“Diríase de un sueño azul soñado una montaña de veces” i les muntanyes blaves eren en la Serra Mariola”
Siempre iniciamos las crónicas con una cita, hoy querría hacerlo con esta que encontré en el blog http://www.linkalicante.com/el-montcabrer-y-la-cava-arquejada/#comment-10470 y que Teresa comentó de forma tan poética, para expresar de forma acertada, lo que muchas veces sentimos a la vista de las montañas.
El calendario de las grandes rutas hasta el verano ya estaba planeado desde hacía tiempo, por eso, conforme se acercaba el día, la emoción y las ganas de rodar esta ruta iban “in crescendo”. Y llegó el momento de salir rumbo a Muro de Alcoi, principio y fin de la ruta.
Las burricas pasan la noche cargadas en el remolque a la espera de que la veterana llegue de mi mano para compartir viaje con sus amiguitas. Nos siguen, mirándonos a través del cristal posterior del grandote, deseosas de enfrentarse a la montaña. Prácticamente todo el camino hasta el punto de inicio es autovía, pero eso no nos quita la casi hora y media de viaje. Luego, ya en Muro, nos desviamos por el camino del Racó Puig hasta el camino que es la vía verde del Xixarra. Aparcamos e iniciamos los estiramientos de rigor contemplando la majestuosa montaña que nos protege y nos intimida a un tiempo. El ansia viva nos reconcome para empezar cuanto antes y, a eso de las 10, nos ponemos en marcha rumbo norte para rodear, en sentido antihorario, la Serra Mariola.
Pedaleamos por el antiguo trazado del tren Xixarra que unía Yecla con Alcoi. Este fue otro de esos trenes fantasmas que jamás llegaron a circular por unas vías que ya estaban terminadas o en avanzado estado de construcción. Este tren conectaba en Muro con la vía del Serpis, convertida también hoy en vía verde, y que llega hasta Gandia pasando por el imponente Circ de la Safor http://rodaipedal.blogspot.com/2008/11/crnica-de-la-va-verde-del-serpis.html.
En esta primera parte de la ruta iremos paralelos a la también abandonada vía del tren entre Xàtiva y Alcoi; el firme no es tan fino como podríamos esperar de una vía verde, con algunos tramos con bastante piedra suelta que dificulta el avance a buen ritmo o bien el placido rodar con la familia en un día de bicicleta. En ciertos momentos vamos bajo el toldo arbóreo de una pinada que conserva huellas de las antiguas vías en forma de estaciones, fuentes o casetas escavadas en la roca de las montañas. En esta primera parte y antes de que el camino gire a la izquierda tendremos a nuestra derecha la compañía del Benicadell mostrando su cresta al viento.
En un momento dado y ya con el giro del camino, el trazado parece meterse dentro de un chalet, el camino vallado nos impide el paso y nos obliga a bajar a la CV 700, circular unos metros por ella, y hacer un giro a la derecha en que bajaremos hasta el paso sobre el río Agres; enseguida una rampa que subiremos para coger el camino de la izquierda continuando por el trazado del Xixarra.
Agres, a nuestra izquierda, parece deslizarse por la falda de la inmensa mole que es Mariola, el santuario de la Mare de Deu d’Agres impone su arquitectura colgado sobre la ciudad. Rodamos ahora por un camino paralelo a la vía cercano al Mas de Olcina; una serie de caseríos enclavados entre pequeños pinares a lomos de la Serra de Filosa cuya cima delimita las provincias de Valencia al Norte y Alicante al Sur.
Pasado el Mas de Sirvens enfilaremos un camino de bajada hacia Agres, pasaremos al lado de su abandonado apeadero y continuaremos hacia el pueblo cruzando nuevamente la CV 700. Desde aquí es “toparriba”. Pensamos aquello de “give me hueco pa subir que ya si acaso… ya bajaré yo solo”. Las primeras rampas del pueblo nos saludan con alegría, tanta que se cogen a nuestras piernas sin miramientos, metemos todo el desarrollo escalador que tenemos y empieza la fiesta. La calle en obras nos pone las trabas de algunos baches inoportunos. El grupo se pone en fila india y yo me quedo atrás viendo como cada vez me sacan más ventaja. Estos bandidos me han metido rampa antes de almorzar, así cualquiera, pienso mientras me retuerzo encima de la bici junto al cementerio. Poco después comienza el asfalto, pero esto no hace más que empeorar. Las rampas ahora son descomunales. No queda otra que sufrir hasta llegar al convento.
Lo de “no siento las piernas” es literal, una pesadez las adormece haciéndolas parecer de madera. Vamos cada vez más separados unos de otros, así que me sustento en deleitarme todo lo que puedo en la rustica arquitectura de las calles; casas muy bien arregladas; fuentes de piedra adornadas con azulejo o con figuras en relieve; la plaza de la iglesia, con su afilado campanario apunta al cielo como la lanza de Longinos, no en vano hoy es sábado de gloria y vemos algunos preparativos de la Semana Santa en el pueblo.
Seguimos serpenteando por la calle que sube hacia el santuario utilizando todo el ancho para suavizar un poco la pendiente. Por momentos esto nos recuerda al Montdúver. Adelanto a Salva que se ha parado ha hacer fotos en la plaza de la iglesia, me dice que a las fuentes no, ya que luego para arrancar otra vez en la cuesta… ¡será miedica el tío! Las posiciones de subida son las que mantendremos para ir llegando arriba. Vamos leyendo diversos letreros en el suelo; son nombres y también un dibujo en forma de filigrana que creo que es una plantilla por la infinita similitud que se repite de principio a fin de la cuesta. ¿Y qué tiene esto que ver con la ruta? Pues nada, es lo que iba pensando mientras subía para distraer la idea de tirar pie a tierra, maldita subida si es que hoy se puede decir esto. Por fin se ve la salida del pueblo, y con ello el final de esta primera subida. El santuario, que data de 1577 se alza al otro lado del barranco.
Seguimos serpenteando por la calle que sube hacia el santuario utilizando todo el ancho para suavizar un poco la pendiente. Por momentos esto nos recuerda al Montdúver. Adelanto a Salva que se ha parado ha hacer fotos en la plaza de la iglesia, me dice que a las fuentes no, ya que luego para arrancar otra vez en la cuesta… ¡será miedica el tío! Las posiciones de subida son las que mantendremos para ir llegando arriba. Vamos leyendo diversos letreros en el suelo; son nombres y también un dibujo en forma de filigrana que creo que es una plantilla por la infinita similitud que se repite de principio a fin de la cuesta. ¿Y qué tiene esto que ver con la ruta? Pues nada, es lo que iba pensando mientras subía para distraer la idea de tirar pie a tierra, maldita subida si es que hoy se puede decir esto. Por fin se ve la salida del pueblo, y con ello el final de esta primera subida. El santuario, que data de 1577 se alza al otro lado del barranco.
Paramos a observar el magnifico conjunto arquitectónico con su campanario sobre la base de unas rocas algunos metros por encima del edificio principal y junto a los restos del castillo. Nos reagrupamos en unos bancos junto a una fuente y nos disponemos a almorzar más rápido de lo normal, el cansancio ha hecho mella y queremos mitigarlo cuanto antes. Comentamos la dureza de lo subido y advertimos, los que ya conocemos esta subida, de lo que nos queda por delante. Amenizo el almuerzo recordándoles la primera vez que subí hasta el refugio en una acampada del instituto; a grandes rasgos: era de noche, subíamos cargados y a pie desde el pueblo hasta el refugio. Vale que teníamos 17 años, pero muchos no estaban acostumbrados a andar más de dos manzanas por ciudad. No es de extrañar que aquella noche el tío del mazo se pusiera a repartir “felicitaciones” como el cartero por navidad, hasta el punto de que hubiera algún desmayo entre las chicas. Carlos se ríe de la anécdota, pero cuando lleguemos arriba comprenderá a qué me refiero. Visitamos un poco el paraje y nos ponemos otra vez en marcha. Me sorprende que el inicio del camino, en esta parte llana, esta asfaltado. No lo recordaba así. Llegamos al desvío del refugio de Zamorano, que tampoco lo conocía, y nos desviamos a la izquierda para iniciar la subida. Más novedades, el camino está cortado para vehículos a motor no autorizados, por lo que lo único que podremos encontraremos serán otros ciclistas (pero hoy no…), y senderistas. Empiezan las rampas. Camino asfaltado estriado, mal asunto.
Ya vamos con todo el equipo desde el principio, pero ahora, después de almorzar ya me siento mucho mejor. El torito empieza a abrir brecha, nosotros vamos más a ritmo, dosificando esfuerzos y fuerzas. No se nos ocurre levantarnos para pedalear, eso dispararía las pulsaciones y nos agotaría las piernas en un momento, aquí no hay solo una rampa que salvar, esto es una carrera de fondo. Tenemos por delante, posiblemente, los 5 kilómetros de subida más duros que hayamos subido nunca, al menos comparables a los míticos Montdúver y Aixortá.
Enseguida las fotos vuelven a abalanzarse sobre la “nikoleta”, Salva va imponiendo orden para que se acomoden en su correspondiente turno y yo me quedo de escudero mientras absorbo el paisaje. Luis y Carlos se marchan adelante intentando mantener un ritmo de ascenso constante. Se acaba el asfalto pero la rampa no declina en su impetuoso ascenso. El camino está en perfectas condiciones, tan solo algún tramo con más piedra suelta, o alguna pequeña rodera de agua, pero nada que dificulte el pedaleo en exceso. Unas curvas más adelante vemos a Carlos esperándonos; algo pasa. El almuerzo no le ha caído todo lo bien que esperaba y está pasando un mal momento. Nos tememos que esto pueda atraer al “aberronchado” “monsieur Mazó” siempre atento a cualquier desfallecimiento. Vamos ganando altura lentamente sobre el pueblo y sobre el barranco donde se asienta el convento. Las vistas se magnifican por momentos y nos muestran pinceladas entre las ramas de los pinos. Después de unas fotos nos ponemos otra vez en marcha los tres, pero el ritmo de Carlos nada tiene que ver con el nuestro y se pierde en la distancia a metros pedal de nuestro cansino avance.
La carraca en que se ha convertido mi eje pedalier en las últimas semanas suena con una lentitud exasperante, como si no pasaran los metros. En un momento dado veo que Salva se ha vuelto a quedar colgado en las fotos, normal que diga que su mochila pesa más en cada salida, él no hace otra cosa que cargarle peso a la “nikoleta”. Lo espero aprovechando el instante para quitarme la chaqueta y hacer el resto de la subida en camiseta, el pantalón largo me lo quité después de almorzar. Por fortuna esta semana la climatología nos acompaña en todos los sentidos. Tenemos un día soleado aunque tenuemente velado por unas nubes altas que mitigan la intensidad solar, no así el agradable calor primaveral. El viento es una brisa imperceptible en esta parte de subida al abrigo de la ladera Oeste y la pinada que la cubre. La abundante vegetación se deja notar olfativamente enviándonos efluvios de su presencia en breves “popurrís” de fragancias; tomillos, romeros, y pino, y el dulzón aroma de la gualda aliaga.
Llegamos a una barandilla de madera asomada al barranco del Molí, allá abajo aparece, a vista de pájaro, el convento, enclavado en el escarpado terreno que deja la erosión del agua entre la ladera y la escorrentía.
Llegamos a una barandilla de madera asomada al barranco del Molí, allá abajo aparece, a vista de pájaro, el convento, enclavado en el escarpado terreno que deja la erosión del agua entre la ladera y la escorrentía.
Carlos que vuelve a encontrarse mal nos espera a sabiendas que ese será nuestro destino más inmediato. Salva se carga con más peso digital y emprendemos la marcha con la dificultad de iniciar el avance en medio de esta portentosa rampa. Enseguida nos volvemos a quedar solos, menos mal que no se encuentra bien el chavalote... Miramos hacia arriba y vemos la caseta forestal en lo alto del pico Teix, hasta allí nos encaminamos, y diríamos, por la apreciación visual, que aún nos queda la mitad del desnivel por subir. Nos ponemos a la par y pedaleamos mientras hablamos de la dureza de la subida, eso sí, las muchas montañas escaladas y la forma física nos hace no pasarnos de pulsaciones y poder, de esta manera, controlar más o menos el cansancio.
Ya no pararemos más hasta arriba, pues, las vistas desde allí serán mejores que las que encontremos por el camino. Pero una cosa es decirlo y otra hacerlo, Salva se vuelve a quedar a la vista de la última rampa, no sé que habrá visto pero tiene que fotografiarlo, como ya no hay perdida posible ni demasiada distancia decido dejarlo solo y no romper el ritmo de ascensión. Llego al refugio y un alubión de recuerdos me asaltan. Sigo adelante, paso junto a la cava de L’habitació y continuo el ascenso por la terrible pendiente que para remate final nos ha puesto la montaña. El pico Teix será el último reto del día. Vuelve ese asfalto cortado de lado a lado y la vista solo ve un muro blanco por el que subir. Aprovechando todo el ancho del camino voy recortando distancia hasta la cumbre.
Arriba todos coincidimos que esta última rampa la hemos subido mejor de lo esperado a la vista del desnivel, y es que saber que es el último escollo del día anima que no veas. Llega Salva y juntamos las manos en esa liturgia de grupo que nos nombra caballeros de otra cumbre, una más a la espalda, otra muesca en el sillín, otra victoria sobre nuestras propias fuerzas, otra conquista de nuestro mundo interior. La información paisajística es abrumadora, el impacto visual brutal. Saturados de paisaje nos recreamos en los detalles con la inestimable compañía de Stendhal. Vamos desgranando poco a poco el horizonte y todo lo que encierra hasta él. Lo más llamativo es, como no, el colosal Montcabrer erigiéndose en punto de referencia hacia el SE. No seremos capaces de distinguir el Menetjador a la derecha del Montcabrer, esperando ver una cumbre más puntiaguda la creeremos tapada por este, en cambio si distinguimos perfectamente Aitana, esta cumbre tapa al Puig Campana pero nosotros lo colocaremos en alguno de los picos que vemos, igual que el Aixortá, tapado por la propia Serrella a la que si vemos claramente, da igual, confundiremos el último pico con nuestro querido Aixortá. También vemos el embalse de Beniarrés, el Benicadell y otro embalse que desconocemos, se trata del pantano de Bellús. Hacia el norte tampoco salimos muy bien parados en nuestro reconocimiento, el Caroig lo ubicamos en un lugar bastante distante de su posición original, por suerte, el guarda forestal nos saca de nuestro error. Ahora, corrigiendo el examen mientras escribo esta crónica, estoy pensando en falsear el resultado y decir que lo acertamos todo, jeje. El paisaje tendido a nuestros pies dispone las ciudades como un diminuto oropel ante el basto panorama de las grandiosas montañas, mientras el verdadero tesoro está aquí arriba, envolviéndonos y fusionándonos con ella: es la naturaleza en estado puro.
Unas decenas de fotos después, incluyendo la foto de grupo, bajamos hacia la primera cava. Eso si, nos hemos quedado con las ganas de nuestro V.G. que había visto en algún mapa equivocado de la zona. Bajamos con precaución pues la pendiente no nos permitirá parar la bici en poco espacio y hay algunas familias con niños paseando por el parque. La cava tiene unas dimensiones considerables, pero lo más llamativo es que todavía conserva la cubierta de piedra a modo de techado. Menos circunferencia que la cava gran pero creemos que mayor profundidad. Seguimos bajando y nos encaminamos junto al refugio por el camino de la izquierda, luego a la derecha. La cava Arquejada nos espera allí mismo. Tan magnífica como siempre, tan soberbia como esplendorosa. Lástima que le hayan puesto una red de protección alrededor que dificulta el asomarse. El conjunto presenta ahora un aspecto de monumento en reforma, solo faltan los andamios. La red blanca afea y mancilla la tranquila y suave fusión de este monumento con su entorno natural. Casi la oímos llorar de pena ante tan cruel ataque a su intimidad. En cambio apreciaremos la estética y simetría de sus 6 arcos de piedra culminando en el centro, en la clave de bóveda a modo de “piña” que corona el conjunto. La hiedra cubre las paredes interiores de un verde resplandeciente, ocultando así el punto de unión de los arcos con la base del cilindro de unos 15 metros de ancho por 12 de profundidad según fuentes consultadas, no nos ponemos a medir el monumento.
Nos ponemos otra vez en marcha sabiendo que la parte más dura de la ruta ya está completada, no nos quedan grandes subidas, exceptuando los inevitables rompe piernas que siempre hay en una ruta de montaña. Vamos hacia la cava del Buitre, pero la falta de letrero indicador nos hará pasar de largo, así que todo para abajo. En una curva del camino vemos allá abajo, en medio de un verde valle el Mas de la Foia Ampla; es un enclave privilegiado postrado a los pies del Montcabrer y de la cresta del Alto de la Cava hasta el pico Teix, lo tremendo de este lugar debe de ser en época de lluvias pues, su localización es el punto de convergencia de las aguas que, ladera abajo, correrán sin freno en busca de una salida: aquí confluyen los barrancos que bajan de las cumbres y se forma el barranc del Bou, que más adelante será el pintoresco barranc del Cint.
La pena es que esperando una mejor panorámica del lugar llegaremos abajo y perderemos esa privilegiada perspectiva aérea. Paramos a hacer la foto y comentamos lo intenso de la bajada que en algunos momentos nos ha zarandeado la bici al punto de hacernos perder la estabilidad, por fortuna hemos conseguido recuperar el control de las máquinas en esta rápida bajada.
Al poco llegamos a una fuente, lo idílico y tranquilo del lugar nos invita a quedarnos a comer aquí en detrimento de llegar hasta la popular y concurrida font de Mariola donde está la zona de acampada. La decisión es todo un acierto.
Al poco llegamos a una fuente, lo idílico y tranquilo del lugar nos invita a quedarnos a comer aquí en detrimento de llegar hasta la popular y concurrida font de Mariola donde está la zona de acampada. La decisión es todo un acierto.
Un pequeño prado junto a la balsa del centro de recuperación de anfibios de la Serra, nos servirá de “mesa y cama” para la mini siesta que sigue al café. Comemos con la vista enfrente de un molinillo de viento en el Mas del Parral, donde se encuentra la ermita de Santo Tomás, pero el desconocimiento de donde estaba exactamente nos lleva a perdernos esta pequeña ermita. Abrazados a los tenues rayos de sol que se filtran por las nubes nos pondremos un breve instante en manos de Morfeo.
Ya recuperada la consciencia, iniciamos el recorrido pasando ahora sí por la zona de acampada, repleta de tiendas y gente paseando y comiendo, eso que les llevamos de ventaja. Allí mismo, junto a los carteles indicadores sale un camino a mano izquierda que pasa junto a la casa de Mariola, sobre ella la torre que queda en pie del castillo del mismo nombre.
Estamos a punto, sin saberlo, de internarnos en la parte más complicada de la ruta. El camino se vuelve paulatinamente más estrecho y de firme más rugoso, hasta que finalmente se convierte en una senda; es divertido al principio, pero enseguida empieza a picar hacia arriba y se convierte en un rompepiernas, las piedras de los tramos de monte la convierten en intransitable, así que pie a tierra y a subir el repecho arrastrando la bici. Llegamos a un tramo menos agreste y volvemos a montar, será por poco tiempo.
Cargar con la bici no es lo que más nos gusta pero vale, el problema llega cuando esta operación se repite varias veces no en la ruta sino en un tramo corto. La pérdida de ritmo y el engorro de cargar con la bici nos derrumba la mentalización con la que afrontábamos el desafío. Finalmente esto se convierte en un campo a través puro y duro.
Pasamos el Mas del Pla, en la divisoria de las provincias y un poco más allá llegamos a un sitio donde el “camino” está cortado por una valla.
Tendremos que rodear la valla a nuestra izquierda para volver al camino y enseguida encontrar un tramo de asfalto que nos lleva al desvío, junto al caserío de Mariola, que tomaremos a la izquierda en descenso. Esta carreterita va a enlazar con la CV 796 que llega a Alcoi, nosotros nos desviaremos en menos de un kilómetro en un pronunciado giro a la izquierda junto a la entrada del Mas del Garrofero. Este camino se interna en una frondosa pinada que bordea una montaña, llega a otra masía y el camino deja su identificable aspecto para convertirse en un campo de minas que nos dará algún que otro susto.
Acabamos de entrar en el Barranc del Cint o del Zinc según el Sigpac de donde tomamos la mayor parte de la información descrita en nuestras crónicas. A propósito de información, resaltar que en ningún sitio habíamos leído que este barranco no fuera ciclable, pensábamos que había un camino, dicho camino es en realidad una senda con escalones por los cuales no se puede circular en bicicleta, lo cual hace de este barranco un tramo no ciclable.
Pensamos que esta información es importante para todos los que nos aventuramos a realizar una salida en bicicleta, que a uno se le pase mencionar esto nos parece cuanto menos… no diríamos temerario ya que no hay mayor problema, pero lo importante de una ruta en bici es poder hacerla en bici.
Mención aparte merecen aquellos deportistas con unas condiciones físicas o técnicas fuera de lo común y que, por ejemplo, suben el Peñón de Ifach sin poner pie a tierra, pero no estamos hablando de eso, esos deportistas no buscarán sus rutas en blogs como este o similares, así que desde aquí animamos a todos los amantes de este deporte a poner la mayor información importante de las rutas que publique en, por ejemplo, Wikiloc, que es de donde nos nutrimos muchos otros bikers.
Las constantes paradas para cargar con la bici merman nuestra moral, por suerte, la grandiosidad del paisaje nos obliga a pasar página y centrarnos en el espectáculo que se nos presenta. Las paredes cobrizas, casi doradas en algunos puntos contrastan con el gris de la roca y el verde de los pinos que se aferran a las escarpadas paredes.
El estrecho desfiladero curvea sin dejar ver la salida, nos internamos en lo profundo de un acantilado de paredes verticales de unos 200 metros de altitud. Las paredes rocosas están repletas de agujeros, cuevas y abrigos, de recovecos imposibles y afiladas agujas pétreas inexplicablemente indultadas por la erosión. Al fondo del barranco, la fuerza del agua ha esculpido un mosaico de formas y figuras redondeadas por la devastadora potencia de la corriente que ha desgastado hasta el color de la piedra. Pero lo realmente imponente está arriba.
El barranc del Cint es el hábitat de una colonia de buitres leonados, el proyecto de reintroducción de esta especie se inició en el año 2000 y a día de hoy es todo un éxito. Las enormes y poderosas rapaces sobrevuelan en círculo sus dominios, nos sabemos con muchos ojos encima.
A pesar de la altura de los cortados y por tanto, de la distancia, se las ve grandísimas. Seguimos bajando por este camino que es el GR-7, parte del cual está empedrado y escalonado para facilitar el acceso a los senderistas. Como ruta senderista es de una belleza sobrecogedora, pero no es el mejor lugar para ir cargado con una bici, al menos a nosotros no nos gusta. A la salida del desfiladero nos encontramos con los restos abandonados de una fábrica de la cual, su chimenea, es el testimonio mejor conservado y por ello, se cree con derecho a rivalizar en altura con las montañas colindantes.
Vemos la cruz que corona la montaña de la derecha del desfiladero y que nos recuerda un poco a la cruz del Sierro. Nos despistamos un poco y preguntamos a unos caminantes como llegar a Alcoi para no complicarnos más la ruta dada la posición del sol que amenaza con descender rápidamente. Cruzamos el barranco y encontramos el inicio de esta ruta en sentido contrario, carteles señalizadores y planos de la zona para orientarse ponen a disposición del senderista un tesoro por recorrer. Nosotros en cambio bajamos por la carretera que mencionábamos antes en pronunciado y rápido descenso hasta la estación del tren. La estación, en ruinoso estado de abandono, contribuye al aspecto oscuro y un tanto desaliñado de esta parte de la ciudad, que contrasta con la que después recorreremos en dirección a Cocentaina.
Al entrar en Alcoi espero en vano que la ruta se acerque al puente de Sant Jordi que hemos visto en algún momento de la bajada. Al otro lado del río Polop, se encuentra el parque natural del Carrascar de la Font Rotja con el pico Menetjador como techo de la sierra. Por su condición de corredor ecológico entre el Parque Natural de la Font Rotja y la Serra de Mariola, hace de este río un punto especialmente interesante desde el punto de vista medioambiental y como no paisajístico. El Polop, el Barxell y el Riquet, mas los numerosos barrancos que confluyen en la zona serán el río Serpis una vez pasado Alcoi. Sin embargo no nos acercamos al río, rodamos por grandes avenidas callejeando hasta encontrar la salida hacia Cocentaina, pasando por el polideportivo y luego por una zona industrial hasta cruzar una carretera y meternos por el oscuro túnel del Xixarra.
Nuevamente en esta vía verde, atravesaremos Cocentaina por calles céntricas junto al precioso palacio Condal y la iglesia de Santa María, luego por las calles de detrás hasta la base de la montaña donde, 250 metros más arriba nos vigila la torre del castillo. Entramos otra vez en zona industrial, pero el día y la hora hacen que esté tranquila y podamos rodar a placer. Enseguida llegamos, paralelos a la vía del tren a una zona abierta con campos de olivos que llegan hasta las faldas de la Serra Mariola. Solo tenemos que seguir en esta dirección para ir hacia el grandote que espera pacientemente nuestro regreso en el punto exacto donde lo dejamos hace casi 9 horas. Nos queda una bajada divertida por asfalto antes de cerrar el círculo sobre la sierra. Volvemos a juntarnos para felicitarnos por el trabajo y por haber llegado todos sanos al fin de esta preciosa ruta.
Como siempre, iniciamos el trayecto de vuelta hasta la base mientras comentamos las anécdotas y vivencias de otra espectacular jornada de pedales y amistad. Todo en su justa medida, pero una vez mezclado y agitado, las pedaladas han concluido, al menos por hoy, mientras la amistad sigue creciendo. Nuevamente el esfuerzo ha merecido la pena y el disfrute ante las bellas panorámicas contempladas ha sido máximo, así pues solo queda emplazaros para una próxima rodada que como no, os contaremos con pelos y señales, como de costumbre.