sábado, 17 de diciembre de 2011

Ruta del Benicadell

Ajado cielo azul triste y vencido,
plomizas madrugadas otoñales
de veranos olvidados y perdidos.
De miradas tristes e infinitas.
Triste piel vacía de recuerdos y energía,
te pegas a los huesos blancos y envejecidos
esperando tu final.
Un final lento que no llega, que no se apiada
de lejanas y viriles juventudes,
de fuerzas y arrogancias,
de anhelados sueños y esperanzas,
de salud y alegría contagiosa.
Pasa factura la vida. Pero desde aquí fuera
la veo saldada y satisfecha.

Roda i Pedal


"Quiero mezclar mi duelo con el duelo de la naturaleza".
Jacques Delille

Llegaba otra oportunidad para hacer una ruta de día completo, y como siempre últimamente, la meteorología se confabulaba para complicarnos la vida.
El viernes el viento sobrepasaba con rachas de 80 kilómetros por hora y amenazaba seriamente que pudiéramos hacer la ruta. De todas formas el sábado arriesgamos y nos encontramos con una mañana soleada y tranquila sin ni tan siquiera una leve brisa. La otra alegría nos la llevamos al llegar a la base y encontrar las cuatro burras dispuestas a cabalgar nuevamente juntas después de muchos meses sin la compañía de Carlos. Iba a ser un rutón, y se lo íbamos a dedicar a mi madre hoy que hace un mes que nos dejó.
Cargamos el remolque y salimos hacia Adzeneta de Albaida donde iniciaremos la ruta de hoy. Mientras hacemos los estiramientos, la fría mañana nos hace desear ponernos en marcha hacia arriba para ir entrando en calor rápidamente. Unos metros después el chirrido del disco delantero de la bici de Salva nos hace parar a intentar solucionarlo de un modo u otro, es simplemente impensable seguir toda la ruta con esa cantinela y los 3 aguantando ese lamento. Salva, ajeno a esos ruidos tan agudos ni lo oye, ni le molesta, y encima nos purea por hacerlo parar para desmontarle el freno delantero, que “webs” que tiene. Solucionado el problema seguimos subiendo aunque el frío ya se ha ido casi en las primeras pedaladas de ascenso.


El camino esta en perfectas condiciones y nos permite un rodar cómodo y continuo a ritmo sin tirar de potencia. La subida se mantiene constante durante los siguientes kilómetros sin grandes rampas pero con un porcentaje interesante que sin embargo nos permite un ritmo alegre de subida que no nos saca de pulsaciones en ningún momento. Nos pasan varios coches que imaginamos se adentran en la montaña para buscar setas, pensamos que en lugar de la montaña esto parece la autovía. Pasamos al otro lado de la ladera y encontramos las primeras vistas despejadas hacia a la vall d’Albaida y todas las montañas hacia el norte. La torre del castillo de Carbonera se muestra en la ladera de esta montaña por debajo de nosotros y delante del pantano. El Montdúver sobresale por encima de todas las montañas y dibuja su pétrea corona en la distancia desde una perspectiva desconocida, parece que nos llama de nuevo y Carlos le tiene ganas…, así que el año próximo nos tocará subirlo de nuevo y de paso hacer comparaciones con la última vez que sucumbió a nuestros pedales.
Seguimos subiendo y nos acercamos al primer alto junto a una cruz con unas vistas impresionantes.


En el valle una zona arbolada acoge la font Freda, allí un camino se acerca a un mirador, pero la vista desde aquí arriba incluye sobredimensionadas aquellas otras. La cumbre de nuestro compañero protagonista de hoy, se recorta a nuestra derecha con formas imposibles sobre un cielo que tan pronto se cubre de grises nubes como se despeja mostrando un límpido cielo azul. En medio de la vall d’Albaida el embalse de Bellús pone un toque de color en la llanura por encima de la fina línea de la muralla del castillo de Xátiva. Iniciamos la bajada hacia aquel valle y hacemos una rápida parada en la fuente. Seguimos bajando para llegar a una zona con increíbles vistas hacia el valle donde se asienta el pequeño pueblo de Otos.
Aquí la montaña se rasga en innumerables barrancos que por arrastre de las aguas pluviales y el fuerte desnivel se llena de aludes y despeñaderos de piedra. Abajo, los olivos se arraciman en bancales de forma semicircular como si estuvieran dibujados con compás.
Ahora vemos la subida que nos queda hasta el collado donde se inicia el brutal descenso que nos aguarda.
Vemos el camino subir sin tregua. Será la parte más dura del día de hoy, pero tampoco es para tanto. Nos ponemos en marcha hacia esa pared que al final será menos de lo que parece. La bondad del firme nos permite subir a ritmo, y quitando algún que otro repecho importante la rampa continúa en porcentajes que nos permiten dosificar el esfuerzo en un ritmo constante sin picos de potencia.
El collado coincide casi con la bifurcación hacia el alto donde está la caseta de vigilancia forestal a la que no subimos por falta de tiempo, es posible que arriba haya un V.G. pero nos quedaremos con las ganas de saberlo y dejaremos un poso de duda que seguro que Salva aprovechará algún día para vendernos nuevamente esta ruta. También acabamos de dejar atrás el inicio de la senda de subida hacia la cumbre del Benicadell. Bromeamos sobre la posibilidad de iniciar el ascenso, eso sí, a lomos de la bici y sin soltarnos las calas. Estamos a sus pies y nunca mejor dicho.

Estiramos el cuello mirando hacia arriba para dar cabida a tanta grandeza. La cresta de esta montaña es indescriptible. Las roturas de las rocas muestran formas imposibles de narrar, pero desde la vertiente sur aún resultan más impresionantes.
Iniciamos el descenso en una curva del camino que no teníamos prevista. Llegamos hasta el refugio forestal de Casa Planisses, donde sale, o llega, la senda que antes habíamos dejado atrás y que bajaba por el valle de Otos hasta les Fontetes. Seguimos bajando imprimiendo velocidad a las ruedas y apurando frenos en cada curva. La goma delantera nueva no me permite la confianza habitual en las bajadas y me tengo que esforzar por no perder el ritmo de mis compañeros que se alejan en vuelo raso por la ladera de la montaña. Llegamos a la bifurcación que nos saca del camino a la derecha y entra en otro camino mucho más roto para descender hacia la cara sur de la montaña.

La ermita nos espera con su inmaculada blancura encaramada en su altozano y dominando el valle de Beniarrés y su embalse. Enseguida, la piedra del camino se convierte en asfalto y nos empuja, con más fuerza si cabe, hacia abajo, hacia la gloria de un descenso tremendo que dibuja, como de costumbre, una enorme sonrisa de satisfacción en nuestras caras.
Ya en el pueblo cogemos una calle a la izquierda para subir a la ermita, donde nos “aberronchamos” junto a la pared con vistas al pantano para dar cuenta del merecido almuerzo. Nos salimos del track que veníamos siguiendo para hacer un tramo que nos llevará a esta visita y a enlazar después con la ruta http://rodaipedal.blogspot.com/2008/11/crnica-de-la-va-verde-del-serpis.html Como solía decirme mi madre “camino que ves, allá que te vas…” pues para hacer justicia a esas palabras tenía que inventar un tramo de camino nuevo, sino no sería propio de mí.
Llegamos a este precioso lugar que conocíamos de lejos de aquella ruta. Ahora estamos aquí mismo viéndolo todo desde una nueva perspectiva.
Fotos y más fotos antes y después del almuerzo nos hacen sacarle mucho jugo a esta visita. Convocamos cónclave para decidir sobre la conveniencia o no de llegar hasta el embalse debido a lo tarde que se nos está haciendo y las pocas horas de luz que nos quedan por delante. Decidimos seguir las leyes de la gravedad en lugar de luchar contra ellas, bajar es fácil y divertido así que vamos “pa’lla”.
Salimos del pueblo y cogemos el mismo camino por el que subimos en aquella ruta por estos mismos lares. Pasamos entre campos de olivos cubiertos de verde y casi fluorescente musgo. Las cargadas ramas se doblan bajo el peso de los densos frutos que colorean y se tuestan entre el sol y el frío, la humedad y el viento, el abrigo de la montaña y el hálito de la brisa marina que sube por el río desde el mar, a caballo entre Valencia y Alicante.

Llegamos a pie de pantano y recorremos su perfil hasta el mismo lugar de aquella emblemática foto con el Benicadell a nuestras espaldas, hoy por fin completaremos aquella instantánea con el grupo al completo.
Seguimos el trazado del embalse hacia arriba. La carretera del embalse no tiene tráfico y remonta de forma suave hacia el pueblo sin apenas porcentaje, por lo que no presenta dificultad alguna en contra de lo que es la pendiente que acabamos de bajar. Ya en el pueblo giramos a la izquierda para acercarnos a la base de la mole y recorrer su cara sur en busca de cerrar el círculo por un camino asfaltado entre campos de cultivos y olivares.
Algunos barrancos descienden de la montaña y uno de ellos, el barranc del Port, alberga una pequeña ermita y una fuente, con las seductores ramas de los “suspirs” derramando sus lágrimas de madera por delante de la montaña para bañar y alimentar la pequeña presa que hemos dejado atrás. Gaianes es nuestro siguiente paso. El pueblo se muestra tranquilo a estas horas de la tarde y además no lo cruzamos completamente ya que en la plaza de la iglesia giramos a la derecha para seguir por el camino entre campos que veníamos transitando.
La montaña nos obliga de vez en cuando a una parada para admirar su grandiosa silueta recortando sobre el cielo. No nos caben las palabras en la boca para expresar lo que vemos y solo podemos utilizar esa expresión tan valenciana “che mira” para que cada uno saque sus propias conclusiones. Turballos será una bonita guinda en el camino.
La pedanía engalana sus casas y calles vestidas de piedra dando una uniformidad digna de admiración. Esa uniformidad que tantas veces hemos reclamado y que dotan a los pueblos, de personalidad y carácter, de fuerza y belleza, de majestuosidad y orgullo. Por si algo le faltaba, la limpieza y la tranquilidad le darán ese toque extra merecedor de nuestras más elevadas alabanzas.
Algunos detalles adornan sus fachadas y la oración “Càntic de les Criatures” en azulejo, junto a la puerta de la iglesia, son el colofón que le faltaba a esta visita.
Salimos de esta aldea preparándonos para la subida final. No tenemos muy claro el paso donde nos cruzaremos con la autovía, pues no sabemos si cuando se hizo este track que seguimos hoy, se grabó antes o después de terminada la autovía, y por tanto si habrá paso o no. Si no lo hay sabemos que antes o después lo encontraremos, el problema será el desnivel a salvar hasta entonces.
La antigua carretera nacional será nuestro camino a seguir. No encontramos tráfico alguno por estar fuera de servicio y subimos con tranquilidad una pendiente suave pero constante tal como todas las subidas de hoy. Pasamos bajo la autovía y seguimos subiendo. Arriba de este duro último repecho, vemos el paso sobre la autovía que tenemos que volver a pasar ahora por arriba. En la rotonda seguimos por el camino para llegar al inicio de una senda que se adentra en la montaña junto a un barranco. La senda no presenta dificultad para andar por ella, para ciclarla ya es otra cosa. El continuo rebote de la suspensión hace que no podamos conducir por donde nosotros queremos sino que es un poco la suerte de la trazada. El barranco a la derecha hace que una caída pueda resultar muy peligrosa, eso sin contar con el riesgo de un reventón en la rueda, cuestión por la que optamos por encarar este tramo con la bici de la mano y no jugárnosla más de lo necesario. Preguntamos a un senderista si podemos seguir el camino asfaltado hacia abajo en lugar de subir por esta senda y nos dice que no, que ese camino acaba en una cantera y que la senda es la única salida por aquí, que tan solo es un kilómetro o poco más de subida hasta conectar con el camino. La senda sigue el curso del barranco pasando por la font de Fontanares, donde sale otra senda de subida al pico Benicadell.
Seguimos cargando la bici hasta enlazar con el camino. Allí está el nevero y el corral de Diego, una ruina de un antiguo caserón. Una triple bifurcación nos hace dudar de qué camino tomar. Dos de ellos está claro que no son: el del frente seguiría hasta la cruz desde donde disfrutamos de las enormes vistas sobre la font Freda y la vall d’Albaida esta mañana. A la derecha se sube hacia la cresta de la montaña pero sin pasar por la cumbre. A la izquierda el camino es un pedregal que remonta una ladera y que nos desanima un poco. Sin embargo algo escondido a la izquierda está el camino que debemos tomar. Desde aquí ya es todo hacia abajo pasando por diversos y curiosos palomares que salpican el camino. En el nevero nacía un barranco que ahora seguimos de bajada por la vertiente sur y que esta mañana remontamos por el norte. La bajada se hace más pronunciada y el camino se estropea bajo los neumáticos con piedra suelta y bancales de tierra así como algunas roderas como pozos que cruzan el camino y que a punto están de jugarnos una mala pasada. La velocidad que aquí no podemos conseguir la ganaremos en un pequeño tramo de asfalto que llegará hasta la entrada del pueblo, donde llegamos al parque junto al que hemos aparcado y donde decidimos comer, y con ello, cerrar una ruta que hacía tiempo que se resistía pero que gracias a esos aplazamientos hemos podido completar todo el grupo, no hay mal que por bien no venga.
Unimos por fin las manos todos juntos y gritamos más fuerte que nunca… Roda i Pedal. Aunque mi pensamiento está en otro sitio, mucho más arriba. Hasta el año que viene.