Nocturna verano de 2013
La noche sugiere, no enseña. La noche nos encuentra y nos sorprende por su extrañeza; ella libera en nosotros las fuerzas que, durante el día, son dominadas por la razón.
Brassai
Se suele decir que no hay dos sin
tres, pero en nuestro caso deberíamos decir que no hay cinco sin seis, que con esta, vienen a ser las nocturnas que ya se acumulan en el “bikehistorial” de Roda i Pedal.
Alguno se preguntará que tiene una nocturna de especial, y la respuesta es
tan sencilla como obvia, la noche.
La sensación de que el crepúsculo vespertino marque el final de la ruta de
ida, y ver como poco a poco y tras
ocultarse el sol, aceleramos sin pensarlo nuestra marcha para tratar de llegar
a al punto de destino elegido sin que las sombras nos devoren, es algo que no
ocurre en las rutas habituales, y sobre todo, esa sensación de soledad y silencio a media
que la luz va lentamente desapareciendo, aderezada con los olores que desprende
la montaña conforme el reloj avanza, es algo ciertamente único y tan
especial, que quien no lo haya sentido alguna vez de este modo, nunca podrá saber de que estamos realmente hablando.
Estas sensaciones tan particulares son las que año tras año nos hacen
planear, llegado el verano y como ya es costumbre, este tipo de ruta tan
especial para nosotros. Este año no nos
acompañará Carlos, hoy toca “que si….. estoy de viaje por Europa….”,
bueno, otra vez será.
Rodamos con otro ánimo, sin el calor sofocante de la mañana y con ciertos
bártulos que no son habituales tanto en nuestras bicis como en nuestras
mochilas, utensilios que utilizaremos sobre todo al regreso y sin los cuales, la vuelta se convertiría en un verdadero
calvario al tener que rodar en completa oscuridad.
Tras los casi treinta kilómetros de ida, viene el primero de los
premios, la cena, que tras el primer
esfuerzo que ha supuesto el llegar hasta aquí, transcurre plácida mientras van apareciendo las
primeras estrellas en el cielo, ya
cercano el crepúsculo civil, y amenizada como es habitual, por la charla informal y las bromas que van
surgiendo al ir compartiendo las sensaciones que cada uno puede apreciar. Este año echamos a
faltar a “los Albertos..”, tal vez al no estar Carlos no han querido venir, en
fin.. .
El silencio del lugar, solo roto por los grillos nocturnos (y algún que otro
maldito perro que a lo lejos ladra sin ton ni son), es algo único, casi
diría que mágico, pues en
definitiva esa sensación de calma
infinita a la luz de las estrellas y en ocasiones como en la noche de hoy, de
nuestra fiel acompañante Luna, que como un faro cósmico nos alumbra llegando
incluso a proyectar tenues sombras, es
ciertamente parte de lo que andamos buscando, y no tarda en hacer acto de presencia.
Tras la cena, un poco de reposo, un brindis por la próxima y como no, la
foto para el recuerdo.
Ahora solo queda volver, esta vez con las luces
encendidas y a velocidad moderada de acuerdo con las condiciones de visibilidad
que nos vamos encontrando a nuestro paso, y
prestando mayor atención si cabe al recorrido, trazado que aunque lo podríamos rodar a ciegas, es
al igual que las sensaciones, totalmente diferente y por lo tanto, no deberemos
bajar la guardia.
Así pues y en honor al brindis realizado, ¡va por la séptima! y hasta la próxima nocturna.