Y llegó el día de realizarla, tras haberlo acordado el la fallida salida de la semana pasada, pues por enfermedad del cronista la tan ansiada ruta de Aras se quedó por mi parte a medio realizar, y con más pena que gloria en el tramo realizado. Será la excusa perfecta para volver a ella en fechas más calurosas.
Pero hoy es hoy y aquí estamos descargando las bicis del remolque que hemos aparcado cerca del río, girando a la izquierda antes de llegar al puente de entrada a Pedralba.
Con el fresquito de la mañana nos ponemos en camino en dirección al campo del tiro. Primero nos acompaña una carretera asfaltada que dejaremos a los pocos km. para seguir recto por un camino que se dirige hacia las montañas. Enseguida notamos el desnivel, aunque es casi simbólico, todavía estamos en la zona de cultivos de naranjos y por tanto zona “habitada”. Pero esto cambia pronto; entramos ya en territorio biker tras un recodo del camino que nos deja en medio del monte y con la sensación de soledad que las desnudas laderas que nos rodean nos inspiran con fuerza, aunque hoy, al pedalear el grupo unido, la sensación es menos embargadora. Comenzamos la subida de las primeras rampas de verdad y estas se agarran rápido a nuestras piernas. Acabamos de comenzar la ruta y todo ha sido subir, por lo que no hemos tenido tiempo ni tan siquiera de calentar, pero de eso ya se encargará nuestra amiga la montaña.
Lentamente vamos ganando altura y las vistas tras nosotros se van magnificando con cada pedalada; además, la limpieza atmosférica de la que gozamos nos permite divisar distancias increíbles, justo hasta el mar, oculto tras la delgada línea brumosa que crece en la distancia.
Y como ya viene siento habitual, las primeras paradas fotográficas ya están aquí para inmortalizar estos parajes ondulados por los que transitamos. La frondosidad del monte bajo que cubre las laderas es tan abundante y rica que parece un prado, trayéndonos a la memoria imágenes vistas más propias de las laderas escocesas que de estas latitudes en las que nos encontramos.
Un imperioso deseo de congelar para siempre las bellas estampas que el paisaje nos ofrece a golpe de pedal, nos lleva aún a nuestro pesar, a detenernos a menudo a fin de disparar nuestra cámara y captar un poco de la esencia que la montaña destila a su paso, tal vez por el deseo inconsciente de poder transmitir a nuestros más allegados, parte de esa belleza que nos invade. Estas últimas semanas nuestra cámara se ha convertido en fiel aliada y compañera inseparable de aventuras , guardando en cada “click”, un valioso recuerdo que con el paso de los años nos hará revivir sin duda tan magníficos momentos.
Pero debemos continuar, por lo que seguimos subiendo a ritmo pues las rampas no son duras aunque si largas. Pero estas pendientes tendidas en la distancia no nos asustan pues nos dejan oxigenar con comodidad y no nos asfixian. El terreno, extremadamente pedregoso en tramos, es lo que más nos dificulta el avance, pues las piedras de considerable tamaño y alguna que otra rodera nos hacen esforzarnos por mantener la trazada en la subida.
Pronto llegarán las rampas más duras de todo el recorrido, cortas pero exigentes; se suceden una a la otra y tras superarlas coronaremos este lado de la montaña con unas vistas magnificas de todo cuanto nos rodea. Aquí ya comenzamos a vislumbrar a lo lejos los montes cercanos a Chulilla y esa parte de la serranía. Nueva parada fotográfica y trago de agua antes de emprender un tramo que nos llevará a la parte más alta de la ruta de hoy y con ella al desvío hacia la derecha para emprender la bajada.
Antes de esto pasaremos por un pequeño aljibe perfectamente conservado y que en medio de estos montes se convierte en todo un monumento que nada desmerece con las monumentales montañas que lo rodean.
Ante él se erige la cumbre más alta de la zona, que nos deja entrever el camino que lleva hasta su cima. Pero no será hoy el día que nos aventuremos a coronarla, aunque su sola visión en línea recta y por camino estrecho ya nos habla de su dureza. Lo dejaremos como futurible. Subimos lo que acabamos de bajar para llegar al desvío y con el a la zona más alta de la etapa 401metros de altitud, 350 metros de desnivel en 8 kilómetros, no está mal.
Preparamos el primer video de la jornada en la curva en herradura que inicia el descenso hacia Bugarra. La bajada larga, de casi 8 kilómetros que nos espera, sacara a relucir lo mejor de nuestra técnica, pues la velocidad así nos lo exigirá, aunque para alardes de destreza nos remitiremos a la bajada final, cuando al volver, descendamos la montaña que acabamos de subir.
Nos vamos dejando llevar por la pendiente cada vez más rápido y sorteando piedras, baches y roderas, apurando la frenada en las curvas, con mucha gravilla gruesa en los bordes y que nos indica el final de la trazada, el limite de la verticalidad, pues ir más allá sería una caída segura… o no, para ciertos privilegiados.
Con esa gravilla como marca máxima nos dejamos caer en busca de la siguiente curva, vamos de pie sobre nuestras monturas y apretando el sillín con las piernas para dar ese último golpe de timón que nos mantenga en el camino, ni demasiado lejos ni demasiado cerca del compañero que nos precede. Pero es que, acercarnos a él y esquivar la piedra que sale de debajo de su bici en el último momento es lo que da emoción a las bajadas, así que a sabiendas que tenemos que mantener una distancia de seguridad entre nosotros, esta se reduce y desaparece constantemente si nos dejamos llevar por la inercia de la bajada y la emoción que esta nos produce, hasta que algún pequeño susto nos devuelve a la realidad y con ella a mantener las distancias… por poco tiempo.
Tras una curva a la izquierda entramos en un terreno más bacheado de lo habitual y con una “magnífica” rodera y al poco de avisar del peligro que supone una curva no muy lejana, estamos cerca de sufrir una caída, “Salva-da” in extremis por una pericia (y por que no decirlo, toda la suerte del mundo) poco común a estas velocidades. Tras el susto y comentar la jugada llega la susodicha curva que, con el parón del incidente no nos a presentado peligro, pero que admitimos que si la velocidad hubiera acompañado…
Cruzaremos un puente sobre el formidable barranco en el que nos hemos instalado desde el inicio de la bajada, barranco formidable en la abundancia de su vegetación y que en época de lluvias recoge el agua de las laderas de las montañas. Nueva parada para admirar el paisaje, frondoso en este lado de la montaña y recortándose sobre nosotros las cimas cercanas al frente contra el cielo, que aquí en lo profundo del valle nos empequeñecen ante su imponente majestuosidad.
Casi hemos acabado la bajada y entramos en la zona más llana de este camino que nos llevará a desembocar en la carretera de entrada a Bugarra. Esta tiene un importante desnivel que aprovecharemos para marcar 57.6km/h. de máxima y disfrutar de la sensación de velocidad pura que da el asfalto.
La llegada a la zona de recreo del río Turia es todo un placer para los sentidos. El rumor del agua que abundante y limpia discurre con rapidez entre las piedras formando una corriente salvaje, parece casi impropia del río que conocemos manso y escaso aguas abajo. Toda la zona se halla bien cuidada y ahora en otoño atesora abundantes árboles que pintan las hojas que aún conservan de un amarillo casi furioso.
Al otro lado del río, las montañas se asoman no muy lejos para ver el discurrir del agua. Inmortalizamos el momento y nos dirigimos hacia la cabecera de la zona de recreo, para verla en su totalidad.
Después subiremos una escalera y cruzaremos por un puente de madera en precario estado, que nos obliga a hacer equilibrismo con la BTT cargada al hombro y que añadirá un poco más de pimienta a esta ruta.
Ascendemos por la “trepidante” rampa que ahora se nos torna en un suplicio y por esta carretera asfaltada iremos hasta Gestalgar, dirigiéndonos por la carretera de Chiva hacia el desvío de la Peña Maria.
Después bajaremos hacia el río para ir a la playa fluvial de Gestalgar en la zona de baño del Motor, donde encontraremos unas vistas increíbles del río en la parte de la pasarela que le sirve de embalse a esta pequeña pero magnifica playa, tranquilo en comparación a lo que hemos visto en nuestra anterior parada en Bugarra.
El tiempo apremia y no tenemos tiempo para detenernos más en la contemplación pues aún nos queda mucho por descubrir.
Nos dirigimos ya hacia la Peña Maria, remontando el cauce del río y viendo las cuevas que el la montaña del otro lado se asoman al precipicio sobre el agua. A poco más de un kilómetro el camino se bifurca, lo tomamos a la izquierda y subimos una pequeña cuesta que nos dejara frente a la fuente del Morenillo; una bucólica cascada de agua cae ante nuestros ojos, descolgándose por la pared de musgo y alimentando un pequeño estanque, todo esto encajonado entre dos laderas que parecen beber de la propia fuente para crecer hacia el cielo.
Volveremos sobre nuestros pasos hasta la bifurcación, que ahora seguiremos recto para cruzar sobre el río por un puente a ras de la corriente embravecida aquí por el caudaloso aporte de agua del canal que alimenta la central eléctrica que nos queda a la derecha. Remontaremos la cuesta hacia la izquierda y atravesando un puente, pasaremos por encima de este torrente atronador y seguiremos hasta ver a nuestra izquierda la Peña Maria.
Volveremos a bajar hacia el río para encontrarnos con una estampa de cuento de hadas; primero veremos el río con un agua tan límpida y cristalina que nos costará creer que es nuestro Turia, un remanso de agua tranquila, casi una piscina. La pasarela en la parte izquierda y justo al llegar a ella y ya con una visión directa de la peña, una imponente roca surgida del mismo río y que se eleva grandiosa en una pared vertical recortando allá arriba su silueta contra el cielo azul que hoy nos acompaña.
Al otro lado del río, las montañas se asoman no muy lejos para ver el discurrir del agua. Inmortalizamos el momento y nos dirigimos hacia la cabecera de la zona de recreo, para verla en su totalidad.
Después subiremos una escalera y cruzaremos por un puente de madera en precario estado, que nos obliga a hacer equilibrismo con la BTT cargada al hombro y que añadirá un poco más de pimienta a esta ruta.
Ascendemos por la “trepidante” rampa que ahora se nos torna en un suplicio y por esta carretera asfaltada iremos hasta Gestalgar, dirigiéndonos por la carretera de Chiva hacia el desvío de la Peña Maria.
Después bajaremos hacia el río para ir a la playa fluvial de Gestalgar en la zona de baño del Motor, donde encontraremos unas vistas increíbles del río en la parte de la pasarela que le sirve de embalse a esta pequeña pero magnifica playa, tranquilo en comparación a lo que hemos visto en nuestra anterior parada en Bugarra.
El tiempo apremia y no tenemos tiempo para detenernos más en la contemplación pues aún nos queda mucho por descubrir.
Nos dirigimos ya hacia la Peña Maria, remontando el cauce del río y viendo las cuevas que el la montaña del otro lado se asoman al precipicio sobre el agua. A poco más de un kilómetro el camino se bifurca, lo tomamos a la izquierda y subimos una pequeña cuesta que nos dejara frente a la fuente del Morenillo; una bucólica cascada de agua cae ante nuestros ojos, descolgándose por la pared de musgo y alimentando un pequeño estanque, todo esto encajonado entre dos laderas que parecen beber de la propia fuente para crecer hacia el cielo.
Volveremos sobre nuestros pasos hasta la bifurcación, que ahora seguiremos recto para cruzar sobre el río por un puente a ras de la corriente embravecida aquí por el caudaloso aporte de agua del canal que alimenta la central eléctrica que nos queda a la derecha. Remontaremos la cuesta hacia la izquierda y atravesando un puente, pasaremos por encima de este torrente atronador y seguiremos hasta ver a nuestra izquierda la Peña Maria.
Volveremos a bajar hacia el río para encontrarnos con una estampa de cuento de hadas; primero veremos el río con un agua tan límpida y cristalina que nos costará creer que es nuestro Turia, un remanso de agua tranquila, casi una piscina. La pasarela en la parte izquierda y justo al llegar a ella y ya con una visión directa de la peña, una imponente roca surgida del mismo río y que se eleva grandiosa en una pared vertical recortando allá arriba su silueta contra el cielo azul que hoy nos acompaña.
También vemos la cavidad que surge a mitad de la roca en la parte más cercana a nosotros y que desconocemos si se adentra o no en la montaña formando una cueva o si es solo una pequeña oquedad magnificada por la perspectiva. Cruzamos la pasarela para descubrir la fuente y el pequeño altar erigido en honor a la Virgen de la Peña y también las mesas de piedra a modo de merendero que bajo un inmenso árbol nos servirá hoy de zona de avituallamiento.
Después de almorzar, volvemos a cruzar el río y seguimos el camino por el que veníamos hasta la antigua presa de Gestalgar, no sabemos si abandonada antes de concluirla o derruida por una crecida del río, el caso es que sus muros de piedra son testigos permanentes de tan grandioso paisaje. Un poco más allá el camino toca a su fin para nosotros, pues una escalera que sube por la montaña nos impide proseguir por el angosto cañón que remontando el río llega hasta Chulilla, sin duda una ruta senderista de extraordinaria belleza que tal vez algún día nos animemos a realizar.
Estamos en el punto más lejano de la ruta y toca volver, pero antes de volver sobre nuestros pasos nos queda la guinda de la ruta, una angosta senda encajonada entre el río y la falda de la montaña vertical en la que al venir veíamos las cuevas.
Grabamos este paseo con la esperanza de que lo sinuoso del terreno unido a lo estrecho de la senda nos de un video memorable y en estas estamos cuando las sorpresas siguen saliéndonos al paso en forma de más fuentes que como no podía ser de otra manera nos obligarán a parar para hacer la foto. Esta pequeña senda nos llevará hasta Gestalgar en donde disfrutaremos de un último vistazo a la zona de baños, esta vez con el privilegio de la altura que nos ofrece una perspectiva distinta.
Ahora sí que nos queda repetir el mismo trazado a la inversa y la carreterita asfaltada, casi al final, nos dará un pequeño susto en una de sus trepidantes bajadas, en la que de tanto apurar la frenada nos daremos cuenta de que nos hemos quedado sin espacio para poder realizarla y ya apunto de salirnos de la carretera, daremos ese golpe de freno definitivo que haciendo un buen plano en la goma trasera nos dará esos escasos pero necesarios centímetros para volver a trazar en condiciones de seguridad, si es que aún estamos autorizados a usar esta palabra. Dejamos el asfalto para volver al camino de tierra y una consulta demasiado rápida al “GPS” nos hará recorrer un par de kilómetros extras antes de que la intuición corrija a la memoria. Nos quedan 7 nada despreciables kilómetros de pura y dura subida pero eso sí, sin grandes desniveles y con descansos entre rampas que nos harán llegar arriba sin un excesivo gasto de fuerzas; aunque claro está, hay que subir y sufrir para saborear el premio final.
Después de almorzar, volvemos a cruzar el río y seguimos el camino por el que veníamos hasta la antigua presa de Gestalgar, no sabemos si abandonada antes de concluirla o derruida por una crecida del río, el caso es que sus muros de piedra son testigos permanentes de tan grandioso paisaje. Un poco más allá el camino toca a su fin para nosotros, pues una escalera que sube por la montaña nos impide proseguir por el angosto cañón que remontando el río llega hasta Chulilla, sin duda una ruta senderista de extraordinaria belleza que tal vez algún día nos animemos a realizar.
Estamos en el punto más lejano de la ruta y toca volver, pero antes de volver sobre nuestros pasos nos queda la guinda de la ruta, una angosta senda encajonada entre el río y la falda de la montaña vertical en la que al venir veíamos las cuevas.
Grabamos este paseo con la esperanza de que lo sinuoso del terreno unido a lo estrecho de la senda nos de un video memorable y en estas estamos cuando las sorpresas siguen saliéndonos al paso en forma de más fuentes que como no podía ser de otra manera nos obligarán a parar para hacer la foto. Esta pequeña senda nos llevará hasta Gestalgar en donde disfrutaremos de un último vistazo a la zona de baños, esta vez con el privilegio de la altura que nos ofrece una perspectiva distinta.
Ahora sí que nos queda repetir el mismo trazado a la inversa y la carreterita asfaltada, casi al final, nos dará un pequeño susto en una de sus trepidantes bajadas, en la que de tanto apurar la frenada nos daremos cuenta de que nos hemos quedado sin espacio para poder realizarla y ya apunto de salirnos de la carretera, daremos ese golpe de freno definitivo que haciendo un buen plano en la goma trasera nos dará esos escasos pero necesarios centímetros para volver a trazar en condiciones de seguridad, si es que aún estamos autorizados a usar esta palabra. Dejamos el asfalto para volver al camino de tierra y una consulta demasiado rápida al “GPS” nos hará recorrer un par de kilómetros extras antes de que la intuición corrija a la memoria. Nos quedan 7 nada despreciables kilómetros de pura y dura subida pero eso sí, sin grandes desniveles y con descansos entre rampas que nos harán llegar arriba sin un excesivo gasto de fuerzas; aunque claro está, hay que subir y sufrir para saborear el premio final.
La subida, más sosegada que la bajada anterior, nos permite ir apreciando un paisaje que antes nos pasó por el lado velozmente y sin detenerse; las laderas de las montañas totalmente cubiertas de vegetación y con unos colores increíbles, mezclando el verde de los romeros con el blanco de sus flores y el violeta, granate y lila de otras flores que inundan el paisaje.
Poco a poco vamos llegando arriba y comenzamos a sentir el cosquilleo de la adrenalina que se empieza a preparar para la bajada que nos espera; es el último premio del día y no queremos renunciar a él. La última parada para saborear las vistas y coger un poco de líquido antes de lanzarnos cuesta abajo. Así que nos ponemos otra vez a grabar mientras cogemos velocidad y comenzamos a trazar con maestría, la velocidad hace que levantemos polvo del camino y la perspectiva desde atrás es la vista de caballos desbocados al galope.
Pronto nos llega el golpe de adrenalina con cada latido y necesitamos mantenerlo por toda la bajada pues nos hace estar alerta y con todos los sentidos en estado de máxima tensión, así que sin asumir verdaderos riesgos pero sí con ese toque de pimienta que es lo que nos da vidilla, nos lanzamos en persecución de los compañeros; estos me obligan a ir cada vez más rápido para no perderlos de vista pues sino no saldrían en el video. Fijándonos en la trazada anterior intentamos mejorarla para ir más rápido, más fino, intentando esquivar el bache que aquí y allá intenta atraparnos. Las curvas se suceden con asombrosa velocidad, veremos quien es más rápido, ellas saliéndonos al paso o nosotros abordándolas, y en esta loca carrera estamos cuando de repente una de ellas puede con nosotros y el susto se apodera otra vez de todo el grupo, ¡¡¡pedazo de recto que acaba de marcarse el colega!!! Por fortuna en esta curva había escapatoria y tras una frenada colosal y un recoloque increíblemente rápido ya está otra vez bajando a tumba abierta.
Este incidente no merma el ánimo que se ha apoderado de nosotros y seguimos en un descenso trepidante que finalmente llega debajo de la montaña, pero contrariamente a lo que creíamos no al final de la bajada pues esta continua por un terreno descendente y mucho más recto, lo que hará que la velocidad ahora sea mayor que antes y con menos peligro.
Ponemos el plato grande rodando con el mayor desarrollo y comenzamos a dar pedales con una alegría y una facilidad tan pasmosa que nos anima a seguir con más perseverancia, incitándonos a ir adelantándonos unos a otros para coger más velocidad y esta no tiene reparos en acudir a nuestras ruedas. Con esta dinámica estamos en los 3 últimos kilómetros que nos llevarán de manera fugaz a terminar una rodada que, con el disfrute vivido desde arriba de la montaña, hubiéramos alargado todavía un poco más, después de todo el esfuerzo realizado y este final de ruta tan trepidante, las piernas parecen cobrar frescura y piden a gritos más caña, ¿será posible? , en fin, llegados al punto de partida y a pie de remolque, damos término a nuestra aventura con el acostumbrado apretón de manos seguido de las felicitaciones por tan magnífico final, una alegría conjunta nos invade, es el virus del biker que aflora cada día con mas fuerza y cuyo antídoto queremos ignorar, en resumen, esto nos ha sabido a poco. Repetiremos.
Pronto nos llega el golpe de adrenalina con cada latido y necesitamos mantenerlo por toda la bajada pues nos hace estar alerta y con todos los sentidos en estado de máxima tensión, así que sin asumir verdaderos riesgos pero sí con ese toque de pimienta que es lo que nos da vidilla, nos lanzamos en persecución de los compañeros; estos me obligan a ir cada vez más rápido para no perderlos de vista pues sino no saldrían en el video. Fijándonos en la trazada anterior intentamos mejorarla para ir más rápido, más fino, intentando esquivar el bache que aquí y allá intenta atraparnos. Las curvas se suceden con asombrosa velocidad, veremos quien es más rápido, ellas saliéndonos al paso o nosotros abordándolas, y en esta loca carrera estamos cuando de repente una de ellas puede con nosotros y el susto se apodera otra vez de todo el grupo, ¡¡¡pedazo de recto que acaba de marcarse el colega!!! Por fortuna en esta curva había escapatoria y tras una frenada colosal y un recoloque increíblemente rápido ya está otra vez bajando a tumba abierta.
Este incidente no merma el ánimo que se ha apoderado de nosotros y seguimos en un descenso trepidante que finalmente llega debajo de la montaña, pero contrariamente a lo que creíamos no al final de la bajada pues esta continua por un terreno descendente y mucho más recto, lo que hará que la velocidad ahora sea mayor que antes y con menos peligro.
Ponemos el plato grande rodando con el mayor desarrollo y comenzamos a dar pedales con una alegría y una facilidad tan pasmosa que nos anima a seguir con más perseverancia, incitándonos a ir adelantándonos unos a otros para coger más velocidad y esta no tiene reparos en acudir a nuestras ruedas. Con esta dinámica estamos en los 3 últimos kilómetros que nos llevarán de manera fugaz a terminar una rodada que, con el disfrute vivido desde arriba de la montaña, hubiéramos alargado todavía un poco más, después de todo el esfuerzo realizado y este final de ruta tan trepidante, las piernas parecen cobrar frescura y piden a gritos más caña, ¿será posible? , en fin, llegados al punto de partida y a pie de remolque, damos término a nuestra aventura con el acostumbrado apretón de manos seguido de las felicitaciones por tan magnífico final, una alegría conjunta nos invade, es el virus del biker que aflora cada día con mas fuerza y cuyo antídoto queremos ignorar, en resumen, esto nos ha sabido a poco. Repetiremos.