"En el món no queda ja solitud per a ningú, no hi ha possibilitat de retirar-se. Els ermitans no són ja tolerats."
D.H.Lawrence
D.H.Lawrence
Lo que tenía que haber sido y no fue. Este podría ser el prólogo de nuestra ruta de hoy, pero no sería justo atribuir méritos a los ausentes ni echar de menos en la ruta aquellos lugares que no hemos podido visitar pues, sería menospreciar los acontecimientos vividos… que no han sido pocos a estas alturas del año.
La ruta de hoy nos tendría que haber llevado hasta la Cova Colomera, pasando Pedralba y adentrándonos en el término municipal de Bugarra, pero el retraso acumulado a lo largo de toda la ruta con las paradas fotográficas hizo que a la hora del almuerzo nos replanteáramos acortar la ruta y dejar la Cova para otra ocasión. Eso significa, y no se si mis compañeros lo han comprendido bien, volver a Pedralba……. Pedralba es a las rutas como la velocidad a las balas. No es así bajo mi punto de vista, parecer muy en contra de la opinión del resto de mis compañeros de pedal. Pedralba tiene una magnifica variedad de espacios listos para recorrer con nuestras bicicletas, caminos junto al río que nos muestran los últimos tramos indómitos del río Turia, montañas de gran dureza y vertiginosos descensos que nos adentran en las comarcas más interiores de la provincia pues, es aquí donde el valle valenciano deja paso a las montañas serranas. Vistas espectaculares, y piedras, muchas piedras en el camino (tal vez demasiadas) para dar ese toque de dureza que tanto nos exaspera algunas veces pero que forma parte del deporte que hemos elegido.
El estado de los caminos no lo podemos conocer hasta que ya estamos sobre el terreno y ya es tarde para arrepentirse, sin sacrificio no hay recompensa y si queremos rodar planitos para eso están las flacas por carretera con sus coches… difícil elección, pero cierto es que hemos rodado por caminos perdidos en mucho mejor estado de los que nos encontramos por doquier por esta zona. Pero vamos a detallar la ruta. Salimos con el remolque hacia Vilamarxant para desde allí bajar hasta el camino del Turia junto al puente de Lliria.
Lo recorremos hacia arriba hasta llegar a su inicio o final, según se mire y, entrar en el camino de “La Pea”. Llegaremos hasta la central eléctrica del mismo nombre para bajar hasta el camino que junto al río bordea el pico de El Alrón. Este camino pasa por encima del canal que abastece la central eléctrica, cuestión fácil de percibir debido al murmullo que provoca la caída de agua a nuestro paso por el en tramos, oculto canal. Nosotros bajaremos para internarnos en lo que hemos denominado “el camino del cuento de Hadas”.
Y es que recorrer este paraje es como adentrarse en un túnel del tiempo; por momentos la vegetación se cierra sobre nosotros para hacernos transitar por un túnel vegetal cual caleidoscopio viviente, la exuberante vegetación y la saturación de humedad ambiental apacigua el ambiente y silencia el entorno.
Todo a nuestro alrededor cobra otro sentido: olores intensos, colores nítidos a pesar de la poca luz que nos obliga a quitarnos las gafas para apreciar mejor los detalles, el sonido del rodar de las ruedas sobre un manto de hojas ocre que cantaron su última canción tiempo atrás, otras lo hacen ahora; caen de los arboles y tintinean en un entrechocar con las ramas mientras la gravedad les obliga a posarse… cientos de hojas, miles diría, al unísono gritando su tonada. Ahora el camino se viste de césped, ahora de hojas o de musgo, ahora de arena o de tierra. Lo único que no cambia es el techo vegetal que nos envuelve.
A nuestra derecha corre el río, a la izquierda nos flanquea la pared rocosa de la montaña. En algún tramo de la pared se dejan ver chapas y anclajes de escalada. Es esta la parte más accidentada de la pared con muchas grietas y pequeñas oquedades. Las enredaderas cubren de forma fantasmal y casi por completo los pinos, que se ven estrangulados por las plantas que los utilizan para elevarse en busca del astro rey. Ni que decir tiene, que nuestro reportero nos olvida por momentos, son tantas las imágenes que quiere inmortalizar que no cesa en hacer paradas constantes, por lo que a menudo, queda rezagado aún a sabiendas que esto podría causarle algún problema de orientación…., un día me van a dar un susto de los buenos, piensa. Por fin la pared se aleja de nosotros en un giro a la izquierda para sacarnos de esa aunque hermosa, claustrofóbica cueva arbórea.
Giramos entre la montaña y el río para llegar a unas rocas a modo de mirador sobre el Turia. Bajo nosotros una poza ensancha el río. El agua baja turbia, blanquecina, creemos que por causa de la crecida de las últimas lluvias que aún arrastran arena y minerales por los barrancos. A nuestra izquierda, en lo alto de la montaña vemos nuestro siguiente objetivo: El Alrón. Disfrutamos del casi obsesivo silencio que “escuchamos”, no es fácil encontrar lugares así para gente como nosotros. Por fin no necesitamos tapones para los oídos.
Nos ponemos en marcha deshaciendo el camino y enfilando la subida a La Pea, enseguida giraremos a la derecha por el camino ya conocido hacia el alto de Paridera. Inmediatamente cogemos el camino que sube a la derecha y que pronto convertirá en un ejercicio de fe el intento de asalto a esta rampa sembrada de piedras sueltas. Aunque algunos lo intentan, al final terminamos como era de suponer, todos con el pie a tierra, bueno, “el torito” que se ha percatado del asunto al ir un tanto rezagado, lo intenta con ganas y a fuerza de cuadriceps y algo de esa suerte que también ayuda en las subidas con firme complicado, logra subir hasta arriba sin morder el polvo, al resto nos toca arrastrar la bici unos 150 metros que cuesta arriba parecen muchos más. Llegamos a la altura de una pequeña casa enclavada en lo alto de una loma con unas vistas increíbles sobre La Calderona. La rampa ya suaviza, se puede volver a ciclar hasta lo alto de esta montaña. En el cruce a la izquierda hasta el siguiente cruce de caminos, esta vez derecha para llegar hasta el final de este sendero en una especie de plazoleta. Las vistas son increíbles; se intuye el camino que dibuja el río entre las montañas que lo encajonan. Bajamos andando por el carril que se adivina entre la maleza que se abre paso después del incendio que sufrieron estos montes hace unos años. Estamos en la partida de El Alrón a 218 metros de altitud. Al final de este carril llegamos al cortado de la montaña sobre la vertical del río. Unas piedras bajo unos pinos servirán de asientos sobre los que contemplar tan inmenso paisaje. Tenemos delante el último meandro encajado del río Turia. La vegetación, 30 metros más abajo apenas nos permite ver el río, así que más intuyéndolo que visionándolo dibujamos con la vista su pronunciada curva y contemplamos a la derecha la montaña cortada que veíamos antes desde abajo.
Allí abajo, la poza que vimos desde el camino mágico. A la izquierda vemos algunos grupos de chopos coloreando de amarillo el denso pinar. También destaca una construcción que suponemos es una pequeña presa de derivación o un azud de contención del caudal del barranco. Pero no solo el paisaje fluvial es sobresaliente, la sierra Calderona deja ver sus cumbres asomando por encima de las montañas de enfrente y, la excepcional nitidez atmosférica nos permite distinguir muchos detalles lejanos. Alucinando aún por lo increíble de estas vistas tan cerca de casa subimos otra vez hasta donde dejamos las bicis. Otra vez derecha para llegar al camino semi asfaltado que cruza la montaña, bajando rápido a pesar de los grandes agujeros que nos hacen estar atentos a la carretera y no ver el paisaje desolador de los montes quemados, aunque la vegetación ya está en proceso de recuperación y los restos del incendio son cada día menos visibles, los restos de troncos calcinados y piedras ennegrecidas no ocultan del todo el desastre. El aspecto general de la zona nos llevo a bautizar cariñosamente a la zona como “Tunguska”, por la similitud aparente de ambos lugares debido a la multitud de troncos caídos y desperdigados por doquier, aderezados por la falta de vegetación, afortunadamente las copiosas lluvias equinocciales de este año han dado paso a un tupido, aunque todavía joven monte bajo, que reverdece tímidamente el suelo, cuestión que cambia y mejora su aspecto desde la última vez que nuestras bicis recorrieron estos caminos. Aun así el paisaje es espectacular (más para algunos que para otros), de hecho la zona no invita a que le de el aire a “Nikoleta”, por algo será. Cruzamos la zona de chalets para llegar a la carretera de Pedralba. Sin tráfico a nuestras espaldas y aprovechando la bajada llegamos rápido al puente para entrar dentro del pueblo y callejear para encontrar la subida a la torreta y la cruz que corona la cima, el hambre aprieta y las ganas de llegar se incrementan por momentos. La pendiente no demasiado pronunciada, aunque se deje notar se confabulará con profundas roderas y piedras sueltas que salpican el camino después de las lluvias pasadas. Una mala pedalada o escoger mal el ataque a la rodera nos obligará a echar pie a tierra una vez más. Maldiciendo nuestra mala suerte vamos para arriba como podemos. La llegada se ve alegrada por la presencia de un vértice geodésico que se añadirá a nuestra ya copiosa colección. Magnificas vistas a todo nuestro alrededor, pero sobre todo de la sierra de los bosques y montes de Chiva.
Las montañas adquieren volumen y parecen estar al alcance de la mano. Una falsa sensación que nos cuesta creer cuanto más miramos a nuestro alrededor pues, el paisaje se muestra obstinadamente cercano. Bugarra se asoma, o se esconde detrás de un hueco entre las montañas. A su izquierda se descuelga el barranco que abriga la Cova Colomera, nuestro destino inicial de hoy. Almorzamos sentados a la pequeña sombra de la cruz, mirando con avidez el paisaje. Fotos y más fotos nos permitirán en todo momento y desde la comodidad del sillón de casa recordar el momento. El río marca su posición con una línea horizontal que cruza de este a oeste el término municipal. Los chopos, pintados de amarillo, delatan la línea fluvial con una pincelada de color que alegra la parte sur del pueblo.
Como no podía ser de otra manera La Rodana también está presente en la lejanía. Vemos con tristeza que la hora nos impedirá llegar hoy a la Cova, por lo que replanteamos la ruta sobre la marcha dejando este paraje para otra ocasión. Después del café y de inmortalizarnos junto al vértice, abordamos la peligrosa bajada. Las inmensas roderas harán de la bajada una de las más técnicas que recordamos. Desde aquí nos acercaremos al río para contemplar este rincón que destila tranquilidad y sosiego. Llegamos al pontón que cruza el río. La plancha de hierro que sirve de suelo es tan delgada que en algún punto está agujereada. La humedad no ayuda mucho a su conservación y el estado de los travesaños bajo el puente apunta un abandono inminente o cuanto menos preocupante. Me pregunto si los concejales y/o responsables de mantener las cosas en buen estado no salen nunca de sus despachos, parece que ellos nunca utilizan los lugares que se supone son de su competencia, de ser así seguro que estarían en mejores condiciones. Encontramos una gran chopera con unas excelentes vistas del pueblo.
Después cruzamos el puente y volvemos por el otro lado del río hasta la entrada de Pedralba. Cogemos el camino de la izquierda y vamos hacia la presa donde encontramos la entrada del canal que abastece la central eléctrica de La Pea. Es una pequeña excursión que no nos desvía casi del camino y que nos lleva a un paraje digno de visitar, cuanto menos de conocer.
El canal cruza la montaña por abajo, las compuertas abiertas dejan ver el tremendo poder de succión del agua a la entrada del canal. Da un poco de miedo imaginar que te caigas allí abajo. Desde aquí solo tendremos que seguir el track atravesando nuevamente los montes de La Pea para regresar al coche y dar por terminada la preciosa ruta de hoy que, nos ha permitido conocer más en profundidad una zona poco conocida estando tan cercana. Estos parajes albergan los últimos tramos salvajes de un río hasta hace poco olvidado por todos. Estamos alucinando con las bondades del Parque Natural del Turia hasta Vilamarxant; hace pocas semanas nos desplazamos hasta el confín de la provincia para disfrutar de las Hoces del Cabriel, sin querer comparar, no está de más explorar algo más allá y conocer una zona muy cercana con tanto valor paisajístico como es Pedralba y sus tesoros naturales.