domingo, 27 de diciembre de 2009

Crónica de Manises a Monte Picaio

"Hi ha qui no acaba d'entendre això de les hores de camí. No acaba d'entendre que les hores de camí són una mesura de distància, no una mesura de temps." Albert Jané. Els camins irresolts
Bueno bikers, pues parece que nos hemos despedido del 2009 a lo grande. El run run de Salva con que este año las rutas habían sido algo menos épicas que el año pasado nos puso alerta y decidimos acabar el año con “un rutón del 8” que dejara buen sabor de boca en la memoria colectiva.
Por primera vez (creo recordar), hacemos una ruta en domingo por el mal tiempo que amenazaba ayer sábado, y no es que tengamos miedo del mal tiempo o la lluvia, pero hacer 90 kilómetros con lluvia y frío y sobre todo, no tener una visibilidad buena allá arriba en la montaña que nos permitiese buenas panorámicas con la nikoleta no era plan, así que como el temporal amainaba para el domingo, decidimos atrasar un día la rodada aprovechando las vacaciones navideñas.

Diferentes alternativas de camino para llegar hasta nuestro objetivo que no es otro que subir hasta Monte Picaio saliendo desde la base en Manises. Así que cargados con los bocatas y la bebida para todo el día, nos ponemos en marcha alegrándonos de la limpieza ambiental y del viento de poniente que presagia una visibilidad de escándalo. Bajamos hasta el “riíto ese” y giro a la derecha para hacer la antigua ruta hacia la playa. Enseguida, en el primer puente de madera tenemos la imagen del día que nuestro fotógrafo no deja escapar.
El vapor que el Sol arranca de la superficie del río y de sus orillas crea un halo misterioso y fugaz que acompaña el murmullo callo y sosegado de la corriente que, incendiada por el Sol matinal y semi oculta por la niebla, corre sin prisa sin saber que nunca llegará al mar. Pues empezamos bien pensamos, quinientos metros de ruta y ya estamos calentando la cámara, hoy es el día que nos dan las uvas antes de tiempo.

Bien; continuamos por el río, pasamos bajo el puente faraónico que conecta Manises con Paterna. Lógicamente no podían faltar todo tipo de calificativos a la obra, perdón, a la inútil obra de ingeniería que se ha marcado aquí el M.I. Ayuntamiento de Manises. Gastarse aquí lo que no está en los escritos para no hacer ni más ni mejor papel que el puente antiguo, en fin……. ya está plasmada la parrafada crítica del día. Seguimos pedaleando.

Pasado el primer tramo que se acondicionó del parque fluvial del Turia allá en Quart, llegamos a la pasarela nueva, al menos para nosotros que la estrenamos hoy, y que une, desde el cauce y pasando sobre la V 30, el cauce del río con el antiguo cauce hasta el parque de cabecera.

Para no variar, hoy también había mucha gente en el parque, pero había más gente corriendo y andando que en bicicleta. El paseo por el viejo cauce en Valencia tan agradable como siempre, como además hace tiempo que no veníamos por aquí, pues aún lo disfrutamos más. Subimos por el puente de Aragón hasta la avenida en dirección Norte y, por el carril bici hasta la salida de la autopista hacia Barcelona. Allí mismo giro a la izquierda y tomamos el carril bici de la vía Xurra / vía Augusta. Le vamos comentando a Carlos, que la otra vez no nos acompañó (ver Crónica de Manises-Puig-Marjal dels Moros http://rodaipedal.blogspot.com/search?updated-min=2009-09-01T00%3A00%3A00-07%3A00&updated-max=2009-10-01T00%3A00%3A00-07%3A00&max-results=5 , las diversas curiosidades que nos ofrece el paisaje de la huerta y el histórico camino que estamos transitando, aunque como nos comenta Luis, la Vía Augusta originaria no discurría exactamente por este trazado sino algo más al interior pero, era más fácil recrearla por aquí coincidiendo con el trazado de otros caminos para así unificarlos. Los campos de labranza y las huertas en plena producción se suceden creando un tapete de colorido sobre la húmeda y fértil tierra, todo esto cerrado al norte por nuestro objetivo de hoy. Masías y casas históricas así como barracas también se dejan ver.

Nos vamos acercando a la hora del almuerzo y sobre la marcha cambiamos de plan: teníamos previsto almorzar en la montaña de la Patá del Puig pero la larga distancia de la ruta aconseja un cambio para no desviarnos y así ganar algo de tiempo que, al final de la ruta comprobaremos como un pleno acierto, en su lugar paramos junto al camino que nos llevaría a la Patá, y apuramos el primer bocata y cerveza para aligerar peso en la mochila, allí de cara a la cartuja De Ara Christi y el Picaio, para proseguir rápido el camino. Luego atravesamos Puçol con nuestro objetivo ocupado ya todo nuestro campo de visión. La aproximación se hace lenta pero intensa, observándolo desde todos los ángulos antes del ataque final. El castillo de Sagunto a nuestra derecha es testigo mudo de nuestro acecho. El camino se acerca y luego describe un semi circulo para que podamos admirarnos de toda su grandiosidad, o es que el camino también teme al coloso o es que este, en un alarde de narcisismo se jacta en su propia observancia obligando al camino a no poder atacar de frente. Lo bordeamos por la base, a la altura del betún, digo del mar, con lo que nos queda toda la imponente subida de una tacada.

Impone verlo alzarse rotundo ante nosotros empequeñeciendo cada pedalada, cada esfuerzo por alcanzarlo, parece imposible pero lo vamos a intentar. El track que vamos siguiendo hace una serie de idas y venidas esquivando la A-7, por fin, pasado un túnel estamos encarando la subida. Un camino asfaltado con bancales numerados de naranjos a cada lado, esto recuerda la subida de Alpez d'Huez con sus 21 curvas numeradas de forma inversa, lo que nos hace preguntarnos donde nos hemos metido, aquí de momento no hay curvas solo una recta que deja ver toda la crudeza de la rampa que tenemos por delante.

Suerte que el asfalto ayuda, y que la rampa, siendo dura, no es de las que nos amenaza con echar pie a tierra ni mucho menos, así que a buen ritmo vamos subiendo más o menos juntos. Al final de la rampa, a la derecha, hay una estación eléctrica, a partir de ahí el asfalto se quiebra y desaparece en muchos tramos, quedando solo los guijarros sueltos para dificultar algo más la subida, y la bajada. Por suerte no quedan charcos de la lluvia de ayer, el suelo húmedo pero sin barro ofrece un buen agarre a la tracción. Enseguida las aberturas de claros hacia la izquierda nos ofrecen vistas magnificas. Bajo nosotros se abre el barranco de Gausa cubierto de naranjos, con mil y un caminos entrecruzándose como un laberinto. Más allá la autopista y el Puerto de Sagunto con la zona industrial y portuaria como primer punto de referencia afeando el paisaje que nos adentra en el azul del mar.

A la derecha la montaña se eleva progresivamente hasta las verticales y rojizas peñas de Guaita.

Los escasos árboles dejan ver todo un mar de arbustos y la típica vegetación de monte bajo, pero sobre todo llama la atención la abundancia de paleras, piteras y cactus que invaden estos montes y que se van abriendo paso por La Calderona. Hace pocas fechas pudimos ver otro lugar infestado de estas plantas invasoras, el Montiel de Benaguacil, así como los montes cercanos a Puente Barraquena allá en Chelva cuando en solitario, hice unas rutas a principio de mes.
Después de algunas rampas duras llegan tramos de menor porcentaje por lo que podemos oxigenar las piernas a la espera de lo que vendrá, pues, el final de la montaña se ve aún muy por encima de nuestro nivel. Llegamos a un desvío a la derecha que intuimos será el que tomaremos de bajada hacia Sant Esperit. Sobre las peñas de Guaita se ve gente asomada al abismo, sobrecoge ver lo pequeños que somos ante el poder de la naturaleza. Seguimos subiendo con Carlos como avanzadilla a varios minutos pedal de nosotros. Cruzamos nuestros caminos con bikers que ya han hecho la visita y disfrutan de la bajada. Llegamos a tramos de cemento que solo de verlos nos encogen el ánimo, estos tramos nos recuerdan demasiado al Rey Montdúver. No son para tanto, pero tensan la musculatura de las piernas que no veas. Desvío a la derecha. Este tiene que ser el que baja casi en vertical hacia las urbanizaciones de la cara sur.
Enseguida otro, también a la derecha, que baja el santuario de la virgen de la medalla milagrosa, junto al desvío un mirador con un nombre evocador “claro de luna” me pregunto sobre las panorámicas que ofrecerá este lugar de noche… ahí dejo eso porque, las vistas que tengo ahora delante son las de una rampa de cemento con unos desniveles que no quiero ni saberlo, por delante va un caminante al que se que no daré alcance en esta pendiente. Lo bueno es que es la última rampa antes de hacer cumbre. Llego a la altura de las antenas, dejo la visita para luego y me reúno junto a Carlos que espera bajo una sombra junto a la cadena que cierra el paso hacia la cruz. Llega Luis y seguimos adelante. Salva, con el dedo flojo por el excepcional paisaje va a la suya. Nos reunimos todos junto a la parte no ciclable que asciende hasta la cruz y llegamos al pie del vértice; 372 metros de altitud nos contemplan, o mejor dicho, desde esta altura contemplamos el mundo.

Ante nosotros se abre un basto panorama de cosas que mirar. La curiosidad o el ansia voraz de intentar abarcarlo todo nos sobrepasa. La nitidez atmosférica nos ayuda a distinguir cosas que no pensábamos ver. Enseguida dibujamos en la distancia la silueta de lugares conocidos. Lo que no pensábamos era poder ver el Puig Campana junto a la Serra de Aitana. El Caroig también asoma su pico por encima de la muela de Cortes. Hacia el norte se hace esquivo el Penyagolosa, pero la Serra de Espadán se muestra enterita para nuestro deleite y un poco de vergüenza por no haber puesto aún rueda sobre ella. La Serra de Irta también se ve internándose en el mar, y con un susurro lejano nos dice que también nos espera por allí. Internando la mirada hacia el mar, buscamos alguna pista de las Columbretes que tampoco se dejan ver. Innumerables todos los lugares que podemos observar desde esta cumbre, como no podía ser de otra manera, nuestra Rodana también nos saluda desde la otra orilla del Turia.

También nos resulta curiosa la arquitectura natural de esta montaña. La piedra de rodeno, en su lenta pero inacabada erosión, va creando formas imposibles ya no de crear, sino de imaginar por el hombre. Piedras en equilibrio al borde del abismo que nos atraen como imanes para hacernos allí la foto que diga que un día conquistamos esa cumbre. El entorno nos recuerda al cercano Garbí, aunque no podemos decir que nos imaginábamos este paisaje. Ahora sí. Foto de grupo, otra piedra verticial al zurrón y otra muesca en el sillín para conmemorar el recuerdo de otra cumbre superada y otra cumbre que nos ha conquistado el corazón.

Pero la hora apremia y hay que bajar para llegar hasta Sant Esperit y comer, después nos queda regresar hasta Manises. Junto a las antenas no hay nada que ver, así que seguimos camino. Bajamos con la precaución de haber memorizado los tramos más peligrosos por las piedras y baches. No es una bajada para lanzarse a tumba abierta ni mucho menos, aun así la emoción de las bajadas siempre nos hacen estirar un poco los límites. Llegamos al desvío aquel que intuíamos y donde comienza un pequeño repecho que pondrá la queja del grupo “¿pero no era todo para abajo?”, sí…, enseguida…, allí mismo, en aquella curva empieza la bajada... Al fin llega la ansiada bajada que nos hará rodear las peñas de Guaita por el Norte. Abajo en el valle, en el Pla d'Aguiló las urbanizaciones crecen como setas, pero desde el camino una destaca como un faro al mal gusto. En medio de un paraje inmerso en una pinada y rodeado de montañas hay una fase de casas o lo que sea pintadas de rojo, no un rojo como el del rodeno que forma estas montañas y que casi se fundiría con el paisaje, es un rojo como la cara de vergüenza que tendría que tener quien tuvo la brillante (y nunca mejor dicho), idea de pintar las casas de ese color. ¿Pero que ha pasado con aquello de mimetizar las construcciones con el entorno? ¿Es que ya todo vale? Si, lo prometo, este es el último momento protesta de la crónica. Estuve por parar a hacer una foto, pero pensándolo mejor no valía la pena. Seguimos descendiendo por terreno húmedo y en buen estado con algunos vierte aguas a modo de toboganes en los que tomamos impulso para saltar un poco más alto según vamos cogiendo velocidad. En un suspiro estamos en la carreterita asfaltada que lleva al convento. Buscamos un sitio soleado donde parar a comer. La fuente esta en sombra y la sudada que llevamos no aconseja quedarse todo el tiempo de la comida sin algo de calor. Comemos como siempre recordando lo vivido hasta el momento en la ruta. Bromas y anécdotas antes de la hora del café que marca el momento de la partida.

Hemos elegido la ruta de vuelta más corta. Volveremos por Moncada en lugar de hacerlo por Bétera que era la primera opción para visitar la torre Bofilla, pero como ya estuvimos allí, no alargaremos esta de por sí, larga ruta del día de hoy. Seguimos fielmente las indicaciones de “la martita”, pero llegado un momento dado y ante las miradas de Luis a la pantalla empezamos a preocuparnos por lo que allí aparece; o esta se ha rayado o el track no parece estar del todo claro. Giros y más giros en todas direcciones conseguirán desorientarnos por completo. Suerte que las pilas aguantaron que si tenemos que volver por nosotros mismos hubiéramos celebrado la nochevieja con doce naranjas por barba. Poco a poco nos vamos acercando a Moncada, terreno más que conocido por alguno de los componentes del grupo y que nos guiará más seguro de por donde transitamos. Aquí empieza la parte bonita de la vuelta, la huerta entre Moncada y Burjasot es una pequeña joya escondida entre las urbes que crecen cada día más a costa de estos remansos de paz lejos del ruido de la “civilización”.
La luz se va apagando poco a poco. Nos queda el tramo urbanita por la zona del palacio de congresos y de allí llegar hasta el río. En el último momento decidimos hacer un tramo largo tiempo olvidado. Ya que la carretera hacia Paterna sigue cortada, la hacemos toda nuestra y ganamos unos segundos de luz al reloj en las huertas entre Paterna y Quart. Después de cruzar la V-30 por el túnel llegamos al camino del Parc Natural del Turia. Llevamos semanas huyendo de él y hoy lo hemos tomado para ir y para volver; está claro que no nos andamos con medias tintas. El ocaso se va instalando con fuerza y las sombras le ganan el pulso a la claridad, hemos calculado la hora de regreso con precisión astronómica, si nos descuidamos llegamos con el Sol oculto en el horizonte y casi oliendo el camino.
Pues bien, para bajar los excesos navideños no han estado mal los 87 kilómetors de ruta y casi 1100 metros de desnivel positivo. El reportaje fotográfico ha estado a la altura de las mejores rutas recorridas. El próximo calendario competirá con este en rutas míticas y ese también habrá que superarlo….., no tenemos duda de que así será.
Felices rutas 2010.

Track en Rutes de Roda i Pedal