Lord Byron.
La tercera edición de la rodada nocturna se adelantaba este año con respecto a las ocasiones anteriores. No por nada especial, bueno, nada más especial que las ganas de sentir la noche en nuestra castigada piel diurna de bikers, y de paso darle un merecido homenaje a la Luna a menos de una semana de su 40 cumpleaños con nosotros los humanos. Este homenaje también va para los compañeros astrónomos que hoy más que nunca mirarán al cielo con otros ojos.
Con algún cruce de declaraciones e intenciones estos días atrás en el correo, la etapa se presumía calentita… climatológicamente hablando, no penséis mal. Durante los últimos retoques y colocación de faros (que más que bicis parecían aviones tuneados), la espiral de bromas va in crescendo hasta límites que alguien que no nos conozca pensaría “estos se dan de leches antes de salir y ATPC la nocturna”, vamos, incluso nosotros lo pensamos. Algunos miembros del grupo están tan rayados por el calor que incluso la noche les confunde y piden y piden como si esto fuera “Renault ocasión”. Vamos a ver: cuando no se puede tener todo, que es en la mayoría de ocasiones en la vida, hay que valorar los buenos momentos incluso a sabiendas que tienen partes no tan buenas, y disfrutar al máximo del conjunto, pero, si no se va a disfrutar porque los inconvenientes pesan más que las satisfacciones está claro que no es momento de embarcarse en la aventura; esas sensaciones casi siempre se pasan al comenzar la propia aventura, de no ser así tienen que servir de experiencia para otra vez. Pasado el momento de reflexión, metámonos de lleno en el discurrir de la jornada.
Venía con cambios respecto a años anteriores, en los que repetimos exactamente el recorrido desde el polígono de Riba Roja, este año, con el mismo destino, la iniciaríamos desde la base con lo cual serían muchos más Km., haciendo de la etapa de La Bassa Barreta y volviendo por el Parc del Turia la nocturna 2009.
En los preparativos acordamos Luis y yo casi subrepticiamente un nuevo trayecto que nos sacara de aquella zona más accidentada que rodea La Baseta Blanca. Estas últimas semanas he estado recorriendo nuevos caminos para huir del tan trillado camino del río en mis rutas entre semana. Así que comentada esta circunstancia, Luis se interesa por esos nuevos caminos y allá que nos vamos a descubrirlos. Eso nos llevará a subir Les Rodanes por donde siempre hemos bajado y de esta manera tener una nueva perspectiva de la montaña.
Nos ponemos en marcha con el Sol bajando hacia el horizonte sin demasiada prisa todavía.
Venía con cambios respecto a años anteriores, en los que repetimos exactamente el recorrido desde el polígono de Riba Roja, este año, con el mismo destino, la iniciaríamos desde la base con lo cual serían muchos más Km., haciendo de la etapa de La Bassa Barreta y volviendo por el Parc del Turia la nocturna 2009.
En los preparativos acordamos Luis y yo casi subrepticiamente un nuevo trayecto que nos sacara de aquella zona más accidentada que rodea La Baseta Blanca. Estas últimas semanas he estado recorriendo nuevos caminos para huir del tan trillado camino del río en mis rutas entre semana. Así que comentada esta circunstancia, Luis se interesa por esos nuevos caminos y allá que nos vamos a descubrirlos. Eso nos llevará a subir Les Rodanes por donde siempre hemos bajado y de esta manera tener una nueva perspectiva de la montaña.
Nos ponemos en marcha con el Sol bajando hacia el horizonte sin demasiada prisa todavía.
Llegamos a La Cova y giramos a la izquierda para ir por la antigua vía del tren y tener una visión nueva e inédita de dicha masía y del inmenso palmeral que allí crece.
Luis ya me trajo el sábado por aquí pero, para los toros (indultados de San Fermín), este trayecto es nuevo. Enlazamos con el camino de siempre hacia la Muntanyeta y de allí hacia la ermita de Pla de Lluc donde el Sol oculto por las montañas les pone un aura difícil de olvidar.
Enseguida cruzamos Loriguilla, barranco del Pozalet e inmediatamente a la derecha para ir de frente a la Serretilla, zig zag izquierda derecha para seguir encarándola y coger, ya en sus pies, el camino de la derecha. Aquí ya surgen los primeros comentarios sobre si estamos locos o que, pero visto que no somos los únicos que pedaleamos a estas horas nos consolamos pensando que, siempre podremos alegar que se nos ha hecho un poco tarde. De momento cuela pero cuando estemos por Horquera… Este tramo de camino ancho y en muy buen estado va bajando hacia el barranco del Pozalet que cruzaremos por una frondosa zona de arboleda que crea un bonito efecto túnel, muy poco antes de llegar a la masía del mismo nombre. Con una cuidada fachada, resalta el viejo barco que hay en el interior del recinto. Comenzamos la parte de asfalto que nos llevará hasta Horquera pasando por la cantera , que a estas horas está inactiva y sin tráfico en la carretera de acceso. Les voy comentado el recorrido que hago habitualmente por esta zona y que todavía está en fase de pruebas y mejoras. Tras el cruce con el camino de los toboganes, o sea, el camino de Cheste, ya entramos en zona conocida por todos. Llega el momento de encender al menos las luces traseras pues, aunque aún hay luz suficiente para vernos se hace imprescindible hacerse ver.
Por suerte no nos encontraremos con ningún coche en toda esta zona. Llegamos a la subida de Horquera. Iniciamos la rampa pensando en las innumerables veces que la hemos subido de pequeños, desde nuestro retorno a los pedales solo hemos hecho que bajarla. Hoy comprobaremos las ganas que nos tiene. Llegamos al final para iniciar, a la izquierda, la subida definitiva hacia Les Rodanes. La rampa o bien no estaba muy enfadada con nosotros y no ha puesto mucho empeño o es que tiene menos energía que nosotros, sea como fuere no queremos tentar a la suerte no vaya a llamar a su prima y nos meta rampas. Vamos a ritmo hasta la curva de la rodera que es el inicio de verdad de la ascensión.
Las luces ya iluminan el tramo que hay que subir. Aunque la claridad aún nos deja ver el resto, este es menos preocupante de lo que promete la trepidante bajada que aquí nos marcamos siempre. La última vez que subí esta cuesta a mitad de rampa ya me tenía muerto. Pero de eso hace casi dos años. Llegamos a la curva a izquierdas y nos topamos con los 100 metros más duros de la subida, nada que no podamos salvar, es más, nada que nos preocupe, aunque a la vista sea un buen toque de atención. Superado esto encaramos la llegada a la luz por primera vez en grupo desde el otro lado y, sin más, nos lanzamos veloces en busca de la zona de avituallamiento. Luis con los faros de xenón de largo alcance va abriendo camino, lo sigo intentando que no se me vaya para que me sirva su luz como trayectoria guía, jeje, y voy trazando en busca de su estela. Por detrás es donde se desarrolla la acción y hoy, como no llevo la cámara de video me la voy a perder. Pero Salva nos lo cuenta en primera persona, quien si no. (((((…...venga chaval expláyate…...)))) ..//..
Pues nada, paso a contaros lo que ha sido el susto del día, ya que con eso de mirar las sombras, me despisto observando a lo lejos a Luis como va desapareciendo de mi vista conforme se aleja y nada, unas décimas de segundo son suficientes para que cuando me percato, estoy metido en un buen lío, pues tengo la cuneta derecha a menos diez centímetros y la experiencia y los fantasmas de otras ocasiones similares me anuncian que me prepare para una caída más que probable, pero entre estos pensamientos agolpándose con fuerza en mi cabeza, se revela el “yo biker” que me grita, pero ¿ vas a rendirte tan pronto?, ¡¡¡ usa tu habilidad y experiencia, collons, y no te des por vencido !!!. Súbitamente reacciono, miro (lo poco que ya veo dada la luz ambiente), valoro y aún así me preparo para lo peor por si acaso todo falla, pero me aferro a la idea de salir airoso y por estas que voy a intentarlo. Toco con suavidad el freno delantero y levemente el trasero, cuya rueda ipso facto reacciona como era de esperar, patinando en la gravilla y levantando una nube de polvo acompañada del estruendoso ruido característico, oigo atrás la voz de Carlos que grita ¡¡Papá!!, puesto que esta siendo privilegiado espectador de la maniobra unos pocos metros atrás, pero yo sigo a lo mío; la máquina parece empecinada en entrar en la abrupta y resbaladiza cuneta la cual bordeo peligrosamente durante tres o cuatro segundos sin adentrarme en ella por un espacio de unos cinco metros, acto seguido soy consciente que he librado el primer escollo pero la maniobra no ha terminado y sin duda en su final supondrá irremisiblemente “hacer un recto” en breve, (cuestión en la que soy especialista si habéis leído alguna que otra crónica de este blog), por lo que busco con avidez el espacio que preciso para mantener la verticalidad y por fortuna, ahí están ese par de benditos metros que me faltan para salir del apuro antes de llegar a un enorme pino, en este momento soy consciente de que el mayor peligro ha pasado, me digo, y tras blocar a fondo me balanceo de pie sobre la máquina a fin de rectificar el trazado acompañando el derrape con un ligero movimiento de manillar a la izquierda buscando desesperadamente un palmo de terreno que me devuelva de nuevo el camino, otra nube de polvo me sigue y con ella, Carlos que no da crédito a lo que ha visto o al menos a creído ver entre las sombras de la noche que ya nos han alcanzado irremisiblemente. Y esto a sido todo, lástima que el video no me siguiese como de costumbre pues hubiese sido una pasada, aunque tal vez sea lo mejor para no haberles dado el susto a los compañeros, que ajenos a mi complicada situación , me preceden. Pasado el apuro, no me beso porque no llego, por lo que me felicito a mi mismo por mi pericia y por mi buena suerte… digo, estrella, puesto que es de noche , pues sin una de las dos la cosa hubiese cambiado irremisiblemente.
..//.. Bajamos rápido para encarar La Bassa y ver, o mejor intuir, bultos en la distancia y alrededor del lago. Nos acercamos para comprobar que son caballos que, junto con sus jinetes han tenido la misma idea que nosotros pero que han llegado antes. Una enorme mesa bajo la sombra del pino alberga a los comensales. Nos reagrupamos, y después de un momento de pensarlo decidimos ir a los bancos del centro de interpretación. Encaramos el pasadizo de madera tapizado de pinocha que en las curvas la hace muy resbaladiza y nos marcamos toda la vuelta a la zona hasta llegar a los bancos. Aquí dentro de la pinada ya es noche cerrada por lo que los faros apenas llegan a alumbrarnos el camino, más debido al continuo curveo que otra cosa. Descabalgamos de las burras con una impresionante sudada que rápidamente repondremos con la cerveza que espera impaciente en la mochila.
Pues nada, paso a contaros lo que ha sido el susto del día, ya que con eso de mirar las sombras, me despisto observando a lo lejos a Luis como va desapareciendo de mi vista conforme se aleja y nada, unas décimas de segundo son suficientes para que cuando me percato, estoy metido en un buen lío, pues tengo la cuneta derecha a menos diez centímetros y la experiencia y los fantasmas de otras ocasiones similares me anuncian que me prepare para una caída más que probable, pero entre estos pensamientos agolpándose con fuerza en mi cabeza, se revela el “yo biker” que me grita, pero ¿ vas a rendirte tan pronto?, ¡¡¡ usa tu habilidad y experiencia, collons, y no te des por vencido !!!. Súbitamente reacciono, miro (lo poco que ya veo dada la luz ambiente), valoro y aún así me preparo para lo peor por si acaso todo falla, pero me aferro a la idea de salir airoso y por estas que voy a intentarlo. Toco con suavidad el freno delantero y levemente el trasero, cuya rueda ipso facto reacciona como era de esperar, patinando en la gravilla y levantando una nube de polvo acompañada del estruendoso ruido característico, oigo atrás la voz de Carlos que grita ¡¡Papá!!, puesto que esta siendo privilegiado espectador de la maniobra unos pocos metros atrás, pero yo sigo a lo mío; la máquina parece empecinada en entrar en la abrupta y resbaladiza cuneta la cual bordeo peligrosamente durante tres o cuatro segundos sin adentrarme en ella por un espacio de unos cinco metros, acto seguido soy consciente que he librado el primer escollo pero la maniobra no ha terminado y sin duda en su final supondrá irremisiblemente “hacer un recto” en breve, (cuestión en la que soy especialista si habéis leído alguna que otra crónica de este blog), por lo que busco con avidez el espacio que preciso para mantener la verticalidad y por fortuna, ahí están ese par de benditos metros que me faltan para salir del apuro antes de llegar a un enorme pino, en este momento soy consciente de que el mayor peligro ha pasado, me digo, y tras blocar a fondo me balanceo de pie sobre la máquina a fin de rectificar el trazado acompañando el derrape con un ligero movimiento de manillar a la izquierda buscando desesperadamente un palmo de terreno que me devuelva de nuevo el camino, otra nube de polvo me sigue y con ella, Carlos que no da crédito a lo que ha visto o al menos a creído ver entre las sombras de la noche que ya nos han alcanzado irremisiblemente. Y esto a sido todo, lástima que el video no me siguiese como de costumbre pues hubiese sido una pasada, aunque tal vez sea lo mejor para no haberles dado el susto a los compañeros, que ajenos a mi complicada situación , me preceden. Pasado el apuro, no me beso porque no llego, por lo que me felicito a mi mismo por mi pericia y por mi buena suerte… digo, estrella, puesto que es de noche , pues sin una de las dos la cosa hubiese cambiado irremisiblemente.
..//.. Bajamos rápido para encarar La Bassa y ver, o mejor intuir, bultos en la distancia y alrededor del lago. Nos acercamos para comprobar que son caballos que, junto con sus jinetes han tenido la misma idea que nosotros pero que han llegado antes. Una enorme mesa bajo la sombra del pino alberga a los comensales. Nos reagrupamos, y después de un momento de pensarlo decidimos ir a los bancos del centro de interpretación. Encaramos el pasadizo de madera tapizado de pinocha que en las curvas la hace muy resbaladiza y nos marcamos toda la vuelta a la zona hasta llegar a los bancos. Aquí dentro de la pinada ya es noche cerrada por lo que los faros apenas llegan a alumbrarnos el camino, más debido al continuo curveo que otra cosa. Descabalgamos de las burras con una impresionante sudada que rápidamente repondremos con la cerveza que espera impaciente en la mochila.
Antes unas fotos de grupo en el lugar donde plantamos por primera vez las bellotas y que comprobamos que no han salido, al menos todavía. Las bromas ahora giran en torno a los fogonazos del flash de la cámara. La imposibilidad de enfocar hace que las primeras fotos sean casi a ciegas, que es como nos vamos a quedar nosotros si esto no acaba pronto. Luego aparece un nuevo amigo en escena al que bautizamos como “Alberto”. El nombre sale así, sin pensarlo, pero su “presencia”, una vez destapada, será difícil de ignorar. Lo imaginamos agazapado en lo profundo de la oscuridad vigilándonos desde todos los ángulos y nos esforzamos por captarlo en alguna de las fotos, de hecho, pensamos que en alguna nos acompaña. Cenamos reconfortados por la tranquilidad del lugar y por el hecho de saciar el hambre que nos acompañaba desde hace rato. Silencio. Eso es lo que se oye, o casi. Solo roto por el constante canto de los grillos, las ranas y algún esporádico ladrido a lo lejos o las risas de los jinetes en la Bassa Barreta. El canto de los grillos y el croar de las ranas no cuenta, pues están en su casa y es lo más natural del mundo. Lo otro, por el hecho de ser evitable y por tratarse de “actividades humanas” de las que veníamos buscando refugio en estos recónditos parajes a estas intempestivas horas, son las que nos molestan un poco. Ya sé que tildar de actividad humana al ladrido de los perros parece algo inconsciente pero, cuando esos perros están en los chalets de las muchas urbanizaciones que salpican la zona y ladran por sistema porque sus dueños no les han enseñado a no hacerlo constantemente… eso es actividad o falta de actividad humana, a eso me refiero. Bueno, eso no empañará el feliz retiro que hemos encontrado en nuestras montañas. La pena es que este retiro sea tan efímero como el café que ya se ha acabado y que marca el principio del fin. Antes, una mirada hacia el luminiscente cielo que ante él nos muestra pequeños faros de luz casi eterna, y que, agrupándolas a nuestro antojo llamamos constelaciones. Es, por desgracia, la máxima oscuridad que disfrutamos los que vivimos cerca de grandes núcleos de población y que llamamos civilización. Segundo ejemplo del día.
Con la hora bruja en los talones nos ponemos nuevamente en marcha para acabar de rematar la ruta de Les Rodanes al revés. Iniciamos la subida de lo que siempre es la primera bajada. Llegamos a la curva de Salva e iniciamos la subida autentica, mucho más llevadera de lo que sospechamos al bajarla, igual que la otra. Paramos hoy sí, en el mirador. Como no va a hacer calor con la miríada de luces incandescentes que encienden y aturden la oscuridad, ésta, noqueada por la brutalidad de megavatios que la golpean aunque se intenta esconder en este último reducto de semioscuridad.
El derroche energético incluso en tiempos de crisis es tan brutal que decidimos no pensarlo y pasar a mejores cuestiones. Nos espera una bajada trepidante pero que contendremos en pos de la seguridad. Enfilamos el descenso con precaución, pero la emoción nos hace soltar freno más a menudo de lo que la prudencia aconseja. Llegamos abajo para girar a la izquierda, hacia el Mas de Porxinos.
Dejamos este camino pasados los gigantes árboles que presiden la masía para entrar en su camino de acceso en dirección a Riba Roja. Llegamos a la carretera de circunvalación y por la vía de servicio la cruzamos por el túnel, cuyo mermado gálibo casi nos da un buen susto. Vamos hacia el polideportivo que hierve de actividad a estas horas de la noche, y por el carril bici llegamos a Mercadona y de allí, giro a la izquierda para bajar hacia el río. Bajamos por el nuevo colegio a empalmar con el camino del Parque fluvial del Turia y llegar al puente que tendremos que cruzar por la pasarela de madera, los tubos que servían hasta ahora de puente han desaparecido, el puente está inaugurado. Vaya sorpresa que la nocturna nos haya servido de ruta de inauguración de los puentes.
Esto será así hasta llegar al azud de la acequia de Moncada. Este puente y el del aeropuerto no están abiertos todavía pero se intuye que esto no tardará mucho.
De cualquier modo, la ruta por el río está totalmente concluida a falta de pequeños retoques. Hace un par de semanas, en una ruta largo tiempo olvidada, pudimos comprobar que casi se puede llegar ya hasta el parque de cabecera. Pero sigamos con nuestra ruta de hoy. Nada más llegar a orillas del Turia, recibimos una reconfortante y fresca bajada de temperatura, no así la sensación de humedad que se intensifica, pero como ya llevamos una sudada monumental, al menos, el frescor nos calma la sensación de agobiante calor. Paramos en todos y cada uno de los puentes que vamos cruzando a fin de contemplar la nueva perspectiva. Si, ya sé que se ve poco porque es de noche pero, ¿Cuánta gente podrá decir lo que se ve de noche desde lo alto?. El camino se ve perfectamente aún sin luces. La blancura que destila parece algo fantasmagórica, como lo pareceremos nosotros después cuando lleguemos a casa cubiertos de una fina película de polvo. El crujir de las ruedas sobre el camino cobra una nueva dimensión en la quietud de la noche, suena como más armónico, como más integrado en el paisaje, se funde hasta hacerse un sonido natural que acompaña el cri-cri de los incansables grillos. Seguimos percibiendo el frescor.
Pensamos que los búhos que encontramos a nuestro paso parados en medio del camino también, y que por eso se paran aquí. Solo remontan el vuelo a escasos metros de nuestras ruedas pues, ni siquiera las luces que nos preceden les incomodan lo más mínimo. Tan solo su presencia y la de algún pescador nocturno nos han acompañado en este tránsito fluvial. Llegamos a casa después de 50 kilómetros y es que los 30 de las pasadas ediciones se nos han quedado cortos, vista la progresión miedo me dan las siguientes. Ya tendrá que ser subir al Montdúver, aunque el reto será bajarlo de noche. Atención esto es solo una broma escrita por especialistas en un entorno controlado, no intenten hacerlo en sus casas y menos en el Montdúver, que igual se nos mata alguien.
Ya en la base y a la luz del garaje comprobamos que tanto nuestras bicis como nosotros hemos cambiado de color, por lo que urge una buena “espolsa” que disimule algo lo inevitable. Unos rápidos estiramientos y cada mochuelo a su olivo que mañana algunos curran, otros aún se van de marcha esta noche para celebrar que el teórico del carnet de conducir ya está en la saca. Sin cerveza y con más prisa que en otras ocasiones dado que a poco que nos descuidemos el alba se nos echará encima, damos por concluida la tercera edición nocturna de Roda i Pedal.
El año que viene más aunque no sé si mejor, pues otra vez, las sensaciones que aporta este transitar nocturno son incomparables, indescriptibles. Hay que vivirlas para saborear en todo su esplendor tan placenteras pedaladas entre bromas y risas y sobre todo, en tan buena compañía.