domingo, 13 de septiembre de 2009

Crónica La Ruta de las Trincheras (…o lo que queda de ellas)

"Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa." Ghandi


Hacía tiempo que esta ruta estaba en el zurrón de las rodadas pendientes y por fin le tocaba el turno. Es curioso nuestro caso si hacemos memoria, antes salíamos de la base hacia arriba por el camino de Valencia la Vella, hasta allí había un par de variantes, pero anhelábamos poder rodar junto al río. Ahora que tenemos el camino del parque natural del Turia totalmente terminado con sus puentes y todo, parece que vayamos huyendo de él. En cierto modo es así, ya que por un lado está la cantidad de veces que aun sin querer lo transitamos (y lo seguiremos transitando), y por otro. el numeroso grupo de gente que encontramos cada día y que hace que en lugar de ser un paseo a nuestro particular modo de ver, agradable, vayamos pasándonos y repasándonos continuamente con los consiguientes y absurdos “piques” de algunos bikers que son como niños, cuestión por la que no nos termina de encajar en nuestra forma de rodar sin más preocupación que el estado del firme y la contemplación de la naturaleza; pero por encima de todo está el hecho de no querer comer polvo. Si, ya se aquello de que menos da una piedra y no es por criticar, pero puestos a pedir, ¿no podían haber hecho el firme con material menos polvoriento? o ¿quien lo diseñó ha pasado alguna vez por allí para ver como se comporta su obra y mejorarla si es posible o tenerlo en cuenta para la siguiente? Cuando utilizas este camino pocas veces es algo impresionante en todos los aspectos, pero cuando lo usas todas las semanas llega a convertirse en algo molesto de verdad. El antiguo cauce del río en Valencia no está de esta manera y aquello si que es un rodar agradable y placentero, pero el día de la nocturna, por ejemplo, casi brillábamos de tanto polvo blanco que llevábamos encima. Pues eso, que desde entonces hemos vuelto a las andadas y estamos recorriendo los caminos de antaño, máxime cuando ahora nuestra salida más natural es por la Muntanyeta.

Pero a lo que vamos. Para llegar a las primeras trincheras que íbamos a visitar entre Els Pouets y Valencia La Vella, bajamos hacia el by-pass por aquella cuesta que tanto respeto nos daba antes, lo que son las cosas y la experiencia acumulada. Eso sí, porquería bajo del puente toda la que quieras, que digo yo que, habiendo eco parques para poder tirar todo tipo de residuos y trastos viejos, hay que ser muy tonto para jugarte una multa, y muy cafre y muy guarro para no tirar la basura donde corresponde. En fin...., a esto también le llamamos civilización.

Más adelante nos adentramos en la pinada que queda detrás de aguas potables y seguimos hacia la urbanización, cruzamos el barranco de Cabrasa y llegamos a lo que denominábamos cariñosamente antaño “Atacama”. El polvo que levantábamos antes aquí, comparado con el río es jauja. Aquí es donde tenemos el primer tropiezo “la martita” y yo. El track que preparamos no sé por qué extraña razón no se cargó, así que tirando más de dos años de memoria, tras pasarnos el camino y volver atrás, me equivoco de camino y nos dejamos las primeras trincheras encima de un cerro, por no volver atrás decidimos que ya compensaremos con las otras. Iniciamos el sendero de bajada, este está casi cubierto por la vegetación que crece a orillas del mismo pero que invade el espacio, por el que tendríamos que estar pasando.

Llegamos abajo maldiciendo los arañazos y pinchazos que llevamos por las piernas y brazos, este camino es ideal para el invierno que la vestimenta es de largo y nos protege de los arbustos. Al volver al camino giro a la derecha y ante una bifurcación vuelvo a equivocarme y cojo a la izquierda en vez de derecha. Al final esto se convierte en senda y nos hace echar pié a tierra otra vez, vaya día que llevo, más que bajar de la bici me molesta estar equivocándome de caminos, eso si que me molesta de verdad. En fin, llegamos al final del camino justo en lo alto del mirador sobre la chopera junto al río. La vista desde aquí es espectacular. El río dibuja un recodo entre la arboleda y la montaña que se despeña casi a cuchillo sus buenos 30 ó 40 metros. Por encima de los verdes árboles asoma la oscura pinada de la Vallesa, y el río, como un hilo de plata, se deja caer sin prisas hacia un mar que nunca conocerá, dejando su vida en la fértil huerta valenciana cada vez más amenazada por la fuerza del cemento. La Nikoleta se pone de nuevo en acción y caen unas cuantas fotos para el recuerdo como no podía ser de otra forma.

Escudriñamos respetuosamente la zona viendo los restos de un tiempo pasado que nunca fue mejor. Zanjas tapadas con piedra de cantera como si quisieran ocultar el horror y la vergüenza de un pueblo enfrentado contra si mismo. Quedan los restos de un nido de ametralladoras, de lo que parece ser un polvorín, más trincheras y muchas, pero que muchas preguntas en el aire. A veces allí mismo no te das cuenta de lo que te afecta una cosa, aquí y ahora intentando contar una placida jornada de pedales cae sobre mí todo el peso de aquello que representa lo que vi.

Salimos de allí esta vez sin equivocarnos de caminos y vamos hacia la bajada del “cholo”. Antes de entrar en Masía de Traver hay una tubería que cruza el barranco de la pedrera y que creemos son aguas residuales que van a la depuradora de la Vallesa. En esa tubería, las primeras veces que pasamos por allí hace ya unos años, había una “simpática” pintada que rezaba “cuidado con el cholo”, que advertía que tenías que agacharte para pasar por debajo y no golpearte “el cholo”, o sea, la cabeza y de ahí el nombre con el que bautizamos a este tramo.

Hoy tomamos la bajada con más precaución que entonces ya que hay acceso al camino del parque y cuando lo estaban haciendo descuidaron mucho este camino y no sabemos lo que nos podemos encontrar. No está en muy malas condiciones pero cuando nos damos cuenta ya casi estamos al final y perdemos la inercia de la bajada. Cruzamos Traver y salimos al polígono hacia el pueblo. Nos desviamos a la izquierda para pasar el único paso inferior sobre la antigua vía del tren y dirigirnos hacia la pequeña montaña que alberga los repetidores de TV de Riba Roja. Esta pequeña cota engaña. Parece una mosquita muerta y cuando estás allí te exige casi todo lo que tienes. En apenas medio kilómetro tiene un par de rampas realmente duras que no lo parecen desde abajo. Una vez metidos en harina, buscas con urgencia algún piñón más porque lo que tienes puesto no es bastante. La cruda realidad como siempre te dice que ya lo llevas todo puesto y que ahora hay que tirar de gemelos. Llegamos arriba jadeando y con las pulsaciones que se salen de la pantalla del reloj.

Buenas vistas sobre el pueblo y las montañas delante de Les Rodanes, donde las sendas se dibujan con fuerza en la piel rojiza de estas montañas. También La Vallesa, La Calderona, El Montiel y Sant Miquèl tienen vistas privilegiadas desde aquí, pero, entre que no hay ni una sombra, y que tenemos otros objetivos, la visita se hace tan corta como nuestro tiempo en recuperar el resuello. Unas imágenes de la zona van directas al zurrón de la tarjeta digital.

Al bajar cruzaremos la carretera para entrar en el pueblo y por el paseo donde estaba la vía hasta llegar al polideportivo, luego continuamos paralelos al trazado del tren hasta Les Plantaes, desde donde dirigiremos a las burras hacia el interior del paraje natural municipal de Les Rodanes. Estamos a los pies de La Rodana del Pic. Un camino ascendente nos llevará entre chalets hasta la zona a la que nos dirigimos. Pase que llegar hasta aquí sea toda una cuestión de voluntad, pruebas un camino y si no es ese pues pruebas otro, ya que la señalización para llegar brilla por su ausencia tanto en Vilamarxant como en Riba Roja; igual ocurre con el asentamiento de origen visigodo en la citada Riba Roja, unos lo sitúan en el Pla de Nadal y otros en Valencia la Vella, el caso es que allí se llegaron a hacer prospecciones arqueológicas hasta finales de los 90, pero indicar donde está, eso es otro cantar, no sea que nos culturicemos demasiado. El caso es que llegamos al emplazamiento para encontrarnos con el surrealista espectáculo de un monte casi arado y unos árboles podados hasta una altura considerable.

Si esto lo incluimos dentro de unos trabajos de limpieza forestal para evitar incendios vale, pero si todas las ramas, grandes y pequeñas están esparcidas por el suelo a modo de “mecha” no alcanzo a ver que peligro representaban estando en el árbol y aquí no.

Para colmo las trincheras, o lo que queda de ellas, ya no solo están medio tapadas con la tierra que de forma gradual y natural se va acumulando, no, están casi repletas de esta poda masiva y tapadas a conciencia en algunos puntos por piedra de cantera. No olvidemos que este tipo de parajes están considerados como patrimonio histórico por la Generalitat y que incluso se anunció no hace demasiado tiempo por televisión a bombo y platillo cuando se señalizaron algunos de estos parajes, pero claro, pasada la repercusión mediática del momento todo olvidado. Más asombrado aún quedo después de repasar las fotos para esta crónica, cito textualmente y acompaño la foto para que se vea que no inventamos nada:

“Por ello, el Ayuntamiento de Vilamarxant ha querido realizar una puesta en valor de la zona, realizando tareas de limpieza y mejora siendo respetuosos en todo momento con el entorno que rodea estas estructuras.”

Toma ya. Si si, aún estoy frotándome los ojos después de leer y releer el panel, pero por favor, que alguien me lo explique porque no entiendo donde está el respeto a tenor de las imagenes... o como diría un buen amigo nuestro “mentirusco atao con piedra”.

Recorremos con tristeza y asombro el asolado y desolado lugar con la incredulidad reflejada en el rostro. Hasta la nikoleta parece quejarse tras apretar el botón y enfocar la imagen. En fin, que lo de conocer algo de nuestra historia lo hacemos muy por encima, la jornada quedará solo en el paseo en bicicleta. Salimos apresuradamente intentando dejar atrás una plaga de mosquitos que quizá por este terreno removido están más activos y numerosos que en otras partes de este mismo bosque, lástima, pues el lugar invita a quedarse de no ser por los dichosos mosquitos, pero el sitio elegido para almorzar cerca de aquí será cambiado por nuestra querida Bassa Barreta. Así que volvemos a bajar hacia la carretera de Les Plantaes hacia Vilamarxant y tras cruzar el barranco de Muncholina, a la izquierda por el primer camino sin abandonar el asfalto. Este nos conduce entre chalets a una isleta que tomaremos a la izquierda y que ya tendrá un leve ascenso aunque el camino está bastante mejor que el año pasado que, con la gravilla suelta y en cantidad, era un peligro porque se clavaban las ruedas de las bicicletas.

Durante el almuerzo comentamos el lamentable estado de conservación del lugar que acabamos de dejar atrás. Las instituciones no pueden y no deben gastar dinero absurdamente en rehabilitar una zona para luego abandonarla y dejarla sin mantenimiento, así como tampoco pueden hacer una poda de árboles y dejar todo esparcido por el monte; aquí mismo en la Bassa Barreta se hizo una limpieza similar antes del verano, el resultado es el ejemplar estado de conservación en que está toda la zona. Siempre aplaudiremos este tipo de actuaciones y criticaremos las que traen como consecuencia lo que hemos visto.

Después del almuerzo hacemos la subida hacia la luz y bajamos rápido en una bajada que nunca nos defrauda por la velocidad que llegamos a alcanzar, hasta llegar a la urbanización Monte Horquera y el camino de la cantera y Mas del Pozalet. La denominación oficial de este camino es de Pedralba a Valencia pero con la vuelta que da será difícil ubicarse para quien conozca la zona pues, la nomenclatura oficial no corresponde al trazado “más lógico” que pudiéramos imaginar.

Parece que le estamos cogiendo el gusto a este camino, sobre todo la parte entre Pozalet y Loriguilla. Rodamos muy rápido este tramo. Parece que la cerveza quiera saltar de la nevera antes de tiempo. Ya hasta la base sin más curiosidades que reseñar, a no ser esa alta velocidad que nos hará llegar como un tiro a casa, donde después del verano nos volveremos a reunir los cuatro jinetes, en nuestro rincón de la cerveza, para comentar algún episodio veraniego con el más faltón del grupo que casi está a punto de perder la credencial de socio de nuestro particular club. Así que esto es todo de momento, pronto volveremos con más rodadas que ya están impacientes por saltar a los caminos delante de nuestras ruedas. Desde nuestro RC (rincón de la cerveza), hasta la próxima.





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