Henry Russell
Pues en semana santa había que hacer la particular procesión biker, y como no podía ser de otra manera habíamos planeado una ruta por esos montes de Dios hasta un conocido lugar llamado La Cueva Santa en el término de Altura.
Una semana más (y la racha no puede durar siempre) la previsión meteorológica anunciaba una mañana sin lluvias aunque con alguna posibilidad de chubascos hacia el mediodía aumentando las probabilidades hacia la tarde; dicho y hecho, pues la lluvia nos respeto hasta segundos después de meternos en el coche, entonces cayó la nuestra y la del pulpo. Pero como siempre, vamos desde el principio.
Por la noche yo en el curro y mirando de cuando en cuando a ver si el cielo se cerraba, la luna llena iluminaba el cielo y el persistente viento de poniente dejaba el ambiente limpio, haciendo presagiar otro día de gran visibilidad y disfrute paisajístico.
Salimos de la base con el remolque cargado y nos dirigimos hacia el ya conocido camino de las balsas de riego, hoy nos meteremos por el camino del canal y dejaremos allí el coche, de haber sido “Kit” lo habríamos llamado para que viniera a nuestro encuentro muchos kilómetros antes, pero es lo que hay y lo tuvimos que pedalear de principio a fin.A los 200 metros del punto de partida y por culpa de una obra junto al canal, ya nos toca la primera parada con pie a tierra, pues esto promete. Seguimos por un terreno llano y un camino ancho junto a campos de cultivo en perfecta formación y un entre tejido multicolor digno de resaltar; las coles siguen a las lechugas y se anteponen a las cebollas y así en un sinfín de hortalizas que crecen mezclando sus colores sobre la alfombra rojiza de la tierra.
Una semana más (y la racha no puede durar siempre) la previsión meteorológica anunciaba una mañana sin lluvias aunque con alguna posibilidad de chubascos hacia el mediodía aumentando las probabilidades hacia la tarde; dicho y hecho, pues la lluvia nos respeto hasta segundos después de meternos en el coche, entonces cayó la nuestra y la del pulpo. Pero como siempre, vamos desde el principio.
Por la noche yo en el curro y mirando de cuando en cuando a ver si el cielo se cerraba, la luna llena iluminaba el cielo y el persistente viento de poniente dejaba el ambiente limpio, haciendo presagiar otro día de gran visibilidad y disfrute paisajístico.
Salimos de la base con el remolque cargado y nos dirigimos hacia el ya conocido camino de las balsas de riego, hoy nos meteremos por el camino del canal y dejaremos allí el coche, de haber sido “Kit” lo habríamos llamado para que viniera a nuestro encuentro muchos kilómetros antes, pero es lo que hay y lo tuvimos que pedalear de principio a fin.A los 200 metros del punto de partida y por culpa de una obra junto al canal, ya nos toca la primera parada con pie a tierra, pues esto promete. Seguimos por un terreno llano y un camino ancho junto a campos de cultivo en perfecta formación y un entre tejido multicolor digno de resaltar; las coles siguen a las lechugas y se anteponen a las cebollas y así en un sinfín de hortalizas que crecen mezclando sus colores sobre la alfombra rojiza de la tierra.
Mas adelante giro a la izquierda para entrar en el camino de Abanillas y nos metemos junto a unos inmensos campos de naranjos, tan grandes de cuesta creerlo, estos se extienden justo hasta la base de la montaña con lo que el verde de los naranjos se mezcla con los pinos dejándonos ya una bonita estampa de contrastes, además los olores a primavera comienzan a despuntar y las primeras flores de azahar nos saturarán con su intensísimo olor invitándonos a una pequeña parada para cerrar los ojos y aspirar con fuerza, poco después serán los viñedos quienes tomen el relevo a los naranjos, campos inmensos en extensión y aunque sus cepas desnudas no aporten color a la estampa, estamos en el Mas del Frare, comenzamos a subir.
Rampas tendidas pero largas, se van sucediendo unas a otras con lo que no nos deja descanso posible, luego cambio; rampas cortas pero intensas que nos hacen perder el resuello y comienzan a disparar las pulsaciones, parada fotográfica que aprovechamos para recuperar el aliento pues, un amago de pájara aconseja alargar unos minutos la parada.
Seguimos para arriba y enseguida nos encontramos con el primer letrero indicando nuestro destino, es un PR no apto para bicicletas, sin señales que nos lo indiquen estamos traspasando la invisible barrera que nos separa de la provincia de Castellón, esto lo veremos en los sucesivos carteles que iremos viendo señalados con CS. La subida sigue sin tregua, constante en el castigo que nos va infligiendo, nosotros como buenos penitentes seguimos sufriendo.
El avance se hace lento aunque de momento el firme no nos está suponiendo ninguna dificultad añadida, pero solo de momento, esto cambiará después. Vemos ante nosotros el final de esta subida en un cruce de caminos; a nuestra derecha un camino que va hacia Marines, a la izquierda hacia Alcublas (aunque no hay señales que lo indiquen), justo delante se nos presenta una imponente vista de las montañas hacia las que nos dirigimos y ante ellas la pintoresca imagen del Mas de Abanillas todo pintado de blanco y reluciendo bajo el sol.
Iniciamos la bajada para pasar junto al Mas y admirar de cerca el reloj de sol y la singular arquitectura de la Masía.
Seguimos bajando hacia el barranco del Losar que es la denominación que recibe en este punto por el que lo vamos a cruzar pues, más arriba y más abajo recibe infinidad de nombres por lo que es fácil conocerlo por otro nombre. En periodo de lluvias imaginamos que la crecida del barranco hará intransitable este paso, pues con muy poca agua puede resultar peligroso debido entre otras razones, a que el camino está lleno de cantos rodados arrastrados por la corriente que se han acumulado aquí de tal manera que el paso ya resulta complicado en seco, pues la bici se hunde y dificulta su manejo, por lo que no queremos imaginar esto con agua; además es una zona baja, y una crecida de caudal se puede producir en cualquier momento. Una vez al otro lado volvemos a subir. Otra vez el camino esta en buenas condiciones y transitamos pegados al barranco, son visibles en el fondo las huellas de ruedas de motos, por la orografía del terreno allí abajo, en algunos puntos las deben de haber pasado canutas para salvar algunas piedras y pozas que vemos en el recorrido. Ya vamos buscando un lugar para almorzar pues pensamos comer en el bar de la Cueva Santa, por lo que queremos adelantar un poco el avituallamiento matutino. Nos encontramos en la partida de El Cantal y al otro lado del barranco junto a las ruinas de una antigua casa vemos una pequeña cueva en la pared del barranco, un poco más allá asoma el Mas de Cucalón, estamos cerca de la carretera (camí de la Murta) y decidimos que es un buen sitio para parar, lo hacemos bajo la sombra de un impresionante pino que nos cobijará durante el almuerzo.
Las nubes cada vez más numerosas y acompañadas de un viento fresquito nos harán salir de esta sombra buscando un poco de sol, pues la sudada que llevamos es considerable y el viento no es un buen compañero con esta temperatura que, sin ser fría, tampoco nos invita a ventilarnos demasiado. Terminado el almuerzo nos tomamos con calma los primeros kilómetros sabedores que a partir de ahora vamos hacia arriba más en serio que antes (aunque no podíamos imaginar de que manera).
Decidimos coger la variante del camino de asfalto, el otro camino nos plantea dudas de continuidad, tan solo serán un par de kilómetros y giraremos a la izquierda hacia la Murta y el Mas de Randero, aquí encontraremos un par de tramos asfaltados en pleno campo, lo cual es un claro síntoma de la dificultad del terreno. Un poco más adelante un cruce indicado de PR nos conduce hacia La Murta, en el siguiente cruce un giro de casi 180º y justo al pasar el Mas de Randero sale un camino a la izquierda indicado con las señales rojas y blancas de GR, lo subimos arrastrando las bicis pues, es totalmente intransitable, (otra vez pie a tierra, ¡brrrr!) la subida, de una dureza extrema para ir cargados con la bici hará mella en nuestra moral, algo después tendremos otro par de subidas que nos harán volver a cargar con las bicis, (más ¡brrrrr!) aquí los ánimos están a flor de piel y casi lamentamos no haber escogido la variante a este tramo que, nos hubiera supuesto casi 20 kilómetros más pero que con un poco de suerte no hubiera sido tan dura, aunque realmente no lo sabemos.
Intentamos animarnos diciéndonos que muchos bikers hacen rutas en las que es habitual echar pie a tierra y cargar con las bicis; realmente nosotros no estamos muy habituados a esto y cada vez que nos pasa se nos hace un mundo, preferimos subir rampas de una dureza terrible antes que echar pie a tierra unos metros, aunque la aventura y el conocer nuevos horizontes nos obligue en ocasiones a esto, no estamos mentalmente preparados para ello. Si algo bueno ha tenido esta subida es que desde arriba las vistas son soberbias….
La parte central de la Serra Calderona se dibuja a nuestra izquierda nítida en contraste con el cielo que se oscurece por momentos, ese cambio de luz arroja un relieve a las montañas tan vívido e intenso que casi se puede tocar, a la derecha los montes de Chiva y los molinos eólicos se distinguen en la distancia por detrás de nuestra Rodana, oculta por un pico en la montaña que tenemos delante. Seguimos subiendo otro tramo a pie (es la tónica de hoy…) cuando se presenta ante nosotros un cartel que nos da un vuelco al corazón, “camino particular”, como nos toque volvernos nos da algo.
Decidimos tirar para adelante pues, el GR pasa por aquí, y en realidad en camino no prohibe el paso, una vez arriba estamos en una bifurcación de caminos y variantes del GR (por cierto se trata del GR 10, un sendero de gran recorrido que cruza la península Ibérica de este a oeste, desde Puzol a Lisboa).
Al poco, un cartel nos indica el “Clot de Carreres”; se trata de una torca de pequeño tamaño pero de gran belleza, ya que más allá de ella tenemos unas magnificas vistas que en días claros como hoy (aunque la visibilidad esta bajando a marchas forzadas), nos permite divisar distancias colosales.
Podemos ver Valencia enmarcada entre el mar y la albufera, tras el golfo de Valencia se yergue majestuoso desde el mar El Montgó, también vemos la Serra de Aitana y el Caroig, en definitiva unas magnificas panorámicas que en parte nos recompensan de la penosa subida realizada.
Emprendemos la marcha, para nuestra sorpresa aún no estamos en la cima de nuestro recorrido y el camino sigue empecinado en subir y nosotros, tercos, en no darnos por vencidos. Lo seguimos, el altímetro del GPS nos muestra como metro a metro sigue elevándose, antes que con el GPS lo notamos en las piernas que piden a gritos el final de la subida. Nuevo cruce de caminos que vuelve a señalarnos nuestro destino, pero que una vez más descartaremos y seguiremos hacia la izquierda, algo más adelante a la derecha y estaremos en la cima de hoy, 980 metros, aunque luego pasaremos junto al Monte Mayor, que con sus 1016 metros de altitud marca el techo de la Calderona, pero hoy no lo coronaremos, por hoy es más que suficiente, ahora un pequeño descenso nos llevara hasta la carretera de Alcublas a Altura pasando por nuestro destino de hoy. Nosotros no tomaremos la carretera, la cruzaremos para adentrarnos en el monte y volver una vez más a bajar de la bici para poder subir esta cuesta dejando a la izquierda el Monte Mayor y dirigiéndonos hacia la Ermita de la Cueva Santa. Aquí arriba el camino es casi intransitable, pero aprovechado que pica hacia abajo nos atrevemos a subir a las burras y dejarnos caer por este "sendero", antes de llegar a la explanada de la Ermita el camino desaparece y bajamos campo a través hasta que volvemos a echar por enésima vez pie a tierra.
Por fin estamos en destino, tan solo han sido 25 kilómetros pero de una dureza extrema, sobre todo dureza mental por tantas veces que hemos tenido que descabalgar, por lo que se nos antoja que han sido más de 50.
Nos dedicamos pues con avidez a contemplar el lugar e impregnarnos de la paz y el recogimiento que el sitio augura ofrecer. Nada más lejos de la realidad, el parking atestado de coches y con mucha gente pululando por la entrada impiden tal sosiego. El cartel que pide respetuosamente silencio es mero testimonio de un deseo no convertido en realidad, no es más halagüeño el panorama dentro del Santuario que además se ve agravado con el eco que produce la cavidad, la estampa es de una irreverencia absoluta el encontrarse en un lugar así con este comportamiento, además en las fechas en las que estamos, realmente no nos molesta tanto por las fechas sino por el hecho en sí mismo.
Tras visitar el lugar nos dirigimos al bar para comer… ¡ja! que nos lo creemos nosotros, el restaurante completo, en la cafetería nos dicen que no se puede comer y bocadillos para comernos afuera tampoco, menos mal que el viernes llamamos para preguntar si estaba abierto ya que pensábamos ir en bici a comer allí, nos dijeron que sí que estaba abierto todo el día, lo que no nos dijeron es que teníamos que reservar… en fin, que nos toca volver con el estomago vacío y una leche que no veas, ya se que al final es nuestra culpa por no haber reservado, pero después de toda la explicación nos lo “podían” haber dicho ¿no?. Pasamos por la zona de las esculturas religiosas, nosotros lo denominamos el camino del calvario pues una vez más hay que bajar de la bici y ya hemos perdido la cuenta de las veces.
Comprobamos con gran estupor el grado de vandalismo que pueden desarrollar algunos energúmenos; las magníficas esculturas que coronan la cima están destrozadas, a unas les falta un brazo, o la cabeza o tan solo queda la base de piedra, por no hablar de las rejas que las protegían que están todas arrancadas y retorcidas… sin palabras para describirlo, cuestión que guardamos en imágenes por si alguien tiene curiosidad por comprobarlo.
Lo que si podemos intuir es lo magnifico que sería esto en todo su esplendor, pues aún así guarda parte de su encanto y belleza, también realzada por el magnifico emplazamiento en el que se encuentra dominando la vega del rio Palancia, allá en la lejanía antes de divisar a través de las nubes en creciente formación las primeras montañas de la Serra d´Espadá
El viento arrastra las primeras gotas de lluvia, motivo por el cual nos lleva a apresurarnos en la partida. Bajamos nuevamente hasta la carretera, esta vez si que lo hacemos encima de las bicis haciendo gala de unos nervios bien templados, pues, el camino, no está para muchas florituras. Cruzamos la carretera y nos enfrentamos al primer repecho en el camino de vuelta, un pequeño golpe contra el cuadro de la bici dejará dolorida ciertas partes nobles de quien escribe, afortunadamente nada que no puedan solucionar unos cuantos golpes de adrenalina que poco después vamos a experimentar en las bajadas. Llegamos ya por fin a la bajada, decidimos ir por la variante que teníamos prepara por si el camino resultaba no ser tal camino, al final si lo hubo, pero en tan precarias condiciones que decidimos probar la otra opción.
Comenzamos un descenso vertiginoso para el estado del terreno, grandes piedras sueltas y muchas roderas que sin embargo no nos hacen bajar de 40km/h. curveando y contra curveando en un descenso técnico, con toques precisos de freno y golpes de manillar para recolocar la bici a la salida de una rodera o bien para esquivar una enorme piedra que se interpone en el camino y, claro, la suerte no podía durar para siempre; a la salida de una curva Salva hace un recto que visto desde atrás no sé muy bien a donde va… “che, carabassa, enfila la curva” pues no, él que tira recto y cuando viene a frenar ya es tarde, esquiva una roca pero el terraplén se lo come sin contemplaciones, le pegamos un grito a Luis que va por delante y Carlos y yo pegamos un frenazo de no te menees para ir a socorrer al infortunado compañero, con un susto en el cuerpo de tres pares pues, la cara de dolor o de susto que tiene él no nos deja adivinar como se encuentra. Enseguida nos hace ver que está bien y vemos que el porrazo ha sido a través de un terraplén de más de un metro y que no se ha comido un árbol de pura casualidad.
Tras comprobar que todo está en orden continuamos con algo más de precaución, aunque nos pegaremos otro buen susto unas curvas más adelante ante la frena a la limón de quienes abren la ruta. Seguimos bajando de forma endiablada hasta el camino asfaltado de la Murta, pasamos por una serie de parajes idílicos y allí transitamos junto al Barranc de la Rambla seca o Barranc de Uñoz. Al llegar aquí nos sorprenden unas gotas que caen cada vez más rápido y que nos obligan a sacar el chubasquero, esto es por si nos faltaba algo en el día de hoy. Giramos a la derecha e iniciamos un tramo de asfalto en subida que se nos hará más largo de lo que pensábamos, por decir algo bueno… las abruptas montañas que nos rodean y que talladas por la erosión nos muestran formas caprichosas, dejando ver el blanco surco que el agua graba en su torrencial caída hacia el fondo del barranco.
Ha dejado de llover y el esfuerzo de la subida nos obliga a parar a quitarnos el chubasquero pues estamos sudando a mares aquí dentro. Poco después volveremos a dejar el camino asfaltado y nos dirigimos de nuevo hacia el Mas de Randero para cerrar así el camino alternativo que habíamos previsto por si acaso; vistos los dos caminos pensamos que hemos hecho la mejor elección a pesar de todo, ya que, este camino es mucho más largo y haberlo hecho de subida hubiera sido terrible, de todas formas el haber bajado tanto de la bici en el otro tramo tampoco ha sido nada agradable, aunque la decisión no gana por “KO” al menos si lo hace por puntos (aunque pocos).
Ya nuevamente en zona conocida, volvemos a pasar aquellas rampas asfaltadas ahora de bajada, y poco después cruzaremos la carretera para entrar en el camino de Lliria o camí de Cucalón, también conocido como (y así lo denominamos a la ida) Camí de Abanillas, al igual que con los barrancos, los caminos también tienen distintas denominaciones y es que toman los nombres por tramos, estas explicaciones aunque un tanto engorrosas quizás eviten confusiones con si un camino es o no, el correcto.
A partir de aquí casi todo es bajada, el camino en bastante buenas condiciones nos hará bajar a una buena velocidad y, sobre todo sin sustos por curvas complicadas. Otro amago de lluvia, esta vez no pensamos hacerle caso, pero se coge con intensidad, mientras lo pensamos unas pequeñas piedras blancas comienzan a caer y, a estas las acompañan los primeros truenos que oímos en el día de hoy, pues nada, otra parada a por el chubasquero. Igual que antes la “lluvia” solo ha durado un minuto pero ya no nos quitamos el dichoso chubasquero, que sufra él un poquito también.
Casi llegando al barranco del Losar Luis para en mitad de la bajada, ahora un pinchazo, se oye el ruido del aire escapándose de la cámara y enseguida vemos el liquido verde del slim asomando por la cubierta. El pinchazo es grande con lo que nos preparamos para cambiar la cámara, antes hacemos como siempre un intento a la desesperada e hinchamos a ver si se autorrepara, con la suerte que estamos teniendo hoy va a ser que no…. Pero mira por donde el verde liquido mágico hace un trabajo excepcional y nos ahorra un rato de trabajo, así que seguimos para adelante subiendo hasta el cruce en el que antes hicimos una parada para admirar la Masía de Abanillas, esta si que es la última rampa del día y de aquí hasta el coche todo será bajar. Lo hacemos rápido y disfrutando todo lo que podemos, aunque a estas alturas solo estamos deseando llegar al coche pues, disfrutar y divertirnos no es que lo hayamos conseguido plenamente. Por fin llegamos al coche, unas tímidas felicitaciones, más por haber llegado al final de la ruta que por otra cosa, y nos ponemos rápidamente a cargar el remolque pues nuevamente comienza a llover, una vez metidos en el coche y antes de arrancar comienza a llover con fuerza y también a relampaguear y tronar, no parará hasta llegar a Manises. En el coche ya de camino rememoramos las peripecias pasadas y, sobre todo la caída de Salva que afortunadamente no ha sido nada más que el golpe. De no haber sido por el slim la parada para arreglar el pinchazo nos hubiera retrasado lo justo para coger una chopada de no te menees, en fin… que al final aún va a ser que la ruta no ha sido tan mala.