miércoles, 17 de julio de 2013

Nocturna verano de 2013


Nocturna verano de 2013

La noche sugiere, no enseña. La noche nos encuentra y nos sorprende por su extrañeza; ella libera en nosotros las fuerzas que, durante el día, son dominadas por la razón. 

Brassai

Se suele decir  que no hay dos sin tres, pero en nuestro caso deberíamos decir que no hay cinco sin seis, que con esta,  vienen a ser las nocturnas que ya se acumulan en el  “bikehistorial” de  Roda i Pedal.
Alguno se preguntará que tiene una nocturna de especial, y la respuesta es tan sencilla como obvia, la noche.  
La sensación de que el crepúsculo vespertino marque el final de la ruta de ida,  y ver como poco a poco y tras ocultarse el sol, aceleramos sin pensarlo nuestra marcha para tratar de llegar a al punto de destino elegido sin que las sombras nos devoren, es algo que no ocurre en las rutas habituales, y sobre todo, esa  sensación de soledad y silencio a media que la luz va lentamente desapareciendo, aderezada con los olores que desprende la montaña conforme el reloj avanza, es algo ciertamente único y tan especial, que quien no lo haya sentido alguna vez de este modo, nunca podrá saber de que estamos realmente hablando.

Estas sensaciones tan particulares son las que año tras año nos hacen planear, llegado el verano y como ya es costumbre, este tipo de ruta tan especial para nosotros.  Este año no nos acompañará Carlos,  hoy toca “que si….. estoy de viaje por Europa….”, bueno, otra vez será.

Rodamos con otro ánimo, sin el calor sofocante de la mañana y con ciertos bártulos que no son habituales tanto en nuestras bicis como en nuestras mochilas, utensilios que utilizaremos sobre todo al regreso y sin los cuales,  la vuelta se convertiría en un verdadero calvario al tener que rodar en completa oscuridad.

Tras los casi treinta kilómetros de ida, viene el primero de los premios,  la cena, que tras el primer esfuerzo que ha supuesto el llegar hasta aquí,  transcurre plácida mientras van apareciendo las primeras estrellas en el cielo,  ya cercano el crepúsculo civil, y amenizada como es habitual, por  la charla informal y las bromas que van surgiendo al ir compartiendo las sensaciones que cada uno puede apreciar. Este año echamos a faltar a “los Albertos..”, tal vez al no estar Carlos no han querido venir, en fin.. .

 El silencio del lugar,  solo roto por los grillos nocturnos  (y algún que otro maldito perro que a lo lejos ladra sin ton ni son), es algo único, casi diría que mágico, pues  en definitiva esa sensación de calma infinita a la luz de las estrellas y en ocasiones como en la noche de hoy, de nuestra fiel acompañante Luna, que como un faro cósmico nos alumbra llegando incluso a proyectar tenues  sombras, es ciertamente parte de lo que andamos buscando, y no tarda en hacer acto de presencia.

Tras la cena, un poco de reposo, un brindis por la próxima y como no, la foto para el recuerdo. 
Ahora solo queda volver, esta vez con las luces encendidas y a velocidad moderada de acuerdo con las condiciones de visibilidad que nos vamos encontrando a nuestro paso, y  prestando mayor atención si cabe al recorrido,  trazado que aunque lo podríamos rodar a ciegas, es al igual que las sensaciones, totalmente diferente y por lo tanto, no deberemos bajar la guardia.

Así pues y en honor al brindis realizado, ¡va por la séptima!  y hasta la próxima nocturna.