domingo, 21 de marzo de 2010

Crónica de “el polvorín”

"La vida es una guerra sin tregua, y morimos con las armas en la mano". Arthur Schopenhauer
Bueno pues esta semana tocaba la ruta corta que no hicimos la semana pasada, pero al final, como no hubo excesivas prisas para irse a hora de comer, decidimos alargarla un poco y hacer una ruta de kilometraje casi normal, eso sí, con cambios de última hora sobre la marcha.
Teníamos prevista la visita al antiguo acuartelamiento de artillería de Ribarroja, conocido por estos lares como “el polvorín”, que por esas extrañas cosas de la cercanía siempre habíamos relacionado con la base militar de Manises en el aeropuerto. El caso es que hace unos meses me acerque en solitario a investigar el camino de acceso y ya hice una primera incursión por la zona. Hoy íbamos todo el equipo a conocer el lugar más a fondo.
Llevábamos linternas para poder inspeccionar los túneles que se adentran en la montaña y así hacer la visita más interesante. Estrenábamos rodada en la recién iniciada primavera, por más que algunos llevaran más de una semana diciendo aquello de “ya es primavera…”, pues no, todavía no lo era hasta ayer, vamos que igual que antes no… ahora si; y a empezado igual que se fue el invierno, lloviendo.
Hoy nos hemos despertado con un cielo plomizo que nos daba los buenos días cargado de humedad y alguna gotita dispersa, pero la previsión apuntaba que no iba a pasar de ahí y como cada vez afinamos más, no había que preocuparse demasiado pues había garantías de que así iba a ser. Con eso, nos ponemos en camino hacia La Mallá como si fuéramos hacia la Muntanyeta, pero en el camino antes de llegar a las canteras, en ese chalet que tiene una torre como de un castillo, giramos a la derecha para ir por medio de la urbanización, cruzar la carretera y enfilar derecho hacia el polvorín que ya lo tenemos de frente.
Una pequeña senda junto a un chalet al otro lado de un puente nos dejará delante del barranco de la Carrasa, lo tendremos que cruzar para entrar en el recinto, por un tramo roto de la verja que otorga pleno acceso al antiguo acuartelamiento militar, ahora totalmente abandonado, y que se utiliza de vez en cuando para hacer simulacros de incendio en túneles y galerías a distinta profundidad, entre otras cosas.

Entramos atravesando lateralmente una pista de deportes que seguro ha vivido tiempos mejores, al igual que todo el conjunto de edificios que están en estado ruinoso. Bueno lo de vivir tiempos mejores es por aquello del estado de conservación, no por otra cosa. Ahora mismo solo quedan en pie las paredes y techos, y no en todos los casos, por quitar han arrancado hasta los cables de la luz, puertas, ventanas y hasta los marcos.
Tremendo el grado de vandalismo al que llega la gente, que digo yo: si al menos fuera para aprovecharlo aún tendría un pase, y hago este comentario sin intención de justificar el hecho, pero romper por romper estaréis con nosotros que es de bárbaros, en fin...

Las pintadas y grafitis son una constante en todas y cada una de las paredes, muros y hasta piedras del recinto. Nos acercamos a una de las entradas de los túneles y vamos hacia la puerta.
Las linternas preparadas para iluminar la pesada oscuridad que emana del pasadizo una vez sorteada la entrada en forma de zigzag. La negra caverna se adueña de nuestras pupilas dilatadas al máximo y, aún así, ciegas de una oscuridad tan densa que parece una cortina puesta ante nuestros ojos incapaces de encontrar profundidad o volumen a tanta pesadez. Es una oscuridad tan claustrofóbica que atenaza con fuerza los sentidos del miedo más recóndito “aberronchado” en los recuerdos de la niñez.Los haces de las linternas cortan la espesa negrura y conseguimos ver el suelo unos metros más allá. Elevamos la luz viendo como esta se va perdiendo en la distancia y pensamos que no hay final, lástima que desconociésemos la enormidad de la galería pues hubiésemos traído las linternas de “pofesioná” para escudriñar mejor el recinto. Por fin parece que topamos a lo lejos, incapaces de calcular la distancia, con un muro (o algo así) que cierra el paso al fondo. Por el eco pensamos que tiene salida y creemos que debe estar comunicado con las otras galerías pero no lo podemos asegurar por lo que podemos ver. La altura no es tan considerable como esperábamos en este espacio abovedado.
Una pequeña puerta se abre en las paredes a cada lado del túnel que por lo estrecho creemos que es un armario, pero al asomar la cabeza nos encontramos con un pasadizo que recorre toda la longitud del túnel por un espacio estrechísimo y alargado por el que una persona solo podría moverse de lado. Al final decidimos no internarnos hasta el final y nos quedamos con las ganas de saber si se comunican o no todas las galerías. Eso si, esta galería está más limpia por dentro que por fuera. Aquí poco hay que romper, pero al menos tampoco hay demasiadas pintadas, ni trastos, ni basura, cosa rara. Volvemos a la luz solar. Por muy difusa y tapada por las nubes que esté sabemos que está ahí, que alivio produce su reconfortante caricia.

Recorremos el camino entre la montaña horadada y el enorme muro de protección que hay delante y que servía de primera barrera de seguridad tanto de un posible ataque exterior como de una posible explosión del polvorín que posiblemente pararía la primera gran eyección de material.
Seguro que la decoración de esta pantalla sería muy distinta en otros tiempos.
Llegados al final hemos podido contar 8 galerías, pero hay otra al otro lado. Allí se abre una plazoleta que permite mirar hacia arriba y ver los respiraderos en lo alto de la montaña así como las garitas de vigilancia.
Vemos otros edificios de servicios, entre ellos el que fue laboratorio y el antiguo taller.

Seguimos junto al barranco y llegamos a otros dos hangares protegidos por muros y coronados por garitas, “dices tú de mili”. Fotos y más fotos mientras intentamos ponernos en la piel de quien estuviera destinado a estas dependencias, hace ya unos años abandonadas. Luego regresamos hacia la entrada para encontrar a la izquierda el camino de subida a la torreta de vigilancia que era como un faro cada vez que mirábamos hacia aquí arriba y que es nuestro destino cumbre de hoy.
Iniciamos la subida por un camino asfaltado y cubierto de pinocha y gravilla; varios pinos de gran tamaño cubren de sombra el camino y las que fueron casas de los oficiales, (suponemos), a ambos lados del camino.
De repente la rampa se endurece de forma brutal. Aún rodamos sobre las hojas caducas de los pinos y esto nos hace perder agarre sobre el asfalto. Nos volcamos sobre el manillar subiendo todo el desarrollo y empezamos a ritmo de molinillo, pronto no será suficiente y la dureza de la rampa ralentizará la cadencia, las pulsaciones por las nubes y la respiración alterada. Menos mal que la rampa es corta que si no… Llegamos a la parte más alta, a la izquierda hay otra garita que se adentra unos metros en la montaña, aquí es donde tendremos que dejar las bicis para subir a la torreta principal, pero antes vamos a llegar al final de este camino para ver las vistas y luego regresaremos hasta aquí. Hay una pequeña vaguada, el impulso de la bajada casi nos hace subir gratis el otro lado, allí el camino dibuja un circulo y vuelve sobre sí mismo, de esta manera no tuvieron que ampliar el camino para que los vehículos pudieran subir y bajar sin tener que hacer maniobra.
Dejamos las bicis apoyadas sobre los romeros o los tomillos en flor y subimos andando la montaña. Unos escalones al principio y luego campo a través nos conduce hacia un pozo a mano derecha de la garita. El agujero está rodeado de alambre de espino tipo guerrilla. Esto disuade un poco de acercarse alegremente hasta allí. Si lo haces con precaución la vista del precipicio te hace ser aún más precavido. Es inevitable querer calcular la profundidad, así que emulando a Galileo Galilei allá va la piedra; contamos.. 1,2,3 segundos antes de percibir el sonido de que ha tocado fondo, por lo que aplicando la fórmula matemática de rigor, el cálculo a groso modo nos dice que hay entre 40-50 metros de profundidad.

Salimos de entre los pinchos con mucho cuidado de no clavarnos o arañarnos con ninguno, no sea que la ruta acabe en el hospital con una antitetánica en el culo. Seguimos hacia arriba entre las aromáticas plantas que expelen su fragancia cuando las pisamos o rozamos, hacia una plataforma de cemento en medio de la montaña, suponemos que para impermeabilizar el techo de la misma y no dejar “goteras” hacia las galerías inferiores. Por fin estamos junto a la torreta. Ya nunca más la volveremos a ver como antes. Por fin sabremos hasta donde llega la luz de este, antes nuestro faro. O al menos lo intuiremos, pues la atmosfera cargada de humedad es una cortina que vela nuestra visión en lontananza. Les Rodanes, La Calderona o Cumbres de Calicanto son casi trémulos fantasmas que se adivinan en la lejanía. Más allá es imposible ver nada, por lo que nuestra feroz curiosidad por descubrir rincones lejanos queda para otro día. Lo que si podemos ver con claridad son las enormes heridas abiertas en la tierra en forma de canteras. Riba Roja tiene el dudoso honor de contar con hasta 5 canteras en su término municipal, 1 basurero (por fortuna ya clausurado) y una especulación urbanística en toda regla para cargarse un paraje cercano a otro parque natural municipal estrechamente unido al parque fluvial del Turia. ¿Quién da más? No me extraña que se bromeara con eso de que “este pueblo es un polvorín” pues esta base, también esta en el término municipal de Riba Roja. Pero ahora no nos detendremos en eso. Nos consuela recordar las excelsas panorámicas que disfrutamos desde lo alto de los Carasoles el día que subimos hasta el V.G. con una visibilidad envidiable. Las vistas son muy similares tal como comprobé el día que descubrí este lugar y que gozaba de una atmosfera limpia. Hacemos las fotos de rigor y empezamos a bajar pues las ganas de almorzar aprietan de lo lindo (aunque a unos más que a otros).

Bajamos con la precaución de saber que hay gravilla y pinocha en la carretera y que con la pronunciada pendiente nos puede jugar una mala pasada. Junto a la cerrada puerta de entrada hay una de esas rejas horizontales de pinchos para impedir el paso de vehículos no autorizados que asusta solo de verla; tremendos dientes de sierra que parecen tiburones puestos en fila para una revisión dental. Lo tardío de la hora hace que tengamos que cambiar de planes: la subida a la Muntanyeta la dejamos para otra ocasión, puesto que ya conocemos sus bondades y quedarnos solo aquí sería recortar demasiado la ruta, y al final no hay necesidad de ello, cuestión por la que coincidimos que lo mejor será seguir camino y llegar hasta la Bassa Barreta para almorzar allí, eso sí, recortando camino por un viejo tramo conocido para que no se nos haga muy tarde.Nos ponemos en marcha y esta vez en lugar de huir del camino de la Baseta Blanca recortaremos por allí aun a pesar de los asquerosos charcos que emanan de la montaña de basura soterrada bajo otra montaña de tierra. Llegados allí nos encontramos con la sorpresa de que el camino está asfaltado. Bueno para pasar por allí y malo porque es una mancha más de alquitrán en la dañada piel del planeta. Los caminos de monte y tierra cada vez son más escasos. Ya puestos veamos el lado bueno de este desastre: rodamos todo el tramo sin preocuparnos de los charcos que se hacían antes en este camino lleno de agujeros y baches, hoy, el caldo color coca-cola rebosa en la cuneta de la montaña y fluye desbordado por encima del asfalto hacia el otro lado, pero, como se pasa rápido y no metes toda la rueda en él pues mucho mejor. Aun así preferíamos los baches, pero no no no…, ¡solo vamos a ver el lado positivo de las cosas! ¡solo vamos a ver…!
Seguimos adelante y nos cruzamos con una comitiva de cazadores que por fortuna no nos confunden con una de sus presas. Continuamos por el camí del pouet tapat para girar un poco más adelante a la derecha y bajar al camino de Cheste, ya en obras, que pronto será también pasto del negro asfalto. Giramos a la derecha después de esta divertida bajada y enseguida entramos a mano izquierda al camino de Porxinos. El camino va picando hacia arriba hasta que el giro a la izquierda ya en plenas Rodanes nos diga la verdadera dimensión de una subida que, no por más conocida deja de maravillarnos con su contundente constancia. Subimos bastante a tren todos juntos y luego nos dejamos caer en una bajada tan trepidante como siempre, para llegar al área recreativa y ciclar el camino entre los pinos hasta los bancos. Apuntar a colación con lo de bancos, que esperamos verlos a la próxima, ya que observamos que la zona ha sufrido también la visita de los bándalos que se han llevado entre otras cosas, el tronco a modo de mesa que había entre los bancos de madera, además de haber destrozado parte de la cartelería explicativa de la flora del lugar y algún que otro destrozo sin sentido, en fin…., sin comentarios. (me cauentoloquesemenea en como pillemos a uno de esos salvajes mascachapas, mamelucos atontolinaos…, -- pausa -- inspirar… expirar.. inspirar… expirar…, perdón pero es que ver el salvajismo estúpido y sin sentido por estos lugares que aún estando apartados y en plena naturaleza sufren estos incomprensibles ataques nos pone a 100).

Protegidos por la bóveda arbórea y evadiendo los pensamientos negativos comentados nos sentimos a salvo en medio de un entorno que respetamos y amamos profundamente. Estos bosques los hemos “mamado” desde críos y son como nuestra casa.Aprovechamos el rato del almuerzo para charlar sobre las excursiones de estos días de fallas lejos de Valencia para unos y de cómo han vivido (o mejor dicho, soportado) la ruidosa fiesta los que no han tenido la suerte de poder huir por unos días de nuestra querida Valencia. Otra vez en marcha volvemos por los viejos caminos antes del parque fluvial del Turia. Cada vez concedemos más valor a estos caminos que nos permitieron llegar a nuestras veneradas montañas desde Manises. Cada vez disfrutamos más en ellos con la diversión que proporcionan los tramos técnicos o complicados con los que hacer algo más que simplemente dar pedales. Cada vez los buscamos más, encontrando la tranquilidad y la soledad que no ofrece el camino del “riíto ese”, el cual sin dejar de ser una maravilla, cada vez estamos más convencidos de que no es para nosotros. Viene a ser algo así como las Fallas, esta bien la fiesta siempre y cuando nosotros podamos alejarnos de ella y buscar la paz que es nuestra profunda aliada. Hasta la próxima.


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sábado, 13 de marzo de 2010

Crónica de las tres cumbres

“Y allí arriba, en la soledad de la cumbre, entre los enhiestos y duros peñascos, un silencio divino, un silencio recreador”. Miguel de Unamuno

Retomamos las últimas palabras de nuestra anterior crónica para proseguir con la narración. Al final fue una ruta larga. No larga por la distancia rodada, pues tan solo fueron 40 kilómetros, sino por la distancia hasta el punto de inicio de la ruta prevista para hoy.
Rendíamos visita a una de nuestras rutas de larga distancia favoritas.
Y es que Aras de los Olmos tiene un sabor tan especial como distinto para nosotros por muchas razones que no vienen al caso. Hoy además convergían varios factores que la hacían más especial si cabe, o cuanto menos diferente de la última vez que ciclamos estos lares. En primer lugar estábamos todos sanos y salvos, por otro lado estábamos el grupo al completo; siguen los alicientes con una subida nueva al Mampedroso con V.G. incluido y que convertiría a esta en la primera ruta con tres vértices, a falta de los tres reinos (que cerca hemos estado de llegar al punto exacto de unión de las tres provincias y comunidades), nos quedamos con los hitos geodésicos que coronan las cumbres conquistadas hoy, también visitaremos los molinos eólicos de La Muela, y además, para cerrar el círculo, por fin pudimos completar la foto de grupo en lo alto de La Travina y recoger la pequeña parte de esta montaña que nos faltaba en la base desde hacía más de dos años. Como la ruta era corta en cuanto a recorrido se refiere, quedamos a la hora de siempre para salir hacia Aras. Una horita tocada de camino y nos ponemos a pedalear a las 10:30 h. con el sol intentando calentar el aire pero los 4º que hay de temperatura ambiente no deja de ser un frío que pela. ( Las primeras fotos casi no nos dejan ni bajar del coche cuando reclaman su sitio en la nikoleta).
El viento norte nos acompañará a lo largo del día dando una sensación térmica más baja que la temperatura real que disfrutaremos. No en vano Javalambre luce un nevazo del 7 y nos envía su gélido aliento en forma de rachas moderadas de viento.

Nada más entrar en la carretera de Losilla hay un desvío a la izquierda que corresponde al denominado camino Real de Santa Cruz de Moya a Aras. Pasamos un establo a mano derecha y empieza enseguida una rampa asfaltada; ya sabemos lo que esto significa antes de ver como sigue la subida tapada por unos arbustos. Los astrónomos del grupo que conocen bien este camino, nos ponen en antecedentes, por lo que ponemos todo lo que tenemos para subir, aun así nos obligara a volcar el peso sobre el manillar para mantener la rueda delantera rodando sobre el cemento. Tramo cortito pero que dispara las pulsaciones por encima de 170 ; 1-0 para el camino. Una bifurcación con tres alternativas: derecha a los corrales de la Melchora; luego comprobaremos que este camino sigue hasta arriba (según los mapas y según el cartel que veremos más tarde en lo alto de la montaña). A la izquierda hacia la CV 35, nosotros seguimos recto por este camino que veníamos ciclando. Vamos encontrando a nuestro paso charcas que están congeladas hasta al menos dos centímetros en superficie… claro, por eso teníamos frío. 2-0 para el camino, pero como hemos pegado un buen calentón en la rampa 2-1, seguimos perdiendo pero recortamos diferencia.
Más y más charcas congeladas nos vamos encontrando a ambos lados del camino sobre un terreno blando y terroso que nos atrapa las ruedas donde menos lo esperamos. Es como rodar por encima de una esponja con una costra de barro reseco por encima. Intentamos huir de los charcos, pero la nieve y el hielo de este invierno ha removido el terreno como un arado y lo ha aireado, cuestión que provoca que ahora presente este estado de “blandi blum” pero sin el color verde.
Tan felices estábamos transitando por aquí y viendo los almendros abrirse paso entre el invierno y verdeando sus ramas cuando Luis nos indica que nos desviemos a la derecha, ¿Pero dónde está el camino? “Pues ahí, detrás de estos matorrales” bueno, camino camino no es, pero vale... 3-1. De haber sabido por donde nos metíamos hubiéramos continuado recto que al fin y al cabo va a parar a la pista forestal que recorre el cortafuegos y que es nuestro objetivo, o bien hubiéramos subido por los corrales de La Melchora, no por recortar camino, sino porque el tramo que vamos a recorrer no es ciclable una gran parte del tramo, pero no hay otra pues ya estamos dentro.
Vemos enseguida las rayas del PR 130 sobre el macizo de piedra que atravesamos, cuestión que mejora un poco el primer contacto y hace ciclable esta primera parte, pero la alegría dura poco, de pronto degenerará hasta convertirse en un campo a través por encima de aliagas y demás fauna vegetal con pinchos autóctonos de la zona. Estaban todas allí, tendidas bajo nuestras ruedas. 4-1, esto va camino de goleada y aún estamos no en la primera parte, sino en el primer cuarto. Ningún pincho de la contornada se ha querido perder el paso de tan intrépidos bikers que han osado mancillar su territorio, pero o fuese Santa Catalina, que sabiendo que la visitaríamos luego estaba hoy de buen rollito con nosotros o bien el barro acumulado en las ranuras de las ruedas, ha amortiguado los seguros aguijonazos de tanto pincho como hemos pisado. Vale, el caso es que hemos salido todos indemnes del transito, esto bien vale un gol a nuestro favor, 4-2. Eso sí, acarreando con las bicis a cuestas en más de una ocasión. Sea como fuere hemos llegado a empalmar con el camino que, a través del cortafuego, sube hasta el Mampedroso o Monpedroso según los mapas consultados. Seguimos este camino blando que crestéa la montaña y deja, tanto a nuestra como a su izquierda, la caída hacia el río Arcos allá en la provincia de Cuenca.
Vemos ante nosotros en todo momento un atractivo camino ascendente flanqueado de pinos a ambos lados del cortafuego que parece querer ensanchar el propio camino. Nuestro horizonte visual lo cierran las espectaculares cumbres nevadas de Javalambre. La proximidad de la nieve y el viento aumentan poco a poco la sensación de frío que sentimos. Las paradas para digitalizar testimonios gráficos se suceden y el grupo se rompe.
A lo lejos vemos remontar a la mitad del grupo como avanzadilla por la interminable recta ascendente, sin embargo, no sería difícil seguir su rastro en las huellas que todo buen biker sabe leer en las rodadas sobre el camino.
Dirigimos nuestras pedaladas hacia una enorme antena que calculamos se eleva unos 60 metros por encima de nosotros pero, aunque el primero, no será este el último de los megalíticos monumentos que veremos hoy. Llegamos al cruce de caminos del Collado del Alto, marcando los 1133 metros sobre el nivel de nuestro querido Mediterráneo . El camino de la derecha es el que decíamos de los corrales de La Melchora. Hacia la izquierda baja hasta el Molino de la Orchova ya al otro lado del río Arcos. Este camino es, sin saberlo, el que va o pasa por el denominado “mojón de los tres reinos”. El desconocimiento de este hecho nos llevará a perdernos este hito curioso de la zona, que hubiera dado si cabe, un punto más de notoriedad a la ruta de hoy, cuestión que lejos de ser baladí se convierte en una buena excusa para plantear una próxima visita a la zona.

A la altura de la antena comienza la rampa más dura de esta ascensión. No subimos más piñones porque ya no nos quedan… lástima, pero lo cierto es que la subimos con mayor facilidad de la esperada a la vista de la pendiente y del blando estado del firme. Coronamos el alto y giramos a la derecha en el cruce, luego otra vez derecha para internarnos por un pseudo camino en medio del bosque.
Una espesa pinada nos oculta lo que un par de giros más tarde se revelará como la primera gran sorpresa del día. El vértice geodésico del Mampedroso a 1211 metros; es un gigante monolito de unos 4 metros de altura o más. Es sin duda el más grande que hemos visto hasta la fecha (y mira que hemos visto….). La blanquecina mole de hormigón se eleva hacia el cielo queriendo competir con la antena que estaba en el collado.
Otra muesca en el sillín de “la dilin”; las novatas, que casi estrenan la tija con las muescas de cumbres conquistadas, les da pena marcarla, inconscientes del prestigio que eso supone, pero ya aprenderán. Protegidos del viento y aberronchados al pié de la estructura nos disponemos a almorzar para recuperar las fuerzas perdidas, y sobre todo, porque ya es hora. El café (no lo acompañamos de unas "Lyon-esas", futbolísticamente hablando, porque aún nos quedan cuentas pendientes con los anfitriones de "la casa de la estrella".) Unas últimas fotos de grupo tanto a pie como en el alto del vértice indican el inicio del segundo cuarto. A estas alturas el camino nos está ganando por goleada, pero este es un pulso desigual. Nosotros vamos con todo nuestro potencial de frente, él en cambio, va sacando una rampa aquí, un tramo blando o uno con piedra allá, otra rampa, un barrizal, una zona de pinchos campo a través, etc., y así poco a poco va minando nuestras fuerzas. Aun así pensamos que todavía hay partido, ya que todavía no hemos dado nuestra última pedalada, así que ya se verá. Video en marcha para recoger la trepidante bajada que intuimos a tenor del pronunciado desnivel que tendremos que descender.
La salida del bosque nos regala un primer plano precioso del horizonte nevado. Enseguida el camino se deja caer y nosotros le entramos al trapo.
Es una encerrona.
Tierra, grava, piedras, roderas y pedruscos como piñas siembran el camino de un peligro que, a nivel de sensaciones personales, nunca habíamos transitado. Solo en la bajada del Pico Bellida http://rodaipedal.blogspot.com/2009/05/cronica-del-nacimiento-del-palancia.html, tuve una sensación tan cierta como hoy de que iba a caerme. Por fortuna en ninguna de las dos ocasiones comprobé la dureza del terreno con mi piel, pero a diferencia de aquel día en que solo lo pensé un momento, hoy ha sido en toda la bajada. Veía al grupo como por momentos desaparecían de mi vista y pensaba: si ellos pueden yo también, así que “pa bajo”. ¿Os suena la vieja cantinela de nuestras madres, aquella de: y si tus amigos se tiran a un pozo tu también te tiras?... pues debo decir que sí. Hoy los he seguido hasta las mismas puertas del infierno, y por más que hemos llamado, allí nadie nos las ha abierto. Ellos se lo pierden. Llegamos abajo, a terreno llano y nos agrupamos para comentar las anécdotas de este trepidante descenso. Todos coincidimos en lo brutal de la bajada, aunque hoy mis sensaciones han sigo más intensas que las del resto del grupo. Cogemos la carretera en dirección a Losilla otra vez y giro a la izquierda para buscar la subida a la muela. Arriba asoman los otros colosos del día de hoy; los aerogeneradores instalados en lo alto de la montaña. Como buenos Quijotes los vemos gigantes, pero es que en verdad lo son. La enorme envergadura de las aspas y el tremendo mástil que las elevan hasta el cielo empequeñecen todo a su alrededor.
Por ahora tan solo vemos la parte de arriba pero sobresalen del pétreo perfil de la montaña como lanzas afiladas, y sus aspas de abajo se ciernen sobre nosotros cual espada de Damocles. Pongo buen ritmo de subida desde el inicio, buena cadencia y buenas piernas, no como la última subida a esta cumbre en la que casi me muero, no por falta de fuerzas sino por estar malo aquel día. Tal vez para resarcirme de aquello marco un ritmo cuartelero y rompo el grupo, pensar en Contador estos días en la Paris-Niza destrozando al pelotón a ritmo me pone las pilas. La alegría me dura solo lo que Carlos tarda en decidir que ya está bien de seguirme la rueda. Ahora veo quien es Contador. Cada pocas pedaladas miro hacia arriba atraído por el imán de los molinos ¡que grandiosos son!.
Llegamos a la última curva antes de la ermita y en ese último tramo endurecemos el paso. Salva como siempre a su bola con la nikoleta a cuestas buscando el mejor plano, con una mano, cuesta arriba y sin parar de pedalear, algún día se la va a pegar pero seguro que sigue haciendo fotos.
El prado delante de la ermita está exuberante. El césped verdea el entorno y confiere un plus de sosiego al relajante lugar que hasta el perro nota.
Puede que tengan algo que ver las intensas lluvias de este invierno, las mismas que hacen que la fuente esté a rebosar y soltando agua por todos y cada unos de sus seis caños al límite de su capacidad.
Nos reagrupamos y seguimos subiendo. Queda la parte más dura de la subida y por ende de la ruta. Hoy tengo todas mis fuerzas así que no me preocupa. Como al inicio de la ascensión marco un buen ritmo y los voy adelantando poco a poco. No es que vaya de pique, o quizá si, pero no con mis compañeros sino con la subida que tanto me hizo sufrir hace casi dos años y medio. Llega la rampa asfaltada y por lo tanto, es hora de poner toda la carne en el asador. Sin levantarme me cuelgo sobre el manillar y pedaleo con fuerza, casi dando pisotones, Carlos vuelve a adelantarme y sigo su estela, a chepazos, encima de la bici. Empujo con los riñones para poner toda la fuerza en cada pedalada. Las bocanadas de aire ya no son suficientes para todo el aire que necesitan mis piernas. Luis resopla como una locomotora detrás mío y en la última curva me adelanta, el ímpetu que he puesto desde el inicio me está pasando factura. Pero ya no hay tiempo para desfallecer o para que me fallen las fuerzas, ya estoy arriba.
Salva imaginamos que habrá parado a hacer fotos porque llega un rato después, mientras nosotros esperamos en la escalera de acceso a uno de los molinos.
Da vértigo mirar hacia arriba para poder abarcar todo el monstruo de un solo vistazo. Después de unas fotos seguimos hacia el segundo vértice del día, más fotos y nos encaminamos hacia los observatorios astronómicos.
Una aparentemente media esfera armilar no es sino un precioso reloj del Sol que nos sorprende entre los dos observatorios del CAAT. Otro regalo en forma de foto que nos traeremos hoy a casa. También visitamos los otros observatorios de la UV donde descubrimos una flamante estación meteorológica que por supuesto será retratada.
Nos encaminamos al momento cumbre de la ruta. Aunque debería de ser el anticumbre pues lo que vamos a hacer es bajar. Video en marcha y ocupo mi posición detrás de todos. A comerme el polvo que levanten del camino, por el contrario, seré testigo privilegiado de sus peripecias en cada trazada, pero si soy yo quien me caigo, más vale que busque ayuda en las piedras porque ellos, cuando se den cuenta estarán muy, pero que muy lejos.
El tramo cementado lo bajamos como un tiro, el viento que nos entra en los ojos nos hace lagrimear y distorsiona la visibilidad que tenemos. Lo solucionamos parpadeando mucho y rezando todo lo que sabemos para que nada se cruce en nuestro camino, o al menos para que podamos esquivar la parte verdadera de la visión. Llegamos a la curva y empezamos el tramo recto que nos llevará hasta el llano antes de la bajada hasta la ermita. Posición aerodinámica sobre la bici para ganar la punta de velocidad que estamos persiguiendo. Al coger el asfalto una vez superada la ermita, ya nos lanzamos para abajo sin contemplaciones.
Nos integramos dentro del cuadro o bien nos mimetizamos detrás del sillín, apoyando el estomago en él. Ganamos velocidad y el golpe de adrenalina no tarda en llegar, sin embargo, en cuanto dejamos el abrigo de la ladera, el viento norte que nos acompaña todo el día nos frena más de lo previsto obligándonos a pedalear para mantener el ritmo. Llegamos abajo y nos incorporamos a la carretera para descender hacia Aras. El viento ahora entra de atrás por lo que ganamos velocidad en este rectísimo tramo descendente de 4 kilómetros que invita a pedalear para aumentar la velocidad. Pedaleamos con alegría y la velocidad nos hace ganar inercia que nos empuja más rápido aún, más velocidad, más pedaleo, más alegría, más cadencia, más velocidad…y nos comemos la recta en un suspiro. En noviembre del 2007 bajé este tramo sin dar una pedalada, a rueda, y adelantando cuando el rebufo me empujaba más que a ellos, pero sobre todo muerto de frío. Una sensación de frío atroz como jamás había sentido. Que distinto de hoy. Llegamos al pueblo y enfilamos la subida a La Travina. Será el primer ataque a esta cumbre todo el grupo al completo. Subimos a tren, todos en bloque. Vamos charlando tranquilamente, señal de que la pendiente no es lo que más nos preocupa, ese privilegio lo tiene el dolor de trasero que se empieza a dejarse notar. Llegamos arriba y lo primero es lo primero. La foto de grupo junto al vértice que demuestre que allí arriba estuvimos todos.
La piedra al zurrón y a comer que es gerundio, o no, pero ya es hora. Seguimos buscando la protección del viento pues sabemos de sobra que cuando paramos a reponer fuerzas la temperatura nos baja de forma drástica. Encontramos unas piedras algo protegidas y consensuamos que es un buen lugar. “El sonido más bello del mundo” no se hace esperar y sale de nuestras latas de cervezas en el preciso momento de abrirlas. Que goce, que deleite, que disfrute… “Xe beu carabassa que es gela”. Aunque hoy lo que de verdad nos reconfortará será el café calentito de después de comer. Una breve siesta con el último bocado en la boca y después el cafelito que tanto ansiábamos y que dará inicio a los preparativos previos a la partida. Nos pertrechamos otra vez con todos los accesorios y nos preparamos para el último tramo de la ruta.
Bajaremos hasta el coche con el vídeo en marcha para dejar constancia de nuestra aventura de hoy. Al final comprobaremos que los vídeos del día han salido algo peor de lo esperado. Tal vez el bacheado camino, o el deficiente acople de la cámara a la bici harán que la imagen salte más de lo deseado, por lo que el visionado no sea tan espectacular y agradable como las ganas que teníamos de verlo. La bajada hacia el coche la hacemos rápidamente, sin sobresaltos y sin momentos de susto, tan solo disfrutando de las trazadas y de mantener la trayectoria hacia nuestro destino. Este camino está menos bacheado que el del Mampedroso, pero aún así saltamos sobre nuestras monturas. De seguir así tendré que llevar el vídeo en una de las novatas que tienen mejor suspensión según dicen estos…. Habrá que proponerlo para montar la cámara y ajustar el sillín a mi altura. Veremos las reacciones. La bajada aún ofrece alguna que otra panorámica de las blancas montañas al fondo y los bikers cruzándose en su trayectoria visual desde mi posición.

Al final, el partido, al que le habíamos perdido el marcador, ha quedado bastante igualado, más por las ganas que hemos puesto que por los goles que le hemos marcado. El caso es que ganando o perdiendo las rutas se sucederán con resultados que al final siempre serán a nuestro favor, sea por la ruta, por el camino, por el paisaje, por los hitos logrados o por las experiencias acumuladas de las que algo aprenderemos para no volver a caer en el error.
De todas formas, una vez metidos en harina es mejor comérsela que ahogarse en ella, trasladado esto a los obstáculos de la ruta. Llegamos al coche juntando nuestras manos y elevando unánimemente nuestra celebración para hacer piña. Ya de camino al R.C. planificamos la siguiente ruta que también será digna de contarla en estas líneas. Por ello os emplazamos a seguir enganchados a esta página para seguir nuestras aventuras a lomos de unas magnificas máquinas que son, al fin y al cabo las responsables de este blog.



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domingo, 7 de marzo de 2010

Crónica Portillo San Roque Mas de Teulada

"No pido otra cosa: el cielo sobre mí y el camino bajo mis pies". Mark Twain

Parece que este invierno no hay manera de despreocuparse de la meteorología, semana si y semana también nos tiene en vilo hasta el último momento. Así que, con lluvia intensa el viernes noche y predicción de no parar en todo el sábado anulamos, o mejor dicho posponemos, la ruta de esta semana para el domingo si el tiempo lo permite, no sea que las novatas se nos mojen y vayan a coger un catarril.
Tocaba esta semana mostrar al grupo una ruta nueva por las tierras cuasi vírgenes entre Vilamarxant y Cheste. Una ruta que estuve investigando no hace mucho tiempo y que me llevó a conocer el vértice geodésico del Portillo de San Roque. Otro cilindro de 120 para la colección.
No lejos de allí hay un aljibe con una peculiaridad artística sorprendente y que lo hizo merecedor de nuestra visita. Y luego, nos faltaba llegar hasta el Mas de Teulada. Pero no adelantemos acontecimientos y pongamos los hechos por orden cronológico.
Vamos por el camino ya habitual hasta la urbanización de La Mallá, cruzamos el By-Pass por el túnel y al salir, en lugar de coger el camino de siempre hacia nuestra amiga “la Muntanyeta”, giramos a la izquierda por el camino de la Majada que ya transitamos en una ocasión ya hace tiempo; aquel día el camino estaba muy roto y con mucha piedra y gravilla suelta, cosa que, unido al leve desnivel a superar, hizo que no gustara demasiado comparado con el camino asfaltado y plano que va hacia la cantera. Al diseñar el trazado de esta rodada para pasárselo a la “martita” lo hice uniendo tramos de otras rutas y dibujando los tramos que faltaban, el caso era llegar lo antes posible hasta la zona nueva; así que huyendo de los charcos de la zona del Monte Mayor, nos metimos por este camino. Las lluvias han dejado el terreno bastante compactado y sin charcos así que se podía rodar muy bien y llegamos pronto a la carreterita que rodea la Muntanyeta.
Una ligera llovizna nos acompaña de cuando en cuando pero casi no llega ni a mojarnos, por lo que seguimos adelante. Cruzamos la carretera de Loriguilla y decidimos por unanimidad evitar el camino del vertedero de la Baseta Blanca, que era otro de los tramos utilizados para completar el track. Bajamos hacia la balsa de riego de Loriguilla por el Cordel de Andalucía, aunque en el visor Sigpac lo denominan de Castilla; este camino sirve de límite municipal entre el nuevo Loriguilla y Riba Roja, giramos a la derecha en el camino asfaltado, también en la divisoria de estos dos pueblos, a la vista de la balsa. Después dudamos si internarnos en el camino a la derecha o continuar recto hasta empalmar con el camino de Cheste a Riba Roja allá por el tiro olímpico de Riba Roja. Un enorme charco que tapa el camino nos hace decidirnos por meternos por la montaña. Hasta el momento llevamos poco barro encima y mientras podamos queremos que siga así. El firme arcilloso esta lo bastante compacto como para no pegarse a nuestras ruedas, cosa que se agradece y permite un fácil rodar. Bajamos al plato pequeño y subimos la cadencia de pedaleo para afrontar una pequeña rampa. Rodera en el medio que nos hace esquivarla y perder velocidad, esto implica un inmediato ajuste de piñones hacia arriba y tirar de molinillo. Rampa sin dificultad pero, para qué sufrir habiendo desarrollos. Llegamos a lo alto de este camino en el cruce que tomamos ya en descenso a la derecha, enseguida a la izquierda por el camino del Pouet Tapat, hoy dejaremos a la derecha el camino que baja hacia Les Rodanes y seguimos recto para bajar junto al tiro olímpico y enlazar ahora sí con el camino de Cheste. Enseguida los viñedos de esta zona nos muestran su tierra roja desbordada de “saó”, las lluvias han dejado tal grado de humedad en la tierra que parece que los nutrientes nos van a saltar encima en cualquier momento.
Un manto de hierba verdea la base de las cepas marrones y desnudas, confiriendo al conjunto un toque estético y llamativo enmarcado, o mejor dicho coronado, por La Rodana.
Iniciamos la subida de los toboganes. El perfecto estado del camino nos hace envidiar este tramo de bajada, pero hoy no toca volver por aquí, nos tendremos que conformar con la bajada más recta y rápida del otro lado pero menos técnica e intensa. Volvemos a darle al molinillo para ganar arriba turno de bajada, y nos tiramos para abajo en posición aerodinámica.
Siempre se hace corta esta bajada. Nos acordamos de las primeras veces que llegábamos abajo casi temblando por la emoción del vértigo y la velocidad. De la cara de tontos y la sonrisa nerviosa, y hasta de los gritos para soltar la adrenalina contenida que no había tenido tiempo de escapar. Las muchas bajadas conquistadas, que no solo de cumbres vive el biker, hacen que ahora esta bajada no sea más que un punto de velocidad, que, sin restarle diversión, tampoco da para más. Llegamos a la carretera de Cheste a Loriguilla, que ahora sí es el cordel de Castilla; bueno en realidad lo es todo el camino de Cheste a Riba Roja, aunque valor habrá que echarle cuando asfalten ese camino y lo convierta casi en una autopista para la especulación urbanística de Porxinos, para meter una cabra o una oveja en el negro asfalto. Solo seguiremos esta carreterita hasta después de la curva que vira a derechas, ya en la bajada sale un camino de frente en subida, lo tomamos para adentrarnos en la ya conocida zona de secano y cultivos propios de la zona: campos de algarrobos cubiertos de piedras y de tierra reseca la mayor parte del año ahora embebida en agua. Topamos con un “catxirulo”; refugios o cabañas de piedra seca típicos de este medio agrícola, bueno, típicos quizá en algún tiempo, ahora tan solo son testimonio mudo de tiempos pasados, aunque por Benaguacil aún quedan unos cuantos y además están señalizados, este es el primero que vemos por esta zona. Seguimos adelante y llegamos a la CV-50 cogiendo a la izquierda un camino paralelo que nos llevará a subir la rampa más importante del día. Corta pero intensa, por lo que, tirando de molinillo otra vez la atacamos a buen ritmo. Mi especialidad no es subir con una cadencia alta de pedaleo, más bien lo contrario, siempre abuso de potencia, cosa que intento corregir para equilibrar un poco el repertorio. Así que me pongo a pedalear como un loco siguiendo a Luis, Salva va detrás disparando fotos a todo lo que se menea (y a lo que no también). A mitad de subida tengo la impresión de estar sentado en una silla con los pies en alto y pedaleando al aire, porque la “dilin”, por más que pedalee no se mueve del sitio. Pues más madera. Eso, de madera se me están quedando las piernas. Siento como las fuerzas abandonan mis piernas; de pulsaciones y respiración voy bastante bien, pero las piernas casi no responden. Finalmente un último empujón me deja arriba ante la divertida mirada de Luis que tampoco está acostumbrado a verme subir de esta manera y estará pensando “qué puñetas hace el carabassa este”. Nos reagrupamos los tres, si tres; hoy el “torito” no se ha presentado a formación en el toque de diana. Tenemos enfrente Cheste, y un poco a la derecha la formidable Sierra de los Bosques que, particularmente, tanto me gusta. Desde aquí también podemos ver nuestro primer objetivo del día; el portillo se distingue aún más a la derecha.
Cuando les digo donde está, en primer momento se temen la posibilidad de que les meta rampas por la sierra, pero como tienen, como se suele decir, más miedo que vergüenza, ahí estamos en cada una de las salidas. Cruzamos ahora sí la carretera y giramos a la derecha para pedalear paralelos a esta. Nos iremos alejando por un camino asfaltado en ligera pendiente. Seguimos en terrenos de secano donde predominan principalmente los almendros, olivos, algarrobos y algunos viñedos. Ya vemos la blanca señal geodésica que ahora será el faro que guíe nuestras pedaladas. Giro a la izquierda para afrontar la subida definitiva con el curveo de la carretera. Llegamos al final del camino y a la izquierda nos metemos por un pedregal plantado de algarrobos, ¿o es un garroferal plantado de piedras? Sea como sea, tiramos pie a tierra creyendo que el terreno estará demasiado blando para ser ciclado, pero Salva desmiente esta anticipada afirmación atacando campo a través a lomos de “Circe”. La novata parece comportarse bien y llega hasta arriba sin rechistar. Nuestras maquinas nos miran, llevadas de nuestra mano, pidiendo explicaciones de porqué nos hemos bajado sin intentarlo. Ya arriba contemplamos alrededor el apagado paisaje que la bruma y la llovizna no han conseguido eclipsar. Colosal panorámica de la Sierra de los Bosques en un primer plano casi al alcance de las manos. Desdibujados por la turbia atmosfera, el alto de la Carrasquilla o el pico Alhóndiga presumen de sus más de mil metros de altitud en el centro de la sierra. Descolgándose de sus cumbres hacia la izquierda, la montaña del castillo de Chiva, por delante el pueblo, y por detrás el Motrotón con su forma de flan allá en Yátova vigilando el pantano de Forata. Luego perdemos todo hasta que aparecen las Cumbres de Calicanto. Fotos del lugar y nos vamos hasta la pinada para contemplar la panorámica Norte. La Calderona en toda su plenitud. A sus pies asoman todos nuestros lugares conocidos, con La Rodana ocupando un plano preferente. Y entre las Rodanas aparece a lo lejos Monte Picaio. Un aljibe en semi ruina queda como testimonio de la utilización agraria de estas tierras desde tiempos remotos, cuando hacer llegar el agua no era tan sencillo como ahora.
Nos ponemos en marcha bajando la ladera a lomos de las bicis que empiezan a perdonarnos el ataque de “canguelismo” de antes. Otra vez en el camino giramos a la izquierda y poco después nos desviamos a la derecha para llegar a una construcción de piedra que se ve desde el camino. Es el “Algive de los Pastis” según reza el nombre.
Sorprendidos por este simpatico y singular arrebato artístico en medio del monte lo fotografiamos para hacerlo pasar a la posteridad. Otra vez en el camino, a la derecha y continuamos. El cachondeito sobre que es todo bajada hasta el Mas de Teulada, no se hace esperar ante el insignificante repecho que tenemos delante. Después si que llega la ansiada bajada. Llegamos a un cruce de caminos que tomaremos a la derecha y la pendiente se recrudece. Tomamos precauciones ante las cerradas curvas, pero a decir verdad, menos de las necesarias dejándonos llevar por la emoción de la velocidad. El camino asfaltado nos da seguridad y nos dejamos llevar sintiendo el golpe de adrenalina en las frenadas previas a las curvas. Es un tramo cortito pero intenso solo roto de golpe al llegar abajo, al final del asfalto, y encontrar un enorme charco invadiendo nuestro espacio de paso. Hemos bajado casi 100 metros en dos kilómetros y estamos metidos en una vaguada en la que arranca el barranco de la Llomayna, normal entonces que esta parte del camino esté inundada de charcos que parecen piscinas. No hay posibilidad de esquivar el barrizal por lo que asumimos que mejor agua que barro, a la espera que no haya pedruscos o agujeros dentro del charco. Un leve repecho y retomamos la bajada, aunque la magia del momento y de enlazar todo el tramo de bajada seguido ya está rota, esta vez entre campos de naranjos a ambos lados del camino. Hemos cambiado de paisaje. Aquí la vega del Turia ya riega estos campos que antes eran secano, ahora todo es regadío y cada vez se necesita más y más agua. Por fortuna en esta zona se está implantando el sistema de riego por goteo, en muchos campos los rollos de tubería aún están por desplegar. Tenemos de frente la pinada que nos tapa el Mas, detrás asoma la negra cicatriz que quedo tras el incendio en los montes de la Pea y desde donde nos mira el vértice de Paridera. Nos incorporamos a la carretera de Teulada girando a la izquierda y un poco más allá a la derecha. Ya estamos. Bajamos cruzando el barranco de la Teulada y encontramos los edificios. Un primer caserón en estado de abandono nos observa lúgubre preguntándonos qué hacemos allí. Entramos por la callejuela y llegamos al final donde se abre como una plazoleta. Las casas que vemos aquí están en un estado de conservación impecable, por lo que no entendemos muy bien lo de la primera casa. A la izquierda hay un estrechamiento entre las casas y allí mismo está la ermita. Llegamos al lugar. La blanca y reluciente fachada se alza en una placita protegida por cuatro grandes árboles mostrando sus ramas desnudas como amenazantes espadas.
El suelo está cubierto de bolitas que al pisarlas se pegan a las suelas como chicles intentando atraparnos. Nos sentamos en la bancada que hay pegada a la pared para almorzar al abrigo del viento en calma y en silencio, casi en recogimiento. También será digno de destacar el arranque de valentía que se ha marcado Salva encarándose a un perro que, todo sea dicho, tenía más miedo que él. Alguna que otra broma subida de tono en lugar santo nos hará recordar que casi siempre, estos lugares, nos hacen aflorar los instintos más bajos. El reconfortante café no logrará, como otras veces, devolvernos el calor corporal, sin embargo dará el pitido de inicio de la segunda parte del partido.

Ante la hora y lo desapacible del día, decidimos recortar la ruta y dejar la parte que baja por la Pea para otro momento, hoy volveremos rectos hacia Vilamarxant y por el camino del trinquete, hacia Riba Roja donde cogeremos el “riíto ese” para llegar raudos y veloces a casa.
Antes unas fotos del lugar y nos ponemos en marcha acompañando en paralelo al barranco que baja con un caudal descomunal. El viento helado nos empuja acelerando nuestro pedaleo por un camino asfaltado y poco transitado. Dejamos atrás una granja y giramos a la derecha a la vista de unos chalets, enseguida izquierda y otra vez derecha para bajar hasta el barranco, que cruzamos y subimos, para incorporarnos a la carretera de Teulada a la altura del camino de la Pedrera del Rei. Desde aquí ya es terreno conocido por lo que, sin haber acontecido nada relevante volaremos hasta el camino del río.
Ya en él, lo que más nos sorprende es el caudal del Turia. Las lluvias han dejado el pantano de Benageber casi al borde de su capacidad por lo que está soltando agua que el embalse de Loriguilla, debido a una avería o algo así no esta siendo capaz de almacenar, esto contribuye a la crecida del río que en algunos tramos llega a cubrir por completo el trazado del camino del parque fluvial, en estos momentos más fluvial que nunca, del Turia.
La estampa no nos cansa, por lo que paramos innumerables veces a contemplar un acontecimiento que en los últimos años era bastante raro. Esta es una tierra más castigada por las sequías que por la abundancia de lluvias, ahora que cuando llueve lo suele hacer sin medida.
Esta excepcional ocasión de abundancia contenida es tan fotogénica como bienvenida. La fuerza y velocidad de la corriente crea un espectáculo hipnótico en su contemplación que nos fascina.
Hoy sin embargo no nos llama la atención la poca afluencia de gente recorriendo el parque. La inestabilidad meteorológica, las pocas gotas caídas a lo largo de la mañana y la cercanía de la hora de la mascletá, han dejado el camino casi desierto y a pleno disfrute de nuestras máquinas.
Ya en la base y con las burras limpias, el zumo de cebada crea su magia y convierte el momento en un placentero desfile de los recuerdos acaecidos esta fría mañana de domingo. Planificamos pues la próxima salida como siempre con un plan “B” en el zurrón. Será una salida corta o una larga, la climatología lo dirá, pero no os quepa duda de que os la contaremos.

Track en Rutes de Roda i Pedal