Kurt Diemberger. Desnivel 100
Solemos buscar en paraísos lejanos esas vivencias e instantáneas paisajísticas que nos dejen huella, pero en ocasiones, esos paraísos están tan al alcance de la mano que cuesta creerlo.
Hoy hemos tenido una rodada que nos muestra bien a las claras esta teoría. La ermita de Santa Bárbara, situada en Llíria, nos ha deparado momentos increíbles. La cercanía del lugar no aparenta que pueda ofrecer tanto atractivo, sin embargo, encontramos unas vistas de la Calderona que, a pesar de la cercanía de Sant Miquèl, con su mayor altitud, no nos parecen mejores. Pero vamos al relato desde el principio.
Desde la base, rápidamente llegamos al río por la bajada empinadísima junto a la carretera del aeropuerto a Paterna, una bajada corta pero intensa que cada día nos gusta más y que nos hace despertar de inmediato. Llegamos al río y seguimos por este camino, por no llamarlo autopista, eso si, ciclista, para arribar pronto al puente del By-Pass; es justamente allí donde nos desviaremos a la derecha para internarnos en la pinada de La Vallesa.
Ya la hemos recorrido otras veces y nunca deja de sorprendernos este hermoso paraje. La tranquilidad que se respira en este recogido pinar rodeado de autopistas y urbanizaciones choca de pleno con su ubicación. Sobreviviendo en medio de un mar de asfalto, se alza, insolente y majestuosa esta isla de verde arboleda. Hoy, por si fuera poco hemos descubierto otra de las muchas joyas que seguramente esconde este territorio, el “Lago de La Vallesa”.
Vamos siguiendo los estrechos caminos y sendas que nos indica la “martita” para llegar al mirador sobre el Turia, justo encima de la Presa. La panorámica como siempre es cautivadora. Continuamos pedaleando para llegar al que denominamos cariñosamente como árbol del ahorcado.
Desde la primera vez, bautizamos este árbol con ese nombre, pues parece sacado de una película del oeste, vamos, el típico árbol solitario encaramado a una pequeña loma desde la que se deja ver. Llegamos a un cruce y bajamos a la izquierda hacia el lago. Encontramos un portón cerrado, pero junto a él la valla está rota y tirada en el suelo. Por su aspecto, no parece haberse caído ayer, por lo que indecisos por si pasar o no, recordamos haber leído en algún sitio que esta propiedad privada estaba en trámite de compra por parte de alguna institución para hacerla de carácter público. Alentados por esta noticia intuimos, o más bien queremos creer, que este hecho posiblemente ya se haya producido, y de ahí que no se haya reparado la valla, así que nos lanzamos semi-confiados hacia el lago por un camino de bajada que atraviesa un bosque todavía más cerrado y tupido que por el que estábamos transitando.
Precioso panorama que ya recordábamos de la vez anterior en la que nos metimos, por error, en esta zona privada, deseamos que esta vez no sea tal error. De repente se abre ante nosotros una mancha de agua oscura, por la casi total falta de luz directa del Sol.
El espeso bosque apenas deja pasar la luz, y solo los rayos más perpendiculares del mediodía iluminan esta autentica joya natural. Desconocemos el origen de este lago. Hacemos cábalas sobre este hecho mientras nos sumergimos en la apaciguadora atmósfera que emana el lugar.
El suelo cubierto de pinocha de los pinos que nos envuelven, amortigua nuestros pasos, silencia nuestras mentes y nos adormece en la quietud del lugar. Algunas aves acuáticas se dejan ver y rompen la estática estampa de fotografía viviente. No podemos dejar pasar la oportunidad de inmortalizarnos en este idílico entorno. De pronto un grito estridente de un animal se deja oír a través de los pinos, y entre prisas por ponernos en marcha, bromeamos sobre la posibilidad de que todavía sea propiedad privada y alguien esté pagando las consecuencias de haberse atrevido a pasar. La poca luz, la atmósfera casi ralentizada, el sonido de las ruedas al crepitar sobre la pinocha y los gritos de al parecer un jabalí en problemas que se siguen oyendo, junto con ladridos de perros, hacen que esto parezca una persecución, las bromas se tornan algo más truculentas y ponemos tierra de por medio a gran velocidad, tanta que nos pasamos unos cien metros el desvío que nos había acercado al lago, menos mal que llevamos el GPS (bendito GPS) que nos advierte del error y nos guía como un cadete hasta tomar la dirección correcta de salida. Suponemos que se trataba, dada la época del año, de la matanza…. del cerdo.
Así pues y ya más tranquilos nos encontramos cuando llegamos por fin al otro lado de la valla. Volvemos al camino que ya conocemos hasta llegar a las urbanizaciones y cruzar la vía del metro. Entramos en el barranco que ya recorrimos la otra vez y que sigue con tantas piedras como entonces. Vamos cambiando de caminos a ver si encontramos alguno algo más llanito, pero nada, el camino a este lado de la vía está bastante estropeado comparado con el otro lado, y eso hace que este tramo, a pesar de estar todavía metidos dentro de la pinada, no sea un paseo demasiado agradable. Pasamos la estación de Entre Pins y llegamos a la carretera para cruzarla y llegar a la estación de El Clot la cual cruzaremos para bajar hacia el río, enfrente de Masía de Traver. Comentar que en la divisoria entre Paterna y La Eliana encontramos un antiguo “molló del terme” en muy buen estado de conservación.
Desde aquí, camino conocido para seguir la ruta de las últimas rodadas hacia Llíria. Una vez allí callejearemos para encontrar la subida a la ermita de Santa Bárbara. Este camino zigzagueante del calvario, originalmente construido durante el siglo XIX, será lo que su nombre indica. Con unas rampas no muy duras pero que, después de los más de 30 kilómetros que llevamos acumulados se dejaran notar en las posaderas más que en las piernas. Vamos subiendo y enseguida tomamos altura sobre el pueblo. Nos recuerda, salvando las distancias, la ruta de la semana pasada. Vamos sobrevolando con la vista los tejados de Llíria. Curva a curva vamos llegando a la cima, o eso creemos pues, esto parece no acabar nunca.
Así pues y ya más tranquilos nos encontramos cuando llegamos por fin al otro lado de la valla. Volvemos al camino que ya conocemos hasta llegar a las urbanizaciones y cruzar la vía del metro. Entramos en el barranco que ya recorrimos la otra vez y que sigue con tantas piedras como entonces. Vamos cambiando de caminos a ver si encontramos alguno algo más llanito, pero nada, el camino a este lado de la vía está bastante estropeado comparado con el otro lado, y eso hace que este tramo, a pesar de estar todavía metidos dentro de la pinada, no sea un paseo demasiado agradable. Pasamos la estación de Entre Pins y llegamos a la carretera para cruzarla y llegar a la estación de El Clot la cual cruzaremos para bajar hacia el río, enfrente de Masía de Traver. Comentar que en la divisoria entre Paterna y La Eliana encontramos un antiguo “molló del terme” en muy buen estado de conservación.
Desde aquí, camino conocido para seguir la ruta de las últimas rodadas hacia Llíria. Una vez allí callejearemos para encontrar la subida a la ermita de Santa Bárbara. Este camino zigzagueante del calvario, originalmente construido durante el siglo XIX, será lo que su nombre indica. Con unas rampas no muy duras pero que, después de los más de 30 kilómetros que llevamos acumulados se dejaran notar en las posaderas más que en las piernas. Vamos subiendo y enseguida tomamos altura sobre el pueblo. Nos recuerda, salvando las distancias, la ruta de la semana pasada. Vamos sobrevolando con la vista los tejados de Llíria. Curva a curva vamos llegando a la cima, o eso creemos pues, esto parece no acabar nunca.
A una curva le sigue a otra y así sucesivamente, pero por fin llegamos arriba. Entramos en una plazoleta presidida por la cruz del misterio 14 y que se enfrenta a la fachada de lo que debió ser una hermosa ermita franciscana. Destruida durante la guerra civil, hoy solo quedan las ruinas de este contundente templo renacentista del siglo XVII (1620).
Lo que siguen intactas son las vistas panorámicas que, como ya decíamos nos han sorprendido sobremanera. La Calderona está tan cerca que inconscientemente intentamos tocarla con las manos. La iglesia de la Sangre muestra sus magnificas dimensiones hundida más abajo allá en el pueblo. Y encaramado en su altozano, San Miquèl nos da la espalda respecto a la vista que de este monasterio conocemos. La estampa es perfecta.
Buscamos en las montañas lejanas algún pico conocido. Por supuesto La Rodana esta presente, pero más lejos también se dejan ver las crestas del Benicadell, y también el pico del Mondúver se asoma, justo pegado a la montaña de San Miquèl. Detrás de la ermita, la sierra de los Bosques se muestra al completo. También los montes de Andilla, y por detrás las cumbres de Javalambre uniéndose a las montañas de la Calderona. Hoy no se deja ver el mar, oculto por la bruma, pero como nos dice una vecina del pueblo que esta de paseo por aquí y pude comprobar el pasado lunes, es cierto. Almorzamos en este remanso de paz, echando algo de leña al frio ambiente, para calentar el choque futbolístico de esta noche en Can Barça.
Toca partir, pero antes, la foto de grupo.
Toca partir, pero antes, la foto de grupo.
Antes de la segunda curva de la bajada giramos a la derecha para coger un PR que irá bajando por un camino estrecho, después hace un giro pronunciado a la derecha para entrar en la parte más técnica y peligrosa del descenso. Unas grandes piedras a modo casi de escalones se cruzan en nuestro camino, avalados por la inercia de la bajada las podemos abordar dejando que, las suspensiones trabajen a buen ritmo y nos saquen de lo que desde arriba, parecía un atolladero. Pasado este tramo el camino ya no presenta mayores problemas. Una bajada técnica y divertida que si uno no se atreve a encarar, con bajarse de la bici por espacio de 50 metros habrá superado el obstáculo. De aquí bajamos a un camino de tierra y lo tomamos a la izquierda, y en la carretera otra vez a la izquierda hasta el cruce. Justo arriba esta San Miquèl.
Tomamos el cruce a la derecha y enseguida nos lanzamos hacia abajo. Ya he avisado a los compañeros de lo que nos espera.
Me pongo delante para abrir camino ya que lo recorrí esta misma semana. Enseguida noto la velocidad. Las máquinas, locas cuando cogen el más mínimo descenso, se lanzan ciegas hacia abajo, marcamos 56 de máxima en una carretera con buen asfalto y curvas bastante anchas y con buena visibilidad, aun así ojo a los coches que también suben por este camino. Llegamos hasta el carril bici a la altura del almacén de cebollas. Giro a la derecha para volver hacia Benaguacil. Pasamos sobre la autovía y giro a la derecha hasta la rotonda, cruzamos la carretera y volvemos hacia Benaguacil pero enseguida cogemos un caminito que sube hacia arriba casi en la misma rotonda. La entrada a este camino nos hace bajarnos de la bici; las obras de acondicionamiento de la carretera y los vierte aguas imposibilitan el acceso al mismo. Una vez en él lo seguiremos hasta llegar a un cruce con carteles indicativos de los diferentes “cachirulos” existentes en la zona; se trata de pequeñas construcciones de piedra seca que con todos los respetos y dado su aspecto podríamos llamar “iglú de secano” y que los labradores de antaño erigían y empleaban para guarecerse de las inclemencias meteorológicas. Tan solo veremos uno detrás de una verja y los restos de otro; se trata de los cachirulos de Andreuet, en perfecto estado de conservación y el de Herráez, en estado de semiabandono.
En el cruce a la derecha hasta bajar a la carretera, enfrente está la factoría de Lois. Este tramo de carretera no representa mayor problema debido a que, tan solo son 300 metros en bajada y con un gran arcén, y un sábado a las dos de la tarde tampoco hay mucho trágico. Llegamos al cruce y salimos a la derecha para circular ahora paralelos a la carretera por un camino de tierra que baja hacia el río. Tendremos aquí nuevas panorámicas del Turia con el campanario de Vilamarxant y la Rodana al fondo.
Cruzaremos por el último y único puente que falta por poner (bueno, lo que falta es la pasarela de madera), y ya estamos en el conocido camino del Parc Natural del Turia. Aún nos queda otra novedad, aunque a falta de pequeños remates, al menos hasta Manises ya está abierto todo el camino. El tramo que faltaba por abrir en Riba Roja ya esta no solo abierto, sino que casi todo asfaltado, por lo que recorremos este tramo inédito de ruta para disfrutar de nuevas perspectivas del cauce así como de algunas desconocidas.
Desde aquí, la vuelta se hace rápida por esta pista que nos permite a la vez, ir contemplando el vuelo sosegado de las numerosas aves acuáticas que hemos visto hoy. En definitiva una ruta nueva en una zona conocida pero que no deja de aportarnos sorpresas y novedades cada vez que la recorremos. Caminos conocidos que nos invitan a explorar la siguiente salida en busca de nuevos retos que, sin duda están ahí esperándonos. Estad atentos, os los contaremos.