"Els horitzons conquerits són també tot allò que ha precedit l’arribada al cim i inclòs l'ascensió, tant com el panorama que des d'allò més alt s'ofereix als escaladors; i ho seran fins a la fi de l'excursió, fins el retorn a la vall." Gaston Rébuffat. Horitzons conquerits
Culminada con éxito la segunda edición del fin de semana biker, con la euforia y la alegría que da una ruta inolvidable estamos aquí escribiendo esta crónica. Tal como hicimos con la primera edición de este fin de semana biker, a la tradicional cita de inicio se une nuestra particular cita que, de alguna forma, refleja el sentido y sentir del grupo. Pero dejémonos de prólogos y vayamos al grano. Desde hace meses, el trabajo y la planificación de todo lo relacionado con esta ruta hacía que la ansiedad por que todo terminara bien fuera grande, pero bien está lo que bien acaba, y eso es, lo que vamos a contar de este fin de semana. La fase de apertura de candidaturas de las rutas se abrió, concretamente, en la primera rodada a Santa Bárbara. De las que se propusieron esta fue la que al fin se posiciono como mejor opción, así que se estudió la ruta y sus posibles alternativas, se pulió, mejoró y retocó hasta dejarla preciosa, perfecta. Comenzamos a buscar un hotel que reuniera las características que necesitábamos (que no son pocas), y nos pusimos a esperar que la semana anterior nos trajera buenas previsiones meteorológicas.
Con estas en el bolsillo reconfirmamos con el hotel y nos fuimos para allá. Aprovechando el puente del 1 de Mayo, salimos el viernes por la mañana con el remolque y con toda la ilusión que podíamos cargar en las maletas.
Autopista hasta Ondara y luego dirección al Coll de Rates por las carreteras interiores que nos pondrían a subir hasta los 650m. que dominan el paisaje y nos presentarían una primera impresión de nuestro Aixortá esperando en la distancia.
Almorzamos junto al coche disfrutando de los paisajes todo lo que el fortísimo viento de levante nos permitía, las nubes densas aunque altas, no eran un obstáculo al paisaje. De cara al viento teníamos el Montgó internandose en el mar así como los cabos de la Nao y San Antonio. Hacia el Norte, la Serra de les Rabosses en Cullera se insinuaba entre la bruma. Ya hacia el Suroeste las cumbres rotas y afiladas se suceden como los vagones de un tren y, nos hablan de la terrible lucha de las fuerzas naturales por concluir este tremendo cuadro que por más que nos afanamos no sabemos ni podemos, aunque tampoco queremos, abarcar en un solo vistazo.
A nuestra izquierda la colosal Serra del Ferrer se aleja hasta fundirse con el Bérnia, que se eleva majestuoso como frontera entre las dos Marinas.
A su derecha desde nuestra posición, surge una multitud de agujas de piedra artificial casi desde el mar, la ciudad de Benidorm intenta dibujar un sky line capaz de competir con las increíbles crestas y farallones de las montañas que vemos a nuestro alrededor, no lo conseguirá.
Más a la derecha se alza el imponente Puig Campana fundiéndose con la altitud del Aixortá, y ya cerrando nuestro campo de visión, la cumbre del Carrascal que abordaremos el domingo.
Tras el almuerzo nos reconfortamos con un café calentito en el restaurante, aberronchados del viento. Nos ponemos en marcha otra vez para descender hacia Tárbena y llegar al hotel. La carretera es un esplendido mosaico multicolor de unas preciosas plantas verdes con flores lilas y del amarillo de las aliagas fundidas con los romeros o los tomillos, sin olvidar que seguimos extasiados por la omnipresencia del Bérnia. Nos recibe Francisco con su eterna sonrisa: decimos eterna pues en todo en el fin de semana a sido su inseparable compañera tantas veces como nos lo hemos cruzado. Después de alojarnos y dar un pequeño paseo por el pueblo, comemos en Casa Pinet, un casi indescriptible restaurante por su decoración, con todos los símbolos de izquierdas imaginables y quizá alguno inimaginable. Connotaciones políticas al margen, la comida, muy de la zona y casera, está para chuparse los dedos. Al terminar nos espera una siesta de las que sientan cátedra, eso quien sea capaz de conciliar el sueño, pues estamos como una anaconda después de comerse un ciervo.
Al levantarnos es hora de empezar con las cervezas, antes de seguir con más cervezas y de terminar con unos cacharritos; en medio de todo esto volveremos al hotel para disfrutar un rato de la extraordinaria terraza que tenemos en la habitación y de sus vistas, hasta la hora de dar cuenta de una deliciosa cena y conocer a Ana, que será quien a lo largo de estos días nos sirva la cena y el desayuno, con una simpatía y amabilidad más allá de lo que requiere lo estrictamente profesional.
Sábado 02 de Mayo
Bueno pues ahora vamos al plato fuerte del fin de semana. Cargamos el remolque y nos dirigimos hacia El Castell de Guadalest desde Tárbena.
Pasamos por la inmensa extensión de invernaderos que cubren los campos de nispereros, los frutos comienzan a tomar color mientras siguen creciendo a pesar de su ya considerable tamaño.
Llegamos al embalse y dejamos el coche. Unos estiramientos mientras miramos la masa pétrea que alimentándose del propio pantano se eleva hacia el cielo casi sin fin. Comenzamos a pedalear por la orilla sur del embalse, con Guadalest sobre nuestras cabezas y viendo el Aixortá al otro lado del embalse. A su izquierda La Serrella. Entre las dos se desploma el desfiladero por el cual tenemos que subir por un camino que intuimos una pared. En la parte izquierda del desfiladero se yergue el Castellet, lo vemos allá arriba, tan lejos que parece inalcanzable, pero sabemos que es hasta allí donde tenemos que llegar.
Ese será el final de la primera parte de durísima subida. Rodeamos el lago disfrutando de las vistas mientras vamos calentando los músculos. Ya casi en la cola del mismo tenemos una rampa que será un toque de atención de lo que nos espera y que nos llevará hasta la carretera de Beniardá. Primera parada técnica buscando agua. Nos miramos preguntándonos si sabemos lo que estamos haciendo. Parece que no porque seguimos adelante. Cruzamos el puente sobre el río Beniardá y la carretera, aún de asfalto, se empina enseguida.
Fotos y más fotos, en una de estas Luis y Carlos, sin darse cuenta de una nueva parada siguen adelante, nosotros dos, más rezagados, vemos una bifurcación, a la derecha, en bajada y paralelo al embalse un camino, a la izquierda y en subida otro, no puede ser más que el que sube. Allá que vamos. Una primera rampa terrorífica sale a darnos la bienvenida a la montaña. No tenemos fuerzas que perder en presentaciones, intentamos mantenernos encima de la bici en esta subida cuando detrás de una curva nos encontramos no con una rampa, eso es una pared. La subimos y decidimos llamar a los compañeros pues, nos parece extraño raro que no nos esperen o que no los veamos. Pues si, habéis acertado, era el otro camino. Bajamos y nos reunificamos, después veremos que efectivamente el otro camino se unía a este, pero mejor asegurar. Llegamos a la bifurcación por la cual volveremos al bajar, es el punto donde se cierra el círculo sobre el pantano. La confluencia de varios barrancos hará que en época de lluvias sea un punto un tanto peligroso por el enorme caudal que puede bajar de estas empinadísimas laderas. Poco después otro desvío, en principio tomamos el equivocado pero será solo un segundo por lo que no habrá penalización de fuerzas, ese peaje ya está pagado. El asfalto en perfecto estado esconde una trampa que tendremos muy en cuenta a la hora de bajar. La acumulación de finísimas piedrecitas en los laterales de la carretera podría ser un peligro si las pisamos a la velocidad que bajaremos, que decir de intentar frenar sobre ellas. Tomamos nota del apunte y empezamos a sufrir, digo subir. Antes haremos una parada para comernos una barrita que luego agradeceremos.
Nos ponemos en marcha en dirección a Paloalto, bueno, en realidad es “pa lo alto”. En algunos tramos el firme está rayado para mejorar el agarre de los vehículos que pasan por aquí. Este tipo de firme nos da una idea de las terribles rampas que estamos afrontando. Cuando suaviza la pendiente hay tramos sin asfalto, lo de suavizar es más un decir que una realidad. Cada cual a su ritmo afrontamos la subida. El que juega en primera pone un ritmo que nos deja impresionados. Lo vemos alejarse como si él estuviera pedaleando en terreno llano. Los de las categorías inferiores vamos haciendo eses a todo lo ancho del camino para escatimar un poco de desnivel.
Paradas para beber agua, para hacer fotos, para disfrutar del paisaje, para descansar o simplemente porque sí. En una de estas paradas, con unas vistas soberbias sobre el embalse y Guadalest arriba, vemos, mil curvas después y unos 200m. por encima como Carlos mueve las manos en señal de saludo o como preguntándonos si pensamos subir o que. Si que lo pensamos, pero no sabemos cuando. Bueno, lo del paisaje es otro capitulo. Impresionante. Miremos a donde miremos nos quedamos anonadados. Sabemos que las fotos no podrán dar una justa medida de lo que estamos contemplando.
Una foto plana no puede abarcar el inmenso espacio que hay entre nosotros y lo que queremos captar, y, rellenar ese hueco con palabras es una labor en la que ni siquiera entraremos de lo abrumadora que es.
Conforme subimos empezamos a tener visión sobre cumbres y montañas que desde abajo casi ni veíamos o directamente se mantenían ocultas. Nos lanzamos en persecución de Carlos. Estamos a punto de enfrentarnos a las rampas más duras de la subida. Es directamente un muro puesto ante nosotros lo que intentamos subir. El avance se lentifica sobremanera.
Ver pedalear a los compañeros es como ver una película a cámara lenta, desde fuera uno se puede recrear en los movimientos, en la estética, en los gestos de sufrimiento. Desde dentro, nos estamos (piiii) en la madre que (piiii, piiii, piiiiiiiiiiiiiiiiiii), como diríamos si nadie nos oyera, jodida rampa. Llegamos al punto donde estaba Carlos, pero cansado de esperar se ha vuelto a ir para arriba, nosotros casi nos tiramos al suelo para recuperar energías. Luis ha visto entre los arbustos al Tío del Mazo, ya hacía tiempo que no le veíamos y hoy viene cargadito, esperemos que no se ponga a repartir como el cartero, a estas alturas, las piernas ya las tenemos de madera, o sea, que ni sienten ni padecen, pero nosotros si, no aire suficiente para nuestros pulmones. Las vistas aún son más soberbias. Ahora tenemos visión directa sobre el Barranc de la Canal.
Es el barranco que queda en medio de La Serrella, la cresta de la montaña de pronto desaparece en un barranco, al norte y sur de este barranco crecen dos crestas que lo encierran en un valle espectacular, la cara norte más alta que la parte sur, esta última desaparecerá para dejar una salida natural hacia el fondo de la montaña y el embalse.
Mientras contemplamos este espectáculo natural sube un coche, podemos ver las caras de asombro al vernos subir esto en bicicleta, la sensación desde dentro del coche por estas rampas es aún peor que desde la bici, lastima que no compartan un poco del cansancio que solo nosotros sentimos. Un poquito más y otra parada, elige tú el motivo. Así se suceden hasta que intuimos la parte alta de esta montaña.
Entonces aparece Carlos bajando a toda pastilla. O este está loco o le ha sabido a poco. Nos dice que esos 20metros son los últimos y que si paramos aquí a almorzar, que tiene hambre y ya esta cansado de esperarnos. Ya nos extrañaba tanta voluntad de acompañarnos. Una vez superado “paloalto” sabemos que luego nos queda “toparriba”, pero esa será luego. Decidimos que efectivamente es el mejor sitio para almorzar, ya que en el otro lado de la montaña hay más viento y peores vistas.
Nos acomodamos sobre unas piedras planas con visión directa de al cumbre del Aitana y a la izquierda el Puig Campana. Lastima que el embalse quede oculto por la propia montaña. Las vistas de La Serrella y el barranco son espectaculares. Almorzamos contentos de saber que lo peor ya ha pasado, a partir de ahora alguna que otra subida importante, pero en conjunto, el peor trago ya ha pasado. Reanudamos la marcha para pasar a la otra vertiente de la montaña y al termino municipal de Castell de Castells, el camino es aquí un placido rodar por medio de un denso pinar, algunas rampas traicioneras se cruzaran en el camino que sin proponérselo del todo (jeje) siempre pica hacia arriba. En una de estas subidas vemos la rampa que alguien fuera de su sano juicio puso para subir al Castellet, impresionante.
Nos alegramos de no tener que subirla.
Nos vamos acercando a La Font dels Teixos. Antes podremos admirar al otro lado del valle la cumbre del Cocoll con su caseta de vigilancia a 1048m. de altitud, a sus pies la pista del aeródromo a 920 metros de altitud, con su casi 900m de longitud se deja ver desde lejos este inverosímil campo de aterrizaje.
Más hacia el norte vemos la inconfundible silueta del Montdúver y más a la izquierda la corona del Circ de la Safor, siguiendo el cresterío localizamos el Benicadell y aún más al norte la Serra de les Rabosses, pero eso no será todo, un poco más adelante del camino y mirando al mar, Ibiza nos regalará un pequeño paseo por su relieve, pasearemos nuestra vista por sus costas que sin mayores aspiraciones ya será suficiente por hoy.
Subimos a La Font dels Teixos para encontrarnos con un grupo de senderistas acompañados por José Miguel de Terra Ferma que nos dijo de la existencia de una senda ciclable que bajaba hasta Bolulla por si queríamos cambiar un poco nuestra ruta y darle el aliciente de bajar una buena trialera, le explicamos que a no ser estrictamente imprescindible preferimos no transitar por sendas y trialeras, creemos que cada uno debe ir por donde le toca para no degradar el entorno ni el camino de otros. Ojala los coches y las motos nos respetaran tanto como nosotros intentamos hacerlo con los demás.
Tras despedirnos del grupo, nos quedamos un rato disfrutando del maravilloso entorno, sus paisajes y su sosiego y de la frescura del agua de la fuente. Nos quedaba pues el asalto a la cumbre del Morro Blau, sus 1125m. sería la cúspide de nuestra ruta, no solo por la altitud sino por el entorno despejado y las insuperables vistas que promete.
Llegados al desvío que sube hacia este paraje, no sabemos por donde abordarlo, ya que, el camino se cierra en un anillo alrededor de esta cumbre que, sin embargo, no es el lugar más alto de este lado de la montaña ni por supuesto la cumbre del Aixortá. Finalmente decidimos abordarlo en sentido horario ya que pensamos las subidas serán algo menos exigentes. Error. Primero vamos hacia el mar, luego el camino gira 180º hacia el interior y ahí está el mazazo. Una rampa que nos da la risa, no puede ser que nos quede esta guinda. Además para adornarlo un poco más el camino no esta asfaltado ni nada. Por eso de ser la última rampa la abordamos con más ganas que fuerza y con la venia del firme, que nos concede una pausa, tiramos para arriba, por fin. Un descansillo y otra rampa, si en la primera nos dio la risa ahora nos dan ganas de llorar.
Yo directamente me bajo de la bici y doy por concluida la subida, este tramo lo afrontaré a pie, ya daba por concluida la subida y mentalmente no estaba preparado para esto. Carlos si que va subiendo poco a poco, viéndole subir me imagino lo que es y me afianzo más en mi decisión de subir andando, como no podía ser de otra manera le vemos llegar arriba y levantar los brazos, la cumbre a sucumbido. Luis y Salva lo intentan. Ya están jorobando, me tocará intentarlo también. La potencia de la tracción hace que la rueda patine y no encuentre agarre, en estas circunstancias estas muerto, Luis pone pie a tierra, Salva pasa a mi lado y va avanzando como puede, pasa a Luis y se acerca a la cumbre, dos de dos, yo voy con más resignación que confianza, ya me había bajado y este intento es por no desmerecer, pero ya veo que va a ser que no.
No importa, andando o a lomos de la burra la muesca del sillín no la perdonaremos, faltaría más. Eufóricos por la hazaña juntamos las manos y nos felicitamos por el derroche de fuerza y por la batalla que le hemos presentado a la montaña, incluso ella, vencedora o vencida, nos felicita brindándonos todas sus excelentes panorámicas, nos apresuramos a disfrutarlas. Buscamos acomodo para comer, protegidos del viento y con sol o sombra según preferencias. Después es tiempo de fotos junto al vértice geodésico y con todos los escenarios de fondo.
Al Norte Cullera y su bahía y la Serra de les Rabosses, no llegamos a apreciar la Albufera escondida tras la bruma en la distancia, así que más allá ni pensarlo, la mole de La Calderona no se ve, creo que ni se intuye pero siempre presente en nuestra mente, nos afanamos en querer dibujarla un poquito aunque sea. Mas cerca el Montdúver, y el Circ de la Safor.
Al Este la inconfundible silueta del Montgó, el cabo San Antonio, La Nao. El Penyal d´Ifach y la Serra D´Oltá marcan el final de la columna montañosa en la que nos encontramos, entre ellas y nosotros se alza majestuosamente la Serra de Bérnia, perpendicular a esta encontramos la Serra del Ferrer, y después del valle que baja desde Tárbena hasta Benidorm se encuentra la Serra de Aixortá seguida de La Serrella hacia el Oeste.
Al Sur Aitana lo domina todo, pero el abrupto relieve del Puig Campana unido a su colosal altura, lo hacen el centro de nuestras atónitas miradas. Nos hacemos todas las fotos habidas y por haber.
Solos, en parejas, en trío, en grupo, esto es una orgía paisajística en toda regla y queremos más, tanto que estamos casi saturados, Stendhal también se ha dejado caer hoy por la ruta. Nos disponemos a bajar, no sin antes recordarnos la precaución que tendremos que poner en esta más que presumible brutal bajada. Volvemos parando a cada instante para saborear por última vez este impresionante paraje que nos brinda una visión inigualable de las montañas valencianas, más concretamente de las alicantinas, pero los amantes de la naturaleza y los montes no entendemos de fronteras, desde hoy, y por siempre, serán nuestras montañas. Llegamos nuevamente a la colosal pared que supone la cumbre del Aixortá. Desde el camino, levantamos la cabeza para abarcar los 200m. de verticalidad de este muro pétreo. Tan imponente como avasallador.
Desde aquí abajo nos sentimos tan frágiles ante este coloso que solo nos queda admirarlo con reverencia, casi con veneración. Para colmo la silueta de un senderista en la cumbre nos enfatiza más esta idea. Ponemos el video en marcha y nos lanzamos para abajo.
Llegamos en un suspiro al cambio de rasante que marca el cambio de vertiente de la montaña. Unas curvas más abajo les grito, ante la superlativa panorámica del embalse, con las aguas coloreadas de verde esmeralda por la luz de la tarde y coronado por el castillo de Guadalest que este marco merece una foto, la velocidad y la pereza de parar hará que esta foto se marque en mi retina y no en la memoria digital, con un poco de suerte la pillaré con el video. Los saltos de los badenes a la velocidad que llevamos nos ponen la mochila en el cogote y los pies fuera de los pedales, por lo que decido calzarme los automáticos y que sea lo que Dios quiera. Ya estamos en el tramo de asfalto y gravilla suelta, ¿ya? Un poco después noto un olor a quemado y ninguno de mis compañeros a estado quemando rueda, pero los discos están que echan humo, a pesar de ser metálicos no me extrañaría que el olor a quemado fuera de los discos. La velocidad que quieren coger las burras es tal que tenemos que estar siempre reteniéndolas y mucho más de la mitad de la bajada la hemos hecho tocando freno, eso da una idea del desnivel que hay. Llegamos al inicio del camino que rodea el embalse por la orilla norte, este es el que cierra el anillo de abajo y por tanto el último trozo de la ruta. La bajada ya se ha acabado, miro el video y veo que lleva once minutos grabados, o sea, que lo que nos costó más de tres horas y media en subir lo hemos bajado en once minutos…. Sin comentarios. La subida tan solo fueron 15km. pero con los brutales porcentajes no es raro lo lento de la subida ni lo rápido de la bajada. A pie de embalse aún nos quedarán algunas paradas fotográficas a fin de inmortalizar el instante.
Últimas pedaladas hasta el remolque para felicitarnos nuevamente por la culminación de muchas horas de planificación y entusiasta espera, así como de muchas horas de trabajo a lomos de las bicicletas. Llegamos hasta el coche con la sensación de preguntarnos que ha pasado aquí pues, el parking que dejamos desierto es ahora, y debido al barco turístico por el embalse, un hervidero de coches y gente. De hecho, el coche y remolque lo tenemos semi-bloqueado, afortunadamente, el tiempo que nos queda de cargar las bicis, hacer los estiramientos y demás, nos permitirá hacer tiempo mientras algunos de los coches se marchan tras la excursión y podemos salir. Un hidroavión hace un vuelo rasante sobre el pantano, solo lo veremos ascender pero no es un buen presagio. Ya de camino al hotel, comentaremos las anécdotas de la ruta como siempre con una sonrisa de satisfacción y deseosos de hacer participes, junto a una buena cerveza, a las chicas, que nos esperan en el hotel.
Llegar y empezar a avasallarlas con el relato de la aventura, mientras damos cuenta de una hidratante cerveza, será todo una. Uno más que otros intenta hacer tiempo para no pensar en lo que se está perdiendo. Cuando fijamos esta fecha para la ruta, pensamos en el fin de semana largo que nos permitiría ir con más tranquilidad y disfrutar más, no pensamos en que este sábado se jugaba el Madrid-Barça y que del resultado dependía mucho el resultado de la liga, como decíamos al principio, bien está lo que bien acaba. Después de esta nueva alegría, más o menos como ayer, cena, charla, chupitos y a dormir que estamos desechos.
Domingo 03 de Mayo
El pedazo de desayuno que nos sirve Ana, y la sempiterna sonrisa de Francisco, serán el último regalo que nos llevamos del Hotel Tárbena, que por dos días ha sido nuestra casa. El problema de que hacer con las bicis y el remolque mientras disfrutábamos de la mañana del domingo, nos planteaba un pequeño gran dilema. Lo solventamos con una idea sobre la marcha.
Volvimos al restaurante del Coll de Rates con sus inmejorables vistas, reservamos mesa para comer e hicimos una excursión senderista. Excepto Teba, que por sus problemas de las piernas no estaba para muchos trotes. Ella se quedó de guardia en el coche disfrutando de la lectura, y facilitándonos a los demás una excursión exquisita. Nos encaminamos pues, a lo alto de la Serra del Carrascal de Parcent.
La subida es de las que hacen afición, pero nosotros no la mirábamos con objetividad; el biker que llevamos dentro estaba “poniéndose burro” por lo tentador de este reto. Pero lo que de verdad estábamos deseando con ansia era marcarnos aquella bajada a lomos de las burras. Que gozada debe de ser. El gran porcentaje de subida sostenido a lo largo de un par largo de Km. haría de aquello un reto formidable pero, la bajada, no podíamos quitárnosla de la cabeza.
En fin, centrémonos en el paisaje. Poco a poco, o no tanto, íbamos ganando altura, por lo que las espectaculares vistas iban ganando grandiosidad exponencialmente. La montaña vestida de gala para acogernos, un despliegue floral y aromático tan cautivador como rebosante, color, fragancia y vida por doquier.
La fauna tampoco se queda atrás, un huidizo fardacho nos observa entre el rocaje y se escabulle ante el menor acercamiento, pajarillos sobrevolándonos y cantando su reclamo y, cuervos en bandadas numerosísimas que por fortuna estaban lejos de nosotros, pero el susto fue ser sobrevolados por un enjambre de abejas que de pronto oscurecieron el cielo, lo que al principio fueron unas cuantas cruzando el camino por encima de nosotros, se convirtió, sin darnos tiempo a preverlo, en un enjambre enfervorizado, afortunadamente estaban más pendientes en sus cosas que en los intrusos que se metieron en medio de aquel monumental zumbido. Muchas paradas fotográficas para admirar el paisaje que se iba pareciendo sospechosamente al que habíamos disfrutado los ciclistas el día anterior. Mejor, doble disfrute y, de paso, les contábamos con pelos y señales lo que vimos a las chicas. Ya no tenían que esperar a ver las fotos, porque el sábado cayeron como doscientas y pico, hoy no se quedaría muy atrás, además hoy éramos dos los que íbamos armados con cámaras. Las mismas montañas, las mismas, bueno casi, metro arriba o abajo, fotografiadas hasta la saciedad, con eso de “luego borro las que no me gusten”, ja.
Llegamos arriba, a la caseta de vigilancia forestal, antes abordamos otra pared casi vertical, esto se parece demasiado a lo de ayer, demasiados “deja vu”, los chicos subimos mientras discutimos si esta burrada es o no ciclable, si podríamos subirla, si no, si la de ayer se parecía, si la de ayer con asfalto la hubiéramos subido todos, si no, si si, si….No sé como no nos mandan a… tomar viento las pobres chicas, que cansinos somos. Pero por otro lado, este es el fin de semana biker, sin esta bendita-loca afición-enfermedad no estarían siendo posibles estos fines de semana. Lo daremos entonces por bueno.
Junto a la caseta surge un sendero que nos lleva a otro vértice geodésico y a lo alto de la montaña. No volveremos a enumerar las montañas pues las vistas, aunque un poco más al Noreste que ayer, son casi calcadas. Incluso Ibiza se deja ver otra vez. Y como no, otra nueva polémica, ¿se ve solo Ibiza o también Formentera? ¿o es Ibiza y Mallorca? Según la recreación en Google Earth de las referencias que tomamos, entre la penya Talai y el golfo de Xábia se trataba de Ibiza y Formentera, aunque quien nos dice que las ganas de ver no fueran mayores que lo que se veía.
La borrachera fotográfica aquí arriba no tiene precedentes. Después se quemar carrete y hasta objetivo si me apuras, emprendemos el descenso. Rápido como no podía ser de otra manera, mentalmente estamos haciendo la trazada en bicicleta, seguro que se nos nota pues, a veces incluso hacemos el gesto de coger el manillar y hasta incluso inclinamos el cuerpo.
Lo del parking de ayer en el embalse es un juego de niños comparado con el tumulto de aquí. Una concentración de Harley Davidson nos espera a nuestra llegada.
Están a punto de marcharse, con lo que el frenesí de gente y motos arriba y abajo es mareante, pero cuando empiezan a rugir… ese sonido es único. Los imposibles cromados rivalizan con los atuendos, con los complementos, con la estética y la parafernalia. Teba nos cuenta la entrada triunfal que han hecho al llegar al parking, la salida la vemos en directo, por lo que nos hacemos la idea. Y nosotros que pensábamos, con nuestras burricas cargadas en el remolque, que seríamos el centro de atención. Mientras comentamos todo esto llegamos al restaurante y casi antes de sentarnos ya estamos dando sepultura a la primera cerveza. Es lo que tiene la caló. La estupenda comida, el coqueto restaurante, junto con el buen servicio, nos deja un inmejorable sabor de boca como colofón y cierre de este 2º fin de semana biker. Ya apunto de salir, la monumental penya Talai con su casi 800m. de altitud, nos brindará la última foto de este fantástico puente.
Ahora solo toca volver sin incidentes a casa y sentarse a escribir esta crónica. A buen seguro que en los años venideros la releeremos más de una vez y, esperemos, que con una sonrisa en la boca y una cerveza en la mano.