"La soledad era eterna, y el silencio inacabable. Me detuve como un árbol y oí hablar a los árboles" Juan Ramón Jiménez
Ya hacía tiempo que iba detrás de realizar esta ruta. Aunque esta vez todo iba a ser distinto; realizar la ruta solo y con el GPS, en una zona dura y lejos de casa, vamos, que tenía su cierto halo de gesta grande. Salgo de casa con el coche cargado con la bici y repasando mentalmente que no se me olvide nada. Le dejo el mapa de por donde voy a ir preparado a Teba por si algo me pasa para saber por donde buscarme, bien pensado no es una mala idea por si hay que organizar una búsqueda. Carretera hacia Alcublas y luego a Sacañet donde se inicia y finaliza la rodada que tengo preparada. ¿Qué por qué voy solo? Pues porque esta ruta, ya estudiada sobre track era una de esas locuras que ha veces se me ocurren, y, la cercanía de otra de nuestras épicas aventuras, hacía que el grupo no quisiera embarcarse en este proyecto sin datos reales de la misma, así que como la idea era mía y yo tenía ganas de machacarme pues allá que me voy; aunque llevaré como inestimable compañía las precisas indicaciones de la “martita” para tener constancia de la dureza del trayecto.
Inicio la ruta en el GR10, camino de Fontcubierta, este se dirige cresteando la loma entre los barrancos, de Medilla a la derecha, y del Arco a la izquierda, hacia Teresa. Tras una primera ascensión, el camino inicia un loco descenso buscando la corriente del Río Palancia, para eso aún faltan unos 8 Km. pero, en ese trayecto descenderemos más de 350m. Descenso rápido y por buen camino, aunque no faltará, como en todo buen camino biker, su zona de piedras sueltas. Los paisajes ya están apoderándose de las sensaciones. Volviendo la vista hacia Sacañet se ve el último reto de la jornada, el Pico Bellida con sus más de 1300m, más a su derecha, el Peñaescabia cierra la parte sur del estrecho del Cascajar que se eleva justo delante al norte de la cuenca del Palancia, sin embargo, lo que veo ahora son las Peñas de Amador y el alto Fustero con su caseta de vigilancia; el Cascajar queda algo más adentro, tapado por el propio Peñaescabia.
En dirección opuesta, la maravillosa visión al Sur del pico Lluste de 1030m. de la Serra Calderona, al Norte la Serra de Espadan. Sigo bajando hacia la fuente del Royo, esta no se encuentra justo en el camino por lo que no hago parada para verla, ya que además, aún voy bien surtido de agua, con el castigador sol que me acompañará hoy no podré decir lo mismo a partir de la mitad de la ruta; buscando fuentes como un desesperado, más por precaución de no quedarme seco que por verdadera necesidad. En poco tiempo llego a la zona de las cuevas del Barranco Jalbe, encaramadas a las paredes del Alto de la Palanca se ven un par de cuevas ya habitadas en la edad del Bronce.
Aquí el camino tiene un fuerte desnivel, por lo que presenta tramos asfaltados: lo mejor será parar para echar un vistazo en condiciones, no sea que tenga que probar el fondo del barranco. Enseguida llego a la ribera del Palancia, mucho antes de verlo y oírlo, lo adivino por la cubierta vegetal que lo envuelve: los pinos, carrascos y demás árboles de montaña, dejan paso a los chopos y la vegetación de ribera que refrescan el ambiente. Por fin tengo visión directa del río sobre el puente que lo cruza, por primera vez en la jornada. No llego a entrar en la población de Teresa, el track me lleva en sentido contrario por la carretera hacia Bejis. Si, ya se que he dicho carretera, pero en estos casi 6km. hasta Bejis no me adelantará ningún vehiculo y tan solo me cruzaré con un par de motoristas. Lo mismo ocurrirá en el tramo desde Bejis a Los Cloticos. Entre Ventas de Bejis y Bejis, la carretera comienza un prolongado ascenso que, a los pies de la población se endurecerá y no cejará hasta el mismo centro del pueblo.
Ya en la salida encontraré el acueducto romano que traía el agua desde el manantial de Los Cloticos hasta la fuente de los caños dentro del pueblo. Arriba de la peña, en el centro del pueblo, agonizan los restos silenciosos y olvidados del castillo romano. Luego sigo hacia el nacimiento. Este camino denominado Camino de La Umbría, acoge la ruta del agua.
Está salpicado de paneles interpretativos de la flora y monumentos que podemos encontrar a lo largo de la ruta junto al Palancia. La carretera me llevará hasta el desvío que, a la vuelta, tomaré para subir hacia La Salada rodeando Peñaescabia. Veo la importante subida de inicio y prefiero no pensar ahora en ella, ya tendré tiempo más que suficiente. Me centro ahora en el paisaje que me rodea. Abajo, el curso siempre melódico del río Palancia se esconde tras una densa y preciosa masa boscosa. Paso frente a la aldea de Ríos de Arriba, después viene la fuente de Los Cloticos junto a la planta embasadora de aguas de Bejis.
Esto está situado justo debajo de Peñaescabia, la imponente montaña y su impresionante bosque filtran y mantienen la humedad que, una vez bajo tierra da vida en forma de fresquísima y rica agua en este y otros manantiales y fuentes que abundan en la zona. Junto a la fuente hay una zona de recreo, bancos, paelleros y un parque que harán las delicias de quien venga a pasar un día de ocio o a recoger agua de la fuente. Sigo el cartel que indica el camino del nacimiento. Sigue subiendo. No podría ser de otra manera. Más allá llego al desvío del camping, lo ignoro y continúo hasta estar frente a la aldea de El Molinar.
Un pequeño conjunto de casas, en tiempo abandonadas, y ahora restauradas, junto al camino que va hacia El Toro por el barranco del Hocino y que, trae las aguas de la zona de Barracas hasta el Palancia. El camino ya se mete bajo el manto de pinos, y la pared rocosa del otro lado del río es el estrecho del Cascajar, un muro pétreo que discurre de Este a Oeste encauzando el lecho fluvial, poco después cruzo la cristalina corriente que baja del barranco del Resinero y llego a la bifurcación: izquierda hacia el barranco, derecha hacia el nacimiento.
Este es último sitio al que pueden llegar los coches. Inmediatamente me encuentro con el río, unos troncos y unas piedras sirven de puente cuando el caudal no sea muy grande, hoy incluso lo badearé montado sobre la bici. Al otro lado se convierte el camino en senda y fin de la aventura montada. Arrastro la burra que se desespera ante este atentado a su derecho a correr libre por el campo. Intento consolarla contandole el impresionante paraje que estamos recorriendo, a duras penas puede soportarlo. Unos 200m. más adelante y ante unas rocas que actúan de escalones, decido poner fin a esta aventura que intentaba terminar en los estrechamientos del río cerca de su nacimiento, pero, no sé exactamente cuanto queda para llegar hasta allí y seguir por aquí cargado con la bici es una locura agotadora.
Con este panorama y a la vista de una roca que se interna en el río decido usarla como excepcional balcón donde sentarme a almorzar. La cristalina y refrescante corriente, el paisaje sobre las montañas que me aprisionan y el dúo de canto formado por agua y pájaros hacen de este “retiro” un ejercicio de espiritualidad en si mismo.
Me despido del lugar con la tristeza de quien deja un lugar querido, regreso hasta el camino y estoy tentado de coger el camino del barranco del Resinero, pero si este se convierte en una senda tendré problemas pues, el desnivel a salvar hasta el camino de la Joliana no es ninguna tontería. Así que deshago el camino disfrutando nuevamente de este idílico enclave. Llego al desvío que inicia el camino de la Joliana y que rodeando Peñaescabia recorre el barranco del Resinero de principio a fin. Enfilo la subida que vi cuando venía. Intensa pero sin asfixiar. El firme bueno, ciclable, sin mucha dificultad. Una curva, dos, tres, ¿Cuándo llega el descansillo? No llega. La subida, cruel como pocas me pondrá a prueba durante al menos 2km. con una pendiente sostenida, ya digo, dura pero indulgente.
Llegado al altiplano que pasa sobre Los Cloticos encontraré un primer descanso. Luego vuelve a tirar hacia arriba. Ningún tramo de la subida me sacará de punto, el cansancio vendrá por lo prolongado de la ascensión: en tiempo y en kilómetros, y por el tremendo desnivel acumulado, amén del calor y la constante pérdida de líquido. Voy parando cada poco tiempo a disfrutar del paisaje y hacer fotos, beber agua y recuperar fuerzas, mejor no cebarse pues aún queda mucho. Una vez rodeada la punta Norte del Peñaescabia entro en el corredor Norte-Sur del barranco del Resinero.
Este barranco discurre paralelo al Peñaescabia, y va subiendo hasta que en la cabecera sur, a su inicio, ya que es la parte más alta, se encuentran las lomas de La Joliana con sus más de 1400m. de altitud; frente a ellas al otro lado del barranco, el Collado de los Perros, la Umbría Negra y la Peña Salada, todas ellas por encima de 1500m. Esta última es el destino al que me dirijo; la abandona base militar de El Toro, La Salada o Andilla según donde se busque la información. Pero vamos a ir ascendiendo poco a poco que las fuerzas no dan para más. Nada más entrar al barranco, queda a mi izquierda, allá arriba, el Cerro de la Cruz, que es el pico más alto del Peñaescabia, aunque es este último pico quien tiene el honor de dar nombre a la montaña y de tener el vértice geodésico.
Continuo pedaleando a un ritmo cansino, cuesta mantener la verticalidad sobre la bici, pero a este ritmo soy yo quien controlo la respiración y, las pulsaciones no se disparan, así que, sigo sin alterarme a pesar de estar deseando llegar. Pues no me queda nada aún. Frente a mí diviso las alturas de La Salada y alrededores, no puedo ubicarlos exactamente pero uno de aquellos es, aunque las estaciones de radar y las casas quedan en la vertiente sur, mirando hacia Valencia desde donde, cuando estaba en activo se veían los potentes focos que había aquí arriba. A mi izquierda, el Peñaescabia va perdiendo altitud en su parte más meridional hasta el prado de Capilla, con sus poco más de 1200m. Ahora ya puedo divisar algo de horizonte, pero poco, ya que enseguida se alzan las primeras laderas de las Lomas de La Joliana o Juliana. Al otro lado del barranco, las alturas son siempre mayores. En todo el recorrido, el impresionante bosque de pino deja, con el calor predominante en el día de hoy, el particular aroma de las piñas recalentadas abriéndose al Sol. Los arbustos no dejan pasar la ocasión de aportar su peculiar toque aromático; romeros, tomillos y aliagas se entregan con gusto tanto para mi disfrute olorífico, como para servir de manjar a las legiones de abejas que se oyen zumbar en cada matorral del camino.
Llego a la zona del incendio que en 1993 devastó esta zona. Quedan restos calcinados de pinos esparcidos por la montaña allá donde la naturaleza aún no ha conseguido cubrirlos o devorarlos, convirtiéndolos en el primer eslabón de la cadena alimentaria, abono. Pero ahora la devastación se cierne sobre la otra parte de la montaña: a mi paso por Bejis pude ver muchos carteles con el lema “MINA NO”, me he puesto a buscar información y he encontrado que una empresa quiere hacerse con los derechos de explotación minera en una zona cercana a Arteas de Abajo, la zona denominada Collado de Girón. En nuestra ruta por el Circ de La Safor http://rodaipedal.blogspot.com/2008/11/crnica-de-la-va-verde-del-serpis.html ya vimos el terrible impacto paisajístico que estas explotaciones causan en el entorno, eso, sin entrar en los más drásticos impactos medioambientales sobre el aire o los acuíferos que, ese, no es el tema de esta crónica ni de este blog, sin embargo, no somos indiferentes a esta problemática ya que apoyamos la naturaleza por encima de las actuaciones empresariales que intentan destruir lo que es de todos (más información y firma: http://bejisnoalamina.blogspot.com/search/label/Instancia ).
No os olvidéis que sigo pedaleando. Paso junto a la fuente del Pocico, no la veo a orillas del camino y aún tengo agua suficiente a pesar del tremendo calor. La pendiente no afloja. Esta es la peor parte del camino. El firme, muy roto y deteriorado tiene muchas piedras de rodeno sueltas, típico de este terreno. Así que con un poco más de esfuerzo me mantengo sobre la bici y continúo ascendiendo. Después llego a la fuente de la Sunsida.
La parada es obligatoria si no quiero quedarme sin agua. El pequeño hilo que brota del caño es puro y fresco, delicioso. Además de beber como una esponja me doy un homenaje en forma de lavado de cara y brazos, por lo fría que está no quiero mojarme las piernas, no sea que se enfríe la musculatura y la liemos con lo que me queda aún por subir. Relleno el bidón y sigo para arriba. Poco después veo un giro pronunciado del camino a la izquierda, lo de enfrente deben de ser las Peñas del Diablo. Este es el punto donde está la bifurcación que me llevará a La Salada. Después del giro tengo una panorámica excepcional de todo el barranco, estoy en el inicio del mismo.
Otra fuente, la del Cantal, situada justo a los pies de las Peñas del Diablo, será una de las responsables de la permanente corriente del barranco que, como recordareis, he tenido que cruzar poco antes de llegar al río, antes de iniciar esta interminable subida. Apenas es un hilo de agua pero me lanzo casi de cabeza a ella, ni el musgo que cubre el caño me hace desistir de un buen trago. Miro hacia arriba, a la montaña y pienso: aquí nada puede contaminar esta agua. Poco después un gran panel interpretativo del paraje (del que extraigo la cita de la crónica), y el desvío hacia la base militar. Cojo el móvil para llamar a Teba y decirle donde estoy para que no se preocupe, en todo el valle no tenía cobertura. La hora me plantea un dilema. Son las 15.30h. si subo a la base me queda como mínimo una hora más de pedaleo, eso me retrasará mucho la hora de comer. Además está que, a estas alturas no sé exactamente ni cuantos Km. faltan para llegar ni la altitud a la que estoy, pero guiándome por las curvas de nivel del GPS me faltan casi 200 metros por subir. Con más pena que alivio decido no subir. Así que busco un lugar entre el rocaje con buenas vistas y saco de la mochila el bocata y la cerveza, ufff....., aún está un poco fresquita.
Aquí sentado en la soledad del camino, miro a un lado y a otro, contemplo con nostalgia el trayecto recorrido, aquel que mis pasos jamás volverán a hollar, y estudio con una mezcla de ansiedad y anhelo el camino venidero pues las fuerzas ya están bajo unos alarmantes mínimos. Y allí, en medio de aquel palpitante silencio, la eterna soledad de las montañas me cuenta su historia, y todo cobra sentido, y todo se renueva, y todo envejece de pronto. Allí en medio del silencio, arropado de calor y sudor, y polvo del camino, comprendo que estoy allí porque es mi sitio. Después de estos pensamientos que me inspira la montaña, no dejo de preguntarme como es posible este sentimiento de armonía con lo cansado que estoy. En fin, cosas de la naturaleza supongo.
Mientras apuro el bocata, tengo enfrente el Pico Bellida y el camino que me llevará hasta allí. Las dos gigantescas antenas se divisan perfectamente. Más allá, entre la bruma, La Calderona se desdibuja por momentos, igual que Espadan. Desde aquí el Peñaescabia se oculta tras otros picos más próximos y altos. Y las vistas sobre los modernos gigantes, que ya en tiempos combatió Don Quijote, afean sobremanera las laderas sobre las que se yerguen altivos contra el viento. Todo sea en nombre del progreso.
Veo el camino que tengo que descender, zigzagueando por la montaña me llevará hasta el valle que en dirección Sur llega hasta Canales.
Atravieso un pueblo fantasma. No se ve a nadie. No se oye a nadie. No hay coches, ni ropa tendida, ni gatos ni perros. Alguna casa da la sensación de estar abandonada. Si no fuera porque es pleno día y estoy demasiado cansado como para inventar historias… Me dejo guiar eficazmente por la “martita” que me saca rápidamente del pueblo. No se le ocurre a la muy mamona otro camino que no sea de subida. Una carretera asfaltada en perfectas condiciones que sube al puerto de la Bellida, desde allí un camino sale a la derecha, hacia el alto. El firme de grava es una dificultad añadida a la propia pendiente, patina que da gusto, es solo un tramo pero como siempre, las cosas se tenían que complicar, lo tendré en cuenta a la bajada si no quiero tener un problema.
La pendiente es de las mejores de la jornada, o será el cansancio acumulado, o las dos cosas, o las ganas de llegar al coche y dar por concluida la jornada de pedaleo. Poco a poco se acerca la cima. Bueno soy yo quien me acerco pero, en sentido literario casi queda mejor. Muchas de estas chorradas las pienso mientras doy pedales para intentar abstraerme de la dureza de la subida, hay que ver lo que da de sí la “chola” en un día de pedales. Aún no tengo fuerzas para girarme y contemplar el paisaje, si lo hago, a la poca velocidad que estoy subiendo me obligaría a echar pie a tierra, y eso, a estas alturas, es lo último que quiero. Por fin llego a las antenas, pero el vértice está en la otra loma, claro. Por fin llego al vértice. Ahora si. Finiquitada la ruta.
El resto, después de las fotos, descansar, beber agua y hacer acopio de valor para volver a subir a la bici, será todo para abajo. Disfruto del brumoso y escaso paisaje que puedo divisar. Una lástima después de tanto esfuerzo. Pero es lo que hay. Son escasamante visibles las instalaciones de la base militar a la que finalmente no he ido.
Me deja un sabor amargo que intento quitarme contemplando otros paisajes. Paseo, o mejor, deambulo por el alto debido al cansancio. Saco unas cuantas fotos. Disfruto de otro triunfo sobre la montaña y hago una rápida muesca en el sillín. Bellida grabado con letras de fuego. Con esfuerzo titánico, con sudor de campeones. Con la alegría de haber subido. Con la tristeza de estar solo. Cojo el sillín, el de las muescas y grito Roda i Pedal. El homenaje está representado, el grupo, presente. A falta de la foto de grupo, la “dilin” será hoy inmortalizada junto al vértice del cual cogeré una piedra. Tras varios intentos encuentro una piedra fosilizada, perfecto.
Ahora toca bajar. La emoción de la velocidad y la ausencia de curvas me llevan a dejarme caer. Cuando me doy cuenta de que voy a entrar en la zona de grava ya es tarde. La bici no se frena antes de entrar y al tocar este terreno, comienza a deslizarse en todas direcciones. Me la pego. Es mi único y repetitivo pensamiento. Si toco más el freno será peor. Cojo fuerte el manillar e intento redireccionar la bici a cada bandada que pega. No sé como lo consigo pero instantes después creo que soy dueño otra vez de la situación. Cuando salgo de esa trampa toco el freno y domino los caballos desbocados de la bici, y de mi corazón. Solo será un instante de dominio, pues enseguida llego de nuevo a la carretera asfaltada hacia Sacañet. Atención: pendiente prolongada en varios kilómetros. Este cartel toca arrebato. Me calo los pedales y me dejo caer sin dar una pedalada más. La máquina va ganando velocidad. Las curvas amplias se suceden sin que tenga que tocar freno. Solo un par de giros de 90º me obligarán a exprimir freno, luego suelto las manetas y busco la aerodinámica para ganar velocidad. Puedo coger todo el ancho del carril para ganar velocidad pues, no viene ningún coche, ni de frente ni detrás, además bajando a casi 60, no serían muchos los coches que me adelantarían en esta bajada. Casi cuatro kilómetros después llego a Sacañet. Ahora, por la carretera de Alcublas llego al coche aún con los pelos de punta tras la vertiginosa bajada. El grandote espera paciente como siempre a que lleguemos. Hoy ha estado 9 horas esperando al sol mi regreso. Unos estiramientos y un trago de agua de la fuente del Cantal darán por terminada la ruta. Las cautivadoras vivencias y espectaculares paisajes de la rodada de hoy, se las contaré al grupo en esta crónica que espero disfruten como si la hubieran recorrido.
Ya hacía tiempo que iba detrás de realizar esta ruta. Aunque esta vez todo iba a ser distinto; realizar la ruta solo y con el GPS, en una zona dura y lejos de casa, vamos, que tenía su cierto halo de gesta grande. Salgo de casa con el coche cargado con la bici y repasando mentalmente que no se me olvide nada. Le dejo el mapa de por donde voy a ir preparado a Teba por si algo me pasa para saber por donde buscarme, bien pensado no es una mala idea por si hay que organizar una búsqueda. Carretera hacia Alcublas y luego a Sacañet donde se inicia y finaliza la rodada que tengo preparada. ¿Qué por qué voy solo? Pues porque esta ruta, ya estudiada sobre track era una de esas locuras que ha veces se me ocurren, y, la cercanía de otra de nuestras épicas aventuras, hacía que el grupo no quisiera embarcarse en este proyecto sin datos reales de la misma, así que como la idea era mía y yo tenía ganas de machacarme pues allá que me voy; aunque llevaré como inestimable compañía las precisas indicaciones de la “martita” para tener constancia de la dureza del trayecto.
Inicio la ruta en el GR10, camino de Fontcubierta, este se dirige cresteando la loma entre los barrancos, de Medilla a la derecha, y del Arco a la izquierda, hacia Teresa. Tras una primera ascensión, el camino inicia un loco descenso buscando la corriente del Río Palancia, para eso aún faltan unos 8 Km. pero, en ese trayecto descenderemos más de 350m. Descenso rápido y por buen camino, aunque no faltará, como en todo buen camino biker, su zona de piedras sueltas. Los paisajes ya están apoderándose de las sensaciones. Volviendo la vista hacia Sacañet se ve el último reto de la jornada, el Pico Bellida con sus más de 1300m, más a su derecha, el Peñaescabia cierra la parte sur del estrecho del Cascajar que se eleva justo delante al norte de la cuenca del Palancia, sin embargo, lo que veo ahora son las Peñas de Amador y el alto Fustero con su caseta de vigilancia; el Cascajar queda algo más adentro, tapado por el propio Peñaescabia.
En dirección opuesta, la maravillosa visión al Sur del pico Lluste de 1030m. de la Serra Calderona, al Norte la Serra de Espadan. Sigo bajando hacia la fuente del Royo, esta no se encuentra justo en el camino por lo que no hago parada para verla, ya que además, aún voy bien surtido de agua, con el castigador sol que me acompañará hoy no podré decir lo mismo a partir de la mitad de la ruta; buscando fuentes como un desesperado, más por precaución de no quedarme seco que por verdadera necesidad. En poco tiempo llego a la zona de las cuevas del Barranco Jalbe, encaramadas a las paredes del Alto de la Palanca se ven un par de cuevas ya habitadas en la edad del Bronce.
Aquí el camino tiene un fuerte desnivel, por lo que presenta tramos asfaltados: lo mejor será parar para echar un vistazo en condiciones, no sea que tenga que probar el fondo del barranco. Enseguida llego a la ribera del Palancia, mucho antes de verlo y oírlo, lo adivino por la cubierta vegetal que lo envuelve: los pinos, carrascos y demás árboles de montaña, dejan paso a los chopos y la vegetación de ribera que refrescan el ambiente. Por fin tengo visión directa del río sobre el puente que lo cruza, por primera vez en la jornada. No llego a entrar en la población de Teresa, el track me lleva en sentido contrario por la carretera hacia Bejis. Si, ya se que he dicho carretera, pero en estos casi 6km. hasta Bejis no me adelantará ningún vehiculo y tan solo me cruzaré con un par de motoristas. Lo mismo ocurrirá en el tramo desde Bejis a Los Cloticos. Entre Ventas de Bejis y Bejis, la carretera comienza un prolongado ascenso que, a los pies de la población se endurecerá y no cejará hasta el mismo centro del pueblo.
Ya en la salida encontraré el acueducto romano que traía el agua desde el manantial de Los Cloticos hasta la fuente de los caños dentro del pueblo. Arriba de la peña, en el centro del pueblo, agonizan los restos silenciosos y olvidados del castillo romano. Luego sigo hacia el nacimiento. Este camino denominado Camino de La Umbría, acoge la ruta del agua.
Está salpicado de paneles interpretativos de la flora y monumentos que podemos encontrar a lo largo de la ruta junto al Palancia. La carretera me llevará hasta el desvío que, a la vuelta, tomaré para subir hacia La Salada rodeando Peñaescabia. Veo la importante subida de inicio y prefiero no pensar ahora en ella, ya tendré tiempo más que suficiente. Me centro ahora en el paisaje que me rodea. Abajo, el curso siempre melódico del río Palancia se esconde tras una densa y preciosa masa boscosa. Paso frente a la aldea de Ríos de Arriba, después viene la fuente de Los Cloticos junto a la planta embasadora de aguas de Bejis.
Esto está situado justo debajo de Peñaescabia, la imponente montaña y su impresionante bosque filtran y mantienen la humedad que, una vez bajo tierra da vida en forma de fresquísima y rica agua en este y otros manantiales y fuentes que abundan en la zona. Junto a la fuente hay una zona de recreo, bancos, paelleros y un parque que harán las delicias de quien venga a pasar un día de ocio o a recoger agua de la fuente. Sigo el cartel que indica el camino del nacimiento. Sigue subiendo. No podría ser de otra manera. Más allá llego al desvío del camping, lo ignoro y continúo hasta estar frente a la aldea de El Molinar.
Un pequeño conjunto de casas, en tiempo abandonadas, y ahora restauradas, junto al camino que va hacia El Toro por el barranco del Hocino y que, trae las aguas de la zona de Barracas hasta el Palancia. El camino ya se mete bajo el manto de pinos, y la pared rocosa del otro lado del río es el estrecho del Cascajar, un muro pétreo que discurre de Este a Oeste encauzando el lecho fluvial, poco después cruzo la cristalina corriente que baja del barranco del Resinero y llego a la bifurcación: izquierda hacia el barranco, derecha hacia el nacimiento.
Este es último sitio al que pueden llegar los coches. Inmediatamente me encuentro con el río, unos troncos y unas piedras sirven de puente cuando el caudal no sea muy grande, hoy incluso lo badearé montado sobre la bici. Al otro lado se convierte el camino en senda y fin de la aventura montada. Arrastro la burra que se desespera ante este atentado a su derecho a correr libre por el campo. Intento consolarla contandole el impresionante paraje que estamos recorriendo, a duras penas puede soportarlo. Unos 200m. más adelante y ante unas rocas que actúan de escalones, decido poner fin a esta aventura que intentaba terminar en los estrechamientos del río cerca de su nacimiento, pero, no sé exactamente cuanto queda para llegar hasta allí y seguir por aquí cargado con la bici es una locura agotadora.
Con este panorama y a la vista de una roca que se interna en el río decido usarla como excepcional balcón donde sentarme a almorzar. La cristalina y refrescante corriente, el paisaje sobre las montañas que me aprisionan y el dúo de canto formado por agua y pájaros hacen de este “retiro” un ejercicio de espiritualidad en si mismo.
Me despido del lugar con la tristeza de quien deja un lugar querido, regreso hasta el camino y estoy tentado de coger el camino del barranco del Resinero, pero si este se convierte en una senda tendré problemas pues, el desnivel a salvar hasta el camino de la Joliana no es ninguna tontería. Así que deshago el camino disfrutando nuevamente de este idílico enclave. Llego al desvío que inicia el camino de la Joliana y que rodeando Peñaescabia recorre el barranco del Resinero de principio a fin. Enfilo la subida que vi cuando venía. Intensa pero sin asfixiar. El firme bueno, ciclable, sin mucha dificultad. Una curva, dos, tres, ¿Cuándo llega el descansillo? No llega. La subida, cruel como pocas me pondrá a prueba durante al menos 2km. con una pendiente sostenida, ya digo, dura pero indulgente.
Llegado al altiplano que pasa sobre Los Cloticos encontraré un primer descanso. Luego vuelve a tirar hacia arriba. Ningún tramo de la subida me sacará de punto, el cansancio vendrá por lo prolongado de la ascensión: en tiempo y en kilómetros, y por el tremendo desnivel acumulado, amén del calor y la constante pérdida de líquido. Voy parando cada poco tiempo a disfrutar del paisaje y hacer fotos, beber agua y recuperar fuerzas, mejor no cebarse pues aún queda mucho. Una vez rodeada la punta Norte del Peñaescabia entro en el corredor Norte-Sur del barranco del Resinero.
Este barranco discurre paralelo al Peñaescabia, y va subiendo hasta que en la cabecera sur, a su inicio, ya que es la parte más alta, se encuentran las lomas de La Joliana con sus más de 1400m. de altitud; frente a ellas al otro lado del barranco, el Collado de los Perros, la Umbría Negra y la Peña Salada, todas ellas por encima de 1500m. Esta última es el destino al que me dirijo; la abandona base militar de El Toro, La Salada o Andilla según donde se busque la información. Pero vamos a ir ascendiendo poco a poco que las fuerzas no dan para más. Nada más entrar al barranco, queda a mi izquierda, allá arriba, el Cerro de la Cruz, que es el pico más alto del Peñaescabia, aunque es este último pico quien tiene el honor de dar nombre a la montaña y de tener el vértice geodésico.
Continuo pedaleando a un ritmo cansino, cuesta mantener la verticalidad sobre la bici, pero a este ritmo soy yo quien controlo la respiración y, las pulsaciones no se disparan, así que, sigo sin alterarme a pesar de estar deseando llegar. Pues no me queda nada aún. Frente a mí diviso las alturas de La Salada y alrededores, no puedo ubicarlos exactamente pero uno de aquellos es, aunque las estaciones de radar y las casas quedan en la vertiente sur, mirando hacia Valencia desde donde, cuando estaba en activo se veían los potentes focos que había aquí arriba. A mi izquierda, el Peñaescabia va perdiendo altitud en su parte más meridional hasta el prado de Capilla, con sus poco más de 1200m. Ahora ya puedo divisar algo de horizonte, pero poco, ya que enseguida se alzan las primeras laderas de las Lomas de La Joliana o Juliana. Al otro lado del barranco, las alturas son siempre mayores. En todo el recorrido, el impresionante bosque de pino deja, con el calor predominante en el día de hoy, el particular aroma de las piñas recalentadas abriéndose al Sol. Los arbustos no dejan pasar la ocasión de aportar su peculiar toque aromático; romeros, tomillos y aliagas se entregan con gusto tanto para mi disfrute olorífico, como para servir de manjar a las legiones de abejas que se oyen zumbar en cada matorral del camino.
Llego a la zona del incendio que en 1993 devastó esta zona. Quedan restos calcinados de pinos esparcidos por la montaña allá donde la naturaleza aún no ha conseguido cubrirlos o devorarlos, convirtiéndolos en el primer eslabón de la cadena alimentaria, abono. Pero ahora la devastación se cierne sobre la otra parte de la montaña: a mi paso por Bejis pude ver muchos carteles con el lema “MINA NO”, me he puesto a buscar información y he encontrado que una empresa quiere hacerse con los derechos de explotación minera en una zona cercana a Arteas de Abajo, la zona denominada Collado de Girón. En nuestra ruta por el Circ de La Safor http://rodaipedal.blogspot.com/2008/11/crnica-de-la-va-verde-del-serpis.html ya vimos el terrible impacto paisajístico que estas explotaciones causan en el entorno, eso, sin entrar en los más drásticos impactos medioambientales sobre el aire o los acuíferos que, ese, no es el tema de esta crónica ni de este blog, sin embargo, no somos indiferentes a esta problemática ya que apoyamos la naturaleza por encima de las actuaciones empresariales que intentan destruir lo que es de todos (más información y firma: http://bejisnoalamina.blogspot.com/search/label/Instancia ).
No os olvidéis que sigo pedaleando. Paso junto a la fuente del Pocico, no la veo a orillas del camino y aún tengo agua suficiente a pesar del tremendo calor. La pendiente no afloja. Esta es la peor parte del camino. El firme, muy roto y deteriorado tiene muchas piedras de rodeno sueltas, típico de este terreno. Así que con un poco más de esfuerzo me mantengo sobre la bici y continúo ascendiendo. Después llego a la fuente de la Sunsida.
La parada es obligatoria si no quiero quedarme sin agua. El pequeño hilo que brota del caño es puro y fresco, delicioso. Además de beber como una esponja me doy un homenaje en forma de lavado de cara y brazos, por lo fría que está no quiero mojarme las piernas, no sea que se enfríe la musculatura y la liemos con lo que me queda aún por subir. Relleno el bidón y sigo para arriba. Poco después veo un giro pronunciado del camino a la izquierda, lo de enfrente deben de ser las Peñas del Diablo. Este es el punto donde está la bifurcación que me llevará a La Salada. Después del giro tengo una panorámica excepcional de todo el barranco, estoy en el inicio del mismo.
Otra fuente, la del Cantal, situada justo a los pies de las Peñas del Diablo, será una de las responsables de la permanente corriente del barranco que, como recordareis, he tenido que cruzar poco antes de llegar al río, antes de iniciar esta interminable subida. Apenas es un hilo de agua pero me lanzo casi de cabeza a ella, ni el musgo que cubre el caño me hace desistir de un buen trago. Miro hacia arriba, a la montaña y pienso: aquí nada puede contaminar esta agua. Poco después un gran panel interpretativo del paraje (del que extraigo la cita de la crónica), y el desvío hacia la base militar. Cojo el móvil para llamar a Teba y decirle donde estoy para que no se preocupe, en todo el valle no tenía cobertura. La hora me plantea un dilema. Son las 15.30h. si subo a la base me queda como mínimo una hora más de pedaleo, eso me retrasará mucho la hora de comer. Además está que, a estas alturas no sé exactamente ni cuantos Km. faltan para llegar ni la altitud a la que estoy, pero guiándome por las curvas de nivel del GPS me faltan casi 200 metros por subir. Con más pena que alivio decido no subir. Así que busco un lugar entre el rocaje con buenas vistas y saco de la mochila el bocata y la cerveza, ufff....., aún está un poco fresquita.
Aquí sentado en la soledad del camino, miro a un lado y a otro, contemplo con nostalgia el trayecto recorrido, aquel que mis pasos jamás volverán a hollar, y estudio con una mezcla de ansiedad y anhelo el camino venidero pues las fuerzas ya están bajo unos alarmantes mínimos. Y allí, en medio de aquel palpitante silencio, la eterna soledad de las montañas me cuenta su historia, y todo cobra sentido, y todo se renueva, y todo envejece de pronto. Allí en medio del silencio, arropado de calor y sudor, y polvo del camino, comprendo que estoy allí porque es mi sitio. Después de estos pensamientos que me inspira la montaña, no dejo de preguntarme como es posible este sentimiento de armonía con lo cansado que estoy. En fin, cosas de la naturaleza supongo.
Mientras apuro el bocata, tengo enfrente el Pico Bellida y el camino que me llevará hasta allí. Las dos gigantescas antenas se divisan perfectamente. Más allá, entre la bruma, La Calderona se desdibuja por momentos, igual que Espadan. Desde aquí el Peñaescabia se oculta tras otros picos más próximos y altos. Y las vistas sobre los modernos gigantes, que ya en tiempos combatió Don Quijote, afean sobremanera las laderas sobre las que se yerguen altivos contra el viento. Todo sea en nombre del progreso.
Veo el camino que tengo que descender, zigzagueando por la montaña me llevará hasta el valle que en dirección Sur llega hasta Canales.
Atravieso un pueblo fantasma. No se ve a nadie. No se oye a nadie. No hay coches, ni ropa tendida, ni gatos ni perros. Alguna casa da la sensación de estar abandonada. Si no fuera porque es pleno día y estoy demasiado cansado como para inventar historias… Me dejo guiar eficazmente por la “martita” que me saca rápidamente del pueblo. No se le ocurre a la muy mamona otro camino que no sea de subida. Una carretera asfaltada en perfectas condiciones que sube al puerto de la Bellida, desde allí un camino sale a la derecha, hacia el alto. El firme de grava es una dificultad añadida a la propia pendiente, patina que da gusto, es solo un tramo pero como siempre, las cosas se tenían que complicar, lo tendré en cuenta a la bajada si no quiero tener un problema.
La pendiente es de las mejores de la jornada, o será el cansancio acumulado, o las dos cosas, o las ganas de llegar al coche y dar por concluida la jornada de pedaleo. Poco a poco se acerca la cima. Bueno soy yo quien me acerco pero, en sentido literario casi queda mejor. Muchas de estas chorradas las pienso mientras doy pedales para intentar abstraerme de la dureza de la subida, hay que ver lo que da de sí la “chola” en un día de pedales. Aún no tengo fuerzas para girarme y contemplar el paisaje, si lo hago, a la poca velocidad que estoy subiendo me obligaría a echar pie a tierra, y eso, a estas alturas, es lo último que quiero. Por fin llego a las antenas, pero el vértice está en la otra loma, claro. Por fin llego al vértice. Ahora si. Finiquitada la ruta.
El resto, después de las fotos, descansar, beber agua y hacer acopio de valor para volver a subir a la bici, será todo para abajo. Disfruto del brumoso y escaso paisaje que puedo divisar. Una lástima después de tanto esfuerzo. Pero es lo que hay. Son escasamante visibles las instalaciones de la base militar a la que finalmente no he ido.
Me deja un sabor amargo que intento quitarme contemplando otros paisajes. Paseo, o mejor, deambulo por el alto debido al cansancio. Saco unas cuantas fotos. Disfruto de otro triunfo sobre la montaña y hago una rápida muesca en el sillín. Bellida grabado con letras de fuego. Con esfuerzo titánico, con sudor de campeones. Con la alegría de haber subido. Con la tristeza de estar solo. Cojo el sillín, el de las muescas y grito Roda i Pedal. El homenaje está representado, el grupo, presente. A falta de la foto de grupo, la “dilin” será hoy inmortalizada junto al vértice del cual cogeré una piedra. Tras varios intentos encuentro una piedra fosilizada, perfecto.
Ahora toca bajar. La emoción de la velocidad y la ausencia de curvas me llevan a dejarme caer. Cuando me doy cuenta de que voy a entrar en la zona de grava ya es tarde. La bici no se frena antes de entrar y al tocar este terreno, comienza a deslizarse en todas direcciones. Me la pego. Es mi único y repetitivo pensamiento. Si toco más el freno será peor. Cojo fuerte el manillar e intento redireccionar la bici a cada bandada que pega. No sé como lo consigo pero instantes después creo que soy dueño otra vez de la situación. Cuando salgo de esa trampa toco el freno y domino los caballos desbocados de la bici, y de mi corazón. Solo será un instante de dominio, pues enseguida llego de nuevo a la carretera asfaltada hacia Sacañet. Atención: pendiente prolongada en varios kilómetros. Este cartel toca arrebato. Me calo los pedales y me dejo caer sin dar una pedalada más. La máquina va ganando velocidad. Las curvas amplias se suceden sin que tenga que tocar freno. Solo un par de giros de 90º me obligarán a exprimir freno, luego suelto las manetas y busco la aerodinámica para ganar velocidad. Puedo coger todo el ancho del carril para ganar velocidad pues, no viene ningún coche, ni de frente ni detrás, además bajando a casi 60, no serían muchos los coches que me adelantarían en esta bajada. Casi cuatro kilómetros después llego a Sacañet. Ahora, por la carretera de Alcublas llego al coche aún con los pelos de punta tras la vertiginosa bajada. El grandote espera paciente como siempre a que lleguemos. Hoy ha estado 9 horas esperando al sol mi regreso. Unos estiramientos y un trago de agua de la fuente del Cantal darán por terminada la ruta. Las cautivadoras vivencias y espectaculares paisajes de la rodada de hoy, se las contaré al grupo en esta crónica que espero disfruten como si la hubieran recorrido.