humedece el ambiente. Hacemos la parada de rigor para contemplar este precioso enclave: mesas, paelleros, fuente y hasta un refugio que permiten pasar un día en una zona tranquila en plena naturaleza; nosotros solo disfrutaremos de unos agradables instantes que plasmaremos en digital y seguiremos camino.


Muy cerca, en la siguiente curva de este camino asfaltado, saldremos al campo tomando un desvío a la derecha. Cultivos de almendros principalmente son los que predominan en la zona, el camino parece que hace poco que se haya arado y la falta de lluvias ha impedido que se compacte el terreno, por lo que rodamos a veces hundiéndonos en el camino, lo cual si no complica, cuanto menos incomoda un poco el ritmo de la marcha. El alto de Chirivilla eleva su altitud alejándose de nosotros y permite que el Sol comience a calentarnos de lo lindo, momento que aprovechamos para parar y quitarnos alguna capa debido al intenso calor que nosotros mismos generamos. Los pinos los tendremos a la vista en todo momento, pero no gozaremos de su sombra salvo en instantes puntuales por quedar siempre unos metros alejados del camino.Acompañamos el cauce seco de un barranco hasta un cruce que tomamos a la derecha hacia el Mas de Uñoz.

Enclavada en un valle, bajo la protección de picos sobre los 700 metros de altitud, esta masía perteneciente en otros tiempos a la cartuja de Vall de Crist sobrevive en el tiempo junto a la Font del Oro.

El caserío desperdiga unas pocas casas en diferentes estados de conservación a escasos metros de la fuente. Este paraje es una delicia. El agua parece surgir directamente de la montaña, o quizá es agua que llora el pino de detrás, y ofrece un chorro limpio, potente, fresco y delicioso que se embalsa en un abrevadero y luego sigue su curso para no llegar al barranco, la tierra seca y las plantas la beberán sin dejar ni rastro. Luego visitamos el pequeño ermitorio en el otro extremo del caserío. En su interior,un par de lápidas de aspecto abandonado en la pared y una pequeña capilla sin imágenes ni santos que adorar, solo la sencillez de la construcción que se va deteriorando con el paso de las estaciones, son lo único que podemos encontrar en este lugar, donde las sombras y el silencio son los dueños de la estancia.

Nos detendremos un poco más adelante en una de las casas a almorzar, encarados al Sol y con la pared como refugio del escaso pero algo molesto viento invernal. Tras el almuerzo deshacemos el camino hasta aquel cruce de antes, y seguimos otra vez a la derecha buscando dirección oeste. Pasaremos junto al abandonado Mas de Camarases en un giro pronunciado del camino a la izquierda. Luego la casa de Vergara, también abandonada y que aún lo parece más junto a la ennegrecida vegetación que no ha llegado a calcinarse completamente por un reciente incendio. Estas casas son monumentos al olvido, igual que las antiguas bodegas que se desperdigan por los campos de Casinos y Altura, algo más abajo y que también olvidan el paso del tiempo. Tras la casa llegamos a la bajada que nos pondrá sobre el asfaltado en el camino de la Murta.
Antes veremos desde este alto el llano del Cantal a nuestros pies, la masía de Cucalón al fondo y el camino por el que volveremos. Una huidíza culebra se escabulle entre los matorrales ante nosotros mientras estamos contemplando el paisaje y en especial un hermoso pino bajo el cual almorzamos en nuestra ruta a la Cova Santa hace ya unos cuantos millones de peladadas atrás, es decir, allá por el año 2008: http://rodaipedal.blogspot.com/2008/04/de-lliria-la-cova-santa.html
Hacemos esta bajada corta pero intensa y nos incorporamos al asfalto, a la izquierda, de frente a la citada masía de Cucalón. La masía fortificada se asienta en lo alto de un cerro. A sus pies una joven pinada llama nuestra atención por estar alineada con precisión militar junto a un inmenso olivar. Otros campos alrededor esperan ser plantados ofreciendo su piel como una roja alfombra de terracota. Superamos el cerro junto a la masía y bajamos al valle del otro lado para volver a subir, bueno a subir pero bajando… de la bici.El camino es..., no. El camino no es un camino: es una mina, una cantera, una plantación de piedras o un pedregal, aunque ninguno de estos nombres describen con fidelidad el terreno que pisamos. Nos bajamos de las burras y las empujamos hacia arriba. Son poco más de 500 metros lo que arrastramos las bicis, pero es más que suficiente para maldecir durante un buen rato. Paramos a mitad de subida además de para recuperar el resuello, poder admirar el basto y bello paisaje que tenemos a nuestras espaldas, menos mal que la vista es bonita. La Calderona se prolonga ante nuestros ojos, descendiendo hacia el horizonte del mar que no vemos por la bruma que se multiplica en la distancia.El panorama es soberbio con estas vistas abiertas sobre las montañas que nos cierran la contemplación del valle del Turia. Ya arriba estamos junto a unas casas y vemos una nueva construcción, perfectamente integrada en el paisaje, al otro lado del barranco. Luego encontramos unas granjas justo antes de llegar a la carretera de Alcublas a Altura, la misma que pasa por la Cova Santa. Los molinos de Alcublas, que vienen siendo nuestro faro guía desde hace algunos kilómetros, se quedan en la altura a nuestra izquierda. Comenzamos a rodearlos poco a poco.

Primero pasando por la zona de La Balsilla, un navajo que queda junto a la carretera pero que ahora está completamente seco. La prolongada sequía que padecemos ha dejado esta charca sin más espejo en el que mirarse que la reseca y ajada capa de tierra del fondo. Por esta zona estaba el aeródromo en tiempos de guerra, aunque desconocemos si quedará algún vestigio de aquel aeródromo o no. Entramos en la carretera para bajar hacia el pueblo. Antes llegamos a las ermitas con el objetivo de hacer una rápida visita a estos pintorescos monumentos antes de adentramos en el pueblo.

Buscamos una salida hacia la izquierda, pasamos por detrás de la iglesia y por delante del lavadero. Los lavaderos eran lugares entorno a los que se vertebraba un poco la vida social de los pueblos. Hoy son tan solo, allí donde los conservan, espacios curiosos para el visitante, cuanto menos dignos de contemplación para estos hidalgos de las dos ruedas. Salimos del pueblo, casi empujados por la maleducada y estruendosa música que precede al bando municipal y que rompe estrepitosamente el encanto tranquilo y apacible del lugar. Esto de los bandos municipales atronando con música pachanguera a los tranquilos lugareños y visitantes, es una curiosa forma de pisotear las tradiciones y al mismo tiempo negarse, por la puerta grande, a entrar en la era informática o en la siguiente, que es en la que estamos. Es de un mal gusto tenaz e impertinente difícil de soportar, en fin… es lo que hay.

Salimos por el puente que sube hacia la ermita de Santa Lucia, de similar aspecto a las que ya visitamos a la entrada del pueblo, y los molinos, remontando la cuesta. Una más en esta ruta de continuos toboganes. Un rompepiernas de subidas y bajadas continuas desde que comenzamos la ruta es la tónica de hoy, aunque ninguna es digna de consideración al no haber requerido un esfuerzo extra, todas han sido superadas sin más esfuerzo que unas pocas pulsaciones más y un adecuado juego con los desarrollos, no obstante, la suma de todas ellas empieza a cargar las piernas, y sobre todo el coco que es lo peor.
Empezamos a pensar que no hemos hecho más que subir. Por fortuna, una vez arriba, tendremos la parte de bajada más larga y más pronunciada de toda la ruta. Primero en aquella rampa asfaltada que tan bien conocemos de nuestra ruta a molinos, y luego una zona nueva que nos acercará otra vez al Mas de Cucalón, esta vez por la parte sur, para dejarnos en el llano del Cantal. Después de la bajada de asfalto dejamos el camino conocido y seguimos recto. El alto del Pedroso lo tenemos atrás y deja ver en su cumbre el V.G. que aún no habíamos visto nunca, y que nos pondrá los dientes como palmatorias por no poder integrarlo en la ruta de hoy y conseguir el trofeo verticial tras su conquista y que tanto nos gusta. Luego remontamos hasta el corral de Victorias, otra construcción abandonada. Ya arriba tenemos un camino de frente que baja hacia el Mas de Abanillas pasando cerca de las bodegas las Veinticuatro y las bodegas viejas de Torres
.

En su lugar cogemos a la izquierda para encararnos al Mas de Cucalón y comenzar la bajada. La gravilla del camino hace que no sea una bajada limpia pero permite una buena aceleración y nos da un toque de aire fresco en la cara. Salvaremos casi 150 metros de desnivel antes de unirnos al camino de LLiria y remontar hacia el Cantal. Casi bajo nuestro conocido pino, giro pronunciado a la derecha que nos deja junto al Menhir del Cantal.

Volvemos a rendir pleitesía, esta vez con una foto de grupo junto al pétreo monolito. A nuestra izquierda el camino por el que bajamos hace unas horas, a la derecha la rampa que tenemos que afrontar. Iniciamos la subida. Al principio una rodera adorna la parte derecha del camino y nos obliga a mantener el equilibrio en plena subida sin poder usar todo el ancho del camino. Luego la cosa empieza a empeorar. La persistencia de la rampa se adorna con grandes piedras que imposibilita seguir subiendo sobre la bici.

Otra vez pie a tierra. Como no somos bicisenderistas, aunque nos guste mucho el senderismo cuando vamos preparados para practicarlo, nos molesta sobremanera tener que bajar de la bici. Lo malo es que esta rampa está casi en las mismas pésimas condiciones que la de esta mañana. Y lo malo es que cuando pensábamos que ya estaba todo subido aún nos quedaba otra rampa oculta tras una curva. En total poco más de un kilómetro de incómodo pateo sorteando piedras y más piedras, que unido a la otra rampa son casi dos kilómetros de arrastrar la bici, cuesta arriba por un pedregal reseco e intransitable, robándole al pedal las delicias de poder ciclarlo. Las pulsaciones disparadas, las fuerzas tocadas en su línea de flotación, la moral hundida, y el hambre llamando a las puertas a gritos, hacen que este tramo se convierta en un pequeño gran infierno. Cuando las piedras vuelven a permitir la ciclabilidad lo hacen sobre un terreno incómodo y bacheado que continúa subiendo hacia el collado del Lobo, y que dificulta enormemente el pedaleo. De todas formas es que ya vamos más tocados anímicamente que otra cosa, solo tenemos ganas de parar a comer y descansar un rato. Cogemos el conocido camino de Escarihuela y pasamos por el desvío del imponente mirador sobre el barranco del Rodeno, con el Alto del Romero a la izquierda. Hoy no nos acercamos hasta allí, en estos momentos no están los ánimos para proponer excursiones panorámicas, vamos interiorizando el mal rato pasado en la subida cada uno como puede y procurando no pagarlo demasiado con los demás. La idea era llegar hasta la fuente del Rebollo para comer en la pinada y las mesas, pero ante la insistencia como críos, ¿llegamos ya? ¿cuánto queda? ¿ya llegamos?... “ticn fammmm”, me propongo que a la próxima pregunta, paro la bici y donde estemos ahí comemos. No hace falta llegar a eso… el primero que llega a una caseta al margen del camino que nos puede proteger algo de la ligera y fresca brisa, para a comentar la conveniencia del merecido descanso aquí mismo o seguir hasta la fuente. No hay tiempo ni para preguntas, Carlos ya tiene el bocata en la boca y las bicis, como por arte de magia, ya están aparcadas por no decir esparcidas a nuestro alrededor.Nosotros seguimos su ejemplo y nos sentamos a resguardo del viento para armamos de bocata y cerveza, o al revés. Poco a poco la tensión acumulada se va disipando, se asienta en el estómago bajo el peso del bocata, ahogada en cerveza y añorando ese reconfortante café que nos espera en el coche. Hoy hay tiempo para una siesta al tibio sol invernal; pero tras un rato de estar tumbados en el suelo como lagartos, el calor se nos escapa del cuerpo y se filtra, a través del mallot, el frío de la tierra sobre la que reposan nuestros cuerpos, así que toca ponerse otra vez en marcha.

Casi en la primera pedalada encontramos la inercia de una bajada sobre tierra que nos ofrece algún que otro divertido tobogán y pone un punto de emoción a este tramo de menos de un kilómetro hasta la fuente del Rebollo, ya es tarde para volver a comer. Última parada del día. Un par de fotos y un trago de fresca agua y seguimos bajando ya por asfalto para cerrar el círculo, pasar por delante, sin detenernos, del paraje de la Alameda y llegar a la carretera que nos baja hasta Gátova y por lo tanto, hasta el coche. Más estiramientos, cargar las bicis en el remolque y café antes de ponernos en marcha hacia el R.C., a fin de desmenuzar, ante unas gordas, los pormenores de esta ruta en la que tan solo un par de kilómetros de intransitables caminos, nos han dejado la sensación de haber arruinado en parte, y por tanto no haber disfrutado como es costumbre, de los paisajes internos de nuestra inacabable Serra Calderona. Bueno, son las cosas del rodar, unas veces rebosamos sensaciones agradables y otras no tanto, pero en las rutas que se hacen por primera vez es algo que hasta que no lo experimentas, no puedes opinar y por lo tanto, no es cuestionable. En definitiva y sin contar con esos dos malditos kilómetros, la ruta ha sido agradable, cuestión a la que si añadimos que ha sido peleada en buena compañía y con el grupo al completo, no deja de ser una ruta como otra cualquiera. Esperemos que la próxima tenga algún vértice que nos compense los sinsabores que hemos padecido hoy.



Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=2534629