Andrés Espinosa
Esta ruta había sido acordada como de costumbre la semana anterior como siempre solemos hacer al acabar la jornada de pedaleo mientras nos tomamos unas birritas. Estre track lo había ido puliendo poco a poco desde el verano pasado cuando me puse a hacer rutas por La Vallesa en busca de nuevos caminos que recorrer y ofrecer posteriormente al grupo en pleno. Tras un par de vueltas de tuerca, la hice llegar hasta Llíria para meterle un poco de rampa y a la vuelta, poder visitar un hermoso lugar como es el castillo de Benissanó.
Entre una cosa y otra no la habíamos hecho todo el grupo, tan solo Salva y yo la hicimos este verano un día que Luis no pudo venir. Por fin hoy nos poníamos en marcha para concluirla con la falta del benjamín del grupo, así que habrá motivo para repetir en otra ocasión.
La fría temperatura de la noche anterior hacía preveer una temperatura todavía más baja al inicio, pero la ausencia de viento y el sol matinal elevó la mínima lo justo para hacernos rodar de inicio mejor de lo esperado. Aun así vamos al tran tran los primeros kilómetros calentando la musculatura. Bajamos el bike-pass viendo como el firme no acaba de recuperarse por el paso de las motos que van abriendo nuevas rodadas. Eludimos la rampa detrás de Aguas Potables y nos metemos por el riíto apelando a la poca gente que hay a estas horas y con esta temperatura que ya empieza a dejar en casa a los más frioleros o a aquellos que piensan que las bicicletas son para el verano.
Disfrutamos de este placido paseo que ya hacía un tiempo que teníamos abandonado y disfrutamos, como siempre, de las postales que nos ofrece. La humedad del río y las sombras bajo los árboles impregnan el ambiente de una suave bruma que crea paisajes difusos.
Entre una cosa y otra no la habíamos hecho todo el grupo, tan solo Salva y yo la hicimos este verano un día que Luis no pudo venir. Por fin hoy nos poníamos en marcha para concluirla con la falta del benjamín del grupo, así que habrá motivo para repetir en otra ocasión.
La fría temperatura de la noche anterior hacía preveer una temperatura todavía más baja al inicio, pero la ausencia de viento y el sol matinal elevó la mínima lo justo para hacernos rodar de inicio mejor de lo esperado. Aun así vamos al tran tran los primeros kilómetros calentando la musculatura. Bajamos el bike-pass viendo como el firme no acaba de recuperarse por el paso de las motos que van abriendo nuevas rodadas. Eludimos la rampa detrás de Aguas Potables y nos metemos por el riíto apelando a la poca gente que hay a estas horas y con esta temperatura que ya empieza a dejar en casa a los más frioleros o a aquellos que piensan que las bicicletas son para el verano.
Disfrutamos de este placido paseo que ya hacía un tiempo que teníamos abandonado y disfrutamos, como siempre, de las postales que nos ofrece. La humedad del río y las sombras bajo los árboles impregnan el ambiente de una suave bruma que crea paisajes difusos.
En tierra, las marchitas hojas de los árboles se maceran con la humedad y retroalimentan las plantas de las que acaban de caer, compostaje natural en estado puro. De allí emana un aroma dulzón no agradable para todos pero sí para aquellos que amamos la naturaleza y sentimos ese paso esencial que se está produciendo. Seguimos pedaleando cuando no paramos a fotografiar las postales pre navideñas.
Claro, es que esta ruta no la tenemos suficientemente documentada y necesitamos fotos. De las más de 4000 que tendremos del río solo nos falta esta, pero enseguida acabo y continuamos. Llegamos a Traver y salimos del camino del parque hacia Monte Alcedo. Nos cruzamos con un grupo de jinetes que han encontrado en el río el lugar ideal para montar. Esto hace que poco a poco se vayan abriendo sendas entra la vegetación y al final se creará una red de caminos por los que poder huir del “monótono” camino principal. En la rotonda giro a la izquierda y nos metemos por la avenida arbolada picando hacia arriba. El Mas de Alzedo parece restaurado y convertido en salón para banquetes o algo parecido. El caso es que han dejado muy apañada la fachada. Rodamos bajo los enormes pinos que dan sombra a esta calle y llegamos al final. La zona nueva sin estos gigantes acaba junto al stop, cruzamos y bajamos al inicio del barranco, giro a la derecha y remontamos a la zona más alta de la urbanización. Por aquí hay un vértice geodésico, cuando se entere Salva ya está diciendo de venir otra vez a buscarlo. Callejeamos hasta la carretera de L’Eliana, derecha y enseguida izquierda. Bajada por asfalto y luego por camino hasta la carretera de La Pobla. Cruzamos y por detrás de la zona urbanizada pero aún sin construir nos dirigimos hacia el camino de Benaguacil.
Este camino nos presenta otra perspectiva de la huerta y de viejas casonas de labranza que tantas historias de esta tierra podrían contar. Llegamos al pueblo y lo cruzamos por pequeñas calles en dirección al polideportivo. Ya allí buscamos el paso inferior de la autopista y salimos a los campos del lado de Benissanó. Sant Miquèl se hace presente en cada pedalada y va llenando todo nuestro campo visual conforme nos acercamos a Llíria. Cruzamos el pueblo callejeando por las estrechas calles del centro.
Casitas blancas de una o dos alturas en un laberinto de calles que conforman la parte antigua de la vieja Edeta, o al menos eso imaginamos con la retina aún impresa por la visión de la iglesia de La Asunción que nos hace retroceder en el tiempo. Luego giramos a la izquierda para coger la calle que sale hacia el camino de Vilamarxant y enseguida encontramos la subida a Santa Bárbara. Es hora de soltar los caballos. Pasamos entre los postes de hierro queriendo tomar todos la delantera. Oigo el quejido del cambio de Salva que lo fuerza repentinamente, este suena como una carraca y pienso en Andy Schleck intentando el hachazo, pero al mismo tiempo oigo como la cadena se queja pero no se sale, engrana en la afilada dentadura del plato pequeño. Esa décima es la que me da la ventaja para acelerar dos pedaladas que me distanciarán de él y me permiten adelantar a Luis que quizá no pensaba en un ataque o quizá pasa de jugar a ciclistas.
Con las intenciones de Salva detrás de la oreja me pongo un ritmo exigente y aprieto los dientes para mantenerlo. Tiro con fuerza del manillar para ayudarme en cada pedalada. Corto el vaivén del amortiguador cerrándolo y piso con fuerza sobre los pedales. La respiración detrás de la oreja no es mía. Así que tienen que ser ellos que vienen apretando. Me apoyo en los paisajes de La Calderona para desconectar de la exigencia del esfuerzo y deseando llegar arriba para gozarlos en su plenitud. Curva a curva voy sacando milímetros pedal, milímetros que cada vez les cuesta más recortar. Lo sé. Pero también sé que son capaces de pegar un acelerón y comerme el terreno, así que no puedo relajarme. En plena subida he llegado a ver picos por encima de 15 km/h. de velocidad, aunque la media no ha bajado de 11. Llego arriba jadeando, luego llegan ellos.
-¿estamos locos o qué? Me he puesto a 170 pulsaciones
-A mí me ha saltado la cadena al empezar la subida, que si no hubiera atacado
-Y yo te he oído y he pensado que esta era la mía.
En fin, que nos hemos comportado como chiquillos… o peor. Pero un poquito de emoción de vez en cuando no está mal. Meternos rampa al menos una vez por ruta nos da “un puntito de alegría pal cuerpo”. Dejamos que el cuerpo recupere del esfuerzo y retome su ritmo normal y almorzamos contemplando los cambiantes cuadros de La Calderona iluminada por las oscilantes luces del sol entre las nubes.
Con las intenciones de Salva detrás de la oreja me pongo un ritmo exigente y aprieto los dientes para mantenerlo. Tiro con fuerza del manillar para ayudarme en cada pedalada. Corto el vaivén del amortiguador cerrándolo y piso con fuerza sobre los pedales. La respiración detrás de la oreja no es mía. Así que tienen que ser ellos que vienen apretando. Me apoyo en los paisajes de La Calderona para desconectar de la exigencia del esfuerzo y deseando llegar arriba para gozarlos en su plenitud. Curva a curva voy sacando milímetros pedal, milímetros que cada vez les cuesta más recortar. Lo sé. Pero también sé que son capaces de pegar un acelerón y comerme el terreno, así que no puedo relajarme. En plena subida he llegado a ver picos por encima de 15 km/h. de velocidad, aunque la media no ha bajado de 11. Llego arriba jadeando, luego llegan ellos.
-¿estamos locos o qué? Me he puesto a 170 pulsaciones
-A mí me ha saltado la cadena al empezar la subida, que si no hubiera atacado
-Y yo te he oído y he pensado que esta era la mía.
En fin, que nos hemos comportado como chiquillos… o peor. Pero un poquito de emoción de vez en cuando no está mal. Meternos rampa al menos una vez por ruta nos da “un puntito de alegría pal cuerpo”. Dejamos que el cuerpo recupere del esfuerzo y retome su ritmo normal y almorzamos contemplando los cambiantes cuadros de La Calderona iluminada por las oscilantes luces del sol entre las nubes.
Una juguetona ardilla hará nuestras delicias trepando por la fachada de la ermita y reclamando su cuota de “clics” que recibirá de buen agrado. El café llega en el momento que el frío comenzaba a apoderarse de nosotros, y es que ya lo dice el refrán “ El hombre valiente, después de comer frio siente….” y con este pequeño golpe de calor nos ponemos otra vez en marcha para iniciar el regreso, que es, mayormente, la parte nueva de la ruta.
Cruzamos toda Llíria hacia la salida de Benissanó.
Cruzamos toda Llíria hacia la salida de Benissanó.
En la gasolinera giro a la derecha y por los campos junto a los que hemos venido volvemos atrás. Luego cogemos un camino a la izquierda marcado como PR que lleva directo a Benissanó. Rodeamos el castillo, como ya hicimos este verano pasado, para admirarlo en todo su conjunto. Es tan impresionante que no te cansas de verlo. Hoy la foto de grupo no podía ser en otro sitio.
Salimos del pueblo bajo el arco del portal de Valencia y nos dirigimos al P.I. y la CV 50. Cruzamos por el puente y ya al otro lado rodamos por un camino entre naranjos que fue la improvisada carretera cuando acondicionaron la carretera de Benaguacil a La Pobla. En la rotonda cogemos el caminito elevado hacia el metro. En la estación a la izquierda hacia L’Eliana pasando por delante de la depuradora. El viento nos empuja en todo este tramo de vuelta por lo que a poco que damos pedales la velocidad se incrementa de forma considerable. En seguida entramos en las urbanizaciones de L’Eliana. Un autentico laberinto de calles y giros a derecha e izquierda hasta llegar a la estación de metro. Bajamos a la derecha de la vía por otra urbanización metida en medio de la pinada.
Por la calle Serra giro a izquierda para cruzar el barranco por una pasarela y pasar por debajo de la vía que ahora dejaremos a nuestra derecha. Pasaremos por el parque y de allí a cruzar la carretera que nos adentra en La Vallesa. La parcela recién urbanizada está a la espera de que le hinquen el diente con los primeros chalets, la piel negra de asfalto ya ha matado para siempre la polvorienta cubierta de esta pequeña parcela de bosque que poco a poco deja de serlo. Bordeamos entre la vía y los chalets los linderos de La Vallesa sin saber muy bien los límites y sin acabar de decidirnos sobre si es un bosque o un jardín grande. Las enormes torres de alta tensión marcan el camino a seguir por un momento. Luego entramos entre los pinos y curveamos en un tramo divertido sin más visibilidad que el propio sendero. Otro camino de coches, más chalets, otra vez entre los pinos hasta llegar al portalón de La Vallesa. La enorme puerta de hierro muestra un grandioso trabajo de forja que con el paso de los años se deteriora y oxida bajo las exigentes condiciones ambientales. En lo alto del portón un escudo de armas indica su origen pero a día de hoy aún no hemos conseguido saber su pertenencia (pensamos pudiera ser de la familia Trenor).
Seguimos intrigados con el qué será esta parcela que parece un bunker. Ahora si que estamos de lleno en el bosque y los caminos se cruzan entre sí haciendo que todos los caminos conduzcan a todas partes. La diferencia está en que algunos de ellos están realmente “reventats”. La cantidad de piedras y raíces hacen algunos casi intransitables. No será el caso de los que tomemos hoy ya que ruta a ruta hemos ido seleccionando los que presentaban mejor ciclabilidad y además ofrecían tramos divertidos. Volvemos hasta la vía para cruzarla y llegar a la parte del bosque más cercana a Manises. Esta fue la primera parte que conocimos de La Vallesa. Con la “meadrina” haciendo estragos en algunos de nosotros mientras otros se descojonan de los acuciantes efectos de tan inverosímil ingrediente de nuestra dieta, forzamos la enésima parada como ya pasara en otra ruta no hace muchas semanas. Aliviados hasta puntos insospechados retomamos los pedales para hacer la parte que eliminaremos en posteriores rutas. Regresamos pegados al By-pass hacia Paterna, luego pegados a la CV-30 hasta el puente del aeropuerto que nos adentrará en Manises. Este tramo solo tiene un par de miradores sobre el río que si estás en el camino merecen la pena, pero hacer este camino para verlos no es lo que recomendamos.
Además hay una rampa junto a la balsa de riego que está en peores condiciones que cuando la subimos por primera vez ya hace algunos años y que no es ciclable ni para bajarla, a no ser que quieras jugarte la jeta en una más que posible caída. Ya en la base rememoramos las bondades de esta ruta y rápidamente olvidamos, bajo los efectos reconstituyentes de la cerveza, la parte fea del camino.
Marcamos como ruta apta esta alternativa y discutimos cuales serán nuestros pasos la semana que viene. A no tardar mucho estaremos de vuelta por el blog con algo nuevo que contar.
Track en Rutes de Roda i Pedal.